Índice de Juan Sarabia, apostol y martir de la Revolución Mexicana de Eugenio Martinez NuñezCAPÍTULO VCAPÍTULO VIIBiblioteca Virtual Antorcha

Juan Sarabia, apostol y martir
de la
Revolución Mexicana

Eugenio Martinez Nuñez

CAPÍTULO SEXTO

El desastre (1)


Trabajos preparatorios.

El 2 de septiembre de 1906 llegaron Juan Sarabia y Ricardo Flores Magón a El Paso, donde se encontraron con Antonio I. Villarreal, que había salido de San Luis Missouri algunos días antes de que ellos abandonaran el Canadá, así como con César Elpidio Canales, Prisciliano Silva, Lauro Aguirre, José Cano, Rafael Rembao, Vicente de la Torre y otros muchos de los principales y más valerosos miembros del Partido Liberal que, contando con algunos elementos de combate, los esperaban para iniciar la lucha armada contra el despotismo porfiriano.

Mientras Ricardo Flores Magón ayudaba en la publicación de Regeneración o permanecía en El Paso conferenciando secretamente con los jefes rebeldes establecidos en esa ciudad, Sarabia y Villarreal realizaban frecuentes giras a lo largo de la frontera o por el interior de Chihuahua, para dar instrucciones a los grupos liberales organizados en distintos puntos cercanos a la línea divisoria y en casi todos los Distritos del Estado.

Durante sus andanzas por esos lugares pudieron palpar los magníficos resultados de la larga y perseverante labor revolucionaria llevada a cabo por la Junta. En todos los pueblos, haciendas y rancherías que visitaban, los comerciantes en pequeño, los obreros y campesinos que eran víctimas de la tiranía de los caciques, de los capitalistas y terratenientes, iban a ofrecerles armas y dinero y hasta sus servicios personales para reforzar el movimiento libertador. Pero no solamente visitaban dichos grupos, sino también los que se habían organizado en la misma capital de Chihuahua, donde llegaban a permanecer varios días discutiendo los planes del movimiento en la casa de la valiente periodista libertaria doña Silvina Rembao de Trejo, que desde años atrás había convertido su amplia residencia en un centro de conspiración antiporfirista, y que había invertido la mayor parte de sus bienes reunidos a base de trabajo y sacrificios, en el fomento de la lucha armada contra la tiranía.

Ya desde el domicilio de esta mujer extraordinaria que miraba a todos los revolucionarios como si fuesen miembros de su familia, ya desde otros puntos del Estado o ya desde la ciudad de El Paso, Sarabia y Villarreal se comunicaban con los jefes de los núcleos rebeldes organizados en todo el país y les enviaban una proclama en que nuevamente se explicaban las causas y los ideales de la Revolución para que la publicaran como suya el mismo día en que comenzaran las hostilidades contra la Dictadura.


Se inicia la Revolución.

La fecha para el levantamiento de los cuarenta y cuatro grupos armados que ya para entonces se encontraban establecidos en la República, había sido fijada por Sarabia y Villarreal para el 16 de septiembre en conmemoración del aniversario del grito redentor lanzado por Hidalgo en el pueblo de Dolores, pero por diversas circunstancias fracasó el proyecto. Sin embargo, la Revolución se inició a fines del mismo mes de septiembre con varios levantamientos, figurando como principales los que estallaron en la pequeña población fronteriza de Jiménez, Coahuila, y en la ciudad veracruzana de Acayucan. El de Jiménez, que provocó no poca resonancia en la frontera, tuvo lugar el día 23 y en él tomaron parte unos trescientos liberales al mando de León Ibarra y Juan José Arredondo; y el de Acayucan se verificó el día 30, revistiendo mayor importancia que el anterior, ya que en él participaron más de mil hombres jefaturados por el gran luchador Hilario Salas. que era delegado de la Junta del Partido Liberal en el sur del Estado de Veracruz.

Todos estos levantamientos fueron sofocados violentamente por las tropas del gobierno; los rebeldes de Jiménez, que regaron la primera sangre de la Revolución liberal con la muerte de dos de sus compañeros apellidados Almaraz y Villarreal, fueron dispersados por las fuerzas del general Juvencio Robles, famoso por sus crueldades, y los de Acayucan, que pelearon bravamente estando a punto de conquistar la victoria, tuvieron muchas bajas y se les hicieron más de doscientos prisioneros que más tarde fueron conducidos en calidad de bandoleros al presidio de San Juan de Ulúa.


Preparativos para atacar Ciudad ]uárez.

Sin desalentarse ante los desastres sufridos por la causa liberal en Coauhila y Veracruz, Sarabia y Villarreal continuaron organizando secretamente los elementos con que contaban en El Paso para emprender un ataque soobre Ciudad Juárez, y cuya acción sería la señal para que simultáneamente se levantaran los demás grupos rebeldes del interior del país.

Para el ataque a esta plaza habían reunido dichos luchadores una gran cantidad de armamento y municiones que habían depositado en los domicilios de algunos correligionarios radicados en El Paso, y contaban con el grupo de Prisciliano Silva que se componía de unos doscientos hombres, así como con un crecido número de entusiastas partidarios que se les habían unido en la misma ciudad y con muchos otros enemigos de la tiranía que tanto Aguirre como Canales, Cano, Rembao y Vicente de la Torre habían logrado que se comprometieran a secundar el movimiento.


La traición.

Desgraciadamente, entre las personas que Lauro Aguirre había reunido para el levantamiento, se encontraba un comerciante llamado Quirino Maese, que no sólo se arrepintió del compromiso contraído con los revolucionarios sino que los tracionÓ, denunciando sus planes ante el comandante de policía de Ciudad Juárez (2).

Al recibir este comandante tal denuncia dio parte de ella al jefe político, quien desde luego marchó a la ciudad de Chihuahua a poner en conocimiento de suceso tan importante al gobernador del Estado. Entonces el gobernador, creyendo que los rebeldes estaban encabezados por Aguirre por ser éste un viejo luchador que desde años atrás venía combatiendo con ejemplar perseverancia la Dictadura en su periódico La Reforma Social, envió inmediatamente un telegrama al general Díaz dándole cuenta de la existencia en El Paso de un centro de conspiración por él jefaturado, y con la misma fecha le escribió una extensa carta tanto para darle mayores informes sobre las actividades de los revolucionarios según los datos proporcionados por el jefe político, como para poner en su conocimiento las medidas que había tomado para reprimir el movimiento de rebelión, y sugerirle otras que en su concepto deberían tomarse con el mismo fin.

En el telegrama decía el mandatario norteño a don Porfirio:

Chihuahua, Méx.
Octubre 4 de 1906.

Señor Presidente general Porfirio Díaz.
Palacio Nacional, México, D. F.

En El Paso, Texas, existe un centro revolucionario encabezado por Lauro Aguirre que está activando mucho sus trabajos. Tiene reuniones todas las noches. Se cree que Magón o Sarabia está escondido en El Paso. Están solicitando gente para dar algún golpe. Creo conveniente que general Vega vaya a Ciudad Juárez a vigilar al enemigo e infundir respeto. Escribo.

El Gobernador, Enrique C. Creel (3).

Y en la carta entre otras cosas, Creel manifestaba al Dictador:

... Hoy tuve la pena de telegrafiarle a Ud. por clave comunicándole que Lauro Aguirre sigue activando su mala propaganda y sus trabajos revolucionarios en El Paso, Texas, donde se ha agrupado un número de malos mexicanos que le están ayudando ...

... El libelo que Lauro Aguirre titula La Reforma Social ha aumentado considerablemente en tamaño y en circulación y se puede notar que Aguirre cuenta ahora con mayores elementos de los que antes tuvo.

Aguirre invitó en estos días a Quirino Maese, persona bien conocida en Ciudad Juárez, para que tomara parte en la revolución. Le informó que se estaban organizando buenos elementos en toda la República: que ya contaba con más de cuarenta centros revolucionarios y que estaban preparándose para dar un golpe en Ciudad Juárez o en algún otro lugar de la frontera, para lo cual esperaba contar con el número necesario de pronunciados; que se proponía invadir el territorio mexicano, volar con dinamita algunos de los puentes del Ferrocarril Central y cortar el telégrafo para dificultar los auxilios de las fuerzas federales: que contaba con otro centro revolucionario en Cusihuiriáchic y que esperaba que en varias otras partes del Estado hubiera pronunciamientos.

Maese se asustó mucho, no quiso tomar participación alguna y con muchas vueltas y reservas le comunicó lo que pasaba al comandante de policía de Ciudad Juárez, Antonio Ponce de León, quien le dio cuenta al jefe político y al jefe de las armas federales; pero Maese tiene mucho miedo y tal vez se niegue a declarar estos hechos judicialmente, porque teme que lo maten los revoltosos de El Paso, Texas.

Considero verídica la revelación de Maese, que es hombre serio. No creo en el pronunciamiento de Cusihuiriáchic ni en otros lugares del Estado; pero sí me parece posible que en sus propósitos criminales quieran asaltar algunas casas de Ciudad Juárez o de alguna otra población de la frontera, para producir en los Estados Unidos la alarma consiguiente.

Por cuanto a Cusihuiriáchic he dado las instrucciones necesarias y mandaré allí algún piquete de soldados. También he dado orden para aumentar la policía de Ciudad Juárez; pero como es un hecho que en El Paso Texas, existe un grupo de malos mexicanos, que ha asumido el carácter de Junta Revolucionaria, opino que sería oportuno que el jefe de la Zona, Sr. general De la Vega, fuese a pasar una temporada en Ciudad Juárez y que teniendo a su disposición todos los elementos que allí pueden utilizarse y de acuerdo con el jefe político y con el cónsul de El Paso, Texas, ejerza una vigilancia constante e inteligente, para descubrir todos los planes de esos revoltosos y para agrupar también las pruebas que puedan sustanciarse a fin de que el gobierno americano pueda proceder por las vías legales contra ese grupo de bandidos que deben ser castigados con toda severidad ...

... He escrito a St. Louis, Mo., solicitando un detective americano de confianza para situarlo en El Paso, Texas, y espero que sus servicios han de ayudarnos bastante para descubrir todo lo que esos malvados están haciendo ...

Para el general Díaz no era un misterio que el pueblo mexicano estaba descontento, y no ignoraba tampoco la existencia de grupos revolucionarios tanto en el centro como en la frontera norte del país. Presentía ya la revolución, que flotaba en el ambiente y que llegaba como un sordo rumor hasta los salones del Palacio Nacional, y más aún después de los levantamientos de Coahuila y Veracruz. Por eso no le sorprendió el contenido del telegrama de Creel, y sólo se limitó a contestarlo lacónicamente, agregando algunas indicaciones que juzgó pertinentes, como que el general De la Vega fuera a Ciudad Juárez con más de cien hombres y que denunciara los hechos ante las autoridades de El Paso por conducto del cónsul.

Creel dice en su carta que el general De la Vega, de acuerdo con el jefe político de Ciudad Juárez y con el cónsul de El Paso, agruparía las pruebas necesarias para que el gobierno americano pudiera proceder por las vías legales contra ese grupo de bandidos que debían ser castigados con toda severidad. Estos procedimientos eran los mismos o parecidos que desde 1904 venía empleando la dictadura contra los liberales refugiados en los Estados Unidos. Las aprehensiones y encarcelamientos bajo acusaciones absurdas,los plagios más escandalosos, las extradiciones individuales o colectivas sin justificación y sin motivo, los juicios sumarios y otros muchos graves atentados, eran el resultado de las persecuciones del servicio de espionaje pagado por los cónsules mexicanos con el oro del régimen porfirista en confabulación con el gobierno de la Unión Americana.

Sobre esta cuestión el periodista norteamericano John Kenneth Turner, en su importantísima obra México Bárbaro publicada en 1909, y que deben conocer todos los mexicanos amantes de la historia para que conozcan más a fondo las infamias y los crímenes de la Dictadura, dice lo siguiente:

América (léase Estados Unidos del Norte), cuna de la libertad, tiene enlazadas sus manos con Porfirio Díaz, el máximo arruinante tirano que rige una nación, para arrojar del espíritu de los mexicanos esa porción del movimiento mundial por la democracia que en nuestros días persigue el aseguramiento de los derechos comunes de los seres humanos.

En capítulos anteriores he demostrado cómo Estados Unidos viene a ser un socio voluntario en la esclavitud y opresión política de Diazlandia. He demostrado cómo, por su alianza comercial, la cooperación de la prensa y sus amenazas de intervención y anexión, ha apoyado la dictadura militar de Díaz. Dedicaré este capítulo a la historia de cómo Estados Unidos ha facilitado sus recursos militares y civiles, y con ese poder ha contribuido a la estabilidad del gobierno porfiriano cuando de otra manera, hubiera caído; siendo, por tanto, la fuerza final que ha determinado la continuación de un sistema de esclavitud que he descrito en los primeros capítulos de este libro.

Cuando yo digo Estados Unidos, quiero decir únicamente gobierno de los Estados Unidos, involucrando también los gobiernos de Estados locales a lo largo de la línea divisoria con México. Numerosos casos vienen a demostrar que, con objeto de exterminar los enemigos de Díaz que han venido como refugiados políticos a esta nación, los funcionarios públicos, desde el presidente abajo, han hecho a un lado los principios americanos mantenidos por generaciones, han violado criminalmente algunas leyes y sus propios anteriores modos de pensar, y han permitido, fomentado y protegido violaciones a la ley de parte de funcionarios mexicanos y sus mercenarios en esta nación.

Durante los cinco años pasados, las leyes de nuestros Estados fronterizos, en aquello que concierne a los ciudadanos mexicanos, han sido en mucho las leyes de Díaz. La frontera ha sido mexicanizada. En numerosos casos nuestro gobierno ha delegado sus propias facultades especiales a los agentes de México en forma de cónsules, abogados asalariados y detectives privados. A los ciudadanos mexicanos les ha sido negado el derecho de refugio y la protección ordinaria de nuestras leyes. Por el reinado del terror así establecido, los Estados Unidos han mantenido a raya un movimiento que de otra manera hubiera adquirido suficiente fuerza para derrocar a Díaz, abolir la esclavitud mexicana y restaurar el gobierno constitucional en el país al sur de nosotros ...


Captura de Juan Sarabia y otros revolucionarios.

Mientras tanto los miembros de la Junta, ignorando la traición de que habían sido víctimas, seguían llevando adelante sus preparativos revolucionarios.

Al mismo tiempo que Ricardo Flores Magón permanecía conspirando ocultamente en El Paso junto con Aguirre, Rembao, Cano, Miguel Moreno y otros correligionarios, Juan Sarabia, Villarreal, Canales y Vicente de la Torre cruzaban repetidas veces la frontera pasando armas, municiones y demás elementos de combate, que almacenaban con las debidas precauciones en los suburbios de Ciudad Juárez.

El general José María de la Vega, poco después de haber llegado con sus tropas a esta plaza, fue informado por unos individuos de la policía secreta que comandaba un esbirro a quien llamahan el Chino Octaviano, que los cuatro luchadores, acompañados por algunos de sus adeptos, se reunían diariamente por la noche en eJ jardín principal de la población, por lo que desde luego concibió un plan para capturarlos.

Comisionó al capitán Adolfo Jiménez Castro y al subteniente Zeferino Reyes, oficiales del 18° Batallón que guarnecía Ciudad Juárez, para que, fingiéndose sus partidarios, trabaran amistad con ellos y les hicieran concebir la esperanza de que el batallón se pronunciaría en su favor y de esta manera aprehenderlos sin dar lugar a que opusieran resistencia y al mismo tiempo descubrir todos sus proyectos de conspiración (4).

No les costó trabajo a estos oficiales conquistarse la confianza de los rebeldes, pues resultó que el subteniente Reyes era paisano y antiguo conocido de Juan Sarabia por haber cursado juntos las primeras letras en San Luis Potosí y por haber pertenecido al club Ponciano Arriaga cuando esta agrupación luchaba contra la dictadura en 1902.

De esta manera pudieron saber Castro y Reyes que los revolucionarios, ya creyendo contar cuando menos con la mayor parte del batallón, habían determinado atacar Ciudad Juárez el 20 de octubre, y que en caso de salir victoriosos como era lo más probable tomando en cuenta los numerosos elementos de guerra de que disponían, marcharían sobre la capital del Estado para también atacarla contando ya con los nuevos contingentes que esperaban se les unieran después de la toma de Ciudad Juárez.

Informado de todo esto, el general De la Vega giró instrucciones al cónsul de El Paso para que de acuerdo con las autoridades de inmigración y con la ayuda del servicio secreto, procediera desde luego al arresto de los conspiradores que se encontraban en esa población, y al mismo tiempo procedió por su cuenta a la captura de los revolucionarios de Ciudad Juárez.

El 19 de octubre fueron detenidos en El Paso Antonio I. Villarreal, Lauro Aguirre y José Cano, quienes quedaron incomunicados en las oficinas de Inmigración con el fin de ser pasados a México como reos del orden común, y en la noche de ese mismo día, víctimas de la emboscada que se les había preparado, fueron aprehendidos en Ciudad Juárez, Juan Sarabia, César Canales y Vicente de la Torre.

Sarabia, Canales y De la Torre se hallaban en el jardín ya mencionado madurando con algunos de sus correligionarios los planes para el ataque del día siguiente, cuando llegaron Castro y Reyes a informarles que ya habían logrado convencer a los demás jefes y oficiales. del batallón para que se pronunciaran en su favor, y que esa misma noche irían al jardín para ser presentados con ellos.

En efecto, poco después llegaron varios jefes y oficiales uniformados acompañados por un grupo de soldados y sargentos, así como por el mismo general De la Vega, a quien los revolucionarios no pudieron reconocer tanto por la oscuridad reinante, como por haber ido cubierto con un gran sombrero de charro; y mientras los judas Castro y Reyes hacían la pantomima de la presentación elogiando a los organizadores del movimiento, el general y los jefes y oficiales, sacando intempestivamente sus armas, les exigieron su inmediata rendición. Sorprendidos con esta actitud inesperada, Juan Sarabia y sus compañeros trataron, sin embargo, de oponer resistencia, pero la fuerza militar se impuso y fueron aprisionados por los soldados, que en medio de las mayores violencias¡ los amarraron con las manos en la espalda. La traición quedaba consumada, y los infortunados luchadores, que momentos antes habían concebido las más hermosas esperanzas de comenzar en el campo del combate el derrumbe de las injusticias del régimen dictatorial, se vieron reducidos a la impotencia y conducidos a los calabozos de la cárcel de Ciudad Juárez, donde quedaron incomunicados y bajo la estrecha vigilancia de numerosos centinelas de vista.

Cuando Ricardo Flores Magón supo de la suerte corrida por Aguirre, Cano y Villarreal en El Paso, quiso dirigirse a Ciudad Juárez para ponerla en conocimiento de Sarabia, Canales y De la Torre, y prevenirles el peligro en que se hallaban de ser también aprehendidos; pero no pudo hacer tal cosa, porque tras él andaba el detective americano alquilado por Creel a últimas fechas, y quien con la ayuda de otros dos polizontes a sus órdenes, pretendió arrestarlos en los momentos en que empezaba a cruzar el puente internacional. Flores Magón llevaba una bomba de dinamita en cada mano, y a esto se debió que no sólo no fuera detenido, sino que pudiera alejar a sus perseguidores, quienes en vista de su fracaso, resolvieron ir a la casa en que vivía Ricardo, que era donde se había establecido la oficina de la Junta, para efectuar un cateo creyendo encontrar, como efectivamente encontraron, algunos documentos comprometedores para muchas personas complicadás en el movimiento, y las que después fueron, perseguidas y no pocas encarceladas en distintos lugares de México y Estados Unidos.

Entre estas personas, cuya nómina es larguísima, se hallaban la señora María Félix Agüero, Refugio Villarreal y Reynaldo Garza, de Coahuila; José Pérez y Jesús Amador Morales, de Veracruz; Felipe Altamirano y el periodista coronel Jesús Cervantes, de Tamaulipas; el licenciado Roque Estrada, de Jalisco; Sebastián Ortiz, de Oaxaca; Bartolo Cuéllar, de Guanajuato; Manuel Rocha y Primitivo Aguilar, de Durango; Jesús Calva, de Puebla; el futuro general Eulalio Gutiérrez, de Zacatecas; Baltasar Rivera y Aniceto Campos, de Chihuahua; Ildefonso Martínez, de Arizona; Rómulo Carmona, de California; y Alejandro Guerra, Felipe Múzquiz, Manuel Garza Ríos, los periodistas Crescencio Villarreal Márquez, León Cárdenas Martínez y el valiente luchador Casimiro Regalado, del Estado de Texas.

Ricardo Flores Magón, temeroso de correr nuevos peligros, optó por emprender la retirada junto con el correligionario Modesto Díaz, yendo a acampar esa misma noche en uh punto de Texas llamado Isleta, de donde partió al día siguiente para la ciudad de Los Angeles, luego a San Francisco y Sacramento, para volver en seguida a Los Angeles, en donde a partir de julio de 1907 se dedicó a escribir para el periódico Revolución en compañía de Manuel Sarabia, Lázaro Gutiérrez de Lara, Práxedis G. Guerrero y Antonio I. Villarreal, ya que Regeneración había dejado de publicarse a raíz de los acontecimientos de Ciudad Juárez.


Nuevos partes de Creel.

Estando ya los principales revolucionarios reducidos a prisión, Creel se lo comunicó desde luego telegráficamente al general Díaz, y al día siguiente, 20 de octubre, le envió por la misma vía este otro mensaje:

Confirmo mi telegrama de anoche y tengo el honor de comunicar a Ud. que las personas complicadas en trabajos revolucionarios aprehendidas hasta estos momentos son: Juan Sarabia. César Canales, Antonio I. Villarreal, Lauro Aguirre, V. de la Torre y Cano.

De éstas, Aguirre, Villarreal y Cano están presos en El Paso, Texas; los demás en Ciudad Juárez. También aprehendí anoche, en Santa Bárbara, al comerciante Nemesio Tejeda, y en Parral, al Lic. Antonio Balboa. Próximo, hacer otras aprehensiones de sospechosos. Documentos recogidos en El Paso, Texas, acusan personas comprometidas en Uruapan, San Juan del Río y otros lugares. General Vega ha obrado con actividad e inteligencia, y jefe político de Juárez y su policía han prestado importantes servicios. También cónsul Mallén ha trabajado activamente. Le doy gran importancia a este golpe dado a criminales alta traición y el país entero vería con gusto que fueran castigados ejemplarmente. Es importante recomendar a cónsul Mallén que procure captura de periodistas Tovar y Bueno y Rafael Trejo quienes indudablemente están complicados. Si juzga Ud. conveniente pudieran traer a cárcel Chihuahua a criminales y que venga juez de distrito a juzgarlos para alejar escándalos de prensa de la frontera y peligro de fuga cárcel Juárez. Puede dar Ud. sus respetables órdenes y aquí ayudaré en cuanto me sea posible ...


Son trasladados a Chihuahua.

Para la medianoche del mismo 20 de octubre, muchos de los miembros del Partido Liberal que de modo más o menos importante habían tomado participación en el movimiento rebelde, habían sido ya también aprehendidos y encerrados en la cárcel de Ciudad Juárez, pero el general Díaz, considerando que lós más peligrosos de todos ellos eran sin duda Sarabia, Canales y De la Torre, ordenó al general De la Vega que junto con los papeles recogidos los remitiera, para ser juzgados, a la ciudad de Chihuahua.

En cumplimiento de esta disposición, en la mañana del 21, custodiados por una fuerte escolta y con grilletes en las manos, los tres luchadores fueron embarcados en un furgón del ferrocarril con rumbo a la capital del Estado, donde quedaron incomunicados en la cárcel Allende, y al día siguiente de su llegada, Creel puso un telegrama al Caudillo tanto para ponerlo en su conocimiento, como para manifestarle sus temores de que el juez de distrito, por escrúpulos exagerados de procedimientos jurídicos y por falta de carácter, pusiera en libertad a varios de los complicados que habían quedado en la cárcel de Ciudad Juárez; y que por tanto consideraba muy importante que ordenara que éstos fueran llevados inmediatamente a Chihuahua junto con el mismo juez, para que de acuerdo con instrucciones confidenciales que le diera, él pudiese conseguir que dicho funcionario obrara de la manera más conveniente.

El general Díaz contestó al gobernador con estos dos telegramas, en los que una vez más se puede ver cómo la dictadura se burlaba de la justicia, despreciaba las. garantías y ultrajaba los principios del derecho y de la ley para aplicarlos a su antojo contra sus opositores:

... Si el juez es abogado no creo necesario marcarle su deber, pero usted puede hacerlo amistosamente, pues son cosas que no se deben escribir ...

... Ya doy orden juez de distrito para que venga a Chihuahua con todos los presos y diga usted al juez que el caso es excepcional y que debe emplear la severidad que sea posible y quepa dentro de ja ley y en algunos casos preparar los procedimientos de modo que quepa ...

El mismo 22 de octubre, inmediatamente después de haber recibido las comunicaciones anteriores, Creel envió este nuevo telegrama al Dictador:

... Tuve el honor de recibir los dos mensajes de Ud., de hoy, y con mucho gusto serán cumplidas sus respetables órdenes. Sigo haciendo pesquisas en todos los distritos del Estado y es probable se hagan algunas aprehensiones más, pues quiero que este acontecimiento deje profunda y saludable huella en todo el Estado y que se vea que la justicia alcanza a todas partes. Además del alcaide cárcel pública, encargué custodia de los reos al mayor de la gendarmería del Estado ...

A lo que el Caudillo, de modo breve pero fulminante le contestó al día siguiente:

... Tiene usted razón. No sólo se necesita castigar el crimen, sino que cause Impresión ...


Nuevas aprehensiones.

En efecto, para que aquellos acontecimientos dejaran profunda y saludable huella en todo el Estado y para que se viera que la justicia alcanzaba a todas partes, el tirano de Chihuahua desencadenó en toda la extensión de su vasto territorio una persecución brutal y desenfrenada, y casi diariamente se hacían aprehensiones en distintos lugares del mismo de ciudadanos señalados como culpables o sospechosos, que eran conducidos hasta la cárcel de la capital del Estado después de haberlos hecho caminar a pie enormes distancias y amarrados codo con codo, según era la costumbre; siendo así que ya para fines del mismo mes de octubre habían sido capturadas más de un centenar de personas, entre las que figuraban, aparte de Nemesio Tejeda y del licenciado Balboa, Francisco Guevara, Guadalupe Lugo Espejo, Eduardo González, José Porras Alarcón, Elfego Lugo, Tomás Lizárraga Díaz, Miguel Estrada, Rafael Chávez, José Estrada Sáenz, Jesús Mánjuez, Heliodoro Olea, Cristóbal Serrano, Prisciliano Gaitán, Rafael Rembao, Jacobo Síos, Rafael Tejeda, Carlos Riquelme y Vicente Elizondo.


El juez de distrito llega a Chihuahua.

Como el número de liberales aprehendidos crecía cada vez más, era necesario que su proceso comenzara desde luego para evitar posibles complicaciones provocadas por ellos mismos al interponer recursos para su defensa. Esto lo comprendía demasiado el general Díaz, y por eso le había disgustado que el juez de distrito no hubiera cumplido la orden que él mismo le había dado de trasladarse a Chihuahua para iniciar el juicio, así como que hubiese manifestado ciertos escrúpulos por acomodarse a sus arbitrarias disposiciones; por lo que el día 24 envió a Creel un telegrama preguntándole que si por fin estaba resuelto ese juez o si sería necesario relevarlo antes de que causara daño, y con fecha 26 le dirigió otro mensaje recomendándole que cuando llegara dicho juez a Chihuahua, le dijera que comenzara a trabajar desde luego con actividad y energía, pues que ya había perdido mucho tiempo.

Por fin, el mismo 26 de octubre, por la noche, llegó a Chihuahua el tan esperado juez de distrito. El gobernador conferenció largamente con él, ponderándole la convenitmcia de ser inflexible con los reos de alta traición, que estaban en la cárcel; le enseñó además los telegramas del Presidente de la República, y el juez, que era un hombre bonachón de más de setenta años de edad llamado Benigno Frías y Camacho, al leer aquellas terribles sentencias de preparar los procedimientos de modo que cupieran dentro de la ley y de que no sólo se necesitaba castigar el crimen sino que causara impresión, comprendió que todos los preceptos legales salían sobrando en ese caso, puesto que se trataba de violarlos para que sirvieran de aliados de la injusticia.

Este juez, que al parecer era honorable, se encontraba frente a frente con poderosos intereses que por una parte lo empujaban a cumplir con sus deberes de hombre honrado, y que por la otra lo arrastraban para que sirviera de instrumento en la satisfacción de las venganzas de la Dictadura. Pero ... ¿cómo contrariar los deseos del Primer Magistrado de la Nación, incurrir en su desagrado, provocar sus iras y dar la nota discordante en la armonía de aquel régimen que le pagaba por sus servicios?

Una vez que Creel hubo conferenciado con don Benigno, al cual le había puesto las cosas muy claras y le había arrancado el compromiso de cumplir enérgicamente con sus deberes como juez, como mexicano y como empleado de la administración, se lo comunicó así telegráficamente a don Podirio el día 27, diciéndole además que con un auxiliar inteligente que se le pusiera al juez, todo marcharía bien en los asuntos del proceso que ya comenzaba a activarse con la llegada de dicho funcionario judicial.


Se nombra al auxiliar del juez.

El gobernador de Chihuahua, estando llena ya la cárcel de peligrosos criminales, como él apellidaba a los revolucionarios, y teniendo la seguridad de que los procesados principales eran personas inteligentes e ilustradas que sabrían defender los derechos que les asistían al haber intentado rebelarse contra la tiranía imperante, juzgó que era necesario que quien ayudara al anciano y vacilante juez, que ya tenía en sus garras, fuese un criminalista de grandes conocimientos y experiencia que por medio de hábiles maniobras pudiera sacar provecho de la situación, y así se lo hizo saber al Caudillo con este telegrama de fecha 30 de octubre:

... Conviene que persona que ayude al juez de distrito sea persona competente y que venga con carácter de visitador judicial o algún otro. Me agradaría el licenciado Jesús María Aguilar o algún otro criminalista de esa capital. El asunto es muy serio y conviene sea tratado por gente experta que saque provecho de la situación ...

Al recibir este mensaje, el general Díaz, sin fijarse en ellicenciado Aguilar propuesto por Creel, y que como se recordará fue el corrompido funcionario que condenó a la pena de muerte al inocente coronel Andrade, pensó desde luego que el indicado para el caso debía ser el licenciado Esteban Maqueo Castellanos, hombre de talento, paisano y amigo suyo que desempeñaba el cargo de Magistrado del Tribunal Primero de Circuito, por lo que lo mandó llamar a su presencia en Chapultepec, tanto para informarle ampliamente sobre los acontecimientoS! del norte como para decirle que deseaba que fuera a Chihuahua a asesorar al juez de Distrito en el proceso instruido contra los revolucionarios.

Una vez que el licenciado Castellanos se hubo retirado del Castillo esperando de un momento a otro la orden de partir, el Caudillo, ese mismo día, que era primero de noviembre, escribió personalmente una carta dirigida a su fiel e incondicional amigo, el déspota norteño, en que le presentaba al magistrado, y con la propia fecha le puso un telegrama dándole cuenta del nombramiento hecho y manifestándole que muy pronto dicho letrado marcharía a cumplir la misión encomendada.


La limpia en otros Estados.

Mientras tanto, el gobernador de Chihuahua, considerando que con las numerosas aprehensiones hechas había logrado limpiar de malos mexicanos su extenso territorio, y que para impedir el brote de nuevos intentos de rebelión sólo faltaba que se hiciera lo mismo en los demás Estados del país, telegrafió a Ramón Corral, vicepresidente de la República, secretario de Gobernación y director en jefe del tenebroso servicio de espionaje establecido en México y Estados Unidos, para que ordenara a los mandatarios de esas entidades que procedieran a la captura inmediata de los enemigos del régimen que se hallaran en todos los lugares de sus respectivas jurisdicciones, según una relación formulada al revisarse los documentos recogidos en El Paso.

De esta manera fue como a la lista de los prisioneros en Chihuahua se agregó, entre otros muchos, el nombre de Alejandro Bravo, jefe del movimiento revolucionario de Michoacán, capturado en Uruapan; y así fue como también fueron aprehendidos en Oaxaca, entre otros entusiastas y valerosos jóvenes liberales, Carlos Pérez Guerrero, Angel Barrios, Adolfo C. Gurrión, Miguel Maraver Aguilar, Gaspar Allende y Plutarco Gallegos, quienes fueron encerrados en la cárcel de Santa Catarina y más tarde enviados, los tres últimos, al Castillo de San Juan de Ulúa.


Una desastrosa situación.

Con motivo de la estrecha vigilancia y de las persecuciones que en todo el país ejercían las tropas federales la policía y los agentes del servicio secreto, todos los grupos liberales estaban inactivos o dispersos en espera de poder reorganizarse cuando pasara la agitación reinante, y en las cárceles de toda la República se encontraba una multitud de ciudadanos complicados en el frustrado movimiento revolucionario.

Los días pasaban en medio de esa desastrosa situación mientras que en Chihuahua se arreglaban los asuntos del juzgado de modo que los procedimientos empleados en el proceso cupieran dentro de la ley, según la célebre frase de Porfirio Díaz: se acumulaban cargos y más cargos contra los presos, y los delitos políticos por los cuales habían sido juzgados en un principio, tomaban los caracteres de delitos del orden común, en tanto que los luchadores continuaban rigurosamente incomunicados en los inmundos calabozos de la cárcel, sufriendo toda clase de vejaciones de la soldadesca encargada de su custodia.


El licenciado Castellanos marcha a Chihuahua.

Llegó por fin el 15 de noviembre, fecha en que Enrique Creel escribió una extensa carta al general Díaz informándole sobre el estado de la situación y encareciéndole la conveniencia de que el licenciado Castellanos marchara cuanto antes a Chihuahua para que el proceso terminara en el menor tiempo posible, pues muchos de los presos habían presentado demandas de amparo, y aunque él había ordenado que no se les diera entrada, era muy posible que el juez no obedeciera y que tuviese además algunas condescendencias con los procesados.

Entonces el Caudillo, comprendiendo la necesidad que había de atender tales indicaciones, en el 23 del mismo mes mandó llamar de nuevo al magistrado, a quien después de haberle enseñado la comunicación recibida y de darle muy amplias instrucciones confidenciales, le manifestó su deseo de que al día siguiente, llevando la carta de presentación mencionada, saliera para Chihuahua a desempeñar el encargo que amistosamente había puesto en sus manos.


Notas

(1) Para la confección de este capítulo, por considerarlo necesario y pertinente, he tomado casi textualmente algunos pasajes del Capítulo tercero de la segunda parte de mi libro La Vida Heroica de Práxedis G. Guerrero.

(2) Esto se debió a que Lauro Aguirre, aparte sus cualidades de luchador noble y generoso que había sacrificado gran parte de sus bienes en el fomento de la Revoludón y que era capaz de quitarse la camisa para darla a otro más necesitado, era un hombre de excesiva buena fe y hasta indiscreto al cómunicar sin las debidas precauciones, a cuantos acababa de conocer y que creía sus amigos, los asuntos secretos de la organización del movimiento revolücionario.

(3) Todas las comunicaciones cruzadas entre Creel y el general Díaz que aparecen en este capítulo, fueron dadas a conocer en El Demócrata en agosto y septiembre de 1924.

(4) Después de la caída de la Dictadura, Adolfo Jiménez Castro fue premiado por su hazaña con el grado de general de brigada, y Zeferino Reyes con el de capitán. Además, este último también fue recompensado con el jugoso cargo de Agente General de la Secretaría de la Economía Nacional en el Estado de Veracruz, con residencia en Jalapa.

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