Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSegunda parte de la sesión del 24 de marzo de 1915 Segunda parte de la Junta previa y sesión del 25 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

JUNTA PREVIA Y SESIÓN DEL 25 DE MARZO DE 1915

Presidencia del ciudadano Matías Pasuengo
Primera parte

SUMARIO

Acta de la Junta Previa anterior.- Dictamen de la Comisión Revisora de Credenciales, que consulta se aprueben las expedidas por los ciudadanos generales Epigmenio Jiménez, Custodio Hernández y Rafael Cal y Mayor, en favor, respectivamente, de los ciudadanos Quintín A. y Pérez, Alejandro del Río y Enrique M. Bonilla, así como también que se acepte la renuncia que del cargo de delegado presentó el ciudadano J. Quevedo.- Dictamen de la misma Comisión, que propone se apruebe la credencial expedida por el ciudadano general Lauro M. Guerra a favor del ciudadano licenciado Abel C. Salazar.- Acta de la sesión plena anterior.- Continúa la disensión del Proyecto de Programa de Reformas político-sociales de la Revolución.


El C. presidente
Se abre la Junta Previa.

El ciudadano secretario dio lectura al acta de la Junta Previa anterior, y puesta a discusión, sin debate fue aprobada en votación económica.

El mismo ciudadano secretario dio cuenta con el siguiente dictamen:

Comisión Revisora de Credenciales.

La Comisión Revisora de Credenciales, que subscribe, se honra en someter a la consideración de esta H. Asamblea, las siguientes proposiciones:

1a. Es de aceptarse y se acepta la credencial expedida por el ciudadano general Epigmenio Jiménez en favor del ciudadano Quintín A. y Pérez.

2a. Es de aceptarse y se acepta la credencial expedida por el ciudadano general Custodio Hernández en favor del ciudadano coronel Alejandro del Río.

3a. Es de aceptarse y se acepta la credencial expedida por el ciudadano general Rafael Cal y Mayor en favor del ciudadano Enrique M. Bonilla.

4a. En vista de que el ciudadano delegado J. Quevedo solicita retirarse de esta Asamblea, porque su poderdante es infidente a la Convención, la Comisión de Poderes cree que se le debe aceptar esa renuncia, por ser el interesado el que lo socilita.

5a. En vista de las razones que el señor general Francisco Mendoza expone y que esta Comisión cree deben tomarse en seria consideración, se ve en el conflicto de dictaminar equitativamente dentro de la razón y de la justicia; pero respetuoso en sumo grado de los acuerdos de esta Convención, no tiene más que sujetarse a lo que ese precepto previene y, por lo tanto, cree que sólo a esta Convención le asiste el derecho de rechazar de su seno a algún señor delegado.

Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria.
México, 24 de marzo de 1915.
Otilio E. Montaño.
Castellanos.
(Rúbricas)

Está a discusión la primera parte del dictamen, que dice:

Es de aceptarse y se acepta la credencial expedida por el ciudadano general Epigmenio Jiménez, en favor del ciudadano Quintín A. y Pérez.

¿El ciudadano Pérez se encuentra en el salón?

El C. presidente
Tiene la palabra el presunto delegado, para que informe sobre la personalidad de su representado.

El C. Pérez
El señor general Epigmenio Jiménez, a quien tengo el honor de representar ante esta H. Asamblea, es un revolucionario de convicciones; desde hace tres años viene luchando en favor de la causa del pueblo y ha estado siempre de parte de esa causa.

Durante el régimen asqueroso de Victoriano Huerta, logró levantar quinientos hombres, y con una parte de esas fuerzas operó en el Estado de Morelos y después siguió bajo las órdenes del general Jesús H. Salgado, en el Estado de Guerrero.

Hasta la fecha, como dije antes, se encuentra luchando y luchará siempre en favor de los principios proclamados en el Plan de Ayala. Es, en síntesis general, lo que puedo decir acerca de mi representado.

El C. presidente
¿Tiene usted la bondad de informar acerca de la personalidad de usted?

El C. Quintín Pérez
Acerca de mi personalidad, debo decir lo siguiente:

Hace un año, indignado por el vil asesinato cometido por el vil, infame y cobarde Hipólito Olea, en la ciudad de Coyuca de Catalán, Distrito de Mina, Estado de Guerrero, en la persona de mi padre, como revolucionario pasé a engrosar las filas del general Jesús H. Salgado, y más que todo, también conmovido y por una odiosidad que en mi corazón siempre he tenido contra los Gobiernos tiranos, contra los Gobiernos que siempre han protegido la burguesía y han negado a nuestros hermanos, a la inmensa mayoría de los mexicanos, un pedazo de tierra y, sobre todo, la instrucción; así es como digo, pasa ya de un año desde que ingresé a las filas del general Salgado.

Esto es lo que puedo decir acerca de mi personalidad, sin haberme inmiscuido antes con ningún partido ni con nadie, sino que es la primera vez en mi vida que tomo participación en la cosa pública, en favor de la causa del pueblo.

El C. Nieto
Yo ruego a los señores delegados de Guerrero, al señor Catalán y al señor profesor Mesa y Salinas, se sirvan darnos algunas referencias sobre el representado y el representante que están a discusión.

El C. Catalán
Pido la palabra.

Me consta que el señor general Epigmenio Jiménez es un revolucionario viejo, es de Cocula; últimamente estaba desempeñando el puesto de comandante Militar en Iguala, en donde su conducta fue bastante buena.

En el tiempo que lo traté pude comprender que era un revolucionario de convicciones.

Respecto al señor Quintín, hace más o menos cinco meses que lo conocí en la ciudad de Iguala; andaba como ayudante del general Salgado, y creo que basta con que haya andado con el general Salgado, desde hace tiempo, para que no se ponga en duda su conducta como revolucionario.

Es todo lo que puedo decir, tanto del general Jiménez como del señor Quintín.

El C. presidente
El delegado Salinas, ¿tuviera la bondad de acceder a lo solicitado por el señor delegado Nieto?

El C. Mesa y Salinas
Sí, señor. El señor Pérez ha sido conocido por mí en el Estado de Guerrero, pero especialmente en Iguala, en donde, como dice el señor Catalán, servía a las órdenes del general Salgado. El general Salgado, directamente, hablando del señor Pérez, me manifestó que estaba enteramente conforme con su conducta, porque en todas las situaciones había visto que se manejaba con honradez y que, además, había notado que era un hombre adicto a los principios de la causa que defendemos.

Yo directamente no he visto actos ejecutados por el señor Pérez y sólo puedo dar las referencias que me han sido suministradas; de manera que con lo que acabo de exponer creo que es suficiente, por no tener otros datos.

El C. Aceves
Pido la palabra para una interpelación al señor Salinas.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Aceves
Señor Salinas, ¿tiene usted la bondad de decirme si el general Atenedoro Núñez aún está con mi general Salgado?

El C. Salinas
¿El general Núñez?

El C. Aceves
Sí, señor.

El C. Salinas
Pues no tengo conocimiento de eso, actualmente, señor.

El C. Aceves
El señor general Salgado, señores delegados, por convenirle quizá así a su política, por convenirle a sus necesidades en la campaña del Estado de Guerrero, tuvo, de seguro, la necesidad imperiosa de hacer un tiro tan grande de generales (risas), y si vamos a tener un representante aquí por cada uno de ellos, se nos va a llenar el local.

Atenedoro Núñez es general en Guerrero; es del Distrito de Montes de Oca y yo lo conoci sin más columna que la vertebral. (Risas)

Personalmente llevaba su caballo, porque no tenía ni asistente. Si sacrificios tan grandes como éste de llevar cabresteando un caballo, ameritan que sea uno general, pues de seguro mañana me hago empleado de una pensión, donde hay muchos caballos que estirar, y llegaré a emperador.

Yo ruego que se fije la Asamblea, perfectamente bien, en estos detalles. Es imposible, señores, que individuos que tienen positivos méritos en campañas, vean con alguna serenidad que otros, que efectivamente no los tienen, vengan a estar participando de lo que ha costado tantos sacrificios y privaciones, molestias de familia, molestias personales y, además, exponer el pellejo.

¿Para qué lo digo, verdad? De suerte que les ruego a ustedes se fijen en este hecho: el señor general Salgado es una persona perfectamente indiscutible, es un hombre de cualidades, como individuo, perfectamente grandes; pero les ruego a ustedes que los generales que él presente aquí hay que ponerlos en cuarentena.

El C. Lecona
Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Aceves
Eso es después que yo acabara de ejecutar mi ...

El C. Lecona
Es moción de orden. Le va a convenir a usted.

El C. Aceves
Después, señor; yo conozco también el Reglamento.

Yo le ruego a la Asamblea tenga la bondad de fijarse en este hecho: necesitamos amplios informes sobre los hechos de armas de varios generales, de seguro no diré que todos, pero sí hay muchos que no le han ayudado en nada a mi general Salgado y que sólo han podido arrancarle el nombramiento de general.

El C. Lecona
Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Lecona
Mi moción de orden consiste en que el señor, mi compañero delegado Aceves está confundiendo al señor Núñez con la credencial del general Epigmenio Jiménez, que se está discutiendo; no es Núñez, es Epigmenio Jiménez, ésa es la moción de orden.

No quería que perdiéramos el tiempo discutiendo una candidatura inútilmente.

El C. Mauricio Contreras
No sé cómo el señor delegado Aceves, que estuvo desde un principio con nosotros en Aguascalientes, ahora esté con tantos detalles. Cuando estuvimos en Aguascalientes se presentaba un general, y seguramente porque era muy conocido, pero hubo algunos que no fueron conocidos y que están aquí; había unos aplausos y eso bastaba para discutir la personalidad. Ahora no hay muchos aplausos. Sonora es uno de los Estados donde se han nombrado más generales, y yo desde luego sé de un general, el más civil: el señor Pesqueira -creo que el señor Piña puede informarnos de él-. Dicho señor jamás disparó un cartucho y fue general, y ¡hasta ministro! No sé por qué ahora a individuos que andan con el caballo no se les admite.

Creo que también ha cargado el rifle, ¿verdad? Así, pues, creo que tiene más mérito que el señor Pesqueira. (Aplausos)

El C. Catalán
Como yo conozco bastante al general Epigmenio Jiménez, y cuya personalidad se trata de discutir, debo informar que es uno de los primeros zapatistas que hubo en Guerrero. Un poco antes de la Decena Trágica, en el mes de enero de 1913, sólo había en el Estado de Guerrero, comisionados por el general Zapata, el general Andrew Almazán, que operaba en el centro del Estado, por el rumbo de un lugar llamado Balsas, cercano a las riberas del río del mismo nombre. En la costa operaba Abraham García, hoy general. Por la parte de Chilapa, Julio Gómez, y Epigmenio Jiménez es el que operaba en la parte del Estado llamada Ocuila, en el Distrito de Hidalgo. Es bastante conocido el general Jiménez, porque ha luchado como revolucionario de convicciones.

Respecto al señor Quintín Pérez, hace seis meses que lo conocí. Lo vi en compañía del general Salgado, lo traté ahí y en las conversaciones que tenía con él vi que era un revolucionario completo. Fue ayudante del general Salgado. Este señor es muy desconfiado con la gente que anda con él, y desde el momento en que lo admite quiere decir que le tiene confianza y que lo considera como revolucionario. Eso es todo lo que puedo decir.

El C. Aceves
Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Aceves.

El C. Aceves
De seguro que yo no hablé del general Epigmenio Jiménez. Hago presente el hecho y evidentemente es necesario apelar al honor del dicho de los antiguos revolucionarios. Con esto ellos nos dirán si conocen los hechos de armas de estos señores. Yo no hablo del señor general Jiménez, repito; digo el hecho de que hubo necesidad de hacer muchos generales, que después no le ayudaron a mi general Salgado.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Castell Blanch.

El C. Castell Blanch
Para preguntarle al señor Catalán nos haga favor de informarnos sobre la conducta del señor Jiménez durante el tiempo que estuvo de Jefe de la Plaza en Iguala; como, según parece, él conoce al señor general Jiménez, podrá informarnos de su conducta.

El C. Borrego
Para moción de orden había pedido la palabra.

El C. presidente
Espere usted que conteste el delegado ...

El C. Borrego
Las mociones de orden son preferentes, y la mía vendrá a facilitar el encauzamiento del debate. ¿Tiene usted la bondad de concederme la palabra?

El C. presidente
Como este asunto de discutir las personalidades, tanto del representado como del representante, en mi concepto de revolucionario, es tan delicado, me permito manifestar al señor licenciado Borrego que la Mesa se interesa porque se discutan lo más posible.

El C. Borrego
A eso va encaminada mi moción de orden: a que se discuta amplia, debida y concienzudamente la personalidad, tanto del representado como del representante; de manera que si usted me concede la palabra expresaré algunas ideas. sobre la materia.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Borrego
Señores delegados: aunque yo no tuve el honor de formar parte de esta Convención Revolucionaria, desde sus comienzos, sí he tenido cuidado de leer las sesiones de la H. Convención Revolucionaria y he podido darme cuenta exactamente del espíritu de esta Convención al tratarse de asuntos de esta índole.

Hay un acuerdo claro, amplio y terminante, respecto a la materia, al punto a debate, y es que en esta Asamblea solamente tendrán representación: los generales, los gobernadores y los jefes políticos de los Territorios (entiendo no sé si también) los comandantes militares; pero de la misma manera no basta con que se nos diga que Fulano de Tal es gobernador y nos mande una credencial para que aceptemos a su representado, sino que necesitamos una prueba clara y concluyente de que ese que se nos ofrece como representante, lo es de un individuo que tiene el carácter de gobernador. De la misma manera, no basta con que se nos presente una credencial hecha por un general real o ficticio, para que nosotros la aceptemos, puesto que estamos en los comienzos del parlamentarismo y hay que aplicar a todos y cada uno de los casos que se nos vayan presentando en la actualidad.

El medio más claro y concluyente para acortar la debatida personalidad militar y revolucionaria del representado de este señor Quintín Pérez, será nombrar una comisión que se acerque al Ejecutivo, para que por conducto de la persona que hoy funge como Ministro de la Guerra, se nos diga qué antecedentes tiene como militar el general Epigmenio Jiménez y cuáles son sus antecedentes revolucionarios. De esta manera tendremos datos oficiales. De ese modo tan perfectamente claro y exento de dudas, podremos aceptar ese representante.

Yo me permito suplicar al señor presidente que acepte esta moción y consulte a la Asamblea si se nombra esa comisión para que se acerque al Ejecutivo, porque en materia parlamentaria, y repito que hay que iniciarnos en los procedimientos, basta la moción de un representante que pida el que venga a informar un ministro, para que en el acto se le llame.

Así es que yo ruego al señor presidente consulte a la Asamblea si se nombra una comisión para que se acerque al Ejecutivo y le diga que nos mande en seguida al Ministro de la Guerra, para que nos diga qué antecedentes militares y revolucionarios tiene el representado del señor Pérez.

El C. secretario Treviño
Por orden del señor presidente informo al señor Borrego que hay una Comisión que se llama de Poderes y que antes de dictaminar sobre cualquier credencial, toma todos los datos que cree convenientes para justificar su dictamen. En este caso, ha considerado la Comisión de Poderes que es de aceptarse la representación del presunto delegado, y la personalidad de su representado; por tal motivo no es necesario que el encargado del Ramo de Guerra venga a informar.

El C. Borrego
Ruego a la Comisión de Poderes nos diga qué datos ha tenido para aceptar la personalidad del representante y el representado.

El C. Castellanos
Pido la palabra a nombre de la Comisión. La Comisión de Poderes, por el espíritu que anima a esta Asamblea, tuvo que recurrir a fuentes, que son las de los diversos representantes del Estado de Guerrero, que están aquí, para adquirir esos datos.

Como esos datos le satisfacieran a la Comisión, dictaminó en este sentido. El mayor número de esos datos los suministró el señor coronel Héctor Fierro, a quien, para evitar malas interpretaciones, le concedo la palabra para que informe sobre el particular.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Fierro.

El C. Fierro
No tengo más que ratificar todas las palabras expresadas por el señor presunto delegado, a favor de la personalidad del señor Jiménez, que me es bien conocido por las amplísimas referencias que me ha dado mi representado el general Angel Barrios. Al general Jiménez lo encontré en el Estado de Guerrero operando en compañía del general Jesús H. Salgado, según podrá testificarlo, si lo cree necesario a la Asamblea, el señor Orozco.

Respecto del señor presunto delegado digo también a ustedes que las referencias son magníficas, todas suministradas por diversos conductos y también por mi representado. Creo que el señor general Jiménez tiene muchísimo derecho a estar representado aquí, porque es un luchador pundonoroso y honrado, que siempre se ha distinguido por su tenacidad y por su buena voluntad al defender los ideales revolucionarios proclamados en el Plan de Ayala.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto
La Asamblea conoce ampliamente cuál es la seriedad del señor Fierro, del señor Salinas y del señor Catalán, para que dude por un momento de todas las buenas referencias que han dado respecto a la personalidad del representado y del presunto delegado, y yo rogaría a la Mesa que, dándose por satisfecha con estas explicaciones, preguntara si está suficientemente discutido el punto.

El C. Piña
Pido la palabra para una interpelación.

Intencionalmente, señores delegados, me he venido absteniendo de tomar parte en el debate que se ha suscitado con motivo de la credencial del general Jiménez; pero visto que ninguno de los señores delegados aquí presentes ha recordado el acuerdo tomado en Cuernavaca, días antes de trasladarnos a esta capital, me permito interpelar a la Comisión de Poderes, en el sentido de si tuvo presente al dictaminar en la forma que lo hizo, los acuerdos o el acuerdo tenido en dicha población de Cuernavaca, con respecto a que no había de limitarse el número de delegados a esta Convención y que tampoco habían de aceptarse, por lo pronto, más delegados, entre tanto no se tuviera comunicación franca con el Norte.

Ruego al presidente de la Comisión Dictaminadora, se sirva decirme si tuvo en cuenta esa circunstancia.

El C. Castellanos
No como presidente, porque lo es el señor Montaño, pero me dice que informe sobre este particular. (Una voz: ¿Por telepatía se lo dijo?)

El C. Castellanos
¿Puede uno hacerse entender por telepatía? (Risas)

Efectivamente, hay un acuerdo, y la Comisión lo tuvo en consideración; pero ese acuerdo no dice ni reza expresamente las condiciones en que deben hacerse las admisiones; por esto suplicaría al secretario que tuviera la bondad de leer ese acuerdo, para que nos evitemos discusiones.

El C. Nieto
Para una moción de orden.

Yo creo que la Secretaría está perdiendo el tiempo buscando esos datos del acuerdo a que se refiere el señor Piña, porque ese acuerdo fue enteramente verbal y, por consecuencia, ése sí que es pacto de honor.

Si los que intervinieron y los que prometieron esa cosa, quieren cumplirla, yo creo que no deben atenerse a que la Secretaría se los diga, porque no existe.

El C. Aceves
Pido la palabra para una aclaración, señor presidente.

El C. secretario
La Secretaría informa a los ciudadanos delegados, que, efectivamente, no consta ningún escrito en que se haya hecho o asentado lo que indica el señor delegado. El ciudadano Oficial Mayor de la Cámara está buscando las actas de esos días, para ver si de ahí se deduce lo que han manifestado.

El C. Aceves
Pido la palabra para una aclaración, señor presidente.

El C. secretario
En el pacto celebrado en la ciudad de Cuernavaca, el 27 de febrero pasado, hay una cláusula, la quinta, que dice:

V. Conforme al Plan de Ayala, se declara que no es de limitarse y no se limita el número de los delegados que tengan derecho a representar en esta Asamblea a los diversos generales de los grupos o facciones revolucionarias, inclusive las hoy disidentes.

En el acta de ese día se puso a discusión el dictamen de la Comisión de Gobernación, que propone son de aceptarse las cláusulas que dicen:

III. Tanto el Programa de Gobierno, como las Leyes Agrarias, deberán ser amplia y preferentemente discutidas.

IV. La designación del Presidente Provisional, o sea del que debe fungir dentro del período preconstitucional, se efectuará a más tardar treinta días después de la fecha en que se instale la Soberana Convención en la capital de la República.

V. Conforme al Plan de Ayala se declara que no es de limitarse y no se limita el número de los delegados que tengan derecho a representar en esta Asamblea a los diversos generales de los grupos o facciones revolucionarias, inclusive las hoy disidentes.

Es todo lo que consta en la Secretaría, respecto a este asunto.

El C. Borrego
Pido la palabra.

El C. Aceves
Se la cedo a usted, señor licenciado.

El C. Borrego
No, señor.

El C. Aceves
Este compromiso es de la misma índole del que radicando sólo en nuestra palabra de honor, se tuvo con los delegados del Sur, a efecto de nombramiento de ministro; de suerte que esta vez yo creo será tan perfectamente sostenida como se sostuvo el otro; basta que esté de por medio nuestra palabra de honor. Se dijo que mientras no estuviéramos en perfecto contacto con todas las fuerzas del Sur, así como con todas las del Norte, se suspendería la entrada de cualquiera de los representantes de los nuevos generales. (Voces: ¡No, no!)

El C. Fierro
Pido la palabra.

El C. Aceves
No la suelto, amigo. (Risas)

Evidentemente que fue así; si ahora se modifican por las razones que se quieran, eso será para violar la palabra de honor y seguro que tendremos derecho a decir algo acerca de ello.

El C. Borrego
Pido la palabra.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Borrego.

El C. Borrego
Señores delegados:

En efecto, si hacemos un poco de memoria, tiene completa razón el señor Aceves. Al tratarse de este punto, de la limitación de delegados, limitación pedida por la Delegación del Sur, fue objeto de una amplísima discusión y se llegó al acuerdo de que no se limitaría el número de delegados; pero a condición de que tuviéramos amplísima comunicación con todos los jefes dei Norte, a efecto de que no sólo el Sur, sino que el Norte, tuviera las amplísimas facilidades para traer al seno de esta representación a todos los delegados correspondientes a los generales que hayan surgido en esta lucha, en esta revuelta que se viene sosteniendo.

Sin embargo, para zanjar el obstáculo, para ponerle término, me permito decir al señor Fierro y a todos los del Sur, que algunos compañeros del Norte y entiendo que todos (o al menos se los ruego) estamos dispuestos a aceptar a todos aquellos delegados del Sur, por tratarse de un Estado tan simpático para nosotros y que tiene tan escaso número de representantes en esta Soberana Convención; de manera que no será una violación del pacto, puesto que nosotros aceptamos que se nombren esos representantes. (Aplausos)

El C. Fierro
Gracias.

El C. Piña
Señor presidente:

voy a hacer uso de la palabra. Hice una interpelación, hace un momento, al presidente de la Comisión de Poderes, y el señor presidente de la Comisión de los mismos aún no ha tenido la bondad de contestar mi interpelación.

En defecto del señor presidente de la Comisión de Poderes, el señor licenciado Borrego ha sido bondadosamente quien nos ha dado antecedentes respecto del acuerdo tomado en Cuernavaca, en relación con los delegados; por lo que yo deseo que quede claro y terminantemente sentado el precedente de que por ningún motivo debemos continuar aceptando en el seno de esta Asamblea más delegados, en tanto no tengamos franca comunicación con el Norte y con el Sur, para que así unos y otros estén en igualdad de circunstancias. Quiero, por lo tanto, que el señor presidente de la Comisión de Poderes nos informe sobre el particular, y que refresque la memoria de los señores delegados, respecto de este asunto, para que en lo sucesivo, cuando se presente algún caso análogo, tengamos a qué atenernos y no nos veamos en la penosa necesidad, por las mismas razones que en esta vez, de no aceptar la representación de algún señor general, por más que tenga derecho de estar representado en el seno de la Convención.

El C. Montaño
Pido la palabra para contestar.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Montaño
Debo manifestar al señor delegado Piña, que nosotros entendimos que al llegar aquí a la capital de la República, entonces podrían asistir los señores representantes de los jefes que tienen derecho a representarse en esta Asamblea. En consecuencia, nosotros dimos el dictamen de que se trata, tomando en consideración que ha transcurrido algún tiempo de haberse tomado la capital de la República, pues entendimos que ya podían haberse comunicado con los demás jefes que faltan y que deben representarse aquí en el seno de esta Asamblea.

El C. Aceves
Pido la palabra para una interpelación a un miembro de la Comisión, que tengo en el flanco izquierdo. (Risas)

¿Qué entendió usted, señor doctor, el convenio en Cuernavaca, como lo entendió el señor general Montaño? Hágame favor de que, con toda la honradez que lo caracteriza, lo diga.

El C. Castellanos
El señor Montaño, al hacer la declaración que hizo, evidentemente creo yo que hace una mala apreciación con respecto a que una vez llegados a esta capital, debían aceptarse esos señores delegados.

Yo creo sinceramente que a estos señores delegados se les debe aceptar su credencial por la circunstancia de que una vez que han entrado ya al dominio de la Asamblea, puesto que tienen perfecto derecho para estar representados, y puesto que el señor general Salgado no tiene conocimiento de este acuerdo que se había tomado, creo justo y lógico que se debe aceptarlos; pero si esta Asamblea cree que no se les debe aceptar, así se hará. Precisamente ése es el objeto de que se discutan los dictámenes de la Comisión.

La Comisión puede dictaminar correcta o incorrectamente, con o sin razones, pero aquí se somete precisamente ese dictamen. No es la última palabra lo que dice la Comisión; de suerte que la Asamblea, en vista de los informes que se han dado, la puede resolver y la Comisión, en ese caso, gustosa retirará, si así lo cree la Asamblea, esas credenciales, con sólo la diferencia de que la Comisión se verá muy apenada, porque es hacerle un desaire a este señor, que ya está, podemos decir, casi en el recinto de la Convención, y yo me permito rogarle que si acaso la Comisión cometió un error, se sirva dispensarla. Que no salga desairada, puesto que están aquí, y que en lo sucesivo tomemos un acuerdo más expreso, más definitivo o con más oportunidad.

El C. Nieto
Pido la palabra.

El C. presidente
Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto
Consecuente con las ideas expresadas hace pocos días, en el seno de esta H. Asamblea, les ruego a mis compañeros que no vengan a recordar pactos privados de honor, que en las actuales circunstancias me parecen muy mezquinos delante de los problemas que tenemos que resolver.

Que vengan en buena hora todos los representantes y se les tenderán los brazos a los señores del Sur, siempre que merezcan estar aquí. No les pongamos el obstáculo de un pacto privado, que no sé por qué, en razón, debamos aplicar a ellos. De manera que les ruego a los señores delegados que relevando a los que pudieran considerarse comprometidos en ese pacto, tengan la bondad de aceptar abiertamente, sin obstáculos, sin cortapisas, a uno, a veinte, a cien que vengan del Sur, para que no se crea que tenemos el criterio mezquino de imponer esos famosos pactos que nada interesan a la Patria. (Aplausos)

El C. Velázquez
Voy a hacer una interpelación al señor delegado Fierro. No es que yo dude de los méritos que tenga el general Jiménez; pero aunque él nos ha asegurado que es un verdadero revolucionario, que ha prestado muy buenos servicios a la causa y que hace tres años que está en la lucha, no nos ha dado un caso concreto de sus hechos, no nos ha presentado ninguna acción, y yo desearía que nos hiciera presente alguna de ellas para tener mejor conocimiento de los servicios de ese general.

El C. Fierro
Pido la palabra, señor presidente.

El señor general Jiménez ha tomado parte en los hechos de armas en Tixtla, y en muchos puntos del Estado de Guerrero, y tiene bajo sus órdenes más de cuatrocientos hombres. Creo que esto será suficiente, ya que hemos admitido a otros generales que no han tenido ningunas acciones, como el general Serratos, y que no han tenido bajo su mando ni cien hombres siquiera.

El C. Aceves
El señor doctor no contestó lo que yo le dije y el señor Nieto salió con que relevando. No le hemos pedido que releve nada; no está a discusión en estos momentos la personalidad del señor general Jiménez; ahorita tenemos que dejar sentado el hecho; tenemos que cumplir lo que bajo palabra de honor admitimos, o no.

El señor doctor no ha contestado lo que le pregunté, se salió por la tangente; nos habló de Lógica y de justicia: que la justicia anda un poco charra y la Lógica no ha salido por este lado.

Debe decir si recuerda o no el pacto de honor y si no puede tenerlo en consideración; por ser pacto de honor, esperaba que saliera de aquí y no de lo que tenía él para dictaminar.

El C. Ledesma
Pido la palabra.

El C. secretario
Por orden de la Presidencia se ruega a los señores delegados digan si optan por que no se sigan discutiendo las tres credenciales que propone la Comisión de Poderes. Los que estén por la afirmativa, por que no se sigan discutiendo las credenciales, sírvanse ponerse de pie.

El C. Borrego
Pido la palabra para una moción de orden.

Dice nuestra ley reglamentaria, que ninguna discusión podrá interrumpirse si no se hace por medio de una moción suspensiva. Como ningún delegado ha hecho esa moción suspensiva, creo que la Mesa no tiene derecho para someter a la deliberación de la Asamblea, ese punto. (Aplausos)

El C. presidente
La Asamblea acaba de oír leer lo acordado.

El C. Velázquez
Pido la palabra para una interpelación al delegado Fierro.

El C. secretario Treviño
Por orden de la Presidencia pregunto a esta H. Asamblea si opina por que no se siga discutiendo este asunto. (Voces: No, no)

El C. presidente Pasuengo M.
La Mesa acaba de leer el único documento en que consta el acuerdo que se tomó en la ciudad de Cuernavaca, y si la Asamblea no ha quedado convencida con su lectura, pues ... la Mesa es natural que se encuentre cohibida en estos momentos, porque no existe verdaderamente un acuerdo ... (Desorden, voces, campanilla)

El C. Fierro
Pido la palabra para una aclaración.

El C. Borrego
Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente
Tiene la palabra para una moción de orden el ciudadano Borrego.

El C. Borrego
Dice el artículo décimo:

Artículo 10. Solamente se podrá suspender la discusión de un asunto, en el caso de que se presente una proposición suspensiva, por alguno de los miembros de la Asamblea, y que esa proposición sea aprobada.

La exposición de este artículo no puede ser más clara ni más terminante y mientras no se presente esta moción suspensiva, no puede interrumpirse la discusión. Ahora, voy a permitirme hacer algunas observaciones.

Nos decía el compañero Nieto, que prescindiéramos en todo caso de los pactos de honor. Yo no estoy de acuerdo en esto, y en todo aquello en que empeñe mi palabra, estoy dispuesto a cumplirla, pésele a quien le pesare.

En Cuernavaca tomamos ciertos acuerdos, y éstos estamos obligados a llevarlos adelante. Entiendo que no habrá uno solo en esta Asamblea que vaya a subscribir una sola proposición que esté en contra de los intereses de la Patria; cuantos acuerdos tomemos, es con la seguridad de que han de estar en consonancia con los ideales de la Nación. Por lo tanto, yo no estoy dispuesto a prescindir de esos pactos de honor, porque no perjudican a la Patria, sino muy por el contrario, favorecen todos sus intereses y todos sus anhelos. Todos los pactos de honor hechos por nosotros en Cuernavaca, entiendo que son en bien de la Patria y no en su contra. No quiero hacer hincapié en que violemos los acuerdos o convenios tomados en Cuernavaca y apelo a todos los compañeros para que nos digan si todos ellos no están en consonancia con los anhelos de esta Asamblea, es decir, si todos ellos no favorecen a los intereses de la Nación; por lo mismo, repito, considero indigno que se venga a proponer a esta Asamblea, tan sólo porque no existe un acuerdo escrito, que no está calzado con nuestra firma. Hagamos a un lado una cosa que hemos firmado con nuestra palabra, que es lo mismo que si llevase nuestra firma.

El C. Nieto
No sé por qué el señor licenciado Borrego no ha entendido o no ha querido entender lo que yo he dicho. Yo no he afirmado que aquí vengamos a violar pacto de honor alguno; he dicho solamente que los que nos consideramos favorecidos por ese pacto de honor, como grupo, relevamos a los comprometidos, y eso, ni aquí ni en ninguna parte es violar el pacto de honor, señor licenciado Borrego. No sé por qué habla de indignidad, cuando ni en la mente mía ni en la de ninguno de los señores delegados está violar lo que en efecto favorece a la Patria, y no me obligue el señor licenciado Borrego a que haga el proceso de algunos de esos pactos de honor, porque no lo creo oportuno; más tarde, cuando sea tiempo, se dirá al público, que tiene derecho a saberlo, por qué, en virtud de qué y para qué se hicieron esos pactos.

Por lo que se refiere al pacto actual, yo digo que a quien pudiera favorecer, por interés de grupo, sería a nosotros los del Norte, y por eso he suplicado, simplemente suplicado a mis compañeros del Norte, que relevemos de ese compromiso a los señores del Sur, si lo quieren, y si no, mi conducta no por eso ha sido menos noble; deseo que relevemos del compromiso a los señores del Sur, si así lo desean, para que se acepte a diez o veinte delegados que ellos quieran traer al seno de la Asamblea; porque insisto y repito que es mezquino y poco honrado que estemos hablando aquí de esos pactos de honor que todavía no conoce el público, mientras que en el Norte y en el Sur se está derramando a torrentes la sangre hermana. (Aplausos)

El C. Soto y Gama
Para una aclaración. Desde el otro día se ha venido con la novísima teoría, que no tiene ni siquiera el mérito de ser, por ejemplo, socialista, sino novísima política de miedo, de que los pactos de honor deben y pueden violarse. Como nosotros no estamos en ese caso y sí somos respetuosos del honor, como respetuosos del honor son los delegados del Norte, según acaba de indicarlo el señor licenciado Borrego, nosotros no vamos a ser los que por un delegado de más o de menos, pidamos que se nos releve del cumplimiento de un pacto que estamos dispuestos a cumplir.

Lo que nosotros suplicamos a la Asamblea, es que se suspenda la discusión respecto del delegado de que se trata, porque es representante de un general nuevo, de un general no aceptado, y que se sigan discutiendo las credenciales de los jefes ya aceptados, que se han separado, lo cual no implica de ninguna manera la admisión de delegados nuevos, y, por lo mismo, no implica la relevación del pacto de honor de Cuernavaca, que estamos dispuestos a respetar.

El otro día algunos de los delegados del Norte cumplieron mal el pacto de honor, poniendo a discusión algo que está absolutamente fuera de discusión. Nosotros de ninguna manera queremos seguir ese camino, nosotros cumplimos nuestros pactos de honor y no andamos con las reticencias y con las salidas de tono del señor Nieto, de la Patria y de la sangre de hermanos, que aplaudieron los inconscientes, pero que absolutamente a nosotros no nos convencen, no nos preocupan y absolutamente no nos hacen mella.

Que el público conozca o no los motivos de los pactos que hemos celebrado, tampoco deben preocuparnos ni preocuparle al señor Nieto ... (Siseos de las galerías)

¡El público no es la Convención! (Siseos)

De manera que nosotros pedimos que el señor presidente pregunte si se suspende la discusión de la credencial de que nos ocupamos, hasta que estén restablecidas las comunicaciones con el Norte, y que se sigan discutiendo las demás credenciales.

El C. secretario Treviño
La Presidencia, por conducto de la Secretaría, pregunta si habiendo reconocido tanto la Delegación del Norte como la del Sur, que existe ese pacto, del cual no recordaba la Presidencia, se suspende la discusión de esas credenciales, por tratarse de generales que no han sido representados en esta Asamblea.

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

Aprobado.

Se suspende esta discusión.

Se procede a dar lectura al dictamen de la Comisión Revisora de Credenciales, que propone se acepte la representación del general Lauro M. Guerra, en favor del ciudadano Abel C. Salazar, y que dice:

Comisión Revisora de Credenciales.

La suscrita Comisión tiene la honra de someter a la deliberación y aprobación de esta H. Asamblea, la síguiente proposición:

Es de aceptarse la credencial expedida por el ciudadano general Lauro M. Guerra en favor del ciudadano licenciado Abel C. Salazar.

Sala de Comisiones de la Soberana Convención Revolucionaria.
México, 25 de marzo de 1915.
El general Otilio E. Montaño.
Castellanos.
(Rúbricas)

Se pone a discusión.

El C. Fierro
Sírvase repetir su lectura.

El C. secretario
Con mucho gusto. (Leyó nuevamente)

El C. Abel C. Salazar
Me parece muy atinada, legítima y muy sensata la prescripción de esta H. Asamblea, relativa a la discusión serena de los antecedentes políticos de todo delegado, porque de esta discusión serena obtiénese la seguridad de la probidad de conducta, pureza de intenciones, disciplina intelectual y política del mismo delegado, y por ende la absoluta convicción de que éste desplegará, en forma amplísima, sus energías en bien de la Patria.

El acatamiento de esta misma disposición personalmente me produce honda satisfacción, pero también muy sincera pena; pena, porque mis antecedentes políticos son de tal manera sencillos, que apena venir a hacer aquí una especie de autoelogio de ellos.

Yo querría, es claro, en vez de hechos sencillos, venir a mostrar ante la Asamblea un acervo de actos de acendrado patriotismo, raros, acaso, como un diamante; bellos, acaso, como un cielo; luminosos, acaso, como una estrella, y gloriosos como un laurel; éste es el motivo de mi pena. Mi satisfacción hondísima es por que si esta misma sencillez de antecedentes políticos míos, se llega a la conclusión de que evidentemente en ninguna forma, lo digo con absoluta modestia, con la modestia ingénita mía, pues no sé simular; si estos antecedentes políticos míos, sencillos, no pueden, en manera alguna, traer al recinto de esta Convención el resplandor de un prestigio, una flama en la que va imbíbito el altísimo concepto del honor que me preciará, cuando menos ante este recinto, de no traer ni un baldón, ni un deshonor, ni una mancilla.

Cuando una racha de deslealtad y villanía arrastró sobre el territorio nacional sus banderas desgarradas, muchos luchadores alistaron su protesta, protesta que se alargó en la misma racha, en la forma de una flama prendida a un leño, y procuraron sumar sus esfuerzos al de todos los luchadores y llevar cada uno un sillar, cuando menos, modestamente, para el pedestal que serviría de sostén a todas las libertades, a todas las victorias y a todos los derechos; yo formé parte de esa legión de oscuros luchadores, arrojando a la balanza de la Revolución lo único que debíamos y podíamos arrojar: la tranquilidad y la vida.

En el periódico El Renovador, que materialmente imprimía Fortunato Méndez y alguna persona que estaba a mis órdenes, pusimos toda la intensidad de nuestro pensar, la vibración de nuestra indignación por las deslealtades; un resplandor de rebelión en la sombra de ignominia, porque la vida iba de por medio, tal como se prende un relámpago en un nublo renegrido.

En ese periódico, repito, pusimos todo lo que podíamos: ¡la tranquilidad y la vida!

Yo había recibido ya mi credencial de la Junta Revolucionaria de Puebla, con el número progresivo 17. En esa época el señor general Galván, en sus excursiones a esta capital, en propaganda activisima y peligrosa, estuvo en contacto conmigo, y al cual, aunque de manera muy modesta, ayudé pecuniariamente para esa revolución, para ese movimiento del Sur.

Por último, si estos pequeños datos, que, repito, me causa pena haber mostrado en esta Asamblea, se estiman y son suficientes para que no se crea que traigo al recinto de esta Cámara un sonrojo, ni nada, yo pido que la credencial que me fue expedida por el señor general Lauro Guerra, sea aprobada, estando dispuesto a contestar a las personas que no estén de acuerdo en lo que acabo de indicar.

El C. Fierro
Pido la palabra para interpelar.

Sírvase decirme el presunto delegado C. Salazar, si fue empleado del Gobierno de la usurpación huertista.

El C. Salazar
Contesto: sí, señor; pero esto necesita algunas explicaciones.

Yo reingresé al Ministerio de Justicia, llamado por Federico González Garza, que ocupaba el puesto de Subsecretario de Justicia (una voz: Gobernación), Subsecretario de Justicia ... a los dos meses de ocupar yo el puesto de Agente del Ministerio Público, fui nombrado por el señor Madero, y tengo el nombramiento respectivo, juez séptimo de Instrucción.

Basta lo que acabo de indicar, para contestar.

El C. Fierro
¿Fue el único empleo que desempeñó usted en el Gobierno de Huerta?

El C. Salazar
Unico. Puedo agregar algo más, que acaso el señor que me interpela y cuyo nombre no conozco, ignora, y es esto: tuve un solo nombramiento del Gobierno del señor general Huerta (murmullos): el de profesor de Literatura de la Escuela Nacional Preparatoria, y como estimé que si hubiera aceptado ese nombramiento, sí me habría manchado, no protesté nunca, y se me contestó en oficio que conservo, que en vista de que no me presentaba a protestar, se me retiraba el nombramiento. Es el único nombramiento que tengo.

El C. Fierro
¿Cuándo renunció usted al empleo de Juez Instructor?

El C. Salazar
No lo renuncié, porque el 18 de agosto del año pasado, a la entrada de las fuerzas que estaban entonces al mando, entiendo que del señor general Obregón, fueron clausurados los Tribunales, y si no renuncié fue porque se clausuraron.

El C. Fierro
Lamento mucho tener que atacar la personalidad del señor Salazar, después de que sus bellas frases me han dejado la impresión de que es un intelectual muy ilustrado; pero consecuente con mi manera de ser, puesto que en esta Asamblea, es increíble que una persona indigna de estar a nuestro lado -tengo la profundísima pena de decirlo-, se atreva a venir aquí, así es que por ningún motivo estaría de acuerdo con que el señor Salazar se sentara aquí, cuando ha servido de una manera indirecta al Gobierno de Huerta. Además, el señor Lamicq, cuya declaración por escrito no traje porque la Comisión de Poderes me había dicho que iba a rechazar esa credencial, me dio informes contrarios al señor Salazar. Como este señor después del cuartelazo se acercó para que lo presentara a Rodolfo Reyes a fin de que lo nombrara juez accidental, para que conociera de la causa instruida al verdugo Cepeda, que asesinó de una manera cobarde al general Hernández (maderista). El señor Lamicq me aseguró, bajo su palabra de honor, que esto es absolutamente exacto, y como en estos momentos, repito, no traigo su testimonio por escrito, por lo que ruego a la Asamblea aplace la discusión de esta credencial para probar oportunamente que mis palabras son verdaderas, y a efecto de que compruebe esto y además que se vea que el señor Salazar no tuvo la entereza de arrojar el mendrugo que por medio de un empleo público le ofreció Huerta; pido, pues, que sea rechazada esa credencial, como lo exige la dignidad y el decoro de esta Asamblea. (Aplausos)

El C. Abel C. Salazar
Entiendo que el señor que me interpela está absolutamente en un error. Me voy a permitir mostrar del periódico El Renovador, el último número (leyendo algunas de sus líneas). Creo que con esto, no habrá necesidad ni siquiera de que conteste. Este periódico arriesgaba la vida, señores, que era lo único que tenia: la tranquilidad y la vida. Protesto por mi honor, y exijo en cualquier forma, que usted presente esas declaraciones en mi contra. El nombramiento de juez séptimo, fue debido a nombramiento del señor Madero, y si no renuncié, fue primero por circunstancias especiales que me lo impidieron; y segundo, no renuncié porque estaba publicando ese periódico que indico, porque si hubiera renunciado, me hubiera costado, con seguridad, la vida. Puedo leer en este mismo periódico ...

Este periódico, que lleva publicados 34 números en la ciudad de México y 11 en los Estados, habiendo tenido además 4 alcances y un extra, es decir, cincuenta ediciones; en otra parte se da una lista de este personal: Personal de El Renovador: Fundador y Director, profesor José María Bonilla; colaboradores: profesor Ponciano Rodriguez, a quien no conozco; al licenciado Bracho, que ni de vista conozco; licenciado Abel C. Salazar; licenciado Eduardo Neri, a quien tampoco conozco, y el señor Fortunato Méndez, que materialmente imprimía el periódico que ostento en la mano izquierda.

El C. Pérez Taylor
Pido la palabra, para una aclaración.

El C. Castro
Pido la palabra, señor presidente.

El C. presidente
No se puede interrumpir la interpelación que está al debate.

El C. Fierro
Continúo.

El periódico que el señor Salazar nos presenta, está fechado en 25 de agosto de 1914, cuando ya el Gobierno de Huerta había desaparecido; en consecuencia, no tienen valor alguno las palabras que ha expresado aquí, y si con anterioridad había publicado algunos números de éstos sin que en él saliera estampado su nombre, era porque se valía del anónimo y esto es propio de cobardes. En ese caso, el señor Salazar no hacía más que imitar a los que ahora, en plena Revolución, nos atacan a los delegados -a los representantes de los generales que han hecho este gran movimiento armado-, de una manera cobarde y ruin y por medio de anónimos y libelos.

No encuentro por qué razón el señor nos dice que exponía su vida atacando al gobierno y publicando caricaturas, cuando el 25 de agosto de 1914, como todos lo sabemos, ya el montón de verdugos que sostuvieron el gobierno de la usurpación, habían marchado rumbo a Europa.

El C. Encinas
Voy a decir al señor compañero delegado Fierro, que no es el único ejemplar del periódico El Renovador, que salió a luz. Cuando yo estaba en Torreón asesorando el Consejo de Guerra en aquella Plaza, el señor licenciado Abel Salazar, con quien ya muchas veces había tenido pláticas antes de irme a la Revolución, y cuyos sentimientos revolucionarios conocía, me remitía periódicos, cada vez que las comunicaciones lo permitían; recibía yo algunos ejemplares de este periódico, y en cada uno de ellos, constaba el nombre del señor Salazar: a mí me consta.

Yo tengo la convicción completa de que este señor es un verdadero revolucionario. En Torreón, mostré algunos de los ejemplares de su periódico al general Orestes Pereyra, que era Comandante Militar de aquella Plaza, y en vista de la labor que se hacía aquí, y de la necesidad que en el Norte había, de hacer mayor el número de periódicos propagandistas revolucionarios, sobre todo en Torreón, porque no teníamos en aquella plaza ninguno, en vista de eso, repito, el señor general Pereyra me dijo que puesto que llevaba yo amistad con el señor Salazar, lo llamara para que fundáramos un periódico en Torreón. En los momentos en que el señor licenciado Salazar estaba dispuesto a irse a Torreón, se cortaron las comunicaciones, debido a cualquier incidente de la campaña, por lo que ya no le fue posible marcharse.

De manera que a mí me consta, repito, que el periódico llamado El Renovador, se publicaba en aquella fecha en pleno apogeo del huertismo.

El C. Valle
Pido la palabra.

El C. Casta
Pido la palabra.

El C. Pérez Taylor
Pido la palabra, ciudadano presidente.

El C. presidente
Tiene usted la palabra señor Pérez Taylor.

El C. Pérez Taylor
Ciudadanos delegados:

Estoy apesadumbrado, porque el ciudadano Salazar no pueda formar parte de esta Asamblea; pero la finalidad es altamente política. La facción carrancista, por decoro a la bandera que ha enarbolado, ha dado en decir que nosotros somos la reacción. Es cierto que en las filas del Norte y en las filas del Sur, desde el punto de vista militar, existen personas que sostuvieron a pasados gobiernos, así como también es verdad que la Convención hasta la fecha ha permanecido íntegra, ha permanecido limpia, y que ninguno de los que forman este Cuerpo Colegiado tienen tras de sí el baldón de haber servido a ninguna pasada dictadura. (Aplausos)

Sobre El Renovador, diré sencillamente dos palabras:

Existió competencia en el periódico El Renovador. El primero de los que sufrieron las persecuciones, como le consta al compañero Méndez, era miembro de la Casa del Obrero Mundial. El que lo sacaba, era un amigo que se llama Aveleyra y otro que se llama Montes de Oca y que actualmente está con Pesqueira en Wáshington.

Después de eso, el otro Renovador, y voy a ser franco: Este periódico lo sacaron los profesores Rodríguez y Bonilla, con esta cábala de alta intriga política y de alto interés de empleomanía; el ciudadano Bonilla planteó el problema y el ciudadano Rodríguez, fue digno corifeo del ciudadano Bonilla. Esto me consta, porque como yo fui empleado de Instrucción Pública con el ciudadano Palavicini, sé que existen allí los comprobantes de lo que voy a decir:

El ciudadano Rodríguez le dijo al ciudadano Bonilla: véte tú a la Revolución, que estoy casi seguro que triunfa; en dado caso de que la Revolución fracase, yo estoy aquí con Huerta y te meteré el hombro, y si la Revolución triunfa, cuando tú vengas, me meterás el hombro. Nada más que como somos muy humanos, el ciudadano Bonilla, cuando regresó con el ciudadano Carranza, le volteó las espaldas al ciudadano Rodríguez y no cumplieron el pacto. (Risas)

Esta es la verdad de los hechos de la segunda etapa del periódico El Renovador; pero a lo que yo me refiero aquí, y también como otro aserto para que no se nos diga reaccionarios, es que me consta también, este otro hecho: que el ciudadano Salazar, poeta y escritor afiligranado a quien yo admiro, es una persona que aquí en esta Asamblea, nos podría ser útil tanto por su verbo soñador como por su palabra brillante, llena de elocuencia y de conocimientos jurídicos; digo también, que el señor Salazar no puede estar aquí, porque el señor Urueta, cuando fue director de El Liberal le negó un puesto; además, porque si la facción carrancista ve que en esta Asamblea, que en esta Convención que tarde o temprano, para el triunfo de la Revolución, traerá consigo la unificación de todas las facciones revolucionarias que en la actualidad se despedazan en los campos, podrían tacharnos, porque dirían que esta Convención lleva por punto de mira el triunfo, aceptando a cualquiera en su seno; se nos diría que esta Convención, sin mancha, acepta a personas que sirvieron a pasadas dictaduras. (Aplausos)

El C. Borrego
En otra ocasión, he dicho que no hay más política que la del honor y de la verdad.

En pleno período terrorista, en pleno régimen huertista, cuando el block renovador se hallaba sumido en las mazmorras de la Penitenciaría, cuando entre esas personas figuraba yo, se pidió de una manera desvergonzada que se nos fusilase. Entonces, se publicaba un periódico El Renovador, muy distinto del que hoy se nos presenta. Aquél no tenía absolutamente ninguno de los nombres que hoy se ven en ese periódico, cuyo ejemplar se nos muestra. Entonces, en la Penitenciaría, por conducto de la señorita María Pérez, se nos llevaba únicamente al señor Miguel Alardín y a mí, y se nos decía, que entre los redactores, figuraban las personas que acaba de indicar el señor Pérez Taylor. Ese otro Renovador, surgió al triunfo de la Revolución, cuando el Jefe entró a la capital; no es el que luchó durante el régimen huertista. ¡Es un periódico apócrifo! (Aplausos)

El C. Salazar
He oído tantas cosas, que a la postre no sé ni qué contestar. Un individuo que ha procurado durante toda la labor de su vida modesta, ser absolutamente honrado, aparece aquí como un impostor; y parece, por algunos que lo han interpelado, como por ejemplo el señor Fierro, que trató de engañar y no solamente en éste, en ningún caso, sería yo capaz de engañar a nadie; muy al contrario, me agradaría salir, pero dejando aquí la plena y absoluta convicción de que soy incapaz de acudir a una mentira.

Dije y protesto por mi honor, que de los cinco redactores que escribían ese periódico, conocí únicamente a Fortunato Méndez, que fue mi empleado.

Hay algo más: se dice que este periódico es apócrifo, y no hay tal. Este último periódico, lo publicamos cuando muchas personas se atribuían su paternidad; entonces yo acudí a ver a Urueta, viejo amigo mío, y le dije: no por mí, porque yo no trato de aparecer, pero sí por los que han tomado una parte tan activa como Méndez, pido se haga una aclaración en El Liberal, aclaración que Urueta hizo ampliamente. Entonces fue cuando se hizo este último número, únicamente para que aparecieran las caricaturas que se habían publicado en plena dictadura huertista; y en prueba de que no se trató de engañar, están los siguientes renglones:

Finalizaba ese mes de enero cuando llegó a nuestras manos reservadamente una simpática y valiente publicación denominada El Renovador, digna de ondear muy alto como enseña revolucionaria; vimos los números 1 y 2, y poco después oímos decir que sus editores habían sido perseguidos y aun alguno de ellos había sido capturado y había muerto.

Nada de esto último llegamos a confirmar, pero el hecho fue que la bandera había caído y era necesario levantarla, cualesquiera que fuesen los que la hubieran abandonado, máxime si éstos habían muerto; pues la defensa nacional contra el usurpador, exigía urgentemente toda clase de elementos de combate.

Con ese antecedente, aparece el primer número de El Renovador en su segunda época, el día 9 de febrero de 1914, cuyo preámbulo nosotros con gusto reproducimos en otro lugar.

Afirmo y vuelvo a afirmar, de manera rotunda y por mi honor, que no conozco de los colaboradores más que al señor Méndez, y que en este periódico puse yo a contribución lo poco que podía mi pluma, y en los momentos en que me lo permitían mis labores oficiales; esto es por lo que yo he dicho que no creo en absoluto que tenga mis antecedentes manchados en ninguna forma, y creo que de esta manera habré dejado contestado lo que el señor Pérez Taylor decia.

En cuanto a que yo haya solicitado algo del director de El Liberal, tengo que decir que no solicité nada absolutamente; lo que sí hice, fue pedir a Urueta que en su periódico se hiciera una aclaración, la cual se hizo en un número de El Liberal, que conservo, pero que no traje, desgraciadamente.

El C. Fierro
Pido la palabra, para una interpelación.

El C. presidente
Tiene usted la palabra.

El C. Fierro
Interpelo al ciudadano Salazar para que se sirva decirme por qué tomó la palabra en una festividad organizada en Chapultepec por los corifeos de Huerta, en donde elogió a éste.

El C. Salazar
Positivamente la persona que me interpela, me proporciona el mejor momento de defensa.

En las muchas veces que yo hablé en aquella época, porque he dejado de hablar hace mucho tiempo y no he solicitado hacerlo, confieso ingenuamente que esta vez, sí lo solicité para decir la estrofa que voy a recitar, y en la que declaro, fue mi íntención dejar grabado en alguna forma todo mi odio. La va a escuchar el señor que me interpela, y a más, pues si gusta le mostraré los periódicos que se publicaban en aquella época. Dice así:

Salve a los que llorando se consumieron;
a los que, en muda noche, vibraron
justicia y como notas se difundieron,
a los que helados, yertos, frescura dieron
y cual nubes, en lloro se desgranaron.

El señor podrá ver en la quintilla que me refiero, al señor Presidente Madero, y repito, fue intencionalmente dicha. Por esto dije que aprovechaba el mejor momento para defenderme ya que éste me lo proporcionaba el señor que me está interpelando.

El C. Fierro
Continúo, señor presidente:

La estrofa que nos acaba de recitar el señor Salazar es bella; pero no da, a dicho señor, toda la justicia. Los huertistas se han de haber considerado felices al escuchar esta estrofa, porque naturalmente han de haber creído que iba dirigida a ellos, y no tenían por qué reprochar al señor Salazar sus palabras.

El mismo ha dicho, que era digno compañero de aquellos hombres, y sus palabras serán suficientes para que esta Asamblea, por ningún motivo, le abra las puertas de esta Cámara.

Esta es la oportunidad de que los verdaderos revolucionarios. hagamos una profesión de fe acerca de nuestros procedimientos futuros.

Cuando todo el mundo en esta ciudad de México, se imagina que nosotros vamos a tender la mano como a un camarada antiguo y querido, a nuestros antiguos enemigos, es consolador y grato escuchar la palabra vibrante de un luchador que no mendiga aplausos, pero que defiende con entera honradez y convicción sus ideas, como lo es el señor licenciado Soto y Gama, quien nos manifestó, que nosotros preferiríamos siempre tender nuestros brazos a los hombres del carrancismo, antes de aceptar en nuestras filas a los hombres del huertismo. (Aplausos)

Con el pretexto de que unos cuantos hombres como Alvaro Obregón, roban y asesinan en defensa de la bandera del constitucionalismo, se quiere hacer aparecer que todos los revolucionarios, aun aquellos que si no están con nosotros, pueden ser unos equivocados, pero que jamás podrán ser todos los hombres, por el hecho nada más de que al ser carrancistas, sean unos bandidos.

Se nos ha querido convencer, para que nosotros les profesemos un profundo odio y para que por el contrario, les tendamos nuestras manos cariñosas a los que también odian a aquellos hombres defensores de la libertad y defensores de sagrados ideales, pero nunca, repito, ¡bandidos todos!

El señor Salazar, empleado hasta las postrimerías del Gobierno huertista, por ningún motivo podía ser admitido aquí, porque aquí más que grandes sabios, más que notables y profundos pensadores y filósofos, más que poetas y autores de estrofas afiligranadas, queremos hombres de entero valor civil; hombres Que no amen la vida, más que la dignidad, hombres que prefieran sucumbir antes que ser serviles y lamerle las plantas a ningún déspota. (Aplausos)

Después de una revolución anárquica como la nuestra, una dictadura fatal, horrorosa, suele amenazar a los países. No quiero decir yo que la dictadura se nos venga encima en un futuro, pero es posible, y de ello debemos precavernos con nuestras ideas, ya que estamos dispuestos a morir en defensa de la Patria.

Así, pues, para que mañana un caudillo, no sé quién, cualquiera, un dominador, un hombre que con su bota fuerte de soldado no imponga terror y haga el silencio de tumba sobre el país, pretenda que sólo su palabra se escuche y que todos los hombres tiemblen y enmudezcan ante una insignificante indicación suya, es por lo que queremos que en esta Asamblea haya hombres enteros, que no teman a nadie, y que velen siempre por la libertad, como si fuera el fuego sagrado de Vesta. Repito, pues, que por ningún motivo el señor Salazar debe ser admitido para estar aquí y si mis palabras no son bastante para indicarle la puerta por donde entró, entonces pido enérgicamente que se aplace la discusión para probar, con pruebas incontrovertibles, que el señor Salazar no es digno de estar entre nosotros.

El C. Abel C. Salazar
He dicho a mi impugnador, que el cargo de Juez que desempeñé, fue por nombramiento del Presidente Constitucional don Francisco I. Madero; protesté ante él cumplir con ese encargo y cumplí como Juez honradamente.

Yo no solamente exijo, suplico al señor mi impugnador, no con oratoria meramente hueca y meramente vulgar, sino con hechos concretos, que me demuestre que siendo yo Juez, acudí alguna vez a recibir alguna consigna como Juez Séptimo de Instrucción; en esa forma quedará plenamente demostrado que si el nombramiento lo debí al señor Madero, no estaba obligado a entregarlo a ningún otro, puesto que ante él había prometido cumplir honradamente con mi deber.

El C. Borrego
Pido la palabra para un hecho.

El C. Valle
Yo desde antes la he pedido.

El C. Castro
Yo he pedido ya la palabra.

El C. presidente
El ciudadano Valle hace un momento vino a suplicarme le diera la palabra.

El C. Valle
Señores delegados:

voy a ser sumamente corto en el hecho que voy a sentar y repito que es hecho y no como acaba de decir el delegado Salazar, que es aquello una especie como de hueco o que no tiene fundamento. Voy a ponerle un hecho muy exacto, si es que él no lo hace a un lado, y es el siguiente:

Recién dado el cuartelazo, en la época del señor Madero, durante la Semana Trágica que tuve la desgracia de haberla pasado en la Penitenciaría en unión del señor Barrios y otros compañeros más; nosotros íbamos a lograr nuestra libertad el 20 de febrero, dos días después de haber triunfado el cuartelazo, y siento bastante el hacer mención de ello, pero sí viene al caso, porque no está en esta ciudad el señor Castañón Campoverde, que fue el defensor del señor Pérez y demás, ante el Gobierno del señor Madero para que nosotros recobrásemos nuestra libertad; como dije antes, el 20 de febrero íbamos a lograr nuestra libertad; pero el señor Salazar, que por cierto no lo conocí, sino casualmente cuando iba con el señor Campoverde por la calle de Tacuba, me lo enseñó y me dijo:

Ese es Salazar, quien se opuso terminantemente ante el Gobierno a que diera libertad a ninguno de los reos políticos recluidos en la cárcel, porque indudablemente tendrían que lanzarse a la lucha armada.

Esto lo digo porque no me gusta, como dice el señor Salazar, ocultarme en subterfugios, sino sujetarme a los hechos. Indudablemente que después me convencí, porque el 27 de febrero, 9 dias después de haber adquirido nuestra libertad, lo vi palpablemente; entre ellos se hallaba el señor general Cándido Navarro, hoy en mejor vida, que, por influencias del señor Salazar y otros individuos, nosotros no adquirimos nuestra libertad. Repito que esto fue obra de hombres miserables, y entre ellos se encuentra ya muerto el general Navarro, que por influencias del señor Salazar y otros individuos más, y el general Cándido Navarro no adquirieron su libertad como la hubiéramos adquirido, únicamente por influencias de hombres miserables, de hombres que sin ninguna convicción, sino de conveniencia, se amparan al abrigo de ciertos hombres para mendigar el pan que necesitan.

El C. Castro
Pido la palabra.

El C. Velázquez
Señores delegados, creo que no debemos esperar a que el señor delegado Fierro nos traiga las pruebas que ofrece para rechazar la credencial del señor Salazar; él mismo se ha encargado de decirnos que sirvió en alguna forma al Gobierno de Huerta, aceptó ese Gobierno y aunque no haya ayudado a fortalecerlo de una manera positiva, sí con su aquiescencia le dio su aceptación. Soy intransigente en este punto y tengo mis motivos.

Yo no fui nombrado por el señor Madero, como él dice, queriendo con esto asegurarnos que su nombramiento era legítimo; fui nombrado por el pueblo. Diputado al Congreso de la Unión, y no obstante que me llamaron repetidas veces y me amenazaron otras, jamás quise asistir al Congreso, porque comprendí que con sólo mi venida ya fortalecía a aquel Gobierno; era necesario otra vez ir a la lucha, ir al campo de batalla, como fui para buscar el desquiciamiento del usurpador, y de ninguna manera sostenerlo.

Por esa razón espero que los señores delegados no esperarán más pruebas; basta con que el señor Salazar haya servido en alguna forma al Gobierno de Huerta para que su credencial no sea aceptada. (Aplausos)

El C. Salazar
Si porque estuve en ese Gobierno, no obstante que no hay un solo hecho, en contra mía, porque lo que el señor, cuyo nombre ignoro, refiere del señor Barrios no lo comprueba, ni podría recordar esos hechos, porque no existen, ni yo jamás tuve influencia; digo, si no obstante haberme portado honradamente en ese puesto, se cree que por el hecho de haber servido, de haber continuado con nombramiento del señor Madero, si no obstante los modestos servicios que he relatado y que honradamente presté a la Revolución, esto no es suficiente, espero tranquilamente el voto de esta Asamblea.

El C. Pérez Taylor
Pido la palabra para una aclaración.

El C. Castro
Yo he pedido la palabra. (Siseos, rumores, campanilla)

El C. secretario
La Presidencia pregunta, por conducto de la Secretaría a la Honorable Asamblea, si considera suficientemente discutido el asunto.

El C. Ortiz
El señor Castro ha pedido la palabra hace mucho tiempo y no se le ha dejado hablar; yo opino por que se le deje hablar.

El C. secretario
Los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de píe.

El C. Castro
Señor presidente, señores delegados:

Probablemente el señor presunto delegado ha de haber creído que venía a una Cámara a ilustrarnos, que nos venía con frases llenas de azúcar y versos almibarados a mostrarnos que ha luchado como si fuese un verdadero revolucionario. No cabe duda que la sirvergüenzada de la reacción no tiene nombre; por eso es que el señor presunto delegado viene a pedirnos un asiento.

El señor Salazar es uno de los cantores más ilusionados, de aquellos individuos que mediante oro componen versos, y en efecto, en las librerías hay un hecho, pues si mal no recuerdo allí está:

Los pueblos están en plena anarquía, los ojos de una generación están llenos de lágrimas, las manos se tienden crispadas ...

(Murmullos. Desorden)

... la voz de los heridos, la voz de los huérfanos y de las viudas claman justicia. No obstante esto se siguen levantando las hordas de la Revolución, de una manera amenazante para la Reacción.

México es uno de los países que por su condición actual, está llamado a impartir justicia, justicia para los débiles y contra los que ayer apoyaron a los traidores y no sólo estos individuos, sino que hay miembros del partido renovador, ese partido que le dio simple y sencillamente la autoridad, la legalidad a un Gobierno tirano. Si nosotros impartiésemos justicia, si nosotros sintiéramos lo que sintieron las víctimas que fueron inmoladas, no obstante las lágrimas y el ruego de los deudos, que fueron llevados al cadalso, nosotros debemos forzosamente aprehender a todos aquellos hombres, y juzgándolos, darles la libertad o el castigo que merecieran.

El C. Borrego
Hace mucho, señor presidente, que he pedido la palabra.

El C. Pérez Taylor
Pido la palabra para una aclaración.

El C. Casta
Pido la palabra, para una moción de orden.

El C. Pérez Taylor
Para una aclaración, por ser de honor, ciudadano presidente.

El C. presidente
Señores delegados, veo con pesar, y ustedes mismos lo han dicho, que el tiempo se pierde, se pierde sin tregua ... todas las víctimas que a cada momento están sucumbiendo ... no me explico bien la cosa. Ya el señor ha pedido la votación él mismo; veo claro que la Asamblea está dispuesta a rechazarlo, pues al decir esto, lo otro y lo otro, se comprende que la Asamblea va a rechazarlo. Sírvanse ustedes dejar que la Mesa pida ya la votación, para que se aproveche el tiempo. (Aplausos)

El C. Pérez Taylor
Insisto, porque es una aclaración de honor. (Siseos)

El C. presidente
Una acraración de honor muy breve, hágame favor.

El C. Pérez Taylor
Yo le ruego de la manera más atenta al ciudadano Abel C. Salazar, poeta, que no vaya a creer que esta Asamblea ha tratado de insultarlo o de mezclarse en los asuntos de su vida privada, pues a mí me consta que el ciudadano Salazar en su vida privada es un hombre honorable. El único punto a discusión en esta Asamblea, para que no se admita su credencial, y bajo esta impresión debe abandonar este hemiciclo parlamentario, es con el fundamental principio político de que la facción revolucionaria carrancista, y nosotros, revolucionarios también, es ser consecuentes con ese mismo principio que nosotros proclamamos aquí, de no admitir por un solo momento a todos aquellos individuos que llevan el baldón de haber servido a dictaduras pasadas. (Aplausos)

El C. secretario
La Presidencia, por conducto de la Secretaría, pregunta a esta Asamblea si considera suficientemente discutido el asunto. (Voces: Sí, sí)

Se considera suficientemente discutido el asunto.

El C. Montaño
Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente
No se puede interrumpir la votación.

El C. Montaño
Es una aclaración de importancia. (Voces: ¡Ya no!)

Que se haga constar esto ...

El C. presidente
Después de la votación.

El C. secretario
Está a votación el dictamen de la Comisión Revisora de Credenciales en la parte relativa al ciudadano Salazar. (Leyó)

Está a discusión. (Voces: ¡No!, ¡no!)

El C. Montaño
Han dicho que está a discusión, pido la palabra.

El C. secretario
Está a votación. Hagan favor de ponerse en pie los que estén por aprobarla.

El C. Aceves
Hay que ser consecuentes con los delegados, hay que dejarlo hablar.

El C. secretario
Reprobada. (Aplausos)

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSegunda parte de la sesión del 24 de marzo de 1915 Segunda parte de la Junta previa y sesión del 25 de marzo de 1915Biblioteca Virtual Antorcha