Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSesión del 25 de enero de 1915 Segunda parte de la Sesión del 31 de enero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha

CRÓNICAS Y DEBATES
DE LAS SESIONES DE LA
SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA

Compilador: Florencio Barrera Fuentes

SESIÓN DEL 31 DE ENERO DE 1915 CELEBRADA EN CUERNAVACA, MORELOS
PRIMERA PARTE

Presidencia del General Otilio Montaño


SUMARIO

Lectura y aprobación del acta anterior. Discursos inaugurales de la primera sesión en Cuernavaca. Informe de los comisionados que se encargaron de recoger los fondos del Tesoro Nacional, en la ciudad de México. Discusión sobre el nombramiento de un inspector que vigile a los pagadores del Ejército Convencionista. Discusión de la proposición presentada por el delegado Cervantes, relativa a que entre en receso la Convención, y que la mayoria de sus miembros, así como la población militar de Cuernavaca, marchen a combatir. Dicha moción resultó rechazada. Se acuerda que, en la orden del día, se señalen los asuntos que han de tratarse para trabajar con mayor eficacia.

SE ABRIO LA SESION

El C. Fierro

Pido la palabra.

El C. presidente:

La Mesa no puede conceder la palabra, cuando no hay nada a discusión.

El mismo C. presidente

Señores delegados:

Verdaderamente es memorable el día de la apertura de esta sesión, porque, señores, la Convención, cumpliendo con su deber, se ha transladado a esta región, donde ha sido el verdadero teatro de la Revolución desarrollada desde hace cuatro años; y permítanme los señores delegados que han venido de las distintas regiones del país, a este recinto, que diga que se les recibe con el mayor cariño, con el mayor aplauso, porque hoy más que nunca venís a consolidar la unión, la concordia y la confraternidad entre todos nosotros.

Deseo que esta honorable asamblea, que mañana como hoy, y hoy como mañana, recorra este sendero de unión, de concordia y de solidaridad, como hasta aquí; para que resolvamos los problemas trascendentales y para que logremos la unión y la concordia de todos los mexicanos, para que hagamos la salvación de la Patria. (Aplausos)

En la conciencia del pueblo de Morelos está que todos los congregados aquí son la representación viva de la Revolución, y este pueblo se sentirá orgulloso, así como todos los del Sur y todos nuestros compañeros de armas, en teneros aquÍ, y tener la seguridad de que encontraréis el amor, la estimación de nuestros compatriotas y el profundo cariño de todo el pueblo presente y de todos nuestros conciudadanos, de todas las regiones, de todos los revolucionarios surianos que han levantado el estandarte de la Libertad y en donde se ha enarbolado la bandera negra contra la tiranía.

Las facciones rebeldes que luchan por las personalidades, las facciones rebeldes que no tienen por simbolo más que el personalismo, tened la seguridad de que al saber que os encontráis reunidos, temblarán, señores, porque el carrancismo debe temblar, porque nosotros defendemos los principios y vamos en pos de una bandera: la bandera del pueblo.

Vamos en pos de unos ideales que viven en el alma del pueblo y aquellos hombres que sólo hacen la revolución, que sólo luchan por las personalidades, aquellos hombres que sólo derraman sangre y sacrifican vidas para satisfacer ambiciones personales, esos hombres conquistarán en todo tiempo la tumba y el desprecio del pueblo. (Aplausos)

Zapata, como socialista y como redentor del pueblo de Morelos, llevará a sus legiones al triunfo; tened por seguro que, desde el momento en que Zapata con sus legiones se aproxime a la capital de la República, el enemigo volverá las espaldas; y volverá precisamente las espaldas, señores, no porque sea Zapata, sino porque es el símbolo de la causa y porque todos los hombres que están en la Revolución con Zapata, tienen fanatismo por la libertad. Y porque Zapata es el genio de la libertad y es el representante de todas las aspiraciones de todos los surianos, todos los hombres que son partidarios de la Justicia y de la Libertad, tienen fe en su heroísmo y lograrán conquistar los laureles que jamás se marchitan, aunque lo quieran los tiranos, que jamás se desprenderán de las sienes de aquellos hombres que han ido con positivo heroísmo a derramar su sangre por la libertad. El tirano debe estremecerse, es decir: las facciones rebeldes deben temblar, señores, porque nosotros empuñamos la bandera, porque nosotros estamos con el pueblo, porque nosotros, señores, permítanme que lo diga, el pueblo está con nosotros y nosotros lograremos el triunfo teniendo por base la justicia, teniendo, por base la Patria y teniendo por base las aspiraciones de todos los buenos mexicanos. (Aplausos)

Nuestra unión, ahora ya de hecho consolidada, más perfecta, ahora más que nunca, porque señores del Norte y de todas las regiones del país, ahora no tendréis recelos ni desconfianza, porque nosotros los surianos, somos perfectamente amigos, perfectamente sinceros y desde el momento en que nosotros hemos mantenido esa alianza, desde el momento en que hemos protestado mantenerla a toda costa, con los principios en la mano, tened la seguridad, señores delegados, que aquí encontraréis entre nosotros la confraternidad universal, la igualdad pura y la estimación de todos los morelenses. (Aplausos)

Bienvenidos seais, compañeros; que nuestra labor sea fructífera como lo esperamos todos y vuestra labor, vuestro estoicismo en la defensa de los ideales del pueblo jamás lleguen a entibiarse ni por un momento, que vuestro aliento poderoso y las grandes energías con que habéis sostenido siempre la bandera revolucionaria, que ni por un momento se agoten; porque, señores delegados, en el Norte habéis dado un espectáculo grandioso y soberbio y permitidme que os lo diga, ese espectáculo del Norte y del Sur es el símbolo de la causa de la libertad en México y todos los pueblos de la Tierra, todos en general, están pendientes de lo que hagamos, y, al realizar nuestros propósitos en pro de la República entera, lo haremos con el fin de conseguir la grandeza de nuestra gran República; porque la corona más grande y más preciada que puede ceñirse el pueblo es la corona del progreso. (Aplausos)

Vuelvo a repetir, señores delegados:

Bienvenidos seais y tened la seguridad de que contáis con la amistad de todos los surianos, y cuando falte un pedestal donde colocaros, cuando os falte el cariño y la estimación, por vuestro cumplimiento, de algún mal intencionado, cuando os falte la gratitud de algunos hombres en la República, tendréis un pedestal y un pedestal inmenso: el corazón del pueblo mexicano. (Aplausos)

El C. Pérez Taylor

Señores delegados, pueblo morelense:

Salud a nombre de los delegados que integramos la División del Norte. Al pisar esta tierra que tiene la perspectiva hermosa de sus montañas azules y que tiene la cúpula divina de un cielo azul, venimos aquí perfectamente identificados con los sacrosantos ideales de la Revolución, a continuar en la tercera etapa Convencionista los trabajos en los cuales estará basada, no la pacificación hasta la infamia, sino la pacificación hasta el progreso, teniendo todos los campesinos su pedazo de tierra que cultivar, continuando todos los obreros en sus talleres y fábricas su labor perfectamente bien retribuida, para que el trabajo sea, como dijo Zolá, una perfecta encarnación de amor, a fin de que lo haga con gusto, con dicha, y que sea un eterno foco de aspiraciones.

La primera etapa de la Convención Revolucionaria en Aguascalientes, tuvo más bien por finalidad resolver la cuestión guerrera sobre el asunto de personalidades.

La segunda etapa de la Convención Revolucionaria en la ciudad de México, tuvo por finalidad la unificación revolucionaria; acabar con los malditos personalismos, y, además, comenzar a estudiar las leyes trascendentales que traten de beneficiar al pueblo, porque revoluciones van y revoluciones vienen y al pueblo no se le ha dado pan, a! pueblo no se le ha dado trabajo, sino únicamente leyes marciales, escasez de artículos de primera necesidad y fusilamientos en la sexta Comisaría, de hombres que tienen hambre y porque se roban un pedazo de pan, se les pasa por las armas, mientras que los otros, los caudillos de la revolución, pletóricos de automóviles y brillantes, ocupaban las antiguas casas de los magnates, diciéndole al pueblo: Yo soy tu salvador, yo te vengo a repartir tierras y trabajo. ¡Oh, eterno sarcasmo! (Aplausos nutridos)

Pero la fe está esculpida en los corazones de los convencionistas; falanges del Norte y falanges del Sur, no sois en los momentos actuales más que un solo núcleo, no sois en los momentos actuales más que un solo picacho, no sois más que un faro luminoso.

Cayo Graco cayó asesinado por los esbirros; pero antes arrojó un puñado de tierra al cielo y de este puñado nació Mario, que fue su vengador.

En los momentos actuales, la Revolución se desangra, la libertad se conquista con sangre y más valen las borrascas de la libertad a las seguridades de la esclavitud.

Señores, por eso, esta Revolución ha arrojado el puñado de arena a los cielos, y de ese puñado ha caído la Convención; la Convención, que es un cuerpo colegiado, una Convención que no defiende a Venustiano Carranza, que no defiende a Francisco Villa, que no defiende a Emiliano Zapata; que defiende solamente los principios grandiosos de la Revolución.

Todos tenemos los ideales de que el pueblo que trabaja tenga su arado, su mula, su pedazo de tierra, y que su hogar no esté siempre bajo el maldito látigo del capataz, que ame a su hogar, que ame su tierra, porque todos tenemos derecho a ser felices en la vida. (Aplausos)

Así, pues, pueblo morelense, a ti que ahora, en mi caminata, te he visto saltar de las quebraduras de tu serranía con la carabina al hombro, a ti que te he visto los pies sangrando por las espinas del camino, a ti, pueblo morelense, que te he visto humilde con tu calzón blanco y tu alba blusa, a ti que desde que el sol despunta hermoso deposita un beso en tu frente, a ti que te alimentas con un pedazo de tortilla, que vives de cualquier cosa y que a veces tu estómago no prueba alimento, a ti que vas cantando por tus pintorescas montañas, a ti que estás en eterna cópula con la Naturaleza y no como nosotros en la atmósfera viciada de la capital, cuando salimos al campo sentimos como tú, amamos la vida en estos momentos de la existencia porque todos amamos a la Naturaleza, todos amamos la frondosidad de tu suelo, porque la Naturaleza es buena consejera; a ti que no vas luchando por personalismos, sino por ver realizado el ideal, a ti, pueblo de Morelos, encarnado en Emiliano Zapata, a ti, la División del Norte te saluda cordialmente, y ten la seguridad de que nosotros vamos por el camino de la verdad, y no importa el éxito feliz o adverso, porque la justicia triunfa siempre.

La Historia siempre guardará en sus páginas la memoria de que la Convención trabajó por los ideales, trabajó con intenso ardimiento por que los intereses del pueblo fueran hechos, hechos tangibles, y que las falanges del Norte y del Sur en un abrazo fraternal tengan por holocausto inmarcesible el arado y la tierra. (Aplausos)

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Rafael Balceca.

El C. Balceca

Señores delegados; respetable público:

Hemos sufrido una derrota; pero no por eso nos declaramos vencidos; mientras en nuestros corazones vibren los nombres de Patria y Libertad, germinando, asimismo, en esas entrañas las ideas redentoras de la Revolución; México ha de contar con héroes que a una voz marchen hacia adelante, desafiando el peligro o sucumban gloriosamente bajo su bandera.

Por eso la Soberana Convención Revolucionaria, obligada por sus enemigos a dejar la capital de la República, se reúne hoy en este recinto, ubicado en la poética e histórica ciudad de Cuernavaca, para continuar sus labores legislativas, llevando, como siempre, por lema, las palabras sacrosantas de Reforma, Libertad, Justicia y Ley.

Nada importa morir en la demanda; ese árbol gigante cuyas raíces al extenderse rompen el árido suelo que se llama esclavitud, y de cuyas ramas brota el fruto de la emancipación social, ese árbol cuyo verdadero nombre entre los que tiene es Progreso, se desarrolla más exuberante y lozano cuando los tiranos lo riegan con la sangre de los mártires.

Nada importa morir cumpliendo con nuestro deber, compañeros; si la suerte nos es adversa, muramos como los girondinos: sus cabezas rodaron a los repetidos golpes de la guillotina, pero sus labios no dejaron un momento de repetir las estrofas de la Marsellesa. Si nuestra suerte es análoga, muramos también cantando nuestro Himno Nacional Mexicano y gritando, hasta morir, el último ¡Viva el progreso; viva México!

El C. Cruz

Señores delegados, ciudadanos mexicanos:

No soy uno de aquellos que tienen el don de la palabra; soy un obrero que ha luchado desde el principio de la Revolución, y que hoy, rebozando mi alma de júbilo al ver esta unión y haciendo el balance de hace algo más de cuatro años que comenzamos la lucha, ahora casi veo el triunfo. No me asusta, no siento aquel remordimiento de haber comenzado una revolución que hubiese llegado al fracaso porque sus ideales no hubieran sido los ideales justos, los ideales a que aspira todo el pueblo mexicano.

Siento la satisfacción, ya en mi decrepitud, de haber sacrificado mi alma; y esto me llena de gozo al ver al pueblo mexicano aquí representado. Aquí no hay Sur ni Norte, veo a todo el pueblo mexicano, y yo me permitiría pedirles por favor, que sobre lo poco que he hablado, el ciudadano Félix Vera tuviera la bondad de seguir mi palabra, porque yo no me considero con capacidad para desarrollar estas ideas ... (Voces: ¡no, no!)

Suplico al ciudadano Vera que hable sobre ese sentido ... (Voces: ¡no, no!)

Suplico a un ciudadano, porque él es hombre capaz, porque lo conozco desde hace años, es uno de nuestros correligionarios, lo conocí por el interior de la República, y por eso les suplico se sirvan darle permiso de hablar. (Voces: ¡no, no!) (Aplausos).

El C. secretario Lecona

La Mesa, por mi conducto, manifiesta a usted que ninguna persona ajena a este recinto, puede tomar la palabra en estos momentos.

El C. Cruz

Pues quedo conforme; pero manifiesto cuál es mi gozo, porque veo que casi ya llegamos al fin. (Aplausos)

El C. Fierro

Estando presente el ciudadano general Guadalupe Bravo, con el objeto de representarse por sí mismo, y habiéndose discutido su personalidad porque estuvo representado por el ciudadano Carlos Romero, me permito suplicar a la Mesa le tome la protesta que corresponde.

El C. secretario Quevedo

La Secretaría manifiesta que ha ordenado que diga a la Asamblea que se suspende un momento la protesta mientras hace uso de la palabra el ciudadano Soto y Gama.

El C. Soto y Gama

(Muchos aplausos) Señores delegados, pueblo hermano de las galerías:

El momento es solemne, y tan solemne, que sigue a una derrota. El momento es delicado, y cuando todos creían que había dudas en el ánimo y vacilación en los hombres, la fe es más grande y la confianza más segura, en la tierra de Morelos, en este rincón de la República que muy poco se parece a la viciada capital. Hoy más que nunca, los miembros del Norte y los miembros del Sur, más bien dicho, los miembros de esta grande Revolución, hoy más que nunca tenemos fe en la victoria y sabemos que por primera vez la historia de México es la historia de la evolución del pueblo, de la redención de la esclavitud, de la gleba del campo y de la plebe de las ciudades, la historia negra, manchada por los nombres siempre nefandos de Iturbide, Santa Anna, Porfirio Díaz, Victoriano Huerta, Venustiano Carranza, Eulalio Gutiérrez, Aguirre Benavides, Robles y demás traidores al pueblo. (Aplausos)

Por primera vez esa historia va a tener su desenlace, y por primera vez esta tierra que asombra por su riqueza y por su fertilidad y que asombra por sus recursos, en lugar de ser guarida de mendigos y asilo de pordioseros, va a ser lo que debe ser: pródiga para todos, pródiga para los muchos, va a alimentar, como nunca ha alimentado, al obrero, al que ha trabajado, y van sus hijos a castigar a los mentecatos, a los bribones, a los que siempre han mentido Libertad y Justicia, para que a la sombra de esas palabras falsas surja un grupo, un pequeñísimo grupo que ayer se llamó de los iturbidistas, después los conservadores, luego los liberales, mintiendo siempre.

La Constitución, la Justícia, la Ley, les sirvieron siempre para su interés personal, para beneficio de unos cuantos, de aquellos que se hartan en los festines del Presupuesto, los que habitan palacios, los que tienen todas las comodidades, los que van a la gloria, a la vanidad, los que llenan las columnas de los periódicos con sus hechos mentirosos; y mientras la gran multitud, los que verdaderamente trabajan, los que se sacrifican en los campos de batalla, las víctimas de la guerra, los soldados anónimos que caen sin que para sus hechos haya historia que recoja sus nombres, sin que para sus viudas e hijos haya pan en el Presupuesto, sin que haya una partida en el Tesoro destinada a ellos, esos hombres siempre abandonados, siempre postrados en el polvo de la miseria, esos hombres son los que tienen derecho, y esos hombres son los que han sido burlados en 1821, cuando se falsificó la obra de Hidalgo; cuando los españoles, los antiguos dueños de este país, fueron substituidos por los criollos, por los mestizos y por muchos de los mismos indios que después fueron más negreros y más capataces y más infames que los mismos españoles; y a la esclavitud de Cortés y de sus hombres, siguió la esclavitud apoyada en los hacendados, siguió la esclavitud apoyada en los gobernantes, en el clero, en los militares, en un pequeño grupo que se decía el representante de la Patria. Y al proclamar la independencia de la República, sancionó la esclavitud de los mexicanos; mintió, mintió históricamente diciendo que estaba hecha la independencia de un pueblo que seguía siendo esclavo, y sigue sollozando y sigue renegando de sus amos, que aunque de la misma sangre o de sangre mezclada con la suya, eran tan infames como infames fueron los aventureros que con Hernán Cortés, vinieron a esta tierra fértil para hacer de ella asilo de bandoleros; muchas veces de bandoleros empujados por el hambre, y de pordioseros que no tenían que comer; ellos, los productores del trigo, los poseedores de minas, ellos, los que van a Europa a fundar palacios, ellos que son los únicos que podían y debían consumir.

Así, la historia de México, falsificada en 1810, falsificada después por las leyes de Reforma, porque sirvieron también para que quedara en funciones otro pequeño grupo, un montón de hombres ávidos que se llamaron liberales y que siguieron los pasos de los conservadores; los bienes arrancados a la iglesia, sirvieron a un pequeño grupo de miserables que se enriquecieron con los productos de la Revolución, que era la sangre de muchos mexicanos.

Esa historia, siempre falsificada, y siempre pisoteada por los privilegiados, por los poderosos, esa historia va a tener su desenlace, y lo tendrá aquí, en la tierra santificada por el sitio de Cuautla, en la tierra glorificada por Guerrero, el único irreducible, el único que no abandonó la bandera de Hidalgo y de Morelos; y esos hombres ilustres, en este momento verán desde sus tumbas, verán desde allá, que por fin, los mexicanos se unen, los del Norte, los hombres intrépidos que tuvieron fuerzas bastantes para destruir el militarismo de cientos de años, porque no era el militarismo de Porfirio Díaz, no era el régimen de treinta años el que se destruyó, sino que era el régimen de la Conquista el que caía con el último soldado de Huerta. Esos hombres del Norte que supieron luchar; pero que no tenían la concepción precisa de la Revolución y vienen ahora a los campos del Sur con la raza débil, muchas veces agotada por el hambre, a la raza que va dejando andrajos por las peñas, a la raza que va dejando su energía en pos de los grandes ideales; esos hombres del Norte vienen a sincerarse ante ]a Historia, ante el mundo, al venir aquí a pedir asilo, ellos los fuertes, a los humildes, que están protegidos por su naturaleza inexpugnable, contra las huestes de los que quieran suceder a los pancistas, a los bribones y a los hombres de antaño que en 21 y en 67 vinieron a triunfar con bandera falsa. Hoy, esos hombres vienen seguramente aquí a levantar al indio hermano, a decirle que por fin se funda el México libre, el México independiente y que ya no será una mentira la justicia ni la libertad; que habrá el trabajo que dé a cada cual de comer y se fundará sobre la tierra que dé libertades; que dé hogar, que dé la gran palabra y la gran promesa de la civilización moderna: Pan y felicidad para todos, no pan para los holgazanes, ni felicidad para los magnates y miseria y patada y humillación y oprobio para los de abajo; para los que valen más que los de arriba; los que nunca han tenido lo que merecen; el reposo en la vida, el pan y la felicidad en la vida, el reposo en la tumba; la gloria, porque la gloria debe ser de los que luchan, la gloria debe ser de las grandes multitudes, la gloria no debe ser de un hombre, ni de Carranza, ni de Villa, ni de Zapata, sino de las grandes y de las heroicas regiones del Norte, de los luchadores representados aquí por un puñado de Generales, de los soldados del pueblo, de los hombres humildes que vienen sin ambiciones, que van sin esperanzas al combate, y que ellos son los que con su sangre, con sus heridas, con su muerte o con su ejemplo o con su brazo luchan por sus libertades, y la libertad de este país, la libertad económica, no la libertad politica, la libertad fundada en el derecho al pan y a la tierra; por la tierra y por el pan han luchado los del Norte y por la tierra y por el pan han luchado los del Sur; que la Ccnvención siga su camino, que luche por lo positivo y que se olvide de los palacios, de los automóviles de la capital, para venir a sentir aquí la pujanza de la naturaleza que redime, que no engaña, que no miente como las meretrices y los cortesanos de la capital; sino que levanta al hombre hasta el deber y hasta el ideal, al sol, a la lucha, a la vida, al culto de la humanidad, aquí donde no se dan prebendas pero que se da lo que más vale: el gusto y la gloria de haber cumplido con el deber.

Por el deber, señores, por el deber de ser mexicano y de probar de una vez por todas, que los mexicanos no nos traicionamos los unos a los otros, sino que los mexicanos de raza blanca, ayudan y redimen y ayudan a redimirse al mexicano de la raza cobriza, de la gran raza de Cuauhtémoc, que siempre ha sufrido y que hoy quiere reír y gozar con nosotros, y que goza ya con el gran abrazo entre el Norte y el Sur, que es el abrazo de la Patria Mexicana. (Aplausos)

El C. secretario

Señor general Guadalupe Bravo, se suplica a usted pase a prestar la protesta. (Se verificó el acto de la protesta). (Aplausos)

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría, recuerda a los señores delegados que el señor general Guadalupe Bravo, que acaba de protestar, tenía discutida su personalidad. Tenía de representante al ciudadano Cordero, y ahora quiere representarse a si mismo; pero ya está discutida su personalidad.

La Seeretaría dio lectura a los documentos siguientes:

Oficio subscrito por los ciudadanos Clemente Hernández Zárate y A. Colunga, Presidente y Secretario, respectivamente, del Círculo Patriótico y Literario El Mártir de Cuilapa, en que ruegan a la Convención, preste su apoyo moral y pecuniario, para conmemorar el aniversario del fusilamiento del General suriano don Vicente Guerrero.

A la Comisión de Gobernac:ón.

Oficio del ciudadano Alfredo Guichenné, Oficial Mayor interino, Encargado de la Secretaria de Gobernación, en que participa que por acuerdo del ciudadano Presidente de la Soberana Convención Revolucicnaria, Encargado del Poder Ejecutivo, se envíen para el archivo de 1a Convención, cuatro colecciones de El Constitucionalista y El Diario Oficial.

De enterado.

Documento del ciudadano doctor Manuel Pomar, en que certifica que el ciudadano Guillermo Servin, se encuentra enfermo y obligado a guardar cama.

Proyecto de acuerdo subscrito pcr los ciudadanos F. Encinas y J. Aldavazo López.

A la Comisión Revisora de Credenciales.

Oficio del ciudadano Joaquin V. Casarín, Comandante Militar accidental de México, en que comunica haberse hecho cargo de esa cficina.

De enterado y al archivo.

Memorial subscrito por el ciudadano A. G. Encinas, en que expone conceptos sobre la organización del Gobierno de la República. La Secretaría dictó el trámite a la comisión respectiva.

El C. Samper

Suplico respetuosamente a la Mesa, que antes de turnar a comisión algo, pregunte a la Asamblea si lo toma en consideración, porque si no se envían a las comisiones, asuntos verdaderamente fútiles.

El C. secreiario

Señores delegados:

La Mesa, por mi conducto, suplica a ustedes si alguno tiene a bien hacer suyo este proyecto. (Voces: No, no) Entonces se pasará al archivo.

El C. Aceves

Voy a agregar algo a la proposición. Hay que decirle a1 proponente, que entonces son siete mil quinientos los diputados, que consiga el Vaticano para encerrarlos. (Risas y aplausos)

El C. Pasuengo

Señores delegados:

Yo opinaria que cada vez que se presentara un proyecto de Gobierno de la naturaleza de este, el que lo formule, que mande imprimir muchas hojas sueltas y en lo particular las reparta entre todos los delegados y eso es lo más práctico; cada quien, si le parece, hará propaganda, porque el tiempo es dinero y aquí perdemos el tiempo en cosas asi por el estilo. Yo propongo que la Mesa tuviera mucho cuidado cada vez que entrase un proyecto de tal naturaleza, porque de otra manera venimos aquí a perder el tiempo.

El C. secretario

La Presidencia, por mi conducto, manifiesta al general Pasuengo que eso sería cuestión del autor de la proposición, la Mesa no puede tomar en ningún caso la iniciativa para hacerlo en determinada forma, y lo que hará será no aceptarlo, cuando no lo haga suyo algún delegado presente.

El C. Pasuengo, Matías

Tiene más sentido una cosa en mi concepto, que sea en hojas sueltas. Por ahí se está leyendo una proposición y no nos damos cuenta todos.

El C. Caraveo

Que el señor compañero haga su proposición por escrito, para que no estemos perdiendo el tiempo.

El C. secretario

La Presidencia por conducto de la Secretaría, suplica a los señores delegados que forman la Comisión de Hacienda, se sirvan dictaminar en este momento sobre la proposición que se hizo en sesiones anteriores, en el sentido de que se nombre Tesorero General de la Nación, porque es de urgente necesidad que se resuelva inmediatamente este punto; se les suplica se sirvan pasar aquí a la Mesa.

El C. Fierro

Como miembro de la Comisión de Hacienda, suplico se me concedan quince minutos para ponerme de acuerdo y dictaminar.

El C. González

Me permito suplicar se me informe si se interrumpió la sesión; estamos esperando la proposición del señor Pasuengo, y En este caso le tocará el turno correspondiente a los otros señores.

El C. secretario

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, informa que el C. delegado Pasuengo retiró su proposición. Ya no la hace.

El C. González

Bueno.

El C. Marines Valero

Señores delegados:

Recordarán ustedes que en la última sesión, en la ciudad de México, fuimos nombrados el señor Zepeda y yo para ir a la Casa de Moneda a sacar el oro y los billetes de Banco que hubiera ahí.

El señor Zepeda y yo nos transladamos a la Casa de Moneda y como fuéramos informados de que no vivía ahí el Director del establecimiento, nos transladamos a la casa de él; como este individuo se resistiera a salir y a abrir la puerta de su casa, fue necesario recabar órdenes del Presidente de la Convención, señor Soto y Gama, quien nos autorizó para usar la violencia según lo requirieran las circunstancias. No queriendo manchar nuestra reputación de revolucionarios, quisimos que el comisario de la demarcación correspondiente presenciara el acto que ibamos a ejecutar. El coronel Orozco, con alguna de su gente, se prestó bondadosamente al desempeño de esa comisión; fue necesario romper la ventana de la casa de este individuo para obligarlo a que saliera; después nos fue a entregar el dinero; todos los detalles que diera, salen sobrando en este momento, porque tenemos otros asuntos que tratar. Solamente diré que, por órdenes expresas en el documento que nosotros llevábamos, nos trajimos ciento veinte y seis mil y pico de pesos, en monedas de a cinco centavos, que existen en la Casa de Moneda y cuarenta y ocho mil setecientos sesenta y dos pesos, tres centavos en monedas de a centavo, porque según el Presidente decía, esto corresponde a la Comisión de Cambios; solamente pudimos traer la cantidad de $134,805.00 en oro que están en nuestro poder, y $10,915.50 en billetes que de la misma manera, permanecen a disposición de la Convención. Fue necesario gastar para el transporte de este dinero, y tomando en consideración que era urgente salir pronto de la ciudad, la cantidad de ciento dos pesos para transportar de allá hasta Cuernavaca en automóvil esa cantidad. Es lo que podemos informar.

Otra cosa. Deseamos que se nos reciba ese dinero, entregándolo contado y deseamos que otra persona lo reciba, porque ya no lo queremos tener en nuestro poder. (Aplausos)

El C. Aceves

Señores delegados:

Como miembro de la comisión encargada de recoger el tesoro de la nación, nos transladamos el señor general Otilio Montaño y yo al departamento de Caja de la Tesorería General de la Nación, recogimos de todos los departamentos, las cantidades que en varias cajas había, ocupamos el personal; exigimos de la guardia que no dejara salir a ninguno de los empleados, a fin de que estuvieran todos presentes y que no nos dijeran que faltaba la llave H o la llave R. Una vez que reunimos todos los fondos, nos transladamos a la Cámara de Diputados e hicimos el empaque de esos fondos, una parte empacada y otra sin cerrar todavía las cajas; nos transladamos a Xochimilco. Tanto en el Palacio Nacional como en el camino, el tesorero pretendió fugarse varias veces; pero no lo logró, porque estaba perfectamente bien vigilado. Fuimos a Xochimilco, donde tuvimos que hacer 23 bultos de todos aquellos billetes.

Por lo que ustedes quieran, sea por el mucho trabajo que había en vigilar tanta caja abierta, cuando menos acordamos el tesorero se fugó, de manera es que el tesoro existe en poder de nosotros; no sabemos la cantidad que sea ni tenemos responsabilidad de nada, razón por la cual hemos encarecido al señor Presidente recoja ese dinero, y asimismo, ruego a ustedes se sirvan hacer el favor de nombrar una persona apta para que recoja esos fondos, porque de otra manera, ustedes comprenderán que por inviolables que fuéramos nosotros, tal vez más tarde tuviéramos alguna responsabilidad, y si no responsabilidad, sí molestias por el mal concepto que tuviera cualquiera de ustedes.

Participo a ustedes que últimamente me ha hecho el favor de nombrarme pagador el señor Montaño, y evidentemente, para eso no sirvo, con toda seguridad que tengo que salir mal, por poca honradez o por bruto, sencillamente.

El C. secretario

Señores delegados:

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, manifiesta a la Honorable Asamblea, que en vista de las razones poderosas que han expuesto las comisiones para recibir las diferentes partidas de dinero en México para transladarse a esta ciudad, cree que es urgente que se nombre inmediatamente un tesorero, a fin de que recoja esos fondos, presenciando la entrega las mismas comisiones y por eso ruega a la Comisión de Hacienda se sirva presentar su dictamen inmediatamente para proceder al nombramiento de Tesorero.

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, da un receso de cinco minutos a la sesión, para que se pongan de acuerdo los de la Comisión de Hacienda, a fin de que presenten su dictamen.

El C. Casta

Pido la palabra. Yo creo que no hay necesidad de ese receso, que exclusivamente la Comisión de Hacienda pase a dictaminar sobre los puntos y que tome una nota exacta del informe que acaban de rendir las dos comisiones y una vez que tengan su dictamen, que lo presenten a la Asamblea; pero no creo necesaria la suspensión de la sesión, puesto que tendremos otros asuntos que tratar.

El C. presidente

La Mesa va a dar lectura al dictamen de la Comisión de Hacienda.

El C. secretario

Dígase al Ejecutivo que teniendo facultades extraordinarias en el ramo de Hacienda, corresponde a él designar la persona que debe hacerse cargo del manejo y cuidado de los fondos pertenecientes a esta Convención, en la inteligencia de que dicho nombramiento será sometido a la ratificación de esta Asamblea.

El C. Pasuengo

Yo no oí nada, señor.

El C. secretario

(Lee nuevamente el dictamen). Está a discusión.

El C. Méndez

Si mal no recuerdo, en una de las últimas sesiones en México, y creo que fue precisamente el día que el señor González Garza rindió el informe, pidió a la Asamblea que nombrara directamente un Tesorero, porque él no quería hacerse cargo o tener responsabilidad en ese asunto, porque si él lo nombra, naturalmente que la tendrá; entonces acordó la Asamblea, si mal no recuerdo también, que se tomara en consideración y que se nombrara el Tesorero, sólo que se pospuso por haber otro asunto de mayor urgencia. Creo que la Convención hoy, como en México, está en el mismo caso y entonces hay que acatar el acuerdo, más bien los deseos del señor presidente y que la Convención sea la que nombre Tesorero, pues el señor González Garza, por delicadeza, que lo enaltece, no quiere tener responsabilidad directa; así es que creo que debe accederse a lo que ha pedido y estoy seguro y así quedará satisfecho.

El C. presidente

Para informar al señor Méndez y a la Asamblea, ruego a los secretarios que se sirvan pasar a la Mesa, porque el señor Quevedo no estuvo presente en aquella sesión; así es que suplico a los señores Palacios Moreno, Lecona y Velázquez, se sirvan pasar a la Mesa. La Secretaría acaba de pedir el acta a los empleados, para poder informar a la Convención y tener una base auténtica.

Un C. delegado

Me parece innecesario perder el tiempo buscando el acta, puesto que los señores delegados pueden reflexionar sobre el particular, haciendo hincapié en las observaciones del señor González Garza, que deseaba que se nombrase un Tesorero.

El C. presidente

No se perderá el tiempo, apenas son tres renglones los que hay que leer. (El ciudadano secretario dio lectura a la parte conducente del acta respectiva)

El C. Cuarón

Tengo entendido que no debe estar en el acta, porque fue en sesión secreta.

El C. secretario

Sigue a discusión el dictamen de la Comisión de Hacienda; tiene la palabra el ciudadano Fierro.

El C. Fierro

Pedía la palabra para contestar al señor Méndez sobre la observación que se sirvió hacer al dictamen. Como la Asamblea resolvió por la negativa, creímos nosotros conveniente rendir el dictamen en la forma en que se encuentra, porque es el Ejecutivo el que tiene facultades extraordinarias en el ramo de Hacienda, salvo, naturalmente, lo que resuelva la Asamblea, pero de este modo queda a cubierto de responsabilidades en caso de que el Tesorero nombrado no desempeñe a satisfacción su cometido.

El C. secretario

Continúa la discusión.

El C. presidente

Si alguno de los miembros de la Comisión de Hacienda desea fundar su dictamen, tiene derecho de hacerlo.

El C. González Cordero

Parece que no hay quien pida la palabra para esto y yo pediría a la Presidencia ponga a votación la proposición, porque es muy razonable y muy cuerda.

El C. secretario

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea, si está suficientemente discutido el punto; los que estén por la afirmativa, sírvanse ponerse de pie. Está suficientemente discutido. Se pone a votación. Voy a darle lectura. (Insértese) Los señores delegados que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Aprobado el dictamen.

El C. Pérez Taylor

Pido la palabra. (Voces: No hay nada a discusión)

El C. presidente

La Mesa librará un oficio al Ejecutivo, comunicándole el acuerdo de la Asamblea para su cumplimiento.

El C. Pérez Taylor

Pido la palabra.

El C. presidente

Tiene usted la palabra.

El C. Pérez Taylor

Ya que en los momentos actuales se está tratando acerca de asuntos de carácter económico, como el nombramiento de Tesorero de la Comisión de Hacienda, voy yo a hacer un reflejo de determinadas impresiones que he recibido en esta población de Cuernavaca. Recién llegado a este pintoresco punto, sorprendí una conversación de dos soldados del Ejército Libertador del Sur, los cuales alegaban que no habían sido pagados; después, y en diferentes partes de este mismo lugar, he encontrado también, he sorprendido esas conversaciones entre los soldados, entre los humildes campesinos y ciudadanos armados del Ejército Libertador del Sur, y yo rogaría atentamente a la Presidencia y a esta Honorable Convención, que se sirvieran tomar todas las medidas conducentes a efecto de que el Tesorero pague cuanto antes a las fuerzas del Ejército Libertador del Sur, que tengo entendido hasta la fecha no han sido pagadas.

El C. presidente

La Mesa ruega al señor Pérez Taylor, formule por escrito su proposición, para seguir un acuerdo de la Asamblea.

El C. Aceves

Pido la palabra para una aclaración. Para hacerle notar al señor Pérez Taylor que la falta de pago a las fuerzas surianas no es debido al Tesorero sino a los pagadores; ya se ha dado dinero en la Tesorería a los pagadores para que paguen a las fuerzas surianas.

El C. secretario

Deseando la Mesa Directiva que todos los delegados que han asistido a esta primera sesión en Cuernavaca, figuren en la lista, se suplica que a los que no hayan pasado, den su nombre.

La Presidencia, por conducto de la Secretaría, informa a la Honorable Asamblea, que concurrieron a esta primera sesión en Cuernavaca, 97 delegados. (Aplausos)

El C. presidente

Se va a poner a discusión la proposición del señor Pérez Taylor.

El C. secretario

Da lectura a una proposición del ciudadano Pérez Taylor, relativa al pago de haberes del Ejército Libertador.

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si se toma en consideración.

El C. presidente:

Se pregunta al señor Pérez Taylor si considera de urgente y obvia resolución su proposición, porque en caso contrario debe pasar a la comisión respectiva.

El C. Pérez Taylor

Para demostrar a la Asamblea que estas roposiciones son de obvia y violenta resolución, voy a rogar a la Secretaría que dé lectura a ese telegrama.

El C. secretario

(Dio lectura a un telegrama, procedente de Izúcar, y relativo al pago de haberes).

El C. Pérez Taylor

Señores delegados:

Yo, aunque no he tenido contacto con las tropas ni estoy tampoco al tanto de la organización de las fuerzas, sí debo manifestar a la Honorable Asamblea que, dada la comunicación que yo tengo directamente por simpatías entre los individuos de la gleba y entre los ciudadanos llamados zapatistas, he oído, como dije antes, que no se les dan sus haberes. Yo no culpo al Tesorero, pero sí a los pagadores que trabajan en cada facción militar.

Está en la conciencia de los generales, coroneles y sobre todo en la de la tropa, que es la más sufrida y la más abnegada, está en la conciencia de todos ellos, que se nombran a veces a infinidad de pagadores que ya sea que no tengan los conocimientos suficientes de contabilidad, que no sean hombres de números, y luego adunados a una morosidad notable, que es lo que se hace notar y se ha notado siempre en todos los pagadores del ejército; deben tenerse en cuenta los momentos actuales en que la campaña se está emprendiendo de una manera efectiva y con gran energía, para levantar a la tropa, que es casi siempre el todo en las fuerzas que militan. Yo rogaría atentamente a esta Honorable Asamblea, resolviera este asunto cuanto antes, porque, señores delegados, si los soldados se encuentran sin dinero, con el estómago vacío y sus cananas completamente vacías, yo creo que un soldado, por más valor, por amor que tenga a la causa, tendrá, por el instinto de conservación que es demasiado humano, que retirarse y no presentar combate; no pasaría lo mismo si estuviera con el estómago satisfecho y con sus cananas repletas de parque; yo rogaría atentamente a la Honorable Asamblea, vuelvo a insistir, tome esto en consideración y que se nombre un Inspector General de Pagadores, que este Inspector esté encargado de vigilar continuamente a todos los demás pagadores, para que cumplan con su deber y en caso de que estos pagadores no cumplan, que se destituyan y se nombren otros; porque este acto, señores, no es de política ni de patria, es de humanidad; porque es sencillamente mandar al sacrificio a toda esa gleba, a todos esos ciudadanos armados que son los que sostienen, los que defienden la causa libertaria de la Convención, ponerlos enteramente desarmados en manos del enemigo; así es pues, ciudadanos delegados, ya que aquí brota el espíritu de concordia, y el espíritu de triunfo, y una fe grande, vamos pues a poner los medios de castigar esos vampiros, que muchas veces roban el dinero y no pagan los haberes a la tropa. (Aplausos)

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaria, pregunta a la Honorable Asamblea, si toma en consideración la proposición en la forma presentada por el ciudadano Pérez Taylor, como de pronta y obvia resolución. (Voces: Pido la palabra) Los que estén por la negativa, de pie.

El C. presidente

Va a repetirse la pregunta.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaria, pregunta a la Honorable Asamblea, si se toma en consideración esta proposición como de pronta y obvia resolución. Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Sí se toma.

Está a discusión la proposición.

El C. Pasuengo

El asunto a que se refiere, respecto de los pagadores, evidentemente en mi concepto, es de mucha trascendencia, pero aun de más trascendencia todavia es la organización del ejército; yo creo que mientras no haya un Cuartel General, que se denomine Cuartel General Organizador del Cuerpo de Ejército del Sur, y que este Cuartel General tenga derecho a organizar 200, 300 hombres por una parte o mil conforme a la organización de cada compañía, para que a la vez se le ponga su pagador y éste sea responsable de los actos del puesto con que lo inviste el Cuartel General, así como tendrá que ser responsable el General o el Coronel de un regimiento, de un batallón o de una brigada, no conviene proceder de la manera que se dice.

Así es que, en mi concepto, antes que el nombramiento de pagadores, debe procederse a la organización, organización que con bastante pesar veo no la tiene el Ejército del Sur ...

El C. presidente

Ruego al señor Pasuengo se sirva concretarse al punto a discusión, que es el nombramiento de pagadores.

El C. Pasuengo

Precisamente es lo que decía: ¿qué vamos a hacer con pagadores sin organización del ejército?; ese es mi tema. En la proposición, sus autores se adelantan, porque dice primero de pagadores antes que de organización, y por eso es precisamente que yo quiero hablar sobre el particular, para que la Asamblea se dé cuenta de lo más esencial. El Ejército del Sur. (Siseos), noto yo que algunos soldados ... (Siseos)

El C. presidente

¿Ha concluido de hablar el señor Pasuengo?

El C. Pasuengo

No, señor. ¿Puedo seguir?

El C. presidente

Sí, señor.

El C. Pasruengo

Decía yo que sin organizar el ejército, los pagadores casi no son responsables de lo que por ahi se dice. He oído decir a los soldados: no me han pagado, no les han pagado y vienen aquí a la población, diciendo que se les deben sus haberes. No les deben; lo que han hecho es bastante malo con venirse sin permiso de sus jefes y eso lo hemos visto en el Norte también, antes que no estaba organizado nuestro cuerpo.

Así es que, mi opinión, señores delegados, es que antes que los pagadores, debe de haber un Cuartel General, que vaya organizando batallones, regimientos o brigadas y luego sus pagadores; y tras de esa organización ...

El C. Aceves

Yo no soy de la opinión que primero sean los soldados y después los pagadores. Evidentemente, el soldado, mientras se disciplina, ¿no come? Ese sueldo que necesita para comer, ¿quién se lo da? El ramo de pagaduría nada tiene que ver con el asunto de disciplina, debe haber los pagadores primero que los soldados, porque el primer soldado que llegue necesita sueldo y que haya una persona encargada de dárselo. (Aplausos)

El C. Pasuengo

Bien, el soldado ya lo hay.

El C. Aceves

Yo creo que esto no necesita discusiones ni pérdida de tiempo, el tiempo es cartón ... (Risas)

Hay que nombrar pagadores, vigilar que cumplan con su deber estos pagadores, les den el sueldo a los soldados y que los soldados no tengan hambre, porque al individuo que le falta en la barriga gas, no puede ni andar, ni puede pelear. De suerte es que yo ruego a los señores compañeros que tengan la bondad de apoyar la moción; que haya pagadores y que éstos sean vigilados, porque hay muchos que no cumplen con su deber.

El C. Marines

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente

Va a hablar el señor para una moción de orden.

El C. Aldavaso López

Creo que habiéndose tomado en consideración la proposición hecha por el ciudadano Pérez Taylor, debe dársele el curso correspondiente. (Voces: Eso se está haciendo)

El C. Marines

Para una moción de orden, señor presidente.

Yo creo, señores, que nunca como ahora debemos de pensar en que el tiempo es, no oro, como dijeron hace un momento, sino que el tiempo es lágrimas y sangre, y realmente yo me siento indignado por el modo como estamos tratando los asuntos aquí.

Nos estamos riendo y casi choteando mientras otros muchos hermanos se están batiendo por la causa noble que defendemos desde el principio. En estos momentos debíamos ocuparnos de algo más grave, de algo más sagrado que el asunto de que nos estamos ocupando; por esta razón propongo que ganemos el tiempo y que vayamos a lo que más interesa: a la salvación de la patria, que es lo que más necesitamos.

Por eso, cariñosamente, los exhorto a que seamos breves, a que nos dejemos de discusiones y risas y a que vayamos al grano, o yo me voy. (Aplausos)

El C. Guerra

Para preguntar a la Mesa si ya está suficentemente discutido el asunto.

El C. presidente

Cuando hayan hablado tres en pro y tres en contra, se preguntará si se considera suficientemente discutido el punto.

Un C. delegado

No es el momento de hablar de organización.

Creo que en estos momentos, lo que se pretende es que sean pagados los soldados, por las constancias apuntadas, que son evidentes, se ve, efectivamente, que no han sido pagados. No es precisamente la organización la que se necesita, porque los soldados no comen organización, comen alimentos y éstos se adquieren con el dinero de los haberes. Suplico a los compañeros que tomen en consideración esta observación, para que desde luego se nombren a los pagadores que han de dar los haberes a la tropa.

El C. Quevedo

Señores delegados:

Yo considero, como los señores autores de la moción, que es de mucho interés el asunto y únicamente hablo en contra por la forma en que se presenta; no creo que la Convención Revolucionaria deba estarse ocupando de asuntos que en la forma no le incumben; puesto que si llegan a conocimiento de los delegados algunas violaciones o arbitrariedades, éstos deben dirigirse al Ejecutivo o al Encargado del Departamento de Guerra, para que los responsables cumplan con su deber y no vernos en el caso de presentar mociones aquí para nombrar pagadores y hasta gendarmes, que tal pudiera suceder. El caso que se presenta creo yo que debe pasarse al Ejecutivo que es el que debe regular todos estos trámites, todas esas funciones. Por lo tanto, yo me opongo a que la Convención apruebe esta proposición, nombrando inspectores y aplicándoles penas a los que falten; yo creo que con una excitativa al Ejecutivo para que se fije en estos males, se remediarán.

El C. Santoscoy

Pido la palabra para una moción de orden.

No es a los pagadores a quienes debemos dirigirnos ...

El C. presidente

Eso no es moción de orden.

El C. Santoscoy

Sí, señor.

El C. presidente

No, señor; eso es resolver el asunto de plano.

El C. Santoscoy

Pido la palabra.

El C. Aceves

Pido la palabra para una aclaración.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Santoscoy.

El C. Santoscoy

Las más de las veces no recibe el pagador el efectivo para el pago de las tropas. El pagador, sucederá una que otra vez que se distraiga o que sea moroso o que se coja algo; pero no se coge de plano todos los haberes, porque no puede, porque no se lo permitiria su jefe, el jefe del regimiento o de la brigada.

Aquí hay que excitar y vigilar a los jefes de las brigadas, que son los que tienen las facilidades de ordenar, que se pague o no se pague o que se conserve el dinero.

El C. presidente

Hago constar que el señor Santoscoy tomó parte en el debate bajo el nombre de una moción de orden: no es que quiera yo hacerle una objeción; pero suplico a todos los delegados que cuando hagan mociones de orden, sean perfectamente para ello, si no, nunca podrán ir correctamente los debates.

Tiene la palabra en pro el ciudadano Montaño.

El C. Montaño

He pedido la palabra para hacer constar precisamente que la organización del Ejército Libertador del Sur ha sido impuesta por las necesidades; precisamente todos los jefes que tienen a su mando fuerzas, están entendidos de la organización que tienen, no precisamente basada de una manera científica; pero sí tienen una organización de tal manera, que un pagador pueda pagar perfectamente las brigadas que tenga a su mando; esto es lo que deben tener en cuenta todos los señores delegados. Nosotros, desde el principio de la Revolución, no la hicimos con hombres pagados con dinero; nuestra Revolución ha sido hecha por los ciudadanos del pueblo, esos hombres no han reclamado un sueldo, no han reclamado una recompensa para su sacrificio; cuatro años ha, más quizá, que nos hemos ido al campo de la lucha sin percibir un haber; pero con la conciencia de que nosotros hacemos un sacrificio en pro de la buena causa; así es que, señores, por esa circunstancia, no nos ha sido permitido organizar de tal manera nuestras fuerzas, que tengan la organización que se demanda científicamente; pero sí debo decir a todos mis compañeros de armas, que en el campo de la lucha nuestras fuerzas saben cómo deben pelear. Además, el general Zapata, lo mismo que todos los demás jefes que comandan esas fuerzas, tienen bien entendido la organización de ellas.

En el presente caso se habla de organización; pero permitidme que os lo diga, para que haya organización se necesita dinero, y también debo decir que hay soldados mientras hay dinero. Nosotros hemos tenidos hombres que han luchado, derramando su sangre, más de cuatro años, y, sin embargo, no han tenido haberes; cuando ha sido necesario se han ido a los campos de labor para poder sustentar a sus familias, para tener una muda de ropa, de suerte que esta revolución ha sido una revolución de sacrificios inmensos y por esta cireunstancia no tiene la organización tal como se prescribe; pero sí la tiene, como la ha tenido, para luchar contra los déspotas y contra las tiranías.

En cuanto a lo demás que se dice de los pagadores, sí me parece que es perfectamente justo; no acepto la forma en que está la iniciativa, pero sí acepto la reforma que propone el señor Quevedo; de suerte que creo conveniente que nos dirijamos al Ejecutivo para que, cuanto antes, queden pagados los soldados que están derramando su sangre por libertad a la patria, y tan justo es así, que creo que nadie nos censurará porque procuremos pagar a los que están sufriendo, a los que están derramando su sangre en pro de la paz nacional. (Aplausos)

El C. Pérez Taylor

Ilustrado mi humilde criterio con las palabras de los señores Montaño y Quevedo, acepto que se reforme la proposición en el sentido de que se excite al Ejecutivo.

El C. Zubiría y Campa

Pido la palabra.

El C. presidente

La tendrá usted después de que hablen los autores.

El C. Zubiría y Campa

Yo también firmé esa proposición y me opongo a la reforma. Voy a concretarme a contestar la observación del señor Quevedo, relativa a la forma con que está presentada la proposición.

Es perfectamente de la competencia de esta Convención decretar acuerdos o leyes que tendrá que hacer cumplir el Ejecutivo.

En ninguna parte de la proposición que hemos presentado se dice que la Convención sea la que asuma esas facultades de destituir o de nombrar inspectores; dicta el acuerdo como puede dictar cualquiera ley, y corresponde al Ejecutivo o a cualquier otro funcionario el hacer cumplir la decisión que aquí se tome; así es que yo pido que no se modifique la forma en que está presentada la proposición.

El C. presidente

Como uno de los firmantes de la proposición la sostiene, la Mesa se ve obligada a que continúe el debate de la proposición tal como se ha presentado.

El C. Fierro

Perfectamente de acuerdo con las observaciones que a la proposición que se discute se sirvieron hacer los ciudadanos Quevedo y Montaño, me permito manifestar a los ciudadanos de la proposición que la Secretaría de Hacienda es la que debe nombrar los pagadores y se debe excitar a los jefes de las respectivas brigadas a que los pagadores cumplan con su deber pagando diariamente a los soldados sus haberes; no compete a esa Asamblea tratar asuntos meramente administrativos como es el de que se trata, debe ser el Ejecutivo el que dicte algunas disposiciones encaminadas a subsanar los males a que alude el ciudadano Taylor; y, en consecuencia, la proposición creo que debe reformarse en el sentido de que se diga al Ejecutivo que dicte las medidas, que en su concepto crea conveniente, para remediar los males de que se trata.

El C. presidente

La Mesa va a preguntar si se amplia el debate porque parece que hay alguna duda en el ánimo de los señores pero como ya han hablado varias personas en pro y en contra, la Presidencia tiene que preguntar y la Asamblea resolverá.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría pregunta a esta Honorable Asamblea si se amplía el debate, dado que no se ha unificado todavía el criterio de ella, según parece. Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Continúa la discusión.

El C. presidente

Habló en contra el último orador. (Voces: ¡No se amplía, no se amplía!)

El C. Pérez Taylor

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente

Un momento, señor, va a retirarse la pregunta.

El C. Pérez Taylor

A fin de evitar más discusiones, ya me puse de acuerdo con los firmantes y de acuerdo con lo expresado por el ciudadano Fierro, que se excite al Ejecutivo, y nos evitamos discusiones.

El C. Aceves

Esa fue verdadera moción de orden, pues ésta tiene que ser verdadera aclaración, hágame favor, señor presidente.

El C. presidente

Tiene usted la palabra.

El C. Aceves

En este caso, la Asamblea la única medida que ha tomado es la de nombrar inspector, los pagadores están nombrados. Es el asunto a discusión.

El C. presidente

La moción de orden del señor Pérez Taylor, que en realidad fue retirar la proposición y presentarla modificada, obliga a la presidencia a cambiar su trámite, que es el de preguntar si se permite a los signatarios retirar la proposición y presentarla modificada.

El C. secretario

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la Asamblea si permite a los autores de la proposición retirarla, para presentarla modificada en el sentido del debate. Se permite retirarla.

El C. presidente

Se suplica a los autores que la presenten lo más pronto posible, para no perder el tiempo. Aprovechándose la Mesa del receso forzoso en que ha tenido que entrar la Asamblea con motivo de la redacción de la proposición a debate, se permite la Mesa suplicar muy atentamente a las comisiones que tienen asuntos pendientes de dictaminar, se sirvan despacharlos a la mayor brevedad; recuerda, entre otros, el dictamen sobre la cuestión minera y si la Comisión no ha cumplido y no dictamina lo más pronto posible, la Asamblea tendrá que perder el tiempo en asuntos que no sean de importancia y se olvidarán los asuntos interesantes, de manera que la Mesa cree pertinente la excitativa.

La Mesa manifiesta a la Asamblea que acaba de nombrar en comisión a los señores Lagos Cházaro y Quevedo, para que se sirvan acercarse al Ejecutivo a fin de que se proporcione un local destinado a sala de comisiones, porque es indispensable que las comisiones trabajen; a esto venimos, ya que a eso venimos, es la oportunidad de trabajar, porque es lamentable que volvamos a incurrir en la pereza de la capital.

El C. Lecona

Pido la palabra.

El C. presidente

No hay nada a discusión, salvo que se rechace mi proposición sobre el nombramiento de la Comisión.

El C. Lecona

Pido la palabra para presentar una proposición más conveniente.

El C. presidente

Tendrá la bondad el señor Lecona de hacerla por escrito.

El C. Nieto

Pido la palabra para una interpelación a la Mesa; yo le rogaría me hiciera el favor de decirme si la Comisión de reglamento que se designó en México formuló su dictamen y se aprobó; pues me parece que no, porque noto que seguimos con el mismo desorden.

El C. Zubiría y Campa

Señores delegados:

El Reglamento de la Convención quedó hecho y en prensa para ser distribuido entre todos los delegados, pero la violencia con que se hizo la salida de la capital, impidió que se trajera dicho reglamento. Se ha mandado un comisionado para ver si es posible que se traiga el proyecto de reglamento que ya está impreso.

El C. Nieto

¿Tuviera la bondad, señor Zubiría y Campa, de decirme si ese comisionado fue enviado a la Cámara de Diputados a sacar ese impreso?

El C. Zubiría y Campa

El comisionado se mandó a dos partes, si era posible a la Cámara de Diputados y si no, a otro lugar donde se quedaron copias de los originales que se habían remitido a la Cámara. Dicho comisionado, se nos ha informado que tardará unos cuantos días.

El C. presidente

Están satisfechos los deseos del señor, y se va a someter a discusión la proposición, reformada, de los señores Zubiria y Pérez Taylor.

El C. secretario

La proposición dice:

Excítese al Encargado del Poder Ejecutivo de la Unión, para que dicte las medidas conducentes a efecto de que con toda oportunidad, sean pagados los haberes íntegros a las tropas convencionistas.

La Mesa, por conducto de la Secretaría, pregunta a la H. Asamblea si la toma en consideración. Los que estén por la negativa, sírvanse ponerse de pie. Sí se toma.

Está a discusión.

El C. Pérez Taylor

Como yo creo que esa proposición está ya en la conciencia de todos, yo rogaría atentamente que se aprobara cuanto antes.

El C. Espinosa

Pido la palabra. No precisamente para que no se acepte esa proposición, sino para que se le haga una adición; pido que el Ejecutivo nombre precisamente el inspector. (Voces, ¡no, no!)

El C. presidente

La Mesa explica al señor delegado que como eso envuelve una nueva proposición, se pondrá a discusión, presentándola en una nueva forma, después; pero no en este momento.

El C. Fierro

Pido la palabra para una aclaración.

Para informarle al señor delegado que acaba de hablar, que en la organización de Hacienda existen puestos de Visitadores de Hacienda, que son los encargados de vigilar a los pagadores de Cuerpos. Por consiguiente, sale sobrando que se nombren inspectores.

El C. presidente

Tiene la palabra en contra cualquiera de los señores delegados.

El C. secretario

¿No hay quien haga uso de la palabra? En votación económica se pregunta si está suficientemente discutido. Los que estén por la negativa sírvanse ponerse de pie. Suficientemente discutido. En votación económica se pregunta si se aprueba. Aprobada.

El C. Presidente

Se va a poner a discusión una moción que con el carácter de obvia y urgente resolución presentó el ciudadano Cervantes.

El C. secretario

La proposición dice así:

Pido como de urgente y fácil resolución, que la H. Convención se declare en receso para que sus miembros, así como la población militar de Cuernavaca, tomen las armas y marchen a cumplir con su deber.

El C. presidente

Tiene la palabra el ciudadano Cervantes para fundarla.

El C. Cervantes

Señores delegados:

He escuchado con gran interés los brillantes y floridos discursos de los señores oradores que extremaron su bondad de darnos la bienvenida; del mismo modo he escuchado la vibrante alocución del colega señor Pérez Taylor que tomó, sin autorización, el nombre de nosotros los del Norte, para dar las gracias en representación nuestra a los compañeros del Sur; sus intenciones han sido perfectamente dignas de agradecimiento y yo les correspondo con mi más especial cortesía; pero al mismo tiempo todas esas alocuciones han producido en mí una inmensa pena; yo me sentía emocionado y ruborizado, señores delegados, porque he venido a ver que todos esos oradores, ministros del talento y de la sabiduría, han hecho gala de frases, pero también han hecho gala de pobreza de identificación con los deberes del momento actual.

Después de una situación que se anunció crítica y en alivio de la cual, los dos más conspicuos leaders surianos nos dieron la seguridad de que el Ejército del Sur se comprometía a defender la capital, hemos tenido la vergüenza de sufrir una derrota y corremos a refugiarnos a Cuernavaca con nuestros hermanos los indios -porque aunque tengo color medio blanco, siento con ellos y me identifico con sus dolores-, venimos a refugiarnos con ellos; pero nos refugiamos sencillamente contentos de seguir percibiendo nuestras dietas y de levantarnos tarde para expedir leyes y dictar proyectos de decretos ridículos en el momento actual.

Yo estimo, señores que el deber de los delegados no es el del dolce farniente, sino al contrario, el de cumplir con los sagrados deberes que exige la patria, Los señores delegados a la Convención son en su mayoría militares y no deben cumplir con sus deberes de militares, en estos momentos verdaderamente difíciles, yo no imagino que se va a perder nuestra santa causa, tengo fe en ella y ustedes también la tienen: pero sí os acuso públicamente de lenidad en el cumplimiento de vuestros deberes (Aplausos).

Y no contentos con venir a refugiarnos vergonzosamente a esta capital, traemos con nosotros un gran bagaje de militares que yo hasta ahora no conocía; por doquiera, en las calles de Cuernavaca, señores delegados, veo estrellas y más estrellas en los tocados; parece esto un cielo tachonado como ese cielo azul ... que nos cubre, y del que nos ha hablado el compañero Pérez Taylor con tanta poesía. (Aplausos)

Y bien, señores, yo estimo que de todos esos hombres que portan estrellas en las cabezas, se podría formar un brillante batallón que fuera a tomar la revancha en el Valle de México. (Aplausos)

Esta Convención es de militares genuinamente; en formación se debió a la idea primera de que se había llegado al restablecimiento de la paz; pero como no estamos en ella, sino en plena lucha, ¡nos llama el deber, señores delegados! Yo no quiero que, como algún delegado lo propuso hace unos quince o veinte días, nosotros, revestidos de una actitud patriarcal y simulando querer respetar barbas blancas que todavía no asoman en nuestro rostro, permanezcamos en nuestros asientos discutiendo leyes y esperando el advenimiento de los bárbaros.

En la historia romana se cuenta, señores, que con magnanimidad, los senadores romanos, permanecieron inmóviles en sus puestos hasta que llegaron los galos y les cortaron las cabezas, Y bien, señores, yo protestaría contra esa actitud. Yo lo que deseo es que de entre nosotros salga un grito y brote un esfuerzo unánime para cumplir con nuestra obligación y que, con el fusil sobre el hombro, marchemos a donde nos llama lo que verdaderamente se entiende por deber militar. (Aplausos)

Yo declaro que la derrota de Puebla y la retirada de la capital, son una gran vergüenza; y, en cambio, en contraposición con mis declaraciones, mis simpáticos colegas vienen aquí a decirle al pueblo de Morelos que es un pueblo heroico, un pueblo grande y otras muchas cosas, que no vienen al caso.

No hay que decirles eso, señores delegados, hay que exaltarlos con la verdad y por la vergüenza y puesto que la derrota pesa sobre todos nosotros, hay que decirles que falta un deber supremo y hay que decirles que esa derrota no es honrosa, porque aun no hemos perdido el 50% de nuestros hombres. ¿Qué se ha hecho con los indios en estas montañas del Sur? Se les han alabado sus cualidades -que por cierto son muchas-; pero no se les han señalado sus defectos ni se les ha enseñado la disciplina.

Hay voces autorizadas que dicen que se han retirado con nosotros diez mil hombres de México; y hay voces autorizadas también, que dicen que los hombres que ocuparon la capital, apenas pasaban de tres mil. Yo estoy persuadido de que los indios del Sur son tan hombres y tan valientes como los gigantes del Norte; lo que falta únicamente a éstos, son hombres que los guíen, hombres que conozcan sus deberes y que les inspiren la obediencia y la disciplina que no tienen en ningún grado. Los hermanos del Sur, indios sufridos, acostumbrados a la tutela colonial desde hace muchos siglos, han seguido acostumbrados también, por ese régimen maldito, a obedecer las indicaciones de esos hombres de piel blanca, que se llaman sus conductores, y yo creo que han sido mal enseñados, porque valientes como Cuauhtémoc, todos ellos llevan en sus venas la sangre guerrera y creo que con un poco de disciplina y con que se les infundiera el sentimiento del deber, esos indios obtendrían victorias tan grandiosas como las han obtenido los del Norte, porque éstos no les superan a los hombres del Sur, éstos no les piden nada a aquéllos para ser buenos patriotas. (Aplausos)

Venimos aquí a asumir una actitud que yo calificaría de culpable y criminal; se nos ha derrotado, venimos huyendo y parece que queremos practicar la doctrina de Cristo (ignoro si será socialista) de que después de haber recibido una bofetada por un lado, debemos recibirla por el otro, poniendo el otro carrillo.

Yo tengo la autorizada declaración de un general zapatista, de que Xochimilco ha sido ocupado por las fuerzas carrancistas, y de que ha sido cortado el Paso de San Mateo, que se ha apoderado de él el enemigo. Si esto es verdad ...

El C. Serratos

No es cierto. Se está combatiendo abajo de San Mateo, no han tomado San Mateo ni lo tomarán tampoco.

El C. Cervantes

Lo felicito a usted, señor delegado, por su actitud y su declaración patriótica; ojalá que de acuerdo con sus palabras marchen sus hechos.

El C. Serratos

Ya lo verá usted.

El C. Cervantes

(Continúa) El hecho es que se ha tomado Xochimilco, señores delegados, y que yo no estoy de acuerdo con que después de sufrir una derrota, nos vayamos preparando para la otra; lo que yo quiero es que, después de una derrota, nos preparemos por todos los medios y con todos los esfuerzos a obtener una victoria que repare nuestras derrotas y yo quiero, además, que esa victoria sea para los señores zapatistas. No hay que esperarnos a que vengan los hombres del Norte a salvarnos de la condición en que estamos; en ellos tengo una gran fe y estoy seguro de que después de sus triunfos por aquellos rumbos, vendrán a salvar la situación; pero antes que ellos, yo quiero que la gloria de apoderarse nuevamente de México, les pertenezca a los hombres del Sur, que mucho la necesitan y mucho la merecen. (Aplausos)

Permanecer aquí inactivos, repito, dando leyes y decretos que son extemporáneos e inútiles para el momento actual, sería aconsejar la política del fraile aquel, a quien un hombre fue a decirle que por debilidad física -no tenía la culpa de ser un hombre débil-, otro hombre lo había abofeteado después de una disputa; y, el sacerdote, le aconsejó que fuera a rezar y a anatematizar detrás de la sacristía, en vez de aconsejarle, como nosotros debemos aconsejar a los nuestros, señores delegados, que fortificara el cuerpo y el espíritu para no temer a la derrota ni dudar de la victoria.

Yo quiero que los zapatistas no sean más derrotados, señores delegados; y lo digo con la sinceridad de un hombre honrado; yo deseo para los zapatistas muchos triunfos, porque sé que esos triunfos los conducen inevitablemente al triunfo de sus ideas políticas y de sus aspiraciones patrióticas y de sus anhelos de libertad y de redención, porque sé que debido a una función sociológica, por una infalible evolución dentro de la revolución, estamos marchando a grandes pasos a un estado que no es el estado lógico de nuestras aspiraciones por el éxito de nuestra causa. En todas las revoluciones se marcha con frecuencia a la disolución y al desorden, después al estado anárquico, y de este estado se llega a las dictaduras más terribles. Yo quisiera que estas dos facciones limitaran con sus lineamientos, las amenazas de la dictudura; yo quisiera que no fuera una sola la facción poderosa y grande, yo quisiera que la del Sur se uniera a la del Norte, para que ambas tuvieran el derecho, la fuerza necesaria, para exigir las reparaciones políticas a que tanto aspiramos todos. Semejantes a los hombres de la antigua Atenas, que luchaban por sus leyes y perecían defendiéndolas; yo quisiera ver que los hombres del Sur, guiados por los hombres de la Convención (la que formamos muchos que somos bien intencionados), marcharan a la victoria; y, si no la conseguimos, que se dijera al menos: ¡ Mexicanos, decidle al mundo que hemos muerto por defender el honor y por constituir la bandera de la Nación mexieana! (Aplausos)

El C. Secretario

Continúa la discusión.

El C. Montaño

Voy a hablar en contra de lo que expresó el señor Cervantes.

Señores delegados:

En los momentos de peligro es cuando se conocen las grandes almas. Recordad que a la honorable Asamblea en México se hizo la proposición que se nos viene a hacer ahora; ¿por qué entonces no se levantó esa voz que viene aquí a hablarnos a voz en cuello, para lanzarnos a la lucha, recordando que en cada delegado había un soldado y que antes de volver las espaldas al enemigo, debíamos ir a su encuentro, porque así lo imponía el cumplimiento del deber, porque así nos obligaba el honor, a quedar muertos en el campo de batalla antes que salir de la capital?

Recordad que tanto los delegados del Sur, como otros varios compatriotas del Norte, se unieron a esos propósitos, pero al fin se optó por la salida de esa capital, y ahora, aquel que fue uno de los primeros en decirlo, aquel que con su voz estentórea manifestó que no tenía objeto quedarse y debíamos salir de la capital de la República como hombres conscientes, es el primero que viene aquí a censurarnos por no haber obtenido la victoria. (Voces: ¡no, no, no se ha dicho eso!)

No señor, protesto contra esos galardones que quieren atribuirse: señores, la victoria no es ni para el Sur ni para el Norte, la victoria es para la Patria. (Aplausos)

De suerte, señores, que en este momento se viene a decir que debemos organizarnos; enhorabuena, señores, pero precisamente era lo que deseaba en la capital de la República y ahora me llama más la atención, cuando se evoca una derrota vergonzosa, ahora me llama más la atención, cuando se dice derrota vergonzosa.

Pues señores, si nosotros no hubiésemos proseguido en la senda del honor, si nosotros sin armas, sin más nada, únieamente con entereza de alma, no hubiésemos disputado palmo a palmo al enemigo el terreno y la brecha de la libertad, habría caído sobre nosotros una lápida mortuoria; pero afortunadamente, señores, está la historia, que debe juzgar y debe decirles a ustedes, que a nosotros no nos espantan las derrotas ni se nos crispan los nervios; tenemos suficiente alma y suficiente heroicidad para batirnos palmo a palmo con nuestros enemigos.

Si en las actuales circunstancias, señores, se nos atribuyen cargos, se nos desatan responsabilidades, no importa: la Historia sabrá contestar quiénes son los hombres del Sur, qué han sido, cómo Se han manejado y cómo aceptan sus responsabilidades ante la Historia, ante la Patria y ante el pueblo mexicano. Permitidme que os lo diga, señor, permitidme que en estos momentos conteste una cosa que realmente me causa indignación; y siento indignación, porque aquí se ha venido a adulterar la realidad de los hechos, y porque los hombres que hablan de esa manera, no son militares, porque el que quiere salvar al pueblo con la iniciativa que ha venido a lanzar aquí, debió haberla lanzado en la capital de la República ... (Voces: ¡la lanzó, la lanzó!)

Debió lanzarla en el momento propicio; pero afortunadamente, señores, no sucedió tal cosa; afortunadamente, señores, esta H. Asamblea aprobó la evacuación de la capital de la República; el Ejército del Sur ha cumplido con su deber; nuestras masas se están batiendo con el enemigo, ellos solos, y a pesar de todo. Vosotros sabéis que el parque se nos negó y voy a hacer declaraciones que no debía hacer en estos momentos; pero precipitado por el cauce de la discusión, me veo precisado a manifestar a ustedes, señores, que a pesar de que nuestros soldados están carentes de parque, a pesar de que nuestros soldados están desgarrados, a pesar de que nuestros soldados no portan ni estrellas ni galones, a pesar de que nuestros soldados visten calzón de manta y sombrero de palma, a pesar de que nuestros soldados tienen la frente tostada por el sol, me pesa sobre manera venir a oír tales disparates, que vengan a lanzarse anatemas contra el Ejército Revolucionario del Sur, contra su bandera sagrada ... (Voces: ¡no, no!) ... me pesa sobre manera, señores, que en estos momentos se escuche verdaderamente un baldón, una ignominia contra ese ejército ... (Voces: ¡no, no!)

Debo manifestar, señores, en este momento, que el Ejército del Sur sabrá cumplir con su deber, como siempre lo ha cumplido. Y permitidme decir en estos momentos, a toda la honorable Asamblea, que estamos dispuestos a vencer a los organizados, a los disciplinados; ¿acaso no vencimos a Juvencio Robles? ¿Acaso no hemos vencido a Huerta?, ¿a legiones inmensas en el territorio de Morelos? ¿No hemos dado sepulcro a grandísimas legiones y a numerosos soldados, a esos soldados que han ido al Colegio Militar para estudiar la disciplina, que han ido a Chapultepec a aprender esa organización? Señores, permitidme que lo diga, los hemos llevado al campo del desastre, les hemos dado la más tremenda de las derrotas, la derrota de la vergüenza, porque les hemos visto de espaldas en el campo y batiéndonos palmo a palmo en los campos del Estado de Morelos ...

El C. presidente

Ruego a usted que se sirva concretar al punto del debate, que es: el que los miembros de esta Convención y la población militar de Cuernavaca, tomen las armas y marchen a cumplir con su deber.

El C. Montaño

Voy a decir a la honorable Asamblea que si me he salido de la órbita del debate, es porque el orador que acaba de hablar, ha estado fuera de la órbita del debate, lanzando cargos al Ejército del Sur. (Voces: ¡no, no!)

El C. presidente

Ruego a la Asamblea que se sirva respetar la libertad de palabra, que tiene el orador.

El C. Montaño

Señores, soy mexicano, Amo a mi patria, si la honorable Asamblea respeta la libertad de palabra, seguiré hablando, y si no respeta la idea libre, suspenderé mi oratoria. (Voces: Que siga hablando)

El C. Montaño

De suerte que yo digo a los compañeros del Norte que tengo positiva confianza en la consolidación, porque esta honorable Asamblea tiene obligación de venir aquí a deliberar para salvar a la Patria, y esta deliberación debe concretarse a dictar medidas para la salvación de nuestra Patria. Hubiera sido de desear el enfrentarnos contra el enemigo, y organizarnos de tal manera que se obtuviera la victoria; pero desgraciadamente no sucedió así, y por esa circunstancia he venido a hacer uso de la palabra frente a esta H. Asamblea. Permítanme que lo diga, señores, que puesto que se nos invita de esa manera, los morelenses, los del Sur, generalmente de todos los Estados, los que empuñan nuestra bandera, todos estaremos listos desde el momento en que se trate de enfrentarnos contra el enemigo, desde el momento en que hemos defendido nuestros ideales, no desconocemos cuáles son nuestros deberes, señores; pero si la H. Asamblea se transladó aquí y ahora por su translado se le hacen cargos, después de haberle consultado a esta H. Asamblea en la capital de la República, esos cargos en la actualidad, verdaderamente no corresponden a la honorabilidad de esta Asamblea, porque entonces, señores, en aquellos momentos, la voz que surge hoy como un trueno de elocuencia, esa voz que ahora se levanta como una tempestad de fraseología para conmover las almas y los espíritus, allá debió haber tronado como un rayo para electrizar almas y corazones y precipitarnos a la lucha.

Pero evidentemente, señores, allá fue muy distinto, y tan es así, que todos vosotros sois testigos oculares de lo que sucedió allá. Vosotros, señores, habéis oído que todos aprobaron por unanimidad la disposición de esta H. Asamblea. Aquí se dice, señores, generalmente, que nosotros no hemos cumplido con nuestro deber, y yo estoy por decir que sí hemos cumplido, Al decir que no hemos cumplido con nuestro deber, verdaderamente está equivocado quien tal cosa dijo, porque nuestro deber como Asamblea, como cuerpo colegiado, está perfectamente sentado en los actos, en las pruebas documentales que tenemos en el archivo de la Convención. Nosotros no hemos estado con nuestro carácter de soldados, nuestro carácter ha sido precisamente de la representación de la Revolución, y hemos cumplido con nuestro deber los hombres que hemos estado a cargo de la campaña; los soldados que están con las armas en la mano, nuestros jefes que nos conducen, que han hecho esfuerzos inauditos para salvar la situación, señores, son los que han tenido a su cargo el desempeño de esa campaña y han batido al enemigo con tanta heroicidad, que merecen el aplauso del pueblo y de la Patria. Aun en medio del polvo de la derrota, no se les puede criticar, y estamos mirando que de día en día, hacen sacrificios inmensos para contener el avance del enemigo; verdaderamente, señores, no es propio que lancemos una ignominia contra nuestros hermanos que están luchando con desesperación y amargura en el alma, delante de las hordas carrancistas.

Señores, permitidme que haya hecho una manifestación verdaderamente nacida del fondo del alma, porque estoy acostumbrado a hablar en esa forma, estoy acostumbrado a hablar con la franqueza, con la sinceridad de que estoy caracterizado; pero debo decir que en las presentes circunstancias, si me he expresado de esta manera, es porque se nos hacen cargos que la Historia contestará, cargos que el pueblo contestará, Se nos dice que hemos lanzado al pueblo a la Revolución, únicamente por fanatismo, que somos unos idólatras; no, señores, nos hemos lanzado a la Revolución por realizar nuestros ideales, por eso convocamos al pueblo y a las multitudes a luchar, y por eso hemos luchado y por eso hemos ido al sacrificio y por eso iremos a derramar hasta la última gota de sangre en nuestras abruptas montañas. Así que, señores, yo estoy porque si los demás compañeros declaran que en este momento se pide que se disuelva la Asamblea ... (Varios ciudadanos delegados solicitaron a la vez el uso de la palabra)

El C. presidente

Voy a rogar a los señores delegados que se inscriban en pro o en contra para este debate.

El C. secretario

¿Falta algún orador que se inscriba en contra?

El C. Marines

Pido la palabra para una moción de orden.

El C. presidente

Después que acaben de inscribirse los oradores, tendrá la palabra el señor Marines.

El C. Marines Valero

Respetuosamente suplico a los delegados que no confundan la causa que defendemos con su personalidad; tienen la monomanía de valerse de la causa revolucionaria para hacer resaltar su personalidad, su yo, que ya choca.

El C. presidente

Ruego al señor Marines que se concrete.

El C. Marines

Voy a concretarme. Decía yo que se abstengan los delegados de hacer alusiones personales de los demás, que se abstengan de tocar un punto que esté fuera de la discusión, y vayamos al grano: si no seremos tan culpables como Carranza por el hecho de hacer resaltar su personalidad, con el pretexto de que la causa fulana no ha tratado más que hacer resaltar su personalidad. Yo estaré aquí para tronar contra aquellos que se salgan del punto a discusión y se salgan otra vez con su yo.

El C. secretario

El ciudadano Cervantes en pro.

El C. Cervantes

Señores delegados:

Yo siento una gran pena de que el señor delegado Montaño, por quien tengo tan particular simpatía, haya exagerado el tono de sus palabras y la realidad de sus afirmaciones. El señor delegado Montaño, como muy bien dice el señor delegado Marines, confunde su amor propio y su personalidad, con el tema a discusión.

El C. Montaño

Pido la palabra para contestar la alusión personal.

El C. presidente

No, no permití que se interrumpiera a usted cuando antes hizo uso de la palabra, y así ahora no permito que se interrumpa al orador.

El C. Cervantes

Le suplico a usted, señor presidente, que le permita al señor Montaño expresar lo que desee.

El C. presidente

Yo estoy decidido a que no se interrumpa a los oradores.

El C. Cervantes

Decía yo que el señor Montaño, por exceso de calor en la oratoria, confundió las afirmaciones o los cargos que podrían resultarle personalmente, con cargos, afirmaciones o alusiones al Ejército del Sur, al que yo admiro y al que yo respeto.

Eso es lo que me hace presentar una protesta y pido al señor presidente que me escuche ...

Le suplico a usted que me escuche, señor presidente, porque estoy elevando una protesta y deseo que conste en virtud de las razones que usted no se sirvió escuchar.

Yo deseo que conste, que una de dos. o el señor Montaño se ha equivocado al atribuirme intenciones y palabras que no he pronunciado, o bien, el señor Montaño se verá obligado, como hombre de honor, a encontrarlas en el curso de mi peroración.

El señor Montaño ha declarado que yo lancé borrones sobre el Ejército del Sur, anatemas sobre el Ejército del Sur, baldón sobre los del Sur, que dije que ellos no habían cumplido con su deber y que dije insultos y que dije ignominias. Mi protesta está contra esos cargos o afirmaciones. No quisiera yo hacer contestación a alusiones personales, porque soy enemigo acérrimo de tratar de mí, con tanta más razón, cuanto que la única afirmación en la que yo puedo concederle cierta justicia al señor delegado Montaño, es en la de que según su criterio, propio de él, yo había dicho puros disparates; pero en lo que se refiere a un hecho, voy a hacerle constar al señor delegado Montaño que esa voz mía que se elevó hace un momento en esta Asamblea, estaba inspirada por un sentimiento del deber, al que no soy ajeno desde hace mucho tiempo, y que, contrariamente a lo que él presume o afirma, sí elevé mi voz para tratar de la situación y pedí su remedio urgente en varias ocasiones; en México, cuando todavía había remedio, y hago constar al señor Montaño que no solamente hice esto, sino que me permití solicitar permiso del Presidente de la Convención, para hacerle una interpelación, en la que iba a envolver en responsabilidad al Presidente de entonces y al Secretario de Guerra y a todos los miembros de la Convención, por haber permitido en esa época y sancionado con sus dichos y con sus firmas, declaraciones falsas en la prensa; declaraciones relativas a que el público debía estar tranquilo, cuando no debía estarlo; afirmaciones que se asemejaban a las que nos hicieron los señores Soto y Gama y Montaño como presidentes de esta Convención en la prensa, amparando con sus nombres tales declaraciones, manifestando que la población de México podía estar perfectamente tranquila porque no había peligro, y manifestando que el Ejército del Sur se comprometía a defender la capital de la República contra cualesquiera tropas ya sea que viniesen del lado de Puebla o del lado de Pachuca.

Finalmente, debo hacer presente al señor Montaño que en sesión secreta elevé mi voz y en ella manifesté y afirmé -parece innecesario repetirlo, porque el señor Montaño lo recordará-, que era cobardía abrigar el pensamiento de que, porque nosotros nos podríamos poner a salvo, dejáramos la capital, abandonada a sus propios esfuerzos; y eso lo taché de grave falta, de inmoralidad y de otras muchas cosas, Es todo lo que tenía que hacer constar, suplicando a la Presidencia que haga anotar la protesta que he elevado.

Índice de Crónicas y debates de la Soberana Convención Revolucionaria Recopilación de Florencio Barrera FuentesSesión del 25 de enero de 1915 Segunda parte de la Sesión del 31 de enero de 1915Biblioteca Virtual Antorcha