Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO DÉCIMOCTAVO.

Pasa el exercito a Quatlavaca, donde se rompió de nuevo a los Mexicanos; y despues a Suchímilco, donde se venció mayor dificultad, y se vió Hernan Cortés en contingencia de perderse.

Era Quatlaváca lugar populoso, y fuerte por naturaleza, situado entre unas barrancas o quiebras del terreno, cuya profundidad pasaria de ocho estados, y servia de foso a la poblacion, y de tránsito a los arroyos que baxaban de la sierra. Llegó el exército a este parage, sujetando con poca dificultad las poblaciones intermedias; y ya tenían los Mexicanos cortadas las puentes de la entrada, y guarnecida su ribera con tanto número de gente, que parecia imposible pasar de la otra banda. Pero Hernan Cortés formó su exército en distancia conveniente; y entretanto que los Españoles con sus bocas de fuego, y los confederados con sus flechas procuraban entretener al enemigo con freqüentes escaramuzas, se apartó a reconocer la quiebra: y hallandola poco mas abaxo considerablemente mas estrecha, discurrió y dispuso, casi á un mismo tiempo, que se formasen dos o tres puentes de árboles enteros, cortados por el pie, los quales se dexaron caer a la otra orilla; y unidos lo mejor que fue posible, dieron bastante, aunque peligroso camino a la infantería. Pasaron luego los Españoles de la vanguardia, quedando los Tlascaltécas a continuar la diversion del enemigo, y se formó un esquadron del foso adentro, que se iba engrosando por instantes con la gente de las otras naciones. Pero tardaron poco los Mexicanos en conocer su descuido, y cargaron de tropel sobre los que habian entrado, con tanta determinacion, que no se hizo poco en conservar lo adquirido: y se pudiera dudar el suceso de aquella resistencia desigual, sinó llegáran al mismo tiempo Hernan Cortés, Christoval de Olid, Pedro de Alvarado, y Andres de Tapia, que habiendose alargado, mientras pasaba el exército, a buscar entrada para los caballos, la encontraron poco segura y dificultosa, pero de grande oportunidad para el conflicto en que se hallaban los Españoles.

Tomaron la vuelta con ánimo de acometer por las espaldas: y lo consiguieron, asistidos ya de alguna infantería, cuyo socorro se debió a Bernal Diaz del Castillo, que aconsejandose con su valor, penetró el foso por dos o tres árboles, que pendientes de sus raices, descansaban de su mismo peso en la orilla contrapuesta. Siguieronle algunos Españoles de los que asistian a la diversion, y número considerable de Indios, llegando unos y otros a incorporarse con los caballos, al mismo tiempo que se disponian para embestir.

Pero los Mexicanos, reconociendo el golpe que los amenazaba por la parte interior de sus fortificaciones, se dieron por perdidos, y derramandose a varias partes, trataron solo de buscar las sendas que sabian para escapar a la montaña. Perdieron alguna gente, asi en la defensa del foso, como en la turbacion de la fuga; y los demás se pusieron en salvo, sin recibir mayor daño, porque los precipicios y asperezas del terreno frustraron la execucion del alcance. Hallóse la villa totalmente despoblada, pero con bastante provision de bastimentos, y algun despojo; en cuya ocupacion se permitió lo manual a los soldados. Y poco despues llamaron desde la campaña el Cacique y los principales de la poblacion que venian a rendirse, pidiendo (con el foso delante) seguridad y salvaguardia para entrar a disponer el alojamiento; cuya permision se les dió por medio de los intérpretes: y fueron de servicio, mas para tomar noticias del enemigo y de la tierra, que porque se necesitáse ya de sus ofertas, ni se hiciese mucho caso de sus disculpas, porque la cercanía de México los tenia en necesaria sujecion.

El dia siguiente por la mañana marchó el exército la vuelta de Suchímilco, poblacion de aquellas que merecian nombre de ciudad sobre la ribera de una laguna dulce, que se comunicaba con el lago mayor: cuyos edificios ocupaban parte de la tierra, dilatandose algo mas dentro del agua, donde servían las canoas a la continuacion de las calles. Importaba mucho reconocer aquel puesto, por estar quatro leguas de México; pero fue trabajosa la marcha: porque despues de pasar un puerto de tres leguas, se caminó por tierra esteril y seca, donde llegó a fatigar la sed, fomentada con el exercicio, y con el calor del sol: cuya fuerza creció al entrar en unos pinares que duraron largo trecho; y al sentir de aquella gente desalentada, echaban a perder la sombra que hacian.

Hallaronse cerca del camino algunas estancias, o caserías ya en la jurisdiccion de Suchímilco, edificadas a la grangería, o á la recreacion de sus vecinos, donde se alojó el exército, logrando en ellas por aquella noche la quietud y el refrigerio de que tanto necesitaba. Dexólas el enemigo abandonadas, para esperar a los Españoles en puesto de mayor seguridad: y Hernan Cortés marchó al amanecer puesta en orden su gente, llevando entendido, que no sería facil la empresa de aquel dia, ni creible, que los Mexicanos dexasen de tener cuidadosa guarnicion en Suchímilco, lugar de tanta conseqüencia, y tan avanzado: particularmente quando iban cargados ázia el mismo parage todos los fugitivos de los reencuentros pasados. Lo qual se verificó brevemente; porque los enemigos (cuyo número pudo ser verdadero, pero se omite por inverisimil) tenian formados sus esquadrones en un llano algo distante de la ciudad, y a la frente un rio caudaloso, que baxaba rapidamente a descansar en la laguna, cuya ribera estaba guarnecida con duplicadas tropas, y el grueso principal aplicado a la defensa de una puente de madera que dexaron de cortar, porque la tenian atajada con reparos sucesivos de tabla y fagína, suponiendo, que si la perdiesen, quedarian con el paso estrecho de su parte para ir deshaciendo poco a poco a sus enemigos.

Reconoció Hernan Cortés la dificultad, y esforzandose a desentender su cuidado, tendió las naciones por la ribera: y entretanto que se peleaba con poco efecto de una parte y otra, mandó que avanzasen los Españoles a ganar el puente, donde hallaron tan porfiada resistencIa, que eron rechazados primera y segunda vez; pero acometiendo la tercera con mayor esfuerzo, y usando contra ellos de sus mismas trincheras, como se iban ganando, se detuvieron poco en tener el paso a su disposicion: cuya pérdida desalentó a los enemigos, y se declaró por todas partes la fuga, solicitada ya por los Capitanes con los toques de la retirada, o porque no pareciese desorden, o porque iban con ánimo de volverse a formar.

Pasó nuestra gente con toda la diligencia posible a ocupar la tierra que desamparaban, y al mismo tiempo, deseando lograr el desabrigo de la otra ribera, se arrojaron al agua diferentes compañias de Tlascála y Tezcúco, y rompiendo a nado la cornente, se anticiparon a unirse con el exército. Esperaban ya los enemigos puestos en orden cerca de la muralla; pero al primer avance de los Españoles empezaron a retroceder, provocando siempre con las voces, y con algunas flechas sin alcance, para dar a entender que se retiraban con eleccion. Pero Hernan Cortés los acometió tan executivamente, que al primer choque, se reconoció quan cerca estaban del miedo las afectaciones del valor. Fueronse retirando a la ciudad, en cuya entrada perdieron mucha gente: y amparandose de los reparos con que tenian atajadas las calles, volvieron a las armas, y a las provocaciones.

Dexó Hernan Cortés parte de su exército en la campaña, para cubrir la retirada, y embarazar las invasiones de afuera: y entró con el resto a proseguir el alcance, para cuyo efecto, señalando algunas compañias que apartasen la oposicion de las calles inmediatas, acometió por la principal, donde tenian los enemigos su mayor fuerza. Rompió con alguna dificultad la trinchera que defendian, y reincidió en la culpa de olvidar su persona en sacando la espada: porque se arrojó entre la muchedumbre con mas ardimiento que advertencia, y se hallo solo con el enemigo por todas partes, quando quiso volver al socorro de los suyos. Mantuvose peleando valerosamente hasta que se le rindió el caballo, y dexandose caer en tierra, le puso en evidente peligro de perderse: porque se abalanzaron a él los que se hallaron mas cerca, y antes que se pudiese desembarazar para servirse de sus armas, le tuvieron poco menos que rendido; siendo entonces su mayor defensa lo que interesaban aquellos Mexicanos en llevarle vivo a su Príncipe. Hallábase a la sazon poco distante un soldado conocido por su valor, que se llamaba Christoval de Olea, natural de Medina del Campo, y haciendo reparo en el conflicto de su General, convocó algunos Tlascaltécas de los que peleaban a su lado, y embistió por aquella parte con tanto denuedo, y tan bien asistido de los que le seguian, que dando la muerte por sus manos a los que mas inmediatamente oprimian a Cortés, tuvo la fortuna de restituirle a su libertad: con que se volvió a seguir el alcance; y escapando los enemigos a la parte del agua, quedaron por los Españoles todas las calles de la tierra.

Salió Hernan Cortés de este combate con dos heridas leves, y Christoval de Olea con tres cuchilladas considerables, cuyas cicatrices decoraron despues la memoria de su hazaña. Dice Antonio de Herrera que se debió el socorro de Cortés a un Tlascaltéca, de quien ni antes se tenia conocimiento, ni despues se tuvo noticia: y dexa el suceso en reputacion de milagro; pero Bernal Diaz del Castillo, que llegó de los primeros al mismo socorro, le atribuye a Christoval de Olea: y los de su linage (dexando a Dios lo que le toca) tendrán alguna disculpa si dieren mas credito a lo que fue, que a lo que se presumió.

No estuvo, entretanto que se peleaba en la ciudad, sin exercicio el trozo que se dexó en la campaña, cuyo gobierno quedó encargado a Christoval de Olid, Pedro de Alvarado, y Andres de Tapia: porque los nobles de México hicieron un esfuerzo extraordinario para reforzar la guarnicion de Suchímilco, cuya defensa tenia cuidadoso a su Príncipe Guatimozín: y embarcandose con hasta diez mil hombres de buena calidad, salieron a tierra por diferente parage, con noticia de que los Españoles andaban ocupados en la disputa de las calles, y con intento de acometer por las espaldas; pero fueron descubiertos, y cargados con toda resolucion, hasta que ultimamente volvieron a buscar sus embarcaciones, dexando en la campana parte de sus fuerzas, aunque se conoció en su resistencia que trahian Capitanes de reputacion: y fue tan estrecho el combate, que salieron heridos los tres Cabos, y número considerable de soldados Españoles y Tlascaltécas.

Quedó con este suceso Hernan Cortés dueño de la campaña, y de todas las calles y edificios que salian a la tierra: y poniendo suficiente guardia en los surgideros por donde se comunicaban los barrios, trató de alojar su exército en unos grandes patios cercanos al adoratorio principal, que por tener algun género de muralla, bastante a resistir las armas de los Mexicanos, pareció sitio a propósito para ocurrir con mayor seguridad al descanso de la gente, y a la cura de los heridos. Ordenó al mismo tiempo que subiesen algunas compañias a reconocer lo alto del adoratorio; y hallandole totalmente desamparado, mandó que se alojasen veinte o treinta Españoles en el atrio superior para registrar las avenidas, asi del agua como de la tierra, con un Cabo que atendiese a mudar las centinelas, y cuidáse de su vigilancia. Prevencion necesaria, cuya utilidad se conoció brevemente; porque al caer de la tarde, baxó noticia de que se habian descubierto a la Parte de México mas de dos mil canoas reforzadas, que se venian acercando a todo remo: con que hubo lugar de prevenir los riesgos de la noche, doblando las guarniciones de los surgideros: y a la mañana se reconoció tambien el desembarco de los enemigos, que fue a largo trecho de la ciudad, cuyo grueso pareció de hasta catorce o quince mil hombres.

Salió Hernan Cortés a recibirlos fuera de los muros, eligiendo sitio donde pudiesen obrar los caballos, y dexando buena parte de su exército a la defensa de su alojamiento. Dieronse vista los dos exércitos, y fue de los Mexicanos el primer acometimiento; pero recibidos con las bocas de fuego, retrocedieron lo bastante para que cerrasen los demás con la espada en la mano, y se fuesen abreviando los términos de su resistencia con tanto rigor, que tardaron poco en descubrir las espaldas, y toda la faccion tuvo mas de alcance que de victoria.

Quatro dias se detuvo Hernan Cortés en Suchímilco, para dar algun tiempo a la mejoría de los heridos, siempre con las armas en las manos: porque la vecindad tacilitaba los socorros de México; y el rato que faltaban las invasiones, bastaba el rezelo para fatigar la gente.

Llegó el caso de la retirada, que se puso en execucion como estaba resuelta, sin que cesáse la persecucion de los enemigos: porque se adelantaron algunas veces a ocupar los pasos dificultosos para inquietar la marcha: cuya molestia se venció con poca dificultad, y no sin considerable ganancia, volviendo Hernan Cortés a su plaza de armas con bastante satisfaccion de haber conseguido los dos intentos que le obligaron a esta salida: reconocer a Suchímilco, puesto de conseqüencia para su entrada, y quebrantar al enemigo para enflaquecer las defensas de México. Pero en lo interior venia desazonado y melancólico de haber perdido en esta jornada nueve o diez Españoles: porque sobre los que murieron en el primer asalto de la montaña, le llevaron tres o quatro en Suchímilco, que se alargaron a saquear una casa de las que tenia esta poblacion dentro del agua, y dos criados suyos que dieron en una emboscada, por haberse apartado inadvertidamente del exército: creciendo su dolor en la circunstancia de haberlos llevado vivos para sacrificarlos a sus ídolos, cuya infelicidad le acordaba la contingencia en que se vió, quando le tuvieron los enemigos en su poder, de morir en semejante abominacion; pero siempre conocia tarde lo que importaba su vida; y en llegando la ocasion, trataba solo de prevenir las quejas del valor, dexando para despues los remordimientos de la prudencia.

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