Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO VIII -Tercera parteCAPÍTULO VIII - Quinta parteBiblioteca Virtual Antorcha

Ocho mil kilómetros en campaña

Álvaro Obregón

CAPÍTULO OCTAVO

Cuarta parte


MOVILIZACIÓN DE FUERZAS A SONORA.
CAMPAÑA DE SONORA

Hónrome en comunicar a usted que, después de haber sido ocupadas por nuestras fuerzas las plazas de Torreon, Gómez Palacio, Lerdo y otras, de la región lagunera, controlando y procediendo a reparar las vías del ferrocarril de Monterrey y Saltillo a Torreón, inclusive la denominada Coahuila y Zacatecas, y disponiendo hacer en Gómez Palacio la reconcentración de nuestras fuerzas de infantería que estaban acampadas en San Pedro, así como la artillería expedicionaria que estaba en Saltillo; la atención del Cuartel General de mi cargo, fue preferentemente fijada sobre la situación de Sonora, en vista de que se acentuaban los informes de que el bandolero Villa, después de haber destruido, en una gran extensión, la vía del ferrocarril entre Torreón y Chihuahua, reconcentraba activamente sus últimos elementos en Casas Grandes, y de allí iniciaba una seria movilización sobre Sonora.

Con tal motivo, di instrucciones urgentes al general Diéguez, para que activara, en cuanto fuese posible, sus operaciones sobre Sonora, sugiriéndole que, de Mazatlán, efectuara un movimiento por mar, con el mayor número posible de fuerzas, para atacar y tomar Guaymas, apoyado por el cañonero General Guerrero, que había sido puesto a su disposición, y que, estableciendo en dicho puerto sonorense su base, continuara el avance al centro del Estado, para ocupar Hermosillo.

Al mismo tiempo, comuniqué instrucciones al general Calles para que, saliendo con una parte de sus fuerzas de Agua Prieta, efectuara movimientos ofensivos sobre Nogales, Son., y destacara guerrillas a destruir la vía del ferrocarril entre dicha plaza y Hermosillo, con objeto de llamar la atención del enemigo por el Norte, y facilitar, de esta manera, las operaciones del general Diéguez, impidiendo que los maytorenistas cargaran sobre él todos o la mayor parte de sus elementos.

A efecto de asegurar el éxito de la campaña encomendada al general Diéguez, acordé movilizar nuevos contingentes de refuerzos, disponiendo que se constituyera la División Expedicionaria del Noroeste, al mando del C. general Gabriel Gavira, quien el 1° de octubre había entregado el Gobierno y Comandancia Militar del Estado de San Luis Potosí al C. general Vicente Dávila, y cuya División estaría formada por las siguientes fuerzas:

Infantería. 5a. brigada al mando del propio general Gavira; 6a. brigada, al mando del general Cipriano Jaimes; brigada al mando del general Luis M. Hernández.

Caballería. Brigada al mando del general Pedro Morales; brigada al mando del general Juan Torres, y brigada al mando del general Miguel M. Acosta.

Artillería. Dos baterías de cañones de grueso calibre.

Formarían parte de esta División, también, las fuerzas que, al mando del general Fermín Carpio, se habían movilizado ya de estación Cacama, Coah., con destino a Sonora, y que estaban próximas a embarcarse en Manzanillo, haciendo todas un efectiro total de 7,000 hombres, con 2 baterías de artillería.

En consecuencia, el mismo día 1° de octubre di órdenes al general Gavira para que empezara a reconcentrar en San Luis Potosí las fuerzas de los generales Morales, Torres, Jaimes y Hernández, así como las de su propia brigada, que hacían la campaña contra los rebeldes de los Carrera Torres y los Cedillos, y él pasara a recibir instrucciones de mi Cuartel General, en San Pedro, Coah.

El general Gavira emprendió desde luego la marcha, y llegó a San Pedro, acompañado de algunos oficiales de su Estado Mayor, el día 4, y de allí me acompañó en el viaje que el día 5 emprendí a Tampico con objeto de recibirlo a usted cuando llegara a aquel puerto en viaje a nuestros campamentos obsequiando la invitación que tuve el honor de hacerle en mi nombre y en el de los CC. generales que comandaban las distintas Divisiones del Ejército de Operaciones.

Durante el camino, conferenciamos extensamente el general Gavira y yo sobre la expedición que debería llevar a Sonora, y el día 7, llegados a Tampico, el Cuartel general de mi cargo dio al general Gavira las Últimas disposiciones para la marcha de sus fuerzas a Sonora por Manzanillo, proporcionándole armas, parque, fondos y equipo, para la perfecta dotación de su columna.

El citado jefe salió luego a San Luis Potosí, con objeto de ultimar la reconcentración de sus fuerzas, y emprender la marcha por trenes, con destino a Manzanillo, para de allí, hacer la movilización a Guaymas, en buques.

Como la movilización de estas fuerzas debería ser violenta, V para esto por la vía marítima de Manzanillo a Mazatlán, u otro puÚto del Pacífico, eran insuficientes nuestros transportes nacionales, los que, además, en su mayor parte estaban siendo utilizados por el general Diéguez para sus operaciones preliminares en Mazatlán, decidí, desde luego, gestionar la contratación de algunos buques auxiliares, para el transporte de las fuerzas; y al efecto, di las correspondientes instrucciones a nuestro agente comercial en los Estados Unidos, C. Baldomero A. Almada, quien, con toda actividad, hizo las gestiones necesarias, dejando en pocos días, arreglado el contrato de arrendamiento de los buques Solano, Fort Braigg, Carlos, Manila y South Coats, pertenecientes a compañías navieras norteamericanas, y los cuales salieron, desde luego, de los puertos en donde se encontraban, al de Manzanillo, para hacer el embarco de las tropas, impedimentas, equipo militar, provisiones, pertrechos, etc., que deberían ser conducidos a puertos del Norte que indicara el general Diéguez.

En esas gestiones, el C. Baldomero A. Almada fue eficazmente ayudado por el señor Arturo González, honorable comerciante en garbanzo, con residencia en Nueva York, y de nacionalidad cubana, quien por antigua amistad conmigo, y por mera simpatía hacia el Constitucionalismo, nos venía prestando una importante ayuda en la compra de armas, parque, equipo y toda clase de material de guerra en los Estados Unidos, tanto para mis fuerzas como para las de los generales Iturbe, Diéguez, etc., siendo de notar que nunca tuvo vacílaciones para ello, no obstante que poseía en Sonora grandes intereses que exponer a la rapiña maytorenista, con su franca simpatía hacia nuestra causa, así como que en muchos casos, para aprovechar oportunidades, él, de su propio peculio, hacía desembolsos más o menos cuantiosos, por cuenta de nuestro Gobierno, en esas compras, sin cobrar comisión alguna, por ningún concepto.

El. mismo día 7 de octubre, el general Diéguez me comunicó de Mazatlán haber sido capturado, a la altura de Santa Rosalía, B. c., el barco villista Bonita, siendo éste internado en seguida en aguas de dicho puerto.

De acuerdo con las órdenes transmitidas por mi Cuartel General, al general Diéguez, el día 9, se embarcó en Mazatlán con las fuerzas a su mando, en dirección a Cruz de Piedra, para desembarcar allí, y emprender el ataque por tierra sobre Guaymas.

El día 12 llegaron los barcos del general Diéguez frente a Cruz de Piedra, y efectuado el desembarco del 11° batallón, a las órdenes del coronel Melitón Albáñez, se trabó combate con el enemigo, el que fue obligado a huir rumbo a Empalme, perseguido por nuestras fuerzas, las que hicieron más de 300 prisioneros.

De esta manera, pudo efectuarse el desembarco del resto de las fuerzas de la expedición del general Diéguez, por el mismo punto, para el ataque de Guaymas; y emprendiendo desde luego el avance sobre dicho puerto el mismo día, fue ocupado éste por nuestras fuerzas, después de derrotar al enemigo en breve combate que libró en Empalme, donde los nuestros capturaron siete máquinas, en perfecto estado, así como gran cantidad de carros, algunos de ellos cargados de provisiones y materiales.

A la vez, el general Angel Flores, que había sostenido un largo sitio en Navojoa, tomando la ofensiva ocupó en esta fecha la plaza de Torin, destrozando las fuerzas de caballería que el enemigo tenía en dicha plaza, así como los destacamentos de las estaciones Lencho y Corral.

Las pérdidas del enemigo, en las operaciones de los generales Diéguez y Flores, consistieron en más de 400 prisioneros, 7 muertos y 17 heridos.

Mientras tanto, nuestras fuerzas al sur de Querétaro estaban en actividad, con motivo de la noticia que se recibió en mi Cuartel General, indicando que al ser tomada la plaza de Toluca por fuerzas del general Pablo González, había salido de aquella ciudad una numerosa columna, con dirección al Norte, escoltando a la llamada Convención; y el día 16, el general J. Espinosa y Córdoba, de la División del general Amaro, me comunicó de Polotitlán haber batido, en la hacienda Astillero, a dicha columna, que venía al mando de Argumedo, Bonilla, Navarro, Ramos, Romero, Ruiz, Flores, Echegaray y otros jefes de la Convención, haciéndole 50 bajas, entre muertos y heridos, y 14 prisioneros, los que informaron que la columna enemiga, escoltando a Lagos Cházaro y gran número de delegados y funcionarios y empleados de la Convención, se dirigían a internarse a la Huasteca Potosina, con intención de salir al Norte.

El mismo día 16 comenzaron a embarcarse en Manzanillo, a bordo de los transportes Jesús Carranza, Francisco I. Madero y Pacífico, las fuerzas del general Carpio, con destino a Guaymas, para reforzar la columna del general Diéguez; y como para esta fecha no habían sido relevadas aún las fuerzas de lós generales Morales, Torres, Jaimes y Hernández, que hacían la campaña contra los Carrera Torres y Cedillos, en San Luis, y por este motivo, el general Gavira estaba retardando su marcha de San Luis Potosí a Manzanillo, donde debería embarcarse con destino a Guaymas, le ordené que desde luego emprendiera su marcha con la brigada a su mando, a fin de que, violentamente, se embarcara en Manzanillo, debiendo después incorporársele el resto de las fuerzas de la División Expedicionaria del Noroeste.

El día 18, el general Alfredo Elizondo, de Michoacán, me transmitió el parte rendido por el coronel Rivera de la brigada de dicho general, perteneciente a la 5a. División del Noroeste, relativo a que en Ixtlahuaca había batido a la columna de Argumedo, haciéndole regular número de bajas y quitándole las locomotoras números 8, 69, 86 Y 184, más 7 coches de pasajeros, 2 carros de express, 6 plataformas, 60 carros de carga, 2 cabuses, 3 automóviles, una estación de telegrafía inalámbrica, 6 cofres, 18 máquinas de escribir, 51 botes con pólvora y 8 cajas conteniendo el archivo de la Convención.

El día 20, el Cuartel General de mi cargo ordenó la movilización de la brigada del C. general Miguel M. Acosta, de Gómez Palacio a Guaymas, por la vía de Manzanillo, y desde luego se efectuó el embarco de esta fuerza en los trenes que la conducirían a aquel puerto colimense, para marchar de allí a ponerse a las órdenes del general Diéguez.

Al mismo tiempo dispuse, por conducto del C. general Hill, el ambarco de las brigadas 2a., 8a. y 9a. de infantería de la 1a. División del Noroeste, para marchar con destino a Agua Prieta, por la vía de Piedras Negras, donde deberían transbordar, para continuar la marcha por territorio norteamericano, hasta Agua Prieta, para lo cual nuestro Gobierno había obtenido ya el correspondiente permiso del Gobierno de los Estados Unidos. Con estas fuerzas, quedaría reforzado el general Calles, para resistir el esperado ataque de Villa sobre Agua Prieta.

Habiéndose dispuesto que el general Treviño tomara el mando de la campaña sobre Chihuahua, partiendo de Torreón, en la misma fecha le comuniqué instrucciones para que reconcentrara en Torreón todas las fuerzas del Cuerpo de Ejercito del Noreste con que debería emprender el avance, a fin de darle las últimas disposiciones para que lo iniciara.

El día 21, dispuse que de Torreón se movilizara sobre Durango la División del general Murguía, haciendo su marcha por sobre la vía del ferrocarril, para ir reparando los desperfectos que tuviera hasta la ciudad de Durango, donde el general Murguía debería establecer su Cuartel General, asumiendo la Jefatura de Operaciones en el Estado, para hacer una enérgica batida contra las partidas de reaccionarios que aún permanecían hostiles al Gobierno Constitucionalista.

En la misma fecha, el Cuartel General de mi cargo expidió nombramiento de Comandante Militar de la plaza de Torreón al C. general Severiano A. Talamante, jefe de la 10a. Brigada de Infantería de la 1a. División del Noroeste.

El general Calles me rindió parte en esta fecha de haber ordenado la evacuación de Naco y reconcentrado las fuerzas en Agua Prieta, agregando que las fuerzas maytorenistas se reconcentraban en Naco, en número aproximado de dos mil quinientos hombres, y que las de Villa avanzaban simultáneamente sobre Fronteras y Colonia Morelos, esperando, por lo tanto, un próximo ataque.

En vista de ese parte, violenté la marcha de las tropas que, en número de 4,000 hombres irían a reforzar al general Calles, con 10 cañones de grueso calibre; y a efecto de hacer con más diligencia esta movilización, comisioné al general Serrano, jefe de mi Estado Mayor, para conducir el refuerzo, haciendo transmitir al general Calles el siguiente mensaje:


Gómez Palacio, Dgo., octubre 22 de 1915.
General Plutarco Elías Calles.
Agua Prieta, Son.
(Vía Douglas).

Quedo enterado de que las fuerzas del bandolero Villa avanzan sobre Sonora. Ya mandé fuerzas suficientes para dar un golpe de muerte a los traidores. No voy personalmente a batirlos porque a ustedes corresponde el derecho legítimo de escribir la última página militar de la Revolución, como merecido premio a la lucha desigual que han sostenido, con tanta abnegación y a costa de tantos sacrificios. Así tendré la satisfacción de darles mi próximo primer abrazo, cuando hayan conquistado un nuevo laurel.


Mientras de preferencia se atendía a la movilización de refuerzos para los generales Diéguez y Calles, al sur y norte de Sonora, el Cuartel General de mi cargo disponía lo necesario para el perfecto control de la zona ya ocupada por el Ejército de Operaciones, con el restablecimiento de todas las vías de comunicación; y a este fin, ordené que de Torreón se emprendieran activamente las reparaciones sobre la vía a Zacatecas, en combinación con los trabajos que se venían haciendo de Zacatecas al Norte, saliendo de Torreón a proteger los trabajos, el general Luis Gutiérrez, con las fuerzas de su mando. Asimismo, se trabajaba activamente en la consolidación de la vía de Torreón a Hipólito, cuya reparación había sido deficiente por lo provisional, y al mismo tiempo, se iniciaban los trabajos de reconstruccion sobre la vía a Chihuahua, habiendo sido nombrado jefe de los distintos campos de reparación el C. general J. L. Gutiérrez.

El día 25, recibí parte telegráfico del general Domingo Arrieta, comunicándome que el día 19 sus fuerzas habían tomado posesión de la ciudad de Durango, tras de ligeros combates librados con el enemigo en las cercanías de dicha ciudad. Esto lo comuniqué luego al general Murguía, que marchaba sobre aquella plaza, por la vía de Torreón, dándole instrucciones de hacer lo posible para ponerse en contacto con el general Arrieta, a fin de que obtuviera los informes necesarios, para ordenar la batida del enemigo que había evacuado Durango.

En esta fecha, las fuerzas del general Gavira, estaban embarcándose en Manzanillo, con destino a Guaymas, de lo que di aviso al general Diéguez, ordenándole que, tan pronto como tuviera en Guaymas fuerzas suficientes, activara su avance al centro de Sonora, para ocupar Hermosillo, donde no encontraría seria resistencia, en vista de que el enemigo, en su mayor parte, se estaba reconcentrando en Naco y Nogales, probablemente para cooperar con Villa en el ataque de Agua Prieta.

El día 26 el general Murguía, que marchaba con su División sobre Durango, me rindió parte de haber ocupado en esta fecha la estación Pedriceña, después de haberse tiroteado sus avanzadas con las del enemigo, al mando de Calixto Contreras, a las que se hicieron 2 muertos y 3 prisioneros; capturando nuestras fuerzas, en aquella estación, 5 carros de caja, 9 góndolas, 4 plataformas y 3 carros-tanques.

Como el general Ramón F. Iturbe, que había sido nombrado por mi Cuartel General Jefe de Operaciones en Jalisco y Calima, me comunicara que las diversas partidas de rebeldes en el Estado de Jalisco se habían unido formando un núcleo de consideración, al mando de Parra, los Medinas, Caloca, Cíntora y otros jefes, amagando Guadalajara, que contaba con escasa guarnición, en esta fecha ordené a los generales Pedro Morales y Juan Torres que marcharan de San Luis Potosí a Guadalajara, a ponerse a las órdenes del general Iturbe, para la campaña en Jalisco. Igualmente, comuniqué órdenes al general Amaro, para que movilizara, desde luego, a Guadalajara, las fuerzas de su División que estuvieran más próximas a aquella ciudad, y que de Celaya destacara otras, hasta completar un mil hombres, para que también se pusieran a las órdenes del general Iturbe.

El día 27 terminó el embarco de las fuerzas de los generales Gavira y Acosta, en los vapores Carlos, Solano y Bonita, saliendo de Manzanillo con destino a Guaymas.

El general Murguía ocupó simultáneamente, con sus fuerzas, el pueblo de Cuencamé y estación Pasaje, sin combatir.

El día 28, de acuerdo con las órdenes de mi Cuartel General, el general Amaro movilizó de Celaya una columna de caballería, por trenes, a las órdenes del coronel Humberto Villela, jefe de su Estado Mayor, con destino a Guadalajara.

La columna del general Murguía continuaba su marcha, llegando el día 29 a estación Yerbaniz, donde capturó 16 carros, 2 góndolas y una plataforma que allí dejó abandonadas el enemigo.

El general Calles me rindió parte de haber batido este día a la avanzada de caballería villista, que se encontraba en Cabullona, dispersándola en dos grupos, uno de los cuales, huyó hacia Santa Rosa, y el otro hacia Fronteras, habiéndoles hecho algunos prisioneros, los que informaron que la fuerza derrotada era de dos mil hombres, al mando de los generales reaccionarios Fructuoso Méndez y Antonio Orozco.

El día 30, el general Calles me comunicó haberse incorporado a Agua Prieta una parte de la columna de refuerzo, anunciándome que pronto sería atacada aquella plaza, pues así lo presumía por la situación que en esta fecha guardaban las fuerzas enemigas.

El día 31, un nuevo parte del general Calles me hizo sa6er que se había incorporado a Agua Prieta el resto de la columna que conducía el general Serrano, formada como sigue: 2a. Brigada de Infantería de la 1a. División del Noroeste, al mando del general Francisco R. Manzo; 8a y 9a. Brigadas de Infantería de la 1a. División del Noroeste, al mando del general Eugenio Martínez, teniendo como su segundo al coronel J. M. Sobarzo, y Artillería Expedicionaria del Noroeste, al mando del teniente coronel Gustavo Salinas. El general Calles agregaba que el enemigo estaba ya frente a Agua Prieta, haciendo los movimientos preliminares de su ataque.

El día 1° de noviembre, un telegrama del Cónsul Constitucionalista en Douglas me hizo saber que se había iniciado el combate en Agua Prieta, sobre el cual el general Calles, posteriormente, me rindió el parte siguiente:


A la 1.45 del día la de noviembre, el enemigo comenzó a emplazar su artill~ería a tres kilómetros al oriente de la ciudad, y a las 2 p. m., se oyó el primer disparo de cañón. Éste había sido hecho por la artillería de la plaza. El enemigo contestó el fuego pocos momentos después, siguiendo, durante dos horas, un duelo de artillería, cuyo efecto sobre las trincheras fue lisa y llanamente nulo. Es verdad que el adversario no tomó los atrincheramientos de infantería como objetivo, sino que las fortificaciones de la artillería nuestra en el oriente, y muy especialmente, la población, la cual fue durante toda la batalla el blanco favorito de la artillería villista.

Durante los primeros momentos del combate, cuando la población civil corría por las calles hacia Douglas, en busca de refugio, y las tropas de reserva andaban todavía francas, fue cuando la plaza experimentó el máximo de sus bajas.

El primer disparo de cañón fue hecho bajo mi orden expresa, con lo cual quería yo:

1° Saber dónde emplazaría su artillería el enemigo.

2° Cómo la emplearía en el combate.

3° Hacerlo consumir municiones inútilmente, para que le escasearan en la futura campaña, después que se retirara, y

4° Darle a conocer objetivamente a mi tropa, lo que le había advertido en mi Orden del día anteríor, esto es: la ineficacia del fuego contra las fortificaciones de campaña, como las nuestras, a pesar del gran número de cañones con que dispararía el enemigo.

Estos propósitos fueron ampliamente conseguidos, después de un corto tiempo, y por mi parte, no muy abundante de parque de cañón, ordené no contestar más el fuego de la artillería contraria.

El reciente duelo de la artillería me acababa de demostrar: que el enemigo tenía concentrados sus cañones al oriente, que el pueblo era su objetivo predilecto, que buscaba, con sus cañones, un efecto más moral que material, sobre los defensores de Agua Prieta, poco acostumbrados al estampido del cañón, y que, probablemente, en la noche, lanzaría su infantería por el Oriente y por el Sur.

En consecuencia, advertí a los Comandantes de los sectores 1° y 2° las probabilidades de ser ellos atacados fuertemente, durante la noche, después de cuya advertencia esperé tranquilo el resultado del ataque.

Efectivamente, a las 8 p. m., el enemigo atacó con fuerza el primer sector, mientras que por el segundo y el tercero no hizo más que débiles demostraciones.

Mis tropas abrieron el fuego algo prematuramente, y obligaron al asaltante a desistir de su intento.

A las 10 p. m. de esa misma noche se repitió el ataque anterior, y esta vez con más intensidad, por el oriente; pero las tropas defensoras rechazaron de nuevo a los asaltantes a gran distancia, sin darles ocasión de llegar al alambrado.

A la una de la mañana del 2 de noviembre, el adversario rompió un tenaz fuego de artillería sobre la población. Todos sus cañones hacían, simultáneamente, un magnífico fuego de ráfaga. Más de dos mil tiros dispararon. Tres cuartos de hora duró esa tormenta de granadas, reventando sobre la población, y durante este tiempo, el enemigo avanzaba cautelosamente, mientras que los nuestros esperaban en acecho su aproximación, para repelerlos con las mayores pérdidas posibles.

Los tres reflectores de la plaza funcionaban sin cesar, alumbrando el terreno que el enemigo debía atravesar, y cuando el cañón estaba por terminar su fuego, la fusilería de nuestras trincheras comenzó el suyo, formando con el resplandor de sus fogonazo s un anillo de fuego que simbolizaba en aquellos momentos la corona del triunfo.

Dos horas de combate, en total, de una a tres de la mañana; pero el enemigo no había avanzado gran cosa, ni el fuego de su artillería había hecho mella alguna, ni en la ciudad, ni en las fortificaciones, ni mucho menos en la moral de los defensores, los cuales, de pie en sus trincheras, y muchos fuera de ellas, retaban furiosamente a los villistas a continuar su ataque a la plaza.

La luz del día puso de manifiesto los resultados de los combates de la noche anterior, resultados mediocres, si se quiere, porque el jefe de las fuerzas asaltantes no llevó a la práctica sus promesas de tomar la plaza a toda costa; sea porque no fue obedecido, sea porque se convenció a tiempo de la inutilidad de su ataque, o sea, finalmente, porque los defensores de la plaza, con sus certeros y duros fuegos de fusil, no permitieron, materialmente, el acercamiento de los asaltantes.

Solamente por el lado sur uno que otro temerario logró llegar al alambrado, pero para encontrar allí la muerte. Los más que atacaron por el sur llegaron sólo hasta la curva de nivel del cementerio de la población, y especialmente en este recinto fue donde se encontró el mayor número de cadáveres reunidos.

Por el lado del poniente, el enemigo no hizo intentos formales, pues el fuego de su propia artillería se encargaba de evitarles la aproximación, y los que, protegidos por el barranco del arroyo de Agua Prieta, y la altura defendida por el ala izquierda del batallón Pilares, trataron de avanzar por esa dirección, encontraron su fin, tanto por las minas de esa zona, como por los fuegos de dicho cuerpo, y los de enfilada que les dirigía la primera compañía del 3er. batallón, de su trinchera extrema al norte, que está oblicua y pegada a la línea internacional.

El resto del día y noche del 2 pasó sin mayores incidentes.

El día 3, habiendo notado cierto alejamiento del enemigo, ordené una exploración de 50 hombres de caballería, la que volvió, después de haberse dado cuenta que el enemigo estaba tan sólo algo retirado de las fortificaciones, probablemente ocupado en reorganizarse, en recoger y ateñder sus heridos, y especialmente atareado en el reaprovisionamiento de agua para hombres y ganado, cosa muy difícil de lograr en los alrededores de Agua Prieta.

El día 4 en la mañana, a pesar de la densa neblina que limitaba notablemente el horizonte, pudo notarse un movimiento de retirada hacia Anivácachi, movimiento que seguí estrechamente; pero sin resolverme a iniciar una persecución, por considerar que, probablemente, tratara de sacarme de la plaza y obligarme a librar con él una batalla campal, único medio de que él podría echar mano para sacar partido de su gran superioridad numérica.

Por otra parte, toda mi caballada la había enviado a los Estados Unidos la víspera de la batalla, para evitar su destrucción por la artillería enemiga y, en consecuencia, no podía usar mis cañones ni mi caballería, las armas precisamente más necesarias para una persecución. Por estas razones, me contenté entonces con solo ordenar que la artillería de la plaza batiera con sus fuegos a grandes distancias, a las columnas villistas que se retiraban, y cuyos fuegos dieron muy buenos resultados.

Retirado que se hubo el enemigo, se procedió a levantar el campo, encontrando 223 muertos.

Los heridos que Villa recogió y que llevó a Naco y Cananea, fueron 376, según declaraciones oficiales del propio personal sanitario villista, que desertó de sus filas en Naco y vino a las nuestras en busca de amparo y protección.

En el campo se encontró, también, un gran número de caballos muertos, con sus aperos correspondientes.

Las bajas de Villa ascendieron, pues, a 600, entre muertos y heridos, y puede estimarse que, en total, llegaron a 1,000, pues más de 400 hombres desertaron de sus filas, pasándose a los Estados Unidos y viniendo después a presentárseme en Agua Prieta.

Estos hombres, que días más tarde fueron remitidos a sus hogares, por cuenta del Gobierno Constitucionalista, me refirieron, en forma verdaderamente emocionante, los sufrimientos y vejámenes de que eran víctima en la noche del 1 al 2, cuando los Dorados trataban de hacerlos entrar al ataque, al través de una zona en que, virtualmente, no había un punto donde no estuvieran cayendo balas tiradas de las trincheras de la plaza.

Muchos de estos infelices se volvían contra sus arrieros, los mataban o herían, y emprendian en seguida la fuga hacia retaguardia.

Las bajas sufridas por nuestra parte fueron de 26 muertos y 75 heridos, según el Estado que inserto a continuación.

En vista de este enorme descalabro, Villa optó por retirarse, ya en el mismo día 2, no sin haber antes intentado, vanamente, convencer a sus principales colaboradores de la necesidad de una última prueba para la noche del 2 al 3; pero habiéndose dichos jefes negado a secundar a Villa en su proyectado nuevo asalto, no tuvo más recurso que ordenar una franca retirada hacia Naco.


Mientras tanto, la columna del general Diéguez había continuado su avance sobre el centro de Sonora, y se encontraba acampada en Torres, plaza que ocupó el 31 de octubre, después de rechazar, desde Moreno, al enemigo, al que hizo más de 200 bajas, entre muertos y prisioneros, y recogiéndole la mayor parte de su impedimenta, así como armas, caballos ensillados, parque y uniformes, y dejandolo cortado al destacamento de La Colorada, cuya fuerza, desde luego, inició arreglos para su rendición.

El general Diéguez, para continuar su avance sobre Hermosillo, esperaba sólo la incorporación de las fuerzas del general Gavira, que ya se encontraban en camino de Manzanillo a Guaymas, y para esta fecha, tenía ya controlado todo el sur de Sonora, con la eficaz cooperación de las fuerzas del general Angel Flores, que habían ya incorporádose al general Diéguez, después de haber permanecido en Navojoa resistiendo con verdadero heroísmo, completamente aisladas, un prolongadísimo sitio que a dicha plaza estableció el enemigo, durante la época de pleno poderío de Maytorena en Sonora.

La columna del general Murguía, en su avance sobre Durango, había llegado a estación Catalina, desalojando, a la vez, al enemigo que se encontraba en la cercana hacienda del mismo nombre, el que emprendió la fuga en dispersión y perseguido por los nuestros, que le hicieron algunos muertos, varios heridos y 15 prisioneros, capturándole algunos pertrechos y algunos miembros de la familia del general reaccionario Calixto Contreras.

El día 4, la mencionada columna del general Murguía se incorporó a la plaza de Durango, dejando reparada la vía telegráfica, y en actividad los trabajos de reconstrucción de la ferroviaria, y asumiendo este jefe el mando de las operaciones en aquel Estado, para abrir una enérgica campaña contra las partidas de bandoleros, con las fuerzas de su División y las comandadas por el general Arrieta.

El mismo día 4, fecha en que recibí en Piedras Negras los últimos partes del general Calles, dándome cuenta del resultado del ataque a la plaza de Agua Prieta, los que me indicaban que el enemigo, aunque duramente derrotado, no había sido destrozado por completo, y previniendo que Villa podría reorganizarse en Naco y emprender nuevas operaciones hacia el sur de Sonora, estimé necesario ir a ponerme al frente de todas las fuerzas reconcentradas en Agua Prieta, para que, habiendo de esta manera unidad de mando, pudiera ser batido el bandolero en sus últimos reductos, combinando los movimientos que fueran necesarios con las fuerzas del general Diéguez, que se encontraban frente a Hermosillo; y este mismo día emprendí la marcha con dirección a Agua Prieta, adonde llegué el día 6, por la vía de El Paso.

En esta fecha (6 de noviembre), el general Diéguez había ocupado con su columna la plaza de Hermosillo, rindiéndome el siguiente parte telegráfico, que llegó a mi Cuartel General el día 9:


Tengo el honor de participar a usted, con satisfacción, que hoy he ocupado la ciudad de Hermosillo, la que fue evacuada por las fuerzas reaccionarias, las que huyeron desmoralizadas hacia el Norte, abandonando en su fuga material rodante, armas, un automóvil y otros objetos.

La reparación de la vía férrea hasta ésta quedará concluida el día 9.

El general Estrada me informa de San Bias, Sin., que una columna enemiga, como de dos mil hombres, bajo las órdenes de los cabecillas Banderas, Orestes y Felipe Riveros, atacaron, el día 5, la plaza de El Fuerte y que después de cuatro horas de combate, fueron rechazados los reaccion!trios, con grandes pérdidas. Nuestras fuerzas emprendieron la persecución, cuyos resultados no me han sido comunicados todavía, por haberse interrumpido el telégrafo, entre Torin y Navojoa, por fuertes lluvias. Tan pronto como reciba noticias, tendré el honor de comunicarselas.

Respetuosamente.
El General en Jefe de Operaciones. M. M. Diéguez
.


Inmediatamente ordené al general Diéguez que reconcentrara en Hermosillo todos los elementos de combate que fuera posible, para el caso de que Villa, reforzado con las fuerzas maytorenistas reconcentradas en Nogales y otros puntos del norte del Estado, intentara marchar al sur; pues mi mayor preocupación era el plan de campaña que Villa deGidiría desarrollar aprovechando las condiciones y ventajas en que había quedado colocado, ya que, aunque el general Diéguez se había posesionado de Hermosillo, la vía del ferrocaril al Norte de esta plaza, hasta su terminal en Nogales, estaba en poder del enemigo, con todo el material rodante, e igualmente, la vía del ferrocarril de Nogales a Cananea y de Cananea a Naco, estando, por lo tanto, el enemigo, en condiciones de poder hacer una rápida movilización al sur y atacar a Diéguez con todo su efectivo, en cuyo caso el general Diéguez estaría en gran peligro, porque su columna. apenas sumaba seis mil hombres, y tenía poca reserva de parque; en tanto que yo contaba en Agua Prieta con sólo 6,500 hombres, listos para todo servicio, después de las batallas libradas los días 1 y 2, y siendo Agua Prieta la única plaza que teníamos en la frontera del Estado, sirviéndonos de base, no podía yo, bajo ningún concepto, abandonarla; teniendo que dejar, cuando menos, 2,000 hombres de guarnición en ella y, por lo tanto, podría avanzar solamente con 4,500 hombres, en cuyas circunstancias llevaría, en la campaña que iniciara, todas las probabilidades del fracaso.

Puede añadirse todavía, en favor de Villa, la circunstancia de que tenía en su poder las plazas que estaban de por medio entre la columna del general Diéguez y la que estaba a mi mando directo, separándonos una distancia mayor de 500 kilómetros, sin tener ninguna vía de comunicación telegráfica directa para combinar los movimientos con más o menos precisión, por lo cual nuestro servicio teníamos que hacerlo por San Francisco, Cal., con tanta irregularidad, que se daban casos en que nuestros telegramas tardaban hasta cinco días para llegar a su destino.

En estas circunstancias, todas las ventajas estaban por Villa, quien podía batirnos en detalle, mientras que yo tenía que hacer depender el éxito de mi campaña, en aprovechar algún error que Villa cometiera al iniciar sus operaciones sobre el general Dieguez.

Como la vía que Villa estaba usando para desarrollar sus planes era la de Naco a Nogales y de Nogales al Sur, juzgué oportuno transladarme a Nogales, por la línea norteamericana, para observar, con mayores detalles, los movimientos que el enemigo estaba ejecutando.

Salí, pues, de Agua Prieta el día 11, y una vez en Nogales, conocí perfectamente la situación y el efectivo de Villa, pudiendo darme cuenta de que los reaccionarios se habían dividido en dos columnas, uná al mando directo de Villa, compuesta de 5,000 hombres aproximadamente, de las tres armas, llevando en artillería sólo dos baterías, y la otra, al mando del general José Rodríguez, compuesta de 7,000 hombres, en su mayor parte caballería, con 28 cañones. Esta columna había quedado en Naco, enteramente lista para movilizarse al sur, en caso de que Villa necesitara refuerzo, a la vez que para proteger la retaguardia de éste, si nuestras fuerzas salían de Agua Prieta a amagarla.

Desde el momento en que conocí la situación que guardaban las fuerzas reaccionarias, tuve la seguridad de que la columna comandada directamente por Villa marcharía a atacar al general Diéguez, reforzándose con las tropas maytoneristas que, al mando de Urbalejo, estaban frente a Alamito, a unos cuantos kilómetros al norte de Hermosillo, con las que se formaría un efectivo de siete a ocho mil hombres; y así fue que luego telegrafié al general Diéguez, anunciándole la probabilidad de un próximo ataque sobre su columna, y haciéndole conocer, aproximadamente, el efectivo y elementos del enemigo, advirtiéndole la conveniencia de que, si consideraba no tener elementos suficientes para rechazar el ataque, se reconcentrara a Guaymas, donde su defensa sería enteramente segura, porque no podrían cortarle su base, y así Villa se retiraría más de la frontera, y tendría más dividida su campaña.

A la vez, advirtiendo el error que Villa había cometido, dividiendo sus efectivos en dos columnas, toda mi preocupación fue encaminar mis esfuerzos a colocarme con mis tropas en medio de las dos columnas enemigas; poniendo así a Villa en condiciones de atacar al general Diéguez con sólo la columna que había llevado y las fuerzas de Urbalejo, que estaban frente a Alamito.

Así fue que telegrafié, desde luego, al general Calles, avisándole mi salida para Agua Prieta (el 13 de noviembre), y ordenándole que tuviera todo enteramente listo para emprender el avance sobre Naco y ver si podíamos copar la columna de Rodríguez, cortándole todo contacto con la de Villa.

Emprendí, desde luego, mi marcha de Nogales, por la vía de Tucson, a Agua Prieta, adonde llegué el día 14.

Antes de mi salida de Agua Prieta a Nogales, Ariz., había ordenado al general Serrano, jefe de mi Estado Mayor, marchara a Torreón para movilizar de allá las infanterías del Noroeste que quedaban aún en la región lagunera, con destino a Agua Prieta; las que deberían ser conducidas por la vía de Eagle Pass, como las anteriores, bajo la inmediata vigilancia del teniente coronel de mi Estado Mayor, J. M. Garza, ayudado por algunos oficiales del Estado Mayor, que se incorporarían con las fuerzas de Torreón a Agua Prieta.

Al incorporarme a Agua Prieta, el general Calles tenía todo enteramente listo para hacer el avance anunciado, después de haber determinado qué tropas quedarían de guarnición en la plaza; y él mismo día 14 emprendimos la marcha, con parte de la División del general Calles, que llevaba la extrema vanguardia, y las brigadas 2a, 8a. y 9a. de la 1a. División de Infantería del Cuerpo de Ejército del Noroeste, mandadas, la primera, por el general Francisco R. Manzo, y las dos últimas, por el general Eugenio Martínez, más la artillería expedicionaria, al mando del teniente coronel Gustavo Salinas.

La jornada del día 14 se rindió en Anivácachi, habiendo nuestra extrema vanguardia ocupado ya Naco, después de algunos tiroteos de la columna de Rodríguez, que se reconcentraba a estación del Río y Cananea, conservando siempre la línea del ferrocarril hasta esta última plaza, y de allí a Nogales.

El día 15 me incorporé a Naco con el grueso de las tropas, y el coronel Cárdenas, con sus caballerías, quedó avanzado sobre la vía del ferrocarril a Cananea, a distancia de algunos kilómetros de Naco.

El día 16 lo empleamos en Naco aprovisionando las tropas y haciendo algunos reconocimientos sobre el enemigo, los que me indicaron que Rodríguez esperaba que yo haría mi avance por sobre la vía del ferrocarril, y poder él, sin dificultades, reconcentrarse a Nogales, y de allí incorporarse a Villa.

Tales creencias y propósitos le quedaron burlados al general reaccionario, pues al siguiente día. (17), emprendí mi avance de Naco, dejando la vía del ferrocarril a la izquierda y siguiendo el camino que va al oeste, entre la línea internacional y la sierra de San José, acampando este día en el puerto de Palominos, a tres kilómetros de la hacienda de este mismo nombre, de donde hice avanzar la vanguardia de caballería, con instrucciones de destruir algunos puentes de la vía del ferrocarril, entre Cananea y Nogales, y cortar la línea telegráfica.

Antes de salir de Naco, tuve conocimiento de que de Cananea había sido destacada una columna de caballería de 1,500 hombres, al mando del general Medinaveitia, la que, siguiendo por el río de Sonora, llevaba como objetivo cooperar con Villa en el ataque al general Diéguez.

El día 18, por la mañana, ordené un movimiento con la caballería, sobre estación Sauceda y el rancho de Los Elías.

El enemigo, al darse cuenta de la crítica situación en que quedaría si nosotros lográbamos coparlo con el movimiento que estábamos desarrollando, hizo un esfuerzo y rechazó a nuestras caballerías, empezando a reparar los puentes que éstas habían destruido.

Al ver yo que nuestras caballerías venían siendo rechazadas, ordené al general Calles se reconcentrara al rancho de Palominos, mientras yo hacía avanzar la artillería e infantería.

Al hacer nuestro avance con toda la columna, el enemigo empezó a replegarse. Este avance era hecho en tiradores, formando nuestro acostumbrado cuadro de infantería.

Los combates de este día revistieron poca importancia, y al caer la tarde, acampamos frente a estación Sauceda, cortando los hilos telegráficos de nuevo, e interrumpiendo completamente toda comunicación por ferrocarril. El enemigo, entonces, se reconcentró en Cananea.

Al siguiente día (19), continuamos el avance, acampando en estación del Río, de donde estuve haciendo esfuerzos por inquirir noticias sobre los movimientos que Villa hubiera ejecutado, y la situación del general Diéguez, por la que estaba yo muy intranquilos. Ninguna noticia pude obtener, porque a la frontera no habían llegado ningunos informes que me sirvieran para darme una idea de la situación al sur de Nogales.

El día 20 hicimos algunos reconocimientos sobre Cananea, para atacar el 21.

Al día siguiente fue continuando nuestro avance, habiendo entrado a Cananea sin combatir, porque el enemigo la había evacuado durante la noche anterior, inutilizando allí algunos de sus más pesados cañones, y llevándose los restantes, en número de 21.

Este día recibí los siguientes partes del general Diéguez:


Alamito, Son., 18 de noviembre de 1915.

Tengo el honor de comunicar a usted que hoy, después de cuatro horas de combate, derroté al enemigo, desalojándolo de sus posiciones y capturándole dos trenes, uno de reparaciones y otro con provisiones, con una locomotora.

El enemigo tuvo seiscientas bajas, capturándosele también seis ametralladoras, dos cañones, muchos rifles y algo de parque, debido a que parece que traían muy poco.

El enemigo huye hacia el Norte, y estoy preparándome para organizar su persecución.

Villa, en persona, estaba mandando a los reaccionarios.

Respetuosamente.
General M. M. Diéguez
.


Zamora, Son., noviembre 19 de 1915.

Ampliando mi mensaje ayer, hónrome en comunicarle que, al levantar el campo enemigo, en una extensión de 12 kilómetros, se han capturado dos trenes, muchas impedimentas de las familias e indios de Urbalejo, así como cien mil cartuchos, de distintos calibres, y quinientas armas nuevas, que estaban intactas y depositadas como reserva, varios cofres, etc., etc.

Un gran número de provisiones fueron capturadas, y muchos villistas se han rendido, sin disparar un cartucho.

Puedo asegurar a usted que el enemigo tuvo más de mil bajas, entre muertos, heridos y prisioneros.

Por nuestra parte, tenemos que lamentar ciento cincuenta bajas, entre muertos y heridos, incluyendo en los últimos, cuatro jefes y 10 oficiales.

Respetuosamente.
General M. M. Diéguez
.


Como yo conociera los elementos que Villa estaba reconcentrando cerca de Hermosillo, consideré que la victoria alcanzada por el general Diéguez en Alamito no resolvería por completo la situación en el centro del Estado, y previendo que lograría rehacerse al incorporársele Medinaveitia, y trataría de nuevo de dar un ataque sobre el general Diéguez, consideré de capital importancia la pronta captura de la plaza de Nogales, única que a Villa le quedaba como base de aprovisionamiento y como punto de fácil reconcentración, después de que recibiera una derrota definitiva.

En tal virtud, ordené una rápida contramarcha de nuestras tropas a Sauceda, para, de allí, iniciar el avance sobre Nogales, con objeto de tomar esta plaza antes de que Villa intentara hacer en ella su reconcentración, y para evitar atacarlo allí, en vista que al hacerlo, podía dar lugar al surgimiento de dificultades internacionales, por los daños que en un combate fácilmente se causarían en ia población norteamericana del mismo nombre, la que está dividida de Nogales, Son., sólo por una calle.

Disponiendo que el general Calles quedara encargado de hacer el movimiento de contramarcha a Sauceda, me transladé yo en automóvil a Douglas, para inquirir mayores datos sobre la situación al norte de Hermosillo.

De Douglas, el día 23 telegrafié al general Diéguez, por conducto del cónsul De Negri en San Francisco, Cal., recomendándole que estuviera preparado para resistir un nuevo ataque; pues era mi creencia que Villa, con el refuerzo de la columna de Medinaveitia, intentaría hacer una última prueba para apoderarse de Hermosillo, lo cual era el último recurso que le quedaba, al sentirse cortado de la columna de Rodríguez. Al mismo tiempo, comuniqué al general Diéguez nuestras operaciones sobre Nogales.

El día 24 salí de Douglas en automóvil a incorporarme a mis fuerzas, lo que efectué ese mismo día en estación Molina, de donde ordené continuar el avance hasta acampar adelante de estación Zorrilla.

Al siguiente día se continuó la marcha, rindiendo la jornada en Santa Bárbara, después de sostener nuestra vanguardia ligeros tiroteos con el enemigo, que iba siendo replegado. En este lugar se incorporó a mi Cuartel General el C. teniente coronel J. M. Garza, de mi Estado Mayor, quien había conducido de Torreón a Naco los batallones 2°, 10° y 20° de Sonora, cuyo mando lo traía el C. general Miguel V. Laveaga, y que habían desembarcado en Naco la mañana de este día.

El teniente coronel Garza asumió, desde luego, la jefatura accidental de mi Estado Mayor, pues el general Serrano había quedado en Torreón, como representante del Cuartel General del Ejército de Operaciones, para atender a todos los asuntos relacionados con el resto de las fuerzas que estaba distribuido en algunos Estados del Norte, del interior y de la costa occidental de la República.

El día 26 se prosiguió el movimiento sobre Nogales, habiendo tomado contacto nuestras caballerías, al mando del coronel Lázaro Cárdenas, con el enemigo, que intentaba impedir, o cuando menos, entorpecer nuestro avance.

Nuestras caballerías, después de un corto combate, lograron replegar al enemigo, haciéndole una eficaz persecución; y como a las 12 m., el coronel Cárdenas rindió parte al general Calles, comunicándole haber entrado a Nogales y haber hecho al enemigo más de 200 prisioneros; capturándole un tren, un cañón de 75 mm., 8 ametralladoras, 400 armas y algo de parque.

El resto de la columna hizo su entrada a Nogales el mismo día 26, informándose allí que las últimas tropas maytorenistas, al salir de la ciudad, habían hecho algunas descargas sobre la guardia de soldados norteamericanos, frente a la línea, así como que el general José Ma. Acosta, el coronel Enrique Terrazas y el llamado gobernador Randall, quien había quedado en lugar de Maytorena cuando éste se fugó a los Estados Unidos, huyeron atravesando la línea internacional, dejándose hacer prisioneros de los soldados norteamencanos.

Inmediatamente comuniqué órdenes para que se alistaran para salir al día siguiente, sobre la vía a Hermosillo, un tren de reparaciones y otro que conduciría a las tropas de infantería al mando del general Eugenio Martínez, con objeto de reparar los desperfectos que los últimos restos del maytorenismo habían causado a la vía del ferrocarril, y buscar contacto con el general Diéguez, cuya situación permanecía ignorada por mí.

El día 27, a primeras horas de la mañana, salieron los trenes ordenados, y poco después recibí el siguiente mensaje del general Diéguez:


Hermosillo, Son., noviembre 22 de 1915

Con satisfacción hónrome en comunicar a usted que después de 30 horas de combate reñido con reaccionarios, al mando personal de Villa, con las fuerzas de mi mando, tomé la ofensiva, habiendo rechazado al enemigo vigorosamente, en menos de dos horas, haciéndolo huir al Norte en completa desorganización.

Ya organizo mis fuerzas para continuar el movimiento de avance, hasta reunirme con usted en la frontera.

Hemos hecho al enemigo gran número de muertos y prisioneros, recogiéndole bastantes armas y parque, así como ametralladoras.

Al levantar el campo, daré a usted aviso, en parte detallado, del número de bajas del enemigo, que es muy considerable.

Por nuestra parte, lamentamos la muerte de los valientes coroneles J. P. Mancillas y Florencio Lugo, así como la de algunos oficiales, y alrededor de 100 heridos.

Felicito a usted, y por su conducto, al C. Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, por este nuevo triunfo, que consolida los principios revolucionarios.

Respetuosamente.
General M. M. Diéguez
.


Con esta derrota, y tomada la plaza de Nogales por nuestras fuerzas, a Villa no le quedaba más recurso que la dispersión y una marcha penosa a través de la sierra, para poder internarse en sus madrigueras de Chihuahua, donde podría volver a ejercer sus antiguas actividades de salteador de caminos y asesino de indefensos.

Nos quedaba ahora por hacer lo siguiente: aniquilar la columna de Rodríguez, que permanecía acampada en el rancho llamado Bacuachi, tomando descanso y reorganizándose, y restablecer las vías de comunicación entre Nogales y Hermosillo, y entre Nogales y Cananea.

Teniendo informes de que la columna de Rodríguez se encontraba casi imposibilitada para hacer movimientos, debido a las pésimas condiciones de su caballada y a su pesada dotación de artillería, tuve confianza en que no escaparía a nuestra batida para cuando estuvieran reparadas las vías a Hermosillo y a Cananea, y pudiéramos hacer una rápida movilización de nuestras tropas por trenes, disponiendo, para entonces, del material rodante que Villa había abandonado entre Nogales y Hermosillo.

Así pues, el Cuartel General de mi cargo dedicó inmediata atención a controlar y reparar las vías de comunicación a Hermosillo, para apoderarnos cuanto antes del material rodante abandonado por Villa, y el que era casi la totalidad del equipo del ferrocarril de Sonora, estando todavía en peligro de que fuera destruido por las partidas de reaccionarios, que no habían querido seguir a Villa en su desastrosa huida y permanecían en algunos puntos cercanos a la vía.

A ese fin, el día 28 ordené que todas las fuerzas que quedaban en Nogales, menos las que deberían guarnecer esta plaza, emprendieran la marcha al Sur, al mando del general Calles, para tomar contacto con el general Diéguez, que con su columna avanzaba simultáneamente, de Hermosillo al Norte.

Este día recibí del general Diéguez parte complementario de la batalla librada por los generales Enrique Estrada, de la División del propio general Diéguez, y Mateo Muñoz, de las fuerzas de Sinaloa, en El Fuerte, Sin., con la columna villista que de Chihuahua había sido destacada para invadir el norte de Sinaloa y sur de Sonora, for el camino de Choix; indicando dicho parte que los reaccionarios hablan sido completamente destrozados, muriendo en ese combate muchos jefes y oficiales del enemigo.

La columna reaccionaria, que se componía de poco más de dos mil hombres, al mando de Orestes Pereyra, Banderas, Riveros, Barrios, Gaxiola, Fernández, el indio Bachomo y otros jefes, sufrió más de mil bajas, entre muertos, heridos, prisioneros y dispersos; habiendo tenido, por nuestra parte, 20 muertos, entre éstos el teniente coronel Trujillo, de las fuerzas del general Estrada, y como 90 heridos, contándose en éstos el mayor Amavisca y algunos oficiales. Después de ese combate, se hizo la persecución de los grupos dispersos, por los generales Mateo Muñoz y Aureliano Sepúlveda, habiendo batido en la margen del río del Fuerte, a un núcleo comandado por Pereyra, Banderas, Jiménez y Bachomo, al que derrotaron completamente, haciéndole un regular número de muertos, heridos y prisioneros, entre éstos a los generales Pereyra y Jiménez, y 50 jefes y oficiales, los que fueron pasados por las armas.

De esta manera, quedó completamente aniquilada aquella columna enemiga.

Banderas y Bachomo, con escaso contingente y en pésimas condiciones de moral y equipo, emprendieron precipitada huida, acosados por la persecución de los nuestros, teniendo más tarde, como resultado, la rendición incondicional de esos jefes, con su gente, ante el general Madrigal, de las fuerzas del general Estrada.

Este día también recibí parte de que una partida de 400 reaccionarios, de la columna Rodríguez, había hecho, durante la noche anterior, dos desesperados asaltos sobre Nacozari, con intenciones de apoderarse de dicho mineral y hacerse allí de provisiones, habiendo sido vigorosamente rechazada por la guarnición, al mando del capitán Meza, de la División del general Calles, a pesar de su inferioridad numérica, respecto del enemigo -el que sufrió numerosas bajas en esos asaltos-, viéndose obligado a huir en estado de completa desmoralización, con rumbo a Chihuahua.

Las fuerzas que, al mando del general Laveaga, habían desembarcado en Naco el día 25, procedentes de Torreón, y continuando por tierra su marcha a Nogales, se incorporaron a esta plaza, a excepción de 200 hombres, que por disposición de mi Cuartel General, quedaron protegiendo las reparaciones de la vía entre Naco y Cananea.

En esta misma fecha (28), la vanguardia de la columna del general Diéguez, al mando del general Angel Flores, llegó a estación Carbó, donde se le rindieron incondicionalmente 400 hombres, que mandaba el coronel Clemente Román.

En tanto, la vanguardia de la columna que había salido de Nogales al sur continuaba avanzando y reparando la vía, llegando el día 29 a Magdalena, plaza que estaba guarnecida por más de 600 hombres, de las fuerzas que habían sido de Maytorena, y los cuales se rindieron incondicionalmente al general Manzo, jefe de nuestra vanguardia.

Quedaron en nuestro poder, también, en dicha plaza, más de 300 heridos villistas que allí había dejado abandonados el bandolero, en pésimas condiciones. Desde luego, se procedió a transladar una parte de esos heridos a nuestros hospitales establecidos en Nogales, para darles una adecuada atención médica, quedando en Magdalena solamente los que pudieran ser atendidos por el servicio sanitario del general Manzo.

Ante el propio general Manzo se rindieron también, al día siguiente, 250 hombres, al mando del teniente coronel Juan Valenzuela, que habían quedado en estación Llano, y sucesivamente fueron rindiéndose otras fracciones del enemigo, que habían quedado en Sonora, después del desastre sufrido por Villa frente a Hermosillo, incluyendo grupos más O menos numerosos que desertaban del cabecilla, en la precipitada huida que éste emprendía hacia Chihuahua con los despojos de su ejército, cometiendo inauditas depredaciones, en el frenesí de su despecho, sobre los pueblos indefensos que encontraba a su paso; crímenes de los que muchos de sus propios hombres no quisieron hacerse solidarios, optando mejor por desertarse y rendirse incondicionalmente a nuestras fuerzas. De esta manera, la fuerza con que Villa logró internarse en Chihuahua quedó reducida a menos de 3,000 hombres, con escasa artillería, pues la mayor parte de sus cañones los inutilizó Villa, a su paso por Tecoripa, para aligerar su columna, según informes proporcionados por algunos de los jefes rendidos a nuestras fuerzas.

El día 30 comencé a recibir informes de que la columna de Rodríguez, probablemente conociendo ya los desastres de Villa, se preparaba en Bacuachi para hacer algún movimiento; y juzgando yo que era probable que éstos tratarían de escapar hacia Chihuahua, por la misma ruta que había traído Villa en su marcha sobre Agua Prieta, al día siguiente me transladé a dicha plaza para observar más de cerca los movimientos que hiciera Rodríguez, y poder prepararle una batida que frustrara sus propósitos.

En Nogales quedó el teniente coronel J. M., Garza, con parte de mi Estado Mayor, al frente de la oficina del Cuartel General, encargado de transmitir y activar la ejecución de mis órdenes, para cualquier movilización de fuerzas que se hiciera necesario efectuar.

Llegado que hube a Agua Prieta, y por los informes fidedignos que obtuve, me confirmé en la creencia de que la columna del reaccionario Rodríguez intentaría escapar hacia Chihuahua, y desde luego decidí hacer movilización de fuerzas, para situarlas en lugares convenientes, a fin de cortar el paso al enemigo y obligarlo a presentar un combate, en que pudiera ser aniquilado; a cuyo efecto, ordené, por conducto del teniente coronel Garza, que estuvieran listas las tropas del general Laveaga en Nogales, para ser embarcadas y emprender la marcha a Agua Prieta por territorio norteamericano; disponiendo, al mismo tiempo, que contramarcharan a Nogales las fuerzas del general Calles, a excepción de la caballería al mando del coronel Lázaro Cárdenas, la que quedaría a las órdenes del general Manzo, para continuar como vanguardia de la columna que seguiría en marcha hasta tomar contacto con las fuerzas del general Diéguez, haciendo las reparaciones de la vía a Hermosillo. También ordené la contramarcha de las brigadas 8a. y 9a., al mando del general Eugenio Martínez, que con las fuerzas del general Calles, estaban acampadas en Cibuta, y del 24° batallón, a las órdenes del general J. Bermúdez de Castro, perteneciente a la brigada del general Manzo.

Estas fuerzas deberían reconcentrarse en Nogales, para de allí continuar a Agua Prieta por territorio norteamericano, tan pronto como estuvieran hechos los arreglos con la compañía del ferrocarril Sudpacífico, para su transportación; arreglos que con toda actividad estaban tratando ya, por instrucciones mías, el teniente coronel Garza y el C. Baldomero A. Almada, agente comercial nombrado por mi Cuartel General, en los Estados Unidos. Previamente y con autorización de esa Primera Jefatura, había yo solicitado y obtenido el correspondiente permiso del gobierno norteamericano, por conducto del mayor general Frederick Founston, del Ejército noneamericano, quien por esos días se encontraba en Nogales, Ariz.

En esta fecha (1° de diciembre), recibí el siguiente mensaje del general Diéguez:


Guaymas, Son., 30 de noviembre de 1915.

Como resultado derrota y desorganización Villa en Alamito, éste huyó por camino La Colorada y Mazatlán.

Quedo en espera de más informes, para comunicarlos a usted, respecto camino siga.

Infantería Sonora rendida hasta hoy, pasa de mil cuatrocientos.

Respetuosamente.
General M. M. Diéguez
.


Las fuerzas rendidas a que se refería el general Diéguez, en ese mensaje, eran las que tenían a sus órdenes los jefes sonorenses Urbalejo, Trujillo, Méndez, Romero y otros, que habían secundado a Maytorena en su rebelión.

Se tenían noticias de que Urbalejo, con el escaso resto de su gente, había seguido a Villa; pero que indignado por las abominables depredaciones que éste iba cometiendo en su fuga hacia Chihuahua, aquel jefe había manifestado su propósito de separarse del bandolero.

El día 2 quedó restablecida la comunicación telegráfica entre Nogales y Hermosillo, y desde luego ordené al generál Diéguez que hiciera seguir hasta Nogales las fuerzas del general Angel Flores, que venían a la vanguardia en Querobabi, tan pronto como estuviera reparada la vía del ferrocarril.

Las fuerzas de los generales Laveaga y Martínez se embarcaron este día en Nogales, con destino a Agua Prieta, adonde llegaron durante la noche, tomando allí descanso, para continuar al siguiente día, a estación Esqueda, sobre el ferrocarril a Nacozari.

El día 3 se efectuó el movimiento indicado a estación Esqueda, por ferrocarril, quedando allí establecido el campamento de los generales Laveaga y Manínez, cubriendo uno de los pasos que probablemente intentaría forzar el enemigo, en su huida hacia Chihuahua.

Este mismo día se embarcaron en Nogales las tropas de los generales Calles y Bermúdez de Castro, con destino a Agua Prieta.

Llegado el general Calles a Agua Prieta, le comuniqué órdenes para continuar la marcha con todas sus fuerzas, inclusive el batallón del general Bermúdez de Castro, a Esqueda, nombrándolo jefe de las tropas allí reconcentradas.

El día 5, ya establecido el general Calles en Esqueda, me comunicó haber movilizado a Nacozari al general Laveaga con sus fuerzas, en virtud de que el capitán Meza, jefe de la guarnición en aquel mineral, había informado que una partida de 400 a 500 reaccionarios, de la columna de Rodríguez, amagaba la plaza, solicitando dicho oficial ser reforzado. El resto de las fuerzas quedaban distribuidas en Esqueda, Cuchuta y Turicachi, con sus servicios de exploración para descubrir los movimientos del enemigo. El general Calles agregaba que la columna de Rodríguez, según informes que le habían dado sus exploradores, se empezaba a movilizar por La Baldeza, proponiéndose el general Calles enviar nuevas exploraciones para cerciorarse de este movimiento.

Este día, el general Diéguez me transcribió de Hermosillo un parte rendido a él por el coronel J. Duarte, jefe de las milicias de Sonora, que se encontraba en Tonichi, informando que se había presentado ante aquel jefe, el general Urbalejo con 200 hombres, pidiendo garantías para amnistiarse, y ofreciendo sus servicios para batIr a Villa, si se le ordenaba hacerlo. Urbalejo informaba que Villa se encontraba en las cercanías de Sahuaripa, en camino a Chihuahua, confirmando el completo desastre de éste, así como sus incalificables depredaciones en varios pueblos de la región por donde iba huyendo. La rendición de Urbalejo fue aceptada, ordenándosele pasar a Hermosillo, a presentarse ante el general Diéguez.

El día 6, el capitán H. Camacho, jefe de las armas en Cananea, me rindió parte de que sus exploraciones le informaban que la columna de Rodríguez había salido de Bacuachi y se encontraba ya en el cañón del Letrero, con rumbo a Fronteras, en número aproximado de 4,500 hombres, en su mayor parte de caballería, con 40 ametralladoras y 24 cañones. Esta noticia la comuniqué al general Calles, para que procurara seguir los movimientos de Rodríguez.

En esta fecha, el general Calles me rindió parte de haber recibido una comunicación del comisario del mineral El Tigre, informándole que el día 2 una partida de reaccionarios, en número de 400 a 500 hombres, después de desalojar a la escasa guarnición que al mando del capitán Loreto, había en aquel lugar, se posesionó de la plaza, haciendo un saqueo general en la tienda de raya y en las residencias de los vecinos, sin excluir las de los norteamericanos, y saliendo después, por Dos Cabezas. Ordené al general Calles que inmediatamente destacara una fuerza competente con aquel rumbo, para ver si era posible batir a los bandoleros.

En vista de los elementos que tenía Rodríguez, consideré necesario preparar su batida con mayor número de fuerzas, a fin de lograr su completo aniquilamiento; y a ese efecto, ordené, por conducto del general Diéguez, que se encontraba en Nogales, la movilización de las fuerzas del general Angel Flores, en número de mil hombres, aproximadamente, a Agua Prieta, por territorio norteamericano, dando instrucciones al teniente coronel Garza y al C. Baldomero A. Almada, para que, desde luego, hicieran los arreglos necesarios con la compañía del ferrocarril para la transportación de este contingente.

Bajo la personal vigilancia de los citados teniente coronel Garza y C. Baldomero A. Almada, el embarco de las fuerzas del general Flores quedó hecho al siguiente día, emprendiendo la marcha de Nogales, a las 5 p. m., y llegando a Agua Prieta en la mañana del día 8, donde desde luego se procedió a dar provisiones a la tropa, para que estuviera lista a marchar al sur.

La columna Expedicionaria de Sinaloa, que así se denominaba la del general Flores, incorporada a Agua Prieta, tenía un efectivo de mil hombres, formado como sigue:

2° Batallón Regular de Sinaloa, al mando del C. coronel Roberto Cruz;

6° Batallón Regular de Sinaloa, al mando del C. teniente coronel José Ignacio Galaz;

Regimiento De la Rocha, al mando del C. general Herculano de la Rocha;

Primer Regimiento de Ametralladoras, al mando del C. teniente coronel Agustín Camou;

Escolta del C. general Angel Flores, al mando del C. mayor Crisóforo Vázquez, y Escolta del C. general Arnulfo R. Gómez, quien iba incorporado como segundo jefe de la columna.

Poco después de la llegada de dichas fuerzas, recibí un parte del general Calles, comunicando que el enemigo comenzaba a movilizarse de Mavavi, y que era probable que Rodríguez intentara seguir la rUta de Fronteras y San Joaquín, agregando Calles que no tenía facilidad de hacer un movimiento rápido, para batir a los reaccionarios, por falta de trenes.

Ordené al general Flores su salida inmediatamente hacia el Sur, en virtud de lo cual este jefe emprendió la marcha con sus tropas hasta estación Cima, a 20 kilómetros de Fronteras y 4 de San Joaqun, acampando allí y tomando, desde luego, un dispositivo de defensa, para el caso de que fuera atacado.

Al mismo tiempo, ordené al general Calles que si Nacozari no estaba ya en peligro de ser atacado, reconcentrara a su campamento las fuerzas del general Laveaga, para que con todo su efectivo marchara a Fronteras y atacara al enemigo por la retaguardia, si éste se lanzaba sobre el general Flores.

Poco después, quedó cortada la comunicación telegráfica con el general Calles, manteniéndola solamente con el general Flores, quien me dio parte de que el enemigo se había posesionado de Fronteras.

Durante la noche no ocurrió novedad.

Al siguiente día, en mensaje depositado a las 9.30 a. m., el general Flores me comunicó haber tenido informes de que, esa mañana, habían tomado contacto las fuerzas del general Calles con el enemigo, sin más detalles.

Un nuevo mensaje del general Flores, depositado a las 9.45 a. m., me informaba que el enemigo iniciaba un ataque sobre sus fuerzas, y poco después, un sucesivo parte del mismo general Flores me hacía saber que el combate empezaba a generalizarse y que el enemigo emplazaba su artillería hacia su flanco izquierdo, desplegando sus líneas ofensivas, con intención de envolver a nuestras fuerzas.

Más tarde recibí un nuevo parte de Flores, diciéndome que la superioridad numérica del enemigo lo ponía en difíciles condiciones, y que esperaba quedar sitiado y atacado por retaguardia en poco tiempo, por lo que necesitaba ser reforzado con tropas que enviara yo de Agua Prieta. Inmediatamente contesté a Flores, manifestándole que no podía enviarle ningún auxilio, porque en Agua Prieta tenía solamente 100 hombres; pero que las órdenes que el día anterior había comunicado mi Cuartel General a Calles, me hacían esperar que, de un momento a otro, este jefe emprendiera su ataque sobre la retaguardia del enemigo, dándole, a la vez, instrucciones de que procurara formar con sus fuerzas un anillo, cerrando a retaguardia sus alas de infantería, y que resistiera hasta que Calles entrara en acción.

Apenas se había transmitido mi mensaje para Flores, cuando quedó cortada también la comunicación telegráfica con su campamento, indicándome esto que el enemigo le había cerrado ya el sitio.

Como la fuerza enemiga era, en su mayor parte, de caballería, y el combate se libraba a 33 kilómetros de Agua Prieta, júzgué que esta plaza estaba en peligro; por lo que, desde luego, ordené que la corta guarnición se colocara sobre el camino de Fronteras, e hice circular la noticia del peligro entre los vecinos de la ciudad.

Fue para mí una sorpresa alentadora la actitud viril de los vecinos de Agua Prieta, y de los mexicanos residentes en Douglas, quienes al conocer la noticia del probable amago a la ciudad, se presentaron en masa en mi Cuartel General, ofreciendo sus servicios para la defensa, y en menos de dos horas contaba yo con más de 600 hombres, resueltos a repeler cualquier intento del enemigo sobre la plaza.

Como a las cuatro de la tarde se restablecio la comunicación telegráfica, y recibía un parte del general Calles, procedente de Fronteras, en que comunicaba que el enemigo había sido completamente destrozado y obligado a huir en dispersión, perseguido por nuestras fuerzas; perdiendo mucho armamento, caballos y toda clase de pertrechos, así como el total de su artillería, compuesta de 21 cañones, que sucesivamente fueron capturando los nuestros en la persecución que hicieron al núcleo principal.

El parte del general Calles informaba que el general Flores había resultado herido, aunque no de gravedad, y que este jefe, personalmente, continuaba la persecución del enemigo derrotado.

El combate de este dla, según el parte detallado que rindió el general Calles, se inició a las 7 a. m., hora en que sus fuerzas, que salieron de Esqueda, empezaron a atacar al enemigo en Fronteras, de donde huyeron los reaccionarios para lanzarse sobre las fuerzas del general Flores, a quien juzgaron facil derrotar, por la inferioridad numérica de estas tropas; pero el general Flores resistió con toda bizarría el ataque, dando tiempo a que el general Calles entrara en acción, por la retaguardia de los asaltantes, como lo hizo este jefe, después de haber realizado una violenta marcha desde Fronteras, por el camino de Santa Rosa, para auxiliar a Flores.

El ataque de Calles por la retaguardia, combinado con la vigorosa resistencia de las fuerzas de Flores, en sus posiciones, fue decisivo para la completa derrota del enemigo, el que, al sentirse batido a dos fuegos, empezó a huir en completa desorganización, habiendo tenido, para entonces, más de 300 muertos, y dejado en poder de los nuestros más de 100 prisioneros, cifras que se aumentaron considerablemente en la persecución que siguió hasta El Frijol.

Inmediatamente di instrucciones al general Calles para que destacara 2,000 hombres de los mejor equipados, a las órdenes del general Eugenio Martínez, a hacer la persecución del enemigo, por Los Fresnos y Tinajas, hasta Colonia Oaxaca.

El general Calles salió, personalmente, a hacer la persecución ordenada, y el día 11, me rindió, de El Porvenir, el siguiente parte:


El Porvenir, 11 de diciembre de 1915.
General en Jefe, Alvaro Obregón:

Tengo el honor de informar a usted que, en la persecución que con las infanterías hice al enemigo, llegué hasta Cerro Prieto, capturándoles un capitán primero y 7 de tropa, los que fueron fusilados.

No fue posible dar alcance al enemigo, pues éste no se detiene ni para dormir, y va caminando día y noche.

Mi escolta llegó adelante de Santa Teresa hoy, y allí encontró los armones de los 4 cañones que lleva el enemigo, quemados, y desde los cerros que hay en dicho lugar, observó que el enemigo se movía de Morelos hacia Oaxaca.

He mandado alistar todas las caballerías útiles que haya en Agua Prieta, para que salgan inmediatamente, sobre Colonia Oaxaca, para averiguar el paradero de los últimos cañones que lleva el enemigo, pues no pueden pasarlos a Chihuahua, y para despedir al último villista.

La dispersión ha sido completa, y esta gente no podrá ya reorganizarse.

Espero concentrarme mañana en Agua Prieta.

Respetuosamente, general P. E. Calles.


Con esta batida tuvo fin la aventura reaccionaria en Sonora, siendo aniquilado el último núcleo importante que quedaba de lo que fue el arrogante ejército de Villa.

Me es honroso felicitar a usted por el completo triunfo de nuestras armas, y a la vez le protesto las seguridades de mi respetuosa subordinación y aprecio.

Constitución y Reformas.
HermosilIo, Son., 21 de diciembre de 1915.
El General en Jefe.
Alvaro Obregón.

Al C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.


En el desarrollo de las operaciones que fueron confiadas al general Diéguez, en la costa de occidente y en el golfo de California, cooperó de una manera eficaz el comandante de la flotilla de guerra del Pacífico, C. coronel Rafael Vargas, quien, desde que se inició la campaña contra la reacción, fue designado para tal cargo por la Primera Jefatura. El coronel Vargas demostró siempre un inquebrantable afán por cumplir satisfactoriamente su cometido, no obstante las dificultades que necesitó vencer, debido al mal estado en que se encontraban sus barcos y los grandes obstáculos que había para la adquisición de combustible para los mismos.

Índice de Ocho mil kilómetros en campaña de Álvaro ObregónCAPÍTULO VIII -Tercera parteCAPÍTULO VIII - Quinta parteBiblioteca Virtual Antorcha