Indice de La matanza política de Huitzilac de Helia D´Acosta Capítulo décimoctavo - Los laureles de Caín Apéndice - Diversas notas biográficasBiblioteca Virtual Antorcha

LA MATANZA DE HUITZILAC

HELIA D´ACOSTA

CAPÍTULO DÉCIMONONO

La colección de asesinatos atribuidos al general Calles


Nuevamente al levantar mi voz en defensa de los verdaderos anhelos populares y por los fueros de las libertades públicas amordazadas o destruidas por el nefasto hombre que ha ejercido de la manera más cruel, más arterá y más insidiosa, el poder de la República; tengo que exhibir los procedimientos, los manejos, las ruindades, los crímenes que ha erigido en programas de gobierno, para que estas verdades sacudan la conciencia de mis conciudadanos que aún duden, pasen listas de presentes en las filas de quienes propugnamos por una era mejor, sin un agrarismo a lo Calles, que ha matado a la agricultura, un laborismo que sólo es holgazanería y afán insaciable de enriquecimiento. Un laborismo que ha asesinado a la industria, sin una política económica, reduciendo sueldos de míseros empleados, que permitan amasar fortunas que se convierten a la postre en posesiones como Soledad de la Mota, Santa Bárbara, La. Hormiga, y residencias palaciegas para cortesanas impúdicas, como las de Anzures y el fraccionamiento Hipódromo.

Una era en que no tenga cabida la introducción de cuantiosos contrabandos por parientes y paniaguados, sin dejar de contar entre ellos a aventureros yanquis, como algunos yernos hoy millonarios, y hace poco, verdaderos trampas. Una era que se apoye en un ejército de verdaderos soldados, patriotas y conscientes, y no en matarifes sin escrúpulos y asesinos por inclinación, enriquecidos en el cumplimiento de este odioso cometido.

Propugnamos los que estamos al lado del pueblo, propugna Gilberto Valenzuela, por una era en que los puestos públicos, sean servidos por los más aptos, no por ignorantes serviles; por lo más inteligentes, no por incondicionales; por hombres probos, no por ladrones de encrucijada.

Una era en que haya garantías para todos, libertad para todos, libertad de conciencia. Que cada hombre sea libre para abrazar la religión que desee, sin cortapisas ni trabas.

Esta es la enorme distancia que nos separa y nos aleja de Plutarco Elías Calles, cada instante mucho más.

Y puesto en el otro extremo, Gilberto Valenzuela tiene que demostrar la certeza de sus concretas acusaciones. No saldrá de los labios de Gilberto Valenzuela, cargo alguno que no pueda comprobar con hechos y pruebas fuera de toda discusión.

Por esta virtud, no ante los ojos de mis conciudadanos, ni ante la conciencia nacional, que con sus atinadas palpitaciones y sus clarividencias de gran pesantez, sino ante la opinión de todo el mundo, Gilberto Valenzuela exhibirá todas las pruebas de cómo el cobarde Plutarco Elías Calles, plaqeó con toda calma, y llevó a cabo por medio de esbirros que nunca le han faltado, el alevoso asesinato de Francisco Villa.So pena de ser señalado como un calumniador y un mendaz, Gilberto Valenzuela demostrará quiénes y cómo salieron de la residencia palaciega del cobarde Plutarco Elías Calles, con los bolsillos repletos de órdenes para las autoridades de la zona que tenían que atravesar, y de oro para ir a Sinaloa, a desaparecer con venenos dignos de los Borgia, al divisionario Angel Flores, a quien Calles tenía un miedo cerval.

Este compromiso lo tengo contraído con la opinión nacional, y por ello demostraré, sin lugar a duda, cómo planeó el cobarde Plutarco Elías Calles, traicionando el noble corazón de ese hombre bueno, ingenuo y sencillo que se llamó Francisco Serrano, el falso levantamiento de la guarnición de la plaza de México, de que se valió para asesinar a generales como Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano, a quienes temía.

Y remontándonos a épocas anteriores, no por remotas olvidadas, trazaré con pruebas cómo, cuando las terribles ambiciones personales de Plutarco Elías Calles eran un misterio para la generalidad de los mexicanos, preparó y llevó a cabo el envenenamiento del Gral. Benjamín Hill, en quien veía el más probable sucesor de Obregón en la Presidencia de la República.

Estos hechos que quedarán grabados con toda exactitud en la conciencia nacional, han obligado a la delimitación de los campos: de un lado, los callistas, los protegidos del insaciable Plutarco Elías Calles, y del otro, los que luchamos por una etapa de mejoramiento, de adelanto, de libertades.

En la lucha en que militamos de un lado los defensores del pueblo, los portavoces de la voluntad ciudadana, Gilberto Valenzuela no puede ser antagónico de José Vasconcelos, y mucho menos Gilberto Valenzuela puede ser adversario de Antonio Villarreal.

Seguiremos en esta cruzada por la salvación de la patria que nos hemos impuesto, y terminaré anunciando que dentro de pocos días, allí en Huatabampo, junto a las cenizas aún calientes de Alvaro Obregón, traicionado por quien le diera el fatídico beso de Judas, jurándole ser el más leal y mejor de sus discípulos, déclararé a la faz de la nación cómo el cobarde, el asesino, el Borgia de la época actual, Plutarco Elías Calles, fraguó y llevó a cabo el proditorio asesinato del Jefe de la Revolución, engañando torpemente a cándidas religiosas y católicos de cortos alcances para dar dos golpes en uno: hacer desaparecer al hombre que lo iba a reducir políticamente a la nada y justificar su odiosa, su impopular, su criminal campaña de persecución religiosa.

Entre Plutarco Elías Calles y Gilberto Valenzuela, no puede haber ligas de ninguna clase, como no podrán existir nunca entre un José Vasconcelos que renunciara a toda una cartera en el gabinete de Obregón, para no ser considerado complice tácito del cobarde asesinato del senador Francisco Field Jurado, como nunca podrán marchar unidos Antonio Villarreal y Calles.

Gilberto Valenzuela escogió su camino, y entre una vida de comodidades, pródiga en riquezas y en favores públicos, a costa de su dignidad y de sus virtudes ciudadanas, y otra, azarosa, del luchador del bien contra el mal, no ha vacilado.

Gilberto Valenzuela, sépalo bien la nación, escogió su camino, y por él marchará digno, enérgico, recio y patriota, aunque tenga que llegar al martirio y a la muerte, que vale más una muerte gloriosa que una vida sin dignidad, una vida de bajeza militando en las filas de los criminales que rodean a Plutarco Elías Calles.

Y fijaré una vez más por todas, que para Gilberto Valenzuela, una cosa es el gobierno de la República, los poderes de la República, y otra, muy distinta, Plutarco Elías Calles, y para no seguir manchando ni contaminando el gobierno y los poderes de la Nación, por la influencia maléfica de Calles, he abrazado la causa de las reivindicaciones populares, contra quien las conculcó groseramente durante su desastrosa administración y pretende aún seguir conculcándolas, valiéndose de incondicionales enriquecidos y de pusilánimes que no se atreven a enfrentársele.

Frente a los esbirros, frente a los incondicionales, cara a cara con los pusilánimes y temerosos, se yergue al lado del pueblo, de los ciudadanos patriotas que desean la salvación del país, Gilberto Valenzuela, que apenas sí considera iniciada su obra de redención, su lucha en pro de la reconquista de las libertades públicas, a las que tenemos derechos.

Gilberto Valenzuela, para terminar, desprecia que Calles por boca de sus instrumentos lo declare fuera de la ley, que nada teme, que si Calles ha decretado la sentencia de muerte a Gilberto Valenzuela, el pueblo hace mucho que dictó su sentencia sobre Calles, y su cumplimiento no tardará en llegar.

(Discurso del licenciado Gilberto Valenzuela, en el puerto de Guaymas, el 18 de febrero de 1929, como candidato de la oposición a la presidencia de la República. Publicado en El Universal, el 23 de febrero de 1929)
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