Indice de Memorias de un socialista revolucionario ruso de Boris SavinkovBoris Savinkov por Andres NinLIBRO PRIMERO - Capítulo segundoBiblioteca Virtual Antorcha

Memorias de un socialista revolucionario ruso

Boris Savinkov

LIBRO PRIMERO
LA EJECUCIÓN DE PLEHVE
CAPÍTULO PRIMERO


A principios de 1902 fui deportado a Vologda, por mi participación en el grupo socialdemócrata de Petersburgo El Socialista y La Bandera Obrera. El programa socialdemócrata hacía ya tiempo que no me satisfacía. A mi juicio, no respondía a las condiciones de la vida rusa y dejaba sin resolver el problema agrario. Además, en la cuestión de la lucha terrorista, me sentía inclinado hacia las tradiciones de la Naródnaya Vólia (La Libertad Popular).

E. K. Brechkóvskaya (1) vino a Vologda en dos ocasiones: en el otoño de 1902 y en la primavera de 1903. Después de mis entrevistas con ella me adherí al partido de los socialistas revolucionarios, y a raíz de la detención de G. A. Guerchuni (2) (mayo de 1903), decidi participar en el terror. Al mismo tiempo que yo llegaron a esta conclusión dos de mis compañeros, así como mi amigo íntimo de la infancia Ivan Platonóvich Kaliáev, que se hallaba entonces en Yaroslav bajo la vigilancia de la policia.

En junio de 1903 me fugué al extranjero. Llegué a Arjankelsk, y dejando mi maleta en la estación, me presenté a la dirección que me habían proporcionado en Vologda. Confiaba obtener indicaciones detalladas respecto al modo cómo podía trasladarme a Noruega y en qué vapor. Me enteré de que aquel mismo día, dentro de una hora, salía de Arjankelsk, para el puerto noruego de Varde, el vapor Emperador Nicolás I. No tenía tiempo de volver a la estación, para recoger la maleta, y, procurando pasar inadvertido, sin pasaporte ni equipaje, me introduje en un camarote de segunda clase.

Durante el quinto día de navegación, el vapor entró en el fjord de Varanger. Me acerqué a uno de los oficiales:

- Voy a Pechenga (última escala antes de la frontera noruega), pero quisiera dar una ojeada a Varde. ¿Cómo se puede hacer?

El oficial me miró atentamente:

- ¿Se dedica usted al comercio de pescado?

- Sí.

- Es posible, naturalmente. ¿Por qué no?

- No tengo pasaporte para el extranjero.

- ¿Qué necesidad tiene usted de pasaporte? Baje usted a tierra, venga a dormir aquí y por la mañana iremos a Pechenga. Pero compre usted billete.

Al día siguiente, apareció el faro de Varde. Subieron al buque los funcionarios de la Aduana noruega. Me metí en una lancha y un cuarto de hora después me hallaba en territorio de Noruega. Desde Varde, por Trontheim, Cristianía y Amberes, llegué a Ginebra.

En Ginebra trabé conocimiento con Mijail Rafaílovich Gotz (3). Bajo de estatura, flaco, con una barba negra rizada y rostro pálido, atraía la atención por sus ojos juveniles, ardientes y vivos. Al verme, me dijo:

- ¿Quiere usted tomar parte en el terror?

- Si.

- ¿Unicamente en el terror?

- Si.

- ¿Por qué no también en el trabajo general?

Dije que concedía al terror una importancia decisiva; pero que me ponía enteramente a la disposición del Comité Central y estaba dispuesto a trabajar en la empresa del partido que se me indicara.

Gotz me escuchó atentamente y al terminar me dijo:

- No le puedo dar ahora una respuesta. Espere unos días y, entretanto, no se mueva usted de Ginebra.

Conocí también a Nikolai Ivánovich Blinov (4) y Alexei Dmítrivich Pokotílov. Sabía que ambos eran ex estudiantes de la Universidad de Kiev y amigos Íntimos de S. V. Balmachev (5); pero ignoraba que formasen parte de la organización de combate. A Pokotilov le vi por vez primera en Petersburgo, en enero de 1901. Había llegado a la capital independientemente de P. V. Kárpovich, y no sospechando siquiera la llegada de este último con el mismo propósito de matar a Bogoliépov. En Petersburgo se dirigió en demanda de ayuda al Comité del grupo El Socialista y La Bandera Obrera. Acogimos con desconfianza su demanda y le negamos todo apoyo. El asesinato del ministro de Instrucción pública (6) se nos antojaba inútil y difícilmente realizable. Pokotílov, a pesar de nuestra negativa, no se marchó de Petersburgo, y decidió cometer el atentado valiéndose de sus propias fuerzas y a su riesgo. Por casualidad, Kárpovich se le adelantó.

En agosto llegó a Ginebra uno de los compañeros. Me comunicó que Kaliáev estaba sufriendo una condena en Yaroslav (un mes de prisión), y que hasta fines de otoño no podría salir para el extranjero. El compañero se instaló conmigo en el mismo domicilio. Para no atraer la atención de la policía, vivíamos aislados, sin mantener contacto alguno con la colonia rusa, De vez en cuando nos visitaba Brechkóvskaya.

Un día, cuando mi compañero no estaba en casa, entró en nuestra habitación un hombre de unos treinta y tres años, gordo, de rostro ancho e impasible, como tallado en piedra, y grandes ojos pardos. Era Evgueni Filípovioh Azev. Azev me tendió la mano, se sentó y me dijo, arrastrando perezosamente las palabras:

- Me han dicho que quería usted trabajar en el terror. ¿Por qué precisamente en el terror?

Le repetí lo que había dicho antes a Gotz. Le dije, asimismo, que consideraba que el asesinato de Plehve era la tarea más importante del momento. Mi interlocutor me escuchaba con displicencia y no contestaba. Finalmente, preguntó:

- ¿Tiene usted compañeros?

Di el nombre de Kaliáev y de otros dos compañeros. Comuniqué sus biografías detalladas y la característica de cada uno de ellos, Azev me escuchó silenciosamente y se marchó.

Vino a vernos varias veces, hablaba poco y escuchaba atentamente. Un día dijo:

- Es hora de irse a Rusia. Márchese usted de Ginebra con su compañero, instálense en alguna pequeña ciudad y comprueben si son vigilados.

Al día siguiente nos marchamos a Baden, a Freiburg. Dos semanas después nos visitó Azev, y nos comunicó por vez prImera el plan del atentado, sin aludir en lo más mínimo a la composición personal de la organización. El plan consistía en lo siguiente: Se sabía que Plehve vivía en el edificio del departamento de Policía (Fontana, 16), y que todas las semanas iba a hacer su informe al zar, en el Polacio de Invierno, en Tsarskoietseló o en Peterhof (7), según la época del año. Como matar a Plehve en su casa era evidentemente mucho más difícil que en la calle, se decidió establecer un servicio constante de vigilancia, cuya finalidad era precisar el dia y la hora, el recorrido y el aspecto exterior de las salidas de Plehve. Una vez establecidos estos datos, debía hacerse saltar su carroza por medio de una bomba. Teniendo en cuenta la estrecha vigilancia de que era objeto Plehve, era necesaria gente que, por el carácter de sus ocupaciones, se hallara todo el día en la calle; por ejemplo, vendedores de periódicos, cocheros, vendedores ambulantes, etcétera, etc. Por este motivo se decidió que un compañero comprara un coche y un caballo y se convirtiera en cochero en Petersburgo y que otro adquiriera una patente para la venta ambulante de cigarrillos, a fin de que pudieran observar al ministro. Yo debía combinar los datos recogidos por ellos y dirigir las observaciones, participando en las mismas en la medida de lo posible.

Ese plan pertenecía enteramente a Azev, y era extraordinariamente sencillo. Pero precisamente por su sencillez nos daba una situación ventajosa con respecto a la policía. La observación en las calles no había sido empleada nunca por los revolucionarios, no sólo en el período de Guerchuni, sino tampoco en los tiempos de la Naródnaya Vólia, con excepción de los preparativos del 1 de marzo de 1881 (8). Era poco probable que la policía supusiera que los miembros de la organización de combate recorrían Petersburgo en calidad de cocheros o vendían por las calles. Sin embargo, la observación sistemática había de conducir inevitablemente a la muerte de Plehve en la calle. Al terminar su conversación conmigo, Azev dijo con un tono de convicción:

- Si no hay confidencia, Plehve será muerto.

Desde Freiburg, uno de los compañeros, llevando consigo mercurio fulminante, se fue a Rusia por Alevandrovo. Yo no tenía pasaporte, y había de recibirlo en Cracovia. Marché a Cracovia por Berlín, donde me encontré de nuevo con Azev y con Kaliáev, que acababa de llegar de Rusia.

Estábamos sentados los tres en la Leipzigerstrasse, en uno de los grandes cafés berlineses. Kaliáev hablaba calurosamente del terror, de su anhelo de participar en el asunto Plehve, de la imposibilidad psíquica para él de dedicarse a un trabajo tranquilo. Azev escuchaba displicentemente. Cuando Kaliáev se calló, Azev dijo con indiferencia:

- Ahora no tenemos necesidad de gente. Márchese usted a Ginebra. Es posible que mas tarde le llamemos.

Kaliáev se fue amargado. Yo pregunté a Azev:

- ¿Es que no le ha gustado a usted?

Azev reflexionó durante un minuto.

- No. Es un poco extraño ... ¿Le conoce usted bien?

Kaliáev, irritado y dominado por la exaltación, me esperaha en la calle. Yo le cogí por el brazo.

- ¿Qué te pasa, Yánek? ... No te ha gustado ..., ¿verdad?

Lo mismo que Azev, Kaliáev tardó en responderme:

- No ... Pero, ¿sabes? No le comprendo, y es posible que no le comprenda nunca.

A principios de noviembre llegaba a Petersburgo, donde no conocía ni la composición de la organización, ni los santo y seña, ni las direcciones del partido. Esperé a Azev, quien había prometido llegar inmediatamente después de mí.



Notas

(1) Vieja militante socialista-revolucionaria, nacida en 1847 y bautizada por sus correligionarios con el nombre de abuela de la revolución. Actualmente se halla en la emigración y su posición es netamente contrarrevolucionaria.- (N. del T.)

(2) Famoso socialista-revolucionario (1870-1908), uno de los fundadores de la Organización de Combate del partido de los socialistas-revolucionarios, encargada de dirigir el terror.- (N. del T.)

(3) Miembro del Comilé Central del partido de los socialistas-revolucionarios y uno de los directores del terror. En 1922 fue condenado por el Tribunal revolucionario por su participación en los complots contra la República Soviética.- (N. del T.)

(4) Muerto en 1905, en Gitomir, defendiendo a los judíos durante los pogroms.

(5) Estudiante que el 3 de mayo de 1902 mató al ministro del Interior Sipiaguin.- (N. del T.)

(6) Bogoliépov, muerto por el Socialista-revolucionario Kárpovich el 14 de febrero de 1901, se había distinguido por las medidas represivas tomadas contra los participantes en las agitaciones estudiantiles.- (N. del T.)

(7) Residencia veraniega del zar, en la bahía de Cronstadt.- (N. del T.)

(8) Ejecución, por el partido de la Naródnaya Vólia, de Alejandro II.- (N. del T.)
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