Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 2 de marzo de 1915 Sesión del 3 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 2 DE MARZO DE 1915

Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo
Segunda parte


El C. Zepeda
(Para una rectificación) Tengo que advertir que, según parece, no solo Morelos está comunicado con este centro, tenemos también Guerrero, y tengo entendido que también el Estado de México, creo que estamos comunicados con Toluca y con otros puntos; pero, en fin, entendidas las razones expuestas, ya me pondré a meditar más sobre el asunto.

El C. Cervantes
(En pro) El señor delegado Zepeda ha venido a razonar con toda honradez y ha razonado bien, solamente que la base de sus razonamientos ha sido un concepto falso y, en consecuencia, razonando sobre base falsa, todos los conceptos del señor Zepeda son erróneos.

De las frases del señor Zepeda se desprende claramente que influyó en su ánimo, de un modo poderoso, aunque no lo expresara así, la idea de que el Encargado del Poder Ejecutivo iba a retirarse del poder, porque argumentando sobre el retiro de facultades extraordinarias, viene a hablarnos de los temores grandes que abriga su ánimo de que la nave, con la falta del timonel o del capitán, pueda estrellarse contra los múltiples arrecifes que nos presentan las luchas intestinas.

El señor Zepeda no ha estado en lo justo; el capitán del barco, que así puede llamársele sin pretender halagar su personalidad, porque yo no halago a nadie con falsedad; el capitán del barco, repito, no ha temblado, como se imagina el señor Zepeda que ha sucedido; el capitán de esa nave, pequeña, por cierto, puesto que se limita a un Estado y fracciones de otros dos, es un hombre honrado y en quien yo siempre he admirado y en quien me complazco en sancionar un enorme valor civil; así lo ha demostrado en sus campañas políticas, y así lo creo yo ampliamente dotado de él; de tal manera, que dificultades de ningún género lo detendrían en el cumplimiento de su deber; pero reflexionando en perfecta justicia y en perfecta lógica debe convenir el señor delegado Zepeda, mi apreciable amigo, como mis apreciables colegas los señores delegados, en que el señor Presidente, dándonos pruebas de una sensatez mucho más grande que nuestra decantada sensatez colectiva, ha venido simplemente a pedirle razonable, justiciera, necesaria, indispensable, lógica, naturalmente a esta Honorable y Soberana Asamblea, que le quite nombre a una cosa que no debe llamarse así, porque se pretende llamar facultades extraordinarias a lo que no son facultades ningunas.

Señores delegados:

No sólo nó son extraordinarias, sino que no son facultades; de manera que el señor Presidente, con sobrado talento en esta vez, viene a decirles a los señores que defienden el parlamentarismo a su manera y que pretenden que el Encargado del Poder Ejecutivo sea un monigote, viene a decirles:

Señores: se me han dado facultades extraordinarias, y esto es una irrisión, yo no tengo ni siquiera facultades, cuanto más facultades extraordinarias.

Señores: muchos de vosotros queréis que el Encargado del Poder Ejecutivo sea un títere; pUés bien, yo me complazco, con la honradez de mis principios, en ser un títere, si aunque sea como títere me mantengo en mi puesto y salvo una parte de los principios por los que hemos luchado. (Aplausos)

Yo quiero que, como consecuencia honrada del paso que se da, que es perfectamente justiciero, el señor delegado Zepeda se disuada de las dudas que han surgido en su ánimo, con perfecta honradez; porque si se analiza honradamente por el público en general, por el pueblo mexicano, la circunstancia de quitarle al Presidente esas facultades extraordinarias, podría ciertamente, sin conocimiento de causa, juzgarse que nosotros cometíamos un acto que deprimiera su dignidad de alguna manera; pero debe tenerse bien entendido que los antecedentes y las circunstancias de este paso que damos, van a constar de tal manera, que todos los individuos a quienes llegue la noticia de que al Presidente se le han retirado las facultades extraordinarias que la Asamblea le otorgó, comprenderán al mismo tiempo que, en vez de deprimirlo, lo engrandece más todavía, porque no hemos hecho más que quitarle al Presidente una irrisión de facultades que lastimaba su dignidad. Pero yo creo que los señores delegados que han suscitado esa necesidad o que la han llevado a la práctica, no tardarán en convenir en que, puesto que aceptan las razones del Encargado del Poder Ejecutivo, aceptan el hecho de que el Encargado del Poder Ejecutivo no tenía facultades ningunas. Y como en época revolucionaria debe haber quien tenga esas facultades, y como esas facultades traen consigo una obligación, debe haber alguno o debe haber varios que tengan la responsabilidad consiguiente a esas facultades; de tal manera que en el caso presente y según una duda que surgió muy justamente en el ánimo del señor delegado Orozco, en tanto que no se decrete el parlamentarismo y se ponga en ejercicio, resultará que no hay responsables de los actos de cada Ministerio.

Yo pido a los señores delegados que reflexionen con honradez en el asunto, que siquiera en este caso, para satisfacer a nuestras conciencias, debe haber hombres responsables de los actos que se efectúan en el desempeño de cada uno de los Ministerios. Yo no sé a quiénes deben concedérseles; la lógica indica que a aquellos que han ejercitado esas facultades, deben declarárseles, para que tengan también las responsabildades. Pero lo dejo, repito, a la conciencia de mis colegas, los que se sientan honrados y los que piensen con reflexión en la justicia.

Quisiera extenderme en algunas otras consideraciones; pero ya abundantemente las hemos explicado mis colegas y yo, y por eso voy a poner punto final a esa mi peroración, suplicando solamente a los señores compañeros en quienes pueda surgir una duda como la que surgió en mi amigo el señor delegado Zepeda, que no se imaginen ni por un momento que el Encargado del Poder Ejecutivo temblaría, por difícil que viera amenazarle la situación.

Estoy seguro de que en su ánimo no existe la intención, ni remota, de alejarse de cualquier peligro, si lo afronta en bien del pais, y estoy seguro también de que la intención de alejarse del puesto que tiene, aunque sea un puesto de escasa monta, no la abrigará, porque desempeña entre nosotros un papel fundamental, que moralmente debemos reconocerle.

Yo entiendo que el señor González Garza constituye aquí un lazo de unión, un trait d'union, entre los elementos del Sur y los del Norte, porque él, aunque no guíe la nave de este pequeño país, que se ha quedado muy independiente de aquel en que luchamos, significa, sin embargo, un gran elemento del Norte y un gran elemento de lealtad, ante el que nosotros nos inclinamos, sin otra intención que la de hacer que en nuestras almas y en nuestras conciencias haya una honradez tan grande como la que él posee. (Aplausos)

El C. secretario
Sigue a discusión.

¿No hay quién tome la palabra?

En votación económica se pregunta si se considera suficientemente discutido.

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido.

Se pone a votación. (Se leyó nuevamente el dictamen)

Los que estén por la afirmativa, es decir, por aprobar el dictamen, sírvanse 'ponerse de pie.

Aprobado.

Acto continuo, el ciudadano secretario dio lectura al siguiente dictamen formulado por la Comisión de Hacienda:

Tomando en consideración las poderosas razones expuestas por el ciudadano Presidente de la Convención, Encargado del Poder Ejecutivo, al declinar el uso de las facultades extraordinarias en el Ramo de Hacienda, que tenía concedidas, por decreto de esta misma Soberana Asamblea, nos permitimos someter a vuestra deliberación el siguiente

ACUERDO

Unico. Es de aceptarse y se acepta la renuncia que el ciudadano Presidente de la Soberana Convención Revolucionaria, Encargado del Poder Ejecutivo, se sirve hacer de las facultades extraordinarias que tenía concedidas en el Ramo de Hacienda.

Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria.
Cuernavaca, Morelos, marzo 2 de 1915.
Héctor Fierro.
José G. Nieto.
Antonio Mesa y Salinas.

Está a discusión.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Nieto, para fundarlo.

El C. Nieto
Señores delegados:

La Comisión, al presentar a la aprobación de esta H. Asamblea el dictamen que acaba de leer la Secretaría, ha tenido en cuenta, más que todo, un alto espíritu de justicia. En efecto, todo derecho trae consigo una obligación, y toda obligación trae consigo una responsabilidad. Sentado este principio, vengo a deciros que la Comisión ha creído que el derecho de tener facultades extraordinarias en el Ramo de Hacienda, el Encargado del Poder Ejecutivo, ciudadano González Garza, le ha impuesto una obligación y con esta obligación le ha impuesto una responsabilidad.

Ahora bien, es público y notorio y resulta por demás argumentar en este sentido, que ni en el Ramo de Guerra, ni en el de Gobernación, ni en el de Hacienda, como se acaba de decir, ha tenido prácticamente, el Ejecutivo, no sólo facultades extraordinarias, pero ni siquiera facultades ordinarias de ninguna especie; ¿cómo, pues, se le podrian entonces exigir responsabilidades?

La Comisión cree que no pudiendo usar esas facultades extraordinarias, en el terreno de la práctica, por múltiples motivos que no es del caso referir, al Encargado del Ejecutivo tampoco se le podrían exigir responsabilidades, y he aquí por qué la Comisión cree que es un acto de justicia aceptarle la renuncia que ha hecho de tal prerrogativa.

Por lo demás, señores, también es un hecho que debe tómarse muy en cuenta, que desde que llegamos a Cuernavaca se ha estado agotando a pasos agigantados el pequeño tesoro que se trajo de la ciudad de México; aquí no ha ingresado un solo centavo, y los gastos, en cambio, han ido creciendo de día en día, como si se tuvieran grandes reservas.

¿Qué va a hacer, pues, el Encargado del Poder Ejecutivo, una vez que se agote el último centavo del tesoro? Yo creo que no iremos a pedirle que, como el Moisés de la leyenda bíblica, toque con su varita de virtud la piedra mágica, para que brote de allí el maná de los dineros públicos.

A mayor abundamiento, ¿no se ha dicho aquí, enfáticamente, que el Ejecutivo, de hoy en adelante será un monigote, será un fetiche? Vamos, pues, asumiendo de una vez por todas toda la enorme responsabilidad que hemos querido cargar sobre nuestros hombros; aceptémosla honradamente, asumiendo las facultades que antes tenia el ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo, así en los ramos de Guerra, Gobernación y Hacienda, para que sepamos prácticamente qué diferencia hay entre venir a pronunciar discursos calumniosos y ejercitar dignamente, concienzudamente, el derecho teórico que el Ejecutivo tiene en los ramos cuyas renuncias acaba de presentar.

Muy pronto nos vamos a ennfrentar con el problema; muy pronto vamos a ver aquí que todos los discursos que hemos pronunciado en estos días, son inútiles y ridículos; muy pronto vamos a saber que no es lo mismo decir, calumniosamente, que el Encargado del Poder Ejecutivo abusa de esas facultades, que usar de ellas con toda responsabilidad y conciencia.

Así, pues, señores, para no hacer cansada mi peroración, ya que todos los argumentos en pro de la renuncia que presenta el Ejecutivo, de las facultades extraordinarias en el ramo de Hacienda, se han dicho al tratarse el mismo asunto, en los ramos de Gobernación y Guerra, pido que todos los delegados, por un acto de justicia, aprobemos esa renuncia; el ciudadano Presidente Encargado del Poder Ejecutivo, con una lección de patriotismo y de dignidad, nos ha dado también la oportunidad de palpar por nosotros mismos, que con todo y nuestra soberanía, con todo y nuestra infalibilidad, con todo y nuestros pasionalismos, no vamos a hacer nada de provecho en el actual momento histórico, en ninguno de los ramos que imprudentemente queremos administrar desde nuestras curules.

Pido un voto aprobatorio para el dictamen, y conste que en estos momentos no me guían, por manera alguna, sentimientos de pasionalismo, sino simplemente un alto espíritu de justicia, como dije al principio. (Aplausos)

El C. secretario
Sigue a discusión.

El C. Fierro Héctor
Pido la palabra como miembro de la Comisión.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Fierro.

El C. Fierro
Ciudadanos delegados:

Yo considero justificada la concesión de facultades extraordinarias en el ramo de Hacienda, cuando como en épocas por las que desgraciadamente atravesamos, el Ejecutivo, el Primer Magistrado de la Nación, tiene necesidad de responder frecuentemente a exigencias que en asuntos hacendarios reclama la guerra y las operaciones militares en general; pero como aquí, con razón o sin ella, honrada o malévolamente se ha puesto en duda la honorabilidad, la probidad del actual Encargado del Poder Ejecutivo; como miembro de la Comisión de Hacienda creí justificado signar el dictamen que se ha puesto a discusión, interpretando de ese modo el sentir de la Asamblea y haciéndole justicia al Encargado del Poder Ejecutivo, que quiere privarse de enormes responsabilidades para el porvenir, cuando en un momento crítico se le hacen cargos tremendos, que quizá pudieran probársele o que quizá fuesen difamatorios.

El dinero es siempre el objeto maldito que sirve para corromper las conciencias y para sobornar los pensamientos honrados. En la actualidad, la República entera duda de la honradez de los revolucionarios y a menudo, decir revolucionario, es decir ladrón, para los que no conocen los buenos sentimientos de quienes luchan en pro de las libertades públicas. Por eso, para que aquí a cada momento y a todas horas el público se entere de cómo se invierte el tesoro para los enormes gastos que reclaman las exigencias de la guerra, debemos exigir que para cada gasto que se haga, previamente se nos presente un presupuesto, y privando al Ejecutivo de las facultades extraordinarias, lo lograremos, sin duda; de este modo, como lo dijo el señor Montaño en otra ocasión, no habrá puras manos sino que habrá manos puras y estaremos más a cubierto del cargo de ladrones que quizás algunos enemigos nos pudieran hacer en el porvenir. (Aplausos)

Pido, pues, a la H. Asamblea que aprobemos el dictamen que está a discusión, y de este modo haremos un acto de justicia. (Aplausos)

El C. Palacios Moreno
Señores delegados:

Brevemente voy a exponer a ustedes la razón que considero fundamental para que el Encargado del Poder Ejecutivo no tenga las facultades de que estaba investido; la razón es obvia: en la región donde se encuentra, nadie paga un solo impuesto; el Encargado del Ejecutivo no tiene elementos coactivos para hacer que se paguen impuestos; todo el mundo explota las haciendas y nadie contribuye; en este Estado no se hace ninguna recaudación para los gastos públicos; en consecuencia, ¿para qué le sirven al Ejecutivo facultades de ninguna especie en el ramo de Hacienda?

Por lo que se refiere a los pagos, el Poder Ejecutivo no tiene más que cubrir las exigencias del ejército que está combatiendo; las ha cubierto en la medida de las fuerzas del tesoro y no queda ya dinero; en consecuencia, salen sobrando también por este capítulo, dichas facultades extraordinarias. (Aplausos)

El C. secretario
Sigue la discusión.

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a los señores delegados si se considera suficientemente discutido el punto.

Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido.

Se pone a votación el dictamen. (Nuevamente se leyó)

Los ciudadanos que estén por la afirmativa, es decir porque se apruebe el dictamen, sírvanse ponerse de pie.

Aprobado.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo.

El C. González Garza
Señor, Honorable Asamblea:

Me siento satisfecho y, sobre todo, liviano, porque me habéis quitado una enorme carga que tenía encima. Ya puede mi conciencia y mi modo de ser, obrar libremente y hacerme la ilusión, por cierto muy grata, de que no soy Ejecutivo, sino que soy un compañero vuestro que desde la curul viene a elevar su voz para puntualizar ideas y precisar hechos.

Algún orador ha dicho que no existe pugna alguna entre esta H. Asamblea y el Ejecutivo, y yo vengo a decir que es cierto que no existe ninguna pugna entre el Ejecutivo y la Asamblea, pero sí existe una pugna marcadísima entre dos o tres miembros de la Asamblea, hacia el Ejecutivo. (Aplausos)

¿De dónde dimana esa pugna? Simple y sencillamente, señores, de una carta honrada, sincera, expresión viva de mi pensar y de mi sentir con respecto a la Revolución, que me he permitido dirigir, más que al señor Otilio Montaño -en quien veo yo al representante genuino de la raza aborigen, de la raza de Morelos-, al señor Soto y Gama, que desde hace días acá ha dado la vuelta, ha cambiado y se ha puesto en contra del que siempre le ha tendido la mano de amigo, aquí y en Aguascalientes. (Aplausos, bravos y voces: ¡Viva! ¡viva!)

Yo amo, como el que más, a la tierra de mis mayores, y, sobre todo, a la que alberga a la raza indígena, y mis hechos y mis acciones están por encima de cualquier duda, porque yo soy el primero que doy al indio lo que es del indio, y por eso he luchado, por más que mi fisonomía y mi sangre digan que no soy indio. (Aplausos)

¿Qué otra cosa, señores Díaz Soto y Gama y Montaño, os díje en mí carta a que me refiero? ¿No os pedía única y exclusivamente vuestra ayuda para poder salir avante en las múltiples dificultades que el difícil puesto que me habéis encomendado constituye para mí? Sobre todo, ¿para qué me contestáis una carta tan amable, en donde convenís conmigo que es cierto lo que os digo, y aquí, en la Asamblea, y a sotto voce, váis a decir que me he vuelto un tirano y un dictador que no quiere más que todo el poder para subyugaros? (Aplausos)

Yo creo que no hay necesidad de leer esa carta y la contestación de esos señores. (Voces: ¡Sí, que se lea!)

Yo sólo sé decir, señores delegados y pueblo que me escucháis, y soldados que estáis aquí presentes, esperando la orden de la Convención para ir a combatir en unión de los que están cayendo denodada, valientemente en la línea de fuegó en México, que muchos representantes del Sur, que se hallan aquí, están muy lejos de cumplir con sus obligaciones y de venir a expresar las ideas que dominan en las conciencias de sus comitentes, es decir, de sus representados. (Aplausos)

Parece que ha habido silencio sobre este punto, y puedo aseguraros que el señor general Emiliano Zapata lleva una cordial amistad con el Ejecutivo y atiende absolutamente todas sus indicaciones. El Ejecutivo admira y estima la abnegación de ese hombre y, en cambio, el Lic. Soto y Gama, su representante, desde que llegamos aqui hace una obra obstruccionista, una obra que pugna con la División del Norte, que yo fui el encargado de traer aquí. (Aplausos y bravos)

Sobre este tema muy bien podía, señores delegados, disertar dos horas consecutivas; pero no quiero agriar los ánimos, quiero dejar una vez más sentado para siempre que el Ejecutivo ha cumplido con su deber y está dispuesto a cumplir con su deber, y que, como consecuencia inmediata y lógica de lo que acabáis de aprobar, se impone el nombramiento de Ministros, siempre y cuando tengáis a bien enviarme el documento respectivo, contestando la observación que, conforme a derecho, hice en la ciudad de México, inmediatamente después de la evacuación.

Sé de positivo que se me ha hecho el cargo, de que con subterfugios he detenido el nombramiento de Ministros, y éste es un cargo asaz, falso y pérfido, porque si vosotros fijáis vuestra atención en el texto expreso del articulo primero del Proyecto de Reglamentación del Poder Ejecutivo, que tuvisteis a bien aprobar en la ciudad de México, notaréis que alli estaban unas frases que más o menos tienen esta idea, porque no la recuerdo exactamente: que el que substituyera al ciudadano general Eulalio Gutiérrez, etc., etc.; y como yo fui el que lo substituí, por un escrúpulo de honradez del cual no me arrepiento, hice hincapié para que la H. Asamblea tuviera la bondad de recapacitar y reconsiderar los puntos.

Pues bien, una acción tan noble, tan desinteresada, que con sólo haber callado ese punto podría haber continuado como Ejecutivo durante todo un año, sé perfectamente de ciencia cierta que se ha tomado por el lado inverso, que se cree que quiero cOntinuar en el Poder Ejecutivo, y en estas condiciones, cuando la guerra está tan cruenta, cuando todos nos hacemos cruces, cuando todo se vuelve puras iniciativas y nadie obra cuerdamente, organizadamente, ordenadamente, es una enorme carga que bien quisiera que vosotros me la quitarais; porque la verdad de las cosas es que sin vuestra ayuda, sin ayuda de los que se dicen directores aquí, es materialmente imposible sobrellevarla.

Os prometo que tan luego como tengáis a bien enviarme ese documento, enviaré incontinenti la lista de los que yo considero capaces de poder desempeñar las distintas carteras, para que entonces esos señores, si son aprobados para esas carteras que se les propongan, sean los responsables en los distintos ramos y yo contentarme con hacer las indicaciones que crea prudentes en el terreno que me está encomendado y como hasta ahora lo he hecho.

No ignoráis que ha habido incidentes verdaderamente fuertes, mucho muy desagradables, en donde podía yo haber puesto de mi parte las atribuciones que bien o mal me disteis, facultándome en los ramos extraordinarios de Guerra, Hacienda y Gobernación y, sin embargo, por un gran espíritu de cordialidad, por un espíritu verdaderamente amplio, por un espíritu que siempre he tenido, de ver siempre por el triunfo de la Revolución y no por el triunfo inmediato de un hombre o de una Corporación, no lo he hecho. Sabéís perfectamente bien que la conducta que he observado absolutamente con todos los jefes del Sur, no ha tenido tacha, aunque desgraciadamente, y ésta no es culpa mía, al señor Soto y Gama no le agrade esta actitud. (Aplausos)

El día que las circunstancias hicieron que el que habla se elevara ante la opinión de sus compañeros dentro de la Convención a una altura que nunca creyó llegar, sentí un desaliento inmenso cuando esta Asamblea me designó Encargado del Poder Ejecutivo, porque en el fuero interno mío me hice esta reflexión: ¡qué pobre y qué escasa está mi Patria de hombres, para ocupar un tan alto puesto! (Aplausos)

Y acepté, no con la sonrisa en los labios, no haciéndome la ilusión de que iba yo a estar gozando de prebendas y de beneficios, sino acepté, seguro de que la pura aceptación de ese cargo había de ser para mí, como lo es y lo será incuestionablemente, todo un Calvario, y vosotros lo estáis viendo.

¿Por qué acepté? Acepté porque las circunstancias fortuitas me tenian colocado en el puesto de Presidente de la Convención y, en segundo lugar, porque el destino quiso que en ese momento fuera, como fue, bien lo dijo un orador, el trait d'union entre la División del Norte y el Sur, y las circunstancias en ese momento en la ciudad de México no permitían andar con medias tasas, se era o se dejaba de ser; cualquiera de las dos cosas.

He allí por qué acepté y he ahí por qué en favor de la unión del Norte y del Sur, que yo estoy dispuesto a continuarla y si es posible hasta sacrificarme aquí, me encontráis encerrado de día y de noche en ese Palacio, porque tengo la absoluta seguridad de que el día en que la liga Norte y Sur, Villa y Zapata no exista, la Revolución habrá dejado de triunfar, la Revolución se hundirá y entonces la más formidable de las reacciones acabará con todos nosotros. (Aplausos nutridos)

De manera, señores, que ya lo sabéis; seguid en vuestras discusiones, seguid trabajando sobre vuestros asuntos, seguid proponiendo todas las reformas que queráis; pronto habrá un Gabinete surgido de aquí y, os lo anuncio, el Ejecutivo va a proponer como miembros del futuro Gabinete, a puros miembros de la Delegación del Sur, para que al Norte, de quien soy el representante, no se le pueda poner una tacha, ni se diga que puede tener predominio sobre el Sur, nuestro hermano, porque allá está el otro hermano que nos espera triunfante en el Norte, para tendernos la mano y hacer la paz en la República. (Aplausos nutridísimos, y bravos)

El C. presidente (dirigiéndose al ciudadano Montaño)
¿Tiene usted ínterés especial en que el señor Presidente escuche la peroración de usted?

El C. Montaño
Sí, señor.

El C. González Garza
Con mucho gusto lo haré, señor delegado.

El C. Montaño
Señores delegados:

Cuando se inició esta Revolución, todos aceptamos un credo y una idea, protestamos ser mártires de esa idea y sostener a todo trance el criterio, sostener a todo trance el evangelio que nosotros infiltramos en el alma del pueblo; desde aquel momento, nosotros aceptamos la cruz de la redención del pueblo, hicimos el juramento muy especial de sostener a todo trance nuestros ideales, de sostener a todo trance nuestro credo y el evangelio que, como he dicho, vive y vivirá siempre en la conciencia del pueblo; puesto que ese criterio, puesto que ese evangelio, están basados en la justicia, tienen por alta cúpula el gorro frigio de la libertad del pueblo; y cuando en estos momentos trascendentales por que atravesamos, he escuchado a través de algunos días algunos sucesos desagradables que realmente conmueven el alma de algunos de nosotros, no he podido menos que expresar libre y francamente mis ideas acerca de esto y con todo respeto, principalmente en este momento solemne, en que el señor Presidente de la Convención, Encargado del Poder Ejecutivo, ha venido a manifestar conceptos que creo conveniente contestar.

Vosotros sabéis perfectamente la historia de esta H. Convención desde su iniciación en Aguascalientes, vosotros habéis comprendido y habéis visto, por lo mismo, todos los sucesos que han tenido lugar hasta aquí, y nadie, como vosotros, en vuestra conciencia encontrará los tropiezos con que ha venido caminando hasta llegar aqui, ¡cuántos hombres han conspirado contra ella, cuántos hombres, entre las sombras, han laborado intrigas, cuántos hombres se han opuesto a los lazos de unión que han existido entre nosotros, entre los surianos y los del Norte, sintetizados por dos símbolos de gloria: el general Villa y el general Zapata; que aunque lo pretendan los intrigantes y los politiqueros, esta unión jamás se romperá, porque es eterna, porque esa unión está sostenida por el pueblo y la sostendrá el amor a la Patria, y la sostendrá el amor del pueblo! (Aplausos)

Desde hace algún tiempo, todos vosotros habréis observado cuántas intrigas se han suscitado contra esta Honorable Convención, contra esta Asamblea. Desde Aguascalientes, vosotros tenéis presente quién fue el primero que la traicionó.

Señores, parece que la prensa, la voz pública, la opinión pública, dio un fallo contra un hombre que se llama Villarreal; todos vosotros sabéis perfectamente que ese Villarreal fue un engendro de intrigas en aquella Honorable Asamblea; todos vosotros sabéis que ese Villarreal fue la estatua más formidable que he visto, la estatua más formidable que he podido conocer, de la traición, el hombre que pudo manejar los hilos de la traición entre sus manos, y el que pudo hacer ceñir en el cuerpo y en el alma de otros hombres, la túnica de Judas.

Desde entonces, señores, todos vosotros habéis visto desbordar los lamentables sucesos que se han desbordado en esta Honorable Asamblea, en esta Honorable Convención, que está llamada a resolver los destinos del pueblo mexicano.

A continuación de Villarreal, todos vosotros sabéis que hubo un hombre, un hombre negro también, señores, que tuvo entre sus manos los hilos de la intriga, de la politiqueria infame; ese hombre, que vosotros conocéis, se llama Martín Espinosa; ya véis, señores, lo ungisteis con vuestro voto, y, sin embargo, ya véis cómo desacreditó a esta Honorable Asamblea, cómo desacreditó los principios que defendemos, y cómo supo ceñirse la túnica del Iscariote.

Desde entonces, hemos venido tropezando paso a paso, con esta Convención, tropezando quizá con una ceguedad de pasiones tormentosas, con una tempestad de calumnias infames y de pasiones; señores, ¿qué está por cernirse sobre nuestras cabezas, sobre nuestros corazones y sobre todas nuestras almas? Está por cernirse esa tempestad de pasiones, pero que no logrará, como pretende, aplastar a esta Honorable Asamblea, porque creo que vive en el alma de los principios, y al vivar en ella, señores, si los hombres desaparecen, volverán otros, a infiltrarse en el alma de los principios.

Todos vosotros sabéis nuestras condescendencias con nuestros hermanos del Norte, todos vosotros comprendéis que los hemos secundado en todo.

Respecto a principios, a nosotros no nos han preocupado jamás las personalidades, y todos vosotros, compañeros del Norte y del Sur, perfectamente sabéis que así ha sucedido, y tan es así, que cuando se envió al Presidente Gutiérrez, todos vosotros sabéis que habéis hecho un papel de autómatas, ¿por qué? Porque hemos querido sostener nuestra alianza, nuestra confraternidad universal' para la Revolución del país.

Todos vosotros sabéis, hermanos del Sur, que nosotros no nos fijamos en qué personalidad se elegirá para el Poder; todos vosotros, señores compañeros, pudisteis observar que nosotros secundamos a nuestros compañeros al elegir a ese hombre, al darle el poder, al ungirlo con la investidura de Primer Magistrado de la República, de Presidente Provisional emanado de la Revolución.

Ya véis, que a pesar de ser condescendientes con vosotros, que a pesar de haber ungido a ese hombre con la investidura que se le dio, que el Sur os ha dado múltiples testimonios de ser vuestro aliado condicional, solamente en los principios, pero incondicional respecto de las perspnas. ¿Cómo correspondió el general Gutiérrez, ese ex presidente, a esta H. Asamblea? Visteis las intrigas que elaboró contra esta H. Asamblea y el papel que desempeñó contra ella. En la misma capital de la República, ningún dominio tuvo; porque ese hombre, ese mandatario ungido por los votos de esta H. Asamblea, realmente desempeñó el papel de un analfabeto político, y un papel todavía más triste, el de Iscariote, traicionando nuestras convicciones y nuestro credo y, por último, salió fugitivo de la capital de la República, después de haber elaborado intrigas contra esta Asamblea y tal vez, un atentado entre las sombras, contra ella; que quizá desde entonces se esculpió en varios pensamientos traidores, la idea de disolver esta Asamblea; porque se ha dicho en todos los tonos, en todos los conceptos, aunque no quiero expresarlos -que lo digan las versiones taquigráficas-, de qué manera está calificada esta H. Asamblea.

No es mi propósito en este momento desatar un torrente de odio, o de pasiones, ni tampoco suscitar discordias; porque no estoy acostumbrado a ellas. Estas sólo pueden surgir por cuestión de principios, por discusiones, por amor a la Patria, por cuestiones de sacrificio por la misma, por la bandera revolucionaria, por el honor de la Revolución, por beneficiar al pueblo, por destrozar las cadenas que atan al pueblo; pero nunca deben suscitarse discordias por personalidades, nunca tan sólo por una personalidad, por dos o tres.

Nosotros los del Sur, siempre sostendremos la bandera de la concordia y de los principios, la bandera de la concordia dentro de los principios de nuestra unión, dentro del alma de la Patria y dentro del alma de las libertades que hemos ofrecido al pueblo.

Así, señores, he esbozado los pasos que ha dado esta Honorable Convención, y los hombres que han figurado en ella; cuando venimos aquí un grupo de dos o tres personas que vosotros conocéis perfectamente, y que viven dentro del alma del pueblo, y que el pueblo mismo y la opinión pública los juzgará; esas personas, como bien lo visteis obstruccionaron hasta donde les fue posible, los problemas que tratamos de resolver, las iniciativas que se presentaron, realmente fueron discutidas hasta donde nos ha sido posible. Laborando entre las sombras esos hombres, preparando golpes verdaderamente teatrales, nos han arrastrado hasta el fondo de un abismo. Creyendo que esas tres personas que nos han arrastrado hasta el fondo de un abismo, no lograrán romper esa unión que hemos jurado con Villa y con Zapata; esa unión será siempre consolidada por los hombres del Sur, que son de buena voluntad y por los hombres del Norte y del Sur, unidos, que saben amar a la Patria, y estimar al pueblo, a la libertad y a la reforma, que debe colocarse en ese esplendoroso cielo de la Patria. (Aplausos)

Después de atravesar por múltiples dificultades, después de dominar insuperables escollos, se habla en este momento de suscitar un conflicto. La Mesa comprendió que nuestro deber, a pesar de tener tres personas en pugna, que con el teje y maneje de las intrigas, son los que han laborado contra nosotros entre las sombras para romper la concordia; esos politiqueros, señores, después de tener el ingenio para preparar comedias políticas, después de observar su conducta hasta donde pudimos observarla, creímos de nuestro imperioso deber, haber hecho la dimisión de nuestros cargos de la Mesa. tanto yo como el señor Soto y Gama. También la Mesa se vio en el caso de hacerlo, porque fué completamente obstruccionada en el cargo que desempeñaba, porque comprendió que era la mejor manera de solucionar el conflicto, agobiada por los intrigantes, que a cada momento nos hostigaban con insultos y odios.

Comprendimos que la mejor manera de laborar en pro de la concordia y de la buena unión, era descender de esos puestos y laborar al lado de nuestros hermanos. Nosotros no vamos en pos de las personalidades, nosotros pugnamos con el poder de los puestos públicos; siempre hemos seguido esta conducta, y creo que todos los compañeros tienen en su conciencia, que los nuestros no se preocupan de los puestos públicos. Hasta aquí no se han preocupado por las prebendas, por las canonjías, por los privilegios de ninguna especie; sólo quieren y han querido, la salvación de la Patria y del pueblo; que lo que se le ha predicado, se haga efectivo; que no hagamos como lo hizo la Revolución de Tuxtepec, y todas las revoluciones pasadas, permitidme decirlo, de hace más de un siglo, que no han cumplido sus promesas, como pretende cumplir al pie de la letra, la Revolución del Sur y creo que también la del Norte ofrece cumplir al pueblo lo que le ha ofrecido.

Después de haber hecho esta renuncia, en la conciencia de todos vosotros está que nuestro deber era vivir en concordia y en buena unión con todos los compañeros; en todas las conciencias existen las razones que tuvimos para descender del puesto que nos confió la Asamblea, y ya sabéis quiénes provocaron la renuncia de nuestros puestos y la elección de la nueva Mesa.

¿Quiénes fueron los que lanzaron la idea de la renovación de Mesa, acaso los de la Delegación del Sur? Hubo entre la delegación del Norte, uno que lanzó la idea de la renovación, y fue aceptada. Visteis que todos mis compañeros fueron llamados a una transacción, porque se nos obligó a asistir a una junta privada, que yo hubiera deseado que hubiera sido pública, porque nosotros no acostumbramos laborar entre las sombras, porque los surianos estamos impuestos a deliberar a la luz del día. No hacemos nada a ocultas, queremos que nos juzgue ese tribunal de la opinión pública, para que sepa establecer las apreciaciones que se merezca el hombre que obra mal; pero, sin embargo, por condescendencia a nuestros compañeros del Norte, accedimos a esa junta privada y que todos vosotros conocéis a qué se redujo. Se nos solicitó la reelección del presidente actual de la Convención, a lo cual accedimos, dando nuestras razones; la reelección del presidente de la Convención, y entonces convenimos precisamente, en que se renovaran a los demás miembros de la Mesa, como hasta aquí se ha hecho, a pesar de haber mostrado nuestras razones de peso y de convicciones, no porque el señor Encargado actual del Poder Ejecutivo sea antagonista, no, soy yo el primero, en reconocerlo, que en lo personal, creo que es un amigo, apreciable por mil títulos y lo reconocerá también el compañero Soto y Gama.

Creo que respecto de su personalidad, nada tenemos que objetar, absolutamente nada; lo hablo aquí públicamente. Como nunca hemos tenido qué objetar respecto a su personalidad; pero sí respecto del Poder Ejecutivo, de ese Poder Ejecutivo, no actual, del Poder Ejecutivo que se ha instalado desde que México existe, hasta aquí que se registre en los anales de los ejecutivos pasados, esos que se nombraban Presidentes de la República, y no lo eran, esos que tenían el título soberbio de Presidente, ungidos con la soberanía popular sin serlo, esos poderes ejecutivos que no eran más que dictadores y más que dictadores, monarcas sin corona; contra ellos nos hemos rebelado, sí señores, y antes que ser esclavos de esa clase de déspotas no detendré mi lengua, ni mis labios, para escarnecerlos siempre; antes que ser esclavo estando vivo, prefiero ser libre estando muerto.

Asi es que, señores, precisamente de allí vinieron las condiciones que están allí establecidas, condiciones que fueron aceptadas por los señores del Norte, condiciones que se estipularon aquí en junta privada, y que hoy han venido a provocar este conflicto, entre el señor Encargado del Poder Ejecutivo y la Asamblea.

Me llama alta y positivamente la atención, que en lo convenido en una sesión, en una junta privada a la cual accedimos gustosos, que ahora se haya preparado este desenlace que no esperábamos de los señores del Norte, y que realmente lamento, porque es contra la Patria y contra la integridad de esta Convención.

Este desenlace no lo esperábamos de los del Norte, porque, por nuestro honor, nos comprometimos a llevar a la vía de la realidad ese documento en donde consta la cláusula estipulada, documento que vive en toda conciencia honrada, y en donde realmente figura el pacto celebrado entre el Sur y el Norte y que si en este momento no queréis cumplir, no quiero emitir un adjetivo denigrante para vosotros, pero que el pueblo nos juzgue y que la Patria sepa apreciar lo que nosotros hemos hecho en favor de la misma Patria.

De suerte, señores, que teniendo que expresar de una manera franca y libre mi opinión, teniendo que expresar de una manera honrada mis ideas, como estoy acostumbrado, no tengo inconveniente en hacerlo así. Me ha dejado mudo de sorpresa lo que ha pasado en estos momentos, porque se ha vertido en esta H. Asamblea, en donde los ojos de la Nación están puestos, en donde los países y los pueblos civilizados expectan nuestros actos, en donde el mismo pueblo por quien hemos luchado está contemplando; en esta Asamblea se ha venido a decir que es imbécil, que no hace más que disparates, que no es capaz de llevar a cabo reformas; y precisamente decir eso, es romper con esta Asamblea y crear la autoridad de un solo hombre. Lamento esto, porque esas ideas son netamente dictatoriales, y contra las dictaduras hemos luchado, llámense Santa Anna, Díaz, Madero, Huerta, o como se quiera, pero siempre hemos luchado contra ellas; y al decir de esta H. Asamblea que no es capaz de resolver los problemas nacionales.

El C. presidente
(Campanilla). Muy respetuosamente le suplico al señor Montaño se circunscriba a la peroración que quiso que oyera el señor Presidente, porque los incidentes a que está haciendo alusión, son motivo de otra discusión.

El C. Montaño
Estoy haciendo referencia o alusión, precisamente á lo que va a motivar el asunto a donde voy a concluir; si la Presidencia me permite que haga historia del asunto trascendental, lo haré; pero si lo prohíbe de una manera terminante, no seguiré.

El C. presidente
Para no aparecer obstruccionista, señor Montaño, puede seguir haciendo uso de la palabra.

El C. Montaño
Estoy dentro de los límites de la moral y dentro de los límites del respeto que debo a esta H. Asamblea. Soy el primero en respetar todas sus decisiones en todo y por todo. Cuando realmente veo que en ella se exponen ideas contrarias a la Revolución o a nuestro credo, no puedo menos que exclamar: ¡qué es lo que pasa! ¿Qué decepción embarga nuestros espíritus? Se clama aquí la aceptación de la ley del parlamentarismo en México, y ya véis que se clama contra la misma ley. Se acepta, y eso ya se ha visto, que hemos aceptado una ley, y cuando hemos protestado y jurado cumplir con los acuerdos de esta H. Convención, nos admira y nos pasma que en el seno de ella misma se juzgue que hemos hecho mal en aprobarla, se juzgue, señores, que es impracticable; pues si es impracticable, ¿por qué no habéis hecho una moción de orden para echarla abajo? ¿Para que esta H. Asamblea la hubiese escuchado debidamente, con toda conciencia, y hubiese resuelto sobre ese punto a discusión? Esa no es manera de hacerlo. Entre los acuerdos que se han dictado, todos vosotros sabéis bien que uno de ellos ha caído en desagrado. Uno de los acuerdos que hemos tomado aquí, es porque acabamos de obtener el triunfo en no concederle el veto al Poder Ejecutivo y realmente, señores, al no concederse ese veto, se ha provocado este incidente; porque no ha habido otra cuestión, otro motivo verdadero, para que tuviera lugar ...

El C. González Garza
Protesto a su señoría, que independientemente de lo que tuvo a bien aprobar la Convención, el Ejecutivo está enteramente dispuesto a acatarlo. Vengo a hacer renuncia de las facultades extraordinarias que tenia en esos ramos. Lamenta el Ejecutivo, que su señoría esté ligando incidentes que han pasado dentro de la Asamblea, con otros motivos, pues el que motivó la venida del Ejecutivo a esta Asamblea, no tiene que ver absolutamente nada, lo protesto a su señoría. Yo no he venido porque se me quító el derecho del veto, pues todavía la Asamblea no ha tenido a bien enviarme el Proyecto de Ley relativo al parlamentarismo; mal puedo yo acatar un acuerdo de la Asamblea, si todavía no me lo envían; de manera que eso no tiene que ver absolutamente nada con el asunto.

El C. Montaño
Me permito observar al Encargado del Poder Ejecutivo, con todo el respeto a que estoy acostumbrado, que si me refiero al incidente, es precisamente porque he sido objeto de palabras verdaderamente duras y hasta cierto punto que no han definido una actitud; por esa circunstancia doy la explicación al señor Presidente, como debo; y vuelvo a encauzar la parte final de mi discurso.

Me dirijo a los señores compañeros, a la Honorable Asamblea, en el concepto de que hasta aquí, nuestros procedimientos, mejor dicho, los procedimientos de la Delegación del Sur, serán juzgados por la opinión pública y por la Historia. Si por las reformas que hemos tratado de implantar se nos recrimina, si por los principios que reclamamos hemos merecido un reproche de los compañeros del Norte, nuestra intención ha sido sana y buena, y lo será siempre.

Hay aún a costa de nuestra sangre, que defender los principios de las reformas; reformas que creemos tan elevadas, que han formado nuestra doctrina, y que viven en nuestra conciencia. Ha más de cuatro años que estamos luchando por ellos, y lo seguiremos haciendo como hasta aquí, porque tenemos la conciencia de que desde el momento en que juramos ese principio, ni por un momento nos convertiremos en apóstatas de esos principios, ni desistiremos de nuestros propósitos; porque tenemos gran fe en la justicia, y, repito, en nuestros principios.

Tenemos gran fe, porque hemos observado que cuando una causa está dentro de la justicia y vive en el corazón del pueblo, es indestructible; en consecuencia, señores delegados, veo en este momento solemne en que os dirijo la palabra, que nuestros propósitos siempre son muy altos, respecto del general Villa, y respecto de nuestros dignos compañeros del Norte.

De ninguna manera pueden discutirse nuestros procedimientos, más que dentro de la honradez; porque siempre los hemos encauzado dentro de los principios y en defensa del pueblo. Señores, yo siempre diré a toda voz, que desde hoy en lo adelante nuestras ideas que tanto hemos propagado y que hemos infiltrado en el alma del pueblo, las seguiremos sosteniendo con constancia, con firmeza, y con entereza; aunque en esas ideas tengamos nosotros mismos una tumba; no importa, seguiremos luchando por ese pueblo que pide a voz en cuello su redención.

De ninguna manera engañaremos a ese pueblo; queremos en lo sucesivo verdaderos gobernantes que estén colocados dentro de las leyes emanadas de esta Honorable Asamblea, para que éstas sean las que sirvan de norma a los gobiernos. Alguien lo ha dicho: una ley buena o mala, siempre es mejor que el capricho de un gobernante.

Ya que siempre nuestro lema ha sido Reforma, Libertad, Justicia y Ley, y ya que precisamente ésos son sus propósitos, ésas deben ser nuestras miras; de que en lo sucesivo nuestros gobernantes, es decir, me refiero y hablo en términos generales, y voy a hacer aclaratorio mi pensamiento, para no dar lugar a interpretaciones falsas.

Realmente, señores, no le he hecho una intriga a nadie, tratándose de espiritu de personalismo, tratándose de mis compañeros. Hoy protesto, si alguien dice que he intrigado, protesto contra esa palabra, contra esa aseveración y quisiera que si tengo máscara se me quitase, porque estoy acostumbrado a hacer mis actos claros como la luz del dia; en ese concepto, señores, tengo el honor de manifestar a ustedes, que siempre he ido encauzando tanto como mis compañeros, nuestros principios en la senda de la justicia; esto ha sido precisamente por sostener nuestro lábaro, por sostener nuestra concordia y nuestro lazo de unión, desde el momento en que dos titanes de la libertad se han dado la mano, Villa y Zapata. Desde el momento en que esos gigantes que proclaman la resolución del problema agrario, se han destacado formidables para desafiar al mundo entero: a los eternos enemigos de la Revolución, a los déspotas y los tiranos, desenmascararlos y echar por tierra para siempre a estos úItimos.

Debemos inclinarnos, señores, ante ese lazo de unión, ante ese lazo de concordia, para que al estrecharse las manos esos dos titanes, quede un estado bastante significativo.

Lo dijo precisamente un compañero, el actual Encargado del Poder Ejecutivo: ese abrazo será el de dos genios; pero no como Iturbide y Guerrero.

Ese abrazo, señores, será el de dos genios, y del que surgirá, el abrazo simbólico de las libertades. (Aplausos)

No debemos permitir que por un grupo de politiqueros, de hombres de mal partido o de mala conciencia, y de malas pasiones, vengan a provocar incidentes en el seno de esta Honorable Asamblea, porque nuestros propósitos, son vernos indestructibles para seguir en la senda que hasta aquí hemos recorrido.

Tengo la conciencia, señores delegados, de que hasta aquí, nuestros pasos han sido bastante honrados en pro de la causa del pueblo, y por lo tanto, me veo, a nombre de mis compañeros de la Delegación del Sur, en la obligación de protestar contra los conceptos vertidos contra esta Honorable Asamblea, y contra los que se han referido a los surianos. Estoy en la necesidad de expresar clara y francamente, que nuestra actitud no ha sido, no ha podido ser otra que honrada, que nuestra actitud está dentro de los principios, y en el terreno de la reforma; en esa reforma que tendrá todos los odios, o los enemigos posibles; pero que debemos implantar. Si queremos que esa reforma resplandezca como el sol que nos alumbra; porque soy partidario de esa Patria, de esa Patria que tiene por cuerpo el territorio, por cabeza la bóveda celeste, por manto un jirón del cielo, por pedestal sus propias montañas y por penacho sus propios bosques; por esa Patria que hemos proclamado defender, y que seguiremos defendiéndola, para que en esta tierra no volvamos a ver déspotas ni tiranos.

En lo sucesivo, seguiremos defendiendo a esta Patria para darle la paz y el bienestar que merece; para eso seguiremos luchando como hasta aquí, y en estos momentos de trascendental importancia y de aflicción por que atravesamos, me permito deciros una frase sentimental y orgullosa de uno de los genios de nuestra Historia: ¡Mexicanos, ya conocéis la manera de ser libres; a vosotros toca señalar la manera de ser felices! (Aplausos)

(Al salir el ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo, fue saludado con muchos aplausos).

El C. Borrego
Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente
Suplico a los señores delegados tengan la bondad de esperarse; parece que esto es un juego; se van, y no esperan lo demás.

El C. Soto y Gama
Pido la palabra.

El C. presidente
No hay nada a discusión.

El C. Soto y Gama
¡Friolera, ochocientos millones de alusiones personales le parecen a usted poco para hablar!

Pido la palabra para lo mismo que habló el señor Montaño.

Señores, lo que ha pasado esta noche sería curioso y digno de estudio, si no fuera dolorosamente trágico, sangrientamente doloroso; porque es doloroso verdaderamente que todo un público, que se cree demócrata, y que se precia de serlo, ataque a un hombre que está solo simplemente por un pecado, por un delito que siempre tendrá: el de ser independiente, lo mismo ante una Asamblea, que ante un público, o que ante un Poder Ejecutivo, que me ha venido a insultar en presencia de una Asamblea y de un público. Para demostrar, una vez más, la tesis que siempre he sostenido y que sostendré a costa de mi sangre, en presencia de todos los públicos; que los Ejecutivos son malos, que los Ejecutivos son tiránicos, que los Ejecutivos abusan siempre; y ese pecado y ese delito, tendré el valor de sostenerlo, de repetirlo y de practicarlo por encima de todo el mundo. (Aplausos)

Si no tuviera yo fe en el pueblo mexicano, que aquí está muy mal representado en estos momentos; si no tuviera fe en la gran Revolución, que es muy superior a las pasioncillas de un grupo y a las momentáneas excitaciones de una galería que no ha sabido, ni ha entendido, lo que aquí ha pasado, desde este momento, rompería mis credenciales de revolucionario, y me iría triste a decir, tenían razón Cervantes, Nieto y Piña; somos un montón de imbéciles y de majaderos. Que venga una tiranía o un tirano muy grande, que tenga el derecho de insultar a todos los ciudadanos, de deprimir todos los caracteres y humillar todas las independencias, y de venir a decir: ¿Se me toca a mí, a mí que soy sagrado? ¡Qué miserable el que me toque y qué canallas los que lo siguen!

Señores, con esta teoría de deprimir el carácter, la independencia y el valor civil, nunca vamos a tener Patria, ni democracia. Nunca va a triunfar la Revolución, siempre seremos unos miserables lacayos, una comparsa ridícula, que estaremos aplaudiendo los aspavientos y los gestos de un hombre herido en su orgullo, en su vanidad, en sus ambiciones. Porque se le imponen taxativas y restricciones, estalla en improperios, en una pasión que demuestra que tenía ambiciones mal reprimidas, y mal disimuladas, despechado por la derrota, derrota que lo es para él, pero que será la salvación del país.

Hoy más que nunca, ese hombre elevado a tanta altura, ese hombre aclamado por todos, pesa sobre mí, porque le dije la verdad.

Tan era cierto, que no aguardó para que le contestara y se salió antes de tiempo; yo lo hubiera querido ver aquí, para que me contestara si era verdad o no.

El ha dicho -y no es cierto-, que era dudoso el artículo primero que le obligaba a aceptar el parlamentarismo. Ha cambiado completamente la verdad, diciendo que se refiere a él y no es así; el artículo dice: El Presidente Provisional que sea nombrado con motivo de la rectificación o ratificación del Presidente Gutiérrez, decía primero y luego se modificó: El Presidente Provisional que sea nombrado en substitución del Presidente Gutiérrez, durará en sus funciones hasta el treinta y uno de diciembre del año en curso. El Presidente Provisional, y él lo sabía muy bien, que no era el Presidente Provisional, sino el Encargado del Poder Ejecutivo; como Presidente de la Convención, lo que es enteramente distinto y no se le podía haber olvidado; sin embargo de eso, presentó la duda, y de allí, desde el principio, quiso ver si por una simple aclaración del decreto podía ser presidente por un año; desde entonces, señores, y no por la carta, surgió la duda en mi ánimo y ha surgido también la duda en el ánimo de muchos delegados del Norte, que no creo que tengan el valor de confesarlo en estos instantes; pero que me lo han dicho a mí y lo protesto por mi palabra de honor.

De manera que, desde entonces dudaron. No creo que tengan la necesidad de confesarlo en este instante, pero me lo han dicho a mí, lo protesto bajo mi palabra de honor; y ahora han cambiado al ver sus actos, han formado la claque al Presidente de la República. Me duele decirlo y no quiero seguir en este camino, porque rompería la unión; pero no se han portado bien como revolucionarios, se han portado como se hubieran portado los diputados del porfirismo. (Aplausos)

No quiero venir como el Encargado del Poder Ejecutivo a dividir las dos facciones y atacar a un hombre indefenso y solo, pero que tiene la conciencia de sus actos, a pesar de los aplausos de cien galerías, y que sigue atacando y atacará toda su vida, al Poder Ejecutivo, que no cumpla con su deber, así lo mataran.

Es triste que aplauda una facción del pueblo cuando el resto de la República Mexicana se está batiendo por que no haya más tiranos ni más ambiciosos que se crean superiores a los demás hombres.

No quiero desatarme en muy justos descargos contra mis compañeros del Norte, porque yo, más que el señor González Garza y más que ellos, amo a la Revolución, y la unión entre el Sur y el Norte; amo la unión simbólica entre Villa y Zapata y me sacrificaré, como probablemente muy pocos de ellos lo hagan por el bien de nuestro pais, porque somos ciudadanos y no lacayos, hombres dignos y no mentecatos que besan ]a mano de un Encargado del Poder Ejecutivo. (Aplausos)

El C. secretario Treviño
Señores delegados:

El ciudadano Encargado del Poder Ejecutivo me autorizó para que a su nombre dijera a esta H, Asamb]ea, que si se lanzaban cargos contra él, se hicieran en una forma concreta; que estaría dispuesto a venir a rebatirlos.

Así es que, si el señor Soto y Gama tiene algunos cargos concretos contra el Ejecutivo ...

El C. Soto y Gama
Tengo muchos, ¿quiere usted que los exponga uno por uno, palabra por palabra, línea por línea? Y no sólo son míos, son de todo el Norte y de todo el Sur, juntos, y por eso fue la junta privada.

El C. Lecona
Pido la palabra, para contestar a mi digno compañero, el señor secretario que ha interpelado a la Asamblea; yo, como miembro de ella, hago constar honradamente que tengo dos cargos concretos; el primero, que en México trató de dividir al Norte con el Sur, y segundo, que lo acaba de hacer en esas tablas, y de eso es testigo todo el mundo y toda la Asambiea. Que ha tratado de dividir al Norte y al Sur, a la unión Villa-Zapata, que nosotros respetamos y queremos a todo trance conservar, prueba de ello, la paciencia con que hemos estado aguantando, no sólo el mundo de dicterios de los del Norte, sino últimamente hasta los del señor presidente.

El C. Orozco
Pido la palabra, para una protesta. (Voces: Que se hagan constar esos dos hechos)

El C. B. Caraveo
Tanto el señor Soto y Gama, como el que acaba de hablar, no tienen razón, ni derecho, para inculpar a todos los del Norte.

El C. Orozco
Para formular una protesta.

El C. Montaño
Y yo para formular otra protesta.

El C. Cervantes
Para una aclaración.

Señores delegados del Sur; ante los desahogos pasionales que acabamos de presenciar en algunos de ustedes, yo podría sentirme cohibido, dado que muchos de ellos entrañan alusiones personales; pero tengo costumbre, como en todos los actos de mi vida, de procurar mantener un poco de la serenidad que mi carácter me da, para buscar en mi juicio y con reflexión, razones que exponer, ocultando las pasiones de mi corazón, que a cada momento, con sus latidos, me dice que tengo una animalidad que debo dominar.

No se piense, ni por un momento, que me faltaría valor civil análogo al que tienen el señor Lic. Soto y Gama y el señor Montaño, para expresar en voz muy alta mis convicciones, y mucho menos que me faltara valor civil para dar respuesta a alusiones personales en forma agresiva, como la que pretende darse al dirigirse a tres de los elementos obstruccionistas del Norte.

Así pesaran en mí, las consecuencias agresivas de toda una multitud, porque yo, como muchos de los delegados del sur, y estoy por creer que como la mayoría de ellos, tengo por principio y por convicción, que primero es el honor que la vida y que por defender el honor, se puede sacrificar perfectamente una existencia que no tiene otro calificativo sino el de miserable; pero propuesto, como tengo en mi fuero interno el razonamiento,

voy a permitirme hacer algunas aclaraciones al señor delegado Montaño. Voy a permitirme hacerlas, porque van ya muchas veces que el señor Montaño hace alusión a tres miembros del Norte con diferentes títulos, y yo creo sinceramente ser uno de los aludidos. No necesito esperar a que el señor Montaño me lo diga para tener, creo que es un acto de valor civil, el rasgo de decirle que yo me siento aludido por sus palabras y que al serlo, voy a ejercitar el derecho de contestárselas.

Como puede notarlo la Delegación del Sur, empleo para responderle y emplearé, se lo prometo, una frase más comedida y el razonamiento más correcto, que pueda encontrar en mi ánimo.

Voy a empezar por una aclaración que hago por tercera vez en el senO de esta Asamblea, al señor delegado Montaño ...

El C. Montaño
Para una moción de orden, señor presidente.

¿Me permite usted suplicarle al señor Cervantes me diga si ha oído su nombre para estarme dirigiendo esa clase de razonamientos? ¿Ha oído usted su nombre?

El C. Cervantes
Señor ...

El C. Montaño
¿Ha oído usted su nombre?

El C. Cervantes
Entonces suplico a usted me diga si entre esas tres personas que han obstruccionado, que son el teje y maneje de las intrigas, que son los autores de comedias politicas y de politiquerias, y que son los autores de insultos y de odíos, ¿estoy yo?

El C. Montaño
Le vuelvo a contestar al señor si ha oído su nombre.

El C. Cervantes
Suplico me diga usted ...

El C. Montaño
Nada tengo que contestar, más que si ha oído usted su nombre.

El C. Cervantes
Continúo en el uso de la palabra, señor presídente. No sé por qué el señor Montaño se niega a decir si soy uno de ellos; pero su negativa me deja el derecho de pensar que soy uno de los aludidos, y por eso voy a continuar. El que calla, otorga.

El C. Montaño
He manifestado clara y francamente ...

El C. Cervantes
Señor presidente, ruego a usted que llame al orden al señor Montaño.

El C. Montaño
Llame usted también al orden al señor que me está atacando.

El C. presidente
El, le dirige a usted una pregunta concreta.

El C. Montaño
Y yo también.

El C. presidente
Pregunta, que si él es una de las tres personas.

El C. Montaño
Por esa circunstancia, señor presidente, manifiesto con todo respeto que el señor no es mi confesor, que debe manifestarme si escuchó su nombre; para una alusión personal se debe tener en cuenta el nombre del individuo aludido.

El C. presidente
Dado el carácter del señor Cervantes, a quien conozco demasiado, debe usted contestar sí o no.

El C. Montaño
Nadie puede forzarme a decir sí o no, puesto que he expresado mis ideas y mis propósitos en esta Asamblea; he hablado en términos generales, para no atacar personalidades; ni aquí ni en México, he atacado personalidades como el señor Cervantes pretende, y en ese sentido, protesto contra sus conceptos.

El C. presidente
Señor Cervantes, sigue usted en el Uso de la palabra.

El C. Cervantes
El señor Montaño se ha imaginado que yo vengo a atacarlo, y no; vengo a hacer unas aclaraciones, no para usted, sino para los señores delegados del Sur. Yo le suplico no me coarte el derecho de hablar.

El C. Montaño
Debe usted tener en cuenta, que he hablado en términos generales, pues mi objeto no es atacar ...

El C. presidente
Vamos fuera de orden, que hable primero uno, y después el otro.

El C. Cervantes
Va a convencerse el señor delegado Montaño, de que no pretendo iniciar ningún ataque personal, y estoy seguro de que con las aclaraciones que voy a hacer, va a quedar satisfecho, contrariamente a la impresión que de antemano se ha forjado.

Las aclaraciones que voy a hacer, en primer término, se refieren a que se ha afirmado con frecuencia, que la Delegación del Norte es responsable moralmente de la nominación que se hizo para Presidente Provisional, en favor de Eulalio Gutiérrez; yo he hecho constar, que la Delegación del Norte votó por el general Cabral; de manera que al emitir su voto por Cabral, no puede tener responsabilidad alguna en que se hubiera nombrado por mayoría a Gutiérrez, y en segundo lugar, quiero recordar a los señores del Sur, especialmente a los que estuvieron en Aguascalientes, que por la voz autorizada del señor Martínez, y entiendo que por la del señor Soto y Gama también, se manifestó, cuando se trataba de este asunto, al que se le dio bastante importancia, que aunque la Delegación del Sur no tenía voto, declaraba que la personalidad del señor Gutiérrez era grata a esa Delegación.

De manera que hay que sentar las cosas tal como son, y convenir en que la responsabilidad de la elección de Eulalio Gutiérrez, fue colectiva y no exclusiva de la Delegación del Norte. Estoy por decir que fue más responsable el Sur, que el Norte, de esa elección; pero, no hablo más de esas responsabilidades, pues no tienen razón de ser mencionadas.

Refiriéndome a frases del señor delegado Montaño, en que habla de obstrucción de teje y maneje, de intrigas, de comedia política, de politiquerías y de insultos y odios, quiero hacer constar, por lo que a mí respecta, que yo me he esforzado honrada y sinceramente en venir al seno de esta Asamblea a argumentar, pero nunca a exponer mis pasiones, porque, repito, tengo por norma de los actos de mi vida, el procurar, hasta donde pueda, dominar esas pasiones.

Sucede que no todos los hombres están en aptitud de comprender la buena actitud de los demás, y, naturalmente, por error de criterio, pueden interpretar mal sus palabras, y resulta que sin que sea una verdad, sino simplemente una suposición, se da como un hecho, la idea de que un individuo que viene a esgrimir argumentos contraríos a nuestras convicciones, es un individuo que se propone ejercer pasionalismos sobre nosotros, o ejercer intrigas o politiquerías. Yo protesto, señores delegados, que eso es una falsedad.

Nunca he pretendido ejercitar politiquerías, porque me precio de bastante honrado para no declinar hasta ese punto mi dignidad personal; yo siempre he venido a manifestar aquí mi opinión enteramente personal, y en eso sí reclamo el derecho amplísimo que tengo, y declaro también, como el señor Soto y Gama, que mejor es perder la vida, que perder convicciones.

¿Cómo, entonces, porque nosotros tenemos criterios antagónicos de los otros delegados, se viene a pretender que obstruccionamos, y por que si nosotros no pensamos como ellos, se nos viene a calificar de politiqueros y de intrigantes?

Protesto contra esas declaraciones, en lo que a mí respecta, porque, repito, yo vengo a ejercitar mi libre arbitrio, en materia de pensamiento, y siempre con la mano puesta en el corazón, siempre con un sentimiento honrado.

Estoy seguro de que la mayoría de los de la Convención así lo cree, porque he escuchado en el seno de ella, de boca de mis mismos leales contrarios en la: discusión, frases que encomian mi conducta y que me han halagado en alto grado.

Dado que esos que han tenido la bondad de dirigirme algún halago, son hombres de corazón, que comprenden que yo no vengo con pasionalismos, que no soy capaz de descender a ese punto, sino que vengo con razones y con justicia.

Algunos de los señores delegados, y entre ellos el Lic. Soto y Gama, en el curso de su peroración, han incurrido seguramente en exageración de conceptos -y entre ellas puedo también citar las del señor delegado Orozco-, que al comentar una afirmación, como se dice vulgarmente, toman el rábano por las hojas, deduciendo de una apreciación técnica, una conclusión extremada a tal grado, que, porque yo afirmaba que la mayoría de las reuniones, como multitudes que son, son menos acertadas que un solo hombre culto, pretenden que yo decía que la Asamblea es una imbécil que no hace más que disparates; y palabras son éstas que nunca han salido de mis labios, que nunca han cruzado por mi imaginación; porque siempre soy respetuoso de los demás, dado que siempre he pretendido que todos sean respetuosos para conmigo.

Yy para dar una prueba de lealtad al señor Montaño, que pretende que soy de esos tres que han intrigado, debo decirle que sus frases podían inclinarme a contestarle, en términos análogos a los suyos, y que a pesar de que estoy en contra de sus ideas pasionales, tengo la lealtad de declarar que, como lo dijo muy bien el Encargado del Poder Ejecutivo, es un genuino representante de la raza aborigen. Es un hombre bastante honrado, lleno de convicciones, en las cuales por desgracia, hay mucho pasionalismo, pero que, sin embargo, no viene a esta Asamblea con una mala fe preconcebida.

Quiero también rectificar que, contrariamente a lo que se ha dicho, los del Norte, nunca hemos faltado a pacto alguno, que en la discusión de los articulos que se han estado tratando, hubo uno que no estaba pactado; de manera que yo me empeño en hacer creer a las galerías que nos escuchan y que forman la opinión pública local, que así ha pasado. Que entiendan que así como el señor Montaño, indio respetable, viene a exponer sus ideas, y hasta sus pasionalismos -lo que no se le puede quitar-, con la mano puesta en el corazón, es decir, con la sinceridad y con la honradez de los hombres buenos, también nosotros reclamamos el derecho de que no se nos niegue esa honradez ni esa sinceridad, porque no venimos a laborar, como se ha expresado, por sacar avantes nuestras convicciones, sino porque tenemos el pensamiento de que al trabajar sobre esos asuntos, trabajamos por los intereses de la Patria, que son los intereses del pueblo aqui representado.

Seguramente que inconscientemente, algunos de los señores delegádos del Sur, que no opinan como nosotros, acalorados en la discusión, y en su criterio, han vertido en la calle especies que pretenden desvirtuar el alto principio moralizador de nuestras discusiones ...

El C. Cruz
No es cierto.

El C. Cervantes
Seguramente que hombres como el señor delegado que acaba de interrumpirme sin comprender mi pensamiento y la honradez de mis palabras, apasionados, salen a la calle y vierten especies, honradamente tal vez, pero que pueden ser mal comprendidas por el pueblo y que hacen que crea que nosotros estamos laborando en contra suya, y, ¡no hay falsedad más grande que esa, señores de las galerías!

Nosotros los del Norte, por el hecho de venir a albergarnos aquí en la hermosa Cuernavaca, hemos dado una prueba elemental de nuestra confianza en el pueblo dé Morelos. Yo les aseguro que venimos con la convicción de que desempeñábamos un papel santo y con la convicción de que veníamos a trabajar aquí por los intereses del pueblo de Morelos, como por los intereses de todo el pueblo de la República Mexicana, porque nuestro afán es, ya que la razón nos ha dado un poco de luz, ya que la ciencia nos ha dado un poco de conocimiento, ponernos al servicio de los oprimidos, para reivindicarlos, para levantarlos del nivel humilde en que se encuentran, y para que consigamos que ese pueblo, humilde ahora, pueda levantarse a la altura de los conocimientos mejores y de la mejor condición social, que tanto preconizan los delegados del Sur ...

El C. Soto y Gama
¿Me permite usted la rectificación de un hecho importante?

Con permiso de la Presidencia.

El señor Cervantes reclama para él y los suyos, el derecho de que se les crea honrados; nosotros reclamamos el derecho de que se nos crea honrados e incapaces de la felonía que nos ha atribuido, de que ninguno de nosotros andemos haciendo el triste papel de soplones, ni siquiera andamos en los lugares públicos; el compañero a que alude, al general Montaño, al compañero Orozco y a mí.

De nuestra casa a la Convención o al cuartel general, ni siquiera andamos en los lugares públicos, y aun cuando anduviéramos, no somos capaces de eso.

El C. Cervantes
Es lamentable que cuando yo vengo aqui a expresar con una elevadísima sinceridad, y con un esfuerzo de razonamiento y claridad mis conceptos, el señor Lic. Soto y Gama no preste atención a ellos, pues parece que no me ha entendido. He dicho, y afirmo nuevamente, que un hombre cualquiera, por el calor -patriótico si se quiere- que presta a las discusiones, se forma sus convicciones, es evidente que desde el momento en que tiene el uso de la palabra, las externa en la calle al amigo, al compañero, al padre, al hermano, al hijo ... y esas conversaciones las escucha el pueblo, se apercibe el pueblo de ellas.

El C. Cruz (interrumpiendo)
El pueblo está aqui.

El C. presidente
Se suplica al delegado Cruz que no interrumpa al orador.

El C. Cruz
Estoy hablando solito. (Siseos)

El C. Cervantes (continuando)
El señor delegado Cruz, está dando justificación a mis palabras al interrumpirme con ostensible actitud de agresión, puesto que es un hombre que debe tener simpatias en alguno de los grupos de este pueblo de Morelos; va a significarle, si acaso no comprende el alcance de mis palabras, que yo vengo a defender aquí con poca honradez mis convicciones, y vuelvo a repetir, para no cansar vuestra atención, señores delegados y señores de las galerías, que yo protesto nuevamente, que siempre que he venido al seno de la Asamblea, he procurado despojarme de todos los prejuicios y de todas las pasiones, y que en el seno de ella, como en un santuario, he procurado mantenerme a la altura de mi honradez, que creo muy grande. Esa honradez y esos actos de mi vida se inclinan indefectiblemente, yo os lo aseguro, galerias, al bien del pueblo; porque sé que el deber del hombre que algo sabe, es mejorar las condiciones de sus coterráneos, y yo me precio de tener un grande y elevado sentimiento de amor al pueblo y a la Patria. (Aplausos)

El C. Cruz
Pido la palabra.

El C. presidente
Se levanta la sesión, porque ya no hay quórum.

(Se leyó la orden del dia).

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 2 de marzo de 1915 Sesión del 3 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha