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Sobre las condiciones del trabajo en conjunto de los anarquistas



El reinado universal de la esclavitud, la ignorancia y el estancamiento, que predominó en las relaciones sociales y en la convivencia de la humanidad -debido a toda una serie de causas-, durante miles de años, empieza a derrumbarse. Tiende radicalmente al mismo tiempo a convertirse en reinado universal de la libre unión y el trabajo voluntario, de la luz y el movimiento creador en general. La humanidad entra ahora en la época de esta conmovedora y gigantesca destrucción creadora: en la época de la gran revolución.

Una vez iniciada esta revolución -debido a las condiciones excepcionales en las que se desenvuelve- tiene grandes probabilidades de abarcar, en un porvenir más o menos próximo, todos los países, volviéndose, de esta manera, verdaderamente universal, y por ende, firme y definitivamente victoriosa. La victoria definitiva de la revolución universal -cualesquiera que sean las formas primarias que adoptara esta revolución en los distintos países-, significará su imprescindible transformación ulterior en revolución social.

El inconmensurablemente importante y sobresaliente fondo del proceso de la revolución universal que de esta manera se perfila, consiste en que este proceso, a medida que se va realizando, significa el principio de la evolución consecuente de la humanidad: el amplio movimiento de las masas y convivencia humana en dirección a las formas más completas de la sociabilidad, al más amplio y multiforme desarrollo de cada individualidad humana, a la consecución de toda la armonía ideal posible entre la sociedad, como medio -como base material indispensable- y el individuo, como fin, como el tesoro más preciado de la creación y de la realización espiritual de la humanidad.

Aunque la historia de las sociedades humanas era hasta ahora, (en cierto -bastante relativo- sentido de la palabra y en cierto -bastante débil- grado) movimiento de avance, fue, sin embargo, este proceso de avance en todo momento tan estrecho, ligado, oculto, limitado, deformado y alcanzaba a un número de hombres tan reducido y tan comparativamente insignificante, que -desde el punto de vista del movimiento de las formas de convivencia social de millones de seres humanos, desde el punto de vista general, histórico, mundial y humano- aparecía este avance en realidad casi como marcando el paso, casi inmóvil.

Ahora se abre por fin la posibilidad de evolución íntegra, amplia, abierta y libremente humana; la evolución de las masas, de las agrupaciones y de las individualidades.

Por fin emprende la humanidad resueltamente el camino. Por fin empieza a caminar. Por fin se encuentra en el estado de movimiento general, incesante y creador.

No es difícil -con más o menos dosis de verosimilitud- preveer las faces más próximas, las formas y la naturaleza de este gran movimiento.

Consecuentemente (ya por el tempestuoso avance desolador, ya por el crecimiento de la conciencia y por la tranquila actividad creadora), venciendo todas las dificultades, obstáculos y errores que se le opongan en su camino (la resistencia de la burguesía y de la contrarrevolución; el estancamiento del conglomerado político-estatal socialista-comunista, impotente para la creación, introducido por los partidos políticos extremos), tenderán implacablemente las innumerables masas laboriosas a crear ahora ellas mismas su asociación libre, real y consiguientemente fecunda, por el camino de la edificación de clases (y no partidaria), económica (y no política) de una unión viva, armoniosa y que abarque a todas las infinitamente multiformes organizaciones de la humanidad trabajadora, productora y consumidora.

Así, a la par que con la consecuente destrucción y anulación de la asociación artificial y autoritaria (imperialista-burguesa y socialista-estatal), convivencia impotente para destruir de hecho el viejo régimen y construir el nuevo, e incapaz de satisfacer las aspiraciones y exigencias de las masas en liberación -el pueblo, una vez conmovido, se verá en la necesidad de crear por su propia cuenta una asociación realmente nueva, auténticamente comunista, basada y ligada económicamente, sin autoridad. La misma vida los conducirá a la necesidad de esta forma de organización. Porque sentirán y comprenderán inevitablemente que, en caso contrario, su obra esta condenada a perecer.

Todo este proceso del derrumbamiento de la forma de convivencia político-autoritaria (la capitalista-burguesa o la pseudo comunista) y su paulatina suplantación creadora por una forma nueva, económica-popular, antiautoritaria, auténticamente comunista -incluso la llegada de la era del tranquilo desarrollo ulterior de la nueva organización social definitivamente formada- es lo que llamamos revolución social. (Toda otra revolución, puede únicamente tener una mezcla más o menos grande de contenido social). Y afirmamos que la revolución social puede realizarse (si posee suficientes fuerzas objetivas) solamente en estas formas y únicamente por este camino -o no se realizará, y será, al final de cuentas, aplastada (o sea terminada en un fracaso y en la resurrección -bajo unas u otras formas- del régimen capitalista-burgués). O la revolución social, destruyendo y venciendo las formas revolucionarias pervertidas y desarrollándose incesantemente, hallará, a pesar de todos los obstáculos, su auténtica antes descripta forma-, o la revolución social no se realizará.

De esta manera es evidente que la revolución social es un proceso destructivo-constructivo (revolucionario-evolucionista) más o menos largo, únicamente realizable mediante la intervención en el mismo del amplio movimiento de grandes masas populares que vencen los obstáculos, destruyen las vallas, subsanan los errores, y que se encaminan, poco a poco, por el camino verdadero de la construcción social y que crean nuevos modos de convivencia entre los hombres.

Es también evidente, que en su parte creadora es este proceso la germinación, el desarrollo, fortalecimiento y unificación de una manera real de organizaciones de trabajo y económicas, que tomaran en sus manos -o sea bajo su vigilancia y administración- tanto todos los medios, materiales y herramientas de labor, como también la organización de la nueva producción, el consumo, transporte y cambio de productos.

Es indudable que un problema tan colosal como la creación -sobre lo destruído- de una nueva agricultura, de una nueva industria, de un nuevo intercambio, transporte, comercio, etc., pueden únicamente realizarlo las masas rurales y ciudadanas bien organizadas y estrechamente ligadas entre sí.

Y es, finalmente, claro que el fondo de todo este proceso no puede ser otra cosa más que una aspiración tenaz, profundamente real y consciente y el principio de la creación de la convivencia libre, sin autoridad, económicamente igualitaria y libremente organizada.

Si ahora intentáramos hacer un esbozo de la comuna anarquista y de su composición, resultaría que este cuadro estaría en concordancia con todo lo que hemos expuesto hasta aquí. Y quedaría en claro para nosotros, que todo el proceso que veníamos exponiendo y su resultado directo -que venía creciendo a medida del desarrollo del mismo proceso- no es otra cosa que la construcción inmediata de la comuna anarquista y la comuna anarquista misma.

En realidad, ¿qué es en el fondo la construcción de una ciudad-comuna sino la creación correspondiente de una red potente de organizaciones económico-sociales (de trabajo, de producción y de consumo), las cuales, creciendo, ampliándose e integrándose, buscan de unirse en los principios de la unión igualitaria y sin autoridad, toda la población de la ciudad, tomando bajo su administración y asegurándole los medios de subsistencia? ¿Qué es la misma ciudad-comuna, sino un gran mecanismo administrativo, puesto en movimiento por la libre e incesante actividad creadora de la población, unida sin imposición en innumerables uniones económicas, que posee en común todas las herramientas del trabajo, que produce, consume y exporta al exterior los materiales sobrantes?

No cuesta más ver que también la aldea -en el mismo proceso de la revolución social- se verá en la necesidad ineludible de abocarse a la construcción de la libre asociación comunal sin autoridad, o sea, de la comuna anarquista, que poseerá la tierra y los útiles de labranza de acuerdo a los principios comunistas y que organizará su trabajo sobre bases comunistas. El análisis más superficial nos muestra que sin estas condiciones no puede la pobreza campesina ni trabajar como es debido la nueva tierra, ni sacar de ella todo lo necesario, ni encauzar un intercambio regular de productos con la ciudad-comuna. En este proceso de comunización de la aldea será rápidamente absorbida la parte más rica de los campesinos -ya sea quitándoles la tierra y las herramientas comunales, como también por su adhesión voluntaria; convirtiéndose, de esta manera, también la aldea, directamente y en corto espacio de tiempo (durante el proceso de la revolución social) en aldea-comuna.

La necesidad efectiva de un ligamiento estrecho y de un intercambio mutuo de mercaderías no tardará en crear uniones sólidas de aldeas-comunas con las ciudades-comunas, o sea, nada menos que la libre federación de las comunas de ciudades y aldeas.

Resumiendo: el mismo proceso de la revolución social -destructivo, por cuanto destruye las viejas y mentirosas formas de organización-, aparece, en su parte creadora, desde un principio, anarco-comunista por su contenido, no pudiendo ser de otra manera. La revolución social es ya de por sí el proceso de construcción de la comuna anarquista. Su principio es el principio de esta construcción, el principio de la formación de la comuna anarquista.

La conclusión que sacamos es clara: no cabe discusión alguna sobre periodo transitorio alguno entre el capitalismo destruido y el régimen anarquista. En realidad no hay tal periodo transitorio. No bien empezamos a representarnos la construcción de la comuna anarquista, cuando ante nosotros se levanta el lado creador de la misma revolución social, no habiendo donde meter esta pretendida época intermedia entre el final de la revolución social y el principio del régimen anarquista. El paso desde el momento del derrumbamiento del régimen capitalista burgués al comunismo anárquico no es el estado transitorio, sino el principio inmediato de la construcción de la misma comuna anarquista. El dominio temporal del partido político no puede en manera alguna considerarse estado transitorio y entra correlativamente en el trabajo de los anarquistas. Esto no es aún la revolución social. En realidad es continuación y remate de la revolución política, la cual, o hará sucumbir toda la revolución, o será desechada y suplantada por la revolución social. La tempestad aún no amaina. Tranquilidad no hay, no pudiéndose hablar de ningún periodo transitorio. Si el bolchevismo sale vencedor en la lucha, se iniciará pronto la revolución social (o sea la anarquista-comunista); la impotencia creadora del bolcheviquismo (del partido) hará que las masas lo abandonen. La actividad propia creadora de las masas que prosiguen la revolución integral las sacará del camino amplio de la construcción anarquista-comunista.

La revolución social puede no realizarse. Pero en la revolución social (dado el caso que se produzca) no hay lugar para el periodo transitorio.

La adaptación de este axioma es la primera condición indispensable para que las corrientes anarquistas antagónicas puedan, al fin, darse la mano y laborar en conjunto.

Pues, siendo anarco-comunista por su contenido, deberá ser, como hemos visto, la revolución social, por el principio de organización que germina dentro de ella, eminentemente sindicalista (partiendo del principio de la organización de las masas) por su método de organización. Únicamente la masa organizada, mediante la creación, afianzamiento y conjunción de sus organizaciones de clase, es capaz de resolver el gran problema creador de la revolución social -la construcción de la comuna anarquista.

Precisamente como método de organización es como hay que interpretar la palabra sindicalismo, del anarco-sindicalismo ruso, y reconocer que sin la acción conjunta de las organizaciones de las masas (las cuales, durante la revolución social, se convertirán inevitablemente en revolucionarias), es imposible resolver el problema de la revolución social, es imposible socializar, organizar y asegurar el nuevo aparato económico.

El reconocimiento de esta particularidad es la segunda condición de la posibilidad del trabajo de los anarquistas en conjunto.

Constatando este déficit considerable en el movimiento anarquista en Ukrania en el momento actual, considera la conferencia absolutamente indispensable dirigir los más enérgicos esfuerzos para hacer desaparecer paulatinamente los obstáculos indicados y expresar la esperanza en la actividad fecunda en esta dirección del grupo iniciador y las demás organizaciones anarquistas de Ukrania.

(Aceptada por unanimidad)

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