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LAS GRANDES MENTIRAS DE NUESTRA HISTORIA

Francisco Bulnes

SEGUNDA PARTE

Capítulo noveno

LOS COLONOS MARAVILLOSOS DE ALAMÁN


Un español llega a una ciudad de tercer orden de los Estados Unidos, se aloja en un hotel, hace una lista de manjares españoles y pide que se le sirvan. El hostelero le contesta que no es conocida la cocina española y que se morirá de hambre si no acepta la comida norteamericana. El español resuelve salvar su vida, come mal manjares que le desagradan y siente un principio respetable de antipatía por los Estados Unidos y sus habitantes.

Un norteamericano llega a Constantinopla y a poco andar un policía le quita el revólver que lleva en la cintura y le previene que está prohibido portar armas. Pide el Herald de Turquía y le dicen que no existe, que no hay más opinión que la del Sultán, que el Corán prohibe que se hable del gobierno y que el sultán no hace públicas sus opiniones. A poco sabe que les han cortado la cabeza á tres sirvientes del palacio por no haber saludado al gran visir, sabe además que no hay habeas corpus y que los meetings y las plataformas son imposibles. El americano decide huir de Turquía llevándose una profunda antipatía contra el sultán, los genízaros y el Corán, tan diferente de la Constitución norteamericana.

Un alemán protestante visita la España de Carlos II el Hechizado; inmediatamente un alguacil le pide entregue, si no quiere ser quemado, su cédula de confesión, su patente de comunión, su fe de bautismo, su factura de indulgencias, su certificado de ortodoxia y le pregunta a cuántos sarracenos a degollado y a cuántos protestantes ha quemado. El protesante se aterra con la recepción que le hacen los españoles, ofrece entregar todos los documentos sagrados que se le exigen y se fuga como un facineroso hasta descansar en tierra francesa, odiando profundamente a España y los españoles.

Un mexicano abre su botica en la calle de la Palma, otro boticario abre la suya enfrente; los dos farmacéuticos se lanzan miradas de odio y conciben proyectos de mutuo envenenamieanto; sus dos familias estudian la lucha de los güelfos y gibelinos en Italia. Una noche las dos boticas, devoradas por el incendio, retienen entre sus flamas a las dos familias rivales.

De estos hechos, Alamán infiere que los hombres cuando tienen distintas costumbres, distintas instituciones políticas, distintos intereses, se detestan hasta exterminarse entre sí o por lo menos hasta pretenderlo.

De tan profundas observaciones, desprende el ministro dictador de la administración terrorista del general Bustamante, su futura política colonial en Texas. Su razonamiento aparece claro como la luz del día: El general Tornel en su Reseña Histórica, lo califica de emanación de una sagacidad refulgente, de rasgo genial imperecedero, de política salvadora. La base de la política texana se desprende del siguiente silogismo:

Si los hombres de diferentes costumbres, instituciones, religión e intereses se odian entre sí; para contrabalancear la influencia de los norteamericanos en Texas no hay más que impedir su crecimiento prohibiéndoles la entrada, y ponerles en parte un número igual o mayor de hombres, con distintas costumbres, instituciones, religión e intereses.

No solamente los conservadores de 1830, sino los liberales y los no políticos que lo eran casi toda la nación, advirtieron la sagacidad política de Alamán. El general Tornel, declara en su Reseña que si se hubiera seguido al pie de la letra la política de Alamán, Texas hubiera permanecido siendo territorio mexicano. Aun en 1902 abundan en México patriotas liberales y conservadores que piensan lo mismo que el general Tornel.

Voy á probar que el razonamiento de Alamán es tan falso como la afirmación de que el globo terrestre no se mueve.

Alamán y su partido no habían notado que hombres de distintas nacionalidades entran a un restaurant con el objeto de almorzar juntos, piden cada uno los manjares y vinos de su nación y en vez de odio se manifiesta entre ellos una tierna fraternización. Tampoco habían notado que un demócrata práctico Y de raza, siente gran malestar en una nación regida por el despotismo, a menos que en ella los extranjeros tengan el privilegio de regirse por instituciones libres, mientras que un chino, un ruso, un turco, experimentan bienestar en una nación libre. Por último, tampoco habían notado que en los Estados Unidos, hombres de todas religiones y sin religión viven en la mejor armonía sin pensar en hostilizarse.

Todos estos hechos prueban que los hombres de diferentes costumbres, instituciones y religiones se odian a muerte cuando cada uno quiere imponer a los demás por medio de injurias, violencias, amenazas, penas de muerte, sus propias costumbres, instituciones y religiones. Pero cuando cada uno respeta el derecho ajeno, los hombres pueden vivir juntos estimándose, protegiéndose mutuamente, progresando sin cesar. Bajo el régimen de intolerancia los hombres de diferente raza, instituciones, religiones y costumbres, se detestan: bajo el régimen de libertad se aman.

Este fenómeno es más preciso, más característico, más inevitable cuando se trata de colectividades. Jamás una nación ha hecho la guerra a otra con motivo de la diferencia de idiomas, jamás las naciones se han hecho la guerra por la diversidad de sus costumbres; pero sí se la han hecho por la diferencia de instituciones cuando las monarquías, temiendo que las Repúblicas fuesen una escuela de libertad para sus súbditos, emprendieron destruirlas. El odio de las naciones entre sí, a causa de diferente religión, sólo ha existido cuando cada una se creía con la misión divina de destruir a las que no eran de su comunión; mas desde el momento en que las naciones ya no pretenden imponer a otras, religion o instituciones, la armonía reina entre pueblos republicanos y monarquistas, catolicos y protestantes, musulmanes y ortodoxos griegos.

No sucede lo mismo en materia de intereses, sin embargo, el conflicto a causa de ellos, es menor bajo el régimen de libertad que bajo el de monopolio. Los individuos en general colocan sus intereses sobre su religión, instituciones, costumbres, familia, pasiones, patriotismo y sobre multitud de deberes. Entre naciones, los intereses deciden despóticamente de sus relaciones por enérgicas que sean sus diferencias en otros sentidos.

Alamán conocía bien la historia de España anterior a unidad, y durante la guerra civil impropiamente llamada de reconquista, pues fue una guerra de castas. No obstante la intolerancia, la diversidad de idiomas, de religión, de instituciones y de costumbres, no obstante que la religión prescribía a gobierno y a iberos, como primer deber hacer la guerra a los moros, vemos con deshonrosa frecuencia para la causa sagrada, aliarse árabes y españoles contra beberiscos y españoles; a beberiscos, árabes y españoles, contra españoles; a españoles, pelear largos años contra españoles, después de pedir y obtener tregua a los moros; vemos a moros pelear entre sí acordando para ello tregua los españoles que la aprovechan para destrozarse mutuamente.

Hemos visto, en los momentos de mayor intolerancia religiosa, al emperador Carlos V, paladín del catolicismo, aliarse con el rey de la Inglaterra, paladín del protestantismo, contra una potencia católica. Hemos visto al rey cristianísimo de Francia, Francisco I, aliarse con el sultán de Turquía contra un emperador católico y apostólico. Hemos visto a un cardenal, Richelieu, príncipe de la iglesia, aliarse sólidamente con los protestantes para combatir a una potencia eminentemente católica; y por último, hemos visto a los Papas, conspirar contra el poder de emperadores y reyes que pretendían reconstituir el imperio de Carlo Magno, sacrificando los intereses del catolicismo para no volver a caer en el vasallaje del que fueron librados por la espada de los reyes francos.

Alamán debía haber sabido todo lo que acabo de exponer sobre la omnipotencia de los intereses como voluntad absoluta de las naciones, y los que vivimos en 1902, tenemos al frente Francia y Rusia, dos naciones completamente diferentes en religión, instituciones, idiomas, costumbres, tradiciones, aspiraciones, estructura económica y social, carácter y clima; ligarse políticamente y manifestarse una simpatía delirante, en VIrtud del interés supremo de la propia conservación.

Aceptado como axioma: bajo el régimen de intolerancia los hombres de distintas razas, costumbres, religiones e instituciones se detestan y bajo el régimen de libertad se aman, ¿creía Alamán que en Texas, al llegar hombres de todas las naciones, los colonos norteamericanos iban a imponerles bajo pena de muerte sus hábitos de libertad, su idioma, sus costumbres y sus religiones? No, evidentemente, y lo que necesariamente tenía que resultar era la unión de los colonos bajo el régimen de libertad contra el gobierno mexicano que les imponía el militarismo, las costumbres bárbaras de nuestros indígenas por medio de un arancel prohibitivo de los artículos necesanos al hombre civilizado, que les imponía la religión católica, y que después de imponerles en los contratos de colonizaciOn la ciudadanía mexicana, les negaba ejerciesen sus derechos políticos y aun los del orden civil.

Alamán Y su partido confiaban la solución urgente de la integridad de nuestro territorio a la colonización de Texas por familias mexicanas. Este desatino ha figurado en el apocalipsis patriótico de casi todos nuestros gobiernos y emana de uno de esos razonamientos claros como la luz del día que tantas tinieblas arrojan sobre la verdad. Se dice: nuestras tierras admirables por su fertilidad valen un caudal; tenemos millares de familias de empleados civiles y militares jubilados, destituídos, cesantes, famélicos como los ganados en épocas de inquebrantable sequía, hagámoslos ricos y felices cubriéndolos con la riquezas que representan nuestras tierras y ellos a su vez levantarán nuestra agricultura al rango que le corresponde, del pozo en que la mantuvieron los españoles.

En primer lugar, no es lo mismo territorio fértil que tierra rica desde el punto de vista económico; hay tierras de una fertilidad asombrosa que no pueden dar productos útiles, comerciales, que son los que enriquecen y hay tierras poco o nada fértiles que producen riquezas inmensas, como las de nuestro Estado de Yucatán dedicadas al cultivo del henequén. En segundo lugar, la tierra eriaza, salvaje, llena de breñales y bosques es una materia prima de muy poco valor cuando se halla a centenares de leguas de los centros comerciales y si a esto se agrega que esté poblada de fieras y millares de guerreros bárbaros bien armados; resulta que su valor, conforme a las leyes de la economía política, no las del patriotismo, es casi nulo y en algunos casos completamente nulo.

Las tierras fuertes pueden representar oro o miseria. Las tierras valen también en relación con el cultivo a que se las dedica; ¿exige esto el empleo de un gran capital de instalación y otro de explotación como las admirables tierras propias para la cultura de la caña de azúcar? Entonces la tierra figura como valor insignificante. ¿No se necesita más que los brazos humanos y seis meses de alimentación del cultivador para que éste levante una rica cosecha cómo en las tierras de la Argentina, dedicadas al cultivo del trigo? Entonces la tierra representa una gran riqueza aun cuando su fertilidad sea muy inferior a las tierras tropicales del Brasil que exceptuando las cafeteras casi nada valen.

¿A qué categoría pertenecían nuestras tierras de Texas en 1830? A las de un valor pequeño, pues para ser cultivadas se necesitaba desmontarlas, desecar la mayor parte de ellas y lo que es peor, disputarlas con las armas en la mano a los indios bárbaros que eran numerosos, guerreros y muy bien armadas algunas tribus. Se necesitaba además cultivar dichas tierras por hombres fuertes para competir con las de los Estados Unidos trabajadas por negros.

La empresa de poblar un desierto donde alternativamente cae fuego solar y nieve y disputárselo a balazos, a las fieras y salvajes, no podía ser la tarea ideal de las familias de nuestros empleados civiles y militares que todo lo esperaban de la empleomanía y nada de la colonización de los desiertos. Comprendo que algunos de nuestros estadistas jacobinos crean que nuestras familias de empleados civiles y militares sean preciosas para la colonización de los desiertos inclementes de muy difícil conquista, pero Alamán que ha sido nuestro artista predilecto para pintar a los criollos no podía creer en los errores florales de los jacobinos.

Alamán en su Historia de México, tomo I, página 56, después de pintarnos a los criollos como desidiosos, indolentes, incapaces de trabajos activos, preocupados con su papel de caballeros, suplicantes de empleos donde pasar la vida flojeando en una oficina y mirando con desprecio a los europeos a quienes calificaban de ruines y codiciosos, porque eran económicos y trabajadores y los tenían por inferiores a ellos porque se empleaban en tráficos y profesiones que consideraban como indignos de la clase a que pertenecían, termina diciendo textualmente:

De aquí resultaba que la raza española en América necesitaba para permanecer en prosperidad y opulencia, una refacción continua de españoles europeos que viniera a formar nuevas familias, a medida que las formadas por sus predecesores caían en el olvido y la indigencia.

Alamán es preciso como un astro en sus movimientos al hacer semejante afirmación. En México los españoles son fabricantes de familias ricas mexicanas, sin ellos no habría más que dependientes, empleados y pordioseros. ¿Eran estas familias caídas en el olvido e indigencia cuyos jefes sólo apetecían empleos públicos para flojear en las oficinas y que veían con desprecio a los hombres de trabajo y empuje, las que debían conquistar por medio del trabajo, de audacia, de tremenda energía, los desiertos texanos colocados a quinientas leguas de las calles de Plateros de la ciudad de México? Alamán historiador tiene una conciencia distinta de Alamán estadista.

Jamás se ha visto que en parte alguna del mundo, la clase media sirva para colonizar desiertos con el trabajo de sus brazos y el sudor de su frente; mas en México, donde cada jefe de familia de la clase media es casi de regio linaje, desciende de un exterminador de moros y le prohibe su orgullo manejar arados y tomar baños de sol, es más que extravagante pensar que un escueto descendiente del rey Don Sancho candidato siempre a poeta y arquitecto de castillos en el aire; va a competir con un negro labrando la tierra en el inmenso e inhospitalario territorio texano.

La clase media sólo puede colonizar en otras partes del mundo cuando es capitalista en grande o en pequeño, pero la clase media mexicana sólo puede colonizar bien las oficinas públicas sostenidas por un brillante presupuesto. En cuanto a la clase capitalista mexicana, lo más que puede aceptar es colonizar los boulevards de París; creería que se le proponía la muerte y la deshonra si se le indicase como conveniente que fuesa a colonizar los desiertos de Sonora, Chihuahua o la Baja California, y por último a las familias mexicanas de pequeño capital y que por excepción no lo despilfarran en unas posadas o en una Semana Santa no se les ocurre más que poner sederías y estanquillos.

Pero Supongamos que por un milagro de patriotismo, aun cuando el patriotismo es muy parco para hacer milagros los ex-archiveros del gobierno, los ex jueces, los ex-administradores de rentas, los ex-coroneles y ex-generales, se hubieran decidido en obsequio de la ley de 6 de Abril de 1830, salvadora de la integridad nacional según su autor, a tomar la carabina yankee contra los comanches; el cuchillo moscovita contra los osos pardos, el látigo para castigar a los negros, los gUantes para manejar la máquina de despepitar el algodón, el hacha para derribar bosques; y marchar a Texas sin vacilación y con el mayor denuedo; sus familias les hubieran hecho en el camino esta observación. El gobierno nos ofrece cincuenta centavos diarios por colono durante un año, construirnos una casa en el desierto, ayudarnos en la lucha contra los bárbaros, darnos una yunta de bueyes, instrumentos de labranza y todo lo necesario para instalarnos y vivir. ¿Ha cumplido alguna vez el gobierno con lo que ofrece tratándose de soltar dinero? No, nunca. Luego si a Texas vamos pereceremos en los pantanos o sobre la nieve, de hambre, de frío, de fiebre, de desesperación y de patriotismo. Alamán ignoraba completamente que no se mueve la hoja del árbol para los gobiernos desacreditados.

El programa del gobierno de 1830 era completo para la colonización de Texas por familias mexicanas. Además de invitar a morir en los desiertos a numerosos y desvalidos acreedores del Erario, debían concurrir también las clases populares, artesanos y sirvientes mestizos y sobre todo la clase indígena. No entiendo cómo en una persona como Alamán indudablemente de gran talento y que en su Historia de México presenta método, gran espíritu de observación, conocimientos profundos de su país, creyera posible la colonización de Texas por nuestros artesanos y sirvientes mestizos, después de conocerlos y cuando de memoria sabía lo que de ellos dijo el virrey duque de Linares en la instrucción que dió a su sucesor el marqués de Valero al entregarle el mando el año de 1716. Escribe el virrey saliente:

Despierten (los artesanos Y Sirvientes mestizos) o amanecen ignorando lo que han de comer aquel día, porque lo que han adquirido en el antecedente, ya a la noche quedó en la casa de juego o de la amiga y no queriendo trabajar usan de la voz de que Dios no falta a nadie o esto es porque recíprocamente los que actualmente se hallan acomodados con amos, en su temporada por obra de caridad alimentan a los que pueden con una jícara de chocolate y unas tortillas les es bastante, y así cuando éstos se desacomodan y se acomodan los otros va corriendo la providencia de donde se origina que como en México se halla la abundancia de la riqueza se atrae a sí la multiplicidad y deja los reales de minas y lo interno del país sin gente y cuando hacen algún delito no arriesgan en mudarse de un lugar a otro más que el cansancio del camino porque todos sus bienes los llevan consigo en sus habilidades pues aún las camas encuentran hechas en cualquier parte que se paran, en medio de que en México basta mudarse de un barrio a otro para estar bien escondido.

Es evidente que si a nuestra clase mestiza artesana y sirviente se le dan tierras y útiles para ir a colonizar, un cuarto de hora después los títulos de la tierra han pasado a un usurero y los bueyes, arado y demás útiles de labranza quedan empeñados en la pulquería o vinatería. Alamán copia en el tomo primero de su Historia (página 70) el retrato que de nuestros mestizos hace el duque de Linares y como la independencia no los trasformó pues son los mismos o peores en 1903, hay que encogerse tetánicamente de asombro viendo a hombres de Estado con la pueril ilusión de salvar a Texas fiando los desiertos al trabajo de hombres que odian el trabajo, los hábitos de economía y que desconocen la previsión al grado de vivir ignorando en la mañana dónde y qué han de comer en el día y en qué lugar pasarán la noche; y cuando por añadidura, manifiestan el orgullo de despreciar a los que se ocupan de labores agrícolas y jamás se les ha visto ocuparse de ellas, prefiriendo primero ir a la cárcel donde son alimentados, antes que tomar un arado, instrumento que en su concepto sólo prueba la degradación del indio que desciende a la tarea de las bestias.

¿Cuando Alamán dispuso que nuestra clase indígena fuera a Texas a poblar el desierto qué opinión tenía de ella?

Tenían pues, estas clases (indios y castas) todos los vicios propios de la ignorancia y del abatimiento. Los indios propendían excesivamente al robo y a la embriaguez: culpábaseles de ser falsos, crueles y vengativos y por el contrario se recomendaba su frugalidad, su sufrimiento y todas las demás cualidades que pudieran calificarse de resignación.

De modo que Alamán a una raza abatida pensaba confiarle el esfuerzo eminentemente político de vigilar la conducta de otra raza y dominarla; teniendo el concepto de que los indios eran falsos quería confiarles una solemne y grave misión: la de cuidar los intereses nacionales. Denunciando que eran excesivamente propensos al robo y a la embriaguez, creía el autor de la ley de colonización, que debían amar el trabajo rudo y constante, único que puede salvar a colonos de un fracaso y juzgándolos como vengativos, lo natural era suponer que podía ocurrírseles tomar venganza de sus opresores de trescientos años y ponerse del lado de los colonos. Pero sobre todo la tarea de colocar una raza frente de otra en una obra de colonización para impedirle a una de ellas sus movimientos y en general una conducta antipatriótica, es una tarea propia de un pueblo político que es lo que más falta le hacía, y le hace en 1903 a nuestra raza indígena (1).

Si Alamán no tenía buen concepto de nuestra raza indígena, la más propia para de nada servir a la causa mexicana en Texas, en el otro bando, en el liberal, el concepto que de ella se tenía tampoco era para fiarle el decoro, la integridad y el porvenir de la República en la colonización de Texas que contenía un grave problema político, patriótico, social y económico.

El Dr. Mora nos enseña:

Acostumbrados (los indios) a no tener necesidades ni a procurarse sobrantes, no solicitan sino lo muy preciso para satisfacer las de un pobre vestido y un miserable alimento y si llegan a obtenerlos con el trabajo de un día descansan todo el resto de la semana (2).

Tratando aún de los indios de 1835 nos dice el Dr. Mora:

Sería sin disputa interesante una descripción circunstanciada de las costumbres, carácter, estado físico e intelectual de estos cortos y envilecidos restos de la antigua población mexicana (3).

Y más adelante, página 66, el mismo autor escribe:

Los más de los escritores han atribuído al régimen español el estado de abyección, abatimiento y estolidez de los indígenas.

Según estas líneas para el Dr. Mora los indios representaban los restos envilecidos, abyectos, abatidos y embrutecidos de una antigua raza. El mismo juicio habla emitido el baron de Humboldt y ni en el partido liberal ni en el conservador habían aparecido publicistas serios que sostuviesen lo contrario. ¿Y a una raza envilecida, abyecta, abatida y embrutecida se pensaba hacerle desempeñar el solemne papel político de estUdiar, observar, adivinar, vigilar y reprimir las ambiciones de la raza norteamericana; la primera del mundo para el trabajo, la libertad y la elevación de la dignidad humana?

Faltaba también probar que los indios eran adictos a las razas española y mestiza que los dominaban. El mismo Dr. Mora nos enseña:

Y las pretensiones de algunos de ellos han llegado hasta proyectar la formación de un sistema puramente indio en que ellos fuesen exclusivamente todo (4).

¿Nuestros estadistas no habían leído la historia de nuestra independencia? ¿Quién sostuvo al gobierno español? ¿Los soldados españoles o los soldados indios? Los soldados indios que formaban las tres cuartas partes del ejército realista. Sin el apoyo incondicional y contra su voluntad de los indios, el gobierno virreinal hubiera caído para siempre en 15 días, no obstante los profundos errores políticos, sociales y militares en que incurrió el cura Hidalgo. ¿Quiénes combatieron á favor de la independencia bajo la bandera de los insurgentes? Los indios. ¿Se dividieron los indios en dos partidos de acuerdo con sus convicciones para combatir o realizar la independencia? No, eran los mismos actores los del pró y los del contra: triunfaba el jefe insurgente fusilaba a los jefes y oficiales prisioneros e incorporaba tranquilamente en sus filas a los indios realistas. ¿Triunfaba el jefe realista? Hacía exactamente lo mismo. La guerra de independencia fue una lucha de la clase media contra la clase rica privilegiada. La raza indígena hizo los principales gastos de sangre generalmente contra su voluntad y para quedarse en la miseria. Odiaba profundamente a los españoles y sin embargo los sostenía haciendo por ellos heroicos sacrificios. Aun cuando hubiera odiádo a los norteamericanos que ni siquiera conocía, era probable que también contra su voluntad los hubiera defendido y si los americanos le daban buen trato y lograban modificarla en algo favorablemente, lo probable hubiera sido que se hubieran decidido por ellos. La raza que contra su voluntad y sentimientos hace los más grandes sacrificios por el triunfo de los que odian no se le puede fiar ninguna bandera, es como un ganado, va al rastro a dejarse degollar cualquiera que sea su dueño y cualquiera que sea la región de donde procede.

Alamán tenía de verdadero estadista ser hombre de pensamiento, de programa estudiado, de ejecución enérgica. Sin embargo de la pobreza habitual del erario separó medio millón de pesos que puso a disposición del general Terán, militar probo, instruido, decente y caracterizado como gran patriota. El general Terán se empeñó en secundar la política de Alamán y no habiendo como no podía haber, colonos mexicanos voluntarios para Texas, determinó cogerlos de leva, procedimiento de colonización enteramente nuevo. Pidió a los gobernadores de los Estados veinte familias pobres a cada uno como quien pide veinte yuntas de bueyes. Los gobernadores en vez de contestar que no podían violar la libertad de sus gobernados amarrándolos para enviarlos a Texas, contestaron groseramente haciendo brillar su provincialismo africano. El general Terán consiguió llevar a Texas algunas cuerdas de hombres aterrados y enfurecidos destinados al papel sublime de colonos salvadores de la integridad de su patria. El ayuntamiento de Béjar en su representación a la legislatura de Coahuila fecha 21 Diciembre de 1832, dice:

¿Y qué ha sido de las nuevas poblaciones que de dos años a esta parte se comenzaron a formar bajo los nombres de Anahuac, Tenoxtitlan, Terán, etc., etc., con bastante sacrificio del erario nacional emprendiendo infructuosos costos para la conducción de cuerdas con que se intentaron establecer? ¿Qué ha sido? Que es necesario borrarlas del cuadro de la federación mexicana y colocar de nuevo en el desierto los puntos en que se fundaron; pues por lo menos de los mexicanos que los habitaron, no ha quedado uno sólo y aún las tropas que los guarnecían se han replegado a esta ciudad destrozada y miserable.

(No por los colonos sino por los indios bárbaros). Fracaso completo del medio millón de pesos que sirvieron para el holocausto de unos cuantos infelices que amarrados se les envió a Texas a contrarrestar la influencia norteamericana.



NOTAS

(1) Alamán, Historia de México, tomo I, pág. 69.

(2) Mora, México y sus revoluciones, tomo I, pág. 68.

(3) Mora, México y sus revoluciones, tomo I, pág. 62.

(4) Dr. Mora. Obra citada. pág, 67.

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