Presentación de Omar CortésTrigésimo comentario - Treinta mil hombres en ChihuahuaTrigésimo segundo comentario - Huelga de ferrocarrileros Biblioteca Virtual Antorcha

Alfonso Quiroga

MÉXICO EN 1916

TRIGÉSIMO PRIMER COMENTARIO

ESPANTOSO ATENTADO DE LOS ZAPATISTAS



El 24 de mayo llegó a México una noticia que pronto cundió por toda la República, arrancando en todas partes un grito de indignación.

El primer tren de pasajeros que salía de aquella ciudad para Cuernavaca, después de muchas semanas de incomunicación con la capital de Morelos, había caído en poder de los zapatistas.

Los informes que se recibían de ese atentado, lo hacían aparecer con una magnitud muy superior a la de cuantos habían cometido los rebeldes surianos durante las administraciones de Madero y Huerta.

Por eso decimos que un grito de horror escapó de todos los pechos al tenerse noticia de tan horrendo acontecimiento.

El hecho se refería de la siguiente manera:

Los numerosos pasajeros que iban en el tren fueron asesinados inhumanamente, así como los empleados del mismo y trescientos soldados constitucionalistas que iban de escolta.

Los zapatistas se apoderaron de cuanto de valor encontraron en los cadáveres de los pasajeros muertos, a algunos de los cuales dejaron casi desnudos; de tres millones de pesos en papel constitucionalista que el gobierno enviaba al general Pablo González, jefe de las operaciones en Morelos, y además, de dos millones de paradas de cartuchos que la Secretaría de Guerra remitía al mismo general.

Los partidarios de Emiliano Zapata, después de que consumaron esos hechos, dando puebas de la mayor crueldad, les prendieron fuego a los carros que formaban el tren asaltado.

De ese horripilante crimen hizo responsable la opinión pública al ministro de la guerra Alvaro Obregón, por haber retirado muchas de las guarniciones que había entre México y Cuernavaca, para mandarlas a Chihuahua.

Sea lo que fuere, lo innegable es que con ese golpe los zapatistas lograron aterrorizar a las gentes de una gran extensión de Morelos y el Distrito Federal y cobraron bríos para acercarse muchas veces hasta la misma capital de la República y otras, no pocas, para interrumpir el tráfico ferrocarrilero entre México y Veracruz.
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