Índice de Historia de la conquista de México. Población y progresos de la América Septentrional conocida con el nombre de Nueva España de Antonio de SolísAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO TERCERO.


CAPÍTULO DÉCIMO.

Pasa el exercito a Iztacpalapa, donde se dispone la entrada de México. Refierese la grandeza con que salió Motezuma a recibir a los Españoles.


La mañana siguiente, poco despues de amanecer, se puso en orden la gente sobre la misma calzada, segun su capacidad, bastante por aquella parte para que pudiesen ir ocho caballos en hilera. Constaba entonces el exército de quatrocientos y cincuenta de Españoles no cabales, y hasta seis mil Indios Tlascaltécas y Zempoales, y de otras naciones amigas. Siguióse la marcha, sin nuevo accidente que diese ese cuidado, hasta la misma ciudad de Iztacpalapa donde se habia de hacer alto: lugar que sobresalia entre los demás por la grandeza de sus torres, y por el vulto de sus edificios: sería de hasta diez mil casas de segundo y tercer alto, que ocupaban mucha parte de la lagúna, y se dilataban algo mas sobre la ribera en sitio delicioso y abundante. El Señor de esta ciudad salió muy autorizado a recibir el exército: y le asistieron para esta funcion los Príncipes de Magicalzingo y Cuyoacán, dominios de la misma lagúna. Trahian todos tres su presente separado de várias frutas, cazas y otros bastimentos, con algunas piezas de oro, que valdrian hasta dos mil pesos. Llegaron juntos, y se dieron a conocer, diciendo cada uno su nombre y dignidad, y remitiendo a la discrecion de la ofrenda todo lo que faltaba en el razonamiento.

Hizose la entrada en esta ciudad con aquel aplauso que consistia en el bullicio y griteria de la gente, cuya inquietud alegre daba seguridad a los mas rezelosos. Estaba prevenido el alojamiento en el mismo palacio del Cacique, donde cupieron todos los Españoles debaxo de cubierto, quedando los demás en los patios y zaguanes con bastante comodidad para una noche que se habia de pasar sin descuido. Era el palacio grande y bien fabricado, con separacion de quartos alto y baxo, muchas salas con techumbre de cedro, y no sin adorno; porque algunas de ellas tenian sus colgaduras de algodon, texido a colores con dibujo y proporcion. Habia en Iztacpalapa diversas fuentes de agua dulce y saludable, trahida por diferentes conductos de las sierras vecinas, y muchos jardines cultivados con prolixidad: entre los quales se hacia reparar una huerta de admirable grandeza y hermosura que tenia el Cacique para su recreacion, donde llevó aquella tarde a Cortés con algunos de sus Capitanes y soldados, como quien deseaba cumplir a un tiempo con el agasajo de los huespedes, y con su propia jactancia y vanidad. Habia en ella diversos géneros de árboles fructíferos, que formaban calles muy dilatadas, dexando su lugar a las plantas menores, y un espacioso jardin, que tenia sus divisiones, y paredes hechas de cañas entretexidas, y cubiertas de hierbas olorosas, con diferentes quadros de agricultura cuidadosa, donde hacian labor las flores con ordenada variedad. Estaba enmedio un estanque de agua dulce, de forma quadrangular: fábrica de piedra y argamasa, con gradas por todas partes hasta el fondo, tan grande, que tenia cada uno de sus lados quatrocientos pasos, donde se alimentaba la pesca de mayor regalo, y acudian várias especies de aves palustres, algunas conocidas en Europa, y otras de figura exquisita, y pluma extraordinaria: obra digna de Príncipe, y que hallada en un subdito de Motezuma, se miraba como argumento de mayores opulencias.

Pasóse bien la noche, y la gente acudió con agrado y sencillez al agasajo de los Españoles: solo se reparó en que hablaban ya en este lugar con otro estílo de las cosas de Motezuma, porque alababan todos su gobierno, y encarecian su grandeza; o tuviese los de aquella opinion el parentesco del Cacique, o menos atrevidos la cercania del tirano. Habia dos leguas de calzada que pasar hasta México, y se tomó la mañana, porque deseaba Cortés hacer su entrada, y cumplir con la primera funcion de visitar a Motezuma, quedando con alguna parte del día para reconocer y fortificar su quartel. Siguióse la marcha con la misma orden: y dexando a los lados la ciudad de Magicalzingo en el agua, y la de Cuyoacán en la ribera, sin otras grandes poblaciones que se descubrian en la misma lagúna, se dió vista desde mas cerca, y no sin admiracion, a la gran ciudad de México, que se levantaba con exceso entre las demás, y al parecer, se le conocia el predominio hasta en la soberbia de sus edificios. Salieron a poco menos que la mitad del camino mas de quatro mil nobles y ministros de la ciudad a recibir el exército, cuyos cumplimientos detuvieron largo rato la marcha, aunque solo hacian reverencia, y pasaban delante para volver acompañando. Estaba poco antes de la ciudad un baluarte de piedra con dos castillejos a los lados, que ocupaba todo el plano de la calzada: cuyas puertas desembocaban sobre otro pedazo de calzada, y ésta terminaba en una puente levadizo, que defendia la entrada con segunda fortificacion. Luego que pasaron de la otra parte los magnátes del acompañamiento, se fueron desviando a los lados para franquear el paso al exército, y se descubrió una calle muy larga y espaciosa, de grandes casas edificadas con igualdad y correspondencia, cubiertos de gente los miradores y terrados; pero la calle totalmente desocupada: y dixeron a Cortés que se habia despejado cuidadosamente, porque Motezuma estaba en ánimo de salir a recibirle para mayor demostracion de su benevolencia.

Poco después se fue dexando ver la primera comitiva real, que serían hasta doscientos nobles de su familia, vestidos de librea con grandes penachos conformes en la hechura y el color. Venian en dos hileras con notable silencio y compostura, descalzos todos, y sin levantar los ojos de la tierra: acompañamiento con apariencias de procesion. Luego que llegaron cerca del exército, se fueron arrimando a las paredes en la misma orden; y se vió a lo lejos una gran tropa de gente mejor adornada y de mayor dignidad, en cuyo medio venía Motezuma sobre los hombros de sus favorecidos en unas andas de oro bruñido, que brillaba con proporcion entre diferentes labores de pluma sobrepuesta, cuya primorosa distribucion procuraba obscurecer la riqueza con el artificio. Seguian el paso de las andas quatro personages de gran suposicion, que le llevaban debaxo de un palio hecho de plumas verdes entretexidas y dispuestas de manera que formaban tela, con algunos adornos de argentería: y poco delante iban tres Magistrados con unas varas de oro en las manos, que levantaban en alto sucesivamente, como avisando que se acercaba el Rey, para que se humillasen todos, y no se atreviesen a mirarle: desacato que se castigaba como sacrilegio. Cortés se arrojó del caballo poco antes que llegáse, y al mismo tiempo se apeó Motezuma de sus andas, y se adelantaron algunos Indios que alfombraron el camino para que no pusiese los pies sobre la tierra, que a su parecer, era indigna de sus huellas.

Previnose a la funcion con espacio y gravedad; y puestas las dos manos sobre los brazos del Señor de Iztacpalapa, y el de Tezcuco sus sobrinos, dió algunos pasos para recibir a Cortés. Era de buena presencia: su edad hasta quarenta años, de mediana estatura, mas delgado que robusto: el rostro aguileño, de color menos obscuro que el natural de aquellos Indios: el cabello largo hasta el extremo de la oreja, los ojos vivos, y el semblante magestuoso, con algo de intencion: su trage un manto de sutilisimo algodon, anudado sin desayre sobre los hombros, de manera que cubria la mayor parte del cuerpo, dexando arrastrar la falda. Trahia sobre sí diferentes joyas de oro, perlas y piedras preciosas en tanto número, que servian mas al peso que al adorno. La corona una mitra de oro ligero, que por delante remataba en punta, y la mitad posterior algo mas obtusa se inclinaba sobre la cerviz: y el calzado unas suelas de oro macizo, cuyas correas tachonadas de lo mismo ceñian el pie, y abrazaban parte de la pierna, semejante a las cáligas militares de los Romanos.

Llegó Cortés apresurando el paso sin desautorizarse, y le hizo una profunda sumision; a que respondió poniendo la mano cerca de la tierra, y llevandola despues a los labios: cortesia de inaudita novedad en aquellos Príncipes, y mas desproporcionada en Motezuma, que apenas doblaba la cerviz a sus dioses, y afectaba la soberbia, o no la sabía distinguir de la magestad: cuya demostracion, y la de salir personalmente al recibimiento, se reparó mucho entre los Indios, y cedió en mayor estimacion de los Españoles: porque no se persuadian a que fuese inadvertencia de su Rey, cuyas determinaciones veneraban sujetando el entendimiento. Habiase puesto Cortes sobre las armas una banda o cadena de vidrio, compuesta vistosamente de várias piedras que imitaban los diamantes y las esmeraldas, reservada para el presente de la primera audiencia; y hallandose cerca en estos cumplimientos, se la echó sobre los hombros a Motezuma. Detuvieronle, no sin alguna destemplanza, los dos brazeros, dandole a entender que no era lícito el acercarse tanto a la persona del Rey; pero él los reprehendió, quedando tan gustoso del presente, que le miraba y celebraba entre los suyos como preséa de inestimable valor: y para desempeñar su agradecimiento con alguna liberalidad, hizo traher, entretanto que llegaban a darse a conocer los demas Capitanes, un collar, que tenia la primera estimacionn entre sus joyas. Era de unas conchas carmesies de gran precio en aquella tierra, dispuestas y engazadas con tal arte, que de cada una de ellas pendian quatro gámbaros o cangrejos de oro, imitados prolixamente del natural. Y él mismo con sus manos se le puso en el cuello a Cortés: humanidad y agasajo, que hizo segundo ruido entre los Mexicanos. El razonamiento de Cortés fue breve y rendido, como lo pedia la ocasion, y su respuesta de pocas palabras, que cumplieron con la discrecion, sin faltar a la decencia. Mandó luego al uno de aquellos dos Príncipes sus colaterales que se quedáse para conducir y acompañar a Hernan Cortés hasta su alojamiento, y arrimado al otro volvió a tomar sus andas, y se retiro a su palacio con la misma pompa y gravedad.

Fue la entrada en esta ciudad a ocho de Noviembre del mismo año de mil y quinientos y diez y nueve, dia de los Santos quatro coronados Mártyres: y el alojamiento que tenian prevenido, una de las casas reales que fabricó Axayáca, padre de Motezuma. Competía en la grandeza con el palacio principal de los Reyes, y tenia sus presunciones de fortaleza: paredes gruesas de piedra, con algunos torreones que servian de traveses, y daban facilidad a la defensa. Cupo en ella todo el exército: y la primera diligencia de Cortés fue reconocerla por todas partes, para distribuir sus guardias, alojar su artillería, y cerrar su quartel. Algunas salas, que tenian destinadas para la gente de mas cuenta, estaban adornadas con sus tapicerías de varios colores, hechas de aquel algodon a que se reducían todas sus telas, mas o menos delicadas: las sillas de madera labradas de una pieza: las camas entoldadas con sus colgaduras en forma de pabellones; pero el lecho se componía de aquellas sus esteras de palma, donde servia de cabecera una de las mismas esteras arrollada. No alcanzaban alli mejor cama los Príncipes mas regalados, ni cuidaba mucho aquella gente de su comodidad, porque vivian a la naturaleza, contentandose con los remedios de la necesidad: y no sabemos si se debe llamar felicidad en aquellos bárbaros esta ignorancia de las superfluidades.

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