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CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 24 DE JUNIO DE 1915

Presidencia del Coronel Alfonso Salinas

(Crónica publicada por el periódico La Convención, en su edición del 25 de junio de 1915)


Aun cuando la tarde de ayer, por falta del quórum reglamentario, la Soberana Convención no celebró sesión plena, sus miembros que asistieron a la junta que tuvo lugar en el hemiciclo parlamentario consideraron con todo interés la dificil situación por que atraviesa el vecindario de la metrópoli, extorsionado por no pocos comerciantes que han retirado del mercado sus mercancías, y las guardan ocultas en espera de poder alcanzar mayor precio del exagerado que por ellas hoy exigen.

Y ante situación tan apremiante, la Asamblea Revolucionaria consideró que ha llegado el caso de hacer sentir el peso de la Revolución. Y antes de permitir que el pueblo muera de hambre, hará decomisar las mercancías ocultas y castigará con ejemplar rigor a quienes a ello se hagan acreedores.

EL PROBLEMA DEL HAMBRE

Presidió la Junta el coronel Alfonso Salinas. A las cuatro y cuarenta y cinco minutos de la tarde, el secretario Pérez Taylor pasó lista de asistencia, comprobando que no se contaba con el quórum requerido para que pudiera celebrarse sesión.

No obstante tal circunstancia, y constituida en Junta la Asamblea, el ciudadano Marines Valero tomó la palabra, para manifestar que era necesario, urgentemente necesario, que se tomara una medida enérgica para combatir las maniobras de algunos comerciantes que con su actitud han agravado la presente situación económica.

Otros delegados fueron de idéntica opinión, y por ello, la Presidencia invitó a los presentes a que consideraran el problema y propusieran algún medio práctico para resolverlo.

Basta ya de platonismos -dijo el ciudadano Marines Valero-; es necesario adoptar un remedio eficaz y decisivo, porque estamos siendo objeto de burla y menosprecio.

Hizo saber que en esta ciudad existen almacenadas grandes cantidades de maíz, y no obstante, diariamente por las avenidas de la metrópoli puede verse inmensa caravana de mujeres que van de puerta en puerta solicitando el preciado cereal, sin conseguirlo por ninguna parte.

¡El pueblo se está muriendo de hambre -dijo- y nosotros no debemos permitirlo, y antes que llegar al triste caso de que mueran nuestros hermanos, debemos estudiar y poner en práctica cuantas providencias estén a nuestro alcance!

Los comerciantes se rehúsan a vender sus mercancías -continuó-, no quieren admitir el papel moneda de circulación forzosa; piden precios elevadísimos y que no están el alcance de los proletarios, y, muchas veces, ni aun así quieren vender los artículos de primera necesidad, porque aguardan que llegue el día en que podrán venderlos más caros aún.

Ante circunstancias de tal naturaleza -terminó- es llegado el momento en que esta Asamblea debe decretar el decomiso de los artículos de primera necesidad. ¡Sería una medida moral y hasta cristiana, porque, de ninguna manera podremos permitir que se haga morir de hambre al pueblo!

COMO PODRIA RESOLVERSE EL PROBLEMA

Otros oradores hablaron sobre el mismo tema, desordenadamente, por lo cual el ciudadano Tulio Espinosa pidió se encauzara el debate, y, a continuación, la Secretaría dio lectura a un proyecto suscrito por el ciudadano Jesús Valenzuela, para la solución de tan arduo problema.

En la parte expositiva de su proyecto, afirma el ciudadano Valenzuela, que él, como inspector que fue del Gobierno del Distrito, no ha dejado rincón por escudriñar, y sabe a conciencia que si el pueblo padece hambre, es por culpa de los acaparadores y almacenistas en grande y pequeña escala, que se niegan a recibir determinada clase de papel moneda, o esperan mayores ganancias, y por eso han escondido sus mercancías.

El proyecto que propone, lo considera eficaz y si obtiene el apoyo de la Asamblea Revolucionaria cree poder conseguir que se abran al público los establecimientos mercantiles; que a justo precio se vendan los artículos de indispensable consumo, y que a cambio de ellos sea admitido todo el papel moneda de circulación forzosa.

En las siguientes bases hace consistir su proyecto:

Establecimiento de una oficina, que se denominará Agencia comercial del Gobierno de la Soberana Convención Revolucionaria, y al cual se consignen todas las mercancías que puedan adquirirse. Dicha oficina estará servida por personal bien seleccionado y que preste garantías de honradez y competencia.

Que se nombre un agente general, encargado de recoger los artículos de primera necesidad. Este agente podrá nombrar al personal restante de la oficina, y estará facultado para establecer agencias subalternas, a efecto de facilitar al pueblo la adquisición de cereales.

Nombramiento de inspectores que en las estaciones ferrocarrileras inspeccionen las mercancías que entren a la ciudad y tomen nota de las cantidades y de los consignatarios, a fin de saber a ciencia cierta en poder de quiénes han ido a parar dichas mercancías. Esos inspectores se encargarán de hacer abrir al público todos los establecimientos mercantiles, y vigilarán que en ellos se cobren precios razonables y sea admitido todo el papel moneda circulante.

Como estoy convencido -termina el proyecto- de que existe maíz en abundancia en la capital, el agente general hará que sea vendido al pueblo; y, si los acaparadores continúan en su actitud, entonces se le facultará para decomisar dicho cereal y venderlo a precio razonable, entregando el importe de las ventas a los propietarios de la mercancía.

SE ADMITE EL PROYECTO

Como los delegados Espinosa y Herrera Ponce hicieran suyo el proyecto del ciudadano Valenzuela, la Asamblea lo tomó en consideración; y fue turnado a la respectiva Comisión dictaminadora ...

¿Cuál Comisión? -interrogaron varios delegados.

A la de Gobernación -respondió el presidente.

Muchos de los convencionistas no estuvieron conformes. Aceves y otros más propusieron pasara al estudio de la Comisión de Peticiones. Casta opinó debería pasar a la Comisión de Subsistencia.

La Comisión de Subsistencia no es ponente -observó Aceves ...

Pero está más documentada en la materia -respondió Casta-. Y como la Asamblea, consultada sobre el particular, aceptara que rindiera dictamen la Comisión de Peticiones, la Secretaría invitó a sus miembros para que dictaminasen desde luego.

El ciudadano Ledesma observó que no había quórum, y por ello no debería tomarse ninguna providencia sobre el particular, porque sería ilegal.

La Secretaría, conviniendo en que se carecía del requisito del quórum, en nombre de la Presidencia invitó a los presentes a que siguieran considerando tan trascendental asunto.

Marines Valero
Es verdad que no existe quórum. Pero todo puede resolverse si los que aquí estamos nos comprometemos, cuando haya quórum, a sostener el acuerdo que hoy se tome ...

Casta
No es que yo deje de comprender la urgente necesidad que hay, de conjurar los sufrimientos del pueblo. Yo soy amigo del pueblo. Pero, quiero que las cosas se hagan como Dios manda. Por eso pido que no se resuelva nada sin quórum.

No fue de igual opinión el delegado Pérez Taylor quien invitó al ciudadano Casta a que leyese Los orígenes de la Francia contemporánea, por Hipólito Taine. Y verá que, con quórum o sin él, la Convención francesa hizo que en París fueran guillotinados muchos acaparadores, que también comerciaban con los sufrimientos del pueblo.

Y agregó el joven orador:

Si Orfeo hizo rodar lágrimas por las mejillas de bronce de Plutón, el pueblo, que se está muriendo de hambre, no arrancará, indudablemente, una sola lágrima a los acaparadores. Y puesto que sobre ellos sólo puede hacerse sentir la fuerza bruta, ¡que caiga sobre esas cabezas la espada vengadora y justiciera de la Revolución! Que se quiten a esos malos comerciantes sus mercancías y que se den al pueblo, y, si es preciso, que se llegue al caso extremo y se apele a las medidas más rigurosas.

Esta Asamblea no debe detenerse ante consideraciones de poca monta. Debe atender a la solución del problema pavoroso y evitar a todo trance que el pueblo muera de hambre.

Después tributó ardiente elogio a la Soberana Convención, que se ha conservado pura y no ha tracionado los ideales de la Revolución, y estableció término comparativo con la conducta del señor Carranza, que con su manifiesto recientemente publicado se ha convertido en lacayo de Norte América.

Nosotros debemos continuar siendo revolucionarios; pese a quien pese -terminó- y, si es preciso, ¡que caigan las cabezas de los acaparadores, como cayeron cuando la Revolución francesa!

LA COMISION DE SUBSISTENCIA

Para interpelar a la Comisión de Subsistencia solicitó la palabra el licenciado Díaz Soto y Gama.

A pesar de los discursos pasionales -dijo- cuanto se haga sin quórum, no será legal, y fácilmente será echado abajo por algún delegado atrasado.

¿Para qué buscar nuevas providencias, si esta Asamblea ya tiene dictado un decreto, en 17 de mayo, creando la Comisión de Subsistencia? Ese decreto es lo suficientemente amplio y resuelve la cuestión; pero no se ha cumplido, ya porque el general González Garza no dio las debidas facilidades, o por cualquiera otra causa.

Dio lectura a ese decreto, que en otro lugar publicamos. Y observó:

¿Se han invertido, cuando menos, quinientos mil pesos en la compra de cereales? ¿Se ha aumentado esa inversión hasta la cifra de cinco millones de pesos? ¿El Ayuntamiento, semanariamente, ha fijado el precio a que deban venderse los artículos de primera necesidad? ¿A cuántos comerciantes ha arrestado el Gobierno del Distrito? ¿A cuántos ha multado? ¿A cuántos les ha decomisado sus mercancías? ¿Cuántos expendios ha visitado la Comisión de Subsistencia? Si acaso, algunos al día siguiente; pero, después ... ¡puedo afirmar que ninguno!

En consecuencia -terminó- ya se ha visto que la Asamblea ha dictado las medidas radicales y necesarias que se imponían. Falta ahora que sus disposiciones se cumplan. No es menester estudiar nuevas providencias.

Respondió el ciudadano Casta:

El licenciado Soto y Gama -dijo- es afecto a formular cargos a todo mundo; pero él jamás acepta desempeñar ninguna comisión.

Sólo sabe criticar, sin duda porque sabe que no es lo mismo comer que tirarse con los platos ...

La Comisión de Subsistencia -continuó- fue creada para coadyuvar con el Ejecutivo. A éste fue a quien se facultó para la compra de cereales. La Comisión de Subsistencia no recibió facultad de ninguna clase ...

Díaz Soto y Gama:

Voy a leer a usted el decreto ...

Casta:

Lo conozco perfectamente ...

Díaz Soto y Gama:

Pero no lo cumplió. Lo olvidó, sin duda ...

Casta:

La Comisión de Subsistencia no tuvo facultad alguna ...

DÍaz Soto y Gama:

Pero tenía obligaciones. Tenía que vigilar y ... no vigiló.

Casta:

El Ejecutivo se encargó, porque fue facultado para ello, de traer cereales ... Además, el Gobierno del Distrito y el Cuartel General del Sur se ocuparon de las mismas funciones ... Y, contra el Gobierno del Distrito y contra el Cuartel General suriano, ¿qué íbamos a hacer?

Díaz Soto y Gama:

Sobre todo: ¿qué podían hacer contra la pereza? ...

QUE SE LE DEN AMPLIAS FACULTADES

Acerca de las dificultades con que tropezó la Comisión de Subsistencia, hablaron extensamente los delegados Herrera Ponce, León y Maurilio Acuña. Este hizo saber que el actual Encargado del Ejecutivo les había dado más amplias facultades y puso a su disposición un carro con maíz, que estaba en una estación ferrocarrilera. Sólo que, cuando fueron a recoger ese carro, ya había dispuesto de él la Comandancia Militar ...

Casta opinó que todo podía subsanarse si la Asamblea daba las facultades con que invistió al Ejecutivo, a la Comisión de Subsistencia; y, sobre todo, que en esta cuestión, nada tenga que ver ni el Gobierno del Distrito, ni el Cuartel General del Sur. De otra suerte, subsistirán las mismas dificultades, y él, por su parte, manifestó estar dispuesto a renunciar la comisión que se le confiara.

Pérez Taylor, resumiendo las opiniones expresadas, afirmó que el dilema era perfectamente claro. No se trata ahora de traer artículos de primera necesidad. El problema ha cambiado desde que la capital fue atacada por las tropas constitucionalistas.

La cuestión es esta: aquí, en la capital, existen suficientes artículos de primera necesidad. Se han ocultado, y hasta se ha llegado al extremo de levantar paredes, para que las mercancías desaparezcan de la vista del público. Ahora, lo que debemos hacer, es decomisar, las mercancías de urgente consumo que existen en la periferia de esta metrópoli. Sólo así podremos calmar el hambre que tortura a los desheredados.

Tal proposición fue aceptada por el ciudadano Luis Méndez. Consideró justo se decomisaran las mercancías que han sido ocultadas y cuyos propietarios no quieren vender a justo precio.

Y, aun cuando no haya quórum -terminó- propongo que una comisión de delegados visite al Ministro de Gobernación y le haga saber que, ante el peligro que amenaza al pueblo, esta Asamblea ha acordado que se fije una lista de precios, la cual debe regir desde el día de mañana, y que se active la vigilancia y sean castigados con el mayor rigor los comerciantes que burlen nuestras disposiciones.

El Lic. Díaz Soto y Gama, nuevamente observó que con dar cumplimiento al decreto de 17 de mayo bastaría para resolver el problema.

Méndez insistió en la conveniencia de que una comisión se acerque al Ministro de Gobernación, quien está en la mejor disposición de dictar las medidas que se necesiten; y así que los miembros de la Comisión de Subsistencia pidieron permiso para retirarse del salón e ir al cumplimiento de su cometido, la Secretaría participó que la Comísión de Peticiones había manifestado no poder dictaminar inmediatamente sobre el proyecto del ciudadano Valenzuela. Prometió hacerlo por la noche y dicho dictamen se dará a conocer al siguiente día.

Y, por último: la propia Secretaría hizo saber que la Presidencia no habiendo quórum, consideraba no poder dictar ninguna providencia sobre la cuestión que se había discutido; pero que sí haría que se cumpliesen acuerdos anteriores, y al efecto ya recordaba el decreto de 17 de mayo último, que se repartirá profusamente entre los comerciantes, para que conozcan el castigo que les amenaza, de continuar en su misma línea de conducta.

A las seis de la tarde se dio por terminada la junta, citándose para esta tarde, a las cuatro.

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