Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO DÉCIMONOVENO.

Pelean los españoles con un exército poderoso de los Indios de Tabasco y su comarca: describese su modo de guerrear y como quedó por Hernan Cortés la victoria.


Hicieronse en esta ocasion algunos prisioneros: y Hernan Cortés ordenó que Gerónimo de Aguilar los fuese examinando separadamente, para saber en qué fundaban su obstinacion aquellos Indios, y con qué fuerzas se hallaban para mantenerla. Respondieron con alguna variedad en las circunstancias; pero concordaron en decir que estaban convocados todos los Caciques de la comarca para asistir a los de Tabasco, y que el dia siguiente se habia de juntar un exército poderoso para acabar con los Españoles: de cuya prevencion era un pequeño trozo el que peleó con Francisco de Lugo y Pedro de Alvarado. Pusieron en algun cuidado a Hernan Cortés estas noticias; y sin dudar en lo que convenia, resolvió preguntarlo a sus Capitanes, y obrar con su consejo lo que se habia de executar con sus manos. Propusoles: La dificultad en que se hallaban, el corto número de su gente, y la prevencion grande que tenian hecha los Indios para deshacerlos; sin encubrirles circunstancia alguna de lo que decian los prisioneros: y pasó despues a considerar por otra parte el empeño de sus armas, poniendoles delante su mismo valor, la desnudez y flaqueza de sus contrarios, y la facilidad con que los habian vencido en Tabasco y en la desembarcacion. Y sobre todo, cargó la consideracion: En la mala conseqüencia de volver las espaldas a la amenaza de aquellos bárbaros, cuya jactancia podria llevar la voz a la misma tierra donde caminaban: siendo de tanto peso este descredito, que en su modo de entender, o se debia dexar enteramente la empresa de Nueva España, o no pasar de alli sin que se consiguiese la paz, o la sujecion de aquella provincia; pero que este dictamen suyo se quedaba en términos de proposicion: porque su ánimo era executar lo que tuviesen por mejor.

Bien sabian todos que no era afectada en él esta docilidad; porque se preciaba mucho de amigo del consejo, y de conocer el acierto, aunque le halláse en opinion agena: siendo ésta una de sus mejores propiedades, y bastante argumento de su prudencia: pues no sobresale tanto el entendimiento en la razon que forma, como en la que reconoce. Votaron con esta seguridad, y concordaron todos en que ya no era practicable el salir de aquella tierra, sin que sus habitadores quedasen reducidos o castigados: con que pasó Cortés a las prevenciones de su empresa. Hizo luego que se llevasen los heridos a los baxeles, que se sacasen a la tierra los caballos, y que se previniese la artillería, y estuviese todo a punto para la mañana siguiente, que fue dia de la Anunciacion de Nuestra Señora, memorable hasta hoy en aquella tierra por el suceso de esta batalla.

Luego que amaneció, dispuso que oyése Misa toda la gente: y encargando el gobierno de la infanteria a Diego de Ordaz, montaron a caballo él y los demás Capitanes, y empezaron su marcha al paso de la artillería, que caminaba con dificultad, por ser la tierra pantanosa y quebrada. Fueronse acercando al parage donde, segun las noticias de los prisioneros, se habia de juntar la gente del enemigo; y no hallaron persona de quien poder informarse, hasta que llegando cerca de un lugar que llamaban Cinthia, poco menos de una legua del quartel, descubrieron a larga distancia un exército de Indios tan numeroso y tan dilatado, que no se le hallaba el término con lo que alcanzaba la vista.

Describirémos cómo venían, y su modo de guerrear, cuya noticia servirá para las demás ocasiones de esta conquista, por ser uno en casi todas las Naciones de Nueva España el arte de la guerra. Eran arcos y flechas la mayor parte de sus armas: sujetaban el arco con nervios de animales, o correas torcidas de piel de venado: y en las flechas suplian la falta del hierro con puntas de hueso y espinas de pescados. Usaban tambien un género de dardos que jugaban o despedian segun la necesidad, y unas espadas largas que esgrimían a dos manos, al modo que se manejan nuestros montantes, hechas de madera, en que ingerian, para formar el corte, agudos pedernales. Servianse de algunas mazas de pesado golpe con puntas de pedernal en los extremos, que encargaban a los mas robustos: y había Indios pedreros que revolvian y disparaban sus hondas con igual pujanza que destreza. Las armas defensivas de que usaban solamente los Capitanes y personas de cuenta, eran colchados de algodon, mal aplicados al pecho, petos y rodelas de tabla, o conchas de tortuga, guarnecidas con láminas del metal que alcanzaban: y en algunos era el oro lo que en nosotros el hierro. Los demás venian desnudos, y todos afeados con várias tintas y colores, de que se pintaban el cuerpo y el rostro: gala militar de que usaban, creyendo que se hacian horribles a sus enemigos, y sirviendose de la fealdad para la fiereza, como se cuenta de los Arios de la Germánia: por cuya costumbre, semejante a la de estos Indios, dice Tácito que son los ojos los primeros que se han de vencer en las batallas. Ceñian las cabezas con unas como coronas hechas de le diversas plumas, levantadas en alto: persuadidos tambien a que el penacho los hacia mayores, y daba cuerpo a sus exércitos. Tenian sus instrumentos y toques de guerra con que se entendian y animaban en las ocasiones: flautas de gruesas cañas, caracoles marítimos, y un género de caxas que labraban de troncos huecos y adelgazados por el cóncavo hasta que respondiesen a la baqueta con el sonido: desapacible música, que debia de ajustarse con la desproporcion de sus ánimos.

Formaban sus esquadrones amontonando, mas que distribuyendo la gente: y dexaban algunas tropas de retén que socorriesen a los que peligraban. Embestian con ferocidad, espantosos en el estruendo con que peleaban, porque daban grandes alaridos y voces para amedrentar al enemigo: costumbre que refieren algunos entre las barbaridades y rudezas de aquellos Indios, sin reparar en que la tuvieron diferentes naciones de la antigüedad, y no la despreciaron los Romanos: pues Julio Cesar alaba los clamores de sus soldados, culpando el silencio en los de Pompeyo: y Caton el Mayor solia decir que debia mas victorias a las voces que a las espadas: creyendo unos y otros que se formaba el grito del soldado en el aliento del corazon. No disputamos sobre el acierto de esta costumbre; solo decimos que no era tan bárbara en los Indios, que no tuviese algunos exemplares. Componianse aquellos exércitos de la gente natural, y diferentes tropas auxilares de las del provincias comarcanas, que acudían a sus confederados conducidas por sus Caciques, o por algun Indio principal de su parentela: y se dividian en compañias: cuyos Capitanes guiaban, pero apenas gobernaban su gente; porque en llegando la ocasion, mandaba la ira, y a veces el miedo: batallas de muchedumbre, donde se llegaba con igual ímpetu al acometimiento que a la fuga.

De este género era la milicia de los Indios: y con este género de aparato se iba acercando poco a poco a nuestros Españoles aquel exército, o aquella inundacion de gente que venía, al parecer, anegando la campaña. Reconoció Hernan Cortés la dificultad en que se hallaba; pero no desconfió del suceso: antes animó con alegre semblante a sus soldados, y poniendolos al abrigo de una enfluencia que les guardaba las espaldas, y la artillería en sitio que pudiese hacer operacion, se emboscó con sus quince caballos, alargandose entre la maleza para salir de través, quando lo dictáse la ocasion. Llegó el exército de los Indios a distancia proporcionada, y dando primero la carga de sus flechas, embistieron con el esquadron de los Españoles tan impetuosamente y tan de tropel, que no bastando los arcabuces y las ballestas a detenerlos, se llegó brevemente a las espadas. Era grande el estrago que se hacia en ellos, y la artillería, como venian tan cerrados, derribaba tropas enteras; pero estaban tan obstinados y tan en sí, que en pasando la bala, se volvian a cerrar, y encubrian a su modo el daño que padecian, levantando el grito, y arrojando al ayre puñados de tierra para que no se viesen los que caían, ni se pudiesen percibir sus lamentos.

Acudia Diego de Ordaz a todas partes, haciendo el oficio de Capitan, sin olvidar el de soldado; pero como eran tantos los enemigos, no se hacia poco en resistir: y ya se empezaba a conocer la desigualdad de las fuerzas, quando Hernan Cortés (que no pudo acudir antes al socorro de los suyos, por haber dado en unas azequias) salió a la campaña, y embistió con todo aquel exército, rompiendo por lo mas denso de los esquadrones, y haciendose tanto lugar con sus caballos, que los Indios, heridos y atropellados, cuidaban solo de apartarse de ellos, y arrojaban las armas para huir, tratandolas ya como impedimento de su ligereza.

Conoció Diego de Ordaz que habia llegado el socorro que esperaba por la flaqueza de la vanguardia enemiga, que empezó a remolinar con la turbacion que tenia a las espaldas: y sin perder tiempo avanzó con su infantería, cargando a los que le oprimian con tanta resolucion, que los obligó a ceder; y fue ganando la tierra que perdian, hasta que llegó al parage que tenian despejado Hernan Cortés y sus Capitanes. Unieronse todos para hacer el último esfuerzo; y fue necesario alargar el paso, porque los Indios se iban retirando con diligencia, aunque caminaban haciendo cara, y no dexaban de pelear á lo largo con las armas arrojadizas: en cuya forma de apartarse, y excusar concertadamente el combate, perseveraron hásta que estrechandose el alcance, y viendose otra vez acometidos, volvieron las espaldas, y se declaró en fuga la retirada.

Mandó Hernan Cortés que hiciese alto su gente, sin permitir que se ensangrentase mas la victoria : solo dispuso que se truxesen algunos prisioneros, porque pensaba servirse de ellos para volver a las pláticas de la paz, unico fin de aquella guerra, que se miraba solo como circunstancia del intento principal. Quedaron muertos en la campaña mas de ochocientos Indios, y fue grande el número de los heridos. De los nuestros murieron dos soldados, y salieron heridos setenta.

Constaba el exército enemigo de quarenta mil hombres, segun lo que hallamos escrito: que aunque bárbaros y desnudos, como ponderan algunos estrangeros, tenian manos para ofender; y quando les faltáse el valor, que es propio de los hombres, no les faltaria la ferocidad, de que son capaces los brutos.

Fue la faccion de Tabasco, diga lo que quisiere la envidia, verdaderamente digna de la demostracion: que se hizo despues, edificando en memoria de ella, y del dia en que sucedió, un templo con la advocacion de Nuestra Señora de la Victoria, y dando el mismo nombre a la primera villa que se pobló de Españoles en esta provincia. Debese atribuir al valor de los soldados la mayor parte del suceso: pues suplieron la desigualdad del número con la constancia y con la resolucion; aunque tuvieron de su parte la ventaja de pelear bien ordenados contra un exército sin disciplina. Hizo Hernan Cortés posible la victoria, rompiendo con sus caballos la batalla del exército enemigo: accion en que lucieron igualmente las manos y el consejo del Capitan, siendo tanto el discurrido antes, como el executarlo despues: y no se puede negar que tuvieron su parte los mismos caballos, cuya novedad atemorizó totalmente a los Indios, porque no los habian visto hasta entonces, y aprehendieron con el primer asombro, que eran monstruos feroces compuestos de hombre y bruto, al modo que, con menor disculpa, creyó otra gentilidad sus Centauros.

Algunos escriben que anduvo en esta batalla el Apostol Santiago peleando en un caballo blanco por sus Españoles: y añaden que Hernan Cortés, fiado esí en su devocion, aplicaba este socorro al Apostol San Pedro; pero Bernal Diaz del Castillo niega con aseveracion este milagro, diciendo que ni le vió, ni oyó hablar en él a sus compañeros. Exceso es de la piedad el atribuir al cielo estas cosas que suceden contra la esperanza, o fuera de la opinion: a que confesamos poca inclinacion, y que en qualquier acontecimiento extraordinario dexamos voluntariamente su primera instancia a las causas naturales; pero es cierto que los que leyeren la Historia de las Indias hallarán muchas verdades que parecen encarecimientos, y muchos sucesos que para hacerse creíbles fue necesario tenerlos por milagrosos.

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