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CAPÍTULO XCII

Rendición de México

20 de junio de 1867

Al día siguiente de mi conversación con el General Tavera desapareció Márquez de la plaza de México, y Tavera me mandó un recado con el Cónsul General de los Estados Unidos de América, Mr. Marcus Otterbourg, repitiendo su petición de garantías y ofreciéndome la plaza. Recibí yo personalmente en la puerta de Chapultepec a Mr. Otterbourg, y no sólo no quise informarme de las proposiciones que traía el encargo de hacerme, sino que no le permití bajar de su carruaje y le advertí que me ocupaba en esos momentos del ataque de la plaza y que le daba cinco minutos para regresar a ella, en la inteligencia de que si pasado ese tiempo aún estaba su coche sobre la calzada, comenzaría mis fuegos sobre él. Esperé, sin embargo, que el coche de Mr. Otterbourg se perdiera de vista más allá de la estatua de Carlos IV, para hacer la señal que ordenaba un fuego general de artillería sobre la plaza y movimiento de todas las columnas hacia las garitas que respectivamente tenían a su frente.

Como una vez iniciado el fuego de cañón los de la plaza ya no podían ver a las columnas en movimiento y éstas sí podían recibir mis órdenes, porque mi telégrafo de banderas estaba fuera del círculo invadido por el humo y el polvo, ordené a las columnas volver a sus campamentos, de lo cual, sin embargo, no se apercibió el enemigo. Nuestros fuegos de cañón fueron contestados por la plaza; y como tanto la artillería enemiga como la nuestra disparaban proyectiles huecos, cuando el enemigo suspendió sus fuegos de cañón, creímos por algunos momentos que todavía contestaba a los nuestros, porque nuestros proyectiles hacían explosión en sus trincheras, y tal parecía que contestaba a nuestros fuegos.

En estos momentos el vigilante del Caballero alto avisó que en las torres de Catedral había una bandera blanca. Mandé suspender el fuego y entonces se vio que en todas las trincheras de la plaza se había puesto la misma bandera. En el acto que cesaron los fuegos de cañón, salió un coche también con bandera blanca, por la calzada de la Reforma llamada entonces del Emperador, en el cual llegaron a Chapultepec los Generales Piña, Díaz de la Vega, Palafox y otro, cuyo nombre no recuerdo, que venían a poner la plaza incondicionalmente a mi disposición, comisionados a este efecto por Tavera, puesto que desde el día anterior no se tenían noticias de Márquez.

Cuando llegaron a Chapultepec los comisionados de la plaza sitiada, nombré al General Alatorre para que se entendiera con ellos y le di instrucciones para que no aceptara más que una rendición sin condiciones. Los respectivos comisionados firmaron una capitulación incondicional, que fue ratificada en el mismo día por mí y por el General Tavera, como Jefe de la plaza sitiada.

Una vez firmada la capitulación, previne al General Tavera por conducto de sus Generales que lo representaban, que permaneciera con el mando hasta el día siguiente, en que pasaría yo, después del toque de diana, a tomar posesión de la ciudad, y que todo permaneciera hasta esos momentos bajo su cuidado.

Inserto en seguida el texto de la capitulación:


El General de Brigada del Ejército Republicano C. Ignacio Alatorre, nombrado por el General en Jefe del Ejército de operaciones, C. Porfirio Díaz, para ajustar la ocupación de la plaza de México, y los S.S. Generales del Ejército Imperial Don Miguel Piña, Don Carlos Palafox y Don Manuel Díaz de la Vega, nombrados por el señor General Don Ramón Tavera, después de mostrar sus respectivos poderes y encontrándolos en forma, han convenido en los artículos siguientes:

1° Cesan desde luego las hostilidades hasta la ratificación del presente convenio.

2° Las vidas, propiedades y libertad de los habitantes pacíficos de la plaza, quedan bajo la garantía y protección del General Díaz.

3° El señor General Tavera nombrará una Comisión compuesta de tres personas que pondrán la plaza a disposición del General Díaz en la forma siguiente: un empleado de Hacienda para este ramo, un General para las fuerzas imperiales y un Jefe de artillería para el material de guerra. El General podrá ser el Jefe del Estado Mayor. Igual número de personas serán nombradas por parte del C. General Porfirio Díaz para hacer la recepción.

4° Las Fuerzas imperiales nacionales al ser relevadas en las líneas que ocupan, se reconcentrarán en la Ciudadela, donde quedarán reunidas para su entrega. La Contra-guerrilla Schenét, se acuartelará en San Pedro y San Pablo y las otras Fuerzas extranjeras en Palacio.

Los señores Generales, Jefes y Oficiales, conservarán sus espadas y se presentarán en los locales que se designen a la hora que acordarán los señores Generales en Jefe. En dichos locales permanecerán, hasta que el C. General Díaz reciba instrucciones.

Los artículos anteriores se ejecutarán a la hora que se fije, después de ratificado el presente convenio, del que se sacarán dos ejemplares.

Chapültepec, junio 20 de 1867.
I. R. Alatorre.
Miguel Piña.
Carlos Palafox.
M. D. de la Vega.
Ratifico el presente convenio.
Porfirio Díaz.
Ratifico el presente convenio, Ramón Tavera.

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