Índice de Las grandes mentiras de nuestra historia de Francisco BulnesSegunda parte - Capítulo XISegunda parte - Capítulo XIIIBiblioteca Virtual Antorcha

LAS GRANDES MENTIRAS DE NUESTRA HISTORIA

Francisco Bulnes

SEGUNDA PARTE

Capítulo décimosegundo

EL MILITARISMO ANTE EL ENEMIGO NACIONAL


La vanidad nacional ha hecho de nuestra historia una madriguera de fanfarronadas y mentiras. Si examinamos los libros dedicados a la niñez que debían ser los más nobles y puros, encontramos que se hace comenzar la campaña de Texas por lo que se llama una serie no interrumpida de brillantes victorias, siendo así que la campaña de Texas debe comenzar desde el momento en que los colonos insurreccionados atacaron a las fuerzas mexicanas con el objeto de expulsarlas del territorio texano. Hemos visto que sin destruir el centralismo, objeto principal de las ambiciones del general Santa Anna, hubiera sido muy fácil mantener en paz a los colonos de Texas dando tiempo a que terminase el pernicioso y amenazante período presidencial del general Jackson; pero una vez Santa Anna, cegado por las cataratas niagarescas de la adulación, dispuso someter a Texas a la misma o mayor presión que la que ejercía su tiranía en todo el país. Santa Anna no era un imbécil como no lo era Napoleón, pero la tiranía más allá de las fuerzas de que puede disponer no es más que uno de los más bellos triunfos de la imbecilidad. Muy excepcionales son los déspotas que saben mantener el equilibrio de su opresión con la elasticidad propia y especial de los oprimidos.

Lo excepcional en Santa Anna no era su ambición, ni su sed de omnipotencia, ni su avidez de gloria, ni su codicia de Judío, sino su completa impericia como militar. A nadie se le ocurre para amarrar a un adulto atlético siempre despierto, enviar a un niño ético o a un hombre raquítico y completamente ebrio. Lo primero que debe saber un militar es saber calcular la resistencia que debe ofrecer el rebelde o la víctima que quiere someter.

En el año de 1832, los colonos norteamericanos de Texas habían dado serias pruebas de un gran valor personal, de una decisión indomable para defender sus derechos, verdaderamente imponente; con una audacia igual a su valor y de una actividad revolucionaria superior a su actividad industrial, de una inteligencia notable para organizarse, para resistir y ofender; de suma habilidad en el manejo de sus rifles constantemente empleados para rechazar los ataques de los bárbaros; habían dado pruebas de su justa aversión al militarismo y de la necesidad indeclinable de emplear el contrabando contra un arancel absurdo, que de serles aplicado los haría perecer; y por último habían mostrado que les era muy fácil organizar, sostener y hacer combatir con bizarría más de mil hombres, casi todos excelentes tiradores y dotados de esa flema anglosajona que tan temible hacía a la infantería inglesa según Napoleón I.

El general Filisola, obrando como comandante de los Estados internos de Oriente, era tal vez por ser de origen italiano, un militar invulnerable contra la pandemia nacional de megalomanía bélica y en un memorial muy bien escrito el año de 1833, expuso al Ministerio de la Guerra que si se quería que en Texas fuese respetada la soberanía mexicana y hacer acatar leyes contrarias a los intereses de los colonos, debían enviarse por lo menos diez mil hombres de las tres armas. Enviar menos no podía tener más resultados, según Filisola, que entregar la dignidad nacional al ultraje y a los soldados a la derrota y desmoralización. Ni el general Filisola, ni persona alguna sabe si tan sensato memorial fue siquiera leído por el ministro de la Guerra a quien fue dirigido o por algunos de sus sucesores.

La administración centralista determinó colocar en Texas para reprimir el contrabando y hacer respetar toda la tiranía de Santa Anna, apenas quinientos hombres destinados a diseminarse en tan vasto territorio. Para sostener la aduana mantima en Anáhuac y dar cumplimiento al arancel prohibidonista que he dado a conocer se mandó al capitán Tenorio con veinte hombres para que luchase a todo su sabor contra un medio millar de contrabandistas. Para defender a Goliad en cuyo cuartel había un depósito de armas y material de guerra fue colocado el teniente coronel Sandoval con cuarenta hombres, otros cien se diseminaron por la costa y cerca de trescientoS ocuparon la capital Béjar al mando del coronel Ugartechea. Estas disposiciones parecen concebidas para favorer lo más posible la insurrección de los colonos, que no estaba en su naturaleza ni en sus más caros intereses respetar el militarismo y el arancel; dos azotes de una intensidad ignominiosa y mortífera.

El partido de la guerra, formado como se ha visto por los agentes del Presidente de los Estados Unidos, por los de los especuladores en tierras texanas y por los pocos colonos que deseaban la independencia de Texas; siendo muy débil en comparación con el partido de la paz, formado por la población norteamericana, propietaria y verdaderamente trabajadora; necesitaba para insurreccionarse del apoyo de este gran partido pacífico, lo que no era posible conseguir sino en el caso de que los grandes y legítimos intereses de ese partido fueran estúpida aunque legalmente heridos.

El 9 de Septiembre de 1834 la Legislatura del Estado de Coahuila y Texas eligió conforme a la Constitución local a Don Agustín Viezca Fonseca para gobernador. El general Santa Anna en nombre de su despotismo declaró nula la elección y ordenó que se repitiese. La Legislatura de Coahuila y Texas expidió en Abril de 1835 un decreto facultando ampliamente al gobernador para organizar las milicias del Estado y rechazar la fuerza con la fuerza.

La capital del Estado era Monclova, mas el Saltillo pretendía serio y en vez de coadyuvar al sostenimiento de la soberanía del Estado, hizo lo que siempre han hecho los partidos de oposición de los Estados; recurrir al Gobierno federal entregándole la soberanía del Estado y declarándolo vasallo de cualquiera dictadura con tal de obtener una sombra de poder y una realidad de empleos y de fuerzas revolucionarias contra el Gobierno legítimo del Estado. El Saltillo apoyó a Santa Anna; el Gobernador Viezca viendo que sus elementos militares eran irrisorios y conociendo la superioridad incontestale de los texanos para defender sus derechos contra las fuerzas federales, concibió el proyecto de declarar capital del Estado a San Antonio Béjar, capital de Texas y con los rifles de los colonos que como varias veces lo he dicho, eran mexicanos por naturalización, resistir al despotismo de Sant Anna. Al poner Viezca en práctica su proyecto fue aprehendido en el camino para Béjar, con su Legislatura, por orden del general Cos comandante militar de los Estados internos de Oriente.

Santa Anna nombró entonces como sucesor de Viezca a un señor Falcón, y viendo que no tenía aptitud para obedecerle ni para desobedecerlo dispuso que el general Cos asumiera el mando político, civil y militar de Coahuila y Texas imponiendo así el estado de sitio a los texanos que no se habían metido ni querían meterse en la cuestión política de Coahuila.

El partido texano de la guerra aprovechó tan hermosa oportunidad de obrar y Julián Travis, el más audaz, valiente y temible de los revolucionarios, levantó una pequeña fuerza, atacó al capitán Tenorio, quien no pudiendo resistir, tampoco quiso defenderse y aceptó la capitulación que le ofreció Travis en términos generosos, más que decorosos. Tenorio debía partir para Béjar con las armas para sus veinte hombres y entregar a Travis cerca de cien fusiles con sus respectivas municiones que se hallaban depositados en Anáhuac.

Mientras Travis atacaba a Tenorio y esto sucedió a fines de Junio de 1835: algunos colonos se apoderaron de la correspondencia oficial dirigida al capitán Tenorio por la que se le hacía saber la marcha a Texas de todas las tropas vencedoras en Zacatecas. El partido de la paz ante semejante noticia reunió una convención, reprobó la conducta de Travis y ofreció aprehender a los cabecillas de la pequeña rebelión y entregarlos a las autoridades competentes.

Estas disposiciones, dice Filisola, verdaderamente favorables y sinceras porque eran de los propietarios que temían las precisas consecuencias de la guerra, iban también garantidas por el carácter de dos comisionados que las apoyasen ante el Sr. Comandante general (1).

El general Cos, aunque muy arrogante é insolente no estaba ciego como el general Santa Anna y comprendiendo lo delicado de la situación en Texas y que no se podía intentar oprimir a hombres resueltos a no dejarse humillar, sin la fuerza que semejante tarea demandaba, expidió una circular exhortando a la paz y al trabajo a los colonos y ofreciéndoles que sus quejas serían atendidas y sus legítimos intereses protegidos con inteligencia y generosidad por el general Santa Anna. Esta circular especie de decreto de amnistía dió lugar a la actitud enérgica, leal y apreciable del partido de la paz en la convención del 17 de Julio de 1835. Los ocho artículos presentados por la expresada convención si hubieran sido aceptados por el Gobierno hubieran dado algunos años de paz a Texas y muy probablemente hubieran quedado arruinados los proyectos inmorales del presidente Jackson.

Pero el general Santa Anna que a pesar de ser un pretoriano vaciado en condotiero milanés no había comprendido que la fuerza bruta no podía resolver el problema, porque los ejércitos pretorianos representan la putrefacción precisamente de la energía militar y ésta nunca puede ser la fuerza, dispuso rechazar la política conciliadora del general Cos y, por conducto de su Ministro de la Guerra, general Tornel, ordenó con fecha 10 de Agosto de 1835 que fuesen perseguidos y aprehendidos para su ejemplar castigo, Don Lorenzo Zavala, Don José María Carvajal, Don Juan Zambrano, mexicanos de nacimiento y todos los leaders revolucionarios norteamericanos que se manifestaban enemigos de las iniquidades del militarismo en apariencia, pero en realidad algunos de ellos lo que querían era hacer estallar la revolución con cualquier motivo para dirigirla luego hacia las miras del presidente Jackson. Estos leaders perseguidos eran, Travis, Houston, Thompson, Williamson, Baker, William, Moore y todos los que como tales debieran considerarse.

La medida hubiera sido buena, si al mismo tiempo se hubIeran hecho las justas concesiones que reclamaba como urgentes el partido de la paz y si se hubieran apoyado las determinaciones contra los revolucionarios con la fuerza militar competente.

Mas Santa Anna sólo había enviado a Texas de refuerzo ciento cincuenta hombres del batallón Morelos y cien hombes de caballería presidial. Total, para atemorizar a una población de treinta mil almas valientes que habían probado terriblemente resueltas para batirse, ¡750 hombres! Para perseguir revolucionarios hasta su aprehensión en un territorio más grande que Francia con 750 hombres, era preciso diseminarlos a razón de centésimo de hombre por legua cuadrada o no perseguir para mantenerlos concentrados.

Cos debió contestar haciendo observaciones a la orden imposible que debía cumplir, pero para un tirano, una observación es una rebelión y el general Cos tenía más de cortesano que de héroe; penetró a Texas y comenzó a diseminar su fuerza y los texanos a devorarla con excesiva facilidad.

El general Cos era como la gran mayoría de los generales de su época, ignoraba de preferencia la ciencia y el arte militares. Si hubiera tenido siquiera los conocimientos de un jefe seminola o comanche no hubiera escogido a San Antonio Béjar como base de operaciones y centro de su acción. En este punto quedaba cortado de su comunicación con el puerto del Cópano y con el camino más corto por tierra a Mier o a Matamoros, plazas de donde podía recibir auxilios, si los colonos ocupaban a Goliad, lo que precisamente tenían que discurrir y ejecutar. El general Cos, eligiendo a San Antonio Béjar como centro de operaciones, determinó aislarse lo más posible de su gobierno hacer imposible o muy difícil el apoyo de éste.

Poco antes de llegar el general Cos a San Antonio Béjar, como se lo había ordenado el gobierno, se encontraba en ese punto con poco menos de quinientos hombres el coronel Ugartechea.

En estos mismos días adquirió datos seguros el coronel Ugartechea, comandante de Béjar, de la próxima sublevación (de los colonos) y por medida de precaución y defensa dispuso inmediatamente marchasen un cabo y cuatro presidiales a la villa de González con el objeto de recoger de allí un cañón que sus vecinos habían pedido prestado con el pretexto de defenderse de los bárbaros y que con fundamento se podía temer que hiciesen muy pronto uso de esta arma contra los mismos que la habían facilitado. Esta indiscreción tuvo el resultado que debía esperarse porque los de González no sólo no entregaron el cañón sino que pusieron presos a los cinco hombres que habían ido por él. Indignado Ugartechea de esta insolencia hizo marchar de Béjar a aquella villa al teniente de la compañía del Álamo Don Francisco Castañeda con ochenla presidiales con los objetos de libertar a los cinco presos, recoger el cañón y castigar a los insolentes que habían cometido aquella demasía; mas el teniente Castañeda no pasó el río de Guadalupe, sino se dejó imponer por los vecinos de González y regresó a Béjar trayendo consigo una mancha de lavar, una nueva ofensa a las armas nacionales que vengar y un crimen que perseguir y escarmentar ... (2).

Lo primero que debió haber ordenado el coronel Ugartechea era la consignación del teniente Castañeda a un Consejo de Guerra para que en vista de que dicho oficial se había dejado imponer por los 340 vecinos de la villa de González, entre los que se hallaban una mitad de mujeres y una tercera parte de niños; fuese sentenciado por cobarde y pasado por las armas. La mancha que lavar de que habla Filisola no había sido arrojada a las armas mexicanas por los colonos, pues el rebelde no puede manchar las armas del gobierno si no pertenece a ellas como sucedía con los vecinos de González. Quien manchó las armas fue el cobarde teniente Castañeda y quien acabó de mancharlas fueron Ugartechea y los que no aplicaron el jabón eficaz suministrado en abundancia por la Ordenanza e infalible para lavar esta clase de manchas. El que se pronuncia está dispuesto a batirse, ni mancha ni ultraja las armas de la ley. El teniente Castañeda quedó por supuesto impune; esta fue no la mancha sino el aguacero fecal sobre nuestras armas y con semejantes oficiales y semejante disciplina justificaban los revolucionarios texanos como acto de gran cordura y prudencia, que una pequeña población de treinta mil almas a los más como la de Texas pretendiera despojar a una nación de siete y medio millones de habitantes de un rico territorio más grande que Francia, y sin el auxilio de las armas de los Estados Unidos.

El coronel Ugartechea al ver que el teniente Castañeda volVía como un mandria de su expedición, dispuso salir a castigar a los colonos. González dista de Béjar veintisiete legua que en dos jornadas hubieran recorrido nuestros soldados, pero el general Cos ordenó a Ugartechea que no se moviese; que lo esperase.

El general Cos llegó el 9 de octubre de 1835 a San Antonio Béjar, siete días después de la hazaña del teniente Castañeda. En Goliad a donde había estado el 5 de Octubre el general Cos, y donde había en depósito trescientos fusiles, cinco piezas de artillería y municiones de guerra por valor de doce mil pesos; dejó el general Cos para cuidar tan intereseante punto cuarenta hombres al mando del coronel Sandoval, quien el 10 de Octubre fue atacado por un grupo de colonos, vencido y obligado a entregarse prisionero con toda su fuerza, perdiendo el depósito de fusiles, artillería y municiones.

El general Cos al pasar por Goliad el 5 de Octubre, tuvo conocimiento de la rebelión de los colonos comenzada en González, pues el capitán Sabariego al volver de Mata Gorda le había informado haber encontrado en el camino varias partidas de colonos armados; y no obstante esto el expresado general dejó en Goliad al coronel Sandoval con cuarenta hombres para cuidar un punto de alta importancia estratégica y un depósito de material de guerra. Como se verá, más auxilio de armas y pertrechos de guerra recibieron los colonos del general Cos con su falta de sentido común que de los Estados Unidos. El primer protector de los revolucionarios de Texas fue la impericia del general Cos y el segundo el general Jackson presidente de los Estados Unidos.

Filisola da cuenta de la toma de Goliad por los rebeldes el 10 de Octubre de 1835 en los siguientes términos:

No habiendo pues logrado la sorpresa que se había premeditado porque Sandoval, Sabariego y el alférez Don Jesús de la Garza, sospecharon el intento y se fueron al cuartel con los pocos soldados que tenían, a cosa de la una de la mañana del dia 10 lo atacaron a cara descubierta como cosa de cien rebeldes. Nuestros militares se sostuvieron con el mayor valor subiendo éste de punto cuando perdieron tres hombres y se reconocieron otros varios heridos; pero careciendo los demás de municiones les fue preciso sucumbir y quedaron todos prisioneros después de una hora de puro combate (3).

La versión de todos los escritores extranjeros de la guerra de Texas comprendiendo la Revue des Deux Mondes es uniforme y completamente distinta de la de Filisola.

Cuarenta y ocho hombres al mando de Collingsworth sorprendieron al teniente coronel Sandoval, que se rindió, teniendo un muerto y dos heridos (4).

No sólo me inclino a creer que la versión extranjera es la exacta sino que tengo la convicción de ello en vista de los hechos que paso a exponer.

El primer interesado en narrar que el vencido ha hecho una defensa heroica, es el vencedor y es muy común que los vencedores inventen heroicidades a los vencidos aun cuando hayan sido débiles o cobardes, por tal de adquirir gloria. Si esto hacen los militares de profesión, los aficionados como eran los asaltantes de Goliad se muestran como es natural más ambiciosos de vencer a tropas disciplinadas. Cuando un puñado de revoltosos, reclutas vence a verdadera tropa que se porta heroicamente, por ningún motivo deja de pregonar en todos los tonos posibles y aun en los absurdos que ha vencido no a mandrias sino a positivos héroes. El parte de Collingsworth es, como lo copia Yoakum, una sorpresa con resistencia insignificante, ¡un muerto y dos heridos! Filisola nos dice que el teniente coronel Sandoval se rindió por falta de municiones. Esto es imposible porque en el informe de Austin al Comité revolucionario de San Felipe, fechado en 13 de Octubre de 1835, consta que cayeron en poder de los rebeldes al tomar Goliad, trescientos fusiles, cinco piezas de artillería y de diez a doce mil pesos de municiones y otros efectos de guerra, con lo cual, dice Austin, podrá dar impulso a sus operaciones como en efecto se las dió. No es creible que un jefe como Austín aceptase la invención de uno de sus subordinados de haber capturado armas y municiones y que con estos elementos de guerra imaginarios, hubiese en realidad dado gran impulso a sus operaciones.

Por otra parte, ¿ignoraba el coronel Sandoval que no había parque en su cuartel convertido en fortaleza y confjado al honor de sus armas? ¡Sí! ¿Qué clase de oficial era éste que tenía bajo su mando soldados y un fuerte y no conocía el deber de averiguar si había municiones para las armas? El general Cos había estado en Goliad el 5 de Octubre, cinco días antes del ataque de Collingsworth y había dado orden al coronel Sandoval de que se defendiese hasta la última extremidad (5). ¿Cómo es posible que el jefe que recibía tal orden no se informase si tenía muníciones suficientes para llenar el deber que se le imponía? Además Filisola escribe:

No faltó quien diese aviso de esta maquinación (sorprender a Sandoval) al capitán Sabariego, aunque éste fue de opinión que se mandasen reunir los destacamentos y estarse sólo a la mira procurando atacar a los facciosos solamente en los desfiladeros y pasos de los ríos que tenían que atravesar para llegar hasta allí (6).

Sabariego era subordinado de Sandoval y ¿sabiendo con suma anticipadón que lo iban a atacar no se informó si había parque para defenderse? ¿Y si sabía que había parque sólo para una hora de fuego de fusiles de chispa, cómo era de opinión de que saliesen a atacar a los facciosos en los desfiladeros y en el paso de los ríos?

La verdad es que había en Goliad municiones para un año de fuego servido por cuarenta hombres y el comportamiento de Sandoval estuvo muy lejos de ser digno como lo ratifica el hecho de haberse presentado a los rebeldes ofreciéndoles sus servicios que éstos rehusaron.

Juan N. Seguin, mexicano, levantó una compañía de rancheros mexicanos a favor de los rebeldes, el coronel José María González del ejército mexicano se alistó bajo las banderas de los colonos y el teniente coronel Sandoval sorprendido en Goliad por Collingsworth solicitó también entrar al ejército texano pero no fue admitido (7).

El día 11 de octubre el general Cos supo en Béjar la toma de Goliad y que las avanzadas del grueso de las fuerzas rebeldes, llegaban a nueve leguas de Béjar.

El doce de octubre de 1835 se dispusieron los texanos a marchar con quinientos hombres y un cañón sobre Béjar. De éstos, ciento diez hombres fueron enviados a proteger Victoria (8).

De manera que el 13 de octubre el general Cos que contaba 800 hombres de buena tropa entre ellos parte del magnífico batallón de Morelos y 21 piezas de artillería, en vez de salir a batir a los 390 colonos indisciplinados que formaban en esa fecha el ejército de Austin en Texas, dispuso ponerse a la defensiva estricta y ordenó fortificar Béjar, lo que visto por su enemigo levantó su moral a una altura suficiente para mirar con desprecio las armas mexicanas y este desprecio estaba bien fundado: ponerse ochocientos soldados con 21 piezas de artillería y abundantes municiones a la defensiva dentro de una plaza que se hace fortificar porque avanzan ¡390 agricultores armados! Aun no llegaban los voluntarios de los Estados Unidos.

El general Cos se encerró en Texas con el objeto de dejar al enemigo libre enteramente para que se organizase a su vista e hizo lo que todos los generales que llenos de miedo se encierran en plazas fortificadas, enviar pequeñas partidas a reconocer y tirotear al enemigo con lo que creen demostrar ciencia y bravura.

El combate de Concepción se encuentra entre dos versiones distintas. Según los historiadores norteamericanos, que se apoyan en el parte oficial del coronel Fannin, éste y su segundo Bowie, al frente de 90 hombres encontraron a 400 mexicanos en un bosque, con una pieza de artillería y habiéndose empeñado la acción salieron vencedores los rebeldes capturando el cañón y causando a los mexicanos sólo en muertos 60 bajas. Para esa cantidad de muertos debió haber más del doble de heridos de donde resultan ciento ochenta bajas por lo menos, mientras que los rebeldes sólo tuvieron un muerto y nueve heridos. Esta versión es falsa a todas luces.

La mexicana es en mi concepto la verdadera y es la siguiente: El general Cos habiendo tenido noticia de que en la misión de la Concepción se ocultaban algunos sublevados dispuso que de Béjar salieran a batirlos cincuenta infantes del batallón Morelos muy disciplinados y aguerridos, con un cañón y al mando del teniente coronel José María Mendoza. En el bosque que envolvía parte del camino de Béjar a Concepción, el pequeño destacamento mexicano encontró a los sublevados y el teniente coronel Mendoza, en vez de hacer alto y reconocer si había emboscada, hizo avanzar a su fuerza la que fue completamente destrozada, perdiendo el cañón. De los cincuenta soldados mexicanos que verdaderamente eran de primer orden resultaron doce muertos y treinta y dos heridos, un oficial muerto y tres heridos. Puede decirse que la impericia del teniente coronel Mendoza llevó a sus soldados a un patíbulo más bien que a un combate.

El general Cos, en vez de ordenar al teniente Rodríguez, que mandaba en Lipantitlán la segunda compañía que iba de Tamaulipas, que se incorporase a las fuerzas mexicanas indignamente colocadas a la rigurosa defensiva en Béjar, le ordenó que llamase la atención del enemigo por Goliad, es decir, le ordenó que se dejase destruir cuanto antes por el enemigo, lo que tuvo lugar sin dificultad. Los soldados a quienes desmoralizó tan estúpida orden comenzaron a desertar y cuando le quedaban pocos fue sorprendido durmiendo el teniente Rodríguez y hecho prisionero con toda la fuerza que lo acompañaba (9).

El general Cos jamás pensó en que ya fuera que tomase la ofensiva o la defensiva, su primer deber era concentrarse y si lo hubiera hecho no hubiera sido tomado Béjar y la campaña habría cambiado mucho de aspecto. El general Cos empeñado en diseminar perdió fuera de Béjar:

En la toma de Goliad ... 40 soldados.
En la emboscada de Concepción ... 48 soldados.
En la sorpresa al teniente Rodríguez ... 90 soldados.
Al enviar Ugartechea con cien presidiales a traer no soldados sino reemplazos amarrados como si los condujeran presos (10) ... 100 soldados.
Suma ... 278 soldados.

Cuando se conozca cómo estuvo la toma de Béjar se verá que si esos 278 hombres despachados por el general Cos al sacrificio o a una comisión inútil, se hubiesen concentrado en Béjar, para lo que tuvieron tiempo sobrado, los rebeldes no hubieran tOmado la capital del departamento de Texas.

Llegamos ya a la operación más seria y final de la primera parte de la campaña de Texas: el asedio y toma a viva fuerza de San Antonio Béjar por los rebeldes.

La ciudad de San Antonio Béjar en 1834, sostenía su calificativo de ciudad por la simple autoridad de un decreto, pero era una aldea de 2,400 habitantes, formada por dos calles que se cortaban en ángulo recto formando una cruz, cuyo pie se hallaba en el punto medio de una semicircunferencia que tocaba casi las extremidades de sus brazos, formada por el río San Antonio. Las casas eran bajas pero en su mayoría de cal y canto, los jacales diseminados alrededor de la cruz que formaban las calles estaban construídos con enrejados de madera forrados de lodo y sus techos eran de paja. Como en todas las aldeas españolas el edificio más sólido era la iglesia parroquíal.

Bajo el punto de vista militar esta aldea debía ser fácilmente atacable porque todos los alrededores y las márgenes del río estaban cubiertas de bosques espesos y de una especie de matorrales de que se han llenado las labores por la falta de cultivo, lo que presta una facilidad suma a las emboscadas de los enemigos y ofrece gran riesgo a aquellas gentes (11).

Los sitladores no necesitaban pues, de fortificaciones de campaña, ni de caminos cubiertos, ni de paralelas, ni de pequeños reductos, ni de nada de lo que ordena la ciencia respecto del ataque de las plazas fuertes; porque la naturaleza se había adelantado a favorecer a los rebeldes con obras muy superiores de gran eficacia. Tan detestable posición defensiva había sido escogida por el general Cos, cuya posición de general la debía a su parentesco con Santa Anna, cualidad que no da los conocimientos militares para merecer el alto grado de general.

Como a ciento sesenta metros de la curva que forma el río de San Antonio y del lado de su convexidad, se levantaba lo que lmproplamente se llamaba el fuerte del Alamo, consistente en un solar y una iglesia a medio construir. La superficie del solar se eleva sobre la de la ciudad y su muralla no era más que una pared de piedra y lodo de sesenta centímetros de espesor y dos metros de altura. Pegado a la pared Sur de la muralla, estaba la iglesia en forma de cruz de Este a Oeste teniendo cuarenta y dos metros de largo y treinta de ancho en los brazos de la cruz. La iglesia no tenía construído más que parte de sus muros a una altura variable entre cuatro y seis metros. A esta construcción se le agregaron algunas obras de fortificación permanente.

He dicho que la fuerza de Austin, jefe de los rebeldes que ocupaban la villa de González, no excedía de 500 hombres el doce de Octubre de 1835, de los cuales fueron despachados a proteger a Victoria ciento diez. Este hecho tan importante para probar el miedo y la impericia del general Cos que puso a la defensiva detrás de fortificaciones 800 hombres de buena tropa y veintiuna piezas de artillería lo reconoce plenamente la versión mexicana.

El coronel Sandoval, el capitán Sabariego y el alférez Garza a las once de la mañana del mismo día (11 de Octubre de 1835) fueron transportados de allí (G0liad) a Victoria y después a la villa de González en la que encontraron a Don Esteban Austin con cosa de 500 sublevados sacados del interior de las colonias (12).

La fuerza de Austin siete días después, el 19 de Octubre, apenas excedía de 600 hombres (13).

La villa de González está a dos jornadas de tropas de Béjar, tiempo sobrado tuvo el general Cos de impedir la concentración de los colonos armados en González y de escarmentar severamente a los ya reunidos (14).

Conducta tan pusilánime dió energía a la insurrección.

The intelligence of the capture of Goliad kindled a flame of enthusiasm throughout the country (15).

El entusiasmo se hubiera desvanecido si nuestras tropas hubieran cumplido con su deber de buscar al enemigo y batirlo.

Austin continuó concentrando sus fuerzas con toda tranquilidad y a la vista turbada del general Cos hasta reunir 1 200 hombres con dos piezas de artillería bien dotadas de municiones, gracias al depósito que nos fue tomado en Goliad. En los primeros días de Noviembre de 1835 Austin llegó con su improvisado ejército de 1,200 hombres frente a Béjar y campó en los bosques comenzando inmediatamente el asedio de la plaza.

Pero los elementos de guerra de Austin no eran para tomar la plaza por medio de un audaz asalto y decidió un sitio en forma muy penosa para los sitiadores porque se anunciaba un invierno riguroso. La deserción comenzó en las filas de Austin quien habiendo llegado con 1,200 en los primeros días de Noviembre, el 14 del mismo mes no le quedaba más de 600 (16). El invierno era el único general leal, entendido y valiente que defendía a la República Méxicana.

La noticia de la insurrección de Texas llegó a Nueva Orleans el 13 de Octubre de 1835, y un meeting para auxiliar a los rebeldes tuvo lugar en la tarde del mismo día en que se recibió la noticia. El resultado práctico del meeting fue la organización inmediata de dos compañías de voluntarios una al mando de Morris que entró por tierra en Texas y la otra al mando de Breesse que llegó por mar. Estas compañías se llamaron The grays. Los colonos sitiadores seguían desertando y no obstante la llegada de los grays y de una compañía de voluntarios del Mississipí que llegó frente a Béjar el 24 de Noviemre, sólo había el 29 del mismo mes, por total de fuerzas sitiadoras, 800 hombres mal contados (17).

No obstante la llegada de los voluntarios de que acabo de hablar, las operaciones no presentaban aspecto satisfactorio para los sitiadores.

El 4 de Diciembre a las dos de la tarde el coronel Burlesson que desde el 21 de Noviembre había reemplazado a Austin, dió la orden para que se levantara el sitio a las siete de la noche debiendo retirarse el ejército a Goliad (18).

Pero la traición de un oficial mexicano cambió rápidamente la situación de los sitiadores:

Entre tanto Arnold volvió y el teniente Vauvis del ejército mexicano que había desertado la noche anterior llegó al campamento y fue inmediatamente conducido al cuartel general para un minucioso examen. El oficial mexicano denunció que la guarnición de la plaza estaba amotinada y muy descontenta y que no era cierto que tuviese conocimiento de los preparativos para un asalto. Afirmó además que la fuerza con que contaba la plaza no era grande como se había dicho (19).

No obstante tan buenas noticias comunicadas a los sitiadores no los decidieron a proceder al asalto y la retirada hubiera tenido lugar sin la presencia de un propietario de tierras, caracterizado por una codicia inconmensurable y por un valor y audacia igual a su codicia. Este hombre que ejercía gran influencia sobre todos los voluntarios, les dirigió una arenga incendiaria, terminando con la pregunta: ¿Quién quiere seguirme al asalto? Sólo trescientos respondieron por la afirmativa y el asalto tuvo lugar en la madrugada del 5 de Diciembre, mas los asaltantes sólo consiguieron apoderarse de una pequeña parte de la ciudad. Millam, el propietario que inició el asalto, fue muerto por una bala que le atravesó el cerebro.

Filisola no habla del teniente Vauvis cuyo nombre no es español, pero así consta en el texto inglés en el que sufren graves deformaciones los apellidos españoles. Pero Filisola nos asegura cosa peor, y es que en vez de un oficial traidor y cobarde tuvimos varios:

Pero desgraciadamente los capitanes Don Juan Galán y Don Manuel Rudesindo Barragán que hasta aquel día se habían conducido con honor y valor, en vez de entrar en la plaza como lo ordenó el coronel Condelle, hicieron montar a las dos últimas compañías nombradas de que eran capitanes y se retiraron con ellas en dirección de Río Grande llevándose además dieciocho hombres de la compañía de la bahía; haciendo más escandaloso y perjudicial este ejemplo inaudito en las tropas mexicanas la imitación del mismo ayudante inspector de Coahuila y Texas Don Juan José Elguézabal que también se fue con aquellos arrastrando tras sí a veintitrés hombres de la primera compañía de Tamaulipas (20).

Esta deserción produjo una baja en los defensores de Béjar de 6 oficiales y 169 hombres montados. También desapa~ecieron en la misma noche el capitán de la compañía de lanceroS Don Ignacio Rodríguez y un sargento y tres hombres montados. El desorden y desaliento que estas vergonzosas defecciones más bien que deserciones, produjeron en todas las demás tropas especialmente habiendo divulgado que el general Cos había muerto...

El general Cos desde el 12 de Noviembre había mandado al coronel Ugartechea como ya lo dije, con 100 presidiales a recibir los refuerzos que le habían ofrecido. Formaban parte de estos refuerzos los 400 reemplazos que sin armas y amarrados debía conducir el comandante José Juan Sánchez (21).

Y aunque el comandante Peralta convino con el ayudante inspector Don José Juan Sánchez continuar escoltando los reemplazos hasta Laredo, el día 7 de Octubre regresó intempestivamente para San Luis Potosí, alegando que tenía orden del comandante general Don Gabriel Valencia, a pesar de haber recibido en el Venado orden del Ministro de la Guerra para no obedecer otras que las que le comunicase el comandante general de los Estados internos de Oriente en cuyo nombre procedía Sánchez ...

Y esta circunstancia dió lugar a que diez días después del abandono de Peralta, hiciese otro tanto, tomando igualmente el camino para San Luis, el capitán de Guerrero Don Ramón Guerra.

¡Tal era la disciphna y patriotismo de nuestro glorioso ejército!

Para que se comprenda la heroicidad de la defensa de Béjar con que la vanidad nacional intentara defraudar a la historia, Filisola nos dice que los asaltados el día 5 de Diciembre resistieron siendo mil y pico de valientes más que valientes, leones rugientes (22) (frase de la Lima de Vulcano) contra trescientos voluntarios que los atacaban, al grado de haber tenido los mil y pico de leones la pérdida de un compañero muerto.

El fuego, dice Filisola, duró tres horas, habiendo habido un muerto y varios heridos por nuestra parte (23).

Del 5 al 10 de Diciembre, los rebeldes continuaron atacando la plaza, tomando casa por casa hasta obligar al general Cos a buscar refugio en el fuerte Alamo. Se hubiera podido defender en este lugar el tiempo suficiente para recibir los setecientos hombres que el Ministro de la Guerra le enviaba con el coronel Ugartechea, pero la desmoralización de las tropas del Alamo, produjo el desorden que degeneró en pánico.

En vano el general pretendía tranquilizar los ánimos y restablecer la debida circunspección, como se necesita en momentos tan serios y difíciles para el buen éxito, porque los intempestivos gritos de ¡Traición, nos quieren entregar, somos perdidos! que se comenzaron a multiplicar, no sólo apagaron la voz del afligido general, sino que confundido entre la multitud por la oscuridad de la noche que a pocos momentos sobrevino, fue atropellado y maltratado de una manera brutal (24).

Por supuesto que el general Cos dijo a la nación dispuesta siempre a aceptar lo que era halagador para su amor propio; que no se defendió en el Álamo porque le faltaban (25) víveres, municiones, medicinas y forrajes. Desde luego hay que notar que las leyes militares no autorizan a un jefe de plaza sitiada a pedir capitulación por falta de botiquines y en cuanto a la falta de forrajes no son necesarios para defender una fortaleza y si los necesitaba el general Cos prueba era que había caballos que comer en vez de darles forrajes y en consecuencia que no faltaban víveres.

Se comprende que un jefe se refugie perseguido por un enemigo poderoso en una plaza sin atender a los víveres que ésta puede contener. Pero cuando libremente se escoge una plaza con el objeto de esperar refuerzos que deben tardar bastante tiempo en llegar y cuando se ha dispuesto de 33 días (del 9 de octubre al 12 de Noviembre) para abastecer de víveres la plaza de Béjar, no se puede dignamente entregarla antes de un mes de sitio alegando falta de víveres. Tal proceder es una triste chicana de jefe sin pundonor.

En el parte oficial del general Cos, relativo a la capitulación de Béjar, copiado casi textualmente por Filisola se encuentran contradicciones que señalan la conducta poco digna del general Cos. Todo comandante de plaza sitiada está obligado a conocer cada veinticuatro horas por lo menos la existencia de los víveres y municiones con que cuenta la guarnición. ¿Cómo ordenó el general Cos la retirada al fuerte Álamo con el objeto de defenderlo nasta la última extremidad, haciendo transportar a los heridos, cuando sabía que no tenía municiones ni víveres?

Cuando el general Cos redactó el parte oficial de su capitulación se había degradado sus facultades mentales. Sólo así se explica que después de afirmar que capituló por carecer de víveres y municiones escriba las siguientes líneas (26):

Así fue cómo la operación de la retirada se practicó con el mayor orden y se sacaron de la ciudad los heridos, la tesorería, las municiones, nueve piezas de artillería, los hatajos de mulas y en fin todo cuanto había en ella.

Para los jefes de plaza sitiada valientes y dignos los hatajos de mulas son víveres.

En su mismo parte oficial el general Cos se desmiente a sí mismo en cuanto a que capituló por falta de víveres y municiones porque escribe:

Con este intento ordené al coronel Don Nicolás Condelle para que procurase hacer con anticipación, orden y disimulo la retirada de los heridos y enfermos y, cuanto armamento, municiones, depósitos, etc., etc., existian en ella pertenecientes a la guarnición (27).

Pero si este segundo mentís que el general Cos da a los motivos de su capitulación no es suficiente para probar su indignidad, el mismo parte oficial añade:

El día 12 (de Diciembre) se empleó en arreglar lo necesario para la marcha y ésta se emprendió el 13 de Diciembre para la villa de Laredo en el mayor orden, llevando un cañón de a cuatro con algunas municiones para él y todo el número de hombres que ascendía a más de 800 inclusos los reemplazos, armados de fusil, bayoneta y municiones a raz6n de cincuenta cartuchos sin olvidar los víveres, equipajes, etc.. etc. (28).

¿Qué víveres eran esos con los que el general Cos emprendió atravesar las setenta leguas de perfecto desierto que existían entre Béjar y Laredo? ¿Los que existían en la ciudad de Béjar? Entonces no faltaban víveres para defender la plaza. ¿Habían entrado recientemente? ¿De dónde? El día 12 de Diciembre en que se preparó la marcha fue el siguiente de la capitulación. ¿Eran los víveres del enemigo? No los vendía y ofreció generosamente de ellos al general Cos; pero éste, según él mismo dice, contestó con altivez: El ejército mexicano ni recibe, ni necesita recibir nada dado de sus enemigos (29). Esta frase fanfarrona es una nueva mentira, porque quedaron en Béjar los heridos graves al cuidado generoso de los vencedores y esto se llama recibir favor.

El general Cos tenía más de 200 caballos el día que pidió capitular y ya he dicho que los caballos son víveres para militares resueltos y pundonorosos. Se ve por las mismas afirmaciones del general Cos que hubo víveres y municiones para huir por medio de una vergonzosa capitulación, pero que éstos no nutrían cuando debían servir para continuar la resistencia.

En el parte oficial del coronel Burlesson jefe sitiador al comité de San Felipe, consta que cayeron en poder de los vencedores 21 piezas de artillería con sus correspondientes municiones, 500 mosquetes, abundantes municiones y 1,105 prisioneros (30). Esto prueba que había municiones para todo hasta para proveer al enemigo menos para batirse.

Pero la gran responsabilidad del general Cos, es no haber intentado salir con sus tropas lo que era excesivamente fácil y nada peligroso.

De Béjar podían salir durante el sitio hasta un tímido batallón de señoritas sin temor de ser destruído. Los sitiadores no eran más que ochocientos de ellos trescientos ocupaban parte de la ciudad y el resto campaba a tiro de fusil de la plaza entre los matorrales. Béjar estaba rodeado de espesos bosques cuyos árboles se hundían en espesos matorrales que cubrían a un hombre de pie y que precisamente rodeaban al Alamo a tiro de pistola. El perímetro de asedio tenía 3,600 metros y como lo cuidaban 500 hombres sin obras de circunvalación, correspondía a una línea cubierta por un soldado a cada siete metros. ¿Qué resistencia podía oponer semejante línea contra una salida de 1,105 hombres? ¿Cómo era posible la concentración rápida de los sitiadores dentro de un matorral y de noche? ¿Cómo era posible ver y perseguir y sobre todo causar daño a los sitiados que disponían de la noche, de los bosques y de los matorrales a tiro de pistola para efectuar su salida? Más tarde veremos cómo debido a esos bosques y matorrales Santa Anna no pudo impedir con dos mil hombres que penetrase un auxilio al fuerte del Álamo de 32. Es vergonzoso hasta la más amarga humillación, ver como nos lo describe el general Cos a 900 hombres armados y municionados que piden capitulación a 800 reclutas.

Por último el mismo general Cos, se encarga de decir la verdad, cuando llamó al comandante Sánchez para que pidiera la capitulación, diciéndole: Por la cobardía y perfidia de muchos de los que creíamos nuestros compañeros todos se ha perdido (31) ... El general Cos debió haberse denunciado como el primer autor del desastre por su impericia y falta de espíritu militar. Si cuando Austin tenía 390 hombres en González, a jornada y media de Béjar, o a lo más a dos jornadas, el general Cos hubiera marchado a batirlo con más de 800 hombres de que disponía, los rebeldes no hubieran tomado Béjar. Casi todos los generales adictos a la escuela defensiva detrás de trincheras ni son generales ni valientes. Lo que perdio a Béjar fue la pasión del general Cos por la defensiva absoluta.

Ni el general Cos ni los historiadores mexicanos mencionan el hecho de que tanto el jefe que tan mal defendió Béjar como todos sus oficiales, una vez hechos prisioneros Obtuvieron su libertad comprometiéndose bajo palabra de honor a no volver a tomar las armas contra la causa que sostenían lo rebeldes. La prueba de esta vergonzosa debilidad consta en los archivos de Texas y Henry Stuart Foot en su obra Texas and the texans copia íntegra el acta de capitulación que a la nación y a la historia mexicana se les ha presentado mutilada por el fraude y el cinismo habitual con que tantas veces se la ha engañado.

El primer artículo del acta de la capitulación de Béjar dice textualmente:

1er. That Cos and his officers retire with arms and private property into the interior of the Republic, under parole of honour, that they will not in any way Oppose the restablisment of the federal constitution of 1824. Martin Perfect Cos, Edward Burlesson (32).

Ofende el prestigio de nuestros adelantos intelectuales que en la mejor obra de historia patria que tenemos México a través de los siglos se hagan apreciaciones laudatorias a los defensores de Béjar y principalmente a su digno jefe por fin, se lee en México a través de los siglos, hubo de rendirse (el general Cos) a la superioridad numérica. ¿Desde cuándo 800, número de los sitiadores, es superioridad numérica sobre 1,105, número de prisioneros hechos por la capitulación de Béjar? Ni el general Cos en su parte oficial ni Filisola en su obra, Guerra de Texas, se atreven a hablar de superioridad numérica. Pero si la superioridad numérica fuese motivo para rendirse, todas las plazas sitiadas se rendirían en el término de algunos minutos y antes de disparar un solo tiro, porque la regla general es que el sitiador tenga superioridad numérica sobre el sitiado.

Está admitido por las grandes autoridades militares que a igual calidad de tropas beligerantes, el sitiado puede resistir hasta siete veces el número de sitiadores. Una superioridad de fuerzas sitiadoras, cinco veces mayor que la de los sitiados está considerada como motivo para optar por la defensiva detrás de trincheras. Ante la igual calidad y número de dos ejércitos beligerantes no hay general digno y capaz que busque las trincheras, su honor y el del ejército le imponen la batalla.

En el caso de que me vengo ocupando, Cos pretendía lo mismo que el gobierno mexicano e igualmente la nación, que los 800 y tantos hombres del General Cos eran tropa de mejor calidad que los 390 rebeldes que mandaba Austin a jornada media de Béjar el 12 de Octubre de 1835. La superioridad de número, de calidad y aún de mando la tuvo Cos y evitó con indignidad manifiesta cumplir con su deber.

Es deplorable que nuestros historiadores más juiciosos, imparciales e ilustrados ignoren que las plazas fuertes sirven precisamente para resistir a la superioridad numérica.

Continúa la errónea apreciación de México a través de los siglos que le hizo prisionero (el enemigo al general Cos) no sin haberle dado lugar a portarse honrada y dignamente como militar y como político (33). En efecto, el enemigo dió lugar al general Cos no sólo a portarse honrada y dignamente sino todavía más a que le destruyeran las tropas mexicanas, pero Cos no era del temple necesario para hacer lo que el enemigo le daba lugar a que hiciese y lo que hizo fue cubrirse con el desprecio de nuestros enemigos justificado por las manifestaciones de cobardía, de perfidia, de indisciplina, de defección, de traición y de ineptitud que hacen de la primera campaña de Texas un capítulo de humillaciones y de dolientes indignidades para nuestro ejército.

Todas nuestras historias modernas suprimen o deforman la primera parte de la campaña de Texas que he dado a conocer en todo el rigor de su verdadera expresión. No siendo posible que nos honrase, el patriotismo prostituído, con su espíntu mezquino, bárbaro y falso ha cumplido su misión de guerra a la verdad siempre que no sirve para inflar nuestro amor propio originado por un estado intelectual demente. Por fortuna vamos alcanzando la convicción de que nuestro pasado en 1836 no es un material propio para la epopeya viviendo eternamente en los bronces de los monumentos públicos.

El mismo comité revolucionario de Nueva Orleans que organizó las dos compañías de voluntarios llamadas the grays (los grises) que asistieron a la toma de Béjar, organizó una expedición contra Tampico con el objeto de distraer la atención y recursos del gobierno mexicano de los asuntos da Texas. La embarcación llamada Mary Jane zarpó el 6 de Noviembre de 1835 del puerto de Nueva Orleans, con destino a Tampico, llevando a bordo 130 aventureros; los dos tercios americanos y el resto de franceses y alemanes (34). El fuerte de la Barra fue entregado por la traición de un jefe mexicano y la expedición iba mandada por el general mexicano José Antonio Mexía. Los aventureros fueron batidos por la fuerza mexicana que permaneció fiel, habiendo sido capturados 31 de ellos de los cuales tres murieron en el hospital y 28 fueron pasados por las armas el 14 de Diciembre de 1835.

La versión norteamericana de la expedición de los 130 aventureros sobre Tampico, sólo difiere de la mexicana en que ésta fija en doscientos el número de aventureros. Respecto de que el fortín de la Barra fue ocupado gracias a la traición de un jefe mexicano, el general Tornel, Ministro de la Guerra en Diciembre de 1835, dice sobre este asunto:

En la tarde del 14 (de Diciembre) se avistaron tres buques con bandera nacional trayendo a bordo doscientos aventureros salidos de Nueva Orleans y se apoderaron del fortín de la Barra por la traición del teniente coronel Ortega que lo mandaba (35).

Con esta nueva prueba de la corrupción propia del ejército pretoriano que oprimía a nuestro país y lo entregaba al mismo tiempo a las ambiciones extranjeras termina la verdadera historia de la primera parte de la campaña de Texas.

El buen éxito de esta campaña para los rebeldes produjo en el partido de la guerra en Texas o sea del presidente Jackson, una confianza ilimitada en las armas texanas, una insolencia de conquistadores asiáticos, un orgullo de militares sobresalientes, un desprecio sólido por nuestro ejército. El éxito tenía desgraciadamente que justificar ese desprecio, pues 1,200 colonos entre los cuales se contaban entonces trescientOs voluntarios, indisciplinados, mal mandados, sin artillería, casi sin municiones e incompletamente armados, habían en menos doS meses arrojado de su territorio a más de 1,500 hombres de tropas mexicanas contando con los refuerzos diversos que le habían sido enviados a Cos; habían tomado los rebeldes 26 piezas de artillería, 800 fusiles, 3 banderas, municiones por un valor superior a 20,000 pesos y no había quedado un sólo soldado mexicano en el inmenso territorio conquistado por los colonos. La limpia había sido pronta y completa. Habían hecho más, nunca tocaron un cabello a los prisioneros de guerra, a todos les dieron libertad y auxilios a los que los solicitaban; cuidaron a nuestros heridos y dieron pruebas de ser adictos a un género de guerra de acuerdo con los sentimientos humanitarios que informan la civilización.



NOTAS

(1) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 128.

(2) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 145.

(3) Filisola. Historia de Texas, tomo II, pág. 153.

(4) Yoakum, History of Texas, tomo I, pág. 369.

(5) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 152.

(6) Filisola, obra citada, tomo II, pág. 153.

(7) Yoakum, History of Texas, tomo I, pág. 88.

(8) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 156.

(9) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 188.

(10) Obra citada, tomo II, pág. 186.

(11) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 182.

(12) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 152.

(13) Yoakum, History of Texas, tomo 1, pág. 372.

(14) Yoakum, History of Texas, tomo I, pág. 370.

(15) Obra citada, pág. 370.

(16) Yoakum, History of Texas, tomo II, pág. 17.

(17) Obra citada, tomo II, pág. 24.

(18) Yoakum, History of Texas, tomo II. pág. 25.

(19) Obra citada, tomo II, pág. 25.

(20) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág, 201.

(21) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, págs. 162 y 163.

(22) Lima de Vulcano, Enero 2 de 1836.

(23) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 195.

(24) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 203.

(25) Obra citada, tomo II, pág. 204.

(26) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 201.

(27) Obra citada, tomo II, pág. 200.

(28) Obra citada, tomo II, pág. 208.

(29) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 208.

(30) Yoakum, History of Texas, tomo II, pág. 32.

(31) Filisola, Guerra de Texas, tomo II, pág. 208.

(32) Doran Maillard, History of the Republic of Texas. pág. 95.

(33) México a través de los siglos, tomo IV, pág. 361.

(34) Yaokum, History of Texas, tomo II, pág. 37.

(35) Filiso1a, Guerra de Texas, tomo II, pág. 190.

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