Presentación de Omar CortésCapítulo cuadragésimo primero. Apartado 4 - Desenvolvimiento económicoCapítulo cuadragésimo primero. Apartado 6 - El orden y la tolerancia Biblioteca Virtual Antorcha

José C. Valades

HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

TOMO QUINTO



CAPÍTULO 41 - ESTABILIDAD

LOS ASUNTOS EXTERIORES




El secretario de Relaciones Exteriores Padilla Nervo, quien como se ha dicho era extraño a la idea y práctica de una mexicanía, quiso dar a los asuntos con el extranjero un galopar tan ajeno a la realidad que llenó el ambiente diplomático de México con un sin número de reservas, dentro de las cuales no fácilmente se distinguía a dónde estaban las fronteras de la soberanía; a dónde las de la autodeterminación nacional.

En medio de esa transida situación, el gobierno de la República de Guatemala empezó a dar señales de inquietud antinorteamericana; y aunque la demanda de soberanía de los guatemaltecos era indiscutible, los gobernantes del país vecino, en aras de una vanidad ideológica y política, llevaron ésta de la elegancia o necesidad doméstica a la controversia exterior, y con ello pusieron en peligro lo que debería estar siempre a salvo de todas las contingencias: absoluto predominio de la vida interna de la Nación.

Los caudillos políticos guatemaltecos, en efecto, no tenían por qué, en punto de realizar las reformas que a su partido o patriotismo interesaban, contender y alegar razones contra el parecer o no parecer de otros Estados. La idea de hacer alegatos internacionales de problemas o principios de carácter doméstico, que estaba en desuso desde la Segunda Guerra Mundial, motivó que un asunto de la absoluta consideración y resolución de Guatemala se convirtiese en materia Continental: y de ello se aprovechó el gobierno de Estados Unidos, que ya estaba en guardia por los planes de nacionalidad que empezaban a desarrollar los guatemaltecos, para promover disyuntivas de alcances políticos internacionales.

Al efecto, con tanto desacierto condujeron los caudillos guatemaltecos los hilos de una controversia, que el gobierno norteamericano pudo señalar aquellas vehementes acusaciones y recusaciones como capítulos de disolución política y por lo mismo contrarios al Sistema Interamericano.

Jurídicamente, el asunto interno de Guatemala era intocable y estaba al margen de todas las preocupaciones de Estados Unidos y de los preceptos del Sistema Interamericano; mas no acontecía lo mismo políticamente; y como los Estados asociados en el Continente lo estaban más en el orden político que en el jurídico, el asunto de Guatemala se entregó por sí propio a la expugnación política.

En regla de preceptos de puridad jurídica frente a la idea política norteamericana de que los guatemaltecos habían quebrantado el pacto Continental, el presidente Ruiz Cortines pudo presentar con las singularidades de lo irrefragable, el derecho de la autodeterminación; pero como el argumento del departamento de Estado estaba más acá de los derechos jurídicos, la palabra del Presidente de México fue considerada como una doctrina de justicia superestructurada moralmente para todos los pueblos.

A la exposición de este concepto se había adelantado Ruiz Cortines, con señalada perspicacia, en la conferencia celebrada (19 octubre, 1953) con el presidente de Estados Unidos Dwight D. Eisenhower, con motivo de la inauguración de la presa Falcón, en la frontera méxico-norteamericana. Allí, con atinada advertencia Ruiz Cortines hizo el elogio de la soberanía y libre determinación de los pueblos. Las palabras del Presidente, debieron causar sospechas prematuras y por lo mismo indebidas al gobierno de Estados Unidos, que entregado a la ley de los impulsos, creyó ver un fantasma alucinado y estimulado por el Comunismo máxime que el snobismo de Padilla Nervo compatilizaba con el marxismo-leninismo; y de esta suerte precipitó una reunión de consulta de los ministros de Relaciones de los Estados americanos que, efectuada en Caracas (Junio, 1954), sólo sirvió de reiteración contra los vicios antidemocráticos y como preliminar para la caída del gobierno guatemalteco.

Sin embargo, como la política continental pareció entrar en un período laberintoso, el Presidente Ruiz Cortines aprovechó su Mensaje anual (septiembre, 1954) para establecer que México rechazaba todo género de intervenciones del Comunismo internacional en los países americanos; y con estas palabras, la sagaz inteligencia del Presidente reconcilió una situación que después de Caracas desentonó, debido a los errores de Padilla, con la unidad panamericana.

Y tanto sintió esta contingencia el Gobierno de Estados Unidos, que con cautela procuró una reunión de más alto nivel, que sólo pudo efectuarse en ocasión al 130° aniversario (junio 1956) del Congreso de Panamá convocado por Bolívar.

Reunidos, pues, los Jefes de los Estados americanos en Panamá, Ruiz Cortines puso en juego su austeridad de gobernante y su capacidad de hombre público para ser en esa reunión el abanderado de lo que él mismo llamó, con precisión, distinción y dignidad, la gran causa de América ... la causa fundamental de la libertad.

Fue tan grande y elocuente la presencia y actitud de Ruiz Cortines en el acto efectuado en Panamá, que no es elogio, sino verificación documental, que el presidente de México presentó el espíritu del honor, entereza y patriotismo de los pueblos civilizados.

Mas aquella rectísima política internacional llevada siempre de la mano por Ruiz Cortines, quien por tanto dejó a su segundas partes al inútil Padilla Nervo, la quisieron ennegrecer los mismos grupos políticos, al mismo tiempo que hacían esfuerzos para soliviantar a la masa popular contra Ruiz Cortines con el fin de sembrar desconfianzas y pesimismos en la Casa Blanca y los países continentales; pues hay probaciones de que caudillos faccionales que trataban de desequilibrar los niveles oficiales con propósitos preelectorales, auspiciaron una expedición, armada en suelo mexicano, dirigida a derrocar el gobierno de Cuba presidido por el general Fulgencio Batista, primero; a instaurar en la República cubana un régimen socialista, después.

En efecto, en noviembre de 1956, se hizo a la mar desde el puerto de Túxpan, y enarbolando una bandera rojinegra el grupo cubano, acaudillado con verdadera intrepidez por Fidel Castro y que iba destinado a instaurar en la Isla del Caribe un violento a par de novedoso y generoso sistema político.

El suceso, si por de pronto no produjo un efecto notorio en el país, más adelante mermó el postulado de no intervención que constituyó el principio de la política exterior de Ruiz Cortines; ahora que el Estado mexicano fue ajeno a tal acontecimiento.
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