Índice de Manifiesto, de Agustín IturbidePrimera parteBiblioteca Virtual Antorcha

MANIFIESTO

AGUSTÍN DE ITURBIDE

PRESENTACIÓN


El documento que aquí presentamos, del controvertido personaje histórico, Agustín de Iturbide, es conocido con el título de Memorias escritas desde Liorna; sin embargo, y ateníendonos a lo en él expresado así como a la propia voluntad de su autor, quien lo nombró Manifiesto, hemos optado por este último, no obstante que el título comercial, de Memorias escritas desde Liorna, convierte al documento en algo más atractivo para el público lector en general.

Este trabajo, signado en Liorna, Italia el 27 de septiembre de 1823, de hecho es un escrito político que pretende justificar el actuar de su autor en el papel que le tocó desempeñar durante el proceso independentista mexicano.

Iturbide relata lo que a su juicio debe ser expuesto, cuidándose, por supuesto, de no exponer todo aquello que pudiese demeritar sus acciones u opacar su lustre político en cuanto lider de una de las tantísimas facciones que coactuaron en la gesta por la independencia de la Nueva España.

Así, este Manifiesto fue la cabeza de playa para preparar el regreso a tierras aztecas de quien llegó a ser coronado como Agustín I, emperador de México.

Ciertamente la temeridad en el actuar político de Agustín de Iturbide se pone en evidencia cuando opta por regresar al país del que por voluntad propia se había marchado cuando las cosas, en el plano político no le estaban saliendo tal y como él hubiese deseado. Es entonces importante tomar en cuenta que aquel 11 de mayo de 1823, cuando Iturbide decide embarcarse en el puerto de Veracruz a bordo del buque inglés Rowlins, capitaneado por el almirante James Quelch, con el fin de trasladarse a territorio italiano, lo hace porque así se comprometió a hacerlo; esto es, nadie lo expulsó, nadie lo corrió, nadie lo echó de México.

Quien en sus años mozos había sido apodado El dragón de hierro, se vió obligado a tomar la determinación de abandonar territorio mexicano porque las cosas no le había salido bien, porque había cometido muchos errores en su labor gubernativa; porque había subestimado a sus opositores y sobreestimado su propio poder; porque se había mostrado miope para entender la magnificencia del proceso independentista en el que actuaba, y por supuesto al cúmulo de corrientes y subcorrientes que en su seno se debatían. Todo ello fue lo que le obligó a tomar la decisión de abdicar como emperador y abandonar el país.

Calculador y astuto, el máximo jefe del Ejercito trigarante, intentó, por medio del Manifiesto que ahora colocamos en los estantes de nuestra Biblioteca Virtual Antorcha, recuperar el terreno perdido, buscando volverse a insertar en el inevitable proceso que en México se vivía. Pero las condiciones del país que había abandonado ya no eran las mismas; sus adversarios políticos no habían perdido el tiempo,y conocedores del colmillo retorcido y del doble lenguaje que bien sabía manejar el proclamante del Plan de Iguala, ni tardos ni perezosos lograron consensar la aprobación, el 28 de abril de 1824, de un decreto por el cual, el Congreso declaraba al signante del Tratado de Córdoba, como traidor a la patria y enemigo de la nación mexicana, lo que a fin de cuentas traía como consecuencia que, en caso de que el Dragon de hierro intentase regresar a México, tendría que enfrentar las consecuencias de su acción.

Por supuesto que Iturbide sabía todo esto, y no obstante, no fue impedimento para que tomase la determinación de embarcarse el 11 de mayo de 1824 en el barco Spring, al mando del mismo capitán Quelch que le había conducido de México a Europa.

Así las cosas, el 14 de julio, el Spring arribó al puerto de Soto la Marina, en Tamaulipas, y pensando contar, al igual que antaño, con la fidelidad del elemento militar, el ex-emperador, en abierto desafío a sus oponentes y sobretodo ninguneando con su actuar la soberana voluntad nacional expresada mediante el decreto emanado del Congreso al que ya nos hemos referido, y prácticamente retando a la nación entera con un despectivo háganle como quieran, nada más faltándole entonar la cancioncilla que versa:

Ya vine de donde andaba;
se me concedió volver;
a mi se me afiguraba,
que no te volvería a ver ...

Iturbide paseose, como si nada, por ese puerto, pero ... y de nuevo como dice otra canción:

Se equivocó la paloma,
se equivocaba ...

Finalmente sería detenido y su caso turnado al pleno del Congreso tamaulipeco, en donde determinose poner en práctica lo asentado en el decreto mencionado anteriormente, y después de todo un argüende, las cosas terminarían de manera trágica con el en otra hora emperador, arrodillado ante un pelotón de fusilamiento el 18 de julio de 1824, recibiendo tres balazos: uno, en las costillas; otro, en la nariz; y, otro, el tercero, el que sí era mortal de necesidad, precisamente entre ceja, oreja y jefa.

Así terminaría sus días Agustín de Iturbide, naciendo de inmediato el ícono, el símbolo tras el cual muchos se escudarían y otros tantos se colgarían.

Iturbide, ya muerto, les sería de más utilidad a las corrientes adversarias al sistema republicano ya federalistas o centralistas, y en particular, a las tendencias promonárquicas.

No en balde, el también mal logrado emperador, Maximiliano de Habsburgo, adoptó, como hijo heredero suyo, a un nieto del Dragón de hierro, de nombre, también, Agustín, con el claro objeto de crear, aunque fuese de manera artificial, un linaje real en tierras de México.

En la actualidad, mencionar a Agustín de Iturbide, es hablar de un ícono, de un símbolo utilizado por diferentes corrientes políticas. Unos, utilízanle para patentizar sus objetivos programáticos actuales; y otros, utilizándole para marcar las diferencias con sus adversarios. Lógicamente para los primeros el proclamante del Plan de Iguala encarnará la justeza y probidad; mientras que para los segundos, su nombre será el símbolo permanente de la traición y la villanía.

Sin duda que el Manifiesto signado en Italia por Agustín de Iturbide, resultará de interés para todo aquel interesado en la gesta de la Independencia.

Chantal López y Omar Cortés

Índice de Manifiesto, de Agustín Iturbide Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha