Índice de Madero y los partidos Antirreeleccionista y Constitucional Progresista de Chantal López y Omar CortésDocumento anteriorSiguiente documentoBiblioteca Virtual Antorcha

MANIFIESTO A LA NACIÓN

(Lanzado por el Partido Antirreeleccionista al inciar su campaña electoral)


Mexicanos: Se acerca uno de los momentos más solemnes de nuestra historia. El año entrante cuando nuestra patria cumpla cien años de haber proclamado su independencia, deberemos resolver un problema trascendental de cuya solución, dependerá nuestro porvenir como Nación libre y soberana. Para conquistar la independencia nacional nuestros antepasados acometieron sangrienta lucha en contra de sus opresores. Su esfuerzo fue coronado con la victoria; pero una vez obtenido el triunfo, una vez que México apareció en el mundo como Nación independiente, sufrió un doloroso aprendizaje, y por cerca de sesenta años su suelo estuvo convertido en inmenso campo de batalla. En medio del estruendo del combate, sus hijos más preclaros lograron promulgar un admirable código de leyes, que vino a ser el pacto solemne entre todos los mexicanos. Desde que apareció la Constitución de 57, como el iris de paz en medio de nuestras tempestades políticas, fue considerada por todos los partidos como la fórmula que había de conciliar todos los intereses y dar satisfacción a las ambiciones legítimas y realizar la felicidad de la patria. A pesar de todo, la Constitución no dio desde luego el fruto esperado porque los rencores y odios que dividían a los partidos contendientes, no pudieron extinguirse sino por medio de las armas. En el Cerro de las Campanas se desarrolló el último acto de tan sangriento drama. Los enemigos de la Constltución, vencidos para slempre, reconocleron que la mayoría del pueblo mexicano aprobaba sin reserva alguna nuestro pacto constituclonal. Desde entonces todos los partidos políticos lmploran con su más bello ideal, el reinado de la Constituclón. Por tal razón algunas lnfracciones cometidas por el goblerno de Lerdo de Tejada dieron fuerza al movimiento revolucionario, encabezado por nuestro actual Presidente, que proclamaba como principios salvadores: la libertad de sufragio, la fiel observancia de la Constitución y la no reelección. Triunfó la revolución, y a pesar de tan halagüeñas promesas, la Constitución no ha sido observada por el gobierno que dlmanó de Tuxtepec, la promesa de respetar el sufragio libre nunca se ha cumplido, y el principio de no reeleccIón, hábilmente burlado durante el tiempo que fue precepto constitucional, desapareció muy pronto para permitir la indefinida reelección del actual Presidente. Hace más de treinta años que el General Díaz se encuentra al frente de los destinos de la Nación, y como resultado de las frecuentes reelecciones ha concentrado en sus manos un poder absoluto, que si bien usado con relativa moderación, ha traído al país los grandes males que siempre dimanan de tal régimen de gobierno. A esto debemos atribuir que ahora la justicia ampara al más fuerte; que la instrucción pública se imparta sólo a una minoría de quienes la necesitan; que los mexicanos son postergados a los extranjeros aun en compañias en donde el gobierno tiene el control, como en los Ferrocarriles Nacionales; que los obreros mexicanos emigran al extranjero en busca de más garantías y mejores salarlos; que se han emprendido guerras sangrientas, costosas e inútiles, contra los Yaquls y los Mayas; que se han hecho concesiones peligrosas al extranjero, como la relativa a la Bahía de Magdalena; y por último, que el espírltu público está aletargado, el patriotismo y el valor cívico deprimidos, y no debemos olvidar que el ideal de los pueblos debe ser fomentar esas virtudes, únicas capaces de salvarlo en las grandes crisis. Lo que actualmente pasa en nuestro país, causa pena y vergüenza. Los mexicanos tienen miedo de ejercitar sus derechos, por creer que las autoridades no lo permitirán. Este miedo que por tantos años ha paralizado las manifestaciones del valor cívlco, paralizará igualmente las del patriotismo, y el día en que la patria esté en peligro no encontrará defensores que la salven. Situación tan triste no hará sino agravarse con la continuidad de este régimen, pues la corrupción en las esferas oficiales aumentará a medida que aumente el servilismo del pueblo; y de seguir así, sin duda alguna vamos rápidamente a la decadencia o a la anarquía. Aun la conquista de que tanto nos ufanamos: nuestra riqueza pública, será dilapidada por algún gobierno poco escrupuloso si no existen cámaras Independientes que se lo impidan. Para remediar esta situación, los que amamos a la patria debemos unirnos, luchar porque sean respetados nuestros derechos polítlcos, confiar en nuestras propias fuerzas, y no esperar nada de los actuales mandatarios, puesto que a ellos debemos el actual régimen y lo únlco que han de procurar es prolongarlo, para afianzar en sus manos el poder absoluto y disfrutar tranquilos, a su sombra, de la mayor impunidad, al dar rienda suelta a sus pasiones. Problema de tan grave importancia habremos de resolverlo muy en breve, puesto que el año entrante deben ser electos por el pueblo los mandatarios que regirán por sels años más los destinos de la República. De la actitud que asuma el pueblo en la próxima contienda electoral dependerá su porvenir, porque en ella se decidirá si ha de conquistar su soberanía o si ha de seguir doblegado ante sus mandatarios, tolerando que las cadenas del absolutismo se consoliden. Si el pueblo mexicano se deja imponer servilmente las candidaturas oficiales, debemos considerar como definitivo el triunfo del absolutismo y para siempre proscrita de nuestro suelo la libertad; y nuestro destino quedará sujeto al capricho de un hombre que, como Santa Anna, podrá vender impunemente parte de nuestro territorio, sin que se levante ninguna protesta de indignación. En cambio, si el pueblo recordando lo que vale, reconociendo sus fuerzas, se levanta activo y vigoroso dispuesto a conquistar sus lIbertades, indudablemente in conseguirá, pues el reducido grupo de plutócratas que nos domina no tendrá fuerza suficiente para sostener su poderoso empuje. Es cierto que ese grupo pretenderá apoyarse en el General Díaz y en el ejército, para obtener su objeto, pero debemos no dejarnos engañar. El General Díaz ha manifestado su deseo de que la Nación haga uso de sus derechos y externó la opinión de que el pueblo está ya apto para la democracia. Si sus declaraciones son sinceras como lo demuestra la libertad de que empezamos a disfrutar, indudablemente el General Díaz estará con nosotros. En cuanto al ejército, bien sabemos que forma parte del pueblo y siempre está con el pueblo. Su misión es defender la integridad de la patria y el imperio de la ley, y no constituirse en verdugo e instrumento ciego de quienes pretendan oprimir al pueblo y debilitar a la patria, arrancándole sus libertades y ahogando sus virtudes cívicas. Ante consideraciones tan graves hemos resuelto lanzarnos a la lucha para combatir el absolutismo, y con el fin de agrupar a nuestro derredor los elementos independIentes proclamamos principios muy amplios dentro de los cuales encontrarán satisfacción todas las aspiraciones nobles y sanas. Los principios que enarbolamos como bandera son: Sufragio efectivo, no reelección. El primero, para salvar a la República de las garras del absolutismo, volver a los Estados su soberanía, a los municipios su libertad, a los ciudadanos sus prerrogativas, a la Nación su grandeza. El segundo, para evitar que en lo sucesivo se adueñen del poder nuestros gobernantes y establezcan nuevas dictaduras; y por lo pronto, para obtener una renovación en el personal del gobierno, llevando por miras que quienes rijan los destinos de la patria en el próximo periodo constitucional, sean los más aptos y dignos y puedan dar satisfacción a las ardientes aspiraciones de los mexicanos, que quieren estar gobernados por la ley y no por un hombre. Para llegar a tal resultado, este partido se impone la misión de trabajar en los próximos comicios por la no reelección del mayor número posible de mandatarios, a reserva de luchar cuando sea oportuno, porque el principio de la no reelección sea adoptado en nuestra Constitución. A fin de no dejar, dentro de las bases constitutivas de este partido, traba alguna que nos impida servir, en cualquiera forma, a los intereses nacionales, declaramos solemnemente que, para lograr tal objeto, aceptaremos la ayuda de todos los buenos mexicanos y no vacilaremos en contraer alianzas o celebrar arreglos con los demás partidos políticos nacionales. A pesar de haber adoptado principios tan amplios, comprendemos lo arduo de nuestra empresa. Efectivamente, en el pueblo mexicano predomina gran escepticismo sobre la virtud de las prácticas democráticas, pues ha llegado a considerar como inevitable el fraude en las elecciones llevadas a cabo por el elemento oficial. Por otra parte, aunque consciente de su fuerza, no quiere recurrir a medios violentos por consideraciones altamente patrióticas. Tampoco puede resignarse el sufrido pueblo mexicano, a la pérdida de sus derechos, permitiendo que nuestro actual Presidente nombre a su sucesor y traspase íntegro el poder absoluto, porque sería lo mismo que establecer una dinastía autocrítica. De este conflicto de ideas pueden surgir serios trastornos que tarde o temprano alteren la ley y el único medio de evitarlos es que todos los mexicanos sin distinción ninguna, respetemos lealmente el pacto solemne encerrado en nuestra Constitución y reconozcamos como árbitro supremo a la voluntad nacional.

Mexicanos: con la mayor concisión posible hemos expuesto los peligros que corre el país si se prolonga el actual régimen de cosas, así como el gran problema que el año entrante hemos de resolver en los comicios. Ese día solemne se aproxima rápidamente y urge organizar las fuerzas de todos los que queremos ser gobernados por la ley y no por un hombre; de los que queremos eregir sobre las ruinas del absolutismo, un templo a la ley y un monumento a la libertad. Siempre que la patria ha invocado la ayuda de sus hijos, os ha encontrado dispuestos para volar a su defensa. Pues bien, ahora, por nuestro conducto, hace ansiosamente un llamamiento a todos los buenos mexicanos para que se apresten a la lucha en contra del absolutismo, en defensa de la libertad. Nosotros, resueltamente, empuñamos el glorioso pendón independiente, en que hemos inscrito los principios que encierran las aspiraciones de todos los buenos mexicanos y estamos resueltos a luchar vigorosamente por su triunfo, sin que nos arredren los mayores peligros, ni la perspectiva de una derrota. Tenemos conciencia de servir a los intereses del pueblo y en él confiamos.

Para principiar nuestros trabajos, los que suscribimos, hemos instalado el Centro Antirreeleccionista de México, e invitamos a nuestros conciudadanos para que instalen Clubs Antirreeleccionistas en toda la República y se pongan en relación con nosotros. Cuando este Centro lo crea oportuno, convocará a una Convención a la que concurrirán delegados de todos los Clubs antirreeleccionistas, y en la cual se determinará quienes serán los candidatos de ese partido para los puestos de Presidente y Vicepresidente de la República y magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Actualmente la opinión se divide entre varios grupos personalistas, sin más bandera que la de su candidato, ni más programa que el representado por sus antecedentes, puesto que, el único medio de que un gobernante cumpla con el programa de sus partidarios, es que el candidato surja del partido, y no que éste se forme por la agrupación de sus miembros alrededor de aquél.

Se ha organizado un partido de principios: El Democrático, con tendencias semejantes al nuestro, pero llegado el momento de la lucha electoral, este partido no podrá obrar con independencia y energía necesarias debido a las ligas que con el gobierno tienen sus directores. Sin embargo, llegado el caso, aceptaremos su ayuda así como el contingente de todos aquellos, que por encima de las personas, ponen los principios, aunque actualmente por las necesidades del momento, se encuentran filiados a los diversos partidos personalistas.

Todo lo manifestado hace creer que en esta vez, por medio de las prácticas democráticas, la voluntad nacional logrará imponerse y la Constitución recobrará todo su imperio. Para lograr tal objeto, no olvidemos que en las elecciones generales del año entrante, el triunfo de las candidaturas oficiales significará el triunfo del absolutismo y que la independencia de los tres poderes y la libertad en los municipios son la base más firme de nuestras instituciones. Por tal motivo, esforcémonos en elegir libremente nuestras autoridades municipales y judiciales sin respetar la consigna oficial. Procuremos elegir como representantes en las Cámaras de la Unión y en las legislaturas locales, a quienes nos inspiren mayor confianza y residan en sus respectivos distritos, a fin de que mejor conozcan y puedan remediar sus necesidades.

Por último, tengamos la virilidad suficiente para depositar el mando supremo de la Nación en quienes creamos con mejores aptitudes para llevar a la patria por el sendero que le marca la Constitución.

Mexicanos: Ya conocéis nuestra bandera. Os invitamos a alistaros en nuestras filas, a fin de salvar nuestras instituciones que peligran, haciendo que la ley recobre su prestigio y el pueblo sus libertades. Esperamos ser eficazmente ayudados, a fin de que, al celebrar el glorioso centenario de la independencia nacional, celebremos igualmente el triunfo de la libertad y de la ley, para que, en lo sucesivo, ellas puedan normar nuestros actos y ser respetadas por gobernantes y gobernados.

México. 1909.


Socios fundadores:

J. Huelgas y Campos, Luis Rojas, Y. J. M. Goribar y Arizpe, J. Morfín Delorme, Juan T. Reinoso, Joaquín Sandoval Vargas, R. Avila Jr., Luis T. Navarro, C. Rodríguez Tejada, Alfredo Ortega, Ramón T. Peña, Victor N. Becerril, J. D. Ramírez y Garrido, E. Cabrera, Arturo Chávez Trujillo, T. Morales, Alfonso García, Daniel B. Islas, J. Uriquidi, Eugenio Villa, Pedro del Rey, Mauricio Téllez, A. Elorduy, Porfirio C. Osorio, J. Moreno, Joaquín Rojas, M.J.D. Garduño, Luis C. del Rosal, Alex McKinney, A. Qusnel, Fernando Laredo, M. N. Robles, Francisco de P. Sentíes, José María Troncoso, R. Estrada, J. Hijar y Haro, Luis M. Uriste, Antonio M. Angeles, Carlos Robert, L. E. Rendón, T. del Castillo, F. Garza González, José Juan Luna, José Calvo, Rafael S. Sosa, Daniel Zamarripa, Manuel T. Busto Calló, Manuel Martínez F., Alfredo Cousenel, Manuel Ceballos, Rodolfo Avila Jr., Alfredo Huerta Alvarez, Federico García, Juan Fernández, Macario Rivera, Manuel Samaniego, L. Fernández Sánchez, Arturo Oliver Trujillo, Ramón Balarezo, Joaquín Santaella, Marcos C. Nava M., Modesto C. Rolland, Fernando Sáyago, Eduardo T. Hay, B. L. Lara, M. T. Buib, L.E. Rendón, E. Undraga y A., Manuel Martínez, Pastor Huacuja, A. Fernando Rodarte, Ricardo Palacio, Antonio Loria, E. Bedolla, J. Morfín, Carlos Rodríguez Tejada, J. F. Reinoso. (Siguen las firmas).


Mesa Directiva.

Presidente: Emilio Vázquez. Vicepresidentes: Francisco I. Madero, Toribio Esquivel Obregón. Secretarios: Filomeno Mata, Paulino Martínez, Félix F. Palavicini, José Vasconcelos. Vocales: 1° Luis Cabrera. 2° Octavio Bertrand. 3° Bonifacio J. Guillén. 4° Felipe Xochihua. Tesorero: Manuel Urquidi.


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