Índice de La huelga generalizada (Francia Mayo-junio 1968) de los grupos franceses Information Correspondance Ouvrière y Noir et RougeCapítulo anteriorSiguiente capítuloBiblioteca Virtual Antorcha

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EL MOVIMIENTO OBRERO

Por razones de espacio, sólo podemos examinar aquí unos pocos acontecimientos, escogiendo los que a nuestro juicio fueron más significativos. Por lo demás, no es necesario hacer en este trabajo una reseña detallada de la huelga general: los hechos son recientes y están frescos en la memoria de todos; súmese a ello el hecho de que seguramente habrán de escribirse muchas obras sobre esta huelga, las que -esperamos- contendrán documentos y cronología de utilidad.

En el origen, pues, está el movimiento de los estudiantes, que pone de manifiesto las virtudes de la acción directa de masas. Los estudiantes salieron a la calle, se atrevieron; al hacerlo, congregaron en su torno a multitudes y, con su unidad, tuvieron en jaque al poder. Frente a la otra unidad, la de la clase burguesa y su policía, coligadas con los partidos y los sindicatos, el estudiantado mostró su fuerza. Más aún: probó que era posible ocupar los lugares de trabajo, cosa que, aunque sabida, nadie se atrevía a hacer.

Sin embargo, una vez llegada a su fin la noche de las barricadas -10 al 11 de mayo-, no hubo reacción obrera espontánea; parecía que todo iba a canalizarse en el paro nacional controlado por los sindicatos. Pero el martes 14, ya avanzada la noche, se supo que la fábrica de Sud-Aviation, de Nantes, había sido ocupada, que los trabajadores habían soldado las puertas del establecimiento y encerrado a los directores en una de las oficinas. Después, entre el 14 y el 17 de mayo, se declaran otras huelgas, todas con ocupación de los locales: las Messageries de Presse, (1) en París; la Rénault, en Cléon; y el movimiento, siempre espontáneo, se extiende como una mancha de aceite. El viernes 17 de mayo empiezan los paros en la SNFC; (2) pocas horas después están paralizadas todas las estaciones ferroviarias del país.

Las direcciones sindicales aprovechan el feriado de fin de semana (18 y 19 de mayo) para recuperar el movimiento: sin que se haya dado la voz de huelga general, se forman en todas partes comités de huelga intersindicales, encargados de tomar la dirección de la huelga, ya que los paros han comenzado.

En la base no se plantea ninguna reivindicación definida. Todo el mundo está por el aumento de salarios, la disminución de la semana laboral, etc.: eso es evidente. Pero los huelguistas -la mayoría, al menos- no ignoran que estas ventajas serán precarias; la mejor prueba de ello es que jamás se habían resuelto a lanzarse a semejante movilización (y esto también -hay que señalarlo- porque nunca se imaginaron que serían tan numerosos). La razón que los mueve es muy sencilla y se expresa claramente en todos los carteles colocados en las puertas de las fáricas pequeñas de los suburbios proletarios de París (establecimientos donde, las más de las veces, no hay sindicatos): ¡Ya estamos hartos! Hartos de salarios bajos, es verdad; pero, sobre todo, hartos de esta vida gris, de perspectivas tan estrechas y tan míseras que a uno ni se le ocurre quejarse y, menos, luchar ... En cuanto a los jóvenes, ya están hartos, hartos de antemano, de esa vida que hará de cada uno un pobre infeliz, vivo retrato del padre y del abuelo, aunque rodeado de un poco más de comodidad.

Y ese sentimiento, elemental e indómito -que no se enseña, por cierto, en la escuela- es tan fuerte, está tan hondamente arraigado, que el obrero resistirá días y días a la exhortación de los dueños del Estado, a las amenazas de los patrones, a las argucias y zalamerías de los jefes sindicales. Estos últimos, por lo general, no ocultan sus objetivos; y justamente tales objetivos son los que las masas laboriosas desprecian durante dos o tres semanas, y a veces más.

Desde el viernes 17 la CGT difunde profusamente un texto donde establece muy a las claras los límites que se propone dar a la acción. Por lo tanto, no cabe acusarla de traición; puso sus cartas sobre la mesa desde el primer momento: por una parte, las reivindicaciones tradicionales, unidas a la celebración de acuerdos como los de Matignon, que garantizasen la existencia de las secciones sindicales de empresa; por otra, cambio de gobierno, es decir, elecciones. El texto mencionado no contiene ninguna proposición que se salga de esas líneas, y, hecho significativo, no menciona ni una sola vez, en sus cuatro páginas, la palabra huelga (hay que repetido una vez más: ni la CGT, ni la F.O., (3) ni la CFDT decretaron la huelga general ni la huelga en un sector determinado).

A partir de entonces, la política de la CGT (y, con variantes, la de las otras centrales) es clara y simple: los acuerdos de Grenelle satisfacen la necesidad de reformas; por consiguiente, los huelguistas deben volver al trabajo.

Es la política de oposición leal que desde hace mucho tiempo siguen los sindicatos de Francia y los de toda la rama occidental del capitalismo. Y es la que los trabajadores franceses rechazaron con una constancia jamás vista hasta entonces; sin embargo, no fueron hasta el fin: no dieron el salto irreversible, para salirse de una vez por todas del legalismo, para poner en marcha por sí mismos los centros de producción. Y como los huelguistas no pasaron concretamente a la ofensiva, la tomaron el Estado y las patronales, coligados con las diversas fuerzas políticas y sindicales, terminando así por imponerse a los trabajadores.

Pero no por ello es menos evidente que se produjo un fenómeno de extraordinaria amplitud: un movimiento inmenso, un grado de conciencia sin igual -frecuentemente alto, y a veces ejemplar- y el estallido de la expresión libre: discusión, intercambio incesante de ideas, aquí, allá, en todas partes. Es preciso estar encerrado en esquemas abstractos para suponer que los hombres puedan tomar conciencia sin que haya agitación y ebullición de ideas -confusas en su origen-, sin que haya tanteos, sin que haya manifestaciones de incapacidad, sin que se retroceda después a los símbolos y exteriorizaciones de lo viejo. Y eso fue lo que pasó: el darse cuenta de que algo se había hecho; de ahí que, por el momento, poco importen los proyectos (la base misma rara vez los concibió) en los cuales se tradujo todo ello. El análisis no alcanza a penetrar cabalmente en tal fenómeno, que es, en cierto modo, espiritual. No obstante, es de utilidad relatar algunas experiencias, para tratar de vislumbrar en ellas cuáles son los rasgos que llevan en sí el futuro, para localizar las tendencias profundas que en ellas existieron.

La huelga en Assurances Générales de France (4)

En Assurances Générales de France, empresa nacionalizada y la segunda, en importancia, de las compañías de seguros del país, hubo dos fusiones en cuatro años: primero, siete sociedades se fusionaron en un solo grupo, y luego, este nuevo grupo se unió con otros tres; además, la automatización y la concentración se llevaron a un grado muy alto. Los sindicatos y los cuadros nunca hablaron de gestión obrera, pero denunciaban la arbitrariedad de la dirección, que los dejaba totalmente al margen de las decisiones (a ello se agregaba el hecho de que el clan golista había tomado la dirección).

Una ínfima minoría de los empleados fue la que, el viernes 17 de mayo (antes de la huelga, que se produjo el 20), planteó el tema de la gestión, en términos inequívocos y tajantes, por medio de un folleto difundido por estudiantes del Movimiento 22 de Marzo en tOdas las sociedades del grupo. Reproducimos seguidamente lo esencial de dicho texto:

Como los estudiantes.

Proposiciones para discutir en asamblea general de todos los empleados y cuadros del Grupo de Assurances Générales de France.

l. Assurances Générales de France continúa funcionando normalmente con gestión autónoma de todos cuantos en ella trabajan actualmente.

2. Todos los directores, cuadros y jefes son destituidos de sus funciones. Cada servicio designará uno o dos encargados, elegidos únicamente por sus cualidades humanas y su competencia.

3. Los encargados de servicio tendrán dos cometidos:

- coordinar la marcha del servicio bajo el control de los empleados;

- organizar, con los otros encargados de servicio, un Consejo de Gestión, que, bajo el control de los empleados, asegure la marcha de la empresa.

4. Los encargados de servicio rendirán cuentas a los empleados cuando quiera que éstos lo exijan, y serán revocables en cualquier momento por quienes los designaron.

5. Quedan abolidas las diferencias de salarios. Cada empleado, cuadro o director percibirá provisionalmente un salario uniforme igual al promedio de salarios de mayo (volumen de los salarios dividido por el número de empleados en actividad).

6. Se entregarán sus legajos personales a los empleados, quienes podrán retirar todo documento que no sea puramente administrativo.

7. Todas las propiedades y materiales de Assurances Générales de France pasan a ser bienes de todos, administrados por todos; en consecuencia, cada uno se compromete a asegurar su protección en cualesquiera circunstancias.

8. Para enfrentar cualquier amenaza, un grupo de protección, compuesto de voluntarios y controlado por el Comité de Gestión, se encarga de la guardia de la empresa día y noche.

El lunes 20 de mayo se distribuía un nuevo folleto, que hacía hincapié en los puntos siguientes:

- cómo en el pasado las conquistas sociales se habían perdido rápidamente;

- desconfiemos de todos cuantos se digan amIgos nuestros y confiemos sólo en nosotros;

- los comités de huelga deben ser elegidos;

- la gestión debe realizarse según los lineamientos dados en el folleto anterior;

- la huelga, por sí sola, no basta; hay que ir más allá.

La huelga ya está superada; llegó la hora de que, por y para nosotros, sin órdenes de fuera, volvamos a poner todo en marcha, a través de consejos de gestión elegidos por todos. ¿Dónde estará entonces el desorden? Lo causarán quienes defienden su propiedad y sus intereses de dirigentes y de privilegiados con la opresión, la violencia, la miseria y la guerra (...). En tu lugar de trabajo es donde puede decidirse todo. Y allí, con todos los trabajadores, puede derrumbarse un mundo en que no eres nada, y reconstruirse, al mismo tiempo, un mundo en que lo serás todo.

Al principio, en el local central, sólo está en huelga una minoría de los empleados (500, de 3.000 que son) a causa del paro del transporte. La huelga es obra de una minoría de jóvenes, agremiados o no; los sindicatos siguen, controlan, pero no impulsan. Desde el principio se afirma la decisión de no dejar perder lo obtenido: la lista de reivindicaciones es impresionante; va precedida de 4 puntos preliminares (en particular el pago de las horas de huelga), que la dirección deberá aceptar sin discusiones. Uno de esos preliminares se refiere a la permanencia de una comisión del comité de huelga, comisión que tenía la tarea de ocuparse de las reformas de estructuras y de la participación en las decisiones. El 22 de mayo, al sumarse los cuadros -tecnócratas jóvenes, en su mayoría- al movimiento huelguístico, se modifica el sesgo de éste: cuadros y dirigentes sindicales se unen para dominar todos los organismos del comité de huelga y se unen, en particular, con la CFDT para hablar de gestión, sobre la cual cada uno tiene su propio criterio. En las discusiones se manifiestan muchas discrepancias, que son la expresión de todo cuanto pueda opinarse acerca de estas cuestiones:

- hay un altercado con la CFDT después de una crítica a la concepción de esta central sobre la gestión -gestión a cargo del sindicato-, planteada en la asamblea general de los empleados y con repercusión en el comité de huelga;

- desmembramiento de la comisión llamada de las estructuras, subcomisión del comité de huelga cuya tarea consistía en ocuparse de la gestión. Algunos miembros de una de las subcomisiones, tecnócratas jóvenes pertenecientes a la CGC (5) ven en la huelga la ocasión de oponer sus concepciones de administración de la empresa a las de la dirección; el esquema de funcionamiento que proponen deja intactos los poderes del director de empresa y de la jerarquía, y es sólo la aplicación de ciertas teorías que procuran reordenar las tareas para integrar al empleado a su trabajo y obtener su participación activa. La otra subcomisión, por el contrario, tiende a plantear el principio de la participación en las decisiones, es decir, la participación en régimen de cogestión (modelo yugoslavo, por ejemplo).

- estas discusiones fueron de interés porque permitieron someter a una crítica concreta, y muy dura, a todas las formas de participación, y, simultáneamente, plantear los problemas más teóricos en forma accesible a todos. La crítica fue escuchada y comprendida, sobre todo por los jóvenes, quienes se dieron cuenta, por experiencia propia, de que si el poder de decisión sigue fuera de las manos de los empleados, las medidas serán parciales y terminarán sometiéndolos aún más al sistema, por la acción de los cuadros y del aparato dirigente. Pero los que discuten se ven obligados a admitir que hasta la cogestión, si ha de ser verdadera, hace impugnar las estructuras establecidas (jerarquía de las funciones y los salarios, autoridad, sistema de calificaciones y ascensos, acceso a la información, etc.) y que, en la medida en que se mantengan dichas estructuras o sólo se las modifique, todo el sistema sobre ellas erigido se corromperá en seguida y perderá su significado. Si hay conflicto con los dirigentes y éstos son los encargados de resolverlo, lo resolverán en beneficio propio, es decir, del capitalismo; y los criterios por los que se guiarán serán, como hasta hoy, el lucro y el interés. Por eso el debate sobre la participación de los empleados en las decisiones se circunscribió rápidamente cuando las cosas se concretaron: ¿dónde debía detenerse el poder de decisión de la base y dónde comenzaba el de los jefes (guardando las formas, claro está)?

Hasta esta fórmula de cogestión es considerada utópica, en el estado actual, por los sindicatos (incluida la CFDT) y los cuadros. La realidad es otra: en los términos en que se planteó la cogestión, ésta suponía la eliminación de buena parte del poder de los sindicatos y los cuadros; tendía a promover la representación directa de los trabajadores e inclusive la decisión directa por parte de ellos. Para comprenderlo, resumamos los puntps programáticos que sostenía esta comisión:

- Toda decisión, sin excepción, será tomada conjuntamente por el grupo de base (12 empleados) y el responsable (sub-jefe).

- Si hay acuerdo, la decisión es ejecutoria. Si hay conflicto, éste es llevado ante una comisión paritaria presidida por el jefe de departamento, y formada en igual número por representantes de los cuadros y de los empleados, a razón de uno por célula de base. Estos delegados no son permanentes, sino revocables y designados por la base en función del problema a debatirse. Esta comisión no tiene poder de decisión; examina de nuevo todo el problema, sugiere soluciones y lo devuelve para su decisión al grupo de base en que el conflicto surgió.

- Si el conflicto subsiste, todo vuelve ante una comisión permanente a escala de la función, comisión también paritaria, formada por delegados permanentes elegidos por dos colegios electores dentro del ámbito de la función (un año, revocabilidad expresa) que decide por mayoría con voto preponderante del jefe de función. La decisión se impone y no es apelable.

- Dos cosas son evidentes: los cuadros están reducidos a su función técnica, los delegados sindicales eliminados hasta el nivel de la función. Esto explica la posición de los cuadros y de los sindicatos, así formulada: Habría que saber con exactitud lo que esto significa concretamente para nosotros. No estamos prontos todavía para ello, pero los jalones ya están colocados. (Declaración de los sindicatos de Assurances Générales, Le Monde, 2 de marzo de 1968).

Por otra parte, el hecho más notable es que los sindicatos no estaban de ninguna manera decididos a imponer un funcionamiento sobre estas bases, sino a hacérselo otorgar mediante negociaciones con la dirección, una vez terminada la huelga: esto era reconocer todo poder de decisión a la dirección. También es importante comprobar que el principio de la cogestión o de la participación ni siquiera figuraba entre los puntos preliminares de discusión, sino sólo una comisión que se ocupe de las estructuras, término que, ya lo hemos visto, tiene un sentido muy diferente según los interesados. Es evidente que, en el mejor de los casos, saldrían, de todo esto, órganos consultivos en que sindicatos y cuadros se repartirían los puestos, y sin ningún poder real.

El principio del mantenimiento de la comisión de estructuras chocó también contra los sindicatos. ¿Comisión autónoma o bajo la égida de los comités de empresa? Esta última solución fue la que triunfó, mostrando a las claras que todo cuanto escape al poder sindical dentro de la empresa, por mínimo que sea, está coartado por la voluntad declarada de los sindicatos de impedir toda representación directa de los trabajadores.

Todos estos hechos fueron percibidos por los jóvenes, quienes consideraron un poco la huelga como suya, no de manera abstracta, sino en función de tal o cual aspecto de los debates, que relacionaron en seguida con su situación particular dentro de las empresas.

De modo que descubrieron rápidamente la falla en todos estos discursos, cuyo lenguaje más los rechazaba que los atraía. Por otra parte, la persistencia de este lenguaje representaba a sus ojos una ruptura con todo lo que la huelga les ofrecía al principio, en cuanto a comunicación y desaparición de compartimientos. Si el funcionamiento del comité de huelga puede parecer un modelo -funcionamiento colegiado de 150 miembros, sin buró permanente y con comisiones que se repartían las tareas, con una coordinación-, en realidad sindicatos y cuadros cobraron tal importancia que se puede ver allí lo que podría ser una nueva burocracia, en el seno de una empresa colocada bajo el régimen de la cogestión. Sin duda, el comité de huelga se vio obligado a admitir la presencia de elementos no sindicales en las conversaciones con la dirección: discusiones con estudiantes, después de haberlas rechazado largo tiempo; discusiones con el conjunto de los empleados en huelga, después de haberse dado cuenta de que la asamblea cotidiana se estaba volviendo puramente formal. Pero no por ello disminuyó gran cosa la influencia burocrática sobre el comité de huelga, tanto más cuanto que los jóvenes, hartos de obstruccionismo permanente con que chocaban sus esfuerzos, cansados de tanta incomprensión, participaban menos en las discusiones para dedicarse a las tareas prácticas de la huelga y se encerraban en su propio universo de jóvenes. Si los sindicatos no llegaron a quebrar el impulso de que hablábamos más arriba, consiguieron de todos modos impedir que se expresara abiertamente. Signo evidente de que la huelga no desembocaba en una transformación revolucionaria, es que condujo rápidamente a una reproducción modificada de las estructuras jerarquizadas de la sociedad capitalista, puesta en ej ecución precisamente por quienes estiman que tienen vocación para la gestión de esta sociedad, con el sitio que ocupan en ella actualmente.

Compañia General de Telegrafia de Brest (CSF)

Hace algunos años la C.S.F. estableció una usina en Brest, dentro del cuadro de industrialización de Bretaña y por lo tanto beneficiándose con las subvenciones acordadas por el Estado a las empresas que se descentralizan. Se importaron cuadros de París y se tomó a 1.100 trabajadores del lugar -en su mayoría obreros no especializados-. La dirección -sin duda para continuar percibiendo subvenciones- sólo daba a Brest los trabajos menos ventajosos, lo que le permitía oponer a toda reivindicación salarial el hecho -real, pero deliberadamente provocado- de que la usina no era rentable y sí permanentemente deficitaria. Esto no dejaba de causar cierta frustración en el seno del personal, notoriamente en los cuadros, que temían encontrarse un día desocupados con un nivel de calificación reducido.

Había un solo sindicato en la empresa de Brest, la C.F.D.T., adherente de la C.G.T., pero no tardó en quedar vacío. Al producirse la fusión C.S.F.-Thomson, las dificultades de la usina de Brest se acrecentaron. Esto, dice un delegado C.F.D.T., (Le Monde, 29 de mayo de 1968) nos había conducido a explicar al personal los engranajes de la economía, de la sociedad capitalista, de los bancos, etc. Nuestra acción sindical tuvo influencia importante en el espíritu, no sólo de los obreros, sino también de los ingenieros y de los cuadros.

El 20 de mayo, los grupos que constituyen unidades de trabajo (talleres, escritorios, laboratorios), eligen primero un comité de huelga, y luego estudian una reforma de la jerarquía en la empresa; 78 ingenieros participan en estos trabajos. El personal crea igualmente tribunales obreros que juzgan a los cuadros incompetentes en su trabajo y las relaciones con sus subordinados; se constituyen expedientes que son trasmitidos a la dirección por los delegados. Resumiendo estos trabajos, los responsables C.F.D.T. declaraban: (Syndicalisme -órgano de la C.F.D.T.-, N° 191, 10 de junio de 1968, pág. 24) Pensamos que las comisiones obreras y el comité de establecimiento que hemos definido, constituyen una opción irreversible. El comité de huelga tiene plenos poderes de decisión en una empresa democrática. En cada unidad de producción se instalaron comisiones obreras. Ellas tienen competencia en todo lo que concierne directamente a los asalariados en su trabajo (métodos de trabajo, definición de los puestos, ingreso, promoción, etc.). Un volante, redactado y difundido en el lugar, reivindicaba la democratización de la empresa en la perspectiva de la autogestión, exigiendo particularmente: gestión de la formación profesional por los trabajadores, con un presupuesto equivalente por lo menos al 2% del monto anual de los salarios; política contractual de los ascensos; definición del puesto de trabajo y las atribuciones; plan de evolución del personal; control del ingreso; control financiero del establecimiento y de la empresa.

El 18 de junio, después de seis días de discusiones sin salida con la dirección, el personal se pronunció en favor de la continuación de la huelga, por 607 votos contra 357. Las negociaciones se estancaron en los problemas de gestión, entre otros la instalación de comisiones paritarias. Como la dirección invocaba el carácter ilegal de estas estructuras para justificar su rechazo, los delegados C.F.T.C. presentaron entonces, sin mejor éxito, un proyecto de comisión integrada al comité de empresa y que habría podido representar el mismo papel que los órganos previstos en primer lugar.

Finalmente el trabajo se reanudó el viernes 21 de junio (551 por la reanudación, 152 en contra). Las conversaciones de los delegados de la usina de Brest con la sede de París culminaron con la creación de una comisión en el seno del comité de establecimiento; se componía de 5 representantes de la dirección y 12 del personal, y estaba encargada de estudiar la renovación de las estructuras de la empresa, interesándose más particularmente en el plan de carga, en los plazos de fabricación y en las condiciones de trabajo. Esta medida se refería únicamente a la usina de Brest. La comisión estaba habilitada sólo para presentar conclusiones, antes de fin de año.

Rasgo significativo es la disminución progresiva de las reivindicaciones: al comienzo se trataba de crear comités de base asegurando la gestión de aspectos importantes de la vida de la empresa; luego se pasó a comisiones paritarias, elegidas en el seno del comité de empresa; y se acabó aceptando una simple comisión de estudios que presentaría conclusiones, las cuales serían tenidas en cuenta, o no, por la dirección, en función de sus intereses o aun de su capricho.

En muchas empresas medianas (y hasta grandes) en huelga, se vio un proceso similar, generalmente en forma menos neta. Hay que señalar, sin embargo, que en caso de reanudarse el movimiento, hay instituciones de este género que, por irrisoria que sea su autoridad, podrán constituirse -al menos en un primer momento- en portavoces de la voluntad de los trabajadores frente a la dirección; de lo contrario, en caso de definitivo regreso a la normalidad, estarían reducidas, a lo sumo, a una función de auxiliares de la dirección, ahorrándole algunas tareas administrativas no muy populares, o bien, lo que es más probable, a absolutamente nada.

Comisariado de la energía atómica (C.E.A.), Saclay

En total, el C.E.A. emplea en Saclay de 6.000 a 7.000 personas; de este número, alrededor de 4.500 -de los cuales una cuarta parte son ingenieros- están regidos por un convenio colectivo, y el resto procede de empresas exteriores (limpiadoras, secretarios, dibujantes, obreros especializados, técnicos, peones de construcción, etc.); hay además becados para trabajar en sus tesis y extranjeros que hacen agregaturas. La C.G.T. contaría con 625 adherentes, cuyo núcleo está formado por los empleados más antiguos del C.E.A., que entraron entre 1946 y 1950, bajo el reinado del stalinista Joliot-Curie. La C.F.D.T., que en Saclay ha hecho su especialidad de la puja izquierdista, tendría unos 300 y lo mismo la F.O. La c.G.c., que había logrado formar un grupo de afiliados últimamente, obtuvo un resultado desastroso en las últimas elecciones de los delegados de cuadros.

Se hizo huelga con ocupación efectiva de los locales: 83% del personal se encontraba en el lugar durante todo el período de huelga, y aun en los feriados (de Asunción, Pentecostés, fines de semana); había por lo menos 500 personas en el Centro.

Todo este tiempo estuvo enteramente ocupado por discusiones generales o en comisión, referidas o bien a problemas fundamentales, o bien a la reorganización del C.E.A., cuestión que interesaba mucho al personal, ya qúe el porvenir del Comisariado parecía comprometido. La huelga se inició partiendo de un pequeño núcleo de investigadores (experimentadores y teóricos) de física fundamental: personal muy bien pagado, desconectado de la producción, a menudo compuesto de jóvenes, y profesionalmente siempre ligado a las Facultades, actuó al margen de las centrales sindicales y llegado el caso en contra de ellas, aunque lo integraban elementos agremiados (y otros no sindicalizados). Por primera vez se pudo observar una real solidaridad con los trabajadores empleados por empresas exteriores.

La huelga fue de corta duración: 15 días, oficialmente. De hecho, el voto efectivo de huelga fue precedido de discusiones generales. La vuelta al trabajo se realizó bajo presiones de la administración, que prometió el pago integral de las horas perdidas si se reanudaba la labor el 4 de junio. No obstante, las discusiones internas habían sido llevadas lo bastante lejos para permitir que cierto número de reivindicaciones de estructura pudieran ser presentadas y, después de esterilizadas, ser aceptadas por la administración.

Se instaló pues, toda una pirámide de comisiones paritarias. A cada escala (servicio, departamento, dirección), se instituyó un consejo de unidad, presidido por el jefe de unidad y con un papel consultivo. El consejo de unidad fue elegido fuera de toda etiqueta sindical, a razón de un delegado por cada diez personas y con representación de todas las categorías profesionales existentes en el servicio, pero la elección se hizo por un colegio único; los delegados eran en principio revocables en cualquier momento. Al principio, se había exigido que el jefe de servicio (o de unidad) fuera recusable por la unidad. Está de más precisar que esta reivindicación no fue satisfecha. De todos modos, ciertas unidades fueron más lejos y votaron a favor o en contra de sus jefes de servicio. Ciertas reprobaciones unánimes hicieron ruido en el momento. Luego, parece que los reprobados continúan gozando de buena salud ...

Además, se creó un comité nacional sobre una base paritaria, pero está presidido por el administrador general, delegado del gobierno, quien tiene voz preponderante. Este comité discutía programas de presupuesto y de organización general del Comisariado. Se le informaba de los nombramientos. El mismo dispositivo se vuelve a encontrar en todos los centros que dependen del C.E.A., comprendido entre ellos la D.A.M. (Dirección de Aplicaciones Militares). Contrariamente a los consejos de unidad, este comité estaba compuesto exclusivamente, del lado del personal, por delegados sindicales (en la DAM, en que la representación sindical chocaba con una prohibición de principio, ésta fue levantada).

Se ve pues, que en el plano de la gestión efectiva, la famosa pirámide de comisiones no tenía en definitiva ningún poder. Su única utilidad podría ser informar al personal. Ahora bien, en este dominio, sus posibilidades estaban estrechamente limitadas. El antiguo comité de huelga, formado espontáneamente, fue reelegido en su casi totalidad, bajo el nombre de Comité de coordinación, teniendo por misión facilitar la circulación de las informaciones horizontalmente, es decir, entre consejos de unidad. Aunque formado en su mayoría por afiliados al sindicato (pero no delegados sindicales), este comité era apenas tolerado (y eso gracias a las presiones de la base) a la vez por la administración del Centro y por los sindicatos. Como por otra parte cierto número de jefes de servicio consiguieron, haciendo del consejo de unidad un interlocutor privilegiado, inyectarle una mentalidad burocrática, esto es, bloquear de hecho la difusión de las informaciones hacia la base, el comité de coordinación comenzó a girar en el vacío. Su último afiche, de comienzos de julio, proponía que las reuniones de los consejos de unidad fueran públicas, a semejanza de los concejos municipales.

Sud-Aviation, Nantes

Desde un mes antes, los paros de media hora se sucedían. El 7 de mayo, dos días antes de una jornada completa de huelga, el director, un tal Duvochel, huye perseguido por 35 obreros; consigue ponerse a salvo. La noche del 13 de mayo, a instigación de militantes de un grupo trotskista (O.C.I.), (Igual que en el movimiento estudiantil, se encuentra aquí, aunque en una medida mucho más limitada, el papel de detonante que han tenido, en circunstancias favorables ciertas minorías activas -también en 1936 hubo casos de este tipo al desencadenarse las huelgas-. Bien entendido, estas minorías fueron tan incapaces de proveer la materia -las condiciones generales, la mentalidad, etc.)-, como la propia dirección de la huelga) de 300 a 400 obreros paran de nuevo; al día siguiente, habrá tres paros de media hora mientras los delegados sindicales son recibidos por el tal Duvochel. En la tarde, según una encuesta efectuada en el lugar por tres estudiantes de Nanterre (Action, No 6, 10 de junio, No 7, 11 de junio; reproducido en Cahiersde Mai No 1, 15 de junio, pag. 4):

Tres delegados sindicales encierran al patrón en su escritorio. Algunos cuadros se unen al director secuestrado. Delante de su puerta se instala un puesto de guardia. Para que el patrón no se aburra, le ponen frente a la puerta un altoparlante que brama cantos revolucionarios; de esta suerte logra un patrón aprenderse de memoria la Internacional sin hacer esfuerzos ideológicos ...

En Flins y en ciertas fábricas de Elbeuf, algunos directores fueron secuestrados de la misma manera. Esta acción, completamente ilegal (lo que no es el caso de la huelga), fue condenada por los sindicatos con la máxima energía. Puso así de manifiesto el carácter autónomo de la lucha entablada por los obreros; índice de la combatividad de los trabajadores, contribuyó a elevarla aún más.

Allí, como en todas partes, fueron los jóvenes de 25 a 30 años quienes se mostraron más empeñados en continuar la lucha, y la vuelta al trabajo, nos dice un compañero, se realizó con desánimo y disgusto.

Electricidad de Francia (E.D.F.), Central de Chevire

La E.D.F. en huelga continuó proporcionando corriente y gas bajo la dirección de los comités de huelga (con fuerte predominio cegetista). La baja de frecuencia de la corriente tuvo por efecto parar un gran número de máquinas que marchaban todavía; así, en la Facultad de Ciencias de Orsay, el computador tuvo que detenerse y los técnicos, desde entonces, entraron en la huelga. De todos modos, no conocemos bien las condiciones en que se prosiguió la actividad en la E.D.F. (lo mismo que en los hospitales, por ejemplo). He aquí lo que dice la encuesta de los tres de Nanterre a propósito de la central de Cheviré, cerca de Nantes:

Cuando 293 integrantes del personal ocuparon los lugares de trabajo, el sábado 18 de mayo, eligieron un comité de huelga compuesto de delegados de cada sindicato (hay 90% agremiados en la E.F.D.). Ahora bien, era necesario, al mismo tiempo que disminuir la corriente (lo que contribuía a paralizar las industrias locales), mantener un mínimo de electricidad para asegurar los servicios imprescindibles (hospitales y demás). El comité de huelga señaló por lo tanto a los huelguistas la necesidad de asumir sus responsabilidades al respecto. Al cabo de quince días, toda la autoridad residía en el comité elegido. Éste cuidaba de que los trabajadores mantuvieran la continuidad del servicio. Aseguraba la consecución del suministro de combustible (gas de Lacq). Para el abastecimiento de los huelguistas había organizado la solidaridad activa, aunque algo desordenada, con la población de los alrededores. Los militantes con quienes discutía estaban muy conscientes (¡hasta el delegado de la C.G.T.!) del sentido político de esta experiencia, y uno de ellos explicaba: queríamos demostrar nuestra capacidad y por consiguiente nuestro derecho, en cuanto productores, a regir los medios de producción que utilizamos. La prueba está hecha.

En la radio, un delegado sindical de las Cajas de Ahorro se expresaba en términos análogos en el momento de la reapertura parcial de ventanillas. Fuera de duda, para cualquiera que haya andado en la calle, este sentimiento era de los más generalizados, y sigue siendo así. Si antes estaba latente en gran parte de los trabajadores, cuando se enfrentaban con algún cuadro, hoy lo manifiestan abierta y espontáneamente. Pero -ya volveremos sobre esto- se trata de un sentimiento, y no de una evidencia objetiva, de la cual sólo falta extraer las consecuencias.

La situación en Nantes a fines de mayo

Nantes es la ciudad donde la gestión sindical a escala local parece haber ido más lejos. De acuerdo con la encuesta que hemos citado ya dos veces, (Encuesta confirmada a su manera por Le Figaro, que escribe (30 de mayo de 1968): Los sindicatos han impuesto su poder en La Loire-Atlantique (...) En el mercado, nuevos inspectores, pero ahora sindicalistas realizan controles de precios en los servicios económicos (...) Desde el métalúrgico hasta el pescador, todos esperan la decisión de los sindicatos) un Comité Central de huelga tomó (o tuvo la intención de tomar) cierto número de iniciativas, sobre todo en lo que concierne al aprovisionamiento: distribución de pases y bonos de nafta -aunque no parece haberse hecho muy seriamente-; organización de camioneros de F.O.; luego el municipio puso ómnibus a disposición del Comité.

Las organizaciones sindicales distribuyen bonos de productos alimenticios a las familias de los huelguistas que se encuentran en situación económica más difícil. Para cada niño de menos de tres años, un bono de leche por valor de 1 franco y para cada persona de más de tres años, un bono de 500 gr. de pan y otro de 1 franco.

En las carreteras, los camioneros de F.O. instalaron barricadas (también se levantaron barreras alrededor de Caén, pero sólo durante una jornada). En los barrios: las asociaciones familiares obreras A.P.F., U.P.F. toman contacto con los sindicatos campesinos del pueblo más próximo, La Chapelle-sur-Erdre. 15 campesinos del sindicato y una delegación de obreros y estudiantes decidieron asegurar una unión permanente para organizar una red de distribución sin intermediario ... Todas las mañanas, algunos sindicalistas van a verificar los precios en los mercados (...) Se han entregado afiches en los almacenes autorizados a abrir, con el siguiente texto: Preocupados por el abastecimiento de la población, los sindicatos autorizan a este pequeño almacén (los grandes fueron obligados a cerrar) para abrir sus puertas, con la condición de que respete los precios normales.

El corresponsal de Le Fígaro se expresa en términos análogos:

Como la prefectura no podía arreglar los problemas más urgentes, un Comité intersindical de huelga se instaló en la alcaldía. Poco a poco, ha ido sustituyendo a la administración. Es así como entrega los bonos de circulación a las ambulancias y a los camiones de los panaderos y verduleros; y es así como los comerciantes deben pegar en sus escaparates estas etiquetas: Este almacén está autorizado para abrir. Sus precios son permanentemente controlados bajo la responsabilidad de los sindicatos. Firmados C.G.T., C.F.D.T., F.O.

En los hechos, ¿qué hubo exactamente de todo esto? Según otro estudiante viajero, la encuesta de los tres de Nanterre es parcial y parcializada. Anotan, por ejemplo, que dos delegados de la U.N.E.F. figuraban en el comité central de huelga; de hecho, los miembros trotskistas y F.O. del comité que habían pedido ser admitidos, se habrían enfrentado al rechazo categórico que les oponían los delegados de las otras centrales, tanto obreras como campesinas; estas últimas aceptaron -aunque por poco tiempo- la presencia de delegados estudiantiles a título de observadores. En compensación, podría ser que las líneas siguientes den cuenta de una realidad efectiva en determinado momento:

El comité central de huelga desconfía de los comités de barrio y les reprocha que no hayan pasado por él al principio. De hecho, los comités de barrio se mostrarán mucho más eficaces en la organización dei abastecimiento, y su acción será mucho más profunda que la de los sindicatos. Surgidos de la creación de un mercado directo de la producción, llegan a ser células de politización de los barrios obreros (Cahiers de Mai, Art. Cit. pág. 10).

Pero con el reflujo general del movimiento y la consiguiente transformación de las relaciones de fuerza a favor de los sindicatos, la situación se modificó. Veamos lo que dice al respecto, Action, el diario de los estudiantes izquierdistas:

En cuanto a los comités de huelga y de barrio de Nantes, han sido neutralizados, cosa que no están dispuestos a olvidar (Las revolución de mayo: las C.A. en las empresas, No 18, 27 de junio de 1968).

Sea como fuere, aquí se ve netamente cómo, dado el retroceso de las antiguas autoridades (gobierno departamental, municipio), pero sí con su sostén activo, los sindicatos unidos utilizan sus organizaciones respectivas, y las asociaciones emparentadas, para crear una nueva estructura de autoridad. Lejos de hacer reabrir los grandes centros de abastecimientos modernos, cuyo personal prosigue la huelga (pues la reapertura significaría atacar el régimen de la propiedad privada y asumir riesgos), se apoyan en los pequeños comerciantes y los pequeños campesinos. Arrinconado entre esta base y el viejo aparato administrativo (y policial}, el Comité intersindical se verá constreñido a gambetear tristemente hasta el día del regreso a la normalidad.

Cuando encuentra en su camino órganos directamente salidos del pueblo, que intentan hacer frente a sus necesidades inmediatas, desconfía de ellos e invoca, de manera típicamente burocrática, su sedicente representatividad, que le da derecho a regir la vida social. En una nueva etapa, si la hay, habrá dos posibilidades: o bien las masas se someterán a este poder sindical de transición del mismo modo que se someten al poder del capital; o bien entrarán en conflicto con él por medio de sus propios órganos de lucha y de gestión (comités de base, de barrio y otros). Se ve pues concretamente que sostener, en período de crisis social, los comités de acción y de barrio no es una cuestión de retórica, ni de politización. Y esto es lo que cuenta; saber en qué medida el comité central de huelga de Nantes ejerció las funciones que se había atribuido con la bendición de la vieja sociedad de clases, es una cosa secundaria (Cuando tienen algo para reivindicar vienen a hacerlo ante la Alcaldia (de Nantes), es decir ante el comité de huelga, pero finalmente se dirigen a él como en otras circunstancias nos dirigimos al alcalde, dice un muchacho del 22 de Marzo. No es más que un comienzo... p.p. 94-95).

Comités de base, acción directa

Generalmente, pero con muchas excepciones, los comités de huelga estuvieron controlados por las centrales sindicales (y casi con la misma frecuencia la composición de los piquetes de huelga). En cierto número de fábricas sin embargo, sobre todo en la región de Paría, se crearon comités de base (o de acción). De este modo en Rhóne-Poulenc (Vitry) hubo, en cada sector, comités de base; la proporción de participación efectiva en la ocupación de los lugares de trabajo fue particularmente elevada: 1500 ocupantes en un personal que alcanza en total 3500 trabajadores. Por otra parte en una gran imprenta:

Se creó un comité de huelga que consiguió, durante un tiempo, ir más lejos, desbordar y finalmente neutralizar el poderoso colegio de delegados. Los miembros de este comité pertenecían al sindicato (por necesidad, porque entre nosotros el ingreso del personal depende de las órdenes del sindicato). Pero aquí no es cuestión de tácticas de intromisión: deliberada y abiertamente instituyeron en su fábrica un poder paralelo al de la CGT (...) En la electrónica se creó un comité de base a propuesta de la CGT, que esperaba así neutralizar a los dos sindicatos rivales (Tal ha sido el origen de los comités de base en Rhone-Poulenc-Vitry; un participante anota que esta experiencia mostró de manera evidente las razones de la despolitización y de la apatía de los trabajadores: cuando éstos sienten que las cosas les atañen, cuando saben que la decisión depende de ellos, participan activa y masivamente, de manera directa. En una situación en que las decisiones son tomadas por otros, en nombre de ellos, el desinterés es casi total. Cahiers de Mai, No 2, 1-15 de julio Pág. 11) Resultado: la CGT se neutraliza a sí misma, y el comité de base sindical sirvió de punto de partida a una verdadera organización revolucionaria que comprendía, como miembros activos, a más del 50% de los obreros y se consideraba perfectamente capaz de hacer marchar la usina (Action, id.).

En Seguros Generales de Francia, luego de la denuncia de una parte del acuerdo relativo al pago de las horas de huelga, se propuso al comité de huelga que constituyera un comité de acción elegido a razón de un delegado por servicio y encarase modos de acción aceptados por todos para tomar decisiones, en dominios reservados a la dirección, sobre puntos precisos (registro de entradas y salidas del personal, no reintegración a los patrones de las horas de trabajo perdidas por huelgas, fijación de fechas de pagos, etc.). Aun habiendo encontrado eco favorable, este proyecto fracasó fundamentalmente en razón del voto formal de la CGT, a la cual se alineó la C.F.D.T.: Las centrales no pueden admitir que exista un comité capaz de traducir en cualquier momento y directamente la voluntad de la base y hacer de la gestión una forma de lucha -practicada e impuesta- y no una reinvidicación que se espera satisfaga a la dirección o al Estado.

Resulta claro que la suerte corrida por estos comités estuvo estrechamente determinada por el curso de los acontecimientos, lo mismo que su actitud frente a los sindicatos varió en función de las condiciones específicas de cada lugar; algunos hasta llegaron a considerarse pequeños sindicatos en potencia y resultaron, por lo tanto, arrasados por el viento. Estos órganos, en efecto, sólo tienen sentido para la lucha; cuando ésta ha terminado, su papel activo termina también, o más, exactamente, no pueden subsistir (bien o mal) sino gracias a una nueva forma de actividad: la discusión, la confrontación de las experiencias. Querer actuar de otra manera, querer sustituir aisladamente las viejas organizaciones, conservando su modo de acción, es condenarse a la desaparición, cierta y completa. Ha habido bastantes tentativas de este género en la historia del movimiento obrero internacional, lo cual permite pronunciarse formalmente a este respecto.

En los talleres de diarios, los linotipistas de L' Aurore hicieron saltar algunos títulos; en una ocasión, el personal de Le Parisien libéré se negó a que el periódico saliera porque un título de primera página contenía una mentira injuriosa; en La Nation, hoja golista, los encargados de las rotativas se negaron a sacar el diario. Pero no hubo ninguna coordinación en la acción, ninguna tentativa en este Isentido en la base: se contentaron con tragarse las píldoras del sindicato obligatorio CGT que quería a todo precio que L'Humanité apareciera (pero no los semanarios ni los volantes).

En una multitud de empresas, el comité de huelga consiguió que se entregara el dinero para los pagos o adelantos a cuenta e incluso (como en la S.N.E.C.M.A., Sociedad Nacional de Estudio y Construcción de Motores de Aviones) se pagaron cheques con el dinero tomado de la caja local; a veces, la cantina continuó funcionando, o se distribuyeron conservas, etc. Son, éstos, hechos corrientes en toda huelga de tal amplitud, pero hay que subrayar que existió iniciativa autónoma, siendo estas tareas efectuadas fuera de las reglas habituales; las órdenes con este fin emanaban del comité de huelga, que actuaba frente a las necesidades inmediatas, sin seguir instrucciones de la dirección.

Finalmente en el momento de la vuelta al trabajo, se produjeron manifestaciones espontáneas, al margen de la organización sindical, promovidas a menudo por minorías activas. Así pasó en el Bulevar Blanqui, donde tiene su sede el sindicato de artes gráficas (6); en la Bolsa de Trabajo de los empleados de la R.A.T.P. (7), desde donde los manifestantes se dirigieron a los locales de ciertas organizaciones sindicales para pedir explicaciones y protestar como si tuvieran que vérselas con los jefes de personal, siendo expulsados por elementos del servicio de disciplina sindical. Varios centenares de maestros ocuparon brevemente el local de su sindicato, con igual resultado.




Notas

(1) Centro de distribución de la prensa; es un monopolio.

(2) Société Nationale des Chemins de Fer Francais (Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses, empresa nacionalizada en 1945).

(3) Force Ouvriere (Fuerza Obrera), central sindical de tendencia socialdemócrata. Sus vinculaciones con la CIA salieron al descubierto a raíz del escándalo internacional que se produjo al ser develados los manejos y la infiltración de ésta en diversos organismos de varios países.

(4) Assurances Générales de France (Seguros Nacionales de Francia).

(5) Confédération Général des Cadres (Confederación General de Cuadros), autónoma.

(6) Organización de tendencia comunista, que frenó cuanto pudo el movimiento. En el sector de gráficos la agremiación es obligatoria, y no se puede encontrar colocación sin carnet de la C. G. T.

(7) Ente autónomo del transporte parisiense.

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