Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 31 de enero de 1915 Sesión del 1° de febrero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 31 DE ENERO DE 1915 CELEBRADA EN CUERNAVACA, MORELOS
SEGUNDA PARTE

Presidencia del General Otilio Montaño


El C. presidente:

Se hará constar la protesta, Tiene la palabra en pro el señor delegado Fierro, puesto que el señor Cervantes se limita a contestar alusiones personales,

El C. Fierro

Señores delegados:

Después que de una manera inesperada nos vimos obligados a abandonar la capital de la República, por la presencia del ejército carrancista, es nuestro deber, porque está en la conciencia de todos nosotros, ir cuanto antes a desalojar al enemigo: porque es verdaderamente vergonzoso que un grupo tres veces menor del número de las fuerzas convencionistas, que se encontraban en la capital, se hayan apoderado de ella, sencillamente porque de nosotros se apoderó el pánico.

Yo como uno de los últimos que abandonaron la capital de la República, tuve la oportunidad de observar que puñados de hombres contra su voluntad se alejaban de la metrópoli verdaderamente desesperados, porque no encontraban una voz enérgica que los llevara a la victoria.

Es vergonzosa esta conducta para algunos, y día llegará en que se podrán exigir las responsabilidades a los que resulten culpables de esa derrota que no nos honrará nunca: y reclamo y exijo el cumplimiento del deber de todos los delegados, principalmente de los que ostenten un grado militar; que cuanto antes abandonen la muelle vida que pretenden llevar en esta ciudad y vayan a animar a los soldados que exponen su vida y que van al sacrificio por la defensa de los ideales que han de llevar a la redención de la Patria mexicana.

Exijo bajo todos puntos de vista que no nos detengamos aquí, ni un momento más, discutiendo y diciendo palabras y queriendo dictar leyes que no se podrán llevar a la práctica, sencillamente porque el enemigo no nos lo permitirá.

Si nosotros nos vamos a limitar a estar hablando aquí, a presentar iniciativas o proyectos de ley, a hacer alusiones personales y dejar al carrancismo que se posesione de todas las partes de la República, ¿quién entonces va a hacer cumplir esas leyes? ¿Quién, entonces va a satisfacer las ambiciones de los desheredados, de los menesterosos que no han temido ir a la tumba por buscar su mejoramiento económico social? ¿Quién es el que les va a dar a los que han pedido el pan, el pan de cada día? ¿Vamos a pasar el tiempo nosotros muy tranquilamente en la Convención Soberana, discutiendo, peleándonos, casi buscando una ruptura en un momento dado, mientras el enemigo domina la situación militar?

Es vergonzoso esto y por eso exijo de todos los ciudadanos delegados que desde luego se apruebe la moción del ciudadano Cervantes, que en estos momentos se significa como un verdadero patriota y como un verdadero luchador.

Por todos estos motivos pido a todos los señores delegados sean breves en sus peroraciones y que se concreten a acceder a que se apruebe la proposición que se discute. (Aplausos)

El C. secretario

El ciudadano Quevedo en contra.

El C. Quevedo

Señores delegados:

Hasta estos momentos lo único que he presenciado ha sido un juego de palabras excitantes y muy bonitas, pero que no encierran la verdad de los hechos y de los acontecimientos. El señor delegado Cervantes presenta una proposición para que la Asamblea se declare en receso y que sus miembros, así como la población militar de Cuernavaca, tome las armas y marche a cumplir con su deber. Esta proposición la estudio yo en dos partes: la que se refiere a los miembros de la Asamblea, y en esto estoy en completo desacuerdo con el señor Cervantes, porque la Asamblea Revolucionaria no es el ejército, ni está compuesto de sus jefes que son los que van a pelear; la mayor parte de los jefes a quienes nosotros representamos no nos nombraron para ir al campo de batalla, nos nombraron a nosotros para que nosotros los representemos; formemos un cuerpo colectivo que es el que presenta alguna base de legalidad a nuestra causa. En México, en cierta ocasión, el coronel Caloca, que está presente, pidió e insistió mucho en que se le permitiera ir a mandar a sus hombres, y, sin embargo, la Asamblea le negó el permiso y no pudo ir. No está de acuerdo con la política que seguimos en estos casos la moción que se presenta ahora.

Ustedes sabrán que el general Villa puso un mensaje pidiendo que la Convención se transladara al Norte, si podía ir, con anuencia de los jefes el Sur, y con objeto de que estuvieran mejor garantizados; porque considera el general Villa a la Asamblea como Cuerpo, como Institución, algo muy sagrado en estos momentos, porque es lo único que tiene base de legalidad; y si nosotros, por un entusiasmo, muy explicable en nuestra raza y en nuestros hombres, queremos agarrar el fusil contra los carrancistas que se encuentran en la ciudad de México, vamos a hacer una obra antipatriótica, porque destruimos la entidad moral que representamos. En este caso, la translación de la Soberana Convención de México a Cuernavaca, ha sido, en mi concepto, uno de los pasos sabios que hemos dado, porque tanto la Convención como el Presidente de la República, son cosas sagradas que debemos cuidar para prestar legalidad y base a la Revolución que estamos siguiendo.

El señor delegado dice que nosotros nos sentamos aquí en nuestras butacas, seguramente creyendo que rehuimos, la mayor parte, el peligro del combate; y también dice que hacemos falta por allá. La verdad es que la mayor parte de los que estamos aquí -y esto lo digo sin que ninguno se ofenda-, somos infinitamente inferiores, comparados con los hombres guerreros que tienen a su cargo la tarea de destruir al enemigo; nuestra ayuda en el campo de batalla es insignificante y en cambio nuestra ayuda aquí reunidos, sentados cómodamente es muy grande, porque es lo único, lo único que nosotros tenemos para justificar nuestra actitud contra Carranza y contra el Plan de Guadalupe.

Se dio un caso; entiendo yo que está aquí presente el señor delegado Santoscoy, a mí me consta que el señor coronel Santoscoy luchó muchísimo cerca del general Villa para que le permitiera que continuara su campaña, que ha hecho muy brillantemente en el Norte, con el legítimo deseo de tener el grado de general, que muy bien se lo merece, por tanto combate a que ha asistido y por sus acciones; y, sin embargo de eso, le tocaron el patriotismo al señor Santoscoy y por patriotismo se quedó, sacrificando el grado que muy merecidamente esperaba.

Tanto los antecedentes, el del señor Santoscoy, como los de los demás señores delegados -el señor Cervantes está representando al general Angeles, que está batiéndose heroicamente en el Norte-, son los indicios para que nosotros comprendamos que nuestra labor aquí, no es para ir a defender México militarmente, ni para ir a arrojar a los carrancistas, sino para darle, como se dijo en repetidas ocasiones, base de legalidad a nuestra causa. Por tanto, yo creo antipatriótico, muy poco cuerdo y muy impolítico y desquiciador, el que nosotros, por un entusiasmo torpe, nos vayamos a pelear, a disparar unos cuantos tiros, para de hecho desintegrar la Convención que, en verdad, señores, lo voy a decir con franqueza, yo entiendo que la Convención está unida porque tuvimos que salir precipitadamente de México, porque de lo contrario, hubiera sucedido que unos delegados se hubieran ido para el Norte, otros para el Oriente, otros para el Poniente y otros para el Sur, y la Convención estaría únicamente ya en las páginas de la historia. (Aplausos)

El señor delegado Cervantes ha repetido, en varias ocasiones, la palabra deber, y creo que el deber del señor Cervantes es estar ahí sentado muy cómodamente, integrando parte de la Convención, porque para eso le dio su delegación el señor general Angeles, que anda peleando en el Norte, y lo mismo que digo del señor Cervantes, digo de los demás; y por lo tanto, no entra en sus obligaciones ir a pelear allá. Si el señor delegado Cervantes y los que están tan entusiasmados por ir al combate, hubieran recapacitado, se hubieran negado a quedarse aquí; se hubieran ido a pelear por allá, hubieran mandado a otros que no sirvan para el combate, pero que sirvieran para cumplir con el deber que ellos se impusieron. Por lo tanto, creo que su moción, en la parte que se refiere a que los miembros de la Convención salgan a luchar, es antipatriótica, impolítica y todo lo demás, En lo que estoy de acuerdo con el señor Cervantes, es en que no veamos tantas estrellas y barras por las calles de esta ciudad; que no tienen nada que hacer aquí; pero la Convención puede ordenar, por medio de un acuerdo, que todas las fuerzas de aquí salgan a pelear a México, y que nosotros nos quedemos resguardándonos a nosotros mismos, si ustedes quieren; pero que la Convención por ningún motivo, se desintegre.

Yo ruego a los señores delegados que recapaciten seriamente en lo que yo les digo. {Aplausos)

El C. Montaño

Pido la palabra.

El C. presidente

Un momento, la tiene primero el señor Castellanos.

El C. Castellanos

Compañeros:

Al hacer uso de la palabra, lo voy a hacer exclusivamente con el fin de afianzar únicamente los argumentos, ya bien explicados por los que han hablado en pro de la moción del señor Cervantes: seguramente que argumentos nuevos para apoyarla, no los hay, y no los hay, sencillamente, porque son tan evidentes los que se han esgrimido, que no hay necesidad de buscar otros para venir al convencimiento de que esta proposición debemos aceptarla; aceptarla, no tal como la presenta el señor Cervantes, porque se presta a la interpretación que el señor Quevedo le ha dado; es decir, a que esta Asamblea se disuelva. Esa es la mala interpretación que, verdaderamente, el señor Quevedo le ha dado por falta de buena redacción en dicha proposición; de manera que ese peligro sí sería un gran peligro, y entonces sí se le podría tachar de antipatriótico, antipolítico y hasta torpe, como dijo el señor Quevedo.

Desaparece por completo eSe inconveniente cuando se le da la forma siguiente: que al ir esta Asamblea en su mayor número, o en sus distintos miembros al campo de batalla, lo haga mediante la Comisión Permanente que al efecto ya se nombró desde México y que es el momento de que entre en funciones; una vez que esa Comisión Permanente ya fue aceptada y que se presenta el momento de darle curso, esa Comisión seguirá representando a la Asamblea, se le darán facultades según la forma que crean conveniente los señores delegados, estará continuamente al lado del señor Presidente, y todos los demás delegados que estamos aquí, iremos a donde nuestros servicios sean más prácticos, más efectivos, en estos momentos.

Seguramente que nuestro deber está aquí y nuestro deber está ahí; pero hay que apreciar las circunstancias, y ver cuál es el verdadero lugar que debemos tener; si primero defender a la Convención, procurar defenderla para que pueda subsistir, o sencillamente el esperar aqui, a que llegue el momento en que no podamos ni siquiera defendernos, es decir, que suceda lo que sucedió en México.

En México mucho se habló sobre este particular; y si nosotros nos vimos obligados en determinado momento a salir de México, fue precisamente porque nunca nos pusimos en condiciones de poder prever lo que mañana pudiera suceder. Ahora la situación aumenta de crítica, ya no es la misma que en México, que creíamos que el enemigo se estacionaría y nosotros aquí podríamos seguir deliberando y ser soberanos en la ciudad de Cuernavaca; ahora, sencillamente, se trata de que el enemigo avanza, que seguramente, como dice el señor general Serratos, no podrá pasar de San Mateo, y en este caso, creo yo que tendremos mayor número de probabilidades; pero recuerden muy bien los señores delegados, que ya muchas veces se nos dijo que no pasarían de aquí y que, después viniendo para aquí, se nos dijo que no ocuparían a Xochimilco, ni a San Angel, ni a ninguna parte, y el hecho es que van llegando, de tal manera que, ante los hechos, no hay argumentación. Vamos a prever el caso, muy posible, de que estos señores pudieran avanzar de Xochimilco para acá, y en ese caso, que los señores delegados o el menor número, es decir, la Comisión Permanente, pueda fácilmente moverse de un lado a otro y los que queremos ir a luchar, aunque sea uno, al campo de batalla, pues esto será de una gran influencia moral y de gran valor para todos nuestros soldados, porque verán que estamos allí, donde las circunstancias nos lo exigen.

En tal virtud, el peligro que veía el señor Quevedo, el peligro de que el señor general Villa Se disgustara y todo lo demás, desaparece; porque conserva de todos modos la Convención su integridad, y este argumento no me parece que valga la pena de ocuparse de él. Pero sí creo y juzgo conveniente y de todos modos patriótico, que antes que seguir deliberando sobre cosas que no se pueden llevar a la práctica, vayamos adonde nos reclama el cumplimiento del deber; si allá nosotros perdemos, se perderá también la Convención; mientras que podemos dar el espectáculo grandioso, y me siento muy orgulloso de hablar, de que vayamos al campo de batalla a defender la integridad de la Convención, a la que podemos darle vida, y nadie mejor que nosotros podemos dar valor moral cuando vayamos a la lucha; por esto suplico con la mano en el corazón, con toda sinceridad, que votemos esta proposición para que después le demos la forma conveniente. (Aplausos)

El C. Quevedo

Pido la palabra, para una alusión personal.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Quevedo.

El C. Quevedo

El delegado Castellanos no se ha fijado y le recomiendo mayor atención. No he dicho que el general Francisco Villa se enojara; me importa poco que se enoje, o no; yo dije que el general Villa había puesto un mensaje para demostrar que él se preocupa mucho por la seguridad de la Convención. Quiero que esto conste. Pero no he dicho que se enoje; me causaría vergüenza que se llegara a decir, que yo procedía de tal o cual manera, porque se enojara alguna persona, me importan muy poco las personas.

El C. Alejandro Aceves

Yo creo que la discusión que tenemos en estos momentos es perfectamente de desorden. Vamos a contravenir acuerdos determinados de la Soberana Convención. Los que estamos en esta H. Asamblea, estamos comisionados ya por nuestros jefes para representarlos, no podemos retirarnos de aquí a cumplir con algún otro deber que estamos diciendo que tenemos fuera de aquí, porque el deber ...

El C. Casta

Para una moción de orden.

El C. presidente

(Al delegado Aceves): Esa no es moción de orden.

El C. Aceves

¿Cómo no va a ser?

El C. Casta

Está hablando en contra el señor Aceves.

El C. presidente

La Mesa suplica de una manera respetuosa al señor delegado que está haciendo uso de la palabra, que tenga la bondad de ser muy concreto.

El C. Aceves

¿Tan concreto que no hable? Es acuerdo de la Convención, de que nadie podrá retirarse de ella, si no es viniendo el representado para que se retire el representante. Podremos salir de aquí, si la honorable Convención nos comisiona que vayamos a pelear; pero no que nosotros de nuestras pistolas vayamos a pelear. Es necesario obrar con orden.

Un C. delegado

Pido la palabra.

El C. presidente

No puedo concederle la palabra al señor, porque el señor no se ha inscrito en la lista.

El mismo C. delegado

Es para una aclaración.

El C. presidente

Pero para una aclaración vemos que se extiende muy largamente. Tiene la palabra en contra, el señor Díaz Soto y Gama; a continuación hablarán los demás oradores; pero tengo que obedecer a la lista en que están inscritos los oradores. De otra manera, no terminaríamos en toda la noche; de suerte que tiene la palabra el ciudadano Briones, en contra.

El C. Briones

Señores delegados:

El compañero Castellanos, que me ha precedido en el uso de la palabra, ha dado margen a que tome yo sus palabras y las sintetice en esto: Tal como presentó la proposición del delegado Cervantes, no debe aprobarse, yo estoy en contra de esa proposición -nos dice al principio el señor Castellanos- y después dice: Sin embargo, yo espero que ustedes la aprueben. Eso, señores, es no tener convicción de lo que se piensa, lo cual quiere decir que su criterio no está bien definido.

El mismo señor Cervantes puede indicarnos y todos los oradores que están inscritos en pro que se encuentran aquí, como representantes de uno de los jefes que están luchando por la causa, que no pueden separarse sin acuerdo de los jefes y de la Convención.

Por otra parte, debemos pensar que la idea por la cual se lucha, ya ha estado sintetizada en algunas bases que no podrán desarrollarse sin un cuerpo colegiado que las estudie y trate de formar esas leyes que vienen a constituir, ya en conjunto, la bandera que lleva por norma la Revolución. El Plan de Ayala, que fue el principio aprobado por la Convención de Aguascalientes, forma parte de esa bandera; pero ustedes mismos han dicho que no es lo único, falta en instrucción, falta en la parte que se refiere a los obreros, en fin, faltan otros asuntos que no pudieron ser condensados en el Plan de Ayala y todo tiene que ponerse a estudio. ¿Vamos a dejar esto para la época en que ya esté la paz conquistada? ¿Y cuáles son las condiciones, las bases para esa paz? ¿Para entonces vamos a dejar el estudio de sus problemas, estudios que debemos dejar ya planteados porque todas esas condiciones constituyen los carriles por los cuales camina la cosa pública, vamos a dejarlos para entonces? La Constitución de 57, por ejemplo, hecha en época de lucha, la de Reforma, hecha también en la época de lucha necesitaron un Cuerpo Colegiado para que pudieran ser constituidas. Creo que la obligación de la Convención en este caso debe ser obrar, no como un Cuerpo Legislativo, sino como Constituyente, puesto que vamos a modificar en parte la Constitución y se van a crear leyes nuevas que vengan a llenar las necesidades del pueblo.

Decía yo que siendo éste el papel que tiene la Convención, debemos obrar en igualdad de circunstancias con aquellos cuerpos colegiados que dictaron las leyes a que anteriormente me referí, y ¿quiere esto decir que aquellos individuos hicieron obra en contra de sus ideales, hacer una obra que no debían, porque no empuñaron en esos momentos las armas para ir a defender una ciudad, dos o tres, cuando la República sabemos que es demasiado extensa, cuando una población no es de suficiente importancia para que se imponga o Un Cuerpo Legislativo o un Cuerpo Constituyente?

La toma de una ciudad, no creo que sea suficiente para que de improviso nos lancemos a la lucha, porque tenemos suficiente valor para hacerlo; no, señores, debemos pensar en el más allá y aunque diga el señor Cervantes que el momento a propósito es el de la lucha, debo decirle que la lucha también se hace por medio de las ideas y que si más tarde trabajamos con fruto, no haciendo mociones de orden que son de verdadero desorden, no perdiendo miserablemente el tiempo, sino trabajando debida y correctamente, creo ya una vez que nuestra misión se haya encarrilado, la Revolución tendrá ya una bandera firme, tendrá ideales seguros y dadas las ideas que a este respecto profeso, creo que vendrán a nosotros algunos de los individuos que están en el campo contrario, viendo que ya perseguimos un ideal bien definido, que tenemos la bandera del combate; pero no la bandera que lleva a las armas, simplemente, sino la bandera de las ideas que trata ya de constituirse bajo una forma radical, que ellos mismos recuerdo que nos decían en Aguascalientes: Somos más radicales que ustedes.

Pues, precisamente indicándoles cuál es nuestro radicalismo, cuáles son las ideas ya bien constituidas, ya hechas forma, por la buena práctica con que se empiecen a llevar a cabo, porque se van a llevar a cabo desde luego, entonces, digo, algunos de ellos volverán sobre sus pasos y quizá vengan con nosotros.

Esa es la creencia que yo tengo, dado que entre esos miembros habrá individuos que no sean enteramente personalistas, sino que están un poco descarriados; ya con esa bandera que en estos momentos no podemos darles porque no hemos hecho casi nada, por no decir nada; podemos entonces formar este Gobierno que tratamos de hacer como un Gobierno legal, que no lo haríamos si lo dejáramos encomendado a una comisión de 20 o 30 miembros, pero al fin Comisión Permanente, que no tendría facultades para legislar en este sentido, puesto que no estarían representados todos los elementos revolucionarios.

Creo, por lo tanto, que la proposición del señor Cervantes no debemos aprobarla en este sentido, porque le corta las alas de la Revolución y no la deja seguir por el sendero que debe seguir.

El C. Piña (en pro)

Señores delegados:

Empiezo por manifestar a ustedes, que hago míos todos y cada uno de los conceptos vertidos por el ciudadano Cervantes, encaminados a apoyar la proposición que está al debate, y por declarar la intensa pena que sufro en estos momentos al observar que uno de los más distinguidos colegas, el señor Montaño, dándole una interpretación equivocada y exagerada a los conceptos, a las apreciaciones hechas por el ciudadano delegado Cervantes, se ha exaltado y ha puesto en boca del mismo, dichos y frases que estoy seguro no pasaron por su imaginación. Esté seguro el señor Montaño, como todos los que integran la delegación suriana, que todos nosotros admiramos el valor y constancia con que siempre han luchado los soldados del Ejército Libertador; la actitud de ese ejército es para nosotros admirable y los elementos del Norte siempre tuvimos, a través de las distancias, la esperanza de encontrar un decidido apoyo en el Ejército Libertador; y nos alentaba el convencimiento de que una vez que estuviéramos identificados los del Sur con los del Norte, el triunfo de nuestros ideales habría de lograrse, tarde o temprano.

Yo desearía que el señor Montaño rectificase sus conceptos, sus apreciaciones, y acabase por declarar que, en un momento, se dejó llevar por la ofuscación y por el amor propio heridos, y con ese motivo ha tenido frases muy dolorosas para todos aquellos que sinceramente nos hemos aliado a los del Ejército Libertador.

Yo conceptúo, señores, honradamente que, al entrar de lleno a la acción violenta, al ir nosotros en nuestro carácter de soldados a englosar las filas, a poner el ejemplo personal a los soldados del Sur y del Norte para combatir con eficacia y constancia a los enemigos de nuestra causa, el triunfo y el éxito sería nuestro, indudablemente.

Mentira que por el hecho de que nosotros, los miembros de esta Convención, nos vayamos al campo de batalla, se vaya a desintegrar la Convención. Eso es un sofisma.

Quiere sorprendérsenos con ideas y con palabras que no se ajustan en nada a la realidad. Todos sabemos que está nombrada, previamente, una Comisión Permanente, donde está reconcentrada esta Asamblea y en caso de que ésta entre en receso, la Comisión Permanente continuará enarbolando la bandera de la Convención y nada se habrá perdido señores; todo lo contrario, nos habremos puesto en condiciones ventajosas, para introducir el aliento a nuestros soldados, para llevar el convencimiento al ánimo del pueblo, que desgraciadamente se deja engañar y sorprender por elementos antagónicos al fin que persigue esta Soberana Convención.

La actual situación por que atraviesa el país, reclama de nosotros un sacrificio más; el sacrificio, si fuere necesario, de nuestras personas; si nosotros continuamos como hasta hoy, observando una actitud pasiva o dedicada a legislar, siendo nuestra jurisdicción enteramente limitada, nos ponemos nosotros mismos en la picota del ridículo.

Es necesario darnos cuenta de nuestra situación. Por hoy, todas las leyes, todos los decretos que demos, no podrán surtir ningún efecto, toda vez que los enemigos dominan una parte importante del país. Además, no tenemos comunicaciones en ninguna forma con el resto de la República, solamente nosotros veríamos nuestros decretos, se harían oír en el casco de la ciudad de Cuernavaca; y esto de tener la pretensión de legislar en estos momentos, cuando tenemos el convencimiento de que nuestras disposiciones, nuestras palabras no van más allá de las fronteras de Morelos, es enteramente pueril.

Nosotros, al optar por que la Convención entre en receso y los demás miembros vayamos, ya al campo de batalla a alentar a nuestros compañeros los soldados, los humildes, los hijos del pueblo, o ya al desempeño de comisiones más trascendentales y más eficaces de las que pudiéramos hacer aquí, indudablemente que llegaremos más pronto a la victoria, indudablemente que llevaremos más pronto el convencimiento al pueblo mexicano, del hecho de que a nosotros nos asiste la justicia, del hecho de que con nosotros está la legalidad y que nosotros nos preocupamos verdaderamente por el bienestar económico y político de la nación mexicana.

Pudiéramos tomar una determinación previa, consistente, a mi modo de ver muy acertada y muy eficaz, en lanzar un Manifiesto o programa a la nación, definiendo de una manera clara y terminante cuál es nuestra actitud, cuáles son los fines que buscamos y cuál es el origen de nuestras desdichas nacionales.

Recuerdo que en alguna vez, en la ciudad de Aguascalientes, se externó esa idea que fue acogida con beneplácito por la mayoría de los señores delegados.

En un Manifiesto-Programa podremos describir perfectamente la situación del país y los fines que nos proponemos obtener por medio de la lucha, sea armada o de los ideales.

Ahora, en el evento desgraciado de que algunos de nosotros perezcan, todos lo sabemos que podemos ser substituidos fácil y violentamente. Los miembros de la Convención que sucumban en la lucha no influirán en la existencia de aquélla, toda vez que nosotros tenemos aquí representación personal y nuestros mandantes pueden, cuando así lo exijan las circunstancias, mandar nuevo delegado. Yo por mi parte declaro, señores, que cuando estuve en Sonora, me rehusaba a venir de nuevo a México, manifestándole a mi representado que deseaba más continuar con el, afrontando aquella difícil situación que tenía encima, que venir aquí a descansar y a ponerme en condiciones muy envidiables para muchos jefes y muchos soldados; y hoy estoy enteramente dispuesto a hacer lo mismo, o ir al Norte, o ir al Sur; pero ir como soldado. Creo que la hora ha llegado y es preciso que todos abandonemos esta actitud cómoda y pasiva para ir a cumplir realmente con nuestro deber.

No conceptúo como algún señor delegado ha dicho antes, que las pretensiones del señor delegado Cervantes son antipatrióticas y antipolíticas; todo lo contrario, asumiendo una actitud resuelta, varonil, digna de nuestra raza, daremos un ejemplo al mundo civilizado de que somos hombres capaces de cumplir con nuestro deber, decididos a ir a la lucha para verter nuestra sangre, si es necesario, en defensa de nuestras instituciones.

Termino, porque no deseo distraer más tiempo la atención de los señores delegados, suplicándoles que opten por aprobar la iniciativa del señor delegado Cervantes, porque la conceptúo, como he dicho anteriormente, enteramente oportuna y patriótica. (Aplausos)

El C. Soto y Gama (en contra)

Señores delegados:

No me parecía estar en la Convención, cuando veía yo que una Asamblea que casi siempre se ha manifestado cuerda, aplaudía, enérgica, vigorosa y calurosamente un montón de sofismas, que con frase galana, como nunca le había oído, nos espetaba sabrosamente el señor delegado Cervantes abusando de la inconsciencia que en este momento se paseaba por las galerías y se enseñoreaba de la Asamblea.

El señor delegado Cervantes nos proponía sencillamente que la Convención se suicidara por unanimidad. ¡Admirable! Si no creyera yo en la honradez del señor delegado Cervantes, en la que creo firmemente, sería yo capaz de suponer que había recibido dinerales del señor Carranza, de don Eulalio Gutiérrez, del general Robles, de Aguirre Benavides, o de cualesquiera otros rebeldes, para venir a lanzar una proposición que serían los primeros en aplaudir el señor Carranza, el señor Gutiérrez, y todos los infidentes. (Aplausos)

¿Cómo, señores, pretender en serio el suicidio de la Convención, convertir la Convención o sea el Cuerpo Constitucional, el único Cuerpo Constituyente, el único Cuerpo Legislativo, en un simple batallón, en un simple regimiento, en un cuartel?

¡Admirable en boca del señor Cervantes! Explicabilísimo, porque él de todo lo que lee en la historia, no sabe más que el ejemplo de los romanos (aplausos), que murieron en sus curules; ¡que nosotros presentemos nuestro pecho, en vez de perder el tiempo haciendo por que se reconstruya la Patria!

Para el señor Cervantes, la obra soCial de la Revolución es un moco de pavo; preocuparse por resolver los problemas de las fábricas, de los obreros, el problema agrario, hacer leyes para la confiscación de los bienes de los enemigos de la Revolución, es perder el tiempo. Por fortuna, la Asamblea y el público ha vuelto al buen criterio, porque hay que fijarse en que lo que se pretende, es tratar de matar la Revolución y hacer que reine exclusivamente el personalista Carranza, el personalista Gutiérrez, y ahora se pretende que reine Villa, Zapata o Maytorena. El capitán Piña lo apoya, diciendo con todo énfasis que él está más cómodamente en sus terrenos, en Sonora y ...

El C. Piña

Aquí estoy a salvo, y estoy impuesto al peligro.

El C. Soto y Gama

Pero allá está más cómodo, en sus terrenos. Yo interpreto el pensamiento del señor Piña, es éste: Aquí nos puede pasar algo, vamos mejor a establecer la Comisión Permanente, que nos permitirá a muchos irnos tranquilos a donde queramos, a donde tengamos más confianza de las fuerzas convencionistas, a donde conozcamos el terreno.

Hay dos criterios: El criterio militar, que quiere ir a la lucha a sacrificar a toda la Convención y que se acabe la obra social y que no se hagan leyes, y que cuando triunfe la Revolución, entonces tengamos trabajo de formar un programa, el programa que siempre se ha hechado de menos, el programa que siempre por su ausencia se nos ha echado en cara a los convencionistas, y el criterio del señor Piña, que descubre un poco su pensamiento: Desde que cayó Xochimilco, ellos creen que va a caer Cuernavaca ... (Aplausos y voces: ¡no, no!)

Lo que ha pasado con el Ejército Libertador en Xochimilco, es que los carrancistas quieren recuperar el agua; de manera que han lanzado toda la guarnición; y cuando el señor Cervantes, que es militar, que no conoce el terreno, dice que se ha tomado el Paso de San Mateo, hay que decirle que San Mateo no es Paso, que es un barrio de Xochimilco, no hay desfiladero; el desfiladero está en Topilejo, y que hace poco tiempo ocho mil carrancistas jamás pudieron acercarse a Topilejo.

De manera que en unos el exceso de precaución, y en otros ...

El C. Castellanos

El miedo, dígalo de una vez.

El C. Soto y Gama (continuando)

Las apariencias de pánico, que ya empieza son las que han producido esa atmósfera curiosísima de inconsciencia, de pánico, de espíritu de sacrificio, sobre todo. Vamos a volver al sacrificio, el sacrificio está aquí, en esperar al enemigo ...

El C. Castellanos

Para una moción de orden.

Yo suplicaría al señor Soto y Gama que adujera argumentos y no tratara las cosas con choteo; no estamos jugando, que nos ataque con argumentos y no como lo está haciendo, no es esa la manera de luchar en buen terreno.

El C. Amezcua

Protesto contra la Mesa, por haber permitido una moción de orden, siendo que generalmente no se concede para eso.

El C. Soto y Gama

Si quieren argumentos, yo no podía ... (Murmullos)

El C. presidente

No se permite interrumpir al orador, tiene la palabra el ciudadano Soto y Gama.

El C. Soto y Gama

Yo no podía tomar las cosas más que de esta manera, porque no hace seis días, creo que cuatro o cinco, la Asamblea Soberana resolvió su translación a la ciudad de Cuernavaca, y entonces todo eran argumentos en favor de la integridad de la Convención, de que sólo con la Convención habría una verdadera forma legal; y apenas se habla de ir al combate, todos queremos ir a la calle encabezados por algún Napoleón moderno. Esto me recuerda el caso de la Convención Francesa, la Gran Convención; mientras Murat y Bernadotte, -el señor Cervantes conoce mejor que yo a todos esos genios de la guerra- peleaban en los campos de batalla, la Convención estaba haciendo todas las leyes, substituyendo la Francia monárquica con la Francia moderna. Nosotros podemos imitar, en México, los trabajos de aquella convención, haciendo que no haya caciques, que se castigue a los científicos, hacer leyes en favor del pueblo y hacer algo más grande, infinitamente más grande que la Constitución de 57.

Se dice por el señor Cervantes que es perder el tiempo; no sé a dónde se le haya ido el espíritu revolucionario al señor Cervantes; precisamente a eso vamos, a hacer lo que no se ha hecho, a orientar la Revolución, a precisar las leyes. a decir cómo se van a respetar las vidas, a repartir los ejidos, cómo se van a quitar las haciendas a Terrazas y Creel y todos los demás, y a establecer, por fin, que no haya impunidad para todos los asesinos del pueblo; a establecer la paz en la República por medio de los tribunales militares, a ver cómo se garantiza el papel moneda; una infinidad de problemas que no son discursos, que son el futuro del país, que son la reconstrucción de la Patria, que son la encarnación social de la Revolución, y yo creo que por muy militares que sean los señores que se llaman ciudadanos armados, es decir, militares provisionales, debían comprender que su obra militar es efímera; que su obra debe ser social, y ésta no se puede hacer más que de una manera; por medio de cuerpos legislativos que deliberen, que discutan, para que estas deliberaciones se conviertan después en leyes.

Señores: sería curioso que nuestros constituyentes, al ver amenazada Puebla en 1856, se hubieran lanzado a la guerra; también sería curioso que Dantón y Robespierre, hubieran querido substituir a Murat y a Clever; esto se explica en militares de raza, de abolengo, en el señor Cervantes no se puede explicar más que por su entusiasmo. En una Asamblea, que oficialmente no es de militares, sino de revolucionarios, cumplen mejor aquí dentro de la Asamblea, aquí, muellemente sentados en la sala de Comisiones, haciendo proyectos de ley, que no batiéndose sesenta hombres, porque no pasarán de sesenta los militares que aquí hay para ir con las legiones, con las huestes zapatistas, a un terreno que no conocen, en condiciones en que no podrían trabajar quizá, sin poder resistir el clima, sin conocer el punto, porque se necesita conocer el terreno para poder defenderse diez contra cien, como siempre se han defendido los zapatistas; es decir: a ser, en ese terreno pésimos soldados, porque yo apuesto que la mayor parte de los jefes aquí presentes, puede defender menos bien un peñasco del cerro de las Tetillas, por ejemplo, que cualquier zapatista; el más modesto de los zapatistas que tiene dos cosas en su abono: el conocimiento del terreno y el amor al terruño, y ese lo sabrán defender los morelenses como lo han defendido y lo han defendido eternamente palmo a palmo. Y ahí está el ejemplo del carrancismo, que jamás pudieron entrar ni siquiera a Topilejo.

Señores: el sofisma del señor Cervantes consiste, entre otras cosas, en confundir a los miembros de la Convención con la población militar de Cuernavaca.

El entusiasmo causado en el público no fue debido a su raciocinio, fue cuando habló de las estrellas que tachonaban el firmamento de Cuernavaca, y con esta frase tan oratoria y con esta frase de relumbrón, la Asamblea en masa, por unanimidad iba a votar su suicidio. (Voces: no)

Yo me refiero al entusiasmo, al efecto que produjo, que por fortuna se convirtió en reflexión.

Por fortuna, digo, esto no se puede tomar a lo serio; no se puede tomar a lo serio el extravío del señor Cervantes, por el famoso deber militar; pero aquí no venimos a cumplir deberes militares para con el pueblo, que está muy lejos de necesitarlo de nosotros; lo único que ha habido de serio en su discurso, perfectamente sofista y completamente carente de razón, al grado de que ya no se encontraba otro argumento de peso y ya no se sabía qué hacer, fue acudir a la Comisión Permanente, a la Comisión Permanente que ellos nos dijeron que nunca entraría a funcionar, sino en el caso de ausencia de los delegados, es decir, el suicidio voluntario de la Asamblea.

¿Qué es lo que se quiere hacer con la Comisión Permanente? Que ésta existiera para el caso de que los delegados fuéramos bastante poco amantes de nuestro deber. para escondernos en otra parte o para ir al combate. Yo no sé, y aquí se trata precisamente de darnos, permítaseme la frase que no es ofensiva, una puñalada de pícaro; después que se dijo que la Comisión Permanente iba a ser para cuando no hubiera convencionistas, ahora que los hay y que están reunidos, ahora se quiere que se desintegren con un pretexto o con otro.

Para defender la Convención con un admirable sofisma del señor Castellanos, nadie pensaba que nosotros pudiéramos ir al campo de batalla a defender a la Convención matando a la Convención, desintegrando a la Convención; por eso digo que la proposición del señor Cervantes, se podía llamar la proposición del suicidio de la Convención.

La Asamblea sabe si la aprueba o no.

El C. Piña

Pido la palabra para una alusión personal.

El C. presidente

Debo conceder la palabra a quien no ha hablado. Tiene la palabra el ciudadano Casta.

El C. Piña

Señor presidente. El señor Soto y Gama ha aludido a mi persona y debo contestar.

El C. presidente

Vuelvo a manifestar a usted que a veces piden la palabra para una alusión personal y luego hacen uso de ella para una discusión. Yo también tuve alusiones personales; pero vamos hasta el final, y entonces contestaremos las alusiones; yo también me reservo para cuando me toque la vez.

El C. Piña

Si usted no me lo permite, no haré uso de la palabra.

El C. presidente

Suplico a usted que después de que se haya agotado la discusión, haga uso de la plabra para contestar alusiones personales.

El C. Piña

Señor, no quiero quitar tiempo y espero el final de la discusión.

El C. Casta (en pro)

Señores delegados:

Hubiera deseado que cualquiera otra persona que tuviera más fácil lenguaje, estuviera en mi lugar, después de las palabras del señor Soto y Gama; pero sin embargo, dentro de mi corta esfera, aduciré algunos argumentos que me inducen a apoyar la proposición hecha por el señor Cervantes.

He visto en el curso de este debate que el señor Montaño mal interpretó las palabras. He visto al señor Quevedo revestido de una calma incomparable, y casi me atrevo a decir que por sus venas no corre sangre, sino horchata. (Risas)

Y, por final, he escuchado la peroración del distinguido orador, señor Lic. Soto y Gama, que no tiene absolutamente ningunas bases, que exclusivamente comenzó por la broma, porque no tenía argumentos de peso que aducir, y después por el sofisma interpretando nuestra labor guerrera, cuando le convenía, en una extensión general, y nuestra labor como legistas en esta Cámara.

No intentamos, los que apoyamos esa proposición, que la Convención sea la que por medio de las armas se lance a los campos de combate, en general, en la República, y que los ochenta o noventa hombres salvemos a la República por medio de las armas. Yo creo que nuestro deber, en estos momentos, no es legislar; no es estar aquí porque indudablemente nuestra labor no podrá ser nunca tan fructifera como en el momento en que podamos, bien sea recuperar la Capital de la República o de ponernos en contacto con todas las poblaciones del Norte que están dominadas por fuerzas convencionistas. Nuestra labor la haremos aquí ciertamente, ¿y dónde repercutirá, cuándo? Cuando los hechos de armas vengan a solucionar el actual conflicto.

Por tal concepto, yo opino el que prestemos nuestro grano de arena al conflícto de armas, para que el día de mañana podamos entrar de lleno en la resolución de los problemas que nos preocupan.

Indudablemente que no vamos a formar un escuadrón, indudablemente que nuestros rUles no serán suficientes para contener al enemigo; pero sí una vez que la Convención entre en receso, y que su Comisión Permanente entre en funciones, guardando la bandera de la Convención, cada uno de los señores delegados podrá prestar sus servicios en distinta forma, unos comandando fuerzas, otros como dijo el señor Piña, cumpliendo con comisiones, y así sucesivamente podremos hacer una labor más efectiva que la que nos proponemos hacer, según lo que dijo el señor Soto y Gama.

No debemos ver con tranquilidad que el enemigo se haya apoderado de la Capital, y en realidad no es una quijotería de nuestra parte tampoco proponer nuestros servicios; al contrario, yo veo más grande nuestra obra si logramos en poco tiempo retirar al enemigo de allí.

De cualquier manera que se considere a la metrópoli, con todos sus vicios, con todos sus defectos, México es el centro; allí están fijas todas las miradas y allí podremos tener comunicación para todas partes, hacer todos los trabajos que emprendamos y en todo caso nuestra labor será más efectiva: y no estar aquí en Cuernavaca, donde no tenemos comunicaciones ferroviarias ni telegráficas de ninguna especie.

Por tal concepto, debemos poner todos los medios que estén a nuestro alcance para hostilizar al enemigo. De ahí que es una vergüenza.

Efectivamente, la labor de la Convención es en toda la República y no exclusivamente en el Distrito Federal. Debemos salvar la metrópoli para borrar esta mala impresión, porque realmente, nosotros hemos dado lugar a que se nos censure, porque esto no fue más que una fuga, y aunque dijo el señor Soto y Gama que habíamos venido a pedir hospitalidad y asilo a la ciudad de Cuernavaca, en verdad no es así; sino que las circunstancias nos lanzaron a esta ciudad y que hemos venido obligados por contingencias especiales.

Por tal concepto, señores, en virtud de las muchas razones de más peso que las mías, expuestas por los anteriores señores que han hablado en pro, yo suplico a la Asamblea que tome en consideración esa proposición y que la acepte, o por lo menos entre en nuestro criterio, verla como una medida muy eficaz, para que el día de mañana podamos poner en pie todos nuestros trabajos, para que podamos desarrollar con más amplitud todos los grandes problemas que nos están encomendados. Mientras estemos en un radio de acción tan estrecho, nuestra labor no será tan fructífera como lo deseamos.

El C. presidente

Tiene la palabra en contra el ciudadano Palacios Moreno.

El C. Palacios Moreno

Verdaderamente es desquiciadora la proposición del señor Cervantes; ha estado bordada con una elocuencia inusitada y esto nos arrancó aplausos a todos por la parte patriótica, por la parte inspirada que tiene; pero es desquiciadora porque las acciones de guerra no se pueden confiar al criterio tumultuoso de una Asamblea; para eso le hemos dado facultades extraordinarias en el ramo de Guerra al Presidente de la República, para que haya una sola cabeza y un solo mando.

Es imposible y es enteramente ilógico que la Asamblea tome la disposición de salir al combate en masa. No, señores delegados; aquí, en nuestras curules, como en cualquiera otra parte de la República, en tanto que seamos convencionistas, estamos dentro de la jurisdicción y dentro del orden de la Secretaría de Guerra; en consecuencia, no se necesita declararnos en receso para que si el señor Presidente o el Ministro de la Guerra lo crean necesario, nos llamen a prestar nuestros servicios; pero no podemos nosotros sustraernos al criterio del Ejecutivo, en materia de guerra, para ordenar desde estas curules las operaciones militares y declarar que nosotros vamos ahora a dirigir la campaña, que cada quien vaya a tomar las posiciones que le dé la gana ...

El ciudadano Piña:

¡Eh, eh!

El C. Palacios Moreno.

El señor Piña no quiere ir a la campaña del Sur, quiere ir a la campaña de Sonora, en donde no hay ningún peligro, en Sonora donde sólo Agua Prieta falta por tomar, y el señor Piña ha declarado que se queria quedar mejor en Sonora. Se hubiera quedado en Sonora y no nos estuviera lanzando al caos de disolver una Asamblea legislativa.

Señores delegados:

Estando en estas curules, estamos también como ciudadanos armados a las órdenes del Presidente, y estamos, en consecuencia, en disponibilidad; si mañana el Presidente o el Jefe de las operaciones lo cree necesario, nos puede llamar como ha llamado a los generales Ramos, Pérez y todos los que están en funciones de armas. Se trata simplemente de un patriotismo verdaderamente plausible, si fuera sincero, se trata de arrancarnos, no por el señor Cervantes, porque es el único que de buena fe ha sostenido esta proposición ...

Los ciudadanos Casta, Piña y Castellanos:

Muchas gracias.

El C. Palacios Moreno (continuando)

Los demás delegados no son como el señor Cervantes: tratan de obtener su libertad, de sustraerse a la obligación de estar en los puestos de peligro, se quieren ir al Norte, se quieren ir a sus casas, en último resultado, donde tienen garantías; pero quieren no faltar a sus compromisos, y nosotros no podemos, no debemos hacernos cómplices de esos procedimientos.

El C. Piña (interrumpiendo)

¡Qué valiente!

El C. Palacios Moreno (dirigiéndose al ciudadano Piña)

En cualquiera parte le demuestro a usted que soy valiente, señor Piña.

El C. Piña

¿Sí?

El C. Palacios Moreno

La segunda razón que hay, señores delegados, para no aceptar esta proposición, es la siguiente: el pecado fundamental del señor Carranza, fue no hacer jamás una ley, su pecado fue lanzarnos a la victoria absolutamente desprovistos de reglas generales a las que debíamos sujetarnos, no sólo entre nosotros. sino con relación a nuestros enemigos, y al ocupar las plazas, despojando de las haciendas y despojando a todo el mundo, ¿por qué? Porque faltaron las leyes, porque hizo Carranza una revolución netamente militar y no social y económica; y ahora que tratamos de volver sobre nuestros pasos, ahora que tratamos de reconstruir, vienen a decirnos los señores delegados militares, que debemos abandonar estos sitios, que debemos hacer solamente revolución de combate, para que mañana, cuando venga el triunfo, nos encontremos en la misma situación tristísima en que se encontró el señor Carranza. (Aplausos)

No, señores delegados, los que sean revolucionarios militares, los que no sean revolucionarios por los ideales sociales y económicos, pueden desalojar los bancos de esta Asamblea porque en verdad no los necesitamos aquí; los que sí quieran legislar para formar una nación nueva y de una manera constitucional, esos que se queden aquí o que se vayan a cualquier cerro a dar esas leyes que van a ser mañana la única base, la única bandera que va a sostener el triunfo de las armas; y que no se diga señores delegados, que no van a pasar nuestras leyes y nuestros decretos del casco de la población de Cuernavaca, que no se diga que por eso no se deben hacer y no porque esté yo aquí, sino porque es la más estricta verdad, el Plan de Ayala, señores delegados, que hemos adoptado en nuestro programa y que es el único programa que tenemos, no había pasado de aquí, señores delegados, el Plan de Ayala estaba en Ayala. (Aplausos)

En consecuencia, la única bandera de principios no pasó del casco de la Villa de Ayala, del casco de la población de Cuernavaca. De manera que no es una razón que en estos momentos no puedan ser conocidos nuestros ideales y la forma que le demos para que no se hagan a medida que se vaya conquistando el terreno por las fuerzas de la Convención, esa bandera de ideales y esas leyes, se impondrán a todos los ciudadanos que estén dentro de esos terrenos y surlirán todos sus efectos.

Así, pues, no hay motivo para abandonar nuestras verdaderas obligaciones, que no satisface nadie, porque la obligación militar la satisfacen los generales que están en campaña, mal o bien, pero la satisfacen; las obligaciones legislativas de la Asamblea nadie las satisface; una vez que nos hayamos disuelto, se habrá concluido toda forma de darle bandera de ideales, de darle leyes y organización a la República y a la Nación entera.

En consecuencia, señores delegados, debéis rechazar unánimemente la proposición del señor Cervantes, porque inspirado en su espíritu netamente militar y ardoroso, no midió todo el alcance que tenía para los fines sociales idealistas de la Convención, y yo ruego a la Mesa que una vez que se declare suficientemente discutido el punto, se tome votación nominal, porque es de responsabilidad para el futuro el acordar esa proposición. (Aplausos)

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Pasuengo.

El C. Piña

Pido la palabra para una alusión personal, señor presidente, se me califica de hombre de mala fe y yo necesito ...

El C. presidente

Las alusiones personales se hacen al final de la discusión del punto.

El C. Piña

A mi se me ha hecho una imputación injuriosa, lo mismo que a los demás compañeros que sostenemos el pro. Yo le ruego atentamente al señor presidente que, para contestar alusiones personales, me permita hacer uso de la palabra, en el concepto de que me reservaré, si así me parece, para después hacer uso de la palabra en el sentido que lo he hecho antes. Se lo ruego muy respetuosamente, señor.

El C. Quevedo

Pido la palabra para una alusión personal.

El C. presidente

No ha habido alusión personal.

El C. Quevedo

Sí se trata de una alusión, porque el señor me dijo que tenia horchata en las venas. (Risas)

El C. presidente

Hará usted uso de la palabra a la conclusión del debate, porque la Mesa, deseando a todo trance que fuera muy lacónica la discusión, no ha querido conceder la palabra para alusiones personales.

El C. Piña

Verdaderamente me sorprende que personas a quien yo te tenido en un alto concepto moral e intelectual, ocurran a procedimientos del todo reprochables para combatir con más o menos mal éxito, las teorías o los argumentos que asentamos los que apoyamos el pro de esa moción, suscrita por el señor delagado Cervantes, y muy particularmente me extraña del señor Palacios Moreno, a quien tengo una alta estimación personal; él, públicamente, en un momento solemne, nos calificó a quienes hablamos en pro de esa moción, de hombres de mala fe.

Yo le suplico al señor Palacios Moreno que si está animado de espíritu de justicia, nos haga justicia retirando esa frase; porque le protesto que me ha herido en lo más recóndito del alma, porque no creo que seamOs acreedores a semejante imputación, y debo decirle al señor Palacios Moreno, que todos los que hemos hablado en pro, incluyendo a los señores Castellanos y Casta, se sienten poseídos de la misma pena.

Señores:

Creo que en el seno de esta Convención y quizá en las galerías, hay personas que nos conocen de mucho tiempo acá, conocen nuestros antecedentes políticos y sociales y nuestros antecedentes personales. Saben perfectamente bien, porque eso lo han visto muy a las claras, cuál ha sido nustra línea de conducta desde que tuvimos el honor de ingresar a esta Soberana Convención.

Por lo que a mi toca, cábeme la altísima satisfacción de haberme conducido siempre con toda franqueza, con absoluta honradez, porque no vengo aquí ni he ido a ninguna parte buscando finalidades mezquinas. Si yo sostengo el pro de esa moción. es porque la conceptúo honrada, es porque la conceptúo patriótica y porque la conceptúo salvadora. Es este mi criterio.Indudablemente que con más o menos frecuencia habremos de incurrir en errores; pero incurrir en error, no significa proceder de mala fe.

Yo pido a la Mesa se sirva tomar razón de los conceptos vertidos por mí a nombre de los demás compañeros, pues deseo que conste nuestra más enérgica y honrada protesta, contra el cargo infame, injusto e indigno, que se nos ha hecho, de que procedemos de mala fe. Sepa el señor Palacios Moreno y todos los que me escuchan, que desde hace muchos años, desde niño, desde que vine quizá a este mundo, vine con el alma dispuesta a ir, si necesario fuere, hasta el sacrificio, en defensa de nuestros ideales, por más que esta frase le choque a mi distinguido colega el señor Díaz Soto y Gama.

Desde niño he venido luchando por las mismas aspiraciones, por los mismos ideales que defendemos todos. Tengo la satisfacción de decir que toda mi vida he sido un rebelde del gobierno porfiriano, que jamás he desempeñado un puesto público del gobierno de aquella época, que siempre he tenido gestos de protesta para todos los gobiernos indignos, y es por lo que verdaderamente me apena y materialmente me mortifica, que haya un compañero que tan injusta, que tan indebidamente se exprese en esos términos de nosotros.

El C. Palacios Moreno

Voy a explicar al señor Piña por qué dije que sostenían los oradores del pro la proposición, haciendo argumentos de mala fe.

El C. Piña (interrumpiendo)

Que procedíamos de mala fe.

El C. presidente:

Un momento, señor, va a explicar sus palabras el señor delegado Palacios Moreno.

El C. Palacios Moreno

La forma violenta en que me expresé se debe a la conducta incorrecta que observaron conmigo los señores Piña, Casta y Castellanos; no me dejaron hablar, estuvieron interrumpiéndome y esto es una falta de urbanidad; en consecuencia, tuve derecho a decir lo que les dije. No considera que sean personas de mala fe; sí califico de falta de urbanidad su conducta, y esto no lo retiro.

En lo que se refiere a la mala fe, voy a explicar esto, porque es importante: me referí a los argumentos, y si no lo hice así expresamente, rectifico en este sentido, señor Piña de mala fe argumentaron la de los oradores del pro, porque ellos no desean precisamente irse a batir a Obregón, lo que desean es irse de la Asamblea; y hacer que otros miembros se vayan de la Convención: esto es lo que entiendo yo que es argumento de mala fe. Si los señores citados no desean irse, lo demostrarán; pero esto no es ofensivo, eso demuestra que ustedes, con sus argumentos, no dijeron lo que habían querido decir.

El señor Piña dice que la Asamblea va a hacer leyes que no sirven para nada, y por esto, agrega, que nos debemos ir; eso es creer que nosotros debemos irnos porque no somos nadie y eso no es salvar la Asamblea, eso es matarla, eso obrar de mala fe en la discusión de esta moción, y en este sentido exclusivamente es porque los he llamado de mala fe.

Personalmente, no tengo nada que tachar a los señores Castellanos, Piña y Casta; pero en esta discusión han procedido sofísticamente.

El C. presidente

La Mesa da por terminado el incidente y vuelve al orden del debate; y según la lista de los oradores inscritos, tiene la palabra el ciudadano general Pasuengo.

El C. Pasuengo

Señores delegados:

He pedido la palabra en pro con un solo fin, de que algunos de los delegados surianos que tengan más confianza o que estén más cerca del general Emiliano Zapata, le hagan saber que yo deseo fervientemente que él se dirija a esta H. Asamblea, para que mis servicios humildísimos sirvan en el terreno, allá en la línea de fuego, y así lo deseo yo.

En cuanto a los demás compañeros, me sujeto a la mayoría de votos, y eso, vuelvo a repetirlo, cualquiera que sea el delegado del Sur que haga llegar al general Zapata mis intenciones, se lo estimaré mucho. (Aplausos)

El C. presidente:

Tiene la palabra el ciudadano Nieto, en contra.

El C. Nieto

Realmente la Asamblea está ya cansada de oír argumentos del pro y oír argumentos del contra. Voy, por consiguiente, a tratar de concretarme lo más que pueda, empezando por decir que fui uno de los que aplaudieron calurosamente al autor de ella; es decir, al señor Cervantes, porque noté dos cosas: en primer lugar su elocuencia, y después de eso, su buena fe y la sinceridad indiscutible que nadie le podrá negar, para haber propuesto eso que, aunque sea poco juicioso, de todas maneras ha sido espontáneo y honrado.

He pedido la palabra en contra, para aducir dos o tres argumentos que me parecen de peso; en primer lugar, juzgo antipolítico en el presente momento, sobre todo, que nos vayamos, como el señor Cervantes lo propone, cada uno de nosotros, a nuestros respectivos campos de operaciones; lo juzgo antipolítico, por la sencilla razón de que de hecho se disuelve la Asamblea, y, ¿cuál es la consecuencia de esa disolución?

Sencillamente esto: tengo informaciones de personas que han venido de México y así me lo afirman, de que la Convención ha venido huyendo de la manera más vergonzosa y ha venido a refugiarse a Cuernavaca; como comprenderéis, estas noticias, aunque nosotros no lo queramos, van a llevar la desmoralización a todos los partidarios de nuestra causa, que forman la fuerza moral que los apoya. Pues bien, si en estos momentos tuviera lugar la disolución de hecho de la Asamblea, para ocupar nosotros la línea de fuego en nuestros respectivos Cuerpos, resultaría que los enemigos explotarían magníficamente este detalle. En primer lugar, se extendería la alarma, y en segundo, los amarillistas tendrían ocasión de decir que es mentira que la Convención ha quedado funcionando por conducto de la Comisión Permanente; las fuerzas enemigas que están por llegar a Huitzilac, dirían, que ha ido huyendo dispersándose, a donde se consideran más seguros.

Esto, me parece que éste es un argumento para probar que sería antipolítica la disgregación de la Asamblea plena.

Por lo demás, repito que admito y respeto al autor de la proposición, señor Cervantes; yo creo que en su corazón eminentemente mexicano, ha sentido la necesidad de suicidarse para decir: yo muero honrosamente; creyó él, en un momento de ofuscación, digo yo, creyó él que sería su deber, y yo le pregunto al señor Cervantes, seriamente, sin choteo como dicen por ahí: ¿cree él poder llegar hasta su puesto de operaciones ahora, siquiera en quince días?

Me parece que a menos que tenga un aeroplano no podrá llegar allá. En consecuencia, cuando él llegue a alentar a sus soldados, a llevarles esa moral que les falta, según dice, que yo presumo que no les falta, porque para algo han de servir los generales que los mandan en este momento, para cuando él llegue, presumo que la Convención, si se realizaran algunos de los temores que han expresado aquí los señores delegados, ya estaría seguramente en las cumbres del Ajusco o dentro del volcán mismo del Popocatépetl, bien escondida, por temor a las fuerzas enemigas, que la irían persiguiendo. No defendería, pues, a la Convención, porque ella ya estaría bien disgregada.

Por lo demás, y es un hecho enteramente material que creo que no se les escapará, no creo que el concurso personal de cada uno de los señores delegados que quieran ir a su puesto de operaciones, signifique casi nada para alcanzar los éxitos en los combates de las columnas a que ellos pertenecen en favor de las mismas columnas; ¿qué vale un soldado más? porque no creo que otra cosa vayan a ser, que oficiales; y, ¿tienen absoluta seguridad de que es indispensable el concurso de un oficial más al lado de los generales que mandan sus respectivos Cuerpos?

Por lo que a mí respecta, sería hacerle una ofensa a mi representante el general Máximo García, sería una ofensa imperdonable el que le dijera que considero indispensable mi concurso.

Me parece que para el general García, dondequiera que sus fuerzas vayan, mi concurso sería insignificante. Tengo un grupo de 200 a 300 hombres que me siguen personalmente, que me son tan adictos como pueden ser los surianos al general Zapata. Yo tengo la creencia de que mis hombres combatirán con patriotismo, con abnegación y con valor, pero por ahora me parece que los señores no pueden hacer ningún viaje, por la imposibilidad absoluta en que están de emprenderlo, a no ser por los aires.

El señor Piña quiere ir a Sonora, pero yo lo creo difícil; ahora, tomando por otro lado, sabe que las fuerzas zapatistas no quieren más que a sus jefes para pelear en la forma que ellos pelean, con el ardimiento, con la fe, cOn el valor que se les ha visto, necesitan que los dirijan los hombres que están identificados con sus costumbres, con su manera de entrar al combate; en fin, ellos no quieren más que jefes zapatistas y ¿vamos nosotros como simples soldados para aumentar el número? Si fusiles son los que se necesitan, ¡ya quisiéramos dos, tres o cinco mil fusiles para dárselos a esos hombres de calzón blanco que quieren irse a morir con tanto valor y con tanta heroicidad, como lo hacen!

Nuestro concurso, en último resultado, se podría reducir a esto: a decir, no tengo más que una pistola, si hace falta, aquí está, si la Quieren esos hombres que la tomen; es la única cooperación que nosotros podemos prestar.

Hay que tener en cuenta que la Asamblea es la vida moral de la Revolución; tras la derrota que acabamos de sufrir en México, la derrota armada; los que opinan por el pro quieren una derrota de mayores consecuencias, una derrota más grande que no podríamos remediar: la derrota moral y en el terreno moral la Revolución perdería casi toda su fuerza, disgregándose en este momento la Asamblea.

La causa que nosotros defendemos no es porque sea Villa, no es porque sea Zapata, sino porque los principios están representados en la Convención; a la hora que falte esta representación, seguiríamos sencillamente defendiendo a Zapata y defendiendo a Villa, y descenderíamos como han descendido los infidentes de la Convención, al terreno de los personalismos, al terreno de las venganzas, al terreno de los saqueos, al terreno del derramamiento inútil de sangre, al terreno en que se mata sencillamente porque sí, porque no hay una causa justificada que nos absuelva mañana ante la Historia para poder decir: matamos, pero por los ideales, no por las pasiones, no por venganza, no matamos por poner a Carranza, a Obregón, a Villa o a Zapata en la silla presidencial; matamos porque habíamos enarbolado una bandera de principios que se llamaba Plan de Ayala, y ahora necesitamos destruir al enemigo para enarbolar su bandera de principios, que es la redención del pueblo mexicano; para eso matamos a los que se oponían a ello, no por un fin mezquino, sino elevado y noble que era la salvación de la República, la salvación de la patria, la salvación del pueblo mexicano. (Aplausos)

El C. secretario

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Honorable Asamblea si considera el asunto suficientemente discutido.

Los que esten por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido.

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si desea que se haga por votación nominal, los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie.

El C. presidente

Se procede a la votación nominal.

El C. Marines

Entonces, no voto para fundar mi voto.

El C. presidente

Yo pregunto a la Asamblea si permite que funden su voto. (Voces: ¡no. no!)

El C. Marines:

Entonces no voto.

El C. presidente:

Se abstiene de votar y se agregará a la mayoría naturalmente.

El C. Pasuengo:

Yo también deseo fundar mi voto.

El C. secretario

Se está votando si toda la Asamblea va al combate.

El C. Cervantes

Eso es muy capcioso. (Voces: ¡no!)

El C. López

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente

Yo no puedo conceder la palabra a nadie, porque es de uso en todos los parlamentos, es enteramente lógico y claro que no se funda el voto.

El C. Manuel A. López

Que la Presidencia llame la atención al señor Quevedo.

El C. presidente

Pero será en forma correcta, no puedo regañarlo.

El C. Piña

Pero es capcioso.

El C. presidente

Que la Secretaría siga recogiendo la votación sin que se intervenga en estos momentos en el debate. (El ciudadano secretario volvió a leer la proposición. Se procedió a recoger la votación nominal, resultando por la negativa 54 votos y por la afirmativa 18)

El C. secretario

Por mayoría absoluta fue desechada la proposición. (Aplausos)

El C. presidente

Se suplica a los señores delegados que no se retiren para dar una explicación que es conveniente que oigan.

El C. Castellanos

Pido la palabra:

Para que la Presidencia haga constar en el acta la siguiente protesta:

Los señores Marines y Pasuengo se abstuvieron de votar por el simple hecho de que el Presidente recurrió al subterfugio de decirles, a la pregunta de si podían fundar su voto, que ya no se podía; siendo así que es costumbre en todos los parlamentos que cuando se trate de votación nominal, los miembros tienen perfecto derecho para fundarlo.

El C. presidente

La Presidencia tiene que explicar su conducta y lo hace con todo gusto, con toda atención y con toda moderación. No es exacto que en ninguna Asamblea del mundo, desde hace 160 años, se acostumbre fundar el voto; al contrario, en todos los reglamentos del mundo y lo tiene también el de nuestra Cámara, se prescribe que no se permitirá fundar el voto y la razón es clara: porque es indudable que si son 250 miembros y habla cada uno, son 250 discursos, unos en pro y otros en contra, y sería imposible tratar ningún asunto.

Una vez que se declara suficientemente discutida una cuestión se pone a votación y si en estos momentos se fuera a conceder la palabra, para fundar su voto, evidentemente resultaría una discusión peor que la primera, porque cada cual haría uso de ella más ampliamente.

La explicación que yo quería hacer a la Asamblea, es ésta: que la Presidencia cree necesario mientras las comisiones presentan algún trabajo importante, mientras se ponen a trabajar, se celebren sesiones en la mañana y en la tarde; no hay motivo para que nos demos vacaciones en la mañana; de manera que yo pregunto a la Asamblea si las sesiones se celebran en la mañana.

Consulto a la Asamblea y creo que es natural no perder el tiempo. La Secretaría pregunta si mañana se celebra la sesión por la mañana y por la tarde. (Voces: ¡no, no!)

El C. secretario

La Presidencia ordena a la Secretaría pregunte a la Asamblea si se celebran sesiones por la mañana y por la tarde. (Voces: ¡no, no!, ¡no se oye!) Si se celebran. (Voces: ¡no, no!)

El C. secretario

La Secretaría repite nuevamente la pregunta a la Asamblea si se acuerda que haya sesiones en la mañana y en la tarde. Los que estén por la afirmativa sírvanse ponerse de pie. No se celebran. (Aplausos)

El C. presidente

Eso lo hice a título de declaración necesaria; como yo creo que venimos aquí a trabajar, la Presidencia no cree prudente todavía levantar la sesión.

Vamos a poner a discusión una proposición.

El C. Zubiría

Han pasado ya cuatro horas, son las diez. (Voces: ¡no hay cena aquí en Cuernavaca!)

El C. Casta

Nos vamos a quedar sin cenar.

El C. Piña

Pido la palabra, señor presidente, para una aclaración.

Aun cuando a muchos les parezca extemporáneo que venga en estos momentos a hacer una aclaración, me permito hacerla hoy, toda vez que cuando yo lo creí oportuno, el señor presidente no me lo permitió.

La aclaración consiste en lo siguiente:

Algunos señores delegados han afirmado que yo he declarado tener la pretensión, o el deseo vehemente de transladarme a Sonora para ponerme así a salvo.

Honrada y francamente declaro que yo no he tenido €sa pretensión; mi deseo ha sido continuar, como hasta hoy, colaborando en las filas revolucionarias, ya sea en el Norte o en el Sur, me es indiferente. Así es que, suplico a los señores delegados, desechen la apreciación que algún delegado de buena o mala fe, se ha permitido hacer en el sentido que acabo de expresar.

El C. Palacios Moreno

Pido la palabra.

El C. presidente

No hay nada a discusión.

El C. Palacios Moreno

Para que conste en el acta la rectificación que hice; porque mis compañeros siguen ofendidos y no deseo que haya alguna fricción entre nosotros. Repito que el concepto de mala fe, lo apliqué respecto del argumento, diciendo que el argumento era de mala fe, y que si no es de mala fe, sí es sofístico.

El C. Montaño

Voy a formular una protesta, y quiero que conste en el acta; la protesta consiste en esto:

se ha dicho por algún delegado que entre nosotros hay personalismos, y yo protesto, repito; señores, no hay absolutamente nada de eso entre nosotros, no somos personalistas; en consecuencia, pido que se asiente en el acta que protesto enérgicamente contra ese concepto; pido que se asiente en el acta que no hay nada personalista entre nosotros, puesto que nuestros ideales están perfectamente delineados en el Plan de Ayala.

Pido también que se asiente en el acta la protesta de que no es vergonzosa la derrota como se dice; porque las tropas del Sur se han batido y no volvieron la espalda al enemigo; quiero que conste mi protesta, porque nuestros compañeros siempre han luchado de manera firme, resuelta, contra el enemigo, y por lo mismo me veo obligado a protestar contra la idea, contra lo que se dice que los soldados del Sur no sirven para nada.

También quiero que se agregue que no tengo que hacer absolutamente ninguna rectificación, puesto que mis conceptos están justificados como constarán en el orden taquigráfico. En tal concepto ruego a la Mesa que se tome en consideración lo que acabo de asentar.

El C. presidente

Se tomará en consideración. Se va a presentar la proposición que se refiere a que diariamente se forme una orden del día al terminar la sesión, y así evitaremos que se pongan por sorpresa cuestiones tan delicadas como la que acaba de pasar.

El C. secretario

(Insértese la proposicion)

El C. presidente

Tiene la palabra cualquiera de los signatarios para fundar la proposición.

El C. Casta

Ya la fundó el señor presidente en mejores palabras que lo que yo pudiera hacerlo.

El C. secretario

Se pregunta a los señores delegados si consideran que es de pronta y obvia resolución. Si se considera así. Está a discusión.

El C. Cervantes (en pro)

Hago uso de la palabra para adherirme a esa proposición que juzgo muy pertinente, pero quiero aprovechar esta oportunidad para decir al señor presidente que si mi proposición fue una sorpresa, fue debido a la mala conducción del debate. Yo apoyé mi proposición y el señor presidente, probablemente olvidó ese trámite; pero yo le protesto que no pretendí sorpresa alguna, sino obrar según los dictados de mi conciencia.

El C. presidente

Debo aclarar al señor Cervantes que todos hemos apreciado su buena fe; no se preguntó si se tomaba en consideración, pero el aplauso fue tan caluroso que me pareció inútil consultar si se tomaba en consideración, y hasta parecía que iba a ser aprobada. Esa es toda la explicación que tengo que dar.

El C. secretario

Está a discusión la proposición.

El C. Nieto

Me adhiero en todas sus partes, solamente con esta adición, si les parece: que a juicio de la Mesa se dé preferencia a los asuntos de suma urgencia. (Voces: ¡La Mesa se encarga de ello!)

El C. secretario:

¿No hay quien haga uso de la palabra?

En votación económica se pregunta si está suficientemente discutido. Los que estén por la negativa sírvanse ponerse de pie.

Suficientemente discutido.

En votación económica se pregunta si se aprueba.

Los que estén por la negativa, sirvanse ponerse de pie.

Aprobado.

El C. presidente

Se levanta la sesión para abrirla mañana a las cuatro de la tarde.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesPrimera parte de la sesión del 31 de enero de 1915 Sesión del 1° de febrero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha