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Bruselas 1868. Tercer Congreso

Establecida por iniciativa del saintsimoniano Charles Lemonnier, la Liga logra la adhesión de más de 10,000 firmas entre las que se hallan las de John Bright, John Stuart MilI, Garibaldi, Víctor Hugo, Louis Blanc, Edgar Quinet, James Fazy, Cremer, Ogarev, Herzen y otros, Sus intenciones eran las de fusionar los deseos de paz con la unión de Europa bajo un gobierno republicano.

Muchas buenas intenciones pero, desgraciadamente, obstaculizadas por infinidad de ideas heterogéneas, Garibaldi, asistente al Congreso, ruega al mismo que adopte la religión de Dios en contra del papado, la más perniciosa de las sectas. Los pocos católicos que había protestaron y más lo hicieron los ateos mayoritarios. Los delegados de la Internacional abogan por la proclamación del socialismo, mientras que en la sala están presentes algunos conservadores ...

Felizmente que, por otra parte, en general, la audiencia había venido a aplaudir y admirar, no a criticar, por lo que calurosos aplausos, indiscriminadamente, saludaban a cada orador. (36).

Bakunín aparece en ese Congreso rodeado de una aureola de gigante. Su figura llegó a ofuscar a la del gran Garibaldi y su discurso, desgraciadamente perdido para la posteridad porque los taquígrafos no lograron seguirlo en su rápido francés, fue uno de los más aplaudidos.

La trabazón entre ambas organizaciones, la de los trabajadores y la de la Liga de la Paz, slgnificaba, en el fondo, una incongruencia más. Chaudey, miembro de la Liga, ateniéndose precisamente a los acuerdos del Séptimo punto de Lausana propuso una especie de pacto que Fribourg sintetiza así: Los trabajadores ayudarían a los burgueses a reconquistar las libertades políticas, y en compensación la burguesía cooperaría en la manumisión económica del proletariado. Se trataba, en definitiva, de una negación de los principios internacionalistas los cuales se oponían a las relaciones oficiales con organizaciones políticas.

Muestra empero, y por otra parte, la sana ambición de los Internacionalistas en querer estar presentes en todo atisbo progresivo especialmente en aquéllos que significaran un remedio para la belicosidad reinante que, tres años más tarde, colocaría a franceses y alemanes frente a frente en los campos de batalla.

El III Congreso de la Internacional se celebró en Bruselas entre los días 6 y 13 de septiembre inclusive de 1868. Bakunín ya era miembro de la misma. Elpidin patrocinó su ingreso, en el mes de junio o julio del mismo año, a través de la seccional de Ginebra. Los proudhonianos, como esperaba Marx, iban a ser vencidos pero no en su favor sino en favor de otra corriente, también anarquista, de la que Bakunín pasaría a ser la figura más descollante.

Bakunín irrumpía de lleno en la época más fértil de su vida revolucionaria. Durante años, dando pie a sus impulsos temperamentales que lo convertían en hombre-océano, abarcándolo todo, había adherido a aquellas organizaciones revolucionarias en las que esperaba poder ejercer su influencia; no contento con ello, creaba sus propias organizaciones. En 1864, recién llegado a Europa después de su odisea siberiana, crea una Alianza de la Democracia Social, seguidamente surge la Alianza de los Revolucionarios Socialistas y, por último, La Fraternidad Internacional. Se trata, en realidad, de la misma entidad con diferentes ropajes que ha merecido, por parte de los marxistas, los más enconados ataques y de la que tendremos que ocuparnos posteriormente. Hay que añadir, por el momento, otra organización que siguió de poco al Congreso de Bruselas y al II del de la Liga de la Paz y de la Libertad que tuvo lugar en Berna del 21 al 25 de septiembre. Bakunín, con la corriente socialista de la Liga crea la Alianza Internacional de la Democracia Socialista.

La actividad o la influencia de todas estas organizaciones, al parecer, fue efímera y débil frente al papel que la propia Internacional jugaba en las esferas obreras progresistas y de los intelectuales de izquierda revolucionaria. La propia ascendencia y proyección de Bakunín logra su mayor expansión sólo cuando se halla en el seno de la Primera Internacional, es decir, desde el III Congreso que se llevara a cabo en Bruselas.

Cuando el Congreso abre sus sesiones, en el panorama europeo han habido ciertos cambios, uno de ellos de suma importancia para el decorrer de la Internacional. Me refíero concretamente a la persecución que los internacionalistas franceses han sufrido y que conduce a la disolución de la Asociación por dos veces en dos meses de intervalo, la primera el 20 de marzo de 1868 en que el Tribunal Correccional condena a los miembros de la comisión a cien francos de multa cada uno y declara disuelta la Asociación Internacional de Trabajadores establecida en París con el nombre de Bureau Parisién, y la segunda, también en el mismo año, tiene lugar el 22 de mayo en la que los nueve miembros de la nueva Comisión comparecen ante el Sexto Tribunal Correccional. Esta vez, además de verse aplicada la misma condena que el 20 de marzo, los miembros de la Comisión ven complementada su pena con tres meses de prisión.

Empero, y como ocurre en los ambientes de efervescencia revolucionaria, la medida de las autoridades napoleónicas imprimió un mayor auge de adhesión y de los pocos centenares de miembros registrados en 1866 la A. I. T. pasaba a tener, en 1870, 245,000 (37).

En el proceso del 22 de mayo, Varlín asumió la defensa de los acusados, una defensa valiente que consagra una vez más a la futura víctima de Thiers.

De esta defensa son estos párrafos: Si ante la ley, nosotros somos los acusados y vosotros los jueces, ante los principios somos, en realidad, dos partidos, vosotros el partido del orden a cualquier precio, el partido de la estabilidad y nosotros el partido reformador, el partido socialista. Examinemos de buena fe cuál es este estado social que osamos declarar perfeccionable. La ilegalidad lo corroe, la falta de solidaridad lo mata, los prejuicios antisociales lo estrangulan entre sus tenazas de hierro. Los placeres sólo son para una mínima cantidad ...; la masa, la gran masa agoniza en la miseria y en la ignorancia. Si os fijáis en una bandada de palomas que se abate sobre un campo de trigo y en lugar de picotear cada una su grano, noventa y nueve de cada cien se ocupa a apilar en un solo montón el trigo, tomando para ellas la paja y los desperdicios, si os fijáis en esto, entonces veréis lo que se ha establecido y se practica diariamente entre los hombres.

Una clase que ha estado oprimida en todas las épocas y en todos los reinos, la clase del trabajo, pretende aportar un elemento de regeneración; sería prudente y de sentido común que de parte vuestra saludarais este acontecimiento racional y permitirle que llevara a cabo su obra de equidad. Cuando una clase ha perdido la superioridad moral que le hiciera dominante, ella debe apresurarse en desaparecer si es que no quiere ser cruel porque la crueldad es el distintivo ordinario de todos los poderes que caen (38).

Como puede verse, por los párrafos que preceden, la palabra defensa no es la apropiada. Varlín es un fiscal iÍlexorable que acusa y pone de relieve los pecados y los crímenes de la clase dominante. La pusilanimidad no era carta jugada por los internacionalistas.

Esta represión contra las fuerzas más genuinamente obreristas de la Internacional, las francesas, tenía que desplazar el metacentro de los debates en Bruselas.

Marx llegó a regocijarse de la detención de Varlín y sus compañeros y el 29 de agosto le escribía a Engels: Afortunadamente nuestros viejos conocidos de París están bajo cerrojos. El Comité parisién no enviará a Bruselas más que un solo delegado pero los distintos gremios enviarán ocho o nueve.

Su maldad queda de manifiesto en este párrafo.

París no mandó un delegado, mandó trece. Tolain entre ellos, totalizando, los iranceses, 18 internacionalistas por los delegados que fueron de Lyon, Marsella, Caen, Neuville sur Saone y Rouen.

La delegación mayoritaria fue la belga con 56 delegados sobre un total de 100, del Consejo General asistieron siete, y otros tantos suizos. España mandaba su delegación por primera vez, el anarquista catalán Antonio Marsal Anglora que para evitar las persecuciones a su regreso se presentó bajo el seudónimo de Sarro Magallán. Estaban los alemanes, cuatro, entre Ios que figuraba por primera vez Guillermo Liebknecht y también había una delegación italiana.

Uno de los temas más importantes sino el que más, discutido en Bruselas fue el de la propiedad territorial.

Una extensa resolución fue redactada sin que se lograra aprobar en firme, siendo solamente tomada en consideración para ser discutida en el Congreso siguiente. Era el procedimiento acostumbrado: posponer el debate con la esperanza, en el seno de cada corriente, de que lograrían posiciones más ventajosas en el próximo comicio.

Del dictamen sobre la Cuestión de la Propiedad Territorial entresacamos:

1. Relativa a las minas, cuencas hulleras y ferrocarriles.

Considerando que estos grandes instrumentos de trabajo están fijos en el suelo y ocupan una vasta exténsión, cuyo dominio ha sido dado gratuitamente a la humanidad por la naturaleza;

Que estos instrumentos de trabajo exigen necesariamente la aplicación de las máquinas y de la fuerza colectiva;

Que las máquinas y la fuerza colectiva que existen hoy para la única ventaja de los capitalistas deben en el porvenir aprovechar únicamente al trabajador, y que para esto es preciso que toda la industria en que estas dos fuerzas sean indispensables sea ejercida por grupos redimidos del salario.

El Congreso acuerda:

1 Que las canteras, cúencas carboniferas y otras minas, asi como los ferrocarriles, en una sociedad normal, pertenecerán a la colectividad social, representada por el Estado, pero por el Estado regenerado y sometido a la ley de la justicia.

2 Que las canteras, cuencas carboníferas y ferrocarriles serán concedidos por la sociedad, no a capitalistas como hoy en dia, sino a compañías obreras y esto mediante un doble contrato ...

II. Relativa a la Propiedad Agrícola.

Considerando que las necesidades de la producción y la aplicación de los conocimientos agronómicos reclaman un cultivo hecho en grande escala y, en conjunto, exigen la introducción de las máquinas y la organización de la fuerza colectiva en la agricultura y que, por otra parte, la evolución económica por si misma tiertde al gran cultivo;

Que en tal caso, el trabajo agricola y la propiedad del suelo deben ser considerados bajo el mismo pie que el trabajo minero y la propiedad del subsuelo;

Que, además, el fondo productivo del suelo es la materia primera de todos los productos, el manantial primitivo de todas las riquezas, sin que sea producto de} trabajo de ningún particular;

Que la adjudicación a alguno o algunos de esta materia prima indispensable hace a la sociedad entera tributaría de aquéllos a quienes se ha adjudicado,

El Congreso declara que la evolución económica hará de la entrada del suelo arable a la propiedad colectiva, una necesidad social, el suelo será concedido a las compañías agrícolas, las minas a las compañías mineras, los ferrocarriles a las compañías obreras; y esto mediante condiciones de garantías para la sociedad y para los agricultores, análogas a las necesidades para las compañías y los ferrocarríles.

El Dictamen también se declara partidario de que los canales, caminos y vias telegráficas pasen a ser propiedad de la colectividad en el artículo III.

En el IV, concerniente a los bosques, las consideraciones y el acuerdo son favorables también a la tenencia colectiva de los mismos.

Por primera vez -dice Palmiro Marbá-, se ponía a discusión un problema de tanta importancia como el de la propiedad colectiva; y por ser el primer paso, la orientación no podía resultar más concreta y fundamentada. Todos los delegados estuvieron unánimes en condenar la propiedad individual, principalmente la de la tierra, por ser la causa de todas las miserias y desigualdades sociales, y con igual unanimidad estimaron indispensable que toda la riqueza natural y social pasase por completo a poder de la colectividad, para su uso y disfrute equitativo. Tal fue la esencia, el fondo del acuerdo. Naturalmente que, al exponerlo, dejaron asomar algo de lo que hoy consideramos es un prejuicio o preocupación, ya conceptuando al Estado como representante de la colectividad social, ya indicando la realización de los servicios al más inmediato precio de costo, pero todo esto era una especie de formulismo que con el tiempo iría desapareciendo, y que no afectaba en nada la buena intención y la sólida base del acuerdo. En efecto; dado el oscuro concepto que de tales problemas se tenía en aquel entonces, el paso dado resultaba gigantesco, colosal; había sentado el principio por el que se han regido más tarde las organizaciones obreras en la cuestión de la propiedad colectiva (39).

Un acuerdo complementario del dictamen que antecede lo fue el relacionado con el maquinismo:

Considerando que de un lado, la máquina ha sido uno de ios más potentes medios de despotismo y de extorsión en manos del capitalismo y que, de otra parte, el desarrollo que ella adquiere debe crear las condiciones necesarias para substituir por medio de un sistema de producción verdaderamente social el sistema del salariado;

Considerando que la máquina no presentará verdaderos servicios al trabajador hasta que una organización más equitativa ie ponga en posesión de ella

El Congreso acuerda:

1. Que sólo por medio de las asociaciones cooperativas y por una organización del crédito mutual podrá llegar el productor a la posesión de las máquinas

2. Que no obstante, en el estado actual, pueden los trabajadores constituidos en sociedades de resistencia intervenir en la introducción de las máquinas en los talleres para que esta introducción sólo tenga lugar mediante ciertas garantías o compensaciones para el obrero.

Estos acuerdos, a través de un siglo de distancia, guardan su lozanía y más si se tiene en cuenta, como señala Palmiro Marbá. el oscuro concepto que de tales problemas se tenía en aquel entonces.

La influencia proudhoniana es patente aún. Ha tenido que ceder pie en la propiedad individual de la tierra pero está presente en el crédito mutual y en las características del cooperativismo preconizado que, como dice G. D. H. Cole no quería nada con las cooperativas de consumo del tipo de Rochdale ni con las cooperativas de producción que pagaban interés al Capital invertido en ellas, o que retribuían a sus trabajadores con participación en los beneficios (40).

El escollo, para los que hacían del cooperativismo el summun, se hallaba en aquellas actividades y propiedades que rebasaban los límites a que puede llegar el cooperativismo. De ahí la presencia del vocablo Estado, cuando de ferrocarriles se trata, digamos por caso, y ello en el seno de un Congreso en el que los delegados, según propia expresión de Cole consideraban al Estado como una institución esencialmente reaccionaria (41).

En Bruselas, pues, empieza a esbozarse una característica colectivista en detrimento de la mutualista que fuera la tonalidad descollante en Ginebra y en Lausana. Jean Maitron, que había catalogado a los dos primeros como Período mutualista, de influencia proudhoniana, califica al comicio de Bruselas como Congreso de Transición (Del mutualismo al colectivismo y al sindicalismo) (42) y, Edouard Dolleans, por su parte, señalará que: El Congreso de Bruselas marca la etapa intermediaria de la evolución que se produce (43).

Discutióse también, la actividad de los trabajadores frente a una guerra entre las potencias europeas. En el debate intervinieron diferentes delegados. Uno de ellos, Catalán, de Ginebra, señaló que >la guerra no depende de la opinión pública ... porque hay, por encima de la opinión pública, instituciones que rompen esta opinión. Hay voluntades superiores a la del pueblo y que disponen, ellas solas, del derecho de la guerra o de la paz. Que cada uno de nosotros y que la Asociación Internacional en su totalidad haga la guerra a la guerra, empleando todas las fuerzas contra los hombres que tienen el derecho de hacer la guerra, contra las instituciones que crean este derecho y contra la ignorancia que le permite perpetuarse.

César de Paepe, uno de los delegados que más influenció en las determinaciones de ese Congreso, dijo en su intervención:

Hay dos métodos (para suprimir la guerra): el primero es el de oponerse directamente a la guerra negándose a hacer el servicio militar o bien, lo que resulta lo mismo, puesto que los ejércitos necesitan consumir, negándose a trabajar; el segundo de los métodos no incide en forma directa: es solucionando la cuestión social que pretende llegar a la supresión de la guerra: éste es el método que la Internacional está destinada a hacer triunfar. La verdadera y única causa de las guerras se halla en nuestras instituciones sociales. La primera es la del hambre ....

Fue Tolain, en nombre de los parisinos, quien presentó la primera moción de las dos aprobadas sobre este punto:

Considerando que la guerra jamás ha sido otra cosa que la razón del más fuerte, y no la sanción del derecho; que es un medio de subordinación de los pueblos por las clases privilegiadas o los gobiernos que representan; que fortalece el despotismo, asfixia la libertad; que en el estado actual de Europa, los gobiernos no representan los intereses legítimos de los trabajadores ... Declara protestar con la mayor energía; invita a todas las secciones de la Asociación a obrar con el mayor vigor para impedir, por la presión de la opinión pública, una guerra de pueblo a pueblo que, hoy en día, sólo podría ser considerada como una guerra civil ya que, hecha entre productores, la misma no seria sino una lucha entre hermanos y ciudadanos.

Por parte de Charles Longuet el Congreso tomó conocimiento de su breve resolución que aprobó:

El Congreso recomienda a los trabajadores de cesar todo trabajo en el caso en que una guerra estallara entre sus países respectivos.

Edouard Dolleans, quien cita estas mociones, añade: Esta decisión, que han tomado más tarde todos los congresos internacionales obreros, causa, sin embargo, estupor a Marx. En su carta del 6 de septiembre a Engels ironiza y habla de la tontería belga de querer hacer la huega contra la guerra (44).

La huelga, precisamente, era otro de los puntos que el congreso tocaría y en el que la opinión de Marx discreparía nuevamente con el sentir mayoritario.

El punto concreto a tratar era: Las huelgas, la federación entre sociedades de resistencia y de la creación de consejos de arbitraje encargados de estatuir sobre la oportunidad y la legitimidad de las huelgas eventuales.

De Paepe, que presentó un informe al respecto, preconiza una Nueva Corporación organizada igualitariamente, fundada sobre la mutualidad y la justicia abierta a todos ... y añade que la huelga, sólo es útil a título provisional, la huelga perpetuada sería la eternización del salariado y nosotros queremos la abolición del salariado (...) queremos -se leerá en otra parte de su extenso informe- no precisamente lo que se ha dado en llamar en nuestros días la asociación del trabajo y el Capital (combinación híbrida) sino que queremos la absorción del Capital por el trabajo.

Finalmente la resolución acordada fue la siguiente:

El Congreso declara que la huelga no es un medio de libertar completamente al trabajador, pero es a menudo una necesidad en la actual situación de lucha entre el Capital y el trabajo.

Que es preciso someter la huelga a ciertas reglas, a condiciones de organización, de oportunidád y de legitimidad;

Que desde el punto de vista de la organización de la huelga hay necesidad, en las profesiones que carecen todavía de sociedades de resistencia, en crear estas instituciones y además de solidarizar entre ellas las sociedades de resistencia de todas las profesiones y de todos los países; en una palabra, es preciso continuar en este sentido la obra emprendida por la Internacional, y esforzarse para que el proletariado ingrese en masa en esta Asociación;

Que desde el punto de vista de la oportunidad y de la legitimidad, es necesario nombrar dentro de la federación de grupos de resistencia de cada localidad úna comisión compuesta de delegados de esos diversos grupos que constituirán un consejo de arbitraje, para juzgar de la legitimidad de las huelgas eventuales; por lo demás es necesario dejar, para la formación de ese Consejo, una cierta tolerancia a las diferentes secciones, siguiendo las costumbres y procedimientos y las legislaciones particulares.

El léxico, salpicado de vocablos como consejo de arbitraje, legitimidad, legislación, etc., puede sorprender al lector de la segunda mitad del siglo XX pero si se interpreta la acepción que los delegados de Bruselas dan a dichos vocablos, se verá que no hay lo que es conocido como sindicalismo reformista. Los consejos de arbitraje, por ejemplo, deben ser integrados por obreros exclusivamente ya que el congreso, cuando se debatió este punto, se manifestó abiertamente enemigo a un arbitraje en el que interviniera el capitalista o el burgués.

En cuanto a la legitimidad y a la legislación se hace referencia concretamente a una legitimidad productora y a una legislación emanada de los congresos obreros.

Otro punto, que seguia al que acabamos de conocer, era el de La Instrucción Integral.

El acuerdo al respecto dice así:

Reconociendo que es imposible por el momento organizar una enseñánza racional;

El Congreso invita a las diferentes secciones a establecer cursos públicos siguiendo un programa de enseñanza científica profesional y productiva, es decir, enseñanza integral para remediar en lo posible la insuficiencia de la instrucción que los obreros reciben actualmente. Queda entendido que la reducción de las horas de trabajo es considerada como una condición primordial indispensable.

Sobre el punto Crédito mutual entre los trabajadores, la moción aprobada establecía que: El Congreso acuerda en principio la fundación de Bancos de cambio basada sobre el precio de costo, con el fin de transformar el crédito en democrático e igualitario y simplificar las relaciones entre el productor y el consumidor, es decir para sustraer el trabajo a la dominación del Capital ....

Palmiro Marbá ve una contradicción, o por lo menos, una confusión en esta interpretación: ... el grave error que entraña el deseo de establecer el crédito mundial para sustraer el trabajo a la dominación del Capital, y en cambio se recurre a este último para establecer dicho crédito, con lo que no es posible librarse de aquella dominación, ya que tanto el interés como la renta, el beneficio, o lo que sea, constituye una sustracción arbitraria realizada por el Capital. Por tanto ¿en qué forma puede ser éste un agente del trabajo, como se declaró anteriormente? Difícil sería contestar a esta pregunta. En sucesivos congresos después de verificado un detenido análisis, se cambia por completo de criterio en esta materia (45).

Esta mención que hace Marbá sobre interés, renta y beneficio, va dirigida a una mención que fuera aprobada acto seguido en Bruselas para tratar sobre el tema de La Cooperación:

Toda sociedad basada sobre los principios democráticos, rechaza toda detención o apropiación cometida en nombre del Capital, sea cual fuera la forma con que se encubra: renta, interés, beneficio, y deja así al trabajo todo su derecho, toda su justa remuneración.

Estas contradicciones, inevitables en una asamblea donde los pareceres no van de acuerdo y las discrepancias son fundamentales, tendrían que ir subsanándose en los comicios ulteriores. Todo comicio regular entraña una revisión forzada por la experiencia, por el estudio o por nuevas circunstancias aparecidas en la vida de los pueblos, de las sociedades y de los hombres. Sin revisión, sin re-examen, la humanidad permanecería estancada. El científico y el pensador son revisionistas que permiten un contínuo acercamiento a una gran verdad que se nos presenta siempre mutable al decorrer de los años. El sistema geocéntrico de Ptolomeo fue revisado y superado, el sistema monogenésico bíblico dejó de tener validez, la esclavitud natural aristotélica se nos muestra actualmente como una aberración ...

En el campo del trabajo, los primeros impactos aportados por trabajadores de diferentes paises, influenciados por diferentes doctrinas sociales. dominados por diferentes pasiones, tenían que lograr, forzosamente, acuerdos entrañando grandes transigencias y ello debido a que, por encima de todo, aquellos delegados buscaban a todo precio la entente, la coincidencia y el interés colectivo representado por la Internacional de cuya fortaleza dependía la fortaleza individual de cada sección y de cada trabajador.

Unos días después, el 21 y siguientes de septíembre, debía celebrarse en Berna el II Congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad y los delegados de Bruselas se dividieron una vez más en dos corrientes antagónicas al respecto. Por mayoría se aprobó una resolución en cuyo apartado 2 se lee: Que los delegados de la Internacional creen que la Liga de la Paz no tíene razón de ser, en presencia de la obra de la Internacional, e invitan a esta sociedad a unirse a ella y sus miembros a que ingresen en una u otra sección de la Internacional.

Cuando esta resolución llegó a conocimiento de los miembros de la comisión de París, encarcelados desde el mes de mayo, dirigieron un mensaje a Berna señalando que los delegados para deliberar sobre determinado orden del día, no tenían autorización para tomar una resolución de esta importancia sin consultar a sus grupos y que desde el punto de vista de la libertad, cuya conquista perseguimos, el derecho de considerarse la única expresión de las aspiraciones de una época, no puede pertenecer a ninguna asociación aislada y por lo tanto, nos complacemos en reconocer la utilidad de la Liga de la Paz y de la Libertad ...

Del Congreso de Bruselas, empero, todo el mundo quedó satisfecho y hasta Marx, a pesar de sus anatemas contra el acuerdo de la huelga a la guerra dio su conformidad a las sesiones.

Estas fueron clausuradas el día 13 y en su discurso de cierre Dupont, del Consejo General, dijo:

Los clericales dicen de nosotros: ved a este Congreso; declara que no quiere gobierno, ni ejércitos, ni religión. Y dicen la verdad: no queremos gobiernos porque los gobiernos nos abruman de impuestos; no queremos ejércitos porque los ejércitos nos exterminan, y no queremos religión, porque las religiones ahogan la inteligencia.

En cuanto a los anhelos de los prisioneros de Saint Pelagie, éstos fueron defraudados en Berna donde prevaleció una opinión conservadora y retrógrada que forzó a Bakunín y a la minoría revolucionaria a separarse de la Liga de la Paz.



Notas

(36) E. H. Carr. Míchael Bakunin, pág. 344. New York 1961.

(37) Esta cifra fue dada en la reunión de la Asociación que tuvo lugar el 20 de Abril de 1870 y fue citada en el curso del Tercer proceso que sufría la Internacional el 22 de junio de 1870.

(38) Citado por Edouard Dolleans, Histoire du Mouvement Ouvrier Tomo I. pág. 310.

(39) Palmiro Marbá.-Op. Cit. págs. 473 y 474.

(40 & 41) G. D. H. Cole., Op. cit pág. 125 y 126.

(42) Jean Maitron en Histoire du Mouvement Anarchiste en France, cataloga los Congresos de la Internacional así (pág. 44):

Período mutualista, influencia proudhoniana:

1. Ginebra (1866) y 2. Lausana (1867).

Congreso de Transición (Del mutualismo al colectivismo y al sindicalismo):

3. Bruselas (1868).

Mayoría colectivista antiautoritaria contra dos minorías proudhoniana y marxista:

4. Basilea (1869).

Congreso de la escisíón:

5. La Haya (1872).

Período anarquista, influencia bakuniniana:

6. Ginebra (1873). 7. Bruselas (1874). 8.Berna (1876) y 9. Verviers (1877).

(43) Edouard Dolleans. Op. Cit. pág. 314 (Tomo I)

(44) Id id pág. 313 (Tomo I).

(45) Palmiro Marbá. Op. Cit. págs. 476 y 477.


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