Índice de El programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 y sus antecedentes Recopilación y notas, Chantal López y Omar CortésArtículo anteriorEscrito siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

CIRCULAR

No es la primera vez que esta Junta tiene la honra de dirigirse a la prensa nacional independiente, animada por el ardiente propósito de coadyuvar a que se establezcan entre los miembros del oprimido periodismo, lazos de unión y solidaridad que los fortalezcan y los alienten para llevar a cabo la alta misión redentora que corresponda a la prensa honrada desempeñar en países como el nuestro y en tiempos aciagos como los que corren. Consideramos que para la realización de tan benéfico ideal no sobra ningún esfuerzo; por eso reiteramos los nuestros, abrigando, por otra parte, la seguridad de que no serán despreciados ni desatendidos por los que conozcan la excelsa significación del periodismo y comprendan lo que puede pesar en la generación de nuestro pueblo la labor de una prensa vigorosa y bien orientada, potente para resistir las persecuciones con que se pretende someterla al silencio y a la inacción.

Hoy la prensa es débil: no hay ciudadano que no lo vea ni periodista que no lo asiente. El escritor público, aislado, abandonado, visto con indiferencia hasta por sus mismos colegas, está completamente a merced de las arbitrariedades del poder, y nunca podrá tener la seguridad de vivir tranquilo, a menos que se resuelva a renunciar a todos los más nobles atributos de su profesión y a ser un paria sin opiniones ni ideales, en vez de un paladín de virtudes y un fustigador de crímenes. Tal es el dilema: o el periodista cumple su noble misión, ilustra al pueblo, lucha por la justicia y combate la maldad donde quiera que se encuentre, y entonces tiene que sufrir las vejaciones del crimen encumbrado; o acepta la paz que el poder implacable sólo concede a los sometidos, y entonces tiene que traicionar su misión de enseñanza y de lucha, encubriendo todo engaño y callando ante todo abuso. A esta situación ha llegado la prensa, porque nunca ha puesto una resistencia seria al poder que pretende desmembrarla; y si no ha opuesto esa resistencia salvadora es porque no ha conocido esa gran clave de todas las fuerzas: la unión. Cada uno de nuestros periodistas está aislado; no presta apoyo a la colectividad ni lo recibe de ella; por eso los miembros de nuestra prensa, en conjunto hoy particular, presentan tan doloroso espectáculo de debilidad, y por eso la tiranía se ceba en ellos con tanto desenfreno, con tanta frecuencia y con tanta facilidad. Cada vez que la garra de la arbitrariedad se tiende sobre un periodista, lo encuentra solo; lo aplasta sencillamente; coge a otro que está tan solo como el primero, y lo aplasta con la misma sencillez, y sigue cogiendo y aplastando a cuantos quiere, porque todos están aislados, desamparados, indefensos; porque todos carecen de un apoyo que los sostenga; porque la colectividad a que pertenecen -ese poderoso ariete que se llama prensa-, no levanta la voz como un solo hombre para protestar contra los atentados y fustigar las injusticias de que son víctimas sus miembros.

Dadas las condiciones de nuestro país en la época actual, casi no habrá periodista que no haya sufrido alguna persecución y que no haya sentido entonces en torno suyo ese triste vicio de que hablamos y que no tiene otra causa que la falta de solidaridad reinante entre los que son, precisamente, los más necesitados de unión y de apoyo mutuo. Si el periodista gozara de amplias libertades y pudiera cumplir, sin ningún peligro, los deberes de su difícil apostolado; si su profesión le acarreara prosperidad y no sinsabores, deleites y no peligros, en buena hora que no se preocupara por los beneficios de la unión; pero cuando sucede todo lo contrario, cuando el periodista, si es honrado, sólo tiene en perspectiva cárceles y penalidades, debe y necesita preocuparse por buscar un apoyo, por levantar una barrera entre él y sus poderosos enemigos, por dejar de ser la arena que barren todos los vendavales y convertirse en el componente de un conjunto firme y sólido que pueda resistir sin doblegarse los más fuertes embates.

Para que la prensa mexicana llegue a ocupar el puesto a que está llamada, para que cumpla la excelsa misión de luz y de justicia que de ella reclaman las tristes circunstancias de la patria, para que sea la prensa vigorosa e invencible que se impone a los tiranos y redime a los pueblos, es preciso, ante todo, que la solidaridad una estrechamente a todos los periodistas con sus hermosos y potentes lazos. Decimos periodistas; no asalariados del poder que son indignos de tan noble título, no mercenarios de la pluma, cuyo contacto los hombres honrados deben rechazar con repugnancia. Cuando la solidaridad sea perfecta entre los periodistas de México, la prensa nacional será entre nosotros, como en otros pueblos más dichosos y libres, el cuarto poder que las democracias anhelan y las tiranías persiguen, porque no es, en realidad, sino el freno de los otros poderes.

Anhelando llegar a esa perfección, demos ahora el primer paso en el camino de la solidaridad. No nos será difícil. No se necesitan para ello acuerdos ni reglamentaciones: sobra con buena voluntad, despojada de todo egoísmo. No es preciso decretar la solidaridad: basta con ejercitarla.

En distintas cárceles de la República hay en la actualidad periodistas presos arbitrariamente, que hasta hoy han esperado en vano de sus colegas un acto de fraternidad, que se encuentran desamparados, y que sienten sin duda con amargura en torno suyo ese negro vacío de la indiferencia general que por tanto tiempo ha sido el único premio para los que caen tras una lucha llena de abnegaciones y sacrificios. Los indomables periodistas Tomás Pérez Ponce y Carlos P. Escoffié Z., por clamar contra la esclavitud que existe en Yucatán para los jornaleros, llevan ya cerca de año y medio en la penitenciaría de Mérida, no obstante que el delito de que se les acusa sólo está penado con un año de prisión como máximo; el señor José A. Badillo, igualmente defensor de los esclavos del henequén, tiene cerca de un año en la misma penitenciaría; el abnegado luchador, señor Prof. Adolfo C. Gurrión, que no hace mucho fue víctima de graves atropellos, nuevamente se encuentra preso en la cárcel de Oaxaca, por sostener el democrático principio de la no reelección, y el perseverante e indomable paladín de los derechos del pueblo, D. Paulino Martínez, sufre una vez más en la cárcel de la capital de la República, las consecuencias de combatir el despotismo.

Es deber de la prensa honrada defender a estos periodistas, dar a conocer al público la situación en que se encuentran y excitar a los patriotas a que les proporcionen los auxilios que necesitan. Estos escritores son pobres porque son honrados; tienen familias que sostener, y no pueden hacerlo porque la prisión que sufren los priva de recursos, al privarlos de libertad para trabajar. El Padre Clarencio del señor Escoffié, Verdad y Justicia de los señores Pérez Ponce y Vadillo y La Senecracia del señor Gurrión han tenido que suspender su publicación como resultado del encarcelamiento de sus redactores; sólo el señor Martínez, cuya prisión es la más reciente, ha continuado publicando La Voz de Juárez, pero no podrá hacerlo mucho tiempo si sus correligionarios no lo ayudan eficazmente. ¿Es justo que cinco periodistas perseguidos sólo por defender la razón y la justicia, permanezcan desamparados en su infortunio, abandonados hasta por sus colegas, hasta por sus compañeros en la noble y penosa labor del periodismo independiente?

Esta es la ocasión de que la prensa comience a hacer efectiva la solidaridad que debe reinar entre sus miembros. ¡Qué los luchadores citados encuentren hoy la defensa y el auxilio que merecen y que en lo sucesivo, cada vez que un periodista sufra un atropello, la prensa toda proteste contra la injusticia y procure a la víctima el apoyo moral y material que debe otorgarse a los que sufren por el bien común!

Si cada periodista graba en su corazón este propósito y si todos se proponen cumplirlo, la solidaridad será un hecho, y dará a nuestra débil y oprimida prensa el vigor y la dignidad que necesita para ser estimada por el pueblo y respetada por el poder.

Señor director: hacemos un llamamiento lo mismo a su inteligencia que a su corazón; lo mismo a sus intereses de periodista que a sus sentimientos de hombre, para que se sirva tomar en cuenta las ideas que dejamos expresadas, para que contribuya a la realización de la solidaridad entre la prensa y para que, por ahora, defienda y ayude a los cinco periodistas que hemos mencionado, protestando contra la injusticia que sufre, por una parte, y por otra, excitando al público liberal a que los auxilie de la mejor manera posible.

Al efecto manifestamos a usted que lo que se dirija a los señores Escoffié, Pérez Ponce y VadiUo, debe ir a cargo del Sr. Lic. Tirso Pérez Ponce, calle 62, No. 449, Mérida. Yucatán. Lo que se destine al Sr. Gurrión, se le debe dirigir a Reforma No. 14, Oaxaca, Oax. Y lo que se mande al Sr. Martínez, debe llevar la dirección de Espalda de San Juan de Dios, No. 1 y medio, México, D. F.

Si como lo esperamos dispensa usted buena acogida a nuestras proposiciones, mucho le estimaremos se sirva dar cabida a la presente en las columnas de su ilustrada publicación, por lo cual le anticipamos nuestro reconocimiento en nombre de la causa de unión y fraternidad que perseguimos.

REFORMA, LIBERTAD Y JUSTICIA.

St. Louis, Mo., 26 de mayo de 1906.

Por la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano.

Presidente, Ricardo FLores Magón.

Secretario, Antonio I. Villarreal.

(De Regeneración, No. 9 del 1° de junio de 1906).

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