Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO SEGUNDO.


CAPÍTULO SEGUNDO.

Vuelve la respuesta de Motezuma con un presente de mucha riqueza; pero negada la licencia que se pedia para ir a México.


Hicieron alto los Indios a poca distancia del quartel, y entraron, al parecer, en consulta sobre lo que debian obrar: porque resultó de esta detencion el quedarse Pilpatoe a la mira de lo que obraban los Españoles: para cuyo efecto, determinado el sitio, se formaron diferentes barracas, y en breves horas amaneció fundado un lugar en la campaña, de considerable poblacion. Previnose luego Pilpatoe contra el reparo que podia causar esta novedad, avisando a Hernan Cortés que se quedaba en aquel parage para cuidar de su regalo, y asistir mejor a las provisiones de su exército; y aunque se conoció el artificio de este mensage (porque su fin principal era estar a la vista del exército, y velar sobre sus movimientos) se les dexó el uso de su disimulacion, sacando fruto del mismo pretexto: porque acudian con todo lo necesario, y los trahia mas puntuales y cuidadosos el rezelo de que se llegáse a entender su desconfianza.

Teutile pasó al lugar de su alojamiento, y despachó a Motezuma el aviso de lo que pasaba en aquella costa, remitiendole con toda diligencia los lienzos que se pintaron de su orden, y el regalo de Cortés. Tenian para este efecto los Reyes de México grande prevencion de correos distribuidos por todos los caminos principales del Reyno; a cuyo ministerio aplicaban los Indios mas veloces, y los criaban cuidadosamente desde niños, señalando premios del erario público a favor de los que llegasen primero al sitio destinado: y el Padre Josef de Acosta, fiel observador de las costumbres de aquella gente, dice que la escuela principal donde se agilitaban estos Indios corredores era el primer adoratorio de México, donde estaba el ídolo sobre ciento y veinte gradas de piedra, y ganaban el premio los que llegaban primero a sus pies. Notable exercicio para enseñarlo en el templo, y sería ésta la menor indecencia de aquella miserable palestra. Mudabanse estos correos de lugar en lugar, como los caballos de nuestras postas; y hacían mayor diligencia, porque se iban succediendo unos a otros antes de fatigarse: con que duraba sin cesar el primer ímpetu de la carrera.

En la Historia general hallamos referido que llevó sus despachos y pinturas el mismo Teutile, y que volvió en siete dias con la respuesta: sobrada ligereza para un General. No parece verisimil, habiendo sesenta leguas por el camino mas breve desde México a San Juan de Ulúa; ni se puede creer facilmente que viniese a esta funcion el Embajador Mexicano, que nuestro Bernal Diaz llama Quintalbor, o los cien Indios nobles con que le acompaña el Rector de Villahermosa; pero esto hace poco en la substancia. La respuesta llegó en siete días, número en que concuerdan todos, y Teutile vino con ella al quartel de los Españoles. Trahia delante de sí un presente de Motezuma, que ocupaba los hombros de cien Indios de carga: y antes de dar su embajada, hizo que se tendiesen sobre la tierra unas esteras de palma, que llamaban petates, y que sobre ellas se fuesen acomodando y poniendo como en aparador las alhajas de que se componía el presente.

Venian diferentes ropas de algodon, tan delgadas y bien texidas, que necesitaban del tacto para diferenciarse de la seda, cantidad de penachos, y otras curiosidades de pluma, cuya hermosa y natural variedad de colores, buscados en las aves exquisitas que produce aquella tierra, sobreponian y mezclaban con admirable prolixidad, distribuyendo los matíces, y sirviendose del claro y obscuro tan acertadamente, que sin necesitar de los colores artificiales, ni valerse del pincel, llegaban a formar pintura, y se atrevian a la imitacion del natural. Sacaron despues muchas armas, arcos, flechas y rodelas de maderas extraordinarias. Dos láminas muy grandes de hechura circular, la una de oro, que mostraba entre sus relieves la imagen del sol; y la otra de plata, en que venía figurada la luna: y ultimamente cantidad considerable de joyas y piezas de oro con alguna pedreria, collares, sortijas y pendientes a su modo, y otros adornos de mayor peso en figuras de aves y animales, tan primorosamente labrados, que a vista del precio se dexaba reparar el artificio.

Luego que Teutile tuvo a la vista de los Españoles toda esta riqueza, se volvio a Cortes, y haciendo seña a los intérpretes, le dixo : Que el grande Emperador Motezuma le enviaba aquellas alhajas en agradecimiento de su regalo, y en fe de lo que estimaba la amistad de su Rey; pero que no tenia por conveniente, ni entonces era posible, segun el estado presente de sus cosas, el conceder su beneplácito a la permision que pedia para pasar a su Corte; cuya repulsa procuró Teutile honestar fingiendo asperezas en el camino, Indios indómitos que tomarían las armas para embarazar el paso, y otras dificultades que trahian muy descubierta la intencion, y daban a entender con algun misterio, que habia razon particular: y era ésta la que verémos despues, para que Motezuma no se dexáse ver de los Españoles.

Agradeció Cortés el presente con palabras de toda veneracion, y respondió a Teutile: Que no era su intento faltar a la obediencia de Motezuma; pero que tampoco le sería posible retroceder contra el decoro de su Rey, ni dexar de persistir en su demanda con todo el empeño a que obligaba la reputacion de una Corona venerada y atendida entre los mayores Príncipes de la tierra; discurriendo en este punto con tanta viveza y resolucion, que los Indios no se atrevieron a replicarle; antes le ofrecieron hacer segunda instancia a Motezuma: y él los despidió con otro regalo como el primero, dandoles a entender que esperaria, sin moverse de aquel lugar, la respuestá de su Rey; pero que sentiria mucho que tardáse, y hallarse obligado a solicitarla desde mas cerca.

Admiró a todos los Españoles el presente de Motezuma; pero no todos hicieron igual concepto de aquellas opulencias; antes discurrian con variedad, y porfiaban entre sí, no sin presuncion de lo que discurrian. Unos entraban en esperanzas de mejor fortuna, prometiendose grandes progresos de tan favorables principios: otros ponderaban la grandeza del presente, para colegir de ella el poder de Motezuma, y pasar con el discurso a la dificultad de la empresa. Muchos acusaban absolutamente como temeridad el intentar con tan poca gente obra tan grande: y los mas defendían el valor y la constancia de su Capitan, dando por hecha la conquista, y entendiendo cada uno aquella prosperidad segun el afecto que predominaba en su ánimo: porfias y corrillós de soldados, donde se conoce mejor que en otras partes lo que puede el corazon con el entendimiento. Pero Hernan Cortés los dexaba discurrir, sin manifestar su dictamen, hasta aconsejarse con el tiempo: y para no tener ociosa la gente, que es el mejor camino de tenerla menos discursiva, ordenó que saliesen dos baxeles a reconocer la costa, y a buscar algun puerto o ensenada para mejor abrigo para la armada, que en aquel parage estaba con poco resguardo contra los vientos septentrionales, y algun pedazo de tierra menos esteril, donde acomodar el alojamiento entretanto que llegáse la respuesta de Motezuma, tomando pretexto de lo que padecía la gente en aquellos arenales, donde heria y reverberaba el sol con doblada fuerza, y había otra persecucion de mosquitos, que hacian menos tolerables las horas del descanso. Nombró por Cabo de esta jornada al Capitan Francisco de Montejo, y eligió los soldados que le habian de acompañar, entresacando los que se inclinaban menos a su opinion. Ordenóle que se alargáse quanto pudiese por el mismo rumbo que llevó el año antes en compañia de Grijalva, y que truxese observadas las poblaciones que se descubriesen desde la costa, sin salir a reconocerlas; señalándole diez dias de término para la vuelta: por cuyo medio dispuso lo que parecía conveniente, dió que hacer a los inquietos, y entretuvo a los demás con la esperanza del alivio: quedando cuidadoso y desvelado entre la grandeza del intento y la cortedad de los medios; pero resuelto a mantenerse hasta ver todo el fondo a la dificultad, y tan dueño de sí, que desmentia la batalla interior con el sosiego y alegria del semblante.

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