Índice de Lecciones de historia patria de Guillermo PrietoPRIMERA PARTE - Lección IIIPRIMERA PARTE - Lección VBiblioteca Virtual Antorcha

LECCIONES DE HISTORIA PATRIA

Guillermo Prieto

PRIMERA PARTE

Lección IV

Tortura Y muerte de Chimalpopoca. Itzcóatl (Serpiente con Navajas), cuarto Rey. Órdenes tiránicas de Maxtlaton. Moctezuma Ilhuicamina. Sabiduría de Izcoatl. Sus inteligencias con Nezahualcóyotl, sus trabajos. Gran batalla cerca de Azcapotzalco. Muerte de Maxtlaton, destrucción del Reino tepaneca.


En posesión Maxtlaton del trono, derrama por torrentes las injurias contra Chimalpopoca; envíale primero un traje de mujer, como obsequio, explicándole la significación afrentosa del regalo, después, con ardides se apodera de una de las mujeres a quien más amaba aquél, y la llevo a Azcapotzalco, donde consumó la ofensa.

Chimalpopoca para poner término a tanta y tan repetida afrenta, resuelve sacrificarse a Huitzilopochtli; pero sabido por Maxtlaton, viendo que así se sustraía a su venganza, le aprehendió, le mandó llevar preso, le encerró en una jaula de madera, donde le sujetó a la tortura de la sed y del hambre; y para libertarse el Rey se ahorcó con su propio maxtli o cinturón.

Chimalpopoca murió en 1427, durando en el poder diez años.

En su tiempo se trasladaron a México dos grandes piedras, una para los sacrificios ordinarios y otra para los gladiatorios; también en su época dieron los mexicanos a los chalcas una batalla naval, echándoles a pique algunas canoas.

En medio de sus triunfos y su tiranía bárbara, Maxtlaton vivía inquieto por el ruido que hacía el nombre de Nezahualcóyotl, quien sabiendo se le espiaba y se le mandaba llamar para matarle, despreciando los agüeros y los temores de sus súbditos, por un movimiento de increíble audacia se presentó al tirano, le arengó con su acostumbrada elocuencia, y Maxtlaton a pesar de sus propósitos, le dejó partir libre, no sin arrepentirse a poco de su generosidad.

En el mismo año de 1427 subió Itzcóatl (Serpiente con Navajas) al trono: era hermano de Chimalpopoca e hijo de una esclava de su padre Acamapitzin.

Determinóse su nombramiento de la manera siguiente:

A la muerte de Chimalpopoca, Maxtlaton tenía resuelto que no eligiesen nuevo Rey los mexicanos, sino que los gobernasen senores enviados de Azcapotzalco.

Aunque era conocido de los mexicanos tal antecedente, reunióse el consejo y se trató del nombramiento del Rey. Los ancianos vacilaron; algunos de ellos expresaron razones de prudencia, temerosos de despertar el enojo de Maxtlaton; pero Itzcóatl, jefe de las armas, y la juventud belicosa, opinaron por no renunciar a sus derechos y libertades sino con la vida, y prevaleció tal dictamen en medio del general entusiasmo.

Apenas se hizo la elección, cuando lo supo Maxtlaton, y por sus mandatos se pusieron guardias en todas las fronteras del Reino tepaneca, con órdenes terminantes de que diesen la muerte al mexicano que se atreviese a pasarlas.

El consejo mexicano discurría entretanto sobre el modo de dar cuenta a Maxtlaton del nombramiento del nuevo Rey, para no provocar por su parte su enojo. Detúvose la deliberación, porque se comprendían los riesgos de la embajada, pero hizo cesar toda vacilación un joven de poco más de veinte años, gallardo y arrojado, que tenía por nombre Moctezuma Ilhuicamina (Flechador del Cielo), y quien se ofreció a ser el mensajero de la nueva.

Aplaudióse su resolución y partió el embajador; llegó a la frontera de Azcapotzalco, y fue detenido y amenazado: mostró su firme intento de ver a Maxtlaton, y se le presentó al fin haciéndole conocer la resolución de los mexicanos, con tal discreción y entereza, que el Rey le dejó volver libre, no sin advertirle que su consejo había determinado que los mexicanos no eligiesen Reyes, y que en caso de hacerlo entraría con sus tropas en México para reducirlos a obediencia.

Volvió, no sin pasar por grandes peligros, Moctezuma a México, participó a la corte lo ocurrido, y se renovaron las disensiones entre los ancianos y los jóvenes sobre el partido que se debería tomar.

Una vez unánime hizo prorrumpir a la juventud, que encabezaba Itzcóatl, en las santas palabras de libertad, independencia o muerte; y los ancianos, desechando todo temor, y orgullosos con el brío de los jóvenes, decretaron que se premiase el mérito de los que más se distinguieran en la guerra, de suerte que el plebeyo se inscribiera entre los nobles, al noble se le haría Tecuchtli, y al que no fuese se le elevaría a otras dignidades y honores.

Concedió a los vencedores la facultad de tener esclavos tributarios y mujeres.

Los plebeyos ofrecieron a los nobles, si salían victoriosos, ser sus tributarios, labrar sus tierras, fabricar sus casas, y llevarles, siempre que salieran a campaña, sus armas y equipajes.

Resuelta la guerra, y determinado Moctezuma a llevar a Maxtlaton la declaración, fue llamado por su Rey Itzcóatl, quien le dio para su enemigo un penacho de ricas plumas, una rodela y una flecha y además una untura compuesta de tierra blanca y aceite, en que se ungían el cuerpo los que salían a campaña; todos estos presentes eran más bien la explicación de que se declaraba de un modo franco y leal la guerra, rechazando toda oscuridad y alevosía.

Moctezuma iba muy lujosamente vestido; atravesó la barrera del Reino tepaneca, llegó al Rey, hizo presente su embajada y puso en sus manos los regalos de Itzcóatl, diciéndole, entre otras cosas, que su Rey decía que, aunque lleno de sentimiento, tomaba las armas; le era imposible abandonar a sus súbditos, deshonrar la corona que el pueblo había colocado en sus sienes: que aceptase aquellos presentes que tenían por objeto darle a entender que los mexicanos no le querían combatir a traición ni cuando estuviese desprevenido.

Atónito escuchó el tirano el razonamiento del joven, y reprimiendo su enojo y dominado por la galantería y valor del mensajero, le dijo que no le quitaría la vida, pero que se cuidara al tocar las fronteras, porque había orden de su consejo para darle muerte.

Moctezuma salió de palacio y atravesó las fronteras, no sin valerse de la astucia primero, y después luchando cuerpo a cuerpo contra numerosos enemigos.

A la vuelta de Moctezuma, se hicieron, con la mayor actividad, los preparativos de guerra.

Los tlatelolcas eligieron por Rey a Cuauhtlatoa, también con desagrado de Maxtlaton, aunque le consideraba menos temible que a Itzcóatl, no obstante, el peligro común determinó la alianza de tlatelolcas y mexicanos, que tan provechosa fue entonces para ambos pueblos.

Los tepanecas, removiendo numerosas fuerzas, pusieron cerco a México y lo comprimieron como con un dogal, habiendo combates parciales muy reñidos.

Entretanto, Nezahualcóyotl continuaba perseguido por los de Maxtlaton, eludiendo sus iras con suma destreza, entrando en pláticas con sus súbditos influyentes y preparando elementos que a una señal suya se pusiesen en acción.

Y se ocultaba bajo de un montón de plantas y chiam, y las mujeres que lo custodiaban engañaban a sus perseguidores; ya se ofrecía un labrador amigo del Reino y que se le semejaba mucho, a concurrir en su lugar a un sitio peligroso, donde le asesinaron. Engañados llevaron su cabeza al Rey, y después se presentó Nezahualcóyotl haciendo patente el crimen de Maxtlaton y Confundiendo a sus enemigos; ya desaparecía en un banquete, entre el humo del incienso que allí se quemaba, estando presentes los agentes de Maxtlaton.

La elocuencia, la astucia, el valor y la gentileza de Nezahualcóyotl, tenían apasionados por él a sus súbditos y le aseguraban la serie de victorias que al fin tuvo.

En tales circunstancias, se instaló cerca de Tlaxcala con cuyos habitantes hizo las paces, se rodeó de sus más valerosos capitanes, y emprendió la campaña para conquistar su trono.

Salió Nezahualcóyotl de Tlaxcala, penetró en Otompan, haciendo destrozos, ocupó Cuautitlán, y preparó su entrada en Texcoco.

A la noticia de sus victorias llegaron mensajeros de Huetzozomo, Chololan, Zacatlán y otros pueblos, ofreciéndole sus auxilios contra Maxtlaton.

En Calpulalpan concentró Nezahualcóyotl sus fuerzas para entrar en Texcoco, como entró en efecto, recobrando el trono de sus padres, y siendo clemente con los vencidos.

Ocupábase Nezahualcóyotl en dar disposiciones para la reorganización del gobierno, cuando recibó embajada de Itzcóatl, haciéndole presente el trance en que se encontraba y pidiéndole auxilio.

Moctezuma Ilhuicamina fue el mensajero, quien aprehendido por los chalquenses fue recibido por Nezahualcóyotl, quien le dispensó mil atenciones, y ofreció a Itzcóatl, un pronto socorro.

Los mexicanos, al saber el resultado de las gestiones de Moctezuma, cobraron aliento y redoblaron sus esfuerzos contra los tepanecas que habían diezmado sus fuerzas y los tenían reducidos a la última extremidad.

Nezahualcóyotl, pues, realizó sus ofertas a los mexicanos ordenando un plan de campaña que consistía en que Moctezuma atacase a los tepanecas por el lado de Tacuba, dejando el centro de las operaciones en México, y encargándose él mismo del flanco del Tepeyac y lugares circunvecinos, con numerosas fuerzas.

Trabóse la batalla en las costas de Azcapotzalco: después de estar mucho tiempo indecisa la lucha, en lo más encarnizado de la refriega se presentó Mázatl, general de las fuerzas de Maxtlaton; arrogante, con su penacho de plumas, rodela deslumbradora, sus placas de oro cubriéndole las piernas, en medio de un numerosísimo refuerzo. Los mexicanos, arrollados casi por aquel torrente, perdieron las posiciones ventajosas que habían conquistado; repléganse muchos, óyense voces que imploran clemencia, mientras otros perecen a centenares mostrando heroico ardimiento.

Impusose Nezahualcóyotl de lo que pasaba, y acude al lugar del peligro, echando en cara a los soldados semivencidos su cobardía. A la vez, como torrente y con el ímpetu del huracán que aniquila cuanto se le presenta, acude Moctezuma; renuévase el combate, los tepanecas resisten con desesperación; los mexicanos recobran las posiciones perdidas y avanzan ganando trincheras y fosos, hasta que sobrevino la noche cuando tocaban la formidable muralla que estaba antes de Azcapotzalco.

En suspenso las hostilidades durante la noche, deliberaron los jefes aliados sobre el partido que deberían tomar, y resolvieron sitiar la fortaleza para impedir a los que la guarnecían todo socorro, menudeando los asaltos según les pareciese conveniente.

Dividióse aquella sección del ejército en cuatro grandes trozos, de los cuales mandaban el del oriente de Azcapotzalco los Reyes de México y Tlatelolco, con sus fuerzas de tierra y sus canoas. Al norte se colocó el infante Tlacachtzin. Moctezuma mandó por el rumbo sur o sea Tacuba. Nezahualcóyotl se reservó el rumbo del poniente, que era donde existían los mayores peligros.

Ciento catorce días duró este tremendo sitio en cuyo tiempo se renovaron las escenas más sangrientas. Por último, Mázatl resolvió aventurar una acción general: dio parte a todos sus aliados, agotaron todos sus esfuerzos, y el día fijado salieron de Azcapotzalco millares de hombres, que embistieron contra los mexicanos, generalizándose la terrible acción entre agudos alaridos, el horrísono son de caracoles y trompetas, y el estruendo de la muchedumbre que rugía de furor. En lo más encarnizado de la pelea, Moctezuma busca a Mázatl para provocarle a personal combate, encuentra a su enemigo, lucha cuerpo a cuerpo, con asombrosa bravura; la gente que rodea a los caudillos deja de combatir, y asiste atónita al terrible espectáculo. La lucha se prolonga, pero Moctezuma hace un esfuerzo supremo, descarga al fin su tremenda maza sobre Mázatl, quien vacila y cae a los pies de su enemigo, el que grita, secundado por su ejército: ¡Victoria! ¡Victoria!

La noticia de la muerte de Mázatl es la señal de la derrota; desordenados, atropellándose, sobrecogidos de terror, penetran en Azcapotzalco los vencidos.

Maxtlaton, que cegado por su orgullo no daba crédito a las hazañas de los mexicanos, a la noticia de su derrota, sobrecogido de espanto se escondió en un temazcalli, donde le encontraron, llevándole a la presencia de Nezahualcóyotl, quien invocando el nombre de su padre, mandó que le sacasen el corazón y esparciesen la sangre por los cuatro vientos.

Así tuvieron castigo las iniquidades del usurpador del trono tepaneca.

En 1428 acaeció la batalla y la muerte de Maxtlaton que hemos referido; con él se extinguió el Reino tepaneca; los Reyes vencedores, para escarmiento y como señal de irrisión y de desprecio, hicieron de Azcapotzalco el mercado de los esclavos.

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