Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 24 de febrero de 1915 Sesión del 25 de febrero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 24 DE FEBRERO DE 1915 CELEBRADA EN CUERNAVACA, MORELOS
Segunda parte

Presidencia del C. Delegado Otilio Montaño


El C. Nieto

Pido la palabra para un hecho.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto

El otro día se nos dijo que esa proposición del señor Ministro estaba autorizada por el Ejecutivo, y no lo estaba; ahora se nos dice que ese documento ha sido prohijado por el señor Fierro, y esto es también absolutamente falso; por ese motivo yo creo que estamos bordando en el vacío y, al efecto, suplico a la Secretaría se sirva decirme si está firmado por el señor Fierro.

El C. presidente

La Mesa declara al señor Nieto que a toda la Asamblea le consta que el señor Fierro hizo suyo ese Proyecto. (Voces: No lo firmó)

La Mesa ruega al señor Fierro se sirva pasar a firmar.

El C. Nieto

Pido la palabra para un nuevo hecho y una moción de orden.

El C. presidente

Tiene la palabra el señor Nieto.

El C. Nieto

¿Qué antes de que se cumpla la formalidad de que todas aquellas iniciativas que haga suyas un delegado sean firmadas, éstas se ponen a discusión?

El C. presidente

La hizo suya el mismo día que se presentó y no la firmó. En consecuencia, la única formalidad que falta es la firma, y lo va a hacer en este momento.

El C. Nieto

Sí, ahora sí ya lo va a hacer ... (Voces: ¡Eso no vale!)

El C. presidente

A toda la Asamblea le consta que la hizo suya el señor Fierro; la prueba es que en este momento la ha firmado.

Tiene la palabra el ciudadano Soto y Gama, en pro del dictamen.

El C. Soto y Gama

Señores delegados:

El incidente que ha tenido lugar, ha sido motivado por el afán de obstruccionismo claramente caracterizado por la moción tan extemporánea, tan inútil, tan infundada e iba a decir tan tonta (pero después se me echan encima), del señor Nieto. En esa moción hay obstruccionismo y hay otra cosa; pero necesito pedirle permiso al señor Piña para calificarla, porque si la calilfico de reaccionaria, malo; si la califico de burguesa, peor, y si la califico de pésima, más malo todavía. (Risas)

Por eso me debería abstener de calificarla de reaccionaria o de burguesa, para evitar que el señor Piña repita lo que el sábado hizo, con motivo del acta, que nada tenía que ver con los asuntos a discusión; deseo evitar que tome la palabra, porque sólo él cree tener derecho para discutir, y que nos espete un discurso de una hora, gemebundo y lloroso, como las peores jeremiadas de Jeremías (Risas), asegurando que el señor Montaño y yo lo hemos presentado, así como a sus colegas, ante las saetas agudas de las galerías, como un burgués detestable, como un reacionario imposíble, y los pobrecitos ya no pueden dar paso en Cuernavaca; y en tal situación nos han colocado al señor Montaño y a mí, que ya no podemos ni siquiera expresar nuestras opiniones, ni calificar un proyecto pésimo, como tal.

Pero a pesar de mis temores, y a pesar de las opiniones del señor Piña, voy a incurrir en su desagrado, expresándole con toda claridad que ese dictamen es absolutamente reaccionario; y se lo voy a demostrar.

Dice el dictamen: (Lo leyó)

¡Qué pudor: pudor de reaccionarios! ... ¡Pues ya lo creo! debemos aceptar todas esas leyes que se nos presenten en esta Asamblea, por más que no quieran los señores del Norte; debemos aceptar todas esas leyes que contengan verdaderas reformas a la legislación existente y al medio social, al pésimo y corrompido medio social de explotación, de mentira, de hipocresía y de cinismo en que vivimos; desde el matrimonio, que es un cinismo; hasta la presidencia que es una autocracia, que siempre pretende perpetuarse en el poder, para favorecer a los suyos y expoliar al pueblo.

De manera que los que pretenden que el dictamen se modifique, son los reaccionarios, los conservadores, y los burgueses; ¡aunque se enoje el señor Piña!

Las razones que se han expuesto son especiosas; entre otras, se presenta la de que, en vista de que no se sabe a punto cierto si el Ejecutivo autorizó con su firma la iniciativa del Ministro de Justicia, o no, se reserve este dictamen, hasta que se sepa si, efectivamente, firmó, y hasta ver si el señor Presidente de la República sostenia bajo su palabra, la iniciativa en cuestión.

Como ustedes ven, ésta no es una razón, porque desde el primer momento se podía haber acercado alguno de los señores delegados interesados en el punto en cuestión, al señor Presidente de la República, ya que tan cerca está el Palacio Nacional, para saber, para aclarar si efectivamente él había dado su autorización al Ministro de Justicia. En consecuencia, el procedimiento no es más que un chanchullo como tantos de que se valen los obstruccionistas.

La última razón es más curiosa todavía; se funda en que el señor Ministro solicitó de una manera vaga, esas autorizaciones; esto lo podían haber dicho cuando el señor Ministro se hallaba en la Asamblea, y también lo podían haber expresado en su dictamen. Dice el señor Ministro:

Consecuente con ese mi modo de pensar, formé el proyecto de reformas legales que someto a la consideración de esa Honorable Asamblea, para que, interiorizada de los principios que en él expreso, y de las ideas que habrán de informar a las leyes respectivas, se sirva, si a bien lo tiene, acordar al Ejecutivo Federal, la autorización que solicito, para la expedición de las disposiciones debidas; bajo el concepto de que, si esa misma Honorable Asamblea desea conocer desde luego cuáles son las reformas y leyes que proyecto, el suscrito atenderá respetuoso tal decisión, pasando a informar debidamente.

Debía haber dicho el dictamen:

Dígase al Ministro de Justicia, o al Secretario de Justicia, como le llaman ellos, que pase a informar cuáles son las leyes que trata de expedir o de modificar, para poder dictaminar; pero las bases de la iniciativa del Ministro son buenas, son inmejorables, son revolucionarias, tan es así, que asustan a la Comisión, porque las creen contrarias al medio social en que vivimos. Las bases son hermosas, tan hermosas que asustan a cualquiera que no sea revolucionario. Se dice, por ejemplo, en este proyecto, hablando de la confiscación de los bienes de los enemigos: Toca a la Convención satisfacer ampliamente la aspiración más justa, el deseo más vehemente que alientan los revolucionarios de principios, como lo es el de que la justicia descargue con inflexible firmeza su mano sobre los culpables del drama nacional que hemos venido presenciando.

Se impone, que esta obra se lleve a cabo inmediatamente. Es forzoso que la Asamblea Nacional tome los acuerdos necesarios para ajustar a los enemigos de la Revolución, las cuentas que tienen pendientes con la Justicia, como violadores del Derecho.

¡Qué distintas son estas leyes de las que nos proponía el señor Limantour!

Luego viene hablando el Proyecto de la implantación del divorcio. Absolutamente todas, cuestiones verdaderamente revolucionarias y dignas de tomarse en consideración; y, sin embargo, la Comisión, sin estudio de ninguna especie, las desecha de plano.

Dice el señor Ministro:

Ninguna época más a propósito, que en la que vivimos, para enfrentarnos con entereza con los problemas de más trascendencia que se nos presentan para su solución. Es éste el momento de abrir paso franco a la verdad y desafiar, sin temor alguno, a las preocupaciones de tantos siglos, que han venido a formar una barrera gigantesca, considerada por los conservadores como infranqueable.

Esa barrera que nuestros antepasados han considerado como un obstáculo insuperable para dar paso al Progreso, tiene que desaparecer con los adelantos de la Humanidad, y tengo la convicción de que nosotros estamos capacitados para transponerla o barrerla con la metralla de la Revolución. Esa barrera es la de la tradición, amasada con las mil mentiras convencionales que no han dejado caminar a la sociedad por la senda de la verdad y de la razón.

Entre las mentiras convencionales que tienen sojuzgada a la sociedad y que estan en abierta pugna con la letra y el espíritu de nuestra Constitución General, que establece, de una manera clara y terminante, que el Estado no debe permitir que se lleve a efecto ningún contrato, pacto o convenio, que tenga por objeto el menoscabo, la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre, está la mentira del matrimonio.

Si los señores opositores creen que la ley es buena, pero que no ha sido presentada en la forma debida, que así lo expresen; pero que no anden con obstrucciones de forma, puesto que, tarde o temprano y quieran o no quieran los opositores, tendrán que venir esas reformas que tanto los asustan.

Esa barrera tendrá que desaparecer, y tengo la convicción de que estamos unificados con la voluntad y con los anhelos de la Revolución para exigir esas reformas: y tengo también la convicción de que uno de los primeros pasos para lograrlas, es aprobar esa iniciativa que nos presenta el señor Ministro de Justicia.

Esa barrera infranqueable, según los conservadores es la de la tradición, con sus mil mentiras, entre otras, con la mentira del matrimonio, aunque se asusten los señores del Norte, aunque se asusten los reaccionarios, aunque se asusten los conservadores. (Risas y siseos)

Esa mentira del matrimonio, desde Adán y Eva, hasta nuestros días; desde esa época, desde el Génesis, se estableció el derecho de procrearse, de propagar la especie, y ahora se trata de seguir poniendo coto y de seguir poniendo barreras a la propagación de la especie, por el medio risible y mentiroso del matrimonio, risible y mentiroso, porque no hay casado que no propague la especie por otro lado. (Risas y aplausos)

Sigue diciendo el señor Ministro:

Al abordar esta cuestión, no me ocuparé en estudiar esa institución bajo su aspecto moral. No pretenderé ahondar la cuestión de Derecho Natural, que pueda fijar el grado de inmoralidad que encierra la prohibición de la libre satisfación de una necesidad imperiosa como lo es la de la propagación de la especie.

Me concretaré a tocar someramente el problema del matrimonio, bajo el punto de vista netamente jurídico.

El matrimonio se ha considerado siempre, por todos los jurisconsultos de todas las épocas, como un contrato civil, en virtud del cual se establece una sociedad entre un hombre y una mujer, para perpetuar la especie y ayudarse a sobrellevar las cargas de la vida.

Si se hubiera procedido en todo tiempo de acuerdo con esta definición unánimemente aceptada, y no se hubiera torcido su espíritu al reglamentar esa institución, ella, como las demás instituciones humanas, habría ido avanzando notablemente y el matrimonio estaría hoy muy cerca de la verdad.

¡Un poquito cerca; aproximación nada más! (Risas)

La Humanidad no tendría que lamentarse de tener aprisionado su cuello con semejante cadena de esclavitud, causa en gran parte de las desgracias que la afligen; porque hay que convenir en que el único lazo que debe unir a un matrimonio es el que resulta del amor sincero, de la estimación y del respeto que mutuamente se profesen los cónyuges; pero nunca que ese lazo venga a ser la cadena odiosa, repugnante, inmoral, que ha querido imponer por la fuerza la hipócrita sociedad de ayer.

¡Y esto es lo que viene a sostenerse en una Asamblea revolucionaria, en pleno siglo XX!

Muchos se preguntarán, ¿cómo es posible que la sociedad se haya echado sobre sí misma esa oprobiosa cadena, con desdoro de la verdad y de la razón? La contestación se viene luego a las mientes: Desgraciadamente las religiones, eternas enemigas de la razón, de la verdad, de la luz, agrupaciones formadas con el fin de dominar a la Humanidad entera, se han aprovechado del fanatismo de los pueblos, y apoyadas en él, y en consorcio con los magnates del poder, establecieron desde hace muchos siglos dicha institución del matrimonio, con todos los errores que la carcomen, y que no han tenido otro fin que privar a los hombres de las libertades naturales con que han nacido.

Y esto, que es el grito de la naturaleza herida, de la naturaleza ahogada durante tantos siglos, se desoye todavía ahora, señores, y se trata de sorprender a la Asamblea con argumentos más o menos aparatosos, pidiéndonos que este Proyecto se deseche de plano, haciéndonos pasar por imbéciles, para que dejemos que este Programa se desarrolle al abrigo de la Paz, al calor de la Paz; y nosotros, que somos Asamblea Revolucionaria, no nos asustamos con los gritos de la naturaleza humana, cuando el error más grande, el mayor mal de la sociedad, como ha dicho San Pablo, es la indisolubilidad del matrimonio; ni san Pablo, repito, lo estableció: San Pablo, el gran filósofo, ha juzgado con menos hipocresía todas esas asquerosidades que de hecho disuelven y prostituyen la sociedad; y cuando se trata de resolver problema tan trascendental, esta Asamblea de revolucionarios se asusta y trata de sancionar esas mentiras, que sólo los frailes, esos eternos hipócritas, esos hombres depravados y prostituidos, pueden sostener, atemorizando a los débiles con el infierno, con la eterna condenación; y, ¿qué infierno más terrible que la deshonra, que el adulterio amparado por la indisolubilidad del vínculo matrimonial? (Aplausos)

Asusta a los señores de la Comisión ese error tan consagrado por la tradición: el respeto a la podrida Iglesia Católica; la Iglesia Católica, que ha tenido la desvergüenza de permitir el divorcio, multitud de veces cuando se trata de un magnate; eso que a los católicos asusta, que siempre se ha considerado a través de las supersticiones como cosa verdaderamente punible, como pecado mortal: el adulterio, ha estado sancionado, según tarifa, que ha permitido a los reyes los pecados mortales y veniales. (Aplausos)

No quiero cansar a ustedes, pero sí quiero decirles que tengan el valor civil suficiente para no desechar de plano leyes que, como ésta, se apoyan en bases tan sólidas como las que proporciona la naturaleza misma. (Aplausos)

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Zepeda

Pido la palabra, como miembro de la Comisión.

El C. presidente

Se ha inscrito antes el ciudadano Nieto. Ruego a usted se sirva esperar su turno. (Voces: Tiene derecho a hablar como miembro de la Comisión)

El C. presidente

Yo estoy obligado a conceder la palabra a los oradores, según el orden en que se hayan inscrito. Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto

Su Alteza Don Antonio I, el más ilustre de los modernos dictadores parlamentarios, nos acaba de decir que nosotros nos asustamos de las reformas que él, en su criterio socialista populachero, cree indispensables para el triunfo de la Revolución. Debo decirle a su Señoría, que no es cierto que nosotros nos asustemos de ninguna reforma que sea positivamente necesaria para el triunfo de nuestros ideales, porque somos tan revolucionarios como él y como cualquiera otro. Pero me permito hacerle al señor licenciado Soto y Gama, esta aclaración, contestando uno de sus conceptos, que juzgo en extremo capcioso y falso: El señor licenciado Soto y Gama nos llama obstruccionistas; sí, señor, somos obstruccionistas y eso constituye para nosotros. un motivo de satisfacción, porque nuestro obstruccionismo consiste (entiéndase bien), en protestar contra todos y cada uno de los disparates que aquí predica usted, con más o menos mala fe, y más o menos oropelescamente.

Dicho lo anterior, para que lo sepa el público y para que lo sepa también la Asamblea, continúo.

Al discutirse el dictamen de que nos estamos ocupando, con toda intención, los oradores del contra, no han dicho una sola palabra que se relacione con el fondo del mismo. El dictamen se concreta a negar el permiso que solicita el señor Encargado del Ministerio de Justicia, para expedir, al estilo porfiriano, todas las leyes, que, según su real saber y entender, convengan para la consecución de las reformas sociales y políticas que él nos propone.

Sobre esta resolución, que es clara y terminante, el señor licenciado Soto y Gama, y los demás oradores que apoyan su tesis, han pasado como por sobre ascuas, y lejos de argumentar sobre el asunto, se han concretado a leernos la exposición de motivos del señor Ministro de Justicia, que, entre paréntesis, no viene a cuento, porque no está a discusión el problema del divorcio, que, según parece, tanto le interesa al señor Ministro, ni ninguno de los problemas que toca el proyecto de programa de cuya comisión forma parte el señor licenciado Soto y Gama; está a discusión solamente esto: el permiso que el señor Ministro de Justicia, no sé si juzgándonos ingenuos o imbéciles, nos pide para dictar leyes, que, según él, vendrán indefectiblemente a realizar las tan anheladas reformas. y esto es sencillamente absurdo, señores delegados; si concediéramos este permiso no haríamos más que retroceder a los buenos tiempos del porfirismo, en que se concedían al Ejecutivo amplísimas facultades para gobernar a su antojo en todos los ramos de la Administración Pública, en virtud de lo cual, se le convertía en un dictador, con poderes omnímodos para legislar según su propio y personal criterio.

A nadie escapa la capciosidad del señor licenciado Soto y Gama, al leemos la exposición de motivos del señor Ministro de Justicia; fíjense los señores delegados, además, en que nos la ha leído trunca, dándonos a conocer solamente aquello que podía provocar la emotividad psicológica de la Asamblea. Ciertamente, ninguno de los oradores que han hablado en contra del dictamen, pero menos aún el señor licenciado Soto y Gama, nos han dicho una sola palabra sobre la resolución del mismo; y doctoralmente, dogmáticamente, han creído decirlo todo, asegurándonos que el referido dictamen es ilógico, que se rechace porque no tiene pies ni cabeza, puesto que sólo se concreta a negar el permiso que solicita el señor Ministro de Justicia. Esto, señores delegados, no es argumentar ni cosa que se le parezca.

El señor Ramírez Wiella, en su peroración, muy extemporánea, aunque muy bien construida, nos dice que por qué no tomamos en cuenta la iniciativa del señor Ministro de Justicia, ya que está de acuerdo con los principios de la Revolución. Y yo le contesto al señor Ramírez Wiella, que no la tomamos en cuenta porque las leyes son la reglamentación de los principios, y como todavía no aprobamos los principios, mal podemos meternos a reglamentarlos.

El señor Ramírez Wiella nos ha dicho también que no se deseche esa proposición de plano, que se le dé el trámite de: A la Comisión de Justicia.

En esto tampoco está en lo justo el señor licenciado Ramírez Wiella, porque la Comisión de Justicia, no es la Comisión de Peticiones: la Comisión de Justicia tiene como único objeto dictaminar técnicamente sobre proyectos de ley, y la iniciativa del señor Ministro de Justicia no es un proyecto de ley, sino una exposición de motivos, en la cual funda el mismo señor Ministro su solicitud para que esta Asamblea le conceda autorización amplísima para reformar las leyes vigentes y dictar otras nuevas, o más bien, para reformar toda la legislación.

Insisto en declarar una vez por todas, que no nos asustan las reformas revolucionarias, como falsamente lo afirma repetidas veces el señor Soto y Gama en sus discursos populacheros, porque él, como muchos otros, sabe que desde tiempo atrás hemos venido luchando con el fusil, con la pluma y con la palabra, por el pueblo, y ésta es la mejor demostración de que somos revolucionarios de buena cepa; la diferencia que hay entre los señores socialistas de los nuevos tiempos y nosotros, consiste en que, cuando es necesario, vamos al sacrificio, sin alardes ni ostentaciones ridículas, como ellos lo hacen.

Y pido a los señores delegados que apoyen el dictamen que nos ocupa, siquiera sea para dar una muestra de que en algo estiman su prestigio de revolucionarios y de que tienen propio y personal criterio; de lo contrario, sentaríamos el más detestable de los precedentes: hoy al Ministro de Justicia, mañana al de Hacienda, pasado al de Gobernación, y así sucesivamente, hasta llegar al Jefe de la Policía, seguiríamos concediéndoles facultad amplia e indefinida para que hagan lo que les venga en gana, con perjuicio de los intereses, de los derechos y de la soberanía del pueblo, que tanto hemos defendido. (Aplausos)

El C. vicepresidente Soto y Gama

Tiene la palabra el ciudadano Montaño.

El C. Montaño

En estos momentos trascendentales es cuando más nos debe guiar la razón y no la pasión; así es que yo, al venir a hablar aquí en contra de ese dictamen, vengo a hablar precisamente porque nuestra bandera es la reforma, nuestra bandera no es conservadora, no es reaccionaria. En ese concepto, no me permitiré hacer alusiones personales, porque estoy muy fuera de ese programa, estoy muy fuera de esa bandera personalista, porque verdaderamente estoy muy fuera de hacer calificativos denigrantes, que a nada nos conducen, sino que verdaderamente traen la violencia y las pasiones, que verdaderamente, señores delegados, traen el rompimiento de una unión que debe sostener en todo tiempo la bandera de la reforma y la bandera de las libertades del pueblo mexicano.

Por estas circunstancias me permito manifestar aquí que no sólo el señor Ministro de Justicia puede traernos un proyecto como el que nos ha traído, sino que todos los ciudadanos de México pueden hacerlo; que vengan aquí todos los que deseen colaborar, todos los que tengan proyectos en pro de las libertades y de la redención de la Patria, todos los que tengan proyectos en pro de las libertades de nuestros hermanos, que tanto tiempo han tenido que presenciar un drama sangriento y fatal, pero que nos conduce a una solución sublime, aunque no lo quieran los reaccionarios, aunque no lo quieran los burgueses, aunque se oponga el partido de los conservadores y de la Teacción, aunque se opongan los porfiristas, aunque se opongan los huertistas; y desde ahora y como siempre, protestamos llevar adelante la reforma, como la llevó Juan Alvarez y como la llevó Benito Juárez.

En mi concepto, señores delegados, creo que todos los ciudadanos de México están capacitados para ayudarnos en la obra que hemos emprendido; porque la reforma, como las libertades de un pueblo, no las puede hacer un solo hombre; se necesita del concurso de todos los hombres de buena voluntad y que verdaderamente amen a su pueblo. Y si ahora desechamos, no al señor Ministro, sino al ciudadano que acaba de traernos un proyecto al seno de esta Asamblea, mañana desecharemos a todos los ciudadanos de buena fe que pretendan traer aquí su grano de arena para elevar el nivel social.

¿Y es ésta la manera, señores, de corresponder a las esperanzas de esta Patria dolorida que reclama salvación, que reclama justicia, que reclama el derecho de la reforma?

Señores, yo veo que las pasiones nos ciegan muchas veces, y no nos dejemos cegar; debemos impedirlo, porque de otra manera vamos al fracaso.

Yo invito a los ciudadanos de buena fe a que nos traigan sus ideas nobles, sus elevados pensamientos; que nos traigan constantemente sus proyectos, si esos proyectos tienen como mira la redención del pueblo, si esos proyectos tienen como mira que el pueblo conquiste sus libertades; que nos traigan todos aquellos proyectos que estén desposeídos de toda pasión y que vengan a romper los horizontes encapotados de la reacción.

Nosotros no hemos juzgado a nadie de reaccionarios, ni sabemos quiénes son, ni menos los hemos expuesto a las iras del pueblo; el pueblo será el único que nos calificará y que aplicará su fallo inapelable sobre los reaccionarios, así como sobre los verdaderos revolucionarios, sobre los que realmente, señores, pretenden la redención del pueblo y la salvación de la Patria.

En ese concepto, señores, yo tengo que oponerme a ese dictamen; yo tengo que ir contra ese dictamen, porque es tirano, porque está dictado por la pasión, porque no le guía otra cosa más que el personalismo.

Cuando se discute con serenidad, cuando se viene aquí a defender principios, no debemos, señores, desechar únicamente de plano lo que discutimos, sin saber si es bueno o malo, sin demostrar que es bueno o malo; y aquí, señores, realmente no veo nada de argumento, nada de razones, veo solamente una pasión que cierra las puertas de una manera absoluta, al señor Gómez, y no sólo al señor Gómez, sino a todos los ciudadanos de México, impidiéndoles que traigan aquí su labor, para que vengan a ayudarnos en la obra que emprendemos.

Yo creo, señores, que verdaderamente todos nosotros debemos hacer obra de unión y de reforma, porque esa unión viene a conquistar las libertades del pueblo porque esa unión viene a ser la felicidad de México. Yo creo que si seguimos desechando de plano estos proyectos o estas iniciativas, en lo sucesivo ningún ciudadano de México nos mandará más iniciativas ni más proyectos. Ningún ciudadano de México podrá traernos aquí sus ideas para ayudarnos en el tortuoso camino de la reforma.

En consecuencia, señores delegados, esta Asamblea no debe desechar de plano una iniciativa, sino hasta estudiarla profundamente; debemos aceptar lo bueno y retirar lo malo. Si realmente el señor Ministro trajo aquí una investidura que no tiene, es decir, que no estaba autorízado por el Ejecutivo, debemos hacer a un lado esto, y debemos aceptarlo en su simple papel de ciudadano fírmante, autorizado para presentarse aquí, en virtud de que el ciudadano Fierros hizo suya esa iniciativa; así, sostendríamos la iniciativa de un ciudadano, sin tener en cuenta el cargo que desempeña.

Realmente, señores, se tuvo poca paciencia, poca sangre fría para escuchar la lectura de la iniciativa; no se escuchó ni siquiera la lectura, sino que desde luego se desató una tempestad de violencias y de pasiones, y no era momento oportuno ese momento para haberse desencadenado una tempestad en la forma en que se desencadenó. Los hombres que tienen confianza en la justicia, que tienen confianza en la razón y que tienen en el cerebro raciocinio bastante para combatir las malas ideas deberían haber traído la suficiente sangre fría para haber oído la lectura de ese documento que es objeto de la discusión en este instante. Desgraciadamente no fue así.

También se afirma o se dice que nosotros propalamos que algunos de los compañeros del Norte son reaccionarios o conservadores, y debo manifestar que toda esa declamación está fuera de la razón, porque nuestras sesiones son públicas y el público que nos escucha debe conocer quiénes son conservadores, quiénes son reaccionarios y quiénes son verdaderos patriotas. Nosotros no debemos temer absolutamente nada, porque la opinión pública nos observa y porque la opinión pública nos juzgará.

Si nosotros, de la manera que lo estamos haciendo, obstruccionamos un dictamen como éste, que es bastante malo, habremos obrado muy bien, porque esa iniciativa del señor Ministro de Justicia está en el pensamiento revolucionario, está dentro del orden y la justicia y si seguimos desechando todas las iniciativas que se vayan presentando, realmente, señores, se producirá el desastre, se producirá el descontento de nuestros buenos conciudadanos; pero si, por el contrario, desechamos este dictamen y aceptamos todas esas iniciativas, obraremos como verdaderos patriotas y demostraremos, al mismo tiempo, que esta H. Asamblea está dispuesta a dar cabida en su seno a todo lo que de buena fe se nos presente.

En consecuencia, señores, me permito suplicaros que meditéis profundamente sobre ese dictamen, que comprendáis que es injusto; que está fuera de la lógica y de la razón; que meditéis que ese dictamen es una cadena y una presa para estancar la corriente de la reforma, para impedir que sean modificadas esas empolvadas leyes, que jamás se han aplicado; que se tiene miedo y que se nos quiere sujetar a esos moldes viejos, a esas doctrinas y supersticiones que sólo caben en el cerebro de un Labastida o de un Lucas Alamán, pero que no pueden caber en los hombres de nuestra época, como tampoco cupieron en los cerebros de aquellos colosos de la Reforma, Juan Alvarez y Benito Juárez y de todos los reformistas de 1857. Nosotros sostendremos en todo tiempo, como hemos sostenido hasta ahora, la Reforma, aunque se nos diga que son disparates, aunque se nos diga que son cosas utópicas, aunque se nos diga que son cosas descabelladas; nosotros sostendremos en todo tiempo la Reforma, que es la salvación de México. (Aplausos)

El C. Nieto

Pido a la Secretaría, haciendo uso del derecho que me asiste, que se sirva dar lectura al punto a discusión, porque a juzgar por tanto despropósito que he oído, parece que ni los oradores del pro ni los del contra han entendido la cuestión.

El C. Soto y Gama

Pido la palabra. Antes de que ...

El C. Pasuengo

Pido la palabra.

El C. Cordero

Que se le dé lectura.

El C. Soto y Gama

Pido la palabra para rectificar hechos. Tengo derecho, conforme al Reglamento ...

El C. Nieto

Sí, pero conforme al Reglamento tenemos derecho a que se le dé lectura al documento, como lo hemos pedido.

(El secretario leyó el artículo 9 del Reglamento)

El C. Nieto

No quiero que sea leído todo el dictamen, sino una parte. (Voces: Que se lea todo. Desorden, campanilla)

El C. Sergio Pasuengo

Yo he solicitado la palabra.

El C. presidente

Sí, señor, pero le toca muy lejos, porque hay otros oradores que se han inscrito antes que usted. (El ciudadano Sergio Pasuengo sale del salón)

El C. Zepeda

Pido la palabra para una moción de orden.

Que me haga favor la Presidencia de leer la lista de los que se han inscrito para hablar.

(El ciudadano presidente dio lectura a la lista de los oradores inscritos) (El secretario Lecona leyó la parte final del dictamen)

El C. Soto y Gama

Pido la palabra para rectificar dos hechos: el primero es el de hacer notar a la Asamblea que incurrí en un lupsus lingüe al llamar en cierto grado reaccionario a un grupo numeroso de esta Asamblea, al que respeto y considero, porque realmente es revolucionario; afortunadamente los reaccionarios son muy pocos: tres o cuatro, a lo más ...

El C. Piña (interrumpiendo)

Yo soy uno de ellos, señor licenciado, ¿verdad?

El C. Soto y Gama

No deseo hacer mención de nombres. Hago esta rectificación por respeto a la inmensa mayoría de los delegados del Norte, por espíritu de amplia justicia. Declaro y repito, una vez por todas, que ese calificativo de reaccionarios sólo alcanza a unos cuantos.

El C. Piña (interrumpiendo)

A mí, entre ellos; dígalo de una vez.

El C. Soto y Gama

Ya dije a usted que no deseo hacer mención de nombres, y si hago esta rectificación, es en obsequio a los demás señores delegados del Norte, signatarios del dictamen. Al señor Pasuengo lo considero como un revolucionario de buena fe, al señor Zepeda lo considero corregido ya de ciertos pecadillos, por más que se asuste todavía de que se reformen las leyes existentes, por no ser adecuadas al medio social en que vivimos; a ese maldito medio social que es la causa de todas las revoluciones que ha habido en México; y por más que nos pronuncie discursos que son más apropiados para una Convención católica que para una Convención revolucionaria ...

El C. Palacios Moreno

Eso no es rectificación de hechos; eso es hablar en contra del dictamen.

El C. presidente

No tiene usted derecho para interrumpir al orador; nadie le ha concedido la palabra.

El C. Palacios Moreno

He presentado una verdadera moción de orden. (Risas)

El C. presidente

No tiene usted derecho a interrumpir al orador. El Reglamento se lo prohíbe a usted. Puede continuar en el uso de la palabra el ciudadano Soto y Gama.

El C. Soto y Gama

La otra rectificación es más importante: el señor Nieto, que no es populachero, que me llamó Su Alteza Antonio I, figura de salón, pero que a mí me huele a populacho vil, me atribuye esto: que yo quería que se concediera al Ministro de Justicia autorización para legislar al estilo Limantour, y lo que yo deseaba y deseo ardientemente es que la Asamblea, meditando el asunto, se convenza de que al aprobar ese dictamen no da muestras sino del más absurdo e imbécil obstruccionismo y que, en último caso, si la cuestión de la forma es lo que se objeta, pues que se consulte a la Asamblea y se modifique el dictamen en el sentido de la discusión, y que se pida que el señor ministro acompañe sus iniciativas, para que sean conocidas de esta Asamblea. ¡Qué cosa tan absolutamente distinta y qué inventiva del señor Nieto!

Son dos cosas diversas que él estima iguales ... (Voces: ¡Magnífico! Aplausos nutridos)

El C. secretario Zepeda

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta ...

El C. presidente

La Mesa, en vista de lo que dispone el Reglamento y en virtud de que han hablado ya tres oradores en pro y tres en contra, pregunta a la H. Asamblea si considera el punto suficientemente discutido o si cree necesario que continúe el debate.

El C. secretario Zepeda

La Secretaría se permite repetir la pregunta del señor presidente, rogando a esta H. Asamblea se sirva decir si considera suficientemente discutido el dictamen a debate.

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido.

El C. Quevedo

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Quevedo.

El C. Quevedo

Con el objeto de que no se sigan agriando los ánimos, porque parece que no todos los señores delegados han llegado a uniformar su criterio, creo que lo más conveniente es que la Comisión modifique su dictamen en la forma que ha expresado hace poco el señor Soto y Gama; esto parece lo más razonable.

El C. Preciado

Como no dejan hablar a la Comisión, no ha podido expresar su opinión.

El C. Piña

Pido votación nominal. (Voces: ¡No, no!)

Habemos un grupo numeroso de delegados que deseamos que la votación sea nominal. (Siseos, desorden, campanilla)

El C. Zepeda

El señor licenciado Soto y Gama nos atribuye que nos oponemos a las reformas; pero esto no es cierto, ni mucho menos; nosotros lo que no hemos aceptado es la petición del Ejecutivo para legislar autocráticamente; lo que le exigimos y lo que queremos es que presente sus leyes aquí, para que las discutamos. Eso es lo que queremos y creo que en esto está también conforme el señor Soto y Gama.

El C. Preciado

Pido la palabra para una moción de orden. Como aquí hay una verdadera confusión, pido que se lea el dictamen y después haré uso de la palabra ...

El C. presidente

¿En pro o en contra? (Voces: No hay nada a discusión)

El C. Treviño

El Reglamento previene que suficientemente discutido un asunto, nadie podrá hacer uso de la palabra.

El C. presidente

La Mesa tiene que hacer constar que muchos oradores, por el hecho de que no se les concede la palabra, se disgustan y dan lugar a incidentes desagradables, o se salen del salón, como acaba de hacerlo el señor Sergio Pasuengo. (Desorden, campanilla)

El C. Piña

Pido votación nominal.

El C. Nieto:

Pido votación nominal.

El C. presidente

Yo ruego a los señores delegados que se fijen en que la Mesa procede con toda cordura.

Va a consultarse a la Asamblea, es decir, va a votarse si se conceden al Ministro de Justicia, o no, las facultades que solicita.

Sírvanse los señores delegados tener en cuenta que la Mesa no ha hecho nada que sea contrario al Reglamento que se ha aprobado.

El C. Ramírez Wiella

Pido la palabra para una rectificación.

El C. Nieto

No hay nada a discusión. (Desorden, campanilla)

El C. presidente

Señores delegados:

Vamos a proceder como lo dice el Reglamento. ¿Es posible que ya hayamos perdido la razón? (Risas)

El C. secretario Zepeda

La Mesa pregunta a esta H. Asamblea, por conducto de la Secretaría, si está conforme en que la votación sea nominal. (Voces: No se debe preguntar a la Asamblea si está conforme o no)

El C. Nieto

Moción de orden ...

El C. Piña

Habemos más de ocho ciudadanos delegados que pedimos votación nominal, y basta eso para que se vote nominalmente este asunto.

El C. presidente

Ruego atentamente a los señores delegados que tengamos suficiente sangre fría para evitar estos desagradables incidentes.

El C. Casta

Moción de orden.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Casta.

El C. Casta

El artículo 22, en su segunda parte, dice que se tomará la votación nominal cuando lo pida algún delegado apoyado por siete o más.

El C. Soto y Gama

He suplicado respetuosamente a la comisión se sirva reformar el dictamen en el sentido de la discusión. Cuando expresé mi idea, muy humilde, de que se reformara el dictamen en el sentido de la discusión, la Asamblea en masa aplaudió; de consiguiente no puede ser más claramente demostrado el sentido de la Asamblea. ¿Por qué, pues, la Comisión no se sirve reformar su dictamen?

El C. Preciado

Pues sencillamente porque no nos han dejado hablar; hemos sido atropellados.

El C. Velázquez

Que se cumpla el Reglamento. Este asunto ha sido suficientemente discutido y nadie tiene ya derecho a hablar. (Desorden, campanilla)

El C. secretario Wiella

Se procede a la votación nominal.

El C. Samuel Fernández (interrumpiendo la votación)

Me abstengo de votar porque no estoy enterado de la discusión. Yo creo que no deben darse facultades absolutas al Ministro de Justicia, pero también creo que el señor licenciado Soto y Gama tiene razón al decir que el ministro mande sus iniciativas ...

El C. Fierro

Moción de orden.

Ruego respetuosamente a la Presidencia que haga cumplir el Reglamento, que dispone que declarado suficientemente discutido un asunto, nadie tiene derecho a hablar.

El C. Aceves

Tiene derecho a fundar su voto. (Voces: ¡No, no!)

El C. presidente

La Mesa manifiesta con grandísima pena, que muchos de los señores delegados hacen uso de la palabra sin que se les haya concedido, y que la Presidencia no los llama al orden, por no seguir provocando incidentes desagradables y porque no desea merecer el calificativo de tiránica.

El C. Fierro

La Mesa no debe preocuparse por ese calificativo, que no merece, puesto que así lo dispone el Reglamento.

El C. secretario

Continúa la votación.

Votaron por la afirmativa veintiséis ciudadanos delegados, y por la negativa, cuarenta y cinco.

El C. secretario Lecona

Se desecha el dictamen presentado. (Aplausos)

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a esta H. Asamblea, con fundamento en el artículo 15 del Reglamento, si está conforme en que el dictamen vuelva a la Comisión, para que ésta lo presente modificado en el sentido de la discusión.

Los que estén conformes, sírvanse ponerse de pie.

Vuelve a la Comisión, para que lo presente modificado en el sentido de la discusión. (Aplausos)

El C. secretario Lecona

Va a procederse a la discusión del proyecto presentado por la Comisión de Programa. (Voces: ¡No, no!)

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a esta H. Asamblea si en vista de la opinión expresada por alguno de los señores delegados, concede su permiso para que se levante la sesión. (Voces: ¡No, no; es mucho ganar y muy poco trabajar!) (Risas y aplausos)

El C. secretario Lecona

No se levanta la sesión. (Voces: ¡Muy bien, muy bien!) (Aplausos)

El ciudadano secretario leyó el siguiente escrito:

A los ciudadanos delegados de la Soberana Convención Revolucionaria.
Cuernavaca, Mor., febrero de 1915.
Comisión de Programa.
Presidente.

La presentación ante esta H. Asamblea, del Proyecto de Programa de Gobierno, que, junto con los señores compañeros de Comisión, tengo el honor de subscribir, exige, en mi concepto, una explicación que aclarará posibles dudas.

En la discusión del Programa hemos tropezado mutuamente con diferencias de doctrinas, de semejanza de puntos de mira y de criterio y hasta pasionalismos de secta, de tal modo, que la serie de artículos que presentamos tendrá que ser imperfecta y hasta combatida en la discusión por nosotros mismos.

Como por otra parte, el Programa de Gobierno debe limitarse, en mi concepto, a contener ideas de principio, expresadas en forma general, pero desarropadas de literatura que distrae y desvirtúa, como un apunte de lineamiento de tendencias de esta Asamblea Revolucionaria, después de discutido deberá ser acompañado de una parte expositiva o, mejor, explicativa, que lo haga fácilmente comprensible para la clase humilde y, en general, fácil de entender por el pueblo mexicano.

Yo me permito invitar respetuosamente a los señores delegados, mis colegas, a que más que en otras ocasiones, se presenten a esta discusión armados con el saber de sus especialidades profesionales y de su estudio, para que con el afán común de una labor trascendental y patriótica, salgan avantes en la formación definitiva del Programa de Gobierno, obra complicada y difícil a todas luces.

Y me permito declarar que en las firmas que autorizan el Proyecto presentado, sanciona solamente el acatamiento a la opinión de la mayoría dentro de la Comisión, y que, por tanto, a nadie deberá sorprender que del seno de ella misma salgan impugnadores del Programa.

Respetuosamente.

Federico Cervantes.

El C. Soto y Gama

¿Quién más firma ese documento?

El C. secretario Lecona

Solamente está firmado por el ciudadano Cervantes.

El C. Soto y Gama

¡Muy bien! Que conste.

El secretario Lecona leyó el siguiente Proyecto de Programa de reformas políticosociales de la Revolución:

A la consideración de la Soberana Asamblea se ha sometido el siguiente Proyecto de Programa de reformas en el orden político y social, que defiende la Revolución.

La Convención Nacional Revolucionaria propone: procurar el respeto de los derechos del hombre y del ciudadano, y llevar a la práctica aquellos preceptos de las Leyes de Reforma que garantizan principio de independencia entre la Iglesia y el Estado, así como las reformas agrarias, políticas y sociales contenidas en el siguiente decreto:

I. Destruir el latifundismo para crear la pequeña propiedad, dando a cada mexicano que lo necesite, tierra suficiente para su subsistencia y la de su familia.

II. Devolver a los pueblos los ejidos y aguas de que han sido despojados, y dotar de ambos a las poblaciones que, necesitándolos, no los tengan o los posean en cantidad insuficiente para sus necesidades.

III. Fomentar la agricultura, fundando Bancos Agrícolas que provean de fondos e implementos a los agricultores en pequeño, e invirtiendo en trabajos de irrigación, plantíos de bosques, vías de comunicación y, en general, en las obras de mejoramiento agrícola, todas las sumas que sean necesarias, a fin de que nuestro suelo produzca las riquezas de que es capaz.

IV. Fomentar el establecimiento de escuelas regionales de agricultura y de estaciones agrícolas de experimentación, para la enseñanza y adaptación de los mejores métodos de cultivo.

V. Evitar la creación de monopolios y destruir los protegidos por las administraciones anteriores, mediante la revisión de las leyes y concesiones relativas a explotación de bosques, pesca, petróleo, minas y demás recursos naturales.

VI. Aplicar una legislación minera que, además de impedir el acaparamiento de vastas zonas, declare caducas las concesiones de aquellas minas cuya explotación se suspenda por más de cierto tiempo.

VII. Preparar debidamente el restablecimiento del período constitucional, que debe iniciarse el primero de enero de mil novecientos diez y seis, haciendo que los gobernadores o en su defecto los primeros jefes militares de cada Estado, nombren autoridades judiciales y convoquen, con la debida anticipación, a elecciones sucesivas de ayuntamientos, de diputados y senadores al Congreso de la Unión y de magistrados de la Suprema Corte de Justicia.

VIII. Suprimir la Vicepresidencia de la República y las Jefaturas Políticas.

IX. Realizar la independencia de los municipios, procurando a éstos una amplia libertad de acción que les permita atender eficazmente los intereses comunales y les preserve de los ataques y usurpaciones de los gobiernos Federal y Local.

X. Procurar la efectividad del sufragio, con la adopción de procedimientos que eviten la indebida intromisión de las autoridades en las elecciones, y castigar severamente los fraudes y abusos de aquéllas.

XI. Implantar el sistema de voto directo, tanto en las elecciones locales como en las federales, y facultar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para que decida, si así lo piden los electores, en última instancia, sobre la validez de las elecciones de los Poderes de los Estados.

XII. Restringir las facultades del Ejecutivo de la Nación y de los Estados, y para ello adoptar un parlamentarismo adecuado a las condiciones especiales del país.

XIII. Reconocer amplia personalidad ante la ley, a los sindicatos y sociedades de obreros, dependientes o empleados, para que el Gobierno, los empresarios y los capitalistas, tengan que tratar con fuertes y bien organizadas uniones de trabajadores y no con el operario aislado e indefenso.

XIV. Dar garantías a los trabajadores concediéndoles ampJia libertad de huelga, de boicotaje, para evitar que estén a merced de los capitalistas.

XV. Suprimir las tiendas de raya y el sistema de vales para la remuneración del trabajo de los operarios, en todas las negociaciones en la República.

XVI. Precaver de la miseria y del prematuro agotamiento a los trabajadores, por medio de oportunas reformas sociales y económicas, como son: una educación moralizadora, leyes sobre accidentes del trabajo, pensiones de retiro, reglamentación de las horas de labor, higiene y seguridad en los talleres, fábricas, minas, etc., y, en general, por medio de una legislación que haga menos cruel la explotación del proletario.

XVII. Castigar a los enemigos de la causa revolucionaria, por medio de la confiscación de sus bienes y con arreglo a procedimientos justicieros.

XVIII. Procurar el mejoramiento de la situación hacendaria, regularizando las rentas del Estado, con el perfeccionamiento de los procedimientos catastrales y de estadística, con la efectiva equidad en los impuestos y por medio de la facultad de que se investirá al Estado para expropiar bienes raíces, remunerando a sus dueños con el valor declarado por ellos mismos para el pago de sus contribuciones.

XIX. Reorganizar sobre nuevas bases el Poder Judicial, para obtener la independencia, aptitud y responsabilidad efectiva de sus funcionarios; y hacer efectivas también las responsabilidades en que incurran los demás funcíonarios públicos que falten al cumplimiento de sus obligaciones.

XX. Formular las reformas que con urgencia reclama el derecho común, de acuerdo con las necesidades sociales y económicas del país; modificar los Códigos¡ en este sentido y suprimir toda embarazosa tramitación, para hacer expedita y eficaz la administración de justicia, a fin de evitar que en ella encuentren apoyo los contratantes de mala fe.

XXI. Establecer procedimientos especiales que permitan a los artesanos, obreros y empleados, el rápido y eficaz cobro del valor de su trabajo.

XXII. Proteger a los hijos naturales y a las mujeres que sean víctímas de la seducción masculina, por medio de leyes que les reconozcan amplios derechos y sancionen la investigación de la paternidad.

XXIII. Favorecer la emancipación de la mujer por medio de una juiciosa ley sobre el divorcio, cimentando la unión conyugal sobre la mutua estimación y el amor y no sobre las mezquindades del prejuicio social.

XXIV. Atender a las ingentes necesidades de educación y de instrucción laica que reclama el pueblo, elevando la remuneración y consideración del profesorado, estableciendo escuelas normales en cada Estado y regionales en donde se necesiten, exigiendo en los programas de instrucción que se dedique mayor tiempo a la cultura física y a los trabajos manuales y de instrucción práctica, e impidiendo a instituciones religiosas que impartan la instrucción pública en las escuelas particulares.

XXV. Reorganizar el Ejército Nacional sobre las bases de la moralización de sus elementos, de la revisión de las hojas de servicios, de la reducción de su efectivo en armas y del reconocimiento de la sagrada obligación que tiene todo ciudadano de defender el territorio nacional y las instituciones legales.

Cuernavaca, Mor., 18 de febrero de 1915.
Federico Cervantes.
Ezequiel Catalán M.
Alberto B. Piña.
Heriberto Frías.

Conforme, a excepción de los artículos XXII y XXIV, que rechazo en parte, y el XXIII, que repruebo, reservándome el derecho de fundar verbalmente las razones de mi oposición.

Enrique M. Zepeda.

Con exclusión del artículo XXII.

D. Marines Valero.

En desacuerdo con el preámbulo y en contra del artículo XXV.

A. Díaz Soto y Gama.
Otilio E. Montaño.

Con excepción del preámbulo.

S. Pasuengo.

Está a discusión en lo general.

El C. Nieto

Reclamo el trámite. Ningún proyecto se puede poner a discusión sin que antes haya pasado a una Comisión y ésta haya presentado un dictamen.

El C. Soto y Gama

Para una rectificación. De hecho éste es el dictamen de la Comisión de Programa.

El C. Nieto

¿Cómo va a ser dictamen, si los mismos autores de él dicen al principio: Proyecto de Programa, etc.?

El C. Piña

Como miembro de la Comisión de Programa, declaro honradamente ante la Asamblea, que no hemos calificado éste como un dictamen de la Comisión, sino que deseando interpretar los deseos de la H. Asamblea, hemos presentado un Proyecto de Programa, para que sirva de base a la Comisión corerspondiente, a cuyo estudio se pase. En consecuencia, lo que presenta la Comisión es un Proyecto de Programa, no un dictamen.

El C. Soto y Gama

Pido la palabra en contra.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Soto y Gama.

El C. Soto y Gama

Eso no es exacto. La Comisión de Programa no puede presentar proyectos sino dictámenes; hago constar este hecho: desde México se le dijo a la Comisión que debía presentar desde luego su dictamen, su opinión de Comisión, y si la Comisión no tenía opiniones, entonces se hubiera recurrido a los suplentes, y no sólo, sino que de hecho ya se nombraron los suplentes. Por otra parte, todo el mundo comprende que no tendrían objeto las Comisiones, si se concretaran a presentarnos proyectos. En consecuencia, por más que se empeñen los señores del contra, lo que se nos ha presentado es un verdadero dictamen de Comisión.

Hay algo más grave en este asunto, y es que cuando ya se presentó esto por la Comisión, indudablemente es con el carácter de dictamen porque no puede tener otro, y cuando la Comisión se ha dilatado un mes para dictaminar, todavía se buscan pretextos para que el asunto no sea tratado desde luego, y todavía se quiere alegar que es un proyecto.

¿Qué culpa tenemos nosotros de que la Comisión lo haya presentado como proyecto y no como dictamen? En el cuerpo del expediente se presentó como dictamen, y es increíble que la Comisión misma se obstruccione; éste es el colmo del obstruccionismo.

Esto se nos presentó como dictamen, no se nos presentó como iniciativa nunca; ni tampoco dijo jamás el señor Piña que se trataba de una iniciativa personal, para redactar el programa. Se nos ha presentado un dictamen y debe de ponerse desde luego a discusión.

Así lo entiende la Asamblea o, al menos, la mayoría de la Asamblea, y yo pido respetuosamente a la Presidencia, que desde luego se comience a discutir ese dictamen; tanto más cuanto que se presentó en la orden del día como dictamen.

El C. Piña

Pido la palabra como miembro de la Comisión.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Piña.

El C. Piña

Tengo entendido, señores delegados, que debemos en esta vez, siquiera por tratarse de un asunto tan delicado y trascendental, proceder con entera cordura y declaro de nuevo que esto no ha sido nunca considerado por parte de la Comisión, según mi leal saber y entender, como un dictamen; pues todos sabemos, señores, que cuando una Comisión dictamina, consulta con ese carácter ante la Asamblea, su dictamen; da sus fundamentos, da sus motivos, expresa qué razones ha tenido para dictaminar en tal o cual sentido.

Como todos los señores delegados ven, nosotros, en el caso presente, como miembros de esta Comisión, no expresamos las razones Que hemos tenido para consultar que esto se apruebe en tal o cual sentido, sino simplemente nos hemos concretado a presentar el Proyecto, para que sirva de base a la Comisión respectiva, y ésta dictamine, haga su exposición de motivos, formule sus considerandos y proponga las conclusiones que crea pertinentes.

Yo suplico a los señores delegados, que no se dejen sorprender por las insidiosas indicaciones de mi distinguido colega el señor Díaz Soto y Gama.

El C. Nieto

Pido la palabra para un hecho.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto

El hecho que quiero sentar, es éste: aquí la misma Comisión -y me extraña que hasta hoy se haya dado cuenta el señor Soto y Gama de ello-, la misma Comisión, repito, nos dice: Proyecto de Programa, y no dictamen, y con pena me veo obligado a darle una lección de español al señor licenciado Soto y Gama, tan instruido: Dictamen, oígalo bien el señor licenciado Soto y Gama, es la resolución que recae sobre una iniciativa cualquiera. ¿Dónde está la iniciativa anterior a esto, para que pueda llamársele dictamen? Este es proyecto, es iniciativa de ley y, por consiguiente, nosotros no debemos considerarlo como dictamen.

Ahora bien, el Reglamento dice que ningún asunto podrá ponerse a discusión antes de haber recaído dictamen sobre él; y como dictamen, en buen castellano, no en el que habla el señor licenciado Soto y Gama, es la resolución que recae sobre una iniciativa cualquiera, en este caso no se puede considerar como dictamen el proyecto presentado. En consecuencia, repito, sería injusto y absurdo aceptar el trámite dado por la Mesa, de que se ponga desde luego a discusión.

El C. Orozco

Pido la palabra.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Orozco.

El C. Orozco

El señor Soto y Gama ha apelado al expediente; si en el expediente consta que es dictamen lo que se nos ha leído, no obstante las razones expuestas por los delegados Piña y Nieto, debe ser considerado como dictamen, y lo único que bastaría, según lo que ha expuesto algún delegado, es que se lean las iniciativas que se tomaron como base para redactar ese dictamen. Además, las Comisiones no pueden presentar proyectos, sino dictámenes. ¿Está este dictamen firmado por los miembros de la Comisión o no lo está? Si lo está, debe ser considerado como dictamen; a no ser que la Comisión de Programa se considere como una entidad distinta de todas las demás comisiones. De todas maneras apelo al expediente, y si en él consta que éste es un dictamen, saldrá sobrando la discusión que tenemos en este momento. Lo único que bastará, repito, es que se lean los proyectos o iniciativas que se presentaron y sobre los cuales formuló su dictamen la Comisión. No quiero que los compañeros que acaban de hablar tomen como un pretexto el que en la copia se dice Proyecto, para que no se trate desde luego el asunto. El que la imprenta haya puesto Proyecto en vez de Dictamen, puede haber sido por una equivocación, por un olvido; muchas veces suceden esas equivocaciones en los periódicos, en la prensa en general; pero ésta no es una razón que pueda alegarse en este caso.

Suplico a la Asamblea que medite un poco y que no se apoye, para resolver en este caso, en las razones que han expuesto los impugnadores.

El C. Piña

Pido la palabra.

El C. Ramírez Wiella

Para una rectificación.

La proposición debería ser que se presentara un programa de las labores de la Convención, y esta proposición sería la que pasara a la Comisión respectiva para que dictaminara. La Asamblea acordó que una Comisión especial, llamada de Programa, formara este programa. Ahora, si se le manda hacer una ley, ¿cómo va a dictaminar sobre la misma ley? Esto que se nos presenta es una verdadera ley; la ley fundamental de la Asamblea, que vamos a discutir; repito, es una ley que la Convención ha mandado formar; en consecuencia que se discuta y que se apruebe, se modifique o se repruebe, pero que de todas maneras se discuta para demostrar que cumplimos con los acuerdos de la Asamblea.

El C. Piña

Pido la palabra para manifestar que yo me someto al texto del original, y que la Asamblea juzgue si en el texto se expresa si es dictamen o proyecto, porque aquí se está haciendo un juego de palabras, y es necesario que la Asamblea ilustre su criterio.

El C. Soto y Gama

Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente

Informo a la Asamblea que ya se ha mandado traer el expendiente.

El C. Nieto

Pido también que se traiga el diccionario.

El C. Soto y Gama

Pido la palabra para una aclaración cpmo miembro de la Comisión.

El C. presidente

No hay nada a discusión.

El C. Aceves

Como miembro de la Comisión pide la palabra, y tiene derecho a que se la conceda.

El C. Soto y Gama

Aquí hay una persona entre nosotros, que por cierto no se puede considerar parcial: el señor Lic. Borrego, quien conoce reglamentos interiores de cámaras y parlamentos, y suplico al señor licenciado Borrego que conteste, con toda la honradez que le reconozco, si es cierto que jamás un dictamen de Comisión pase a otra Comisión, porque eso sería elevar el dictamen al cuadrado.

La segunda aclaración que deseo hacer es la siguiente:

La Comisión de Programa dice que pase este asunto a Comisión; ¿a cuál Comisión? ¿A la misma Comisión? ¿Esa Comisión cambia de opiniones cada minuto, cada tres días o diariamente, y mañana nos va a decir que ya no acepta lo que aceptó ayer?

Tercera aclaración:

La Asamblea, como muy bien ha dicho el señor Ramírez Wiella, nos comisionó a nosotros para que redactáramos este Programa; y en buen castellano, en ese castellano que cree saber tan bien el señor Nieto, quiérase o no, aunque no se mencione claramente la palabra, lo que presenta una Comisión no es otra cosa que un dictamen; las Comisiones no presentan más que dictámenes.

Suplico al señor Borrego me conteste si ha visto que el dictamen de una Comisión vuelva a la misma Comisión para que ratifique o rectifique su dictamen. o que se pase a otra Comisión, para que dictamine sobre un dictamen.

El C. Borrego

Pido la palabra para contestar la interpelación.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Borrego.

El C. Borrego

No he observado que jamás un dictamen de una Comisión pueda pasar a otra para que dictamine. (Aplausos)

El C. Piña

Pido la palabra para un hecho.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Piña.

El C. Piña

Señores delegados, y en particular señor Soto y Gama: yo lo invito a usted y a todos los señores delegados aquí presentes, a que nos atengamos a los antecedentes relacionados con el nombramiento de la Comisión de Programa.

Los antecedentes vienen desde Aguascalientes; ya en Aguascalientes se dijo que se había de nombrar una Comisión de Programa, para que presentara un proyecto en el sentido indicado, y yo ruego a los señores delegados que se atengan a los antecedentes respectivos.

En esta vez, como siempre, no me guía ninguna intención incorrecta; tengo el firme propósito de apoyar con toda la fuerza de que soy capaz, este Programa, en lo general, y bien lo sabe el señor Soto y Gama, estoy de acuerdo en casi todos los puntos de este Programa; sólo quiero que se proceda en esta vez, como siempre, con entera cordura y justicia, y en el caso particular de que nos ocupamos, que nos atengamos a los antecedentes respectivos, que datan desde Aguascalientes.

El C. Wiella

Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Wiella.

El C. secretario Wiella

Señores delegados:

Hay que distinguir claramente este asunto.

Lo que nos han presentado los señores de la Comisión de Programa, no puede tener más que dos caracteres: o programa, estando en vigor, o proyecto de programa; es decir, algo que vamos a estudiar.

Es cierto que lo que se nos ha presentado no trae considerandos, porque seguramente se le pasó a la Comisión decir que para cumplir el acuerdo de la Convención, y por cuáles y tales razones, opinaba, etc., etc. (Siseos, campanilla); pero ¿qué nada más porque le falta ese requisito -que seguramente por ser tan claro el espíritu en que se basaron las conclusiones que es nos presentan, no se expresó- vamos ahora a pretender que esto no es un dictamen, cuando los signatarios lo han presentado como dictamen, cumpliendo como Comisión, es decir, como parte integrante de la Asamblea, un acuerdo de la misma?

Señores, aquí se nos ha presentado un verdadero dictamen para que lo discutamos, y si dice proyecto, es perfectamente justificado, porque se trata precisamente de que estudiemos nosotros lo que la Comisión nos propone, y una vez que la Asamblea lo apruebe, se pondrá en vigor.

El C. Nieto

Está ya aquí el diccionario; dentro de unos momentos podré ilustrar el criterio de algunos de mis compañeros. (Risas)

El C. Méndez

Pido la palabra.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Méndez.

El C. Méndez

Veo con profunda pena que por la causa más baladí se trata de perder el tiempo, y a la mejor, para aclarar cualquier cosa tenemos que ocurrir al diccionario. Dentro de poco tiempo no nos bastará el diccionario y tendremos que ocurrir a la Academia Española, para que nos aclare el sentido de tal o cual palabra. Yo creo que debemos atenernos, más que a los diccionarios, a los que tanto afecto tiene el señor Nieto y algunas otras personas, al sentido común.

Aquí se trata de lo siguiente: ¿la Asamblea designó o no designó una Comisión especial para que hiciera un programa o proyecto de programa? Sí la designó. Esa Comisión de Programa hizo el proyecto y lo presentó a la Asamblea.

Algunos señores delegados opinan que debe de ser discutido desde luego, considerándolo como dictamen. ¿Sobre qué quieren que dictaminen? En todo caso, dígase cuando la Asamblea encargue a una Comisión que dictamine, que bastará que algunos señores delegados opinen que el dictamen es absurdo e inútil, para que se deseche. (Voces: ¡No, no! Risas, siseos)

Pero de ninguna manera se venga a sostener que un dictamen es un proyecto que debe pasar a otra Comisión, porque por este camino resultaría que cada dictamen sería estudiado por tres o cuatro Comisiones, y, naturalmente, se necesitarían tres o cuatro Asambleas para resolver. (Risas)

¿Acaso no está en la conciencia de todos, que el asunto que va a discutirse será aprobado, con tales o cuales modificaciones, puesto que contiene todas las reformas por las que ha luchado la Revolución y que espera ansioso el pueblo?

Por otra parte, desde el momento en que la Asamblea turnó a la Comisión del Programa el asunto, y ésta ha presentado su opinión, claro es que lo que le presenta es un dictamen. Opinar en sentido contrario, con tal o cual pretexto, no es más que obstruccionar. Pasar este asunto a otra Comisión, sería redictaminar o dictaminar al cuadrado, como ha dicho el señor Soto y Gama. Creo, señores, que debemos atenernos al sentido común y no a los diccionarios, que en este caso nada nos van a decir. El señor Nieto, según parece, no encuentra la palabra todavía, y quizá va a tener que recurrir a la Academia Española, para que le indique en qué lugar se halla. (Risas y aplausos)

El C. Nieto

Pido la palabra, señor presidente. (Voces: ¡No, no!)

El C. Nieto

Aquí está ya la palabra. Tengo derecho a hablar, conforme al Reglamento.

El C. Quevedo

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Nieto

Yo deseo demostrar que aquí no se está hablando más que por el deseo de hablar. Voy a leer lo que dice el diccionario.

El C. Quevedo

Pido la palabra para una moción de orden. Suplico al señor presidente se sirva informar qué es lo que está a discusión. ¿No es el trámite lo que está a discusión?

El C. presidente

Sí, señor; la Mesa ha declarado que está a discusión el Proyecto de Programa presentado por la Comisión respectiva.

El C. Nieto

Y nosotros nos oponemos a que se ponga a discusión eso que no es un dictamen.

El C. presidente

La Secretaría va a preguntar si está suficientemente discutido.

El C. Nieto

No me han dejado hablar, señor presidente.

El C. presidente

Un momento, señor Nieto. (Voces: Tiene derecho a hablar)

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Nieto.

El C. Nieto

Oí decir al señor Méndez, que yo no encontraba la palabra en el diccionario y que necesitaba consultar a la Academia. (Risas)

Esos son argumentos especiosos. Tan hallé la palabra, que me voy a permitir leer la parte relativa, con permiso de la Presidencia, si es que me lo concede. Aquí la discusión versa sobre la significación de las palabras dictamen o proyecto, palabras que el señor Soto y Gama confunde. (Voces: ¡No, no!)

El C. Nieto

¿Cómo no? El ciudadano Soto y Gama sostiene que lo que es un proyecto es un dictamen.

El C. presidente

La Mesa manifiesta que por un error se puso en el ejemplar impreso, Proyecto en vez de Dictamen.

El C. Nieto

No fue la Mesa, señor, y aun suponiendo que hubiera sido la Mesa, no porque ella le ponga Proyecto en vez de Dictamen, ha de ser dictamen, y esto es lo que quiero demostrar. Aquí lo que sucede es que como saben perfectamente los votos con que cuentan, no quieren oír razones, y esto lo demuestra el hecho de que se me interrumpe a cada momento. En consecuencia, es inútil seguir hablando y vale más que se pregunte de una vez si se aprueba y que se nos gane con votos y no con razones.

El C. presidente

La Mesa va a preguntar a la Asamblea si está suficientemente discutido el punto, y si la Asamblea dice que ...

El C. Piña

Para una moción de orden.

Está dispuesto que se dé lectura al original, para demostrar que no se trata de un dictamen sino de un proyecto, proyecto firmado con todas sus letras por el señor don Antonio Díaz Soto y Gama.

El C. Soto y Gama

Sí, me alegro ... (Risas, aplausos, siseos, campanilla)

El C. secretario

La Mesa pregunta, por conducto de la Secretaría, a esta H. Asamblea, si considera suficientemente discutido el punto.

El C. Quevedo

Reclamo el trámite.

El C. secretario

Se pregunta a la H. Asamblea si considera suficientemente discutido el punto.

El C. Quevedo

Deseo impugnar el trámite de la Mesa. ¿Qué es lo que se pregunta? No se entiende.

El C. secretario

Si se discute desde luego este proyecto o pasa a una Comisión.

El C. Nieto

La Secretaría lo llama proyecto, si no he entendido mal, y puesto que la Secretaría lo ha llamado proyecto, en ese sentido debe hacerse la pregunta a la Asamblea.

El C. Quevedo

Voy a impugnar el trámite de la Mesa. El trámite de la Mesa es, o al menos así lo he entendido yo, preguntar si está suficientemente discutido, pero no sabemos lo que se trata de declarar suficientemente discutido.

Como hay una parte de la Asamblea que opina que es dictamen, y otros muchos señores delegados, que es proyecto, la Asamblea debe resolver el punto, y a eso debe concretarse la pregunta.

El C. Nieto

La Asamblea debe haberse dado cuenta de que la Secretaría nos lo acaba de presentar como proyecto.

El C. presidente

La Mesa no escuchó que haya dicho eso la Secretaría. Lo que se pregunta si está suficientemente discutido, es si se pone a discusión en lo general o no, el proyecto, o lo que sea.

Los CC. Nieto y Piña

Estamos discutiendo si es proyecto o dictamen.

El C. Quevedo

Pido que se vuelva a dar lectura al encabezado de ese escrito.

El C. Lecona

Los subcritos, miembros de la Comisión de Programa de Gobierno, etc., etc., proponemos a la consideración de esta Asamblea el siguiente Proyecto de Programa.

El C. Wiella

Pido la palabra.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Wiella.

El C. Wiella

Señores:

Me causa verdadera pena tener que insistir, de toda buena fe, como creo que lo hace el señor Piña, que opina en sentido contrario, en que lo que estamos discutiendo es un dictamen, pues contiene las proposiciones fundamentales sobre las cuales va a resolver la Asamblea. En todo caso, lo único que puede asegurarse es que se trata de un dictamen incompleto, porque no contiene más que la parte resolutiva; pero de ninguna manera debe estimarse como un proyecto, una iniciativa o una proposición, puesto que está firmada por toda la Comisión de Programa de Gobierno, y es, en consecuencia, un verdadero dictamen.

El C. Borrego

Pido la palabra.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Borrego.

El C. Borrego

Señores delegados:

Con toda la sinceridad y con toda la honradez que acostumbro imprimir no sólo a todos mis actos, sino a todas mis palabras, voy a hacer algunas observaciones.

Lo que se nos presenta es, en realidad, un proyecto de programa y no un dictamen. Cierto es, como ha dicho el señor Soto y Gama, que es inútil dictaminar sobre este asunto, pero también es cierto que los señores que impugnan el trámite tienen razón, desde el punto de vista de la legalidad parlamentaria, y lo voy a demostrar con un hecho.

Autorizado por ustedes se nombró una Comisión para que presentara un Reglamento, y éste se pasó a una Comisión especial para que dictaminara. Yo mismo comprendo que en este caso es innecesario el dictamen; pero desde el punto de la legalidad parlamentaria, sí debe dictaminarse sobre este asunto.

(El ciudadano Soto y Gama pasa a ocupar la Presidencia) (Varios señores delegados: Pido la palabra)

El C. vicepresidente Soto y Gama

Como la Presidencia está en momentos de expirar, va a conceder la palabra a todos los que deseen hablar.

El C. Nieto

Aun cuando la Presidencia esté en momentos de expirar, no tiene derecho para violar el Reglamento. (Aplausos)

El C. presidente

He dicho lo anterior, porque no quiero que se repitan incidentes como los del otro día; sin embargo, consecuente con la indicación del señor Nieto, la Mesa pregunta si desea hablar algún otro orador.

El C. Quevedo

Pido la palabra para una protesta en contra de la Presidencia.

El presidente saliente y el entrante tienen sus bases en que fundarse para poder organizar los trabajos de esta Corporación. Hemos aprobado ya el capítulo del Reglamento relativo a los debates, y la Presidencia entrante y saliente están obligadas a sujetarse a las disposiciones de esos artículos del Reglamento. que hemos aprobado, que ha aprobado la mayoría de la Asamblea, y por respeto a la misma Asamblea, la Presidencia tiene que sujetarse a esas disposiciones aprobadas y no está en libertad ni de poner a discusión un trámite cuando no deba hacerlo, ni de conceder la palabra a todo el mundo, libremente, como en este momento lo está haciendo.

Desde el principio me he opuesto al trámite de que se preguntara a la Asamblea si se trataba de un proyecto o de un dictamen, porque, en mi concepto, lo que se nos ha presentado es un dictamen claro, y en tal sentido la Mesa debía haberlo puesto desde luego a discusión, y en caso de que la opinión de la Mesa fuera la de que no se trata de un dictamen, entonces debía haberlo pasado a una Comisión para que dictaminara; pero no proceder como lo ha hecho, violando uno de los artículos del Reglamento, ni menos conceder la palabra a todo el mundo, para hacer aclaraciones, haciendo de esta manera las discusiones más desordenadas de lo que son generalmente, y sembrando un desbarajuste en esta Asamblea, que ya está corrompida por tantas pasiones, por tantos chismes, por tantas intrigas personales, etc., etc. Yo pido a la Mesa que cumpla con su deber hasta el último momento, aunque reciba la diatriba y la injuria de algunos, para que, al abandonar ese puesto, salga con la conciencia, con la satisfacción de haber cumplido con el deber, bueno o malo, que nosotros le impusimos. (Aplausos)

El C. presidente

Me veo obligado a preguntar, temiendo que se levante una tempestad por mi pregunta, si está suficientemente discutido el trámite que según la Asamblea, no debía haberse puesto a discusión.

El C. secretario Lecona

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a esta H. Asamblea si considera suficientemente discutido el trámite. (Voces: ¿Cuál es el trámite?)

El C. presidente

El trámite era poner a discusión en lo general, el proyecto o lo que sea. Lo que dispuso la Mesa fue que ese papel con el nombre que se quiera, h o r, pero que presentó la Comisión de Programa nombrada por esta Asamblea, se pusiera a debate, y los señores que se opusieron al trámite dicen que ese papel pase otra vez a la Comisión de Programa, para que redacte la exposición de motivos. Lo que va a preguntarse es si está suficientemente discutido ese trámite. La Presidencia no quiere llamarle ni dictamen, ni proyecto, ni nada. (Risas)

El C. Nieto

Moción de orden.

El C. Quevedo

Moción de orden.

Yo conmino a la Mesa para que, por respeto a la Asamblea, se sujete a las disposiciones del Reglamento.

El C. Nieto

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente

Niego la palabra al ciudadano Nieto. (Aplausos)

El C. Nieto

¡Qué capciosa estuvo la pregunta de usted, señor Presidente! ¡Esa es la honradez de usted!

El C. secretario

Se pregunta respetuosamente a la Asamblea si considera suficientemente discutido el trámite.

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido.

En votación económica se pregunta si se aprueba.

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

Aprobado.

Está a discusión en lo general el Programa de Gobierno.

El C. Castellanos

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. Piña

Pido la palabra para una moción suspensiva.

El C. presidente

Debe ser formulada por escrito.

El C. Piña

Para una moción de orden, señor presidente.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Piña.

El C. Piña

Unicamente deseo, señor presidente, que la Secretaría invite en este momento a los señores delegados a inscribirse en pro o en contra del proyecto que está a discusión en lo general; y deseo también suplicar a los señores delegados que aplacemos esta discusión en lo general, para la próxima sesión, pues debo advertir que los mismos signatarios que tenemos hechos nuestros apuntes relacionados con este asunto, no los traemos consigo, necesitamos esos antecedentes y esos apuntes, y como no hay nada tampoco que nos obligue a hacer esto a la carrera, yo creo que en nada perjudicariamos a la Asamblea, ni al pueblo, si dilatáramos un día más la discusión de este asunto. Bien saben ustedes que nosotros tenemos también, como todos los señores delegados, interés en que se vote el Programa de Gobierno; pero se trata, señores delegados, de un asunto que debemos meditar, porque va a ser visto, analizado y juzgado hasta por las mismas naciones extranjeras, y, por lo tanto, debemos conducirnos con la mayor cordura y meditación, procediendo con calma y serenamente.

En vista de las razones expresadas, yo suplico atentamente a la Asamblea que se sirva aplazar la discusión en lo general, para la próxima sesión, y nada se perderá con eso, señores.

El C. presidente

Aun cuando el señor Piña no se ha sujetado a las disposiciones del Reglamento, la Mesa pregunta a esta H. Asamblea si se aplaza la discusión; en el concepto de que se va a discutir en lo general. (Voces: Conformes)

El C. secretario

Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de píe.

Se suspende la discusión, en lo general, del Programa de Gobierno, para la próxima sesión.

Se dio lectura a la orden del día.

El C. presidente

Se levanta la sesión.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 24 de febrero de 1915 Sesión del 25 de febrero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha