Índice de La Internacional obrera de Víctor GarcíaCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Lausana 1867. Segundo Congreso

Después de la celebración del primer Congreso se registraron algunos hechos, en Francia, que vigorizaron a la Internacional y que pusieron de relieve la importancia de la solidaridad entre los trabajadores. Uno de ellos fue el lock out contra los obreros del bronce en París para forzarlos a abandonar su Mutual. Se creó la Asociación de Fabricantes del Bronce para asegurar la independencta y la libertad del trabajo y se comprometía a una indemnización diaria para aquellos obreros que desearan ser independientes. Dicha Asociación niega a la vez el derecho de representación a los obreros a los que quiere forzar a presentarse individualmente para discutir los precios. Los obreros se niegan y los patrones cierran las fábricas el 25 de febrero de 1867 exigiéndoles la renuncia a la mutual si quieren obtener trabajo.

La réplica de los trabajadores fue categórica. Los mutualistas firmaron una declaración redactada en estos términos: Nosotros, los abajo firmantes, declaramos tener el honor de formar parte de la Sociedad de crédito mutuo de los obreros del Bronce que tiene como finalidad, garantizar a cada trabajador una retribución más en consonancia con las necesidades de la vida, y protestamos anticipadamente contra toda sociedad tendiente a rebajar la conciencia y la dignidad del hombre. (27).

El conflicto adquiere dimensiones mayores. Dieciocho delegados representando a otras corporaciones hacen un llamado a la solidaridad: La huelga de los obreros del bronce pone sobre el tapete la cuestión de la solidaridad que debe asegurar nuestra independencia y nuestra dignidad. ¡Obreros, todos nosotros somos atacados, levantémonos unánimemente! (28).

Fluyen las economías de las cajas de las corporaciones. La Internacional apoya el mensaje en favor de los obreros del bronce y logra que las Tracie Unions inglesas aporten también su ayuda económica. Finalmente la Asociaci6n de Fabricantes se ve forzada a ceder. Los obreros del bronce, gracias a la solidaridad de sus hermanos de clase, logran una gran vi«toria. El número de miembros de la mutual sube vertiginosamente hasta rebasar los 6000 adherentes. El propio prefecto de la policía se ve obligado a felicitar a los trabajadores por la dignidad y la firmeza observada en su conducta.

Otro hecho de relieve fue la huelga de los hilanderos y los tejedores de Roubaix motivada por la imposición de los patronos a fin de que los obreros ejercieran, de inmediato, dos oficios diferentes. Esto fue inclusive reglamentado y fijado en las paredes el 15 de marzo de 1867. Algunos de los artículos, como el 12 y el 13, que establecen la obligación para el obrero de pagar toda herramienta o pieza del trabajo, en caso de rotura, y que, el propio trabajo, sufrirá una merma de salario proporcional a los defectos que presente, provocan disturbios al día siguiente en los que se rompen máquinas, telares y se levantan barricadas frente a la presencia de las tropas.

En las negociaciones que siguen se logra el siguiente acuerdo:

Artículo Primero. EI reglamepto relativo a las multas será discutido y decidido por un consejo integrado en partes iguales por patronos y obreros.

Artículo Segundo. Todo obrero tendrá libertad de aceptar trabajar en uno o en dos oficios ...

La parte más interesante, empero, del conflicto de Roubaix, la hallaremos en el estudio que realizan los internacionalistas de las causas del conflicto y las soluciones.

Tolain, Fribourg y Varlín publican una declaración al efecto en la que se lee, entre otras cosas:

El empleo de las máquinas en la industria plantea un problema económico cuya solución inmediata se impone imperiosamente. Nosotros, los trabajadores, reconocemos en principio el derecho de los obreros a un aumento proporcional cuando, debido a la introducción de nuevas herramientas, una producción más considerable es impuesta.

Obreros de Roubaix:

Sean las que fueren vuestras justas quejas, nada puede justificar los actos de destrucción de los que habéis sido culpables. Pensad que la máquina, instrumento de trabajo, debe ser sagrada para vosotros; pensad que esta clase de violencias compromete vuestra causa y la de los trabajadores todos. Pensad que estáis dando armas a los adversarios de la libertad y a los calumniadores del pueblo.

La máquina, pues, aparece para los trabajadores conscientes, no como un enemigo sino como un aliado. Es sagrada dicen los firmantes de la declaración. Desde el primer momento se ve clara y profundamente el problema que, para tantos, no ofrecía más que dos salidas: la destrucción de la intrusa o el paro forzoso para los que la máquina desplazaba. Para los que tenían la confianza de los internacionalistas de París, Tolain, Fribourg y Varlín, ninguna de las dos soluciones era la correcta. Había que luchar, no contra la máquina sino contra el sistema que permitía que los beneficios que aportaba la máquina fueran, en su totalidad, a las arcas de los explotadores. Había que luchar para lograr que la máquina fuera una aliada del obrero, primero, en base a permitirle un mejor standard de vida logrado mediante la distribución proporcional permitida por el aumento de la producción y, segundo, por una disminución en las horas de trabajo.

En un artículo publicado en Siécle de fecha 4 de febrero de 1865, Anthime Corbon, que a la edad de 7 años ya lo encontramos trabajando de aprendiz de tejedor, señala la situación ambiental frente a la Internacional: En aquellos tiempos (unos veinte años antes), aparte un número reducido, la tendencia general de los obreros socialistas era considerar al Estado como su providencia visible y esperar de él la redención de las clases inferiorizadas. He aquí que una nueva generación declara que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. Y añadía: De lo que sí estoy seguro es que todas las personas cIarividentes y generosas aplaudirán esta reunión en congreso de tantos centenares de hombres representando la élite de los trabajadores de todos los países de Europa. (29).

En el Segundo Congreso, que iniciaba sus sesiones en Lausana el 2 de septiembre de 1867, se podían volcar sobre la mesa experiencias substanciales al tiempo que se podían abrigar mayores esperanzas, si cabe, que las que estaban presentes en Ginebra el año anterior sobre todo por parte de los ingleses y de los que compartían el escepticismo de Marx.

El incidente ocurrido en la sesión inaugural demuestra, desde el primer momento, que los delegados son hombres de avanzada social. Aviolat, en nombre de la Comisión organizadora del Congreso, pronuncia el discurso de apertura dando la bienvenida a las delegaciones y deseando, para ellas, la bendición de la Divina Providencia. Casi todos los presentes manifestaron su protesta porque nada tenía que hacer allí la Divina Providencia y el tono varió desde la objeción moderada hasta el grito estentóreo.

El número de delegados fue más crecido que el de Ginebra, 72 y, de acuerdo con G. D. H. Cole, el comicio volvió a ser un congreso franco-suizo. En efecto, 37 delegados eran helvéticos y 20 eran franceses. Las resoluciones iban a ser, consecuentemente, influenciadas por el pensamiento proudhoniano. Marx, que se muestra algo más optimista que en el de Ginebra, tiene que acusar el golpe pero piensa contrarrestarlo en Bruselas en el Tercer Congreso: En el próximo congreso de Bruselas yo dirigiré personalmente el asunto y les daré el golpe final a esta caterva de proudhonianos. Escribe el 11 de septiembre en carta dirigida a Engels. Este, gran despreciador de la base, como el propio Marx, le contesta abrigando las mismas esperanzas y señalando con una cierta dosis de cinismo: Sin embargo, mientras el Consejo General esté en Londres, todas estas resoluciones (las proudhonianas) no pasan de ser más que leche cuajada para el gato.

El presidente del Congreso iba a ser Dupont, delegado por el Consejo General de Londres, que también delegó a Eccarius, Lessner, Carter. Odger y Cremer. El Secretario fue James Guillaume, una de las figuras más interesantes de la historia de la Primera Internacional y, a la vez, el historiador más imparcial y más completo que la Asociación ha tenido. Marx llegó a odiarlo casi tanto como a Bakunín y su expulsión fue decretada en 1872 en La Haya, junto con la del gran anarquista ruso.

Otros delegados de realce lo fueron César de Paepe, un joven belga de 26 años con suficiente vitalidad para compaginar su trabajo de tipógrafo con sus estudios de médico y sus inquietudes en la lucha manumisorá del proletariado (30), el Dr. Kugelmann, de Hannover, gran corresponsal de Marx, el célebre materialista Luis Büchner, autor de Fuerza y Materia, Darwinismo y Socialismo, Naturaleza y Espíritu, el doctor Pierre CoulIery de la Chaux des Fonds, J. P. Becker, Karl Burkly y otros.

El Orden del Día del II Congreso de Lausana, era el siguiente:

1. ¿Cuáles serán los medios prácticos de facilitar a la Asociación Internacional de Trabajadores, un centro común de acción para la clase obrera en la lucha que ella sostiene contra el Capital?

2. ¿Cómo pueden las clases obreras utilizar, para su emancipación, el crédito que dan a la burguesía y a los gobiernos? Crédito y Bancos Populares. Moneda y papel moneda. Seguros mutuos. Sociedades obreras.

3. Los esfuerzos realizados hoy por las asociaciones para la emancipación del cuarto Estado (la clase obrera), ¿pueden tener por resultado la creación de un quinto Estado, cuya situación sería mucho más miserable aún? La mutualidad o reciprocidad considerada como base de las relaciones sociales. Equivalencia de las funciones. Solidaridad. Sociedades obreras.

4. Trabajo y Capital. Paro, las máquinas y sus efectos. Reducción de las horas de trabajo. División del trabajo. Transformación y extinción del salariado. Reparto de los productos.

5. Funciones sociales. Papel del hombre y de la mujer en la sociedad. Educación del niño. Enseñanza integral. Libertad de Enseñanza.

6. Definición y papel del Estado. Servicios públicos, transportes y circulación. Intereses colectivos e individuales. El Estado considerado como justiciero y guardián de los contratos. Derecho de castigo.

7. La privación de libertades políticas, ¿no es un obstáculo para la emancipación social del trabajo y una de las causas principales de las perturbaciones sociales? ¿Cuáles son los medios de acelerar este restablecimiento de las libertades políticas? ¿No será éste la reivindicación por todos los trabajadores del derecho ilimitado de reunión y de la libertad ilimitada de la prensa?

8. Manifiesto colectivo de los trabajadores al Congreso de la Paz que se reunirá en Ginebra.

Sobre el primer punto el Congreso aprobó una resolución, obra de Eccarius, Becker y Tolain, compuesta de cuatro puntos, que fue una manera elegante de salir del caso. Allí recomiendan ayudar a toda idea de progreso en la vida pública y de tomar la iniciativa para la creación de instituciones de producción o de toda otra iniciativa que presente una utilidad directa para la clase obrera. También se establece que, caso de que el Consejo General no pueda publicar un boletín, hacer cada trimestre una comunicación escrita (Art. 20 del Reglamento) al Consejo Central de cada país, que la cotización central será por año, de 10 cts. para todos los miembros de la A. I. T., y que, los delegados de las ramas y de las secciones que no hayan pagado su cotización central no podrán tomar parte en el Congreso.

En el Segundo punto fueron ponentes De Paepe y Charles Longuet. Este último, en su preámbulo decía: El medio para las clases obreras de utilizar el crédito que ellas dan a la burguesía y a los gobiernos es el de cesar de dárselo, de concedérselo a ellas mismas.

De Paepe presentó su propio informe, en oposición al de Longuet. Un extenso estudio basado en los conceptos económicos de Proudhon: bancas populares para suministrar créditos sin interés, organización de sociedades mutuales y las pautas prudhonianas basadas en el mutualismo en general.

Eccarius, por su parte, trató de imponer el criterio de Londres, es decir el de Marx. Finalmente el Congreso acordó invitar, de una manera urgente a los miembros de la A. I. T. en los diferentes países a usar de su influencia para lograr que las sociedades de oficio apliquen sus fondos a la cooperación de producción, como el mejor medio de utilizar, dentro clel propósito de la emancipación de las clases obreras, el crédito que ellas dan en la actualidad a la clase media y a los gobiernos.

Aquellas sociedades que no quieran consagrar sus fondos a formar establecimientos cooperatívos por su propia cuenta deberán emplear sus fondos a facilitar el establecimiento de la cooperativa de producción en general y hacer sus esfuerzos para establecer un sistema de crédito nacional proporcional a los medios de aquéllos que reclamen su ayuda, independiente de valores metálicos, y establecer un sistema de bancos cooperativos.

El tercer punto aparece como una continuación del precedente y permite una toma de posición aún más clara de los internacionálistas:

1. EI Congreso estima que los esfuerzos realizados hoy por las sociedades obreras (si éstas se generalizan conservando su forma actual), tienden a constituir un cuarto Estado, teniendo debajo de ellas un quinto Estado más miserable todavía.

El peligro supuesto de un quinto Estado, motivado por los esfuerzos actuales de las asociaciones obreras, desaparecerá a medida que el desarrollo de la industria moderna hará imposible la producción en pequeña escala. La producción moderna en grande escala, fusiona los esfuerzos individuales y hace del trabajo cooperativo una necesidad para todos.

2. Para obviar ese peligro, el Congreso entiende que es necesario que el proletariado se capacite bien de esta idea: que la transformación social sólo podrá operarse de una manera radical y definitiva por medios activos que obren sobre el conjunto de la sociedad, y conformes a la reciprocidad y a la justicia.

3. Sin embargo, el Congreso entiende que todos los esfuerzos de las organizaciones obreras deben tender principalmente a que desaparezca en lo posible del seno de estas asociaciones la usurpación o detención que realiza el Capital sobre el trabajo, es decir, a introducir en ellas la idea de mutualidad y de federación.

Mutualidad y federación. El Congreso era ciento por ciento proudhoniano. La influencia de Marx era nula y su carta del 11 de septiembre demuestra el despecho y la envidia, dos de sus grandes defectos, que la actitud de las delegaciones provocó en él. El caso lo obsesiona y 24 horas después le machacará a Engels: En nuestro informe oficial ya arreglaremos a estos locos de París y el año que viene se hará lo posible para llevar a Bruselas a veinte ingleses y treinta alemanes ... Quiere imponer su pensamiento en base a la maniobra, al copo de los votos. En realidad su pensamiento no logró imponerlo nunca en la Internacional. Debido a ello la prefirió cadáver y la mandó a que expirara en Nueva York, lejos de una base que no podía domeñar.

En el Cuarto punto se elaboró un informe del que descolla este párrafo:

La Comisión reconoce que las máquinas son, de todos los medios empleados hasta hoy, los más potentes para llegar al resultado que nosotros buscamos, es decir, el mejoramiento material de la clase obrera, pero que para llegar a él es necesario que por la ayuda de los bancos de crédito mutual y por la Asociación, el trabajo se apodere de estos medios de producción para hacerlos servir en beneficio de todos y que no continúen en las manos de los capitalistas, que hasta hoy los utilizan para sus propios intereses en detrimento de la clase obrera, tanto desde el punto de vista moral como material, por el empleo de un gran número de mujeres y niños en las fábrícas. Todos nuestros esfuerzos deben dirigirse hacia la creación de instituciones de crédito mutual.

El Congreso se remitió, además al acuerdo tomado en Ginebra el año anteríor en el que se hace hincapié de que existe un fin más elevado que debemos alcanzar: la supresión del salario.

En el 5 punto, volcado a la enseñanza, la resolución aparece también amparada por tres apartados:

1. La enseñanza científica, profesional y productiva y la puesta en marcha de un plan de enseñanza integral.

2. La organización dé talleres-escuelas.

3. Considerando que el término enseñanza gratuita es un contrasentido dado que el impuesto extraído a los ciudadanos es una parte de los gastos, pero que la enseñanza es indispensable y que ningún padre de familia tiene el derecho de privar a sus hijos de ella.

El Congreso no concede al Estado el derecho a sustituir al padre de familia sino solamente en el caso que éste esté en la imposibilidad de cumplir con su deber.

En todo caso la enseñanza religiosa será descartada del programa.

Hubo algo muy significativo en este punto del Orden del Día del Congreso de Lausana:

El Congreso -dice un acuerdo al respecto- es de opinión que el establecimiento de un idioma universal y una reforma de la ortografía sería un bien general y contribuiría poderosamente a la unidad y a la fraternidad de los pueblos.

Faltaban, exactamente, veinte años para que Zamenhof ofreciera a la humanidad el Esperanto.

Se puede señalar el punto quinto como el primero en el que los delegados manifestaron discrepancias acentuadas. La idea de la enseñanza en tanto que derecho universal era compartida por todos pero las opiniones diferían fundamentalmente cuando se trataba de asignar la manera de llevar a cabo la enseñanza. ¿El Estado? ¿La familia? Ya hemos visto cómo, al respecto, habían surgido discrepancias en París entre los que reclamaban que el padre debería ser el responsable de la educación: Tolain y la fracción mayoritaria, y los que reivindicaban para la sociedad este privilegio: Varlín y los que lo secundaban. En Lausana hace irrupción otra corriente que reivindica al Estado. De ahí que la moción dé ingreso, por la puerta de servicio, al Estado solamente en el caso que éste (el padre) esté en la imposibilidad de cumplir con su deber.

Los proudhonianos -señalará G. D. H. Cole-, habiendo conseguido incluir en la resolución la expresión que ellos querían, pasaron por lo demás; y las referencias al Estado fueron aceptadas sin haber examinado bien el alcance de su verdadero significado (31).

Empero, donde la discrepancia iba a ser más pronunciada era en el Sexto Punto que reclamaba de los congresantes: Definición y misión del Estado.

A Vasseur tocó ser el ponente sobre el punto. En su introducción decía: Si nuestra definición del Estado es exacta, su papel debe limitarse a recibir los impulsos de sus mandatarios, a ejecutar su voluntad, a representar sus intereses, a permanecer en guardián del pacto social, a registrar las convenciones particulares sin que, en ningún caso, pueda por su propia iniciativa o voluntad privada impedir el ejercicio de los derechos que tiene por misión hacer respetar. Para dar a nuestro pensamiento una forma más precisa, diremos que el Estado es la gerencia social; no tiene puntos de intereses distintos a la sociedad porque no tiene ni vida ni existencia propia. Con relación a la nación es un signo, una abstracción.

Difícilmente se podía congeniar la heterogeneidad de ideas que los 72 delegados representaban. El punto no exigía solamente una definición del Estado sino que también reclamaba del Congreso una actitud frente a los transportes, los servicios públicos, los intereses individuales y los colectivos ...

Tolain escribía en Le Courrier Francais del 10 de septiembre: Todos estamos de acuerdo en reconocer que los grandes trabajos públicos tales como el crédito público, ferrocarriles, canales, minas, correos, telégrafos, deberían ser propiedad de la colectividad proporcionados al precio estricto de costo, pero los delegados se dividen cuando se trata de la propiedad de la tierra ...

Efectivamente, ingleses y alemanes son partidarios de la propiedad colectiva mientras que los franceses, y los suizos en menor grado, mantienen de una manera absoluta el principio de la propiedad individual.

César de Paepe, anticipándose a Bakunín en el seno de la Internacional, trataría de presionar en favor de la propiedad colectiva de la tierra y hasta introdujo una enmienda encaminada a tal fin, pero fue rechazada. Los proudhonianos, dice Cole estaban dispuestos a votar en favor de la propiedad pública de otros monopolios, siempre que no se les pidiera que se declarasen en favor de la propiedad por el Estado ... Sin embargo, de ningún modo votarían en favor de la propiedad pública de la tierra, porque eran firmes defensores de la propiedad del aldeano y la consideraban como parte esencial de su derecho personal a la propiedad. (32).

Las discrepancias eran de consideración. El Congreso aprobó finalmente una resolución que decía:

l. EI Estado no deberá ser más que el simple ejecutor de las leyes votadas y reconocidas por los ciudadanos.

2. Los esfuerzos de las naciones deben tender a convertir el Estado en propietario de los medios de transporte y de circulación, a fin de destruir la potencia del monopolio de las grandes compañías que, sometiendo a la clase obrera a sus leyes arbitrarias, atacan a la vez la dignidad del hombre y la libertad individual. Por esta vía se llegará a dar satisfacción a la vez al interés colectivo y al interés individual.

3. Formulamos el deseo de que el hombre culpable (recuérdese que el último apartado del 6 punto era sobre Derecho de Castigo) sea juzgado por ciudadanos nombrados por sufragio universal, que los ciudadanos jurados conozcan a fondo el culpable y que puedan buscar las principales causas que condujeron al hombre al crimen o al error.

Pedimos igualmente que ningún reo sea juzgado fuera del país a fin de que se pueda examinar, como se señala anteriormente, las principales causas que han podido desviarle de sus deberes; que la sociedad entera bastante frecuentemente es la sola culpable. La falta de instrucción lleva a la miseria; la miseria conduce al embrutecimiento; el embrutecimiento conduce al crimen; el crimen a la cárcel, la cárcel al envilecimiento, que es peor que la muerte.

La resolución, en lo que a la propiedad colectiva respecta, adolece de claridad. En primer lugar el Estado no había sido convenientemente definido y la acepción que daba Vasseur, en su introducción, era bien diferente a la que cargaban en sus alforjas los miembros del Consejo General grandemente influenciados por Marx. La propiedad pública habia quedado reconocida pero el nudo gordiano estaba implícito en la definición exacta de quien era administrador de la cosa pública y cómo debería administrarla.

Su discusión, en definitiva, fue pospuesta para el Congreso de Bruselas.

El Séptimo Punto, que fuera introducido en el temario a petición de una asamblea popular de Ginebra, fue resuelto mediante el siguiente dictamen:

Considerando que la privación de las libertades políticas es un obstáculo para la instrucción social del pueblo y la emancipación del proletariado, el Congreso reunido en Lausana en septiembre de 1867 declara:

1. Que la emancipación social de los trabajadores es inseparable de su emancipación política.

2. Que el establecimiento de libertades políticas es una medida parcial de absoluta necesidad.

La brevedad del enunciado deja paso a diferentes interpretaciones. El marxista Amaro del Rosal afirma que: Es la única resolución en que aparece, aunque débilmente, lo que era pensamiento de Marx (33). De Paepe señala, por su lado, que aquello era poner el efecto antes que la causa, James Guillaume, en el Tomo II de su L~lnternationalé, reconoce haber sido uno de los promotores del acuerdo; Jean Maitron ve una contradicción entre el primer parágrafo y el segundo y añade: He aquí lo que podía disipar todo equívoco sobre el as a means del congreso procedente. Pero en verdad las concepciones de los futuros adversarios de Marx estaban lejos de ser claras en aquella época ... (34); G. D. H. Cole dirá su opinión también: Al final, casi todos votaron en favor de estas resoluciones, porque cada cual podía interpretarlas a su gusto. Se pretendía que llenasen una doble finalidad: condenar a los que rechazaban por completo la acción política: los anarquistas y los sindicalistas extremados; y condenar también a quienes estaban dispuestos a trabajar por mejoras sociales sin una revolución política ... (35).

En el Octavo punto, y último del Congreso, se aprobó redactar un manifiesto para el Primer Congreso de la Liga de la Paz y de la Libertad, que tenía que reunirse los días 9 y siguientes del mismo mes de septiembre en Ginebra.

La resolución, obra de Guillaume, decía así:

El Congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores, reunido en Lausana.

Considerando:

Que la guerra pesa principalmente sobre la clase obrera, porque le priva, no sólo de los medios de existencia, sino que son los trabajadores los que vierten la sangre;

Que la paz armada paraliza las fuerzas productivas, no pide al trabajo más que obras inútiles e intimida la producción amenazándola con la guerra;

Que la paz, primera condición del bienestar general, debe ser, a su vez, consolidada por un nuevo orden de cosas que imposibilite en la sociedad la existencia de dos clases, explotada la una por la otra;

Debe adherirse plena y enteramente al Congreso de La Liga de la Paz y de la Libertad que se reunirá en Ginebra el día 9 de septiembre; sostenerle enérgicamente y tomar parte en todo cuanto emprenda para realizar la abolición de los ejércitos permanentes y el mantenimiento de la paz, con el fin de alcanzar lo más pronto posible, la emancipación de la clase obrera, y para librarse, al mismo tiempo, del poder y de la influencia del Capital, así como ir a la formación de una confederación de Estados libres de toda Europa.

Se aprobó también, una enmienda de Tolain que decía:

El Congreso:

Considerando que la guerra tiene por causa primera y principal el pauperismo y la falta de equilibrio económico;

Que para llegar a suprimir la guerra no basta licenciar los ejércitos, sino que hace falta modificar la organización social en el sentido de establecer un reparto cada vez más equitativo de la producclon.

Subordina su adhesión a la aceptación por el Congreso de la Paz de la declaración que precede.

Hay una cierta trabazón entre la Liga de la Paz y de la Libertad y la Asociación Internacional de Trabajadores que, a modo de paréntesis, obliga a referirnos a ella.




Notas

(27) Edouard Dolléans. Hístoíre du Mouvement Ouvríer. Tome I pág 302. París 1957.

(28) Dolleans. Op. cít. Tomo I. pág. 302 y 303.

(29) Edouard Dolleans. Op. Cit. Tomo I. pág. 297 y 298.

(3O) En 1863 cuando contaba 22 años. Paepe compuso un hímno a la anarquía: An-arquía, sueño de los amantes de la libertad integral, idolo de los verdaderos revolucíonarios, durante mucho tiempo los hombres te han calumniado e indignamente ultrajado; en su ofuscamiento, te han confundido con el desorden y el caos, míentras que, por el contrario, el gobíerno tu enemigo jurado, no es más que un resultado del desorden social, del caos económíco, de la mísma manera que tú serás el resultado del orden, de la armonía, del equílibrio, de la justicia. ¡Que tu reino llegue. An-arquía!.

(31) G. D, H. Cole. Op. Cit. Tomo II., pág. 111.

(32) G. D. H. Cole. Op. Clt. Tomo II. pag. 112.

(33) Amaro del Rosal. Los Congresos Obreros Internacionales en el Siglo XIX, pág. 153. México 1958.

(34) Jean Maitron. Hístoíre du Mouvement Anarchiste en France, pág. 47 y 48. París 1955.

(35) G. D. H. Cole. Op. Cít. Tomo II. pág. 112.


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