Presentación de Omar CortésSeptuagésimo quinto comentario - Muchos prisioneros políticosSeptuagésimo séptimo comentario - Digna actitud del Primer Jefe Biblioteca Virtual Antorcha

Alfonso Quiroga

MÉXICO EN 1916

SEPTUAGÉSIMO SEXTO COMENTARIO

LOS FUSILAMIENTOS EN CHIHUAHUA



Tal escasez de confianza, decían los periódicos, tiene necesariamente, que revelarse con más precisos lineamientos en otras esferas del gobierno, constituyendo ahí un peligro más grande para el pueblo.

Y así era, en realidad, como quedó demostrado con los fusilamientos que se llevaron a cabo en la ciudad de Chihuahua después de que Villa estuvo en ella.

Son terribles los detalles que de esa matanza se conservan en los archivos americanos; el lujo de crueldad, la saña con que se trató de ahogar con sangre de inocentes el ímpetu de Villa, son cosas que indignan y que a cualquiera arrancarían una enérgica protesta. Y nosotros queremos seguir siendo únicamente narradores de esos sucesos para que no se crea que al escribir estos apuntes perseguimos determinados fines distintos a los que tenemos. Por eso es que piadosamente un velo sobre los detalles que dieron a esa hecatombe tanta resonancia y tocaremos solamente un punto que consideramos de importancia para la historia porque precisa que ésta, en su oportunidad dé a cada quien el lugar que merezca.

Ese punto es el que se refiere a la responsabilidad de los hechos y a la persona en quien aquella recae.

Era a la sazón el jefe militar de aquella plaza el general Jacinto Treviño, y por esa circunstancia desde luego todos los cargos se hacían caer sobre él. Son embargo, reflexionando con calma, podrá saberse que si bien es cierto que moralmente era el responsable de cuanto hicieran los demás militares que estaban a sus órdenes, las circunstancias del momento le impedían en muchas ocasiones evitar los desaciertos que éstos cometían, ora por torpeza, ora por mala fe o simplemete obedeciendo a sus instintos criminales algunos de ellos.

Tal sucedió cuando al abandonar Francisco Villa la ciudad de Chihuahua quedaron prisioneros muchos simpatizadores de este rebelde y otros que no pertenecían a ningún bando político. La razón indicaba desde luego que por más que estuviera en vigor la ley marcial y que por lo mismo los procedimientos fueran con la violencia usada en tales casos, en aquella ocasión en que no podía tenerse una prueba absoluta contra algunos de los detenidos, éstos deberían considerarse amparados por la misma garantía que entrañaba el decreto respectivo.

Sin embargo, hubo torpeza y mala fe en la interpretación de ese decreto, y todos los prisioneros fueron llevados al matadero, sin atenderse a que había muchos que solamente por error habían sido detenidos. Debe aclararse que la aplicación de la pena, con tal festinación, se debió a órdenes dictadas por el general José Elizondo, militar de escasos años y de más escasa cultura, que creía que aplicar debidamente la ley marcial significaba matar gente, mucha gente, sin atender a que la misma ley exige la comprobación plena del delito.

El extraviado criterio de ese joven empleado, según el decir de varias personas que fueron testigos de los sucesos de Chihuahua, llevó a la tumba a muchos infelices que no tuvieron más culpa que la de no haber huído oportunamente, aunque no tuvieran por qué hacerlo.

Hubo quien, refiriendo algo que a esos sucesos se relacionaban, manifestó que cuando el jefe de la guardia de la prisión fue a rendir parte al general José Elizondo de que entre los prisioneros había algunos que habían estado trabajando con el gobierno, ordenó secamante: ¡Mátenlos!

Y entre esos infortunados, muchos de los cuales eran merecedores de la consideración general por el ejemplo de civismo qe habían dado al entregarse inermes a sus enemigos para cooperar con ellos en la defensa de la patria si hubiera sido necesario, se encontraba el periodista Víctor David Delgado, muy conocido en México por su amplia labor periodística, reanudada más tarde en el destierro.
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