Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO PRIMERO.


CAPÍTULO DÉCIMOCTAVO.

Ganan los españoles a Tabasco: salen despues doscientos hombres a reconocer la tierra, los quales vuelven rechazados de los Indios, mostrando su valor en la resistencia y en la retirada.


A esta villa, corte de aquella provincia, y de esta suerte fortificada, llegó Hernan Cortés algo antes que Alfonso Dávila, a quien detuvieron otros pantános y lagunas, donde le llevó engañosamente el camino: y sin dar tiempo a los Indios para que se reparasen, ni a los suyos para que discurriesen en la dificultad, incorporó con su gente los cien hombres que venian de refresco: y repartiendo algunos instrumentos que parecieron necesarios para deshacer la estacada, dió la señal de acometer, deteniendose a decir solamente: Aquel pueblo, amigos, ha de ser esta noche nuestro alojamiento: en él se han retrahido los mismos que acabais de vencer en la campaña. Esa fragil muralla que los defiende, sirve mas a su temor que a su seguridad. Vamos pues a seguir la victoria comenzada, antes que pierdan esos bárbaros la costumbre de huir, o sirva nuestra detencion a su atrevimiento. Esto acabó de pronunciar con la espada en la mano: y diciendo lo demás con el exemplo, se adelantó a todos, infundiendo en todos el deseo de adelantarse.

Embistieron a un tiempo con igual resolucion: y desviando con las rodelas y con las espadas la lluvia de flechas que cegaba el camino, se hallaron brevemente al pie de aquella rústica fortificacion que cercaba al lugar. Sirvieron entonces sus mismas troneras a los arcabuces y ballestas de nuestra gente con que se apartó el enemigo, y tuvieron lugar los que no peleaban de echar en tierra parte de la estacada. No hubo dificultad en la entrada, porque los Indios se retiraron a lo interior de la villa; pero a pocos pasos se reconoció que tenian atajadas las calles con otras estacadas del mismo género, donde iban haciendo rostro, y dando sus cargas, aunque con poco efecto, porque se embarazaban en su muchedumbre; y los que se retiraban huyendo de un reparo en otro, desordenaban a los que acometian.

Habia en el centro de la villa una gran plaza, donde los Indios hicieron el último esfuerzo; pero a breve resistencia volvieron las espaldas, desamparando el lugar, y corriendo atropelladamente a los bosques. No quiso Hernan Cortés seguir el alcance, por dar tiempo a sus soldados para que descansasen, y a los fugitivos para que se inclinasen a la paz, dexandose aconsejar de su escarmiento.

Quedó entonces Tabasco por los Españoles: poblacion grande, y con todas las prevenciones de puesta en defensa, porque habian retirado sus familias y haciendas, y tenian hecha su provision de bastimentos: con que faltó el pillage a la codicia; pero se halló lo que pedia la necesidad. Quedaron heridos catorce o quince de nuestros soldados, y con ellos nuestro historiador Bernal Diaz del Castillo: sigamosle tambien en lo que dice de sí; pues no se puede negar que fue valiente soldado; y en el estilo de su Historia se conoce que se explicaba mejor con la espada. Murieron de los Indios considerable número; y no se averiguó el de sus heridos; porque cuidaban mucho de retirarlos, teniendo a gran primor en su milicia que el enemigo no se alegráse de ver el daño que recibian.

Aquella noche se alojó nuestro exército en tres adoratorios que estaban dentro de la misma plaza donde sucedió el último combate: y Hernan Cortés echó su ronda, y distribuyó sus centinelas, tan cuidadoso y tan desvelado como si estuviera en la frente de un exército enemigo y veterano: que nunca sobran en la guerra estas prevenciones, donde suelen nacer de la seguridad los mayores peligros; y sirve tanto el rezelo como el valor de los Capitanes.

Hallóse con el dia la campaña desierta, y al parecer segura, porque en todo lo que alcanzaban la vista y el oído, ni habia señal, ni se percibia rumor del enemigo. Reconocieronse, y se hallaron con la misma soledad los bosques vecinos al quartel; pero no se resolvió Hernan Cortés a desampararle; ni dexó de tener por sospechosa tanta quietud, entrando en mayor cuidado, quando supo que el intérprete Melchor, que vino de la Isla de Cuba, se habia escapado aquella misma noche, dexando pendientes de un árbol los vestidos de Christiano: cuyos informes podian hacer daño entre aquellos bárbaros, como se verificó despues, siendo él quien los induxo a que prosiguiesen la guerra, dandoles a entender el corto número de nuestros soldados, y que no eran inmortales como creían, ni rayos las armas de fuego que manejaban: cuya aprehension los tenia en términos de rogar con la paz. Pero no tardó mucho en pagar su delito; pues aquellos mismos que tomaron las armas a su persuasion, hallandose vencidos segunda vez, se vengaron de su consejo, sacrificandole miserablemente a sus ídolos.

Resolvió Hernan Cortés en esta incertidumbre de indicios, que Pedro de Alvarado y Francisco de Lugo, cada uno con cien hombres, marchasen por dos sendas, que se descubrian algo distantes, a reconocer la tierra: y que si hallasen gente de guerra, procurasen retirarse al quartel, sin entrar en empeño superior a sus fuerzas. Executóse luego esta resolucion: y Francisco de Lugo a poco mas de una hora de marcha dió en una emboscada de innumerables Indios, que le acometieron por todas partes, cargandole con tanta ferocidad, que se halló necesitado a formar de sus cien hombres un esquadroncillo pequeño con quatro frentes, donde peleaban todos a un tiempo, y no habia parte que no fuese vanguardia. Crecía el número de los enemigos, y la fatiga de los Españoles, quando permitió Dios que Pedro de Alvarado (a quien iba apartando de su compañero la misma senda que seguia) encontrase con unos pantános que le obligaron a torcer el camino, poniendole este accidente en parage donde pudo oír las respuestas de los arcabuces: con cuyo aviso aceleró la marcha, dexandose llevar del rumor de la batalla, y llegó a descubrir los esquadrones del enemigo a tiempo que los nuestros andaban forcejando con la última necesidad. Acercóse quanto pudo, amparado entre la maleza de un bosque: y avisando a Cortés de aquella novedad con un Indio de Cuba que venía en su compañia, puso en orden su gente, y cerró con el esquadron de su banda tan determinadamente, que los Indios, atemorizados del repentino asalto, le abrieron la entrada, huyendo á diversas partes, sin darle lugar para que los rompiese.

Respiraron con este socorro los soldados de Francisco de Lugo: y luego que los dos Capitanes tuvieron unida su gente y dobladas sus hileras, embistieron con otro esquadron que cerraba el camino del quartel, para ponerse en disposicion de executar la orden que tenian de retirarse.

Hallaron resistencia; pero ultimamente se abrieron el paso con la espada, y empezaron su marcha, siempre combatidos, y alguna vez atropellados. Peleaban los unos mientras los otros se mejoraban: y siempre que alargaban el paso para ganar algun pedazo de tierra, cargaba sobre todos el grueso de los enemigos, sin hallar a quien ofender quando volvian el rostro; porque se retiraban con la misma velocidad que acometian, moviendose a una parte y otra estas avenidas de gente con aquel ímpetu, al parecer, que obedecen las olas del mar a la oposicion de los vientos.

Tres quartos de legua habrían caminado los Españoles, teniendo siempre en exercicio las armas y no el cuidado, quando se dexó ver a poca distancia Hernan Cortes, que con el aviso que tuvo de Pedro de Alvarado, venía marchando al socorro de estas dos compañias con todo el resto de la gente: y luego que le descubrieron los Indios, se detuvieron, dexando alejar a los que perseguian: y estuvieron un rato a la vista, dando a entender que amenazaban, o que no temian; aunque despues se fueron deshaciendo en várias tropas, y dexaron a sus enemigos la campaña. Pero Hernan Cortés se volvió a su quartel sin entrar en mayor empeño; porque instaba la necesidad de que se curasen los que venian heridos, que fueron once de ambas compañias, de los quales murieron dos: que en esta guerra era número de mayor sonido, y se ponderó entre todos como pérdida que hizo costosa la jornada.

Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha