Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO TERCERO.

Dase cuenta de lo mal que se recibió en México la porfia de Cortés, de quién era Motezuma, la grandeza de su Imperio, y el estado en que se hallaba su monarquía quando llegaron los Españoles.


Causó grande turbacion en México la segunda instancia de Cortés. Enojóse Motezuma, y propuso, con el primer ímpetu, acabar de una vez con aquellos estrangeros, que se atrevian a porfiar contra su resolucion; pero entrando despues en mayor consideracion, se cayó de ánimo, y ocupó el lugar de la ira la tristeza y la confusion. Llamó luego a sus ministros y parientes: hicieronse misteriosas juntas: acudióse a los templos con públicos sacrificios: y el pueblo empezó a desconsolarse de ver tan cuidadoso a su Rey, y tan asustados a los que tenian por su cuenta el gobierno: de que resultó el hablarse con poca reserva en la ruina de aquel imperio, y en las señales y presagios de que estaba, segun sus tradiciones, amenazado. Pero ya parece necesario que averigüemos quien era Motezuma: qué estado tenia en esta sazon su monarquía: y por qué razon se asustaron tanto él y sus vasallos con la venida de los Españoles.

Hallábase entonces en su mayor aumento el imperio de México, cuyo dominio reconocian casi todas las provincias y regiones que se habian descubierto en la América septentrional, gobernadas entonces por él, y por otros Régulos o Caciques tributarios suyos. Corría su longitud de oriente a poniente mas de quinientas leguas; y su latitud de norte a sur: llegaba por algunas partes a doscientas: tierra poblada, rica y abundante. Por el oriente partia sus límites con el mar Atlántico, que hoy se llama del norte, y discurría sobre sus aguas aquel largo espacio que hay desde Panúco a Yucatán. Por el occidente tocaba con el otro mar, registrando el Oceano Asiático (o sea el Golfo de Anián) desde el Cabo Mendozino hasta los extremos de la Nueva Galicia. Por la parte del medio dia se dilataba mas, corriendo sobre el mar del sur desde Acapulco a Guatemála: y llegaba a introducirse por Nicaragua en aquel Istmo, o estrecho de tierra, que divide y engaza las dos Américas. Por la banda del norte se alargaba ácia la parte de Panúco hasta comprehender aquella provincia; pero se dexaba estrechar considerablemente de los montes o serranías que ocupaban los Chichimecas y Otomies, gente bárbara, sin República ni policía, que habitaba en las cavernas de la tierra, o en las quiebras de los peñascos, sustentandose de la caza y frutas de árboles silvestres; pero tan diestros en el uso de sus flechas, y en servirse de las asperezas y ventajas de la montaña, que resistieron várias veces a todo el poder Mexicano: enemigos de la sujecion, que se contentaban con no dexarse vencer, y aspiraban solo a conservar entre las fieras su libertad.

Creció este imperio de humildes principios a tan desmesurada grandeza en poco mas de ciento y treinta años; porque los Mexicanos, nacion belicosa por naturaleza, se fueron haciendo lugar con las armas entre las demás naciones que poblaban aquella parte del mundo. Obedecieron primero a un Capitan valeroso que los hizo soldados, y les dió a conocer la gloria militar: despues eligieron Rey, dando el supremo dominio al que tenia mayor crédito de valiente: porque no conocian otra virtud que la fortaleza; y si conocian otras, eran inferiores en su estimacion. Observaron siempre esta costumbre de elegir por su Rey al mayor soldado, sin atender a la succesion; aunque en igualdad de hazañas preferia la sangre Real: y la guerra, que hacia los Reyes, iba poco a poco ensanchando la monarquía. Tuvieron al principio de su parte la justicia de las armas, porque la opresion de sus confinantes los puso en términos de inculpable defensa, y el cielo favoreció su causa con los primeros sucesos; pero creciendo despues el poder, perdió la razon, y se hizo tiranía.

Verémos los progresos de esta nacion, y sus grandes conquistas, quando hablemos de la série de sus Reyes, y esté menos pendiente la narracion principal. Fue el undecimo de ellos, segun lo pintan sus anales, Motezuma, segundo de este nombre, varon señalado y venerable entre los Mexicanos, aun antes de reynar.

Era de la sangre Real, y en su juventud siguió la guerra, donde se acreditó de valeroso y esforzado Capitan con diferentes hazañas, que le dieron grande opinion. Volvió a la Corte algo elevado con estas lisonjas de la fama: y viendose aplaudido y estimado como el primero de su nacion, entró en esperanzas de empuñar el cetro en la primera eleccion: tratandose en lo interior de su ánimo, como quien empezaba a coronarse con los pensamientos de la Corona.

Puso luego toda su felicidad en ir ganando voluntades, a cuyo fin se sirvió de algunas artes de la política: ciencia que no todas veces se desdeña de andar entre los bárbaros, y que antes suele hacerlos, quando la razon que llaman de estado se apodera de la razon natural. Afectaba grande obediencia y veneracion a su Rey, y extraordinaria modestia y compostura en sus acciones y palabras, cuidando tanto de la gravedad y entereza del semblante, que solian decir los Indios que le venía bien el nombre de Motezuma, que en su lengua significa Príncipe sañudo: aunque procuraba templar esta severidad, forzando el agrado con la liberalidad.

Acreditabase tambien de muy observante en el culto de su religion: poderoso medio para cautivar a los que se gobiernan por lo exterior: y con este fin labró en el templo mas freqüentado un apartamiento a manera de tribúna, donde se recogia muy a la vista de todos, y se estaba muchas horas entregado a la devocion del aura popular, o colocando entre sus dioses el ídolo de su ambicion.

Hizose tan venerable con este género de exterioridades, que quando llegó el caso de morir el Rey su antecesor, le dieron su voto sin controvérsia todos los electores, y le admitió el pueblo con grande aclamacion. Tuvo sus ademanes de resistencia, dexandose buscar para lo que deseaba, y dió su aceptacion con especies de repugnancia. Pero apenas ocupó la silla imperial, quando cesó aquel artificio, en que trahia violentado su natural, y se fueron conociendo los vicios que andaban encubiertos con nombre de virtudes.

La primera accion en que manifestó su altivez, fue despedir toda la familia real, que hasta él se componia de gente mediana y plebeya: y con pretexto de mayor decencia se hizo servir de los nobles, hasta en los ministerios menos decentes de su casa. Dexabase ver pocas veces de sus vasallos, y solamente lo muy necesario de sus ministros y criados, tomando el retiro y la melancolía como parte de la magestad. Para los que conseguian el llegar a su presencia inventó nuevas reverencias y ceremonias, extendiendo el respeto hasta los confines de la adoracion. Persuadióse a que podia mandar en la libertad y en la vida de sus vasallos, y executó grandes crueldades, para persuadirlo a los demás.

Impuso nuevos tributos sin pública necesidad, que se repartian por cabezas entre aquella inmensidad de súbditos; y con tanto rigor, que hasta los pobres mendígos reconocian miserablemente el vasallage, trayendo a sus erarios algunas cosas viles, que se recibian, y se arrojaban en su presencia.

Consiguió con estas violencias que le temiesen sus pueblos; pero como suelen andar juntos el temor y el aborrecimiento, se le rebelaron algunas provincias: a cuya sujecion salió personalmente, por ser tan zeloso de su autoridad, que se ajustaba mal a que mandáse otro en sus exércitos; aunque no se le puede negar que tenia inclinacion y espíritu militar. Solo resistieron a su poder, y se mantuvieron en su rebeldia las provincias de Mechoacan, Tlascala y Tecpeaca: y solia decir él que no las sojuzgaba, porque habia menester aquellos enemigos para proveerse de cautivos que aplicar a los sacrificios de sus dioses: tirano hasta en lo que sufria, o en lo que dexaba de castigar.

Habia reynado catorce años, quando llegó a sus costas Hernan Cortés; y el último de ellos fue todo presagios y portentos de grande horror y admiracion, ordenados o permitidos por el cielo para quebrantar aquellos ánimos feroces, y hacer menos imposibles a los Españoles aquella grande obra, que con medios tan desiguales iba disponiendo y encaminando su providencia.

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