Índice de Madero y los partidos Antirreeleccionista y Constitucional Progresista de Chantal López y Omar CortésDocumento anteriorSiguiente documentoBiblioteca Virtual Antorcha

El Partido Nacional Antirreeleccionista y la próxima lucha electoral

(Su programa. Sus trabajos. Tendencias y aspiraciones.)

Capítulo I

El Partido Antirreeleccionista surge por una necesidad nacional.


Hace más de treinta años que la República soporta el régimen de gobierno del General Díaz, cuya voluntad ha estado siempre arriba de la ley.

Como ese régimen de gobierno ha consumado la paz, la ha prolongado por una larga era y ha promovido el progreso material, se ha sentido cierto bienestar, por cuyo motivo no había quien se ocupase de la cosa pública, tanto más, cuanto que era empresa sumamente difícil pues en los diversos Estados en donde se organizaban movimientos políticos fueron sofocados por medios violentos, corriendo igual suerte uno que otro movimiento general, como el iniciado por el Partido Liberal (1). Por otra parte, es indudable que la dictadura del General Díaz ha sido moderada, puesto que para establecerla, ha empleado el mínimo de terror.

Por todas estas circunstancias el país esperaba tranquilamente la muerte del General Díaz creyendo que entonces recobraría todas sus libertades y seguiría ya por el camino que marca la Constitución.

Pero la institución de ia Vicepresidencia vino a modificar la situación. Al principio había gran expectación en el público porque se esperaba que por lo menos el General Díaz permitiría al pueblo que eligiese al Vicepresidente. Desgraciadamente no fue así, pues impuso la candidatura del señor don Ramón Corral.

A pesar de la excitación que esto causó en el público, no se dio gran importancia al acontecimiento, pues entonces el General Díaz apenas contaba 75 años de edad y su régimen de vida tan metódico y arreglado hacía esperar fundadamente que no desaparecería durante el actual periodo.

Pero ahora es diferente.

Por una parte, se teme que el General Díaz no tenga la vida seis años más y aun en el caso de que los tuviera, su avanzada edad no le permitiría ya llevar las riendas del gobierno, así es que de cualquier modo que sea, éste recaerá muy pronto en las del Vicepresidente.

Los últimos acontecimientos demuestran que ese temor es muy fundado, puesto que se ha visto que el General Díaz ha dejado la situación de varios Estados que han renovado sus poderes, en manos del señor Corral.

Por todas estas razones, se considera de gran importancia la elección por el pueblo, cuando menos del Vicepresidente de la República.

El General Díaz pretende imponer de nuevo al señor Corral, según todas las probabilidades.

Para combatir la reelección de este último, se organizaron varios partidos pollticos: el Democrático, el Independiente de Jalisco y el Reyista.

Aunque el primero no hablaba de candidatos, se ha creído que sólo se ocuparían de la cuestión vicepresidencial.

Los demás partidos sí postulaban abiertamente al General Díaz como Presidente y como Vicepresidente al General Reyes.

El error capital de estos partidos, fue suponer que postulando al General Díaz podrían obtener que les concediese elegir para Vicepresidente al más de acuerdo con los deseos de la Nación.

Estas esperanzas resultaron fallidas, por las razones siguientes: desde el momento que postularon al General Díaz para que se reeligiera y le pedían que les permitiera nombrar Vicepresidente, el General Díaz les contestó en sustancia:

Si ustedes desean que yo me reelija, es porque aprueban el modo como he gobernado a la República durante treinta años. Si pues, desean que siga en el gobierno, indudablemente ha de ser para que siga gobernando de la misma manera. En tal caso, ya saben que siempre he nombrado directamente a todos los funcionarios de elección popular, sin preocuparme la opinión pública. No me hablen pues de opinión pública, pues el pueblo no sabe lo que necesita. Yo sé mejor que él lo que le conviene.

Que estas palabras fueron la esencia de la contestación del General Díaz, se basa en los últimos acontecimientos y lo corroboran los periódicos gobiernistas cuando dicen que el pueblo mexicano no está apto para la democracia, que no conoce sus necesidades y califican de díscolos y ambiciosos a quienes pretendemos dirigirlo, únicamente por no militar en las filas del gobierno.

El General Díaz siempre exigirá de sus enemigos una sumisión incondicional, pues de lo contrario deja de considerarlos como tales y no les hará ninguna concesión.

En cuanto a luchar en las elecciones abiertamente en contra del General Díaz, con la esperanza de obtener el triunfo de otro candidato para la Vicepresidencia que no sea el oficial, sería una verdadera candidez, porque desde luego deberían elegir a su candidato para la Vicepresidencia entre los amigos o colaboradores del General Oíaz y ninguno de éstos aceptará la candidatura, lo cual debilitará al partido de una manera extraordinaria ante la opinión pública, y sobre todo, facilitaría su derrota final, pues su candidato sería el primero en traicionarlo y en aceptar como buena la elección, aún fraudulenta, de su competidor, el candidato oficial.

En prueba de lo anterior, citaré únicamente la conducta que ha seguido el General Reyes, quien a pesar de ser el único que no está de acuerdo con el grupo que rodea al General Díaz y ser enemigo personal del candidato oficial a la Vicepresidencia, de un modo franco no aceptó la candidatura a este puesto, a pesar de sus grandísimos deseos.

El General Reyes se limitó a alentar a sus amigos de un modo oculto, sin aceptar en público de un modo franco su candidatura. Esto le restó las simpatías de la Nación, que ya no quería política de conveniencia, ni hipócrita, sino una política franca y leal.

Por todas estas razones, los partidos de que he hablado, aunque han prestado grandes servicios a la democracia, puesto que han influido en el despertar del espíritu público, no por esto satisfacían del todo las aspiraciones nacionales.

Se deseaba la aparición de un partido que combatiese abiertamente la reelección del General Díaz, del señor Corral y de todos los funcionarios públicos. Sólo de esta manera se podría formar un partido vigoroso que contaría con las simpatías de todo el pueblo mexicano, lo cual le daría fuerzas muy superiores para ejercer influencia saludable en las próximas elecciones presidenciales y en los futuros destinos de la Nación.

Este partido tendría además el prestigio que le daría su audacia y su patriotismo en afrontarse ante el actual gobierno que cuenta con enormes recursos, y el pueblo lo seguiría sin temor alguno porque confiaría en la sinceridad y el patriotismo de ciudadanos que no vacilan en acometer tan ardua y peligrosa empresa tan sólo por amor a la patria.

El partido así organizado sería el únIco que podría evitar la continuación del régimen de absolutismo, por ser el único capaz de agrupar todos los elementos independientes del país, y una vez obtenida esta agrupación, el empuje de este partido sería irresistible, y aun en el caso de no obtenerse desde luego un triunfo completo, por lo menos lograría modificar profundamente el régimen actual por medio de una renovación de gran parte de los funcionarios públicos.

El partido que encarne tales aspiraciones no podría llamarse sino Partido Antirreeleccionista, así es que su aparición era deseada por todos los mexicanos amantes de la libertad y que con fundado temor consideraban que el triunfo de las candidaturas oficiales para la Presidencia y VicepresidencIa de la República, sIgnificaría el establecimiento en nuestro país de una dInastía autocrítIca y el inmediato entronizamiento de otro dictador que no tendría la moderación y el patriotismo del General Díaz, ni tampoco pretexto alguno que invocar en apoyo de su dictadura.

Al principio de la campaña contra el señor Corral, podría haberse creído que los temores de la Nación acerca del modo como gobernaría el país eran infundados; pero después de las elecciones, en Sinaloa, Coahuila y Yucatán, ya demostró el señor Corral de qué manera respetará la soberanía de los Estados; y de cómo respetará la lIbertad de imprenta, lo demuestran los atropellos sufrIdos por el abnegado patriota don Paulino Martínez y su esposa, editores de los periódicos independientes, la Voz de Juárez, El Insurgente y El Chlnaco, las persecuciones contra el director y empleados del Antirreeleccionista, y últimamente en contra del respetable y prestigiado periodista don Filomeno Mata, reducido a prisión y clausuradas arbitrariamente sus imprentas, así como las del Antirreeleccionista, sin que ninguna ley autorice tal trámite.

El señor Corral está preparando su reelección, imponiendo en los Estados, candidatos amigos suyos, sin hacer nada por atraerse la opinión pública, lo cual demuestra que para gobernar seguirá apoyándose en el elemento oficial y no en el pueblo, y como lo ha ofrecido, seguirá el mismo régimen de gobierno del General Díaz, pero indudablemente sin la misma prudencia y el mismo tacto que ha hecho tan suave la dIctadura de este últImo.

Para conjurar estos graves peligros, era pues indispensable el surgimiento de un partido nacional que encarnase las aspiraciones de los mexicanos independientes.

Este partido lo fue el Partido Antirreeleccionista, organizado en la capital de la República el 22 de mayo de 1909.


Capítulo II

Programa y tendencias del Partido Antirreeleccionista


Para satisfacer las aspiraciones nacionales, el Partido AntirreeleccIonista debía adoptar como programa el principio de no reelección, y para lograr que este principio no fuese burlado, que se respetase la opinión pública y se cumpliese con la ley, era preciso adoptar igualmente el principio del sufragio efectivo.

Por último, el Partido Antirreeleccionista se propone popularizar en nuestro país la práctlca de elegir los candidatos por medio de convenciones electorales integradas por delegados, representantes legítimos del pueblo, y de los diversos partidos contendientes.

El programa del Partido Antirreeleccionista que sirvió de base constitutiva, es el siguiente:

Los que suscribimos, declaramos haber constituido una agrupación política que denominamos Centro Antirreeleccionista de México.

Los motivos que nos han llevado a formarlo, son los siguientes:

La consolidación de la nacionalidad mexicana sólo podrá conseguirse por medio de la participación del pueblo en el gobierno. Esta participación del pueblo no ha logrado obtenerse desde hace mucho tiempo, debido a la presión oficial y a la apatía de los ciudadanos, lo cual ha permitido que ios funcionarios públicos permanezcan indefinidamente en el poder.

La reelección Indefinida de los gobernantes da por resultado concentrar en sus manos tal suma de poder, que constituye una amenaza para las libertades del pueblo.

El medio más eficaz de evitar la pérdida de los derechos políticos, es ejercitarlos.

Debido a las profundas raíces que el sistema absolutista del gobierno del General Díaz ha echado en nuestro país, la dictadura amenaza prolongarse con su sucesor.

Ante peligro tan eminente y como único medio de conjurarlo, hemos creído de nuestro deber unirnos para luchar por el triunfo de los principios democráticos de la efectividad del sufragio y no reelección.

Para conseguir la gradual realización de estos propósitos, hemos aceptado el siguiente:


Programa


1° Hacer una amplia propaganda con el fin de procurar que el pueblo ejercite sus derechos y cumpla con sus deberes de ciudadanía.

2° Promover convenciones políticas para la designaclón de candidatos y discusión de los principios generales de gobierno a que éstos deben sujetarse.

3° Organizar en toda la República al Partido Antirreeleccionista, fundando centros locales que secunden nuestras miras.

4° Excitar a los ciudadanos a tomar parte en las campañas electorales y especialmente en las próximas elecciones de Presidente y Vicepresidente de la República, diputados y autoridades municipales, procurando la mayor alternabilidad de los funcionarios.

5° En la ejecución de su programa este partido no tiene más miras que servir los grandes intereses de la patria y para lograrlo, procurará aprovechar el contingente de todos los buenos mexicanos y no vacilará en entrar en arreglos o celebrar alianzas con los demás partidos políticos nacionales.

Tenemos la convicción de que, aun en el caso de no obtener resultados inmediatos y palpables por medio de nuestros esfuerzos, con el solo hecho de habernos organizado y provocado una lucha democrática, habremos ayudado a salvar a la patria del peligro con que la amenaza la prolongación de la dictadura.

México, D.F., a 22 de mayo de 1909.


Convenciones


La conveniencia de que por medio de convenciones se elijan los candidatos, es trascendental, porque desde luego se evita que los candidatos sean designados por indicación superior, puesto que a una asamblea integrada por representantes del pueblo, es más difícil hacerle obedecer la consigna o la indicación del jefe de gobierno, que a un pequeño grupo de ciudadanos aislados que buscan en la lucha, más bien su conveniencia propia, que el interés del pueblo y acojan desde luego la voluntad del supremo mandatario.

El Partido Antirreeleccionista quiere establecer desde luego esta costumbre, a fin de que los candidatos antirreeleccionistas para los distintos puestos, sean los que reúnan mayores simpatías en el pueblo y por consiguiente los que tengan más probabilidades de triunfo.

Después, cuando triunfen nuestros principios y la libertad sea completa en el país, el Partido Antirreeleccionista, trabajará porque se popularice esa práctica, a fin de evitar otra posible centralización del poder en manos del Ejecutivo de la Unión, y asegurar de esta manera la soberanía de los Estados, base de las libertades públicas.

El principio de las convenciones está basado en la célebre sentencia romana que decía: La voz del pueblo es la voz de dios.

Efectivamente, por más ignorante que se crea el pueblo, siempre sabe mejor lo que le conviene que cualquier déspota que lo gobierna, y decimos cualquier déspota, porque un gobernante constitucional siempre respetará la voluntad del pueblo, pues no pretende que su poder es de origen divino como los monarcas autocráticos, ni se cree un hombre inmensamente superior a sus conciudadanos, o el hombre providencial para regir los destinos de la patria, como pasa con todos los dictadores.


No reelección


Se desea establecer tal principio en la práctica por toda la República, a fin de que no se reelijan los caciques de cada pueblo, los gobernadores de cada Estado, los senadores y diputados, ni el Presidente y Vicepresidente de la República.

El pueblo está cansado de tanta reelección y las instituciones democráticas seriamente amenazadas.

Una vez que se obtenga la renovación de gran parte de los funcionarios públicos actuales, entonces se podrá obtener que el principio de no reelección sea establecido en la Constitución.

Esta necesidad de que se renueve el personal gubernativo actual es indispensable para obtener el respeto a los derechos de los ciudadanos, a la libertad de los municipios y a la soberanía de los Estados. En una palabra, sólo podremos volver al régimen francamente constitucional, con funcionarios nuevos, respetuosos de la ley y amantes de la Constitución.

Muchas personas dicen que son partidarios del principio de no reelección, pero no aplicándosele al General Díaz.

Los antirreeleccionistas creemos que los principios tienen una aplicación general y que la no reelección del General Díaz sería un gran bien para el país, pero también comprendemos que de no poderlo evitar deberemos aceptarlo como un mal irremediable, pero siempre como un mal.

Indudablemente, el inmenso malestar que reina en toda la República, sólo se remediará con un cambio en el personal del gobierno y esa idea está en la conciencia nacional.

En cuanto a elevar a rango de principio constitucional el de no reelección, se hacen las siguientes objeciones.

1° Si un ciudadano es buen gobernante, ¿por qué no ha de seguir en el poder?

2° Si el pueblo tiene libertad de sufragio, ¿cómo se le coarta esta libertad evitando que lleve al poder a la persona que él desea, invocando como razón el que haya desempeñado el mismo puesto, cuando que esto es precisamente el motivo para que le conozcan las grandes aptitudes que tiene para volverlo a ocupar?

En apariencia y en el terreno estrictamente teórico, tales razones tienen gran peso y pueden aplicarse a un pueblo ideal, sumamente evolucionado, consciente de sus derechos y siempre pronto a ejercitarlos, teniendo además gobernantes igualmente evolucionados, respetuosos de la voluntad del pueblo y apegados en todos sus actos a la ley. En tales condiciones, sí serían muy racionales las observaciones anteriores; pero no es el caso en la República mexicana, ni en la inmensa mayoría de las naciones del mundo.

Por no salir fuera de nuestro país, la historia nos demuestra que una sola vez ha estado justificada la reelección de un gobierno, y fue al tratarse del señor Juárez. A pesar de ello, su reelección fue muy combatida y sirvió de pretexto a sangrientos motines militares.

Después ocupó el gobierno un hombre eminente, el señor Lerdo de Tejada, pero su reelección fue mal recibida en gran parte del país y dió pretexto a la revolución de Tuxtepec.

La reelección indefinida de los gobernantes es muy peligrosa, porque concentra en sus manos un poder inmenso, el cual unido a la adulación, tuerce su criterio y pronto se consideran los hombres indispensables y necesarios. El puesto que ocupan por tanto tiempo, llegan a considerarlo como una propiedad particular que defienden celosamente.

Además, las continuas reelecciones de un gobernante aniquilan las fuerzas de los partidos independientes que al fin se desalientan de tanto fracaso. Al dejar éstos de luchar en las elecciones y de provocar la agitación democrática, harán que los ciudadanos abandonen poco a poco el ejercicio de sus derechos, pues desde el momento en que no existe el estímulo de la lucha política, pocos ciudadanos concurren a los comicios, porque además de faltarles ese aliciente, consideran innecesario votar por un candidato que no tiene oposición.

Mientras un gobernante tiene esperanzas de reelegirse, dirige todos sus esfuerzos a ello y sus actos tendrán siempre por mira asegurar su próxima reelección.

Con este motivo, al tratarse de la elección de un gobernador o de alguna autoridad federal, procurará imponer amigos suyos que de un modo incondicional lo apoyen en su próxima reelección.

Estos gobernantes pueden muy bien ser los más desprestigiados en cada Estado, porque un hombre de prestigio nunca se presta a vulnerar la ley, a ejercer presión en las elecciones, ni a llevar a cabo actos indignos, por tal de ocupar algún puesto público.

De esta manera son los hombres menos escrupulosos los que ocupan puestos públicos y serán guardianes de la Constitución, precisamente los que menos respeto tengan de ella.

Por último, cuando un ciudadano ha prestado eminentes servicios a la patria y que en virtud de la ley deja el poder y se retira a la vida privada, no por ello deja de prestar grandes servicios a su país siendo una garantía para las libertades públicas, porque el pueblo siempre tendrá un jefe reconocido y estará perfectamente organizado para luchar contra los desmanes del poder. Tal ciudadano, en la vida privada, será el más hábil censor de los actos del nuevo gobernante, porque conocerá perfectamente el mecanismo administrativo y podrá apreciar con mayor exactitud las irregularidades que se cometan.

Además, el cambio frecuente de funcionarios públicos hace que se aquilaten los actos de los gobernantes que dejan el poder, pues muchas veces éstos tienen prestigio porque saben ocultar sus manejos, pero al venir un cambio de administración, salen a luz todos los abusos que se estaban cometiendo.

Por no ir más lejos, citaremos el reciente caso del Gobernador de Coahuila, señor licenciado Cárdenas, que por presión del gobierno federal renunció de su puesto y fue sustituido por el licenciado Práxedis de la Peña.

Desde luego, este último encontró innumerables abusos que se cometían por su antecesor, los cuales eran en su mayor parte ignorados del público.

Por lo expuesto, se verá cómo un ciudadano que ha prestado eminentes servicios en un puesto público, retirado a la vida privada, sigue aún sirviendo los intereses de la patria porque es un hábil censor de sus sucesores y será jefe de cualquier partido independiente que se organice para combatir los abusos de la nueva administración, constituyendo de esta manera una garantía para las libertades públicas.

Además de las razones ya expuestas, existen otras en apoyo de este principio, y es que los pueblos latinoamericanos somos muy propensos a exaltar las virtudes de nuestros hombres y fácilmente cedemos al entusiasmo para reelegir de nuevo a nuestro gobernante, porque en todas partes y especialmente en nuestra raza, el poder tiene más prestigio que el mérito.

Siendo tan conveniente para salvar las libertades públicas establecer el principio de no reelección, debe pues aceptarse y considerarse altamente democrático, puesto que debe considerarse como principio democrático todo aquel que tiende a garantizar las libertades públicas.

El principio de no reelección tampoco esta en contradicción con el del sufragio efectivo, porque al proclamar este último, lo que se desea es que se cumpla con la ley electoral y ésta tiene numerosas restricciones, tanto referente a las personas que pueden votar como a las que pueden ser votadas.

Entre estas últimas, se encuentran personas que no tienen determinada edad, que pertenecen al clero, etc.

Si se han puesto tales restricciones por creerlas convenientes para garantizar las libertades públicas, ¿por qué no se impondría otra aún más importante, que es la de la no reelección?

Este principio no coartaría la libertad del pueblo, sino la reglamentaría a fin de que no hiciese un uso peligroso de dicha libertad y, sobre todo, quitaría al gobernante toda esperanza de reelegirse, lo cual influirá en que dirija todos sus actos al aseguramiento del bienestar nacional, en vez de tender a asegurar su próxima reelección.


Sufragio efectivo


Todos los partidos políticos, aun los mismos reeleccionistas, proclaman este principio.

Los primeros lo hacen con sinceridad, los últimos, hipócritamente, puesto que son los primeros en burlarlo como lo han demostrado en las últimas contiendas electorales.

El Partido Antirreeleccionista desea que todos los ciudadanos concurran a los comicios, para que los funcionarios públicos electos deban sus puestos al pueblo que los nombró y no al favor de sus superiores.

Además, por medio del sufragio, el pueblo hará uso de sus derechos, reconquistará todas sus libertades y será el único medio de asegurar el restablecimiento del régimen constitucional.


Alianzas con partidos políticos


La cláusula que faculta al Partido Antirreeleccionista para celebrar transacciones y alianzas con los demás partidos políticos, ha sido muy comentada, tanto por los reeleccionistas como por algunos antirreeleccionistas intransigentes.

Se cree ver en ella una trampa para llevar al pueblo independiente al porfirismo.

En verdad que esos temores son completamente infundados y al atacar dicha cláusula no la han estudiado detenidamente.

Los fundadores del Partido Antirreeleccionista tenemos la convicción de que el General Díaz no ha de dejar el poder si no es por medio de la fuerza. Es decir, que sería necesaria una revolución para derrocarlo del puesto que ocupa. Por otra parte, tenemos igualmente la convicción de que una revolución sería una calamidad nacional y que todos los mexicanos debemos hacer lo posible por evitarla. Por estas razones creemos que lo único que se puede obtener sin llegar a ese extremo, es que el General Díaz convenga en que el Vicepresidente sea designado por los partidos independientes, así como los diputados y senadores.

Esta solución satisface a todos, menos a los corralistas que comprenden que la primera víctima de este arreglo sería su candidato el señor Corral.

Tampoco están de acuerdo algunos antirreeleccionistas, porque dicen que no se puede tener fe en los arreglos celebrados con el General Díaz porque una vez reelecto no le faltarían medios para nulificar el convenio.

Esto es muy cierto, pero al celebrarse algún convenio se le exigirían determinadas garantías, como seria la de sustituir desde luego la mayor parte de los gobernadores por ciudadanos designados por los partidos independientes, de acuerdo con convenciones locales de cada Estado, que se formarían violentamente para conocer la opinión del elemento independiente en cada entidad federativa.

Naturalmente, los gobernadores sustituidos serían principalmente los que más tiranizasen a los respectivos pueblos que gobiernan, y los que se juzgara más necesario para asegurar el fiel cumplimiento de lo pactado.

Esta transacción, por lo demás debería estar sancionada por la Convención del Partido Antirreeleccionista, integrada por delegados de toda la República.

Los fundadores del Partido Antirreeleccionista no tenemos esperanzas de que se llegue a este arreglo, pero sí creemos nuestro deber dejar la puerta abierta para que la convención antirreeleccionista pueda obrar como crea más conveniente y según los intereses de la patria.

Quisimos que nuestro partido fuese un partido político nacional, que no tuviese más ley suprema que la voluntad del pueblo mexicano, y el reducido grupo de organizadores no nos creímos con el derecho de coartar la libertad a la Asamblea de legítimos representantes del pueblo que constituirá la Convención del Partido Antirreeleccionista.

Con este paso demostramos nuestra moderación, nuestro patriotismo y nuestro desinterés. Ponemos todos los medios posibles para llegar a un arreglo que satisfaga todas las aspiraciones y todos los intereses. Si este arreglo no es posible, la lucha en los comicios sería inevitable.

Eso no será un mal para el país que se beneficiará grandemente con la reacción democrática que tal lucha engendrará.

Sin embargo, existe un peligro muy grande, y es que el gobierno no quiera respetar la voluntad nacional y recurra a la imposición por medio de la fuerza y el fraude electoral para obtener el triunfo de la candidatura oficial. En este caso es imposible predecir lo que pueda suceder, pues el pueblo mexicano ha despertado y está resuelto a conquistar su libertad, y si por medios ilegales se pretende impedirle que lo haga, su excitación será terrible y cualquier chispa bastará para que vuelva a encenderse toda la República en una inmensa revolución.

Peligro tan inminente es el que queremos conjurar, trabajando porque las aspiraciones nacionales se encaucen por el camino de la democracia, a fin de que no vayan a tomar el tortuoso sendero de la revuelta.

Si para esta obra colabora con nosotros el gobierno federal, haciendo que la voluntad de la Nación sea respetada, indudablemente lograremos nuestro objeto.

En realidad la principal aplicación de la cláusula de que nos venimos ocupando va a ser la de celebrar alianzas con los partidos políticos independientes, a fin de formar un bloque entre todos los partidos independientes de la República, para luchar todos unidos en la próxima campaña electoral.

Ya para cuando escribimos este folleto, está celebrada la unión, con el Partido Independiente de Guadalajara, tomando como base el reglamento para la Convención publicado por el Partido Antirreeleccionista.

Probablemente el Partido Democrático y el Nacional Democrático seguirán muy pronto el ejemplo dado por el Partido Independiente, pues sería una locura ir a lanzar varios candidatos independientes.

Es necesario que exista sólo un candidato independiente en oposición a la candidatura oficial, y ese candidato indiscutiblemente deberá ser de los hombres más prestigiados y populares en el país. En cuanto a los principios que los diferentes partidos profesan, no podrán ser discutidos en la Convención del Partido Antirreeleccionista porque sería perder un tiempo precioso. Lo que sí se puede hacer es que los diferentes partidos entablen negociaciones con el que resulte candidato del Partido Antirreeleccionista, para que apruebe todo o la mayor parte de sus respectivos programas, pues todos son perfectamente compatibles en sus puntos generales y sólo están en oposición en cuestiones secundarias.

Francisco I. Madero


Notas

(1) Véase, El Partido Liberal Mexicano (1906-1908), estudio, compilación y notas de Chantal López y Omar Cortés, México, Ediciones Antorcha, 1986.


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