Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO.


CAPÍTULO VIGÉSIMO.

Continuan su retirada los Españoles, padeciendo en ella grandes trabajos y dificultades, hasta que llegando al Valle de Otumba, queda vencido y deshecho en batalla campal todo el poder Mexicano.

Poco antes de la hora señalada, se convocó la gente, que dormia cuidadosa, y despertó sin dificultad. Dióse a un tiempo la orden y la razon de la orden: con que se dispusieron todos a la marcha, conociendo el acierto, y alabando la resolucion. Mandó Hernan Cortés que se dexasen cebados los fuegos, para deslumbrar al enemigo de aquel movimiento: y encargando a Diego de Ordaz la vanguardia con guias de satisfaccion, puso la fuerza principal en la retaguardia, y se quedó en ella, por hallarse mas cerca del peligro, y afianzar con su cuidado la seguridad de los que iban delante. Partieron con el recato conveniente, y ordenando a las guias que se apartasen del camino real para volverle a cobrar con el dia, marcharon poco mas de media legua, sin que dexáse de perseverar en la vigilancia de los oidos el silencio de la noche.

Pero al entrar en tierra mas quebrada y montuosa, dieron los batidores en una zelada, que no supieron encubrir los mismos que procuraban ocultarse, porque avisaron del riesgo anticipadamente las voces y las piedras. Baxaban de los montes, y salian de la maleza diversas tropas de Indios, que acometian desunidamente por los costados: y aunque no eran de tanto grueso que obligasen a detener la marcha, fue necesario caminar desviando los enemigos que se acercaban, romper diferentes emboscadas, y disputar algunos pasos estrechos. Temióse al principio segunda invasion del exército, que se dexaba de la otra parte del adoratorio : y algunos de nuestros Escritores refieren esta faccion como alcance de aquellos Mexicanos; pero no fueron conforme a su estilo de pelear estos acometimientos interpolados y desunidos, ni caben con lo que obraron despues: y en nuestro sentir, eran las milicias de aquellos lugares cercanos, que de orden anterior, salian a cortar la marcha, ocupando las quiebras del camino: porque si los Mexicanos hubieran descubierto la retirada, vinieran de tropel como solian, entráran al ataque por la retaguardia, y no se hubieran dividido en tropas menores para convertir la guerra en hostilidad.

Con este género de contradiccion de menos peligro que molestia, caminó dos leguas el exército: y al poco antes de amanecer se hizo alto en otro adoratorio menos capaz y menos eminente que el pasado; pero bastante para reconocer la campaña, y medir con el número de los enemigos la resolucion que pareciese de mayor seguridad. Descubrióse con el dia la calidad y desuníon de aquellos Indios: y hallandose reducido a correrías de paisanos lo que se llegó a rezelar , como nueva carga del exército enemigo, se volvió a la marcha sin mas detencion, con ánimo de adelantarla quanto fuese posible, para evitar, o hacer mas dificultoso el alcance de los Mexicanos.

Duraron los Indios en la importunacion de sus gritos, siguiendo desde lejos como perros amedrentados, que ponian la cólera en el latido, hasta que dos leguas mas adelante se descubrió un lugar en parage oportuno, y al parecer, de considerable poblacion. Eligióle Cortés para su alojamiento, y dió las órdenes para que se ocupáse por fuerza, si no bastase la suavidad; pero se halló desamparado totalmente de sus habitadores, y con algunos bastimentos que no pudieron retirar, tan necesarios entonces, como el descanso para la restauracion de las fuerzas.

Aqui se detuvo el exército un dia, y algunos dicen que fueron dos, porque no permitió mayor diligencia el estado en que se hallaban los heridos. Hicieronse despues otras dos marchas, entrando en terreno de mayor aspereza y esterilidad, todavia fuera del camino, y con alguna incertidumbre del acierto en los que guiaban. No se halló cubierto donde pasar la noche, ni cesaba la persecucion de aquellos Indios, que anduvieron siempre á la vista; si ya no fueron otros que iban saliendo con la primera orden a correr su distrito. Pero sobre todo, se dexó sentir en aquellos tránsitos la hambre y la sed, que llegó a términos de congoja y desaliento. Animabanse unos a otros los soldados y los Capitanes: y hacia sus esfuerzos la paciencia, como ambiciosa de parecer valor. Llegaronse a comer las hierbas y raíces del campo, sin atender al rezelo de que fuesen venenosas; aunque los mas advertidos gobernaban su eleccion por el conocimiento de los Tlascaltécas. Murió uno de los caballos heridos, y se olvidó con alegre facilidad la falta que hacia en el exército, porque se repartió como regalo particular entre los mas necesitados: y estos celebraron la fiesta convidando a sus amigos. Banquete sazonado entonces, en que cedieron a la necesidad los escrupulos del apetito.

Terminaron estas dos marchas en un lugar pequeño, cuyos vecinos franquearon la entrada, sin retirarse como los demás, ni dexar de asistir con agrado y solicitud a quanto se les ordenaba. Puntualidad y agasajo, que fue nuevo ardid de los Mexicanos, para que sus enemigos se acercasen menos cuidadosos al lazo que tenian prevenido. Manifestaron sin violencia los víveres de su provision, y truxeron de otros lugares cercanos lo que bastó para que se olvidáse lo padecido. Por la mañana se dispuso el exército para subir la cuesta, que por la otra parte declina en el valle de Otumba, donde se habia de caer necesariamente para tomar el camino de Tlascála. Reconocióse novedad en los Indios que venian siguiendo la marcha, porque sus gritos y sus irrisiones tenian mas de contento que de indignacion. Reparó Doña Marina en que decian muchas veces: Andad, tíranos, que presto llegaréis donde perezcais. Y dieron que discurrir estas voces, porque se repetian mucho, para no tener algun motivo particular. Hubo quien llegáse a dudar si aquellos Indios (confinantes ya con los términos de Tlascála) festejarian el peligro a que iban encaminados los Españoles, con noticia de que hubiese alguna mudanza en la fidelidad o en el afecto de aquella nacion; pero Hernan Cortés, y los de mejor conocimiento, miraron esta novedad como indicio de alguna zelada mas vecina porque no faltaban experiencias de la sencillez, o facilidad con que solian publicar lo mismo que procuraban encubrir.

Ibase continuando la marcha, prevenidos ya, y dispuestos los ánimos para entrar en nueva ocasion, quando volvieron los batidores con noticia de que tenian ocupado los enemigos todo el valle que se descubria desde la cumbre, cerrando el camino que se buscaba con formidable número de guerreros. Era el exército mismo de los Mexicanos, que se dexó en el parage del primer adoratorio, reforzado con nuevas tropas y nuevos Capitanes. Reconocieron por la mañana (segun la presuncion, que se ajusta mas con las circunstancias del suceso) la retirada intempestiva de los Españoles: y aunque no desconfiaron de conseguir el alcance, temieron advertidamente, con la experiencia de aquella noche, que no sería posible acabar con ellos antes que saliesen a tierra de Tlascála, si se iban asegurando en los puestos ventajosos de la montaña; y despacharon a México para que se tomáse con mayores veras lo que tanto importaba: cuya proposicion fue tan bien admitida en la ciudad, que partió luego toda la nobleza, con el resto de las de milicias que tenian convocadas, a incorporarse con su exército, y en el breve plazo de tres o quatro dias, se dividieron por caminos diferentes, marchando al abrigo de los montes con tanta celeridad, que se adelantaron a los Españoles, y ocuparon el llano de Otumba: campaña espaciosa donde podian pelear sin embarazarse, y esperar encubiertos. Notables advertencias en lo discurrido, y rara execucion de lo resuelto: que uno y otro se pudiera envidiar en Cabos de mayor experiencia, y en gente de menos bárbara disciplina.

No se llegó a rezelar entonces que fuesen los Mexicanos: antes se iba creyendo al subir la cuesta, que se habrian juntado aquellas tropas que andaban esparcidas para defender algun paso con la inconstancia y floxedad que solian: pero al vencer la cumbre, se descubrió un exército poderoso de menos confusa ordenanza que los pasados, cuya frente llenaba todo el espacio del valle, pasando el fondo los términos de la vista: último esfuerzo del poder Mexicano, que se componia de varias naciones, como lo denotaban la diversidad y separacion de insignias y colores. Dexabase conocer en el centro de la multitud el Capitan General del Imperio en unas andas vistosamente adornadas, que sobre los hombros de los suyos, le mantenian superior a todos, para que se temiese, al obedecer sus órdenes, la presencia de los ojos. Trahia levantado sobre la cuja el estandarte real, que no se fiaba de otra mano, y solamente se podia sacar en las ocasiones de mayor empeño: su forma una red de oro macizo pendiente de una pica, y en el remate muchas plumas de varios tintes: que uno y otro contendria su misterio de superioridad sobre los otros geroglíficos de las insignias menores. Vistosa confusion de armas y penachos, en que tenian su hermosura los horrores.

Reconocida por todo el exército la nueva dificultad a que debian preparar el ánimo y las fuerzas, volvió Hernan Cortés a examinar los semblantes de los suyos con aquel brio natural que hablaba sin voz a los corazones; y hallandolos mas cerca de la ira que de la turbacion: Llegó el caso, dixo, de morir o vencer: la causa de nuestro Dios milita por nosotros. Y no pudo proseguir, porque los mismos soldados le interrumpieron clamando por la orden de acometer, con que solo se detuvo en prevenirlos de algunas advertencias que pedia la ocasion: y apellidando, como solia, unas veces a Santiago, y otras a San Pedro, avanzó prolongada la frente del esquadron, para que fuese unido el cuerpo del exército con las alas de la caballería, que iba señalada para defender los costados, y asegurar las espaldas. Dióse tan a tiempo la primera carga de arcabuces y ballestas, que apenas tuvo lugar el enemigo para servirse de las armas arrojadizas. Hicieron mayor daño las espadas y las picas, cuidando al mismo tiempo los caballos de romper y desbaratar las tropas que se inclinaban a pasar de la otra banda, para sitiar por todas partes el exército. Ganóse alguna tierra de este primer avance. Los Españoles no daban golpe sin herida, ni herida que necesitáse de segundo golpe. Los Tlascaltécas se arrojaban al conflicto con sed rabiosa de la sangre Mexicana; y todos tan dueños de su cólera, que mataban con eleccion, buscando primero a los que parecian Capitanes. Pero los Indios peleaban con obstinacion, acudiendo menos unidos que apretados a llenar el puesto de los que morían: y el mismo estrago de los suyos era nueva dificultad para los Españoles, porque se iba cebando la batalla con gente de refresco. Retirabase, al parecer, todo el exército quando cerraban los caballos, o salian a la vanguardia las bocas de fuego; y volvia con nuevo impulso a cobrar el terreno perdido, moviendose a una parte y otra la muchedumbre con tanta velocidad, que parecia un mar proceloso de gente la campaña, y no lo desmentian los flujos y reflujos.

Peleaba Hernan Cortés a caballo, socorriendo con su tropa los mayores aprietos, y llevando en su lanza el terror y el estrago del enemigo; pero le trahia sumamente cuidadoso la porfiada resistencia de los Indios, porque no era posible que se dexasen de apurar las fuerzas de los suyos en aquel género de continua operacion: y discurriendo en los partidos que podria tomar para mejorarse, o salir al camino, le socorrió en esta congoja una observacion de las que solia depositar en su cuidado, para servirse de ellas en la ocasion. Acordóse de haber oido referir a los Mexicanos, que toda la suma de sus batallas consistia en el estandarte real, cuya pérdida o ganancia decidia sus victorias, o las de sus enemigos: y fiado en lo que se turbaba y descomponia el enemigo al acometer de los caballos, tomó resolucion de hacer un esfuerzo extraordinario para ganar aquella insignia sobresaliente que ya conocia. Llamó a los Capitanes Gonzalo de Sandoval, Pedro de Alvarado, Christoval de Olid, Y Alonso Dávila para que le siguiesen, y guardasen las espaldas con los demás que asistían a su persona: y haciendoles una breve advertencia de lo que debian obrar para conseguir el intento, embistieron a poco mas de media rienda por la parte que parecia mas flaca, o menos distante del centro. Retiraronse los Indios, temiendo como solian el choque de los caballos: y antes que se cobrasen al segundo movimiento, se arrojaron a la multitud confusa y desordenada con tanto ardimiento y desembarazo, que rompiendo y atropellando esquadrones enteros, pudieron llegar sin detenerse al parage donde asistia el estandarte del Imperio con todos los nobles de su guardia; y entretanto que los Capitanes se desembarazaban de aquella numerosa comitiva, dió de los pies a su caballo Hernan Cortés, y cerró con el Capitan General de los Mexicanos, que al primer bote de su lanza, cayó mal herido por la otra parte de las andas. Habianle ya desamparado los suyos; y hallandose cerca un soldado particular, que se llamaba Juan de Salamanca, saltó de su caballo, y le acabó de quitar la poca vida que le quedaba, con el estandarte, que puso luego en manos de Cortés. Era este soldado persona de calidad, y por haber perficionado entonces la hazaña de su Capitan, le hizo algunas mercedes el Emperador, y quedó por timbre de sus armas el penacho de que se coronaba el estandarte.

Apenas le vieron aquellos bárbaros en poder de los Españoles, quando abatieron las demás insignias: y arrojando las armas, se declaró por todas partes la fuga del exército. Corrieron despavoridos a guarecerse de los bosques y maizales: cubrieronse de tropas amedrentadas los montes vecinos; y en breve rato quedó por los Españoles la campaña. Siguióse la victoria con todo el rigor de la guerra, y se hizo sangriento destrozo en los fugitivos. Importaba deshacerlos, para que no se volviesen a juntar: y mandaba la irritacion lo que aconsejaba la conveniencia. Hubo algunos heridos entre los de Cortés, de los quales murieron en Tlascála dos o tres Españoles: y el mismo Cortés salió con un golpe de piedra en la cabeza tan violento, que abollando las armas, le rompió la primera tunica del cerebro, y fue mayor el daño de la contusion. Dexóse a los soldados el despojo: y fue considerable, porque los Mexicanos venian prevenidos de galas y joyas para el triunfo. Dice la Historia que murieron veinte mil en esta batalla: siempre se habla por mayor en semejantes casos; y quien se persuadiere a que pasaba de doscientos mil hombres el exército vencido, hallará menos disonancia en la desproporcion del primer número.

Todos los Escritores, nuestros y estraños, refieren esta victoria como una de las mayores que se consiguieron en las dos Américas. Y si fuese cierto que peleó Santiago en el ayre por sus Españoles (como lo afirman algunos prisioneros) quedará mas creible, o menos encarecido el estrago de aquella gente; aunque no era necesario recurrir al milagro visible, donde se conoció con tantas evidencias la mano de Dios, a cuyo poder se deben siempre atribuir con especial consideracion los sucesos de las armas: pues se hizo aclamar Señor de los Exércitos, para que supiesen los hombres, que solo deben esperar y reconocer de su altisima disposicion las victorias, sin hacer caso de las mayores fuerzas, porque algunas veces castiga la sinrazon, asistiendo a los menos poderosos; ni fiarse de la mejor causa, porque otras veces corrige a los que favorece, fiando el azote de la mano aborrecida.

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