Índice de Mi historia militar y política 1810-1874 de Antonio López de Santa AnnaCapítulo XXCapítulo XXIIBiblioteca Virtual Antorcha

MI HISTORIA MILITAR Y POLÍTICA
1810-1874

Antonio López de Santa Anna

CAPÍTULO XXI

BÁEZ Y MAZUERA INTENTAN OTROS ROBOS


En la navegación, Báez, para inspirarme confianza, me comunicó que pertenecía al comercio de New York, y que en Elizabeth Port poseía hermosa casa donde quería que yo posara, pues le sería satisfactorio que la habitara por algunos días.

Ofrecimiento tan expresivo lo creí sincero y acepté el alojamiento. Al día siguiente de nuestra llegada a Elizabeth Port, cuando Báez aún me inspiraba confianza, le entregué diez mil pesos en oro para que me los cambiara por papel y poder así aprovechar el beneficio que el papel produce en los gastos menores; pero la vista del oro le preocupó tanto que, quitándose la careta, se apropió toda la suma. Para cubrir el robo parecióle suficiente disculpa alegar que gastaba en la mesa que me ponía cien pesos diarios ... Confieso que en aquel momento me ruboricé de haber vivido bajo un techo con un judío semejante. En final resultado consentí por exceso de delicadeza, en que se quedara con cinco mil pesos en papel, cantidad demasiadamente suficiente a compensar los gastos de tres semanas de su ofrecido hospedaje.

He expresado que Mazuera no me veía y que atribuía esa falta a temor o vergüenza; mas en esto me equivocaba completamente. Él acechaba cuidadoso mis acciones, y notando que no se le perseguía continuó con más brío en la tarea de robarme cuanto pudiera. Audaz y fecundo en maldades, inventó la compra de fusiles por mi cuenta en cantidad de cien mil pesos, cuya intentona llegó a formalizarse al grado que se intimara de pago por una casa de comercio confabulada con el atrevido autor de esa deuda. Acometido así, fue indispensable tomar la ofensiva. Otorgué poder al abogado Dely para que ocurriera a un tribunal de justicia y en mi defensa promoviera cuanto a mi razón y derecho hubiera lugar. Mazuera, viéndose acusado criminalmente y en prisión, se intimidó extraordinariamente y confesó que no existía tal compra de fusiles y que todo había sido una broma. Los procedimientos cesaron y Mazuera quedó en libertad, exhibiendo los papeles de que se valió para aparecer mi agente confidencial. En la cesación de los procedimientos convine, porque el abogado Dely cobraba por sus honorarios la enorme suma de treinta mil pesos oro.

Pero Mazuera, que se había burlado de la justicia de los hombres, no se burló (como no se burla nadie) de la Justicia Divina: él tuvo la temprana del gran criminal. En el mes de febrero de 1869 su fatal destino lo llevó a la ciudad de Mérida, de Yucatán, donde mezclado o no en una conspiración armada, resultó fusilado entre los que sufrieron esa pena. Cual fue su vida, fue su muerte.

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