Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO QUINTO.


CAPÍTULO DÉCIMOSEGUNDO.

Bautizase con publica solemnidad el nuevo Rey de Tezcúco: y sale con parte de su exército Hernan Cortés a ocupar la ciudad de Iztapalápa, donde necesitó de toda su advertencia para no caer en una zelada que le tenian prevenida los Mexicanos.

Quedó Hernan Cortés aplaudido y venerado entre aquella gente: la nobleza se declaró su parcial, y enemiga de los Mexicanos: volvióse a poblar la ciudad, restituyendose a sus casas las familias que se habian retirado a los montes: y aquel Príncipe vivia tan dependiente, y tan rendido a Cortés, que no solamente le ofreció sus milicias, y servir a su lado en la empresa de México, pero le consultaba quanto disponia: y aunque mandaba entre los suyos como Rey, en llegando a su presencia, tomaba la persona de súbdito, y le respetaba como a superior. Sería de hasta diez y nueve o veinte años, y tenia capacidad de hombre nacido en tierra menos bárbara: de cuya buena disposicion se sirvió Hernan Cortés para introducirle algunas veces en la plática de la Religion, y halló en su modo de atender y discurrir un género de propension a lo mas seguro, que le puso en esperanzas de reducirle, porque se desagradaba de los sacrificios violentos de su nacion: tenia por vicio la crueldad, y confesaba que no podian ser amigos del género humano los dioses que se aplacaban con la sangre del hombre. Entró en estas conversaciones Fray Bartolomé de Olmedo: y hallandole tan dudoso en el error, como inclinado a la verdad, le tuvo en pocos días capaz de recibir el bautismo: cuya funcion se hizo publicamente, y con gran solemnidad, tomando por su eleccion el nombre de Don Hernando Cortés en obsequio de su padrino.

Trabajabase ya en la obra de los canales por donde se comunicaba la laguna con las acequias de la ciudad: y este Príncipe dió seis o siete mil Indios vasallos suyos para que los hiciesen de mayor latitud y profundidad, segun las medidas que se habian dado a los bergantines. Y porque deseaba Hernan Cortés caminar al mismo tiempo en algunas operaciones que parecian necesarias para facilitar la empresa de México, determinó pasar con parte de sus fuerzas a la ciudad de Iztapalápa, puesto avanzado seis leguas adelante, para quitar aquel abrigo a las canoas Mexicanas, que se acercaban algunas veces a impedir el trabajo de los gastadores: a cuya resolucion le obligó tambien la conveniencia de traher en algun exercicio a los Indios confederados, que se mantenian quietos en la ociosidad a fuerza del respeto, y no sin alguna fatiga del cuidado.

Estaba situada, como diximos, la ciudad de Iztapalápa en la misma calzada por donde hicieron su primera entrada los Españoles, y en tal disposicion, que ocupando alguna parte de la tierra, quedaba el mayor número de sus edificios, que pasarian de diez mil casas, dentro de la misma laguna: cuyas vertientes se introducian por acequias en la poblacion terrestre al arbitrio de unas compuertas que dispensaban el agua segun la necesidad. Tomó Hernan Cortés a su cargo esta faccion, y llevó consigo a los Capitanes Pedro de Alvarado y Christoval de Olid, con trescientos Españoles, y hasta diez mil Tlascaltécas: y aunque intentó seguirle con sus milicias el nuevo Rey de Tezcúco, no se lo permitió, dandole a entender que sería mas util su persona en la ciudad, cuyo gobierno militar dexó encargado a Gonzalo de Sandoval; y a los dos con todas las instrucciones que parecieron necesarias para la seguridad del quartel, y los demás accidentes que se podían ofrecer en su ansencia.

Executóse la marcha por el camino de la tierra con intento de ocupar la ciudad por aquella parte, y desalojar despues a los vecinos de la otra banda con la artillería y bocas de fuego, segun lo dictáse la ocasion. Pero no faltaron noticias de este movimiento al enemigo; porque apenas dió vista el exército a la plaza, quando se reconoció a poca distancia de sus muros un grueso de hasta ocho mil hombres, que habían salido a intentar su defensa en la campaña, con tanta resolucion, que hallandose inferiores en numero, aguardaron hasta medir las armas, y pelearon valerosamente lo que bastó, al parecer, para retirarse con alguna reputacion: porque a breve rato se fueron recogiendo a la ciudad, y sin guarnecer la entrada, ni cerrar las puertas, desaparecieron, arrojandose al lago desordenadamente; pero conservando en la misma fuga los bríos y las amenazas del combate.

Conoció Hernan Cortés que aquel género de retirada tenia señas de llamarle a mayor ríesgo, y trató de introducir su exército en la ciudad con todo el cuidado que pedían aquellos indicios; pero se hallaron totalmente abandonados los edificios de la tierra: y aunque duraba el rumor de los enemigos en la parte del agua, resolvió, con el parecer de sus Cabos, mantener aquel puesto, y alojarse dentro de los muros, sin pasar a mayor empeño, porque iba faltando el dia para entrar en nueva operacion. Pero apenas tomaron cuerpo las primeras sombras de la noche, quando se reparó en que resonaban por todas partes las acequias, corriendo el agua impetuosamente a lo mas baxo: y Hernan Cortés conoció a la primera vista que los enemigos trataban de inundar aquella parte de la ciudad, y que levantando las compuertas del lago mayor, lo podrian conseguir sin dificultad. Riesgo inevitable, que le obligó a dar apresuradamente las órdenes para la retirada: en cuya execucion se ganaron los instantes, y todavia escapó la gente con el agua sobre las rodillas.

Salió Hernan Cortés asaz mortificado, y mal satisfecho de no haber prevenido aquel engaño de los Indios: como si cupiera todo en su vigilancia, o no tuviera sus límites la humana providencia. Sacó su exército a la campaña por el camino de Tezcúco, donde pensaba retirarse, dexando para mejor ocasion la empresa de Iztapalápa, que ya no era posible sin aplicar mayores fuerzas por la parte de la laguna, y traher embarcaciones con que desviar de aquel parage a los Mexicanos. Alojóse como pudo en una montañuela segura de la inundacion, donde se padeció grande incomodidad: mojada la gente, y sin defensa contra el frio de la noche; pero tan animosa, que no se oyó una desazon entre los soldados: y Hernan Cortés, que andaba por los ranchos infundiendo paciencia con su exemplo, hacia sus esfuerzos para esconder en las amenazas del enemigo el desayre de su engaño, o el escrúpulo de su advertencia.

Prosiguióse la retirada como estaba resuelta con los primeros indicios de la mañana, y se alargó el paso, mas porque necesitaba la gente del exércicio para entrar en calor, que porque se rezeláse nueva invasion; pero declarado el dia, se descubrió un grueso de innumerables enemigos, que venian siguiendo la huella del exército. No se dexó la marcha por este accidente; pero se caminó a paso lento para cansar al enemigo con la dilacion del alcance, aunque los soldados se movian con dificultad, clamando por detenerse a tomar satisfaccion, unos de la ofensa, y otros de la incomodidad padecida: cada qual segun el dolor que mandaba en el ánimo, y todos con la venganza en el corazon.

Hizo alto el exército, y se volvieron las caras quando pareció conveniente: y los enemigos acometieron con la misma precipitacion que seguian; pero las ballestas de los Españoles (que por venir mojada la polvora, no sirvieron las bocas de fuego) y los arcos de los Tlascaltécas detuvieron el primer ímpetu de su ferocidad; y al mismo tiempo cerraron los caballos, haciendo lugar a las demás tropas amigas, que rompieron a todas partes por aquella muchedumbre desordenada, y la obligaron brevemente a ceder la campaña con pérdida considerable.

Volvió Hernan Cortés a su marcha, sin detenerse a deshacer enteramente a los fugitivos; porque necesitaba de todo el dia para llegar a su quartel antes de la noche. Pero los enemigos (tan diligentes en retirarse como en rehacerse) le volvieron a embestir segunda y tercera vez, sin escarmentar con el estrago que padecian; hasta que temiendo el peligro de acercarse a Tezcúco, donde tenian su fuerza principal los Españoles, se volvieron a Iztapalápa, quedando con bastante castigo de su atrevimiento, pues murieron en esta repeticion de combates mas de seis mil Indios: y aunque hubo en el exército de Cortés algunos heridos, faltaron solo dos Tlascaltécas, y un caballo, que cubierto de flechas y cuchilladas, conservó la respiracion hasta retirar a su dueño.

Celebró Hernan Cortés y todo su exército este principio de venganza como emienda, o satisfaccion de lo que se había padecido: y poco antes de anochecer se hizo la entrada en la ciudad con tres o quatro victorias de paso, que dieron garbo a la faccion, o quitaron el horror a la retirada.

Pero no se puede negar que los Mexicanos tenian bien dispuesto su estratagema: hicieron salida para llamar al enemigo: dexaronse cargar para empeñarle: fingieron que se retiraban, para introducirIe dentro del riesgo: dexaron abandonadas las habitaciones que intentaban inundar; y tenian mayor exército prevenido para no aventurar el suceso. Vean los que desacreditan esta guerra de los Indios, si eran, como dicen, rebaños de bestias sus exércitos, y si tenian cabeza para disponer, puesto que les dexan la ferocidad para las execuciones. Necesitó Hernan Cortés de toda su diligencia para escapar de sus asechanzas, y quedó con admiracion, o poco menos que envidia de lo bien que habian dispuesto su estratagema: por ser estos ardides, o engaños que se hacen al enemigo uno de los primores militares de que se precian mucho los soldados, teniendolos no solo por razonables, sinó por justos, particularmente quando es justa la guerra en que se practican; pero en nuestro sentir les basta el atributó de licitos; aunque alguna vez puedan llamarse justos por la parte que tienen de castigar inadvertencias y descuidos, que son las mayores culpas de la guerra.

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