Índice de Juan Sarabia, apostol y martir de la Revolución Mexicana de Eugenio Martinez NuñezCAPÍTULO IVCAPÍTULO VIBiblioteca Virtual Antorcha

Juan Sarabia, apostol y martir
de la
Revolución Mexicana

Eugenio Martinez Nuñez

CAPÍTULO QUINTO

Sus luchas en el Canadá


En Toronto.

Desde la ciudad de Toronto, Juan Sarabia y los Flores Magón se comunicaban continuamente con los compañeros que en San Luis Missouri se habían quedado al frente de Regeneración, y además de escribir sin descanso artículos para el periódico, contestaban multitud de cartas que por conducto de Villarreal recibían de los correligionarios, y redactaban la mayor parte de las comunicaciones de la Junta. Regeneración, a pesar de las persecuciones de que ellos eran objeto, continuaba circulando con regularidad en los Estados Unidos y en México, produciendo buenas cantidades de dinero, pero una parte de éste se guardaba para adquirir una nueva imprenta y la otra se gastaba en propaganda, que era mucha, pues la Junta expedía con frecuencia circulares, hojas sueltas y folletos para levantar el espíritu de rebeldía entre el pueblo mexicano que languidecía oprimido bajo la férula de la dictadura.

A los delegados que la Junta tenía en México se les enviaba más de la mitad de los veinticinco mil ejemplares que ya entonces se imprimían semanariamente del periódico para que los hicieran llegar a los lectores, correligionarios y amigos de la República. Entre éstos figuraban principalmente obreros, empleados, pequeños industriales, agricultores y comerciantes, profesionistas, estudiantes y aun militares de distintas graduaciones de todos los Estados fronterizos, así como de San Luis Potosí, Puebla, Tlaxcala, Michoacán, Oaxaca, Tabasco y Veracruz, que eran los lugares donde las clases populares, la media y la intelectual, estaban más preparadas para secundar un movimiento de rebelión contra el régimen porfirista.


El programa del Partido Liberal.

Desde que se constituyeron en Junta del Partido Liberal, los luchadores habían comenzado a organizar en México, con elementos proporcionados por los correligionarios, un movimiento armado contra la dictadura; pero como dicho movimiento carecía de una bandera en que se especificaran detalladamente los principios y los fines que lo inspiraban, a partir de enero de 1906 Juan Sarabia y los Flores Magón, apenas salidos de la cárcel de San Luis Missouri, empezaron a elaborar, con el concurso de Villarreal y demás miembros de la Junta, un programa con los postulados que debía regir tal movimiento y que justificara la sangre que se derramara en la contienda, si con ella se conquistaban grandes beneficios políticos, económicos y sociales para el pueblo que anhelaba justicia y libertad después de haber sufrido ultrajes y desprecios bajo un régimen que lo había oprimido durante cerca de treinta años de dictadura.

Al mismo tiempo que trabajaban en la elaboración del programa, que en realidad habían comenzado a planear desde 1903 cuando estaban presos en la cárcel de Belén, el 20 de febrero, estando aún en San Luis Missouri, expidieron una convocatoria en Regeneración invitando a los liberales radicados en México y Estados Unidos para que enviasen iniciativas a la Junta sobre puntos de beneficio social que estimaran debían ser incluidos en el documento; y al trasladarse los tres luchadores a Toronto el mes siguiente, una vez recibidas esas opiniones redactaron, siempre de acuerdo con sus compañeros, el programa en forma de proyecto y lo publicaron en el periódico para el estudio y discusión de los mismos liberales, que lo aprobaron con muy ligeras modificaciones.

Ya una vez aprobado el programa, en que se dedicaba atención especialísima a las necesidades fundamentales del país, como lo eran los problemas agrario, del trabajo y previsión social, la educación del pueblo, las efectivas libertades de la prensa, del municipio y del sufragio, la depuración de la justicia, la responsabilidad de funcionarios públicos, la protección a la raza indígena, etcétera, tanto los Flores Magón como Villarreal y demás compañeros de la Junta, resolvieron que fuese Juan Sarabia quien lo redactara en forma definitiva y que confeccionara un manifiesto explicando las razones en que se apoyaban todos y cada uno de los artículos del mismo programa; y una vez que Sarabia hubo concluido,su trabajo, la Junta promulgó el día primero de julio de 1906, en una edición especial de doscientos cincuenta mil ejemplares de Regeneración, el Programa del Partido Liberal y Manifiesto a la Nación, y con la propia fecha reprodujo tan importante documento en Un pliego de gran tamaño del que se imprimieron medio millón de ejemplares que circularon en el Sur de los Estados Unidos, en toda la República Mexicana, y en algunos países de Europa y América del Sur.


Un error de don Luis Cabrera.

Con todo lo dicho en el transcurso de estas páginas, se ha visto muy claramente que Juan Sarabia y demás precursores intelectuales del movimiento revolucionario tenían una fe profunda en un porvenir mejor para las masas oprimidas de México, puesto que desde el principio de la lucha habían concebido planes de ascedente importancia en materia política, económica y social en beneficio del mismo pueblo, hasta culminar con el mencionado programa expedido por la Junta del Partido Liberal, que en cada una de sus cláusulas responde a una necesidad ingente y avasalladora, y cuyo conjunto es la suma de las aspiraciones sanas de un pueblo cansado de la miseria y de la tiranía; así como que no combatían simplemente por el gusto de que el pueblo tuviera un nuevo gobernante que lo siguiera oprimiendo, sino por el advenimiento de un régimen liberal y progresista que le diera una existencia digna y decorosa de acuerdo con los principios de la libertad, de la civilización y la justicia.

Y sin embargo, el licenciado Luis Cabrera, hombre de gran talento y vasta ilustración que pretendía desconocer la brillante trayectoria ideológica de los precursores de la Revolución, y aun la existencia y por lo mismo la importancia de aquel trascendental y magnífico documento, en una conferencia sustentada en 1950 en el puerto de Veracruz expresaba, ante un selecto auditorio, conceptos como estos:

... Entre los precursores intelectuales de la Revolución de 1910, es costumbre listar a los escritores y periodistas que siempre se mantuvieron en actitud de oposición contra el gobierno del general Diaz, protestando contra su tiranía, aun en aquellos tiempos en que la autoridad de él era indiscutible y en que todo el país aceptaba espontáneamente su gobierno.

Estos no fueron, sin embargo, los precursores intelectuales de la Revolución. Miraban más bien al pasado, apuntando a la ilegalidad de origen y a los errores políticos del general Díaz, pero no predicaban una verdadera Revolución. Su mérito consistió en haber mantenido ardiendo el fuego del antirreeleccionismo, pero no contribuyeron a preparar la revolución económica y social que en seguida se desencadenó ...

Dice Santiago R. de la Vega que esto sólo puede cualquiera asegurarlo estando borracho de suficiencia, o por lo menos en actitud de asomarse a un piélago de altanería, como hubiera dicho el señor Amicis, por la redonda ventanilla de una copa.

En efecto, tales afirmaciones de Cabrera, considerado generalmente como un gran ideólogo de la Revolución, han hecho mucho daño al mérito y prestigio de los precursores entre los ignorantes, que las han tomado como un evangelio; pero la realidad de los hechos se impone por sí sola, y la terminante y caprichosa declaración del eminente abogado se nos antoja como un trompetazo extravagante y como un verdadero bofetón a la justicia y a la verdad histórica.


Otra necesaria rectificación.

Antes de continuar este relato, juzgo necesario abrir aquí un paréntesis con el objeto de decir algunas palabras acerca de los autores y sobre el absoluto impersonalismo que tuvo el histórico Programa del Partido Liberal, que sin la menor duda es el documento de mayor trascendencia de cuantos fueron expedidos por los distintos bandos en la época revolucionaria, así como del solemne juramento que empeñaron los miembros de la Junta por sostenerlo hasta conseguir su completa implantación en la República Mexicana.

Hasta la fecha, todos los que han hablado o escrito sobre la historia de la Revolución, al tratar de este documento lo califican de Programa Magonista, de Ideario del Magonismo o bien de Programa de los hermanos Flores Magón, etcétera, creando con ello, como efectivamente lo han creado a fuerza de repetirlo durante largos años, un ambiente despreciativo en que se coloca en segundo o tercer término a los demás miembros de la Junta, o se les excluye definitivamente de las diversas y más o menos importantes participaciones que tuvieron alrededor del mismo Programa del Partido Liberal.

El Programa del Partido Liberal no es el resultado de las ideas y de las opiniones de unas cuantas personas, sino de muchos ciudadanos que fueron convocados para que expusieran las necesidades, los problemas, los conflictos y las aspiraciones de los obreros, de los empleados, de los profesionistas, de los militares, de los mineros y de los trabajadores del campo que radicaban en sus respectivas poblaciones, ciudades o rancherías. Los capítulos principales del programa, o sean el obrero y el agrario, el de la educación y de la previsión social, de las libertades de prensa, municipio y del sufragio, habían sido ya tratados desde 1901 y 1902 en las agrupaciones liberales de San Luis Potosí, así como el de la cuestión religiosa y de los abusos del clero, que había reforzado notablemente Antonio Díaz Soto y Gama en un formidable y enjuiciador discurso que pronunció en Pinos, Zacatecas, en julio de 1901.

Al recibir la Junta del Partido Liberal las opiniones y las propuestas de todos los correligionarios de la Repúlica y Estados Unidos, procedió a trazar el Programa, en que todos los miembros de la misma Junta colaboraron en la medida de sus capacidades, habiendo sido el mérito de Juan Sarabia en esta importante cuestión, haber dado forma definitiva al propio documento, y redactar por entero la admirable y enjundiosa exposición que lo precede o sea su Manifiesto, así como la proclama final en que en términos vibrantes que entusiasman y conmueven, excita la dignidad y el patriotismo del pueblo mexicano para sostenerlo y conducirlo a la victoria aun a costa de los mayores sacrificios.

Por otra parte, el Programa del Partido Liberal no era ni podía haber sido un Programa Magonista, puesto que en él no se trataba de defender los intereses personales ni de propagar las ideas exclusivas de los Flores Magón, así como tampoco era ni podía haber sido un Programa Sarabista, Villarrealista o Riverista por las mismas razones del caso anterior: era simple y sencillamente el Programa del Partido Liberal, porque era la expresión de todos los principios, de todos los ideales, de todos los problemas y de todas las aspiraciones del gran conglomerado humano que integraba el Partido Liberal.

También es necesario aclarar un hecho que deben tener presente todos los historiadores de la Revolución, y es que la Junta qne promulgó el Programa no estaba presidida o dirigida por los Flores Magón como se ha dicho ya por costumbre en múltiples ocasiones, puesto que esa Junta sólo estaba presidida por Ricardo Flores Magón y Juan Sarabia, que eran su presidente y su vicepresidente, respectivamente; ya que el otro Flores Magón que en ella figuraba, o sea Enrique, únicamente era su tesorero, debido a que su capacidad intelectual, muy inferior a la de Ricardo, Juan Sarabia y Villarreal, no le había permitido desempeñar hasta entonces sino cargos de segunda categoría en las agrupaciones y periódicos establecidos por el Partido Liberal.

Y por lo que se refiere al juramento de referencia, debo decir que, en efecto, al promulgar el programa, todos los miembros de la Junta concertaron un Pacto de Honor por medio del cual se comprometían solemnemente a luchar en todo tiempo y por cuantos medios les fuera posible por su implantación en la República, y que si alguno de ellos faltaba a su palabra, debería ser marcado con el estigma de traidor. Es de sobra conocido que los Flores Magón y Rivera despreciaron posteriormente el programa al abrazar el anarquismo, y es curioso observar que ellos, que no respetaron el solemne pacto, juzgaron como tránsfugas, judas y traidores a Juan Sarabia y Antonio I. Villarreal por haber permanecido fieles a su compromiso y a sus convicciones liberales.


Juan Sarabia y los Flores Magón son perseguidos en Canadá.

Inmediatamente después de la expedición del Programa, Juan Sarabia y los Flores Magón comenzaron a ser perseguidos en Toronto por unos agentes del servicio de espionaje que tras ellos habían sido enviados de San Luis Missouri por la casa Pinkerton, en vista de que el gobierno mexicano ofrecía un premio de veinte mil dólares por la captura de Ricardo, de otros tantos por la de Juan y de diez mil por la de Enrique.

Después de haberse salvado de caer en una emboscada que éste pudo descubrir casualmente, los tres luchadores, dejando a la mamá de Sarabia y a la amante del primero al cuidado de una familia irlandesa que les profesaba gran afecto por la campaña que tenían emprendida en beneficio del pueblo oprimido de su país, salieron secretamente de dicha ciudad y marcharon a la de Montreal, de la Provincia de Quebec; pero poco después de haber llegado a esta población donde sufrieron grandes privaciones y trabajaron con redoblada tenacidad en la organización del movimiento revolucionario, se enteraron de que hasta allí los habían seguido los polizontes, por lo que desde luego y con todo género de precauciones regresaron a Toronto con la esperanza de haber despistado a sus perseguidores.


Juan y Ricardo marchan a la frontera mexicana.

Al encontrarse de nuevo en Toronto ocultaron hasta donde era posible su identidad. Alquilaron una vivienda en un barrio lejano de aquel en que antes habían vivido, se cambiaron de nombres, dijeron ser italianos, se pusieron blusas y pantalones de mezclilla, y prácticamente en la miseria como estaban por los gastos hechos en su largo peregrinaje acosados sin tregua por los esbirros del despotismo, para satisfacer sus más indispensables necesidades se vieron obligados a desempeñar el humilde oficio de peones de albañil. Trabajando en esa forma y sujetándose a una vida rodeada de abstinencias, comenzaron a reunir algunos fondos con el propósito de marchar cuanto antes a la frontera mexicana para establecer en El Paso la Junta del Partido Liberal y ponerse al frente delos grupos armados que tanto en Texas como en Chihuahua y otros muchos Estados de la República estaban ya preparados para lanzarse a la Revolución.

Pero a pesar de las precauciones que habían tomado, el 30 de agosto supieron por conducto de un empleado del consulado mexicano, que era amigo suyo, que en dicha oficina se estaba preparando una nueva celada para capturarlos en su mismo domicilio. Por esta razón, y en virtud de que únicamente contaban con trescientos cincuenta dólares, que era el importe de dos pasajes por ferrocarril hasta El Paso, Texas, esa misma noche salieron disfrazados con rumbo a esta ciudad Juan Sarabia y Riéardo Flores Magón, llevando los principales documentos de la Junta.

Inmediatamente después de haber abandonado la casa llegaron los policías en su busca, y al ver que ya habían escapado, se conformaron con revolver los cajones de los muebles para apoderarse de cuantos papeles pudieran encontrar.

En Toronto se quedaron la mamá de Juan, la amante de Ricardo y Enrique¡ Flores Magón, las primeras en la casa de la familia irlandesa, donde permanecieron una temporada para después regresar a San Luis Missouri, y el último trabajando en el mismo oficio de albañil con la idea de hacerse del dinero necesario para reunirse con sus dos compañeros; pero por diversas circunstancias pronto cambió de opinión, ya que en lugar de hacer tal cosa, prefirió irse, no a A]aska como él ha asegurado, sino a Nueva York, en cuya ciudad se dedicó a¡ desempeñar por algún tiempo el empleo de electricista en el edificio de la Compañía Singer, para en seguida marchar en octubre de 1907 a Los Angeles, California, donde por espacio de largos ocho meses se ocultó en el domicilio del correligionario Rómulo Carmona, colaborando de vez en cuando desde su escondite en el periódico Revolución que en dicha ciudad se publicaba bajo la responsabilidad de Manuel Sarabia.

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