Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO.


CAPÍTULO DÉCIMOQUINTO.

Muere Motezuma sin querer reducirse a recibir el bautismo. Envia Cortés el cuerpo a la ciudad: celebran sus exéquias los Mexicanos; y se describen las calidades que concurrieron en su persona.

Perseveró en su impaciencia Motezuma , y se agravaron al mismo paso las heridas, conociendose por instantes lo que influyen las pasiones del ánimo en la corrupcion de los humores. El golpe de la cabeza pareció siempre de cuidado, y bastaron sus despechos para que se hiciese mortal; porque no fue posible curarle como era necesario, hasta que le faltaron las fuerzas para resistir a los remedios. Padeciase lo mismo para reducirle a que tomáse algun alimento, cuya necesidad le iba extenuando, solo duraba en él alentada y vigorosa la determinacion de acabar con su vida, creciendo su desesperacion con la falta de sus fuerzas. Conocióse a tiempo el peligro, y Hernan Cortés (que faltaba pocas veces de su lado, porque se moderaba y componia en su presencia) trató con todas veras de persuadirle a lo que mas le importaba. Volvióle a tocar el punto de la Religion, llamandole con suavidad a la detestacion de sus errores, y al conocimiento de la verdad. Habia mostrado en diferentes ocasiones alguna inclinacion a los ritos y preceptos de la Fé Católica, desagradando a su entendimiento los absurdos de la idolatría, y llegó a dar esperanzas de convertirse; pero siempre lo dilataba por su diabólica razon de estado, atendiendo a la supersticion agena, quando le dexaba la suya, y dando al temor de sus vasallos mas que a la reverencia de sus dioses.

Hizo Cortés de su parte quanto pedia la obligacion de Christiano. Rogabale unas veces fervoroso, y otras enternecido que se volviese a Dios, y aseguráse la eternidad recibiendo el bautismo. El Padre Fray Bartolomé de Olmedo le apretaba con razones de mayor eficacia. Los Capitanes que se preciaban de sus favorecidos, querian entenderse con su voluntad. Doña Marina pasaba de la interpretacion a los motivos y a los ruegos: y diga lo que quisiere la emulacion, a la malicia (que hasta en este cuidado culpa de omisos a los Españoles) no se omitió diligencia humana para reducirle al camino de la verdad. Pero sus respuestas eran despropósitos de hombre precíto: discurrir en su ofensa, prorumpir en amenazas, dexarse caer en la desesperacion, y encargar a Cortés el castigo de los traidores: en cuya batalla, que duró tres dias, rindió al demonio la eterna posesion de su espíritu, dando a la venganza y a la ferocidad las últimas cláusulas de su aliento; y dexando al mundo un exemplo formidable de lo que se deben temer en aquella hora las pasiones, enemigas siempre de la conformidad, y mas absolutas en los poderosos, porque falta el vigor para sujetarlas, al mismo tiempo que prevalece la costumbre de obedecerlas.

Fue general entre los Españoles el sentimiento de su muerte, porque todos le amaban con igual afecto, unos por sus dádivas, y otros por su gratitud y benevolencia. Pero Hernan Cortés, que le debia mas que todos, y hacia mayor pérdida, sintió esta desgracia tan vivalnente, que llegó a tocar su dolor en congoja y desconsuelo: y aunque procuraba componer el semblante por no desalentar a los suyos, no bastaron sus esfuerzos para que dexáse de manifestar el secreto de su corazon con algunas lagrimas que se vinieron a sus ojos, tarde, o mal detenidas. Tenia fundada en la voluntaria sujecion de aquel Príncipe la mayor fábrica de sus designios. Habiasele cerrado con su muerte la puerta principal de sus esperanzas. Necesitaba ya de tirar nuevas líneas para caminar al fin que pretendia. Y sobre todo le congojaba que hubiese muerto, en su obstinacion: último encarecimiento de aquella infelicidad, y punto esencial que le dividia el corazon entre la tristeza y el miedo, tropezando en el horror todos los movimientos de la piedad.

Su primera diligencia fue llamar a los criados del difunto, y elegir seis de los mas principales para que sacasen el cuerpo a la ciudad; en cuyo número fueron comprehendidos algunos prisioneros sacerdotes de los ídolos: unos y otros oculares testigos de sus heridas y de su muerte. Ordenóles que dixesen de su parte a los Príncipes que gobernaban el tumulto popular: Que allí les enviaba el cadáver de su Rey, muerto a sus manos, cuyo enorme delito daba nueva razon a sus armas. Que antes de morir le pidió repetidas veces (como sabían) que tomáse por su cuenta la venganza de su agravio, y el castigo de tan horrible conspiracion. Pero que mirando aquella culpa como brutalidad impetuosa de la infima plebe, y como atrevimiento, cuya enormidad habrian conocido y castigado los de mayor entendimiento y obligaciones, volvia de nuevo a proponer la paz, y estaba pronto a concedersela, viniendo los diputados que nombrasen a conferir y ajustar los medios que pareciesen convenientes. Pero que al mismo tiempo tuviesen entendido, que si no se ponian luego en la razon y en el arrepentímiento, serian tratados como enemigos, con la circunstancia de traidores a su Rey, experimentando los últimos rigores de sus armas: porque muerto Motezuma, cuyo respeto le detenía y moderaba, trataría de asolar y destruir enteramente la ciudad, y conocerian con tardo escarmiento lo que iba de una hostilidad poco mas que defensiva, en que solo se cuidaba de reducirlos, a una guerra declarada en que se llevaria delante de los ojos la obligacion de castigarlos.

Partieron luego con este mensage los seis Mexicanos, llevando en los hombros el cadaver; y a pocos pasos llegaron a reconocerle, no sin alguna reverencia, los sediciosos, como se observó desde la muralla. Siguieronle todos, arrojando las armas y desamparando sus puestos: y en un instante se llenó la ciudad de llantos y gemidos, bastante demostracion de que pudo mas el espectáculo miserable, o la presencia de su culpa, que la dureza de sus corazones. Ya tenian elegido Emperador, segun la noticia que se tuvo despues, y sería dolor sin arrepentimiento; pero no disonarian al sucesor aquellas reliquias de fidelidad, mirandolas en el nombre, y no en la persona del Rey. Duraron toda la noche los alaridos y clamores de la gente, que andaba en tropas repitiendo por las calles el nombre de Motezuma con un género de inquietud lastimosa, que publicaba el desconsuelo, sin perder las señas de motin.

Algunos dicen que le arrastraron, y le hicieron pedazos, sin perdonar a sus hijos y mugeres. Otros, que le tuvieron expuesto a la irrision y desacato de la plebe, hasta que un criado suyo, formando una humilde pyra de mal colocados leños, abrasó el cuerpo en lugar retirado y poco decente. Pudose creer uno y otro de un pueblo desbocado, en cuya inhumanidad se acerca mas a lo verisímil lo que se aparta mas de la razon. Pero lo cierto fue que respetaron el cadáver, afectando en su adorno, y en la pompa funeral, que sentian su muerte como desgracia en que no tuvo culpa su intencion: si ya no aspiraron a conseguir con aquella exterioridad reverente la satisfaccion, o el engaño de sus dioses. Llevaronle con grande aparato la mañana siguiente a la montaña de Chapultepeque, donde se hacian las exequias, y guardaban las cenizas de sus Reyes: y al mismo tiempo resonaron con mayor fuerza los clamores y lamentos de la multitud que solia concurrir a semejantes funciones, cuya noticia confirmaron despues ellos mismos; refiriendo las honras de su Rey como hazaña de su atencion, o como emienda substancial de su delito.

No faltaron plumas que atribuyesen a Cortés la muerte de Motezuma, o lo intentasen por lo menos, afirmando que le hizo matar para desembarazarse de su persona. Y alguno de los nuestros dice que se dixo; y no lo defiende, ni lo niega: descuido que, sin culpa de la intencion, se hizo semejante a la calumnia. Pudo ser que lo afirmasen, años despues, los Mexicanos por concitar el odio contra los Españoles, o borrar la infamia de su nacion; pero no lo dixeron entonces, ni lo imaginaron: ni se debia permitir a la pluma, sin mayor fundamento, un hecho de semejantes inconseqüencias. ¿Como era posible que un hombre tan atento y tan avisado como Hernan Cortés, quando tenia sobre sí todas las armas de aquel Imperio, se quisiese deshacer de una prenda en que consistia su mayor seguridad? ¿O qué disposicion le daba la muerte de un Rey amigo y sujeto, para la conquista de un reyno levantado y enemigo? Desgracia es de las grandes acciones la variedad con que se refieren, y empresa facil de la mala intencion inventar circunstancias, que quando no basten a deslucir la verdad, la sujetan por entonces a la opinion o a la ignorancia, empezando muchas veces en la credulidad licenciosa del vulgo lo que viene a parar en las Historias. Notablemente se fatigan los estrangeros para desacreditar los aciertos de Cortés en esta empresa. Defiendale su entendimiento de semejante absurdo, sino le defendiere la nobleza de su ánimo de tan horrible maldad, y quedese la envidia en su confusion: vicio sin deleyte, que atormenta quando se disimula, y desacredita quando se conoce: siendo en la verdad lustre del envidiado, y desayre de su dueño.

Fue Motezuma (como diximos) Príncipe de raros dotes naturales; de agradable y magestuosa presencia, de claro y perspicaz entendimiento, falto de cultura, pero inclinado a la substancia de las cosas. Su valor le hizo el mejor entre los suyos antes de llegar a la corona; y despues le dió entre los estraños la opinion mas venerable de los Reyes. Tenia el genio y la inclinacion militar: entendia las artes de la guerra; y quando llegaba el caso de tomar las armas, era el exército su corte. Ganó por su persona y direccion nueve batallas campales, conquistó diterentes provincias, y dilató los límites de su Imperio, dexando los resplandores del solio por los aplausos de la campaña, y teniendo por mejor cetro el que se forma del baston. Fue naturalmente dadivoso y liberal: hacia grandes mercedes sin género de ostentacion, tratando las dádivas como deudas, y poniendo la magnificencia entre los oficios de la Magestad. Amaba la justicia, y zelaba su administracion en los Ministros con rígida severidad. Era contenido en los desórdenes de la gula, y moderado en los incentivos de la sensualidad. Pero estas virtudes, tanto de hombre, como de Rey, se deslucian o apagaban con mayores vicios de hombre y de Rey. Su continencia le hacia mas vicioso que templado, pues se introduxo en su tiempo el tributo de las concubinas, naciendo la hermosura en todos sus reynos esclava de sus moderaciones: desordenado el antojo, sin hallar disculpa en el apetito. Su justicia tocaba en el extremo contrario, y llegó a equivocarse con su crueldad; porque trataba como venganzas los castigos, haciendo muchas veces el enojo lo que pudiera la razon. Su liberalidad ocasionó mayores daños, que produxo beneficios, porque llegó a cargar sus reynos de imposiciones y tributos intolerables, y se convertía en sus profusiones y desperdicios el fruto aborrecible de su iniquidad. No daba medio, ni admitía distincion entre la esclavitud y el vasallage: y hallando política en la opresion de sus vasallos, se agradaba mas de su temor que de su paciencia. Fue la soberbia su vicio capital y predominante: votaba por sus meritos, quando encarecia su fortuna: y pensaba de sí mejor que de sus dioses; aunque fue sumamente dado a la supersticion de su idolatría, y el demonio llegó a favorecerle con freqüentes visitas, cuya malignidad tiene sus hablas y visiones para los que llegan a cierto grado en el camino de la perdicion. Sujetóse a Cortés voluntariamente, rindiendose a una prision de tantos dias contra todas las reglas naturales de su ambicion y su altivez. Pudose dudar entonces la causa de semejante sujecion; pero de sus mismos efectos se conoce ya que tomó Dios las riendas en la mano para domar este monstruo, sirviendose de su mansedumbre para la primera introduccion de los Españoles: principio de que resultó despues la conversion de aquella gentilidad. Dexó algunos hijos: dos de los que le asistian en su prision fueron muertos por los Mexicanos quando se retiró Cortés: y otras dos o tres hijas, que se convirtieron despues, y casaron con Españoles. Pero el principal de todos fue Don Pedro de Motezuma, que se reduxo tambien a la Religion Católica dentro de pocos dias, y tomó este nombre en el bautismo. Concurrió en él la representacion de su padre, por ser habido en la Señora de la provincia de Tula, una de las Reynas que residian en el palacio real con igual dignidad, la qual se reduxo tambien a imitacion de su hijo, y se llamó en el bautismo Doña Maria de Niagua Suchil: acordando en estos renombres la nobleza de sus antepasados. Favoreció el Rey a Don Pedro dandole Estado y rentas en Nueva España con Título de Conde de Motezuma, cuya sucesion legítima se conserva hoy en los Condes de este apellido, vinculada en él dignamente la heroyca recordacion de tan alto principio.

Reynó este Príncipe diez y siete años: undécimo en el número de aquellos Emperadores: segundo en el nombre de Motezuma: y ultimamente murió en su ceguedad a vista de tantos auxilios que parecian eficaces. ¡O siempre inescrutables permisiones de la eterna Justicia! mejores para el corazon que para el entendimiento.

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