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CAPÍTULO QUINTO

Primera parte

La agresión, por Chantal López y Omar Cortés.

Carta de Wyke a Russell.

Carta de Russell a Wyke.

Carta de Thouvenel a Saligny.

Carta de De la Fuente a Zamacona.

Carta de Thouvenel a Saligny.




LA AGRESIÓN

Desde el preciso momento en que el Congreso votó la aprobación de la Ley para el arreglo de la Hacienda pública, se cirnió sobre México el inminente peligro de una intervención extranjera. De ello estaban conscientes todos los mexicanos, pero algunos suponían que quizá, debido en mucho al alto costo que para las potencias europeas constituía el preparar y desarrollar, desde el estricto punto de vista militar, las fuerzas expedicionarias intervencionistas; y a la muy probable protección que el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, presidido por Abraham Lincon, otorgaría a México, se frenaría o, por lo menos se retrasaría tan terrible amenaza.

A decir verdad, tal suposición no era del todo descabellada: sus fundamentos se sostenían. Sin embargo no tomaba en cuenta la inquebrantable voluntad de Napoleón III por imponer un gobierno a México, ni el inicio de la guerra de secesión en los Estados Unidos de Norteamérica, que dieron al traste con tan alagüeño presupuesto.

Así pues, el destino de México estaba sellado: la intervención era un hecho inminente e inevitable.

La formación de la triple alianza entre Francia, Inglaterra y España para intervenir militarmente en México, tuvo su razón de ser precisamente en la promulgación de la ley ya referida.

Ciertamente en ello puede verse un simple pretexto para quienes querían mucho más que cobrarse, así, de hecho, a Napoleón III, le cayó, prácticamente del cielo, tan maravillosa coyuntura, ya que sin ella, más difícil hubiese sido llevar a cabo sus planes.

Véase como pretexto o no, el hecho es que la reacción de las potencias europeas ante la promulgación de la Ley para el arreglo de la Hacienda pública, fue intervenir militarmente.

Chantal López y Omar Cortés


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CARTA DE WYKE A RUSSELL

México, julio 26 de 1861.

Señor:

Después de un estudio de los despachos que tuve el honor de dirigir a usted por el último correo, S.E. probablemente no se sorprenderá, al enterarse de que este gobierno envalentonado por la aparente impunidad con la que suspendió el pago de las asignaciones estipuladas en el convenio por el Capitán Dunlop y Aldham, hubiera llegado más allá, suspendiendo todos los pagos de lo asignado para los reclamantes extranjeros, mediante las convenciones inglesa, francesa y española.

Este escandaloso y deshonesto acto fue anunciado en una nueva ley de finanzas, dada por el Congreso el 17 de los corrientes, y publicada en los periódicos y carteles, en forma de decreto, por orden del Presidente, el día 19.

En este documento, del que tengo hoy el honor de enviar a usted traducción, S.E. verá, en el artículo 12, que todos los pagos incluyendo lo asignado para los tenedores de bonos de Londres y las convenciones extranjeras, fueron suspendidos por dos años. Por el artIculo 32, el contra-registro o impuesto sobre el consumo de mercancía extranjera se duplicó en el Distrito Federal por deseo gubernamental para permitirse, gracias a ello, y a todo lo producido por el impuesto sobre el tabaco, para dar preferencia al pago de deudas contraídas desde el 29 de mayo pasado, así como también para gastos del mantenimiento de la paz pública o, en otras palabras, para el sostenimiento de la guerra civil.

Estos son los dos artículos del decreto que afectan directamente a los extranjeros, los otros recaen más bien sobre los nacionales, tal como son los artículos 12° y 13°, por los cuales el gobierno está autorizado para imponer contribuciones sobre el tabaco y aumentarlo a un 50% hasta el último del próximo diciembre; las contribuciones sobre productos nacionales en el Distrito Federal, comprendiendo un área de 89 millas cuadradas, con una población de cerca de 300 000 almas.

Mi nota del día 23 es respuesta al anuncio oficial del decreto por el cual solemnemente protesté y advertí al señor Zamacona de que a menos de que tan ofensiva medida fuera retirada en 48 horas, yo perdería todo intercambio oficial con el gobierno mexicano hasta recibir instrucciones del gobierno de S.M. respecto de este asunto.

Las 48 horas han expirado sin haber recibido contestación a esta comunicación; yo nuevamente le envié nota la noche del día 25, suspendiendo formalmente mis relaciones como lo había amenazado hacer.

Resulta evidente por el tenor de esta comunicación del señor Zamacona que ellos ahora están alarmados por el cariz que los acontecimientos han tomado, pero el desdichado orgullo y vanidad les previene de tomar medidas para evitar el mal, por lo que no veo posibilidad de que tal medida sea desechada.

S.E. por ello percibirá que se ha hecho imposible soportar por más tiempo los afrentosos e ilegales procedimientos de un gobierno que no respeta, él mismo, ni sus más solemnes compromisos.

Solamente adoptando medidas coercitivas que puedan forzarles a dar un sistema violento de expoliación que en realidad es tan perjudicial para ellos mismos, como para los extranjeros tan desafortunados en haber traído sus capitales e industria a un país desgobernado.

A la publicación del decreto los comerciantes británicos residentes aquí, me enviaron una carta pidiéndome interviniera, a su nombre, contra el aumento de impuestos sobre los artículos extranjeros de consumo que recaían sobre ellos.

En tanto que la presente administración, deshonesta e incapaz continúe en el poder, las cosas irán de mal en peor, pero con un gobierno formado por hombres respetables, si es que pudieran hallarse, los recursos del país son tan grandes que podrían cubrir sus compromisos y aumentar tres veces la cantidad de exportación, no solamente de los metales preciosos, sino de aquellos productos por los cuales ellos reciben, a cambio, productos británicos manufacturados. México da 2/3 partes de la plata ahora en circulación, y podría ser uno de los países más ricos y prósperos del mundo, de allí el interés de la Gran Bretaña de poner fin, por la fuerza si fuere necesario, a este presente estado de anarquía, insistiendo de su gobierno el pago de lo que adeuda a los súbditos británicos.

El señor Saligny, Ministro francés aquí, está de acuerdo conmigo en este asunto, aunque los intereses que él defiende resultan una naderia en comparación con los nuestros; él ha usado un lenguaje más duro que el mío, ya que él solamente ofrece, de hecho, romper todo intercambio oficial con este gobierno, a menos de que ellos rescindan el decreto del 17 de los corrientes.

No tengo la menor vacilación al decir que a menos de que el gobierno de S.M. tome las medidas definitivas para demostrar a este gobierno que no puede actuar impunemente, los súbditos británicos residentes aqui, quedarán indefensos, y sus propiedades a merced de un grupo de hombres que ven con negligencia los más solemnes compromisos, sea que intervenga ya su capricho o su rapacidad.

En espera de las instrucciones de S.E., quedo ...

Charles Lennox Wyke


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CARTA DE RUSSELL A WYKE

Septiembre 12 de 1861.

Señor:

He recibido sus despachos del 26 y 28 de julio, y le manifiesto a usted la absoluta aprobación del gobierno de S.M. respecto de la conducta observada por usted.

La suspensión por dos años de todos los pagos abonados a la deuda, en un momento en que el gobierno mexicano puede gastar seis millones de dólares en seis meses, es un acto desvergonzado que no puede ser disculpado en lo más mínimo, ni en pretextos que el señor Zamacona sostiene que el gobierno actual de México se encuentra ocupado en mantener el orden social e interno, en reorganizar la administración de la República, en establecer una rígida economía en todas las ramas del servicio público, o en lograr un esfuerzo vigoroso que ponga fin a la guerra civil y restaure la paz interna del país. Pero es notorio que cada una de dichas aseveraciones es por el contrario falsa.

Es bien sabido que la vida y la propiedad se encuentran en peligro, no solamente en las calles de la Capital; que la administración se encuentra corrompida y descuida todos los intereses, con excepción de aquellos que le proporcionan ventajas personales, como hasta ahora han gobernado en México; que una gran anarquía y el desorden prevalecen en todos los departamentos del gobierno, y que en lugar de haber aplicado los recursos del Estado para terminar totalmente con la guerra civil, el partido opositor con los seguidores de Miramón, según los últimos acontecimientos, ha tomado incremento y se encuentra a corta distancia de la Capital sin posibilidad de adueñarse de ella.

El gobierno de S.M. por lo tanto, no puede aceptar tales excusas de errores por los cuales han sido las víctimas los súbditos de S.M. en México, asimismo, si las proposiciones contenidas en mis despachos del día 21 (Tómese en cuenta que el gobierno británico exigía el pago del dinero sustraído de su legación por el gobierno de Miramón; el pago de lo tomado en la conducta de Laguna Seca y, el cumplimiento de lo estipulado en los convenios Aldham y Dunlop. Nota de Chantal López y Omar Cortés) no son aceptadas por el gobierno de México, deberá suspender las relaciones y ponerse en comunicación con el Contralmirante Milne, quien recibirá instrucciones del Almirantazgo sobre el particular.

Quedo ...

Lord John Russell


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CARTA DE THOUVENEL A SALIGNY

París, 5 de septiembre de 1861.

Mr. Alphonse Dubois de Saligny.

Muy señor mío:

He recibido los despachos que me habéis hecho el honor de dirigirme hasta el número 36. Por ellos me he enterado de la grave resolución que habéis tomado, interrumpiendo vuestras relaciones diplomáticas con el gobierno mexicano, como lo ha hecho por su parte vuestro colega británico. Después de enterarse de vuestras comunicaciones, el gobierno del Emperador no ha podido vacilar un momento en el concepto que debía formarse de los últimos actos del gobierno mexicano y sobre la decisión que os han inspirado. Aprueba completamente vuestra conducta y protesta del modo más enérgico contra la del gobierno de Juárez.

Ya sabéis que a vuestra llegada a México acogimos con verdadera satisfacción la esperanza de que los hombres que encontrásteis en posesión reciente del poder, procurarían arreglar definitivamente con vos todas las cuestiones pendientes y nos complacimos en considerar el convenio que hicisteis con el Sr. Zarco, como una prueba, a lo menos, del deseo de tomar en consideración nuestras justas reclamaciones. Aunque vuestras noticias posteriores tendieran a menguar nuestra confianza en los sentimientos de equidad que creímos poder atribuir al gobierno mexicano, nos repugnaba hasta el presente suponer que pudiese faltar a sus compromisos formales y emanciparse con tan poco escrúpulo de un arreglo que era el reconocimiento, en principio, de nuestras legítimas reclamaciones.

Vuestros últimos despachos, empero, desvanecen todas las ilusiones que nos complacimos en conservar sobre esto. Ya sabemos ahora cuáles son las disposiciones reales que por desgracia animan al gobierno mexicano. No quiero poner a discusión las deplorables medidas que os han obligado a interrumpir toda relación con él; bastantes habéis consignado ya que constituyen una infracción manifiesta de solemnes compromisos. Conviene, sin embargo, que sobre esto sea conocida la impresión que ha recibido el gobierno del Emperador y que sepa el gobierno mexicano lo que exigimos de él si no comprende el interés que tiene en detenerse en la senda llena de peligros en que ha entrado. Así, pues, le manifestaréis que la suspensión del pago de las deudas extranjeras, sea cual fuere el pretexto que se alegue, es por nuestra parte objeto de la más severa reprobación y, en su consecuencia, pedimos que sea inmediatamente revocada la ley de 17 de julio último.

Añadiréis también que reclamamos que en los puertos de Veracruz y Tampico se establezcan los comisionados que designaremos, con el objeto de asegurar que se entreguen a las potencias que tienen derecho a ello, los fondos que deben recaudarse en beneficio suyo, en cumplimiento de los convenios extranjeros, sobre los productos de las aduanas marítimas de México. Si el gobierno mexicano se niega a aceptar estas condiciones, deberéis sin demora salir de México con todo el personal de la Legación de S.M.

El gobierno inglés, a quien las comunicaciones de vuestro colega, como creéis, habían inducido tiempo ha a creer que no era ya posible esperar de la simple buena voluntad del gobierno mexicano un cambio de conducta, acababa de preparar sus despachos para Sir Charles Wyke, cuando el último correo le ha traído al mismo tiempo que a nosotros la noticia de haber interrumpido las dos Legaciones sus relaciones con el gobierno mexicano. Este hecho no ha podido menos de confirmar al gobierno británico en la intención de remitir a Sir Charles Wyke las instrucciones proyectadas y las ha enviado por la vía de los Estados Unidos.

Como es natural, el señor De la Fuente ha recibido por este correo despachos en que se le prescribía que me enterase a la brevedad posible de los graves incidentes que han sobrevenido en México. Ya sabéis que he tenido ocasión de usar un lenguaje conciso y severo con este agente. Al recibirle esta vez, le he dicho que no podía entrar en explicaciones de ningún género sobre la conducta de su gobierno. Le he dicho que el Gabinete de Londres participaba de todas nuestras impresiones; que vuestra determinación y la de Sir Charles Wyke había sido completamente aprobada por ambos gobiernos, que éstos os remitían las instrucciones que las circunstancias reclaman y que estaban decididos, en caso necesario, a apoyarlas con las fuerzas navales de ambos países.

Antoine Edouard Thouvenel


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CARTA DE DE LA FUENTE A ZAMACONA

Londres, octubre 25 de 1861.

Excmo. señor Secretario de Relaciones Exteriores.

Excmo. señor:

La respuesta de Lord John Russell a Mr. Rothschild y los otros acerca de la intervención europea en los asuntos mexicanos, vino a confirmar plenamente mi previsión comunicada a V.E. sobre el efecto que las monstruosas acusaciones contra México habían de hacer en los gobiernos cuya intervención demandaban a grito herido los agiotistas y mercaderes irritados.

Ustedes creen, les dijo el Ministro inglés, que basta una pequeña fuerza para poner a México en paz y en orden, y yo digo que ni un ejército numeroso bastaría para llenar ese objeto. Además, no hay en México un partido numeroso que cohonestara y facilitara la intervención. No hay duda, la empresa de pacificar a México, difícil y odiosa por demás para una potencia extranjera, es cosa que México solo debe realizar.

Esa es la razón práctica, el cálculo frío y sereno del estadista inglés. El nos insulta y reproduce las falsas relaciones y apreciaciones de nuestros enemigos; pero saca de estos malos antecedentes una consecuencia idéntica sin la menor variación a la que hubiera debido sacar discurriendo sobre los datos verdaderos.

La declaración de Lord John Russell ha sido bien recibida por la prensa inglesa, mal por la de Francia y España, especialmente por los diarios ministeriales de ambas Naciones. Todo esto era natural. En Londres anda muy válida la especie de que Francia quiere sacar para sí el mejor partido; lo mismo dicen en París del gobierno inglés y, en todas partes, se dirige a España este cargo, bien que las miras del gobierno español no sean sólo un asunto de rumores sino un hecho perfectamente averiguado.

¿Qué es lo que Francia desea? Nadie puede saberlo, supuesto que en la cuestión mexicana como en la de Italia, como en todas, el Emperador es impenetrable; pero todos los antecedentes de su gobierno para con nosotros, después que la reacción vino por tierra, no pueden augurarnos nada de benévolo. Por lo que he podido rastrear en el misterioso carácter de Napoleón III, me persuado de que, sean cuales fueren las seguridades que a Inglaterra y a los Estados Unidos ofrezcan sobre la no intervención política en nuestro país, sus instrucciones permitirán a sus agentes ir tan lejos como lo permitan las circunstancias. Pero también estoy seguro que no avanzará en la vía de la intervención ni un paso si oponemos a ella una seria resistencia, apoyada en un ejército bueno y decidido. Lo que es Inglaterra, nunca he dudado que ante todas cosas quiere sus consignaciones aduanales, sus $660 000, lo que aún le debemos de la Laguna Seca y tal cual indemnización pecuniaria. Nos pedirá, además, como Francia, la posesión de sus hipotecas, como dicen sus legistas, quiero decir, la administración de nuestras aduanas.

Yo no veo como probable, por no decir segura, la pretensión de introducir fuerzas hasta la Capital y de influir en nuestra política, sino en buscar, el primero, si hay de verdad o se antoja a los Ministros francés e inglés que hay, aunque así no fuese, un partido en favor de la intervención porque, entonces, se habrá verificado una de las condiciones que Lord Russell echaba de menos para intervenir en México; segundo, si hay o se finge que hay una grande inseguridad para los extranjeros y falta de acción judicial y gubernativa para castigar a sus agresores.

Pero, como no hay cosa más fácil que suponer una de estas cosas o las dos a un tiempo, resulta que la sola presencia de tropas extranjeras en nuestros puertos constituye un peligro inminente de intervención. Yo hablo de un peligro inminente limitándome a las fuerzas de Francia e Inglaterra, porque de España no tengo duda alguna sobre sus intenciones, tales como las he participado a V.E. en nota separada.

(...)

Juan Antonio de la Fuente


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CARTA DE THOUVENEL A SALIGNY

París, 30 de octubre de 1861.

Sr. Alphonse Dubois de Saligny.

Muy señor mío:

He recibido los despachos que me habéis hecho el honor de dirigirme, hasta el número 42. No podían sorprenderme las nuevas noticias que me comunicáis sobre el progresivo desorden y anarquía en que la impotencia de los hombres que ocupan actualmente el poder en México, han sumido decididamente a todo el país. Las últimas medidas a que se ha apelado para crearse recursos, revelan claramente el mismo carácter de abuso del poder, como todas las anteriores y, por lo tanto, no he podido menos de aprobar la reforma, bajo la cual habéis excitado a los súbditos franceses a protestar contra exigencias tan arbitrarias. Pero lo que me ha causado un profundo sentimiento son los ataques personales contra los súbditos franceses, algunos de los cuales han sido desgraciadamente víctimas.

Si el gobierno del Emperador no estuviera ya resuelto a obtener por todos los medios posibles la satisfacción de todos los agravios que tiene recibidos en México, esos hechos hubieran bastado para inducirle a tomar las resoluciones que desde ahora están acordadas en principio. En otras circunstancias hubiéramos reclamado también la formación de causa y, en caso necesario, las reparaciones convenientes por la tentativa criminal de que ha sido objeto hasta la persona del representante de S.M. En semejante estado, después de felicitarnos porque no hayáis experimentado ninguna consecuencia funesta, no podemos menos que añadir este hecho a todos los que se nos ponen en el caso de recurrir contra México empleando medios severos.

El Emperador ha decidido que una división naval, al mando del Contra Almirante Jurien de la Graviere, se dirija al Golfo de México para obtener las satisfacciones que, después de examinada detenidamente la situación, parezca exigir nuestra dignidad y los atropellos de toda clase de que han sido objeto los súbditos franceses. El gobierno del Emperador no obrará por sí solo. El gobierno de S.M.B. y el de S.M.C. se proponen unir sus fuerzas a las que destinamos nosotros a esta expedición. Los tres Gabinetes están preparando un convenio en que se determinarán las condiciones de su intervención común.

Antoine Edouard Thouvenel


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