Índice de Estado de la revolución después de la prisión de Hidalgo y sus compañeros de Lucas AlamánAPÉNDICE - Documento N° 5 -APÉNDICE - Documento N° 7 -Biblioteca Virtual Antorcha

ESTADO DE LA REVOLUCIÓN DESPUÉS DE LA
PRISIÓN DE HIDALGO Y SUS COMPAÑEROS

Lucas Alamán

APÉNDICE

DOCUMENTO N° 6

Informe del coronel D. José María de Echeagaray, gobernador de Cuautla, al general Calleja, sobre el estado en que encontró aquella población, y medidas que tomó.
Archivo general, carpeta Parte del gobernador de Cuautla, bandos publicados y providencias tomadas.


El honor que V. S. se sirvió dispensarme, nombrándome de Cuautla Amilpas, me hizo presenciar escenas tiernísimas conmociones inexplicables de alegria.

Cubiertos todos los puntos principales por el batallon de Guanajuato y parte del de Asturias, que estaban al mando del comandante del primero D. Saturnino Samaniego, para impedir la entrada y salida de la gente; asegurada la útil, cuyo número ascendió a 492 individuos, inclusos los que tenia en su poder el referido comandante, operacion que desempeñó con exactitud el capitan D. Francisco Martinez, teniente veterano de la Columna de granaderos con una partida de dragones de S. Luis; comencé a dictar las demas providencias convenientes al estado del pueblo.

El presentaba la vista mas horrorosa; la mayor parte de las casas estaban destruidas por el cañon y la bomba; de entre las ruinas salia un hedor insufrible, provenido de los cadáveres de hombres y bestias mezclados unos con otros, de la inmundicia y basura que observaba en todas partes; los ayes y clamores de los que andaban por las calles solicitando alimento, extenuados y reducidos al último extremo de la miseria, exigian la compasion de todos; en los conventos de Santo Domingo y S. Diego estaban ocupadas sus habitaciones con enfermos, sin distincion de sexo ni edad, las sacristias, las iglesias y aun las torres. Se encontraron en el primero 223 y en el segundo 362. ¡Que tristeza infundia encontrar entre ellos cadáveres de dos o tres dias, otros de ménos tiempo, y los que acababan de fallecer, mirar a otros agonizar, oir los lamentos y quejidos de los que agobiados de las enfermedades, solo esperaban hallar consuelo en la misma muerte!

En situacion tan dolorosa fue para mí del mayor consuelo encontrar en las instrucciones que V. S. se dignó darme, providencias benéficas que reducidas a efecto con precision, fueron la áncora que libertó de tan horrorosa tormenta un crecido número de personas. Separé los cadáveres de la vista de los enfermos, comisionando al sargento de mi regimiento Juan Gamboa, para que bajo su direccion los indios prisioneros hiciesen las zanjas necesarias y los enterrasen, como tambien los demas que se encontraron en las calles, casas y entre las ruinas.

Como la peste proviniera en la mayor parte del hambre que sufrió el pueblo, de resultas del estrecho bloqueo en que lo tuvo el ejército, comisioné al Br. D. José Mariano Ruiz Calado, cura de Yautepec, a quien V. S. destinó para capellan y juez eclesiástico de él, en solicitud de víveres; recorrió las casas existentes, y solo encontró porcion de maiz en las que habitaban los cabecillas. En el momento dí órden para reunir el mayor número de molenderas para hacer atole y tortillas, lo que se verificó dentro de la casa misma que ocupaba, y con tal arbitrio e introducir la agua, logré socorrer en el pronto la necesidad urgente en que se hallaban los enfermos miserables. No quedó uno que dejara de recibir este importante auxilio.

Desembarazado de esta primera atencion, e interin llegaba el socorro de víveres que pedí a V. S. realicé otras providencias muy útiles. De los presos destiné 441 para los trabajos precisos, todos de la ínfima plebe, exceptuando 51 que sus circunstancias exigian esta atencion. Entre ellos estaban tres eclesiásticos seculares y un religioso laico de S. Diego. A los reos de mayor gravedad se les aseguró con prisiones, para no entretener en su custodia la tropa de que se necesitaba para otros fines.

Destaqué varias partidas con oficiales para el reconocimiento de las casas, coleccion de armas, y de bienes propios de los insurgentes; pero nada encontraron por estar saqueadas de antemano, como me lo expusieron en sus respectivos partes.

Pasé oficio al cura juez eclesiástico Br. Calado y al P. guardian de S. Diego, para que recogiendo el primero por formal inventario los vasos sagrados, ornamentos y demas perteneciente a la parroquia convento de Santo Domingo lo entregara todo a la disposicion del Sr. diocesano, y el segundo lo hiciese de los suyos a la del R. P. provincial de su órden, con lo que desempeñé el particular encargo que en esta parte me hizo V. S. en la instruccion.

Se destruyeron veintidos trincheras fijas, inclusas las seis de la hacienda de Buenavista, y diez movibles.

Recogí los 29 cañones que existian dentro del pueblo, los que mandé entregar a V. S., y en el parque de artillería cantidad de fierro, acero, balas de todos calibres, pólvora y cascos de granada, todo lo cual se halló en la tesorería, que era la casa del cabecilla Leonardo Bravo.

Se hicieron diferentes excavaciones en los lugares en que se sospechó haber quedado enterradas armas y otros útiles de los insurgentes. nada se encontró.

Publiqué el dia 4 los bandos números 1, 2 y 3 reducidos al socorro de los enfermos y pobres necesitados de alimentos, a recoger toda clase de armas de pertenencia de los rebeldes y de la de los individuos del pueblo, y a prefijar el término de tres dias para que lo desamparasen. trasladándose a otros de los que siguen la justa causa; me determiné a lo primero para salvar la vida a muchas personas que parecian espectros por su debilidad, sin tener recursos para procurar sus alivios y subsistencia, y por la abundancia del socorro que V. S. con mano liberal, tuvo a bien se me remitiera por el señor intendente del ejército.

Si tuviese mi pluma el primor necesario, yo pondria a la vista de V. S. el cuadro tiernísimo que materialmente registré con mis ojos. Aquellas mismas gentes que solo aguardaban ser pasadas a cuchillo por el ejército vencedor, segun les anunciaron los cabecillas, al observar las disposiciones que he referido, como quien vuelve de un letargo, comenzaron a desengañarse de ser falso el temor que se les procuró inspirar; pero cuando vieron que el bando llamaba a los convalecientes y a los pobres para ser alimentados; cuando observaron que yo, todos los oficiales y los mismos soldados, poniamos en sus manos el alimento de que tanto necesitaban, que los preferiamos sin distincion a nosotros mismos, y que nada teniamos reservado como cediese en su beneficio; entonces, cediendo a la razon y a la gratitud, sus voces, sus lágrimas y sus acciones, explicaron del modo mas enérgico los sentimientos de sus corazones conquistados por la misericordia y la beneficencia. Levantaban sus manos trémulas para dar gracias a Dios por tanta piedad; y su gusto, su alegria y el transporte de su regocijo, arrancó de nuestros ojos el llanto dulce que tanto satisface a las almas que nunca se olvidan de sus semejantes, a quienes por un precepto de su creencia deben amar como a sí mismas; ¡qué bendiciones a v. S. de quien dimanaban todas estas disposiciones! En efecto: Cuautla ha presenciado el combate glorioso de las pasiones con el valor y la misericordia. El ejército del centro siempre vencedor, triunfó de la obstinacion y vicios de los rebeldes, y luego que envainó la espada, solo trató de la salud, de la vida, y de la subsistencia de sus hermanos, añadiendo esta nueva y mas noble victoria, a la que acababa de conseguir con su esfuerzo.

No alcanzaron las medidas tomadas, para libertar de las feroces garras de la muerte a 575 víctimas, sacrificadas por la peste desde el día 2 hasta el 7 del corriente; quedaron enfermos y entregué al Sr. brigadier D. Ciriaco de Llano 151, para que de los hospitales en que existian, se trasladaran a las haciendas para su convalecencia.

En cumplimiento del tercer bando, se les dieron pasaportes a todos para que desamparasen el pueblo, socorriéndolos con reales para sus gastos, que asignó la piedad de una señora y otras personas que no quieren se publiquen sus nombres. De este modo concluí mi comision, empeñando todo mi conato para realizar las órdenes de V. S. segun y como me preceptuó. Me ayudaron con su eficacia los jefes, oficiales de los cuerpos referidos y los soldados; todos competian por ser los primeros para socorrer a los enfermos, a los convalecientes y a los pobres; haciéndose así dignos de los aplausos generales, que anteriormente habian merecido por su valor y serenidad, en medio de los mayores peligros.

Dios guarde a V. S. muchos años.

Pueblo de Cuautla 8 de Mayo de 1812.
José María de Echeagaray.
Sr. mariscal de campo D. Félix María Calleja, comandante general del ejército del centro.


NÚMERO 1.

Don José María de Echeagaray y Bocio, coronel de los reales ejércitos, teniente coronel del regimiento de dragones de México, y gobernador de esta plaza de Cuautla Amilpas, por nombramiento del Sr. mariscal de campo D. Félix María Calleja, comandante en jefe del ejército de operaciones del centro.

Habitantes de Cuautla: Cuando no estuviese demostrada por experiencias repetidas, la piedad con que el legítimo gobierno ha tratado siempre los delitos criminales de insurreccion, otorgándoles indulto generoso en todos los lugares en que han estado las armas victoriosas del rey, restableciendo la religion y los derechos del orden social y político, debereis estar penetrados de lo sumo del reconocimiento, al reflexionar la triste situacion en que os han hallado, abandonados de los infames caudillos que promueven la rebelion, y a los que os habeis por tanto tiempo sujetado, quedando en el estado mas lastimoso, consumidos de hambre, afligidos de la peste devoradora que os extermina, llenos últimamente de tantas miserias, que solo pueden atribuirse al brazo de Dios que os castiga los excesivos crímenes que habeis perpetrado; abrid los ojos, recapacitad en vuestra situacion triste, y al mismo tiempo no perdais de vista la atencion, esmero y caridad con que el legítimo gobierno antes de todo, trata de saciar vuestra hambre, precaveros de la epidemia, tomando antes que todas cosas, con preferencia por objeto el redimir vuestra miseria; mas no debiendo dejaros expuestos a reincidir en tan abominable delito y quitaros toda ocasion, prevengo y mando de orden del señor general en jefe del ejército:

Primeramente. Que todos los que tengan armas blancas, de fuego, pólvora y municiones, caudales o dinero perteneciente a los insurgentes, los entreguen inmediatamente dentro del término de veinticuatro horas, pena de la vida.

Segunda. Que todos los que tengan noticia de hallarse ocultos o encerrados cañones, armas, pertrechos, caudales o cualquiera otra cosa por leve que sea, perteneciente a los mismos, dentro del mismo término y pena, lo denuncie ante mí.

Tercera. Que inmediatamente que este bando sea publicado y bajo la pena y término prefijado, entregueis en la casa de mi habitacion, y al capitan D. Francisco Martinez, comisionado al efecto, todas y cualesquiera armas que tengais, sean de la clase que fueren, sin reservar las cortaplumas.

Cuarta. Que bajo la misma pena y el referido término, cualesquiera persona que tenga noticia de hallarse ocultos algunos de los cabecillas, lo denuncie, y lo mismo con los que oculten armas que les pertenezcan a los rebeldes, u oculten los vecinos de esta plaza; ofreciendo por premio al que lo verifique, absolucion e indulto. Y para que llegue a noticia de todos, mando se publique por bando en el paraje público.

Dado en el pueblo y plaza de Cuautla a 4 de Mayo de 1812.
José María de Echeagaray.


NÚMERO 2.

Habitantes de Cuautla:

A pesar de la tenacidad y obstinacion que os ha hecho permanecer en el yugo y servidumbre criminal de los rebeldes tiranos, corifeos de la insurreccion, contra Dios, contra el rey, la patria y vosotros mismos, cuyo fruto ha sido la mísera situacion que tocais. devorados por la peste, consumidos por el hambre, robados vuestros intereses por los mismos conductores de vuestra infelicidad; cuando deberiais experimentar el exterminio y la aniquilacion, y que vuestra sangre derramada en la infame tierra que os abriga, vuestras cabezas empedrasen el suelo en que tantos crímenes abominables habeis cometido; muy distante de imitar vuestra crueldad, el caritativo y compasivo cristiano gobierno legítimo, en que Dios y la naturaleza os ha puesto desde el momento de vuestra existencia, hoy va a dar un rasgo de la beneficencia de su intencion. Sí; el señor comandante general del ejército de operaciones del centro, lleno de los sentimientos propios de su bondadoso corazon, ha resuelto que dentro de tercero dia contados desde esta fecha, salgais de este lugar (que ya no debe existir) a otros que os acomode, como no sean en los que el cisma de la insurreccion exista; por lo que a su nombre os lo hago saber, mandando por el presente, que en el término asignado salgais de este suelo, ocurriendo a mí por el correspondiente pasaporte que se os franqueará, exceptuando únicamente a los que se hallan presos, hasta que la debida justificacion de su conducta les haga acreedores a esta gracia; y para que ninguno alegue ignorancia, mando se publique por bando, fijándolo en los parajes acostumbrados.

Dado en el pueblo y plaza de Cuautla Amilpas, 4 de Mayo de 1812.
José María de Echeagaray.


NÚMERO 3.

Para manifestar la dulce y tierna compasion de que está apreciado el gobierno, y la sensible compasion que le merecen sus súbditos, ha resuelto que todos los que tengan enfermos, o estén necesitados de alimentos, ocurran a mí a recibir el auxilio que necesiten, y con que rediman su necesidad y miseria; y para que llegue a noticia de todos mando se publique por bando.

Dado en el pueblo y plaza de Cuautla Amilpas, a 4 de Mayo de 1812.
José María de Echeagaray.

Son copias.
Echeagaray.

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