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1. Efecto de la caída de Edesa en la Europa latina.

Cronistas e historiadores no se han cansado de repetir que la caída de la ciudad de Edesa tuvo un efecto desconsolador en la Europa de Occidente, sin embargo esta apreciación no sólo es exagerada, sino inexacta. En sí, la caída de la ciudad de Edesa en poder de Zengi no tuvo mayor efecto en Europa. El Papa Eugenio III, quien se encontraba a salto de mata eludiendo la persecución de la aristocracia romana, ni se enteró de ello.

Ya suficientes pruebas había dado la Europa occidental de su desdén para con la situación que enfrentaban los europeos radicados en Medio Oriente. No les había interesado el engrosar al ejército de la cruz, ni tampoco habían mostrado gran interés por colonizar aquellos territorios. Tan sólo las órdenes monásticas militares de los Hospitalarios y de los Templarios, habían mantenido viva la atención de algunos sectores nobiliarios y eclesiásticos de Occidente.

Diferente fue el efecto de esa pérdida para las colonias latinas de Medio Oriente. Cuando la noticia de la caída de Edesa llegó a Jerusalén, de inmediato la Reina convocó a reunión al Tribunal Supremo, y ahí se tomó la decisión de enviar una delegación para comunicarle la noticia al Papa Eugenio III, solicitándole hiciera un llamado a Occidente para organizar una nueva expedición militar, designándose a Hugo, obispo de Jabala, para que la encabezara.

No fue sino hasta el otoño de 1145 que Hugo se entrevistaría, en la ciudad de Veterbo, con el Papa Eugenio III, el que encomendaría al obispo de Jabala transmitir personalmente la noticia a las Cortes francesa y alemana.

Debido a que el papado romano mantenía cordiales relaciones con el Emperador germano Conrado de Hebenstaufen, así como con el Rey francés Luis VII, la recomendación de Eugenio III a Hugo, obispo de Jabala, constituía un auténtico salvoconducto que garantizaba al delegado jerusalino ser escuchado por ambas Cortes.

Se dice que a la oportunidad se le pinta calva, y el Papa Eugenio III no desaprovechó lo que la caída de Edesa le brindaba para levantar la alicaída posición del papado. El participar, aunque fuese de manera simbólica como coordinador en la organización de una nueva expedición militar que socorriese a los Estados latinos de Medio Oriente, significaba el recobrar el poder y la credibilidad perdidas ante el levantamiento azuzado por la aristocracia romana.

El plan del Papa consistió en utilizar el poderío militar del Emperador alemán Conrado III para que le ayudase a someter a los sublevados en Roma, permitiéndole regresar a la ciudad sagrada y desde ahí presionar al Rey francés para que se decidiese a encabezar la expedición militar. Con tal fin dirigió a Luis VII y a todos sus súbditos, una bula en la que les ordenaba organizar una expedición militar para reforzar los territorios de la cruz en el Medio Oriente. También envió cartas al famosísimo teólogo Bernardo de Claraval, instándole a que se uniera a esa empresa.


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