Índice de El socialismo en México de Rafael Pérez TaylorPresentación de Chantal López y Omar CortésSiguiente capítuloBiblioteca Virtual Antorcha

I

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO?

Tanto se ha dicho y se ha escrito sobre esta interesante doctrina que, cundiendo de un lado a otro del universo, va pregonando por doquiera el mejoramiento de las clases sufridas, por medio de la igualdad más justa, humana y noble.

¿El Socialismo existe? Sí.

Apóstoles de la idea recorren las poblaciones haciendo propaganda de la Gran Doctrina.

Escritores viriles y apasionados que ven en el Socialismo auroras de nuevos destinos, llenan las columnas de los periódicos libertarios, con alaridos de reivindicaciones.

Todos los pueblos esperan de él justicias e igualdades.

Los gobiernos le temen, los legisladores le atienden y los pueblos le aman. Este es el escalafón del Socialismo en nuestros días.

Infinidad de escritores han disertado amplia y largamente sobre la materia, dándole al proletariado luces sobre sus ilusiones encarnadas en las teorías socialistas.


El Socialismo según Janet

Janet divide al Socialismo en revolucionario, masónico, anárquico y doctrinario.

Cree que decir socialismo revolucionario es incurrir en pleonasmo, puesto que se unen dos palabras que expresan una misma idea, y expone:

Socialismo es toda doctrina conforme a la cual compete al Estado corregir la desigualdad de riqueza existente entre los hombres y restablecer legalmente el equilibrio, tomando una parte a los que poseen demasiado para dársela a los que no poseen bastante, y esto de una manera permanente y no en un caso particular, una catástrofe por ejemplo.

Todo socialista tiene que ser revolucionario, dicen los radicales, pero no indican qué clase de revolucionarismo: si intelectual, buscando la renovación de la idea; o activo, buscando la renovación por medio de las armas en los campos de combate. Y se da el caso, de que si esta doctrina cae en cerebros obtusos y analfabetas, inmediatamente se levantan en armas declarándose a voz en cuello socialistas, y matan a sus hermanos, buscando las reivindicaciones sociales.

El Socialismo Intelectual se dedica exclusivamente al estudio; busca en el campo de las leyes, forma proyectos y los lleva al Parlamento a fin de que los discutan y sean aprobados; o se organiza formando uniones, confederaciones bajo la base cooperativa para encontrar mejora en sus necesidades; pero todo esto por medio del orden y no de la fuerza armada.

El Socialismo Masónico formado en sus principios por sociedades secretas, ha tomado en nuestros días, grandes proporciones.

La mayoría de los socialistas, librepensadores, e individuos que tratan de sacudir la modorra de la superstición religiosa, son masones.

Los masones llevan en su estandarte el lema del Bien por la Humanidad.

Hay masones que predican con verdadero entusiasmo la máxima de Rousseau: Es necesario que todos vivan, que todos tengan algo, sin que ninguno tenga demasiado.

Vemos con gusto que en nuestros días la masonería se ha extendido en todas las clases sociales: obrera, intelectual y aristócrata.

Su programa especial es la desfanatización de la humanidad, atacando con lógica irrefutable los embusteros dogmas y vapuleando a los explotadores de las teorías del Cristo, o sea a los mercaderes frailes que trafican con el miedo de sus creencias, inculcando la venganza: dando por la maldad, el infierno y por el buen comportamiento, la gloria; sin saber que la humanidad no es más que obra de nuestros propios vicios y de nuestros propios egoísmos.

El Papa con su tiara cubierta de pedrería; los sacerdotes con sus trajes de fantasía y los Conventos con sus riquezas, excitan a los socialistas masones a luchar denodadamente contra ellos, magüer cuando se compara tanto despilfarro con la miseria y abandono de los pobres.

Los frailes explotan las caridades de los humildes, y los humildes sacrifican sus ahorros, cubriéndose de privaciones, para solaz de los frailes.

El Socialismo Masónico trata de instruir y de arrancar de las garras clericales a la Humanidad y decirle: Dedícate a pensar un poco y serás emancipada.

El Socialismo Anárquico tuvo su manifestación más violenta en la época de la Revolución Francesa.

Era un conjunto de ataques confusos y violentos, inspirados unicamente por el odio y la pasión, dirigidos no de una manera precisa contra la propiedad, sino contra la riqueza.

Nada más hermoso que esta querella contra la desigualdad, pero que, desgraciadamente, no ha tenido ningún fin práctico hasta la fecha.

En este Socialismo Anárquico se llegó a pedir no sólo la posesión de la tierra, sino también se pedía la comunidad de las mujeres, recordando con esto, el ensayo práctico del gran ciudadano y filósofo de Esparta: Licurgo.

En el orden de la naturaleza, el hombre es prímero para sí, luego para su familia y por último para el Estado. Pues bien; Licurgo por medio de una operación de química socialista descompuso la estructura moral del cspartano, de modo que anuló al individuo, eliminó al padre de familia y sólo dejó al ciudadano.

Volviendo a la comunidad de las mujeres, Plutarco nos cuenta que el concubinato ya no estaba permitido, sino legalmente autorizado, en términos de que cualquier marido que se sintiera débil por efecto de la edad, o por el decaimiento prematuro de los sentidos, buscaba un suplente joven y vigoroso con quien su mujer pudiera concebir y dar a luz vástagos robustos y bien constituidos. El delito de adulterio no figuraba en el Código Penal de Licurgo.

El Socialismo Anárquico se puede condensar en estas palabras que brotan de continuo de los belfos de los burgueses, para desprestigiar en general las nuevas doctrinas: Lo tuyo mío y lo mío tuyo.

El Socialismo Doctrinario es aquel que hace radicar en la inteligencia humana el principio de la soberanía y aplica fórmulas abstractas para la gobernación de los pueblos.

Este Socialismo Oficial lo presentó el gobierno revolucionario de 1793 con forma y aspecto de teoría.

Saint-Just fue uno de los más calurosos defensores de esta faceta del Socialismo.

Así, por ejemplo, prescribía contra la ley de los climas, que los niños debían en todo tiempo usar vestidos de lienzo.

Despreciaba la elocuencia como los lacedemonios, y quería que se fundase un premio al que hubiese pronunciado una abra sublime.

En cuanto a la propiedad, suprimía el derecho de testar, y llegaba hasta la ley agraria:

La opulencia, decía, es infame. Es preciso que no haya ricos ni pobres. Es preciso dar tierras a todo el mundo y destruir la mendicidad por el reparto de los bienes sociales.

La ley de indemnizaciones, formaba parte principalísima en su programa doctrinario, ésta alcanzaba a todo el mundo: a los soldados mutilados, a los que habían alimentado a sus padres, a los que habían adoptado niños, a los que habían tenido más de cuatro hijos, a los matrimonios ancianos, a los grandes hombres y a los que se habían sacrificado por la amistad.

¡¡¡Asombraos!!! compañeros; en aquella época de efervescencia política, de lucha y carnicería, se proponían todas esas indemnizaciones y, ahora un poco más civilizados, según los sociólogos y más explotados según los humanistas, no hay en el Parlamento Mexicano un solo diputado que, no obstante llamarse independiente y haber hecho su campaña política con programa obrero, defienda la Ley sobre Accidentes del Trabajo.

¿Qué hay?

Que aquellos sin traiciones, sin independencias, sin alardes de valentía, eran más viriles y más honrados que los de hoy en día.

Pobre parlamentarismo, sombra triste y ridícula de lo que fue el de la Revolución Grandiosa.

Saint-Just era un potente doctrinario que desarrollaba ideas grandiosas, pero únicamente ideas sin llegar a los hechos. Obligad, decía, a todo el mundo a hacer algo. ¿Qué derechos pueden tener los que no hacen nada?

Republicano de corazón procuró la confiscación de la propiedad de unos en provecho de otros. Las propiedades de los patriotas son sagradas, decía; pero los bienes de los conspiradores deben ser para los desdichados.

¡Qué prestigio tendría nuestro gobierno si tal cosa hiciera! pues entre tan ambicioso y ruin conspirador están dejando esquelética a la República.

Y Saint-Just llegó a decir: Los pobres son los poderosos de la tierra; tienen derecho a hablar como amos.

Este Socialismo Doctrinario, llegó a emborrachar con sus promesas de tal manera a los patriotas franceses, que Babeuf propuso a la Convención lo siguiente:

Los ciudadanos son hijos del Estado, luego siendo el Estado su padre, debe mantenerlos. Fórmense enormes comedores y dormitorios públicos en las diferentes secciones de París. Siendo los legisladores los proveedores del pueblo, serán los encargados de repartir la ropa y las propiedades a todos los necesitados e infelices.

Cuando esta maravillosa y descabellada proposición fue formulada, Robespierre nombró en el acto a Babeuf para que fuera el encargado de llevar a cabo ese proyecto, con el dilema de que si no lo hacía así, su cabeza respondería de su audacia.

Babeuf no volvió a presentarse en la Convención y después fue el jefe de la conspiración de Los iguales bajo el Directorio y fue condenado a muerte y ejecutado en 1797. Tenía expuesto un plan de organización social en un programa que comenzaba con estas palabras: La naturaleza ha dado a cada hombre un derecho igual para satisfacer sus deseos.

Cabe preguntar: ¿La famosa sentencia de Babeuf: debe desaparecer la distinción ridícula entre gobernantes y gobernados? ¿No es la bandería de los anarquistas contemporáneos que piden la abolición de todo gobierno?

¿No la pretendida originalidad de los nihilistas rusos, no es una rama desprendida del tronco babeufista?

Creemos que sí.


El Socialismo según Gide

Este gran economista es uno de los que con mayor claridad han definido y clasificado esta importante doctrina.

Hace notar que no solamente los socialistas desean el reparto equitativo, sino que desean transformar también el sistema del cambio y el de la producción.

Divide en cuatro fórmulas la repartición, las únicas que se pueden imaginar.

A cada uno por partes iguales;
A cada uno según sus necesidades.
A cada uno según sus méritos.
A cada uno según su trabajo.


El Reparto Igualitario

Esta clase de reparto, dice Gide, data desde épocas remotísimas, puesto que todos los antiguos legisladores, Minos, Licurgo y Rómulo se preocuparon de repartir por partes iguales la tierra, si no por individuo, a lo menos por familia.

Esta clase de reparto era factible en las sociedades primitivas, donde existía únicamente un corto número de ciudadanos; pero en las sociedades como las nuestras es una insensatez, una quimera irrealizable.

En esta teoría es donde se han inspirado la mayor parte de los socialistas revolucionarios y comunistas.

Hay que confesar, siempre con gusto, que en el fondo de todos los sistemas actuales socialistas, esta finalidad predomina.

Todo el mundo supone que las riquezas, en la mayoría de las sociedades civilizadas son suficientes para calmar las necesidades de todos los menesterosos, ya sea valiéndose por la expropiación, según los socialistas revolucionarios, o ya sea por medio del impuesto progresivo, según los moderados. Este es el sentimiento popular.

Los ricos en todos los países son en reducido número. Los pobres son la mayoría. La mayoría es la fuerza, y sin embargo en el campo económico es la debilidad. El rico goza porque el pobre sufre. El rico tiene placeres, porque el pobre tiene sufrimientos.

De aquí, con mejor exposición, la base del reparto igualitario, concediéndole al rico su parte, como un ciudadano y como individuo que tiene necesidad de atender a sus perentorias obligaciones.


El Comunismo

Vemos que el reparto todavía no puede llevarse a cabo.

A cada uno según sus necesidades, es la fórmula más sencilla y más antigua de todos los sistemas socialistas; pero, dice Gide, se ha puesto en ridículo en esta época, con la creación de una escuela nueva, el Anarquismo.

No trataré de refutar a los que de una manera cruel e ignorante atacan las doctrinas anarquistas, porque éstas son tan elevadas que necesitan un grado máximo de cultura para poderlas comprender, ya que el anarquismo no es como el socialismo que ve al hombre por medio de un sistema, sino que ve al hombre por el hombre.

El comunismo es el sistema social por el cual se quiere establecer la comunidad de bienes y abolir el derecho de propiedad.

Los comunistas están inspirados en la justicia, basada en los derechos de la naturaleza y que J. J. Rousseau condensó tan admirablemente en su principio del Contrato Social: Todo el mundo nace libre y sin embargo por todas partes está encadenado, y desean que las riquezas estén por igual repartidas a efecto de que unos no tengan más que otros.

Ciertas palabras expuestas en el diccionario ticnen un significado contundente, sin explicaciones y, la generalidad que no gusta de profundizar en el asunto que estudia, da su opinión repitiendo sin comentario lo que acaba de leer. El diccionario nos dice: Anarquista significa falta absoluta de gobierno, ni Dios ni Amo. Pero, leyendo libros sobre el asunto se verá, como dije antes, que para llegar a eso se necesita mucha cultura, para que una colectividad numerosa perfectamente consciente de sus actos tenga su Dios, su gobierno, sus leyes y su todo dentro de sí mismo formando un desarrollo individual en alto grado que será lo que constituya su Yo anárquico.

Los que matan reyes no son anarquistas, son asesinos políticos.

Naturalmente que a los gobiernos les conviene matar la semilla de los sistemas sociológicos venideros en sus comienzos, porque saben que a través de los tiempos los actuales ejes administrativos caerán hechos perfectamente añicos por no ir de acuerdo con las necesidades cada vez más perentorias y exigentes de los pueblos que tienen hambre y piden pan.

De ahí las persecuciones, las intrigas, los baluartes que nos ponen al frente para evitar la propaganda y con ella la difusión de la doctrina.

Pero como tenemos en algunas ocasiones que amoldamos desgraciadamente a nuestro ambiente actual, mediocre y vulgar comprendemos que hay que predicar para muchos egoístas, el presente y no el futuro de acuerdo con nuestras necesidades sociales.

Hélas aquí:

En Rusia, país de la esclavitud: el nihilismo.
En Inglaterra, país de libertades: el comunismo.
En Italia, país de fanáticos: el anarquismo.
En España, país de fanáticos: el anarquismo.
En Francia, país de las riquezas: el colectivismo.
En México, donde comenzamos a vivir y a respirar libertades, debe de adoptarse el Socialismo más fácil: el Cooperativismo.


El Asociacionismo

Se designa bajo este nombre, a los socialistas que buscan en la simple asociación, una solución suficiente a la cuestión social, sin que haya necesidad de recurrir a la Revolución, ni de suprimir la propiedad, el interés, ni la desigualdad de las fortunas.

El Asociacionismo se ha dividido en nuestra época, en solidarismo y cooperatismo.

El asociacionismo viene a estar constituido por sindicatos. Cada gremio forma una asociación, un sindicato. Los pintores de toda una nación se sindicalizan, lo mismo los carpinteros, canteros, ferrocarrileros, electricistas, mecánicos, sastres, etc., sin mezclarse canteros con mineros, ni mecánicos con agricultores y así sucesivamente.

Cada gremio conoce a fondo las necesidades de sus asociados y por medio de la unión, se convierte en potencia formidable.

Se declara una huelga de canteros; no solamente la hacen los canteros del Distrito Federal o de Zacatecas o de cualquier otro Estado aisladamente, sino que suspenden sus trabajos todos los canteros de la República.

Los explotadores, por propio egoísmo lanzarán su cólera, no contra el obrero, sino contra el patrón que los perjudica en sus intereses.

Y se dará el caso, de que los capitalistas se ataquen furiosamente y el obrero salga avante, porque de esta manera ha podido hacer valer, por medio de la asociación y de la solidaridad su derecho incontrastable de la fuerza.


El Colectivismo

El Colectivismo es un comunismo mitigado. Se propone hacer únicamente del uso común los medios de producción-tierras, minas, fábricas, caminos de fierro, materias primas, bancos y, en cuanto a los medios de consumo, dejados bajo el régimen de la propiedad individual.

El Colectivismo puede reasumirse en esta definición: la socialización progresiva de los instrumentos de producción.

Como medio, la lucha de clases: trabajadores contra capitalistas, obreros contra burgueses.

El Colectivismo tiende a suprimir a los jefes de industrias: patronos, propietarios y capitalistas, para reemplazarlos por Gerentes electos por los Sindicatos Obreros, por las Federaciones o por los Comités.

La fórmula de la repartición colectivista: a cada uno según el número de horas de trabajo que desempeñe, tiene dificultades enormes en la práctica; es un gran problema moral y evita los favoritismos.

Se puede dar en cambio de trabajo, un número de bonos igual al número de horas trabajadas; pero no se podrá garantizar que, en cambio de esos bonos, puedan procurarse los productos que representan el mismo número de horas de trabajo.

Expliquémonos; porque se sabe que no es el trabajo el único elemento del valor; tan importante como él, son la utilidad y la rareza; una cosa vale más naturalmente, cuanto es más útil o más rara, esto es, que exista en menor número o sea de más difícil adquisición.

He aquí el error fundamental de las teorías de Karl Marx, en las que se apoya el colectivismo. Según ellas, el peón caminero deberá ganar más que el operario, pues aquél trabaja de una manera más ruda y tiene mayor desgaste de energías; pero no es así, porque el producto de los dos trabajadores es bien diferente; podría decirse que tan útil es el camino como la pieza de tela; sí, pero todo el que tenga manos puede ser peón caminero, y no sólo se necesita eso para manejar un telar, esta es la rareza en una de sus variadísimas formas.

El Colectivismo no reclama para la comunidad todos los instrumentos de producción en general, sino sólo aquellos que ya han sido explotados colectivamente, es decir, por medio de obreros asalariados.

La tierra debe ser del individuo que la cultive; la barca, del pescador que la use; la mina, del minero que la explote; la máquina, del obrero que la trabaje, etc.

En el Cooperatismo podemos lograr esto de una manera más factible de que el obrero' trabaje para sí, evitando de esa manera las huelgas.


El Socialismo según Gustavo Le Bon

¡Oh apreciable Gustavo! cuánto te deben los políticos actuales.

Tus libros de política han recorrido todos los pupitres de los Parlamentos.

En las naciones demócratas, los editores se han enriquecido con tus libros.

A cuántos diputados, como un oleaje, les has desvanecido su inconsciencia.

Si los fanáticos ofrecen milagros a sus santos, los políticos deben comprar por docenas tus libros. Tu alma de profundo analizador, ha despertado a los eunucos del verbo, y les has hecho sentir el alma de las multitudes; los políticos te deben su gloria: ellos te aprenden de memoria.

Antes los veías ignorantes, enervados, debatiéndose en las tinieblas de la duda.

Tu has sido el rayo y los sacaste de su angustia dolorosa.

¿Véis a ese individuo pensativo con un volumen debajo del brazo, con andar majestuoso y porte medieval?

Es un político.

Ya encamina sus pasos al Parlamento, sube con parsimonia las escalinatas del sagrado recinto; pregunta al conserje vestido de verde y con botones dorados, si tiene correspondencia. Penetra al hemiciclo donde se rinde culto a la elocuencia y a los insultos, abre el libro y yo, desde la galería, contemplo las letras gloriosas de Gustavo Le Bon.

Conozco a un diputado de las mayorías, o sea del pantano, como en la Revolución Francesa, que no soltaba para nada a su Le Bon.

Iba al teatro con él; comía con él; tomaba sus aperitivos con él; dormía con él y era lo mismo que su botón de diputado: un inseparable.

Estaba el pobre libro tan estropeado que todas sus hojas estaban marcadas con tinta y lápiz.

Nuestro diputado hacía un mes que preparaba su importantísimo y trascendental discurso; como lo anunciaban los reporteros amigos, por obra y gracia de una copa o de una bombonera.

Los caramelos han sido siempre los grandes ganchos de la gente de pluma.

Llegó el día.

Comió lo que los toreros: huevos fritos y algo de vino, para no entorpecer sus facultades.

Se acicaló como una dama.

Ya verían sus comitentes lo que era el terrible H. en la tribuna.

-Tiene la palabra su señoría H.

Con paso tardío alcanzó la tribuna, secó con un pañuelo de fina batista, el sudor que caía de su rostro; tosió elocuentemente; pasó su mano pálida por la unida barba a lo Enrique IV y comenzó:

-Señores diputados: Hoy es un gran día, pues como dijo Gustavo Le Bon en su libro Psicología de las Multitudes, editado en 1903 por la casa de Daniel Jarro, de Madrid, calle de la Paz 23, yo ...

Y no pudo decir más, se le había olvidado el capítulo V que se había aprendido de memoria, como los niños de la escuela del Padre Ripalda.

Me quedé con la tentación de saber por qué era un gran día y me acerqué a otro de las mayorías para que me sacara de las dudas y el que me contestó meneándose jacarandosamente:

-Ya lo creo que hoy es un gran día, como que es día de decena.

Y comprendí su turbación.

Le Bon estudia el SociaUsmo bajo fases diversas; deduce en tres factores los componentes de la evolución social: factores políticos, económicos y psicológicos.

Los factores políticos comprenden las leyes y las instituciones.

Los políticos pseudo socialistas acuden a este subterfugio para acaparar votos en las elecciones y ya satisfechos, no se vuelven a ocupar de sus comitentes, embaucándolos de la manera más miserable y cínica.

Yo era uno de los que creía que los burgueses políticos pudieran hacer algo por el obrero; pero primero está el estómago y después la convicción.

Preguntadle a un diputado que en un mitin público os ha hablado de las reivindicaciones del proletariado, de los oprimidos, del Minotauro insaciable de la burguesía: ¿Por qué eso no lo dice usted en la Cámara de Diputados?

Y os dará de palmaditas en el hombro, al mismo tiempo que os dirá con suma discreción y a sotto voce:

-Qué quiere usted, los compromisos, las ligas con mi partido; yo le debo a fulano de tal mi curul él me ayudó pecuniariamente y no puedo ser desagradecido; además, tengo ya casi resuelta una comisión al extranjero y esto trastornaría todos mis planes.

No importa que con razones le mostréis lo inicuo de su proceder. Que primero son la honradez y las convicciones y después los agradecimientos, puesto que la gratitud es el beso del esclavo.

Pero decidle que es indigno de llevar la escarapela roja del Socialismo y entonces os anatematizará, os insultará, sí él es más socialista que el mismo Malatesta.

Pobres de los obreros que caen bajo las garras de esos faranduleros del Socialismo.

Los factores económicos tienen importancia inmensa. El descubrimiento de una nueva planta textil en Mérida, arruina a un Estado y enriquece a otro. Los progresos de las máquinas trastornan la vida de una parte importante de los pueblos civilizados.

La base económica es la base de la felicidad de los pueblos.

La Revolución Francesa se hizo por pan; si el pueblo francés hubiera tenido sus estómagos satisfechos no se hubiera levantado.

Si los gobiernos son malos y tienen dinero y satisfacen las exigencias de los pueblos, perduran.

Si los gobiernos son buenos y no tienen dinero y se endrogan con empréstitos subiendo las contribuciones, van al fracaso.

Porque el pueblo, el indio en su individualismo, no sabe quien fue el presidente saliente ni quien es el entrante; él nunca ha sabido lo que son libertades políticas, ni lee los periódicos ni se entera de ningún movimiento social; él sabe únicamente lo económico: que antes pagaba cinco centavos de contribución y ahora paga diez. Para él es preferible el gobierno más dictatorial, el más nefasto; pero como no se mete en política, no lo molestan y paga como de costumbre. Mas el buen gobierno, el amado por los que gustan de libertades, no lo puede querer, lo odia, porque antes estaba mejor que ahora.

Esos burgueses, esos necesitados, son los factores brutales de los gobiernos despóticos.

Los factores de orden psicológico, tales como la raza, las creencias, las opiniones, tienen también considerable importancia.

En los pueblos apáticos, displicentes e idiosincráticos, el socialismo tendrá muy pocos adeptos, lo contrario sucederá en los países de vida violenta y febril, todos encaminarán sus pasos a nuevas ideas, a nuevas regiones en busca del mejoramiento.

Le Bon da más importancia al Socialismo bajo el punto de vista de creencia, que bajo el punto de vista económico y dice:

No se combaten con argumentos los ensueños, importa poco para su éxito inmediato que sus dogmas sean contrarios a la razón. La historia de todas las creencias, de las religiosas sobre todo, muestran suficientemente que su triunfo ha sido con gran frecuencia independiente de la parte de verdad o error que pudieran contener. Si el factor de la creencia era antes hasta preponderante, hoy tiende a sobreponerse a los factores económicos.

La creencia es como quien dice la fe, y no esperar en el cielo ni en las cosas divinas como el Socialismo de León XIII, sino en las cosas terrenales, porque el hombre es de la tierra.

El señor diputado don Francisco Elguero, en el Parlamento hacía mención del Socialismo divino y era de preguntarle cómo no aceptaba del proletariado una letra de cambio por varios millones de pesos, para que, cuando su señoría llegase a la mansión celeste, el señor don Pedro, el Pipelet de las alturas le hiciera bueno ese documento terrenal.

El Socialismo Religioso, inspirado en los bienes divinos lo interpreta favorablemente la Iglesia para conseguir óbolos y más óbolos: es el Socialismo de explotación.

El Socialismo Humano, que se inspira en la belleza de la frase del Mártir del Gólgota, amaos los unos a los otros, es la misma frase que inspira a los hombres librepensadores para marcar épocas de paz y de concordia, por medio de la igualdad en los bienes terrenales, siendo por lo tanto, el socialismo lógico y justiciero que aspira al mejoramiento de nuestra actual sociedad, intoxicada lastimosamente por los prejuicios que embrutecen y los atavismos que degradan.

El Socialismo Humano se forma con hechos y como hechos verdades.

Ambos Socialismos están basados en el sentimiento y, por consiguiente, arraigados son en los pechos de los que esperan.

El Socialismo Religioso se desvanecerá con el tiempo semejando ensueño.

El Socialismo Humano se fortalecerá cada día más, porque los sufrimientos que da la injusticia, los sentimos la mayoría, y poco tiempo faltará, a no dudarlo, en que vengan las reivindicaciones basadas en la justicia y con ella la libertad, pues no puede haber libertad sin justicia.

El Socialismo Religioso, oh inconsecuencia, está basado en la mentira, y la mentira en religión se llama pecado.

El Socialismo Humano está basado en la verdad.

La dinastía del Capital, con su prerrogativa del oro, flagela las espaldas de los menesterosos y azota a los pueblos con sus arbitrariedades y abusos: los trusts, los óbolos, los monopolios, el agio etc., y toda la eterna cohorte de las desigualdades sufridas por muchos para favorecer a pocos.

El Socialismo Humano trata de derrocar a esos vampiros hipócritas científicos y colocar en su lugar al resplandor libertario de la igualdad humana.

El Socialismo Religioso, con sus promesas, engaños y mentiras, se titula también fariseísmo, por que las pronuncia con celo fingido.

El Socialismo Humano es canto de amor, canto divino que va como aquellas naves de palisandro y oro, rumbo a las costas de la verdad y del sentimiento.

El Socialismo Religioso es tendencia de vanidad: lujo por doquier.

El Socialismo Humano, es tendencia al bienestar, porque el hombre es de la tierra y no del cielo.

El Socialismo Religioso está apoyado por los burgueses que, engañando al pueblo, lo distraen de esta vida, para endosarle billetes de lotería para la otra. La desgracia del pobre está basada en esto. Y digo la burguesía, no únicamente en la forma clerical, sino en la forma igualmente odiosa, la del capital.

El Socialismo Humano reposa en muy firmes bases: los factores económicos.

El Socialismo Religioso es mirra que enerva las facultades intelectuales y hace a la mayoría de nuestra juventud pernoctar en el lecho de Nerón.

El Socialismo Humano es aire de fronda que levanta los ánimos, los eleva a horizontes majestuosos y, a nuestra juventud nueva, pletórica de lucha y de vida la hace exclamar con arrogancia y dignidad: Abajo los despotismos de la religión, de la tradición y de la espada, para que la vida valga la pena de vivirse.

¿Qué es filosóficamente el Socialismo? Simplemente, dice Le Bon, una reacción del ser colectivo contra las usurpaciones del ser individual.

En esa lucha está el verdadero problema filosófico.

Son dos fuerzas contrarias que tratan de ganar la primacía.

El ser individual es ser egoísta.

El ser colectivo es ser amoroso.

Vivir para la comunidad, sentir el amor glorioso de las multitudes reivindicadas es el mayor placer de los que aman.

Ni el amor de la madre, ni el amor de la novia, ni el amor del amigo, podrán ser comparados con el amor del ideal.

Este lo llena y lo abarca todo.

El egoísta, el que todo lo quiere para sí, es un espécimen repugnante.

La manifestación del hogar es un principio colectivo; el padre vive para bien de sus hijos y de su esposa.

El legislador debe preocuparse por el bien de sus representados y no tirarse a la bartola y dormirse en las curules.

Vivir para los demás, he ahí uno de los fines de la vida.


El Socialismo según Mermeix

Un Socialismo de rebeldía, pujante y soberbio. Su doctrina tiene una sola faceta que lo domina todo: la abolición de la propiedad individual.

Define al Socialismo de la siguiente manera:

El Socialismo es una doctrina que, mediante una revolución fundamental, pretende establecer la igualdad más completa entre los hombres, suprimiendo la desigualdad que las revoluciones políticas han dejado subsistente, a saber: la desigualdad en las riquezas.

¿Y cómo suprimir la desigualdad en las riquezas?

Mermeix nos contesta enérgicamente: aboliendo la propiedad individual.

Palpamos la desigualdad que las revoluciones políticas dejan a los pueblos.

Un gobierno dictatorial abarca todos los ramos de la industria, de la banca y del comercio. Todo lo es él.

Lanzado su gobierno por sus abusos a la derrota, deja a todos los interesados en sus negocios casi en quiebra.

Se dirá que era justo; conforme, pero pregunto: ¿el gobierno triunfador para haber alcanzado la meta, no le ha sido necesario contraer empréstitos y deudas; el hacer ofrecimientos y promesas? ¿Y quién es el que paga en uno y otro caso?

El pueblo, éste es el que reza, sufre y paga. La desigualdad que dejan las revoluciones políticas son brutales, por eso debe odiarse a todos los mandatarios tiranos. La execración de los pueblos para ellos.

Se comprende ahora la finalidad de la revolución fundamental.

Para esta revolución general, se necesitará la más completa y sólida organización de las agrupaciones obreras.

¿Cómo?

Por medio del sistema Cooperativo.

Mermeix está de acuerdo con el sentimiento popular y reconoce que si los capitalistas se benefician con el sudor del proletariado, es sencillamente por la sociedad que es una ladrona y por nuestra pésima organización social.

El burgués roba al proletario.

Y el capitalista roba al asalariado.

Dadle a cada quien según su trabajo, sed equitativos y justicieros en el salario.

Llevad a cabo esta gran máxima: el comprador debe ponerse en lugar del vendedor y éste en lugar de aquél, porque comprender es igualar.

Teorías como las de Mermeix son útiles para las clases explotadas; hay que irritarlas, que sacarlas de su idiosincrasia exasperante y decirles: ante la naturaleza todos nacemos y morimos de la misma manera; en el periodo intermedio de la vida hay desigualdades. ¿Por qué?' Porque hay explotadores, hay hombres insaciables acaparadures de interminables riquezas que gozan con el sudor del oprimido. Son los espíritus de los señores feudales que hablan por boca de los burgueses, levanta el mazo formidable de tu organización perfecta y verás el resultado del golpe, no habrá ríos de sangre ni amontonamiento de cadáveres, es tan pequeña la cabeza del burgués, que si tu la ves enorme, es porque la contemplas con el vidrio de aumento de la necesidad, en la realidad no es más que una miseria, una insignificancia.

Ve de frente bizarro luchador de las máquinas; no te arredren las amenazas ni los prejuicios, en tu sangre hay la sangre del indomable Cuauhtémoc; busca la unión, agrúpate, desconfía de los leguleyos; de los que vienen a tí en días de elecciones buscando la dádiva de tu voto.

Ayuda a tus compañeros y ellos te ayudarán; no ayudes a los burgueses, porque ellos nunca te ayudarán.

Ve en el Socialismo, no crepúsculos agonizantes, ni mirajes de sangre, ve en él la reivindicación de tus hijos.

Escoge la mejor fórmula del sistema social, estúdiala, analízaIa detenidamente y entra de lleno a su desenvolvimiento práctico y verás qne en México, en nuestro ambiente social, el Cooperatismo es el mejor sistema de las doctrinas socialistas, el que más se ajusta a tus condiciones de obrero mexicano.


Otras definiciones de Socialismo

Proudhon ante un tribunal de justicia manifestó que Socialismo era toda aspiración que tendía al mejoramiento de la sociedad.

Definición general de la que tal vez han brotado muchos sistemas de organización.

Mejorar a la sociedad, ya sea por medio de leyes, instrucciones benéficas, acudiendo al Socialismo Político; ya sea por las tendencias de la Gran Liga Obrera, en buscar el mejoramiento por medio del Cooperatismo; ya sea por el Partido Socialista, inculcando con sus sanas prédicas, el amor hacia todos los oprimidos; ya sea por los Partidos Políticos prometiendo mejoras irrealizables con programas absurdos y engañosos; ya sea por medio de la Casa del Obrero, que trata de instruir al mismo; ya sea por medio de la Masonería que trata de arrebatar al pueblo de las garras del clero; ya sea por el Partido Nacionalista Democrático que funda escuelas nocturnas para obreros; ya sea por el Gobierno Federal que establece escuelas de instrucción rudimentaria en la República; y ya sea por los librepensadores que tratan de desfanatizar a las multitudes, enseñándoles el camino del amor, del bienestar y del odio hacia los turiferarios de los ídolos.

Existen buenas voluntades en todas las corporaciones. Es nuestro despertar después de una odiosa tiranía. Comenzamos a vivir compañeros, la vida de verdaderos ciudadanos y no la de ilotas. Todas esas agrupaciones con el tiempo se fortalecerán, y veremos consumada una gran obra: la ilustración del pueblo.

Alfredo L. Palacios en sus Discursos Parlamentarios hace una exposición clara de la definición socialista:

El ideal que persigue el Socialismo, es que todos los hombres tengan aseguradas las condiciones de existencia humana, y que, por lo tanto, sean iguales al punto de partida, al objeto de que puedan desarrollar, sin valladares de ningún género, las facultades del espíritu.

Estas son definiciones y no las de sin color con que atacan los burgueses y los timoratos al Socialismo, de querer medir con el mismo rasero todas las inteligencias, de que todos tengan la misma altura, los mismos conocimientos y hasta la misma edad.

Los más aptos, los mejor acondicionados e inteligentes, serán los que triunfen, y éstos entonces, guiarán a las mayorías no adaptadas; y no se dará el caso contrario, como lo vemos en nuestras instituciones actuales, de que individuos ineptos y que hacen alarde de su ignorancia, sean los que dirijan a las mayorías entre las cuales se encuentran individuos con mayores dosis de fósforo en el cerebro y de honradez e inteligencia capaces de dar lecciones a sus mandatarios.

Así andamos desgraciadamente, mientras no se arregle o modifique nuestra raquítica situación actual.

En mi concepto, la definición del Socialismo, que en los actuales momentos debe darse en México, como primer escalón para llegar a las excelsitudes de la abolición de la propiedad individual es: la igualdad dentro del ambiente de las facultades de cada uno y buscar sobre todo la organización del trabajo.

Es decir, que se le pague a cada uno según su trabajo. Un obrero que trabaje bien, se le pague mejor que al que trabaje mal. Y no por favoritismo y simpatía, pagar mejor y dar tarea más fácil, al inepto que al apto, recrudeciendo con esto el odio de clases.

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