Indice de Crónicas y debates de las sesiones de la Soberana Convención Revolucionaria, compilador, Florencio Barrera FuentesIntroducción de Florencio Barrera FuentesBiblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES
DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

PRESENTACIÓN


El volumen que ahora colocamos en las estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, correspondiente a las juntas previas y sesiones celebradas entre el 9 de noviembre de 1914 y el 27 de febrero de 1915, de la Soberana Convención Revolucionaria, corresponde al segundo tomo de la recopilación realizada por el historiador Florencio Barrera Fuentes. Éste fue editado por la Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios de Historia de la Revolución Mexicana, en 1965, y nos ha servido de base para la presente digitalización.

Este periodo resulta ser el más álgido en el desarrollo de esta institución política y el más prometedor, pero también, el más triste y dramático.

En efecto, la Soberana Convención Revolucionaria parecía haber logrado su propósito cuando, después de haber nombrado como Encargado del Poder Ejecutivo al General Eulalio Gutiérrez, determinó cesar en sus funciones como Encargado del poder Ejecutivo al señor Venustiano Carranza, prácticamente ordenándole que se sirviese retirar de su cargo. Más, como era de esperarse, el señor Carranza, actuando como que le hablara la Virgen, y haciendo mutis mutantis, abandonó subrepticiamente la capital de la República con el claro objeto de marchar rumbo al Estado de Veracruz para ahí hacerse fuerte y resistir la presión de la Soberana Convención, al igual que de los convencionistas.

Los convencionistas, con ingenuidad suprema, determinan enviar una Comisión formada por los generales Hay, Obregón y Villarreal para que intentaran convencer al señor Venustiano Carranza de aceptar la determinación de la Convención de removerlo en su cargo de Encargado del Poder Ejecutivo. Finalmente los generales designados dan, como comunmente se dice, el chaquetazo, y sin decir agua va ni agua viene, se apuntan de golpe y porrazo en la lista de los fieles del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, el baron de Cuatro Ciénegas, dejando la situación de tal manera que una confrontación iba a ser inevitable, costándole mucho dolor y sangre a la República.

Con esta presentación, no pretendemos satanizar o criticar a algún personaje en particular, sólo buscamos promover la reflexión sobre lo que aconteció, puntualizando que si bien en aquellos momentos, seguidores de Francisco Villa, y de Venustiano Carranza, principales actores del drama, jugaban un doble juego fintando fidelidades no sentidas, junto a ellos hubo un número nada despreciable de elementos que sí tomaron el asunto en serio e hicieron hasta lo imposible para evitar la sangrienta conflagración que finalmente estalló. Hay que tener eso en cuenta, en este emblemático año del 2010, para que en las reflexiones que cada quien realice junto con sus amistades, sus familiares o sus compañeros de trabajo, se tenga en claro que en aquel tortuoso proceso hubo muchas personas que buscaron cooperar con su granito de arena para evitar que corriera sangre, y la revolución pudiese alzarse airosa y triunfante, consolidándose en un ambiente de paz.

Desgraciadamente eso no sucedió. Debido a factores adversos, la fuerza de la Soberana Convención Revolucionaria, que en la ciudad de Aguascalientes alcanzó su clímax, irá desgastándose tanto por decisiones equivocadas como por la falta de carácter de algunos de sus personajes más relevantes y, por muy crudo que parezca, la estupidez y carencia de visión de los jefes militares de las fuerzas convencionistas. Estamos hablando de los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata, incapaces ambos de comprender la importancia y trascendencia de la institución a la cual servían. Por desgracia, los grandes caudillos, los carranzas, obregones, villas y zapatas, engolosinados con sus fantasías guerreristas, pusiéronse a jugar a los soldaditos, hundiendo a la República entera en un pavoroso baño de sangre.

Así las cosas, la Soberana Convención Revolucionaria, en nuestra opinión, única alternativa real y viable a través de la cual se hubiese podido evitar la catástrofe de la lucha de facciones en el terreno militar, trasladándola a una lucha de facciones pero en el terreno de la deliberación política, terminaría arrumbada sin la menor posibilidad de incidir en el terreno práctico, donde villistas, carrancistas y zapatistas andaban a la greña sembrando destrucción y muerte,cada uno enarbolando su propia verdad.

Por supuesto que el camino más sencillo para intentar comprender esa locura es buscar dar la razón a uno de los contendientes, descalificando a los otros. Y ese camino fácil, es el que se siguió. Los seguidores de Carranza, lanzan improperios y culpas contra Villa y sus secuaces sobre quienes hacen recaer toda la culpa del baño de sangre que a la República mexicana costó la lucha de facciones en el campo militar; por su parte, los villistas, quienes a la postre resultarían los derrotados, hacen lo propio en contra de Venustiano Carranza y sus desmedidas ambiciones políticas personalistas y autoritarias, considerando la actitud de incuestionable rebeldía del considerado Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a las órdenes emanadas de la Soberana Convención Revolucionaria como la gota que derramó el vaso y allanó el camino a la guerra. En relación a la facción del zapatismo, curiosamente las principales críticas provienen del bando que en el terreno militar era su aliado, esto es, de los villistas, señalando la inconsistencia militar del zapatismo, el cual terminó siendo visto, por varios altos mandos del villismo, mas como un estorbo que como un aliado.

En fin, y no obstante que en todas las críticas y acusaciones realizadas por uno u otro bando hay elementos de verdad, el asunto de fondo es que al dejarse a un lado la única alternativa que permitía trasladar esas animadversiones y malos entendidos entre las diversas corrientes o facciones del conjunto revolucionario a un plano de debate político, quedo fatalmente trazado el tétrico camino de la conflagración militar.

Ahora bien, no obstante lo ya señalado, la labor desarrollada en el seno de la Soberana Convención Revolucionaria, demuestra a la perfección el sentir de las corrientes en ella representadas. Por una parte, los elementos del sur -léase los zapatistas-, y, por la otra, los elementos del norte -léase los maytorenistas y villistas-, y la manera como las evidentes diferencias existentes, al canalizarse por senderos de discusión política e ideológica eran capaces de producir, en varios casos, interesantísimas síntesis que efectivamente superaban los conflictos.

En el terreno propositivo, la Soberana Convención Revolucionaria planteó, de cara a la República, una serie de alternativas no sólo interesantes, sino auténticas joyas de visión política. Particularmente viene al caso retomar los planteamientos realizados en pro de la alternativa parlamentaria como respuesta al presidencialismo. Los discursos pronunciados por Antonio Díaz Soto y Gama son de una actualidad sorprendente.

En fin son tantas las propuestas emanadas de la Soberana Convención Revolucionaria sobre asuntos de vital importancia no sólo para el México de aquél entonces, sino incluso para el México actual, que conviene, a todo aquel interesado en el tema de la Revolución Mexicana, leer y releer las juntas previas y sesiones contenidas en este volumen.

Para terminar precisaremos que la elaboración de la presente digitalización, nos llevó un buen tiempo tanto por lo abundante del material -seiscientas setenta y dos páginas en letra muy menudita-, como por la necesidad de dividir en dos partes varias de las sesiones, con el fin de volver los archivos más manejables en el momento de leer, consultar o simplemente hojear esta obra.

Sin duda alguna, quien se acerque a leerla extraerá elementos que le permitirán contar con una concepción más objetiva de lo que fue ese macro proceso político, social, económico y también militar conocido con el genérico nombre de Revolución Mexicana.

Chantal López y Omar Cortés
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