Índice de Los nueve libros de la historia de Heródoto de HalicarnasoTercera parte del Libro TerceroSegunda parte del Libro CuartoBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO

Melpómene

Primera parte



1

Después de la toma de Babilonia, se realizó la expedición de Darío en persona contra los escitas. Como la población de Asia era abundante, y grandes los tesoros que ingresaban, codició Darío castigar a los escitas, pues al invadir antes el territorio de los medos y vencer en batalla a los que les hicieron frente, habían sido los primeros en abrir las hostilidades. Porque, como he dicho antes, los escitas dominaron la alta Asia durante treinta años menos dos. Yendo en seguimiento de los cimerios, invadieron el Asia, poniendo fin al dominio de los medos: éstos, en efecto, dominaban el Asia antes de llegar los escitas. Después de faltar de su país veintiocho años, de regreso en él tras tanto tiempo, les aguardaba una faena nada inferior a la de Media. Halláronse con que les salía al encuentro un ejército no pequeño; pues las mujeres escitas, como sus maridos estaban ausentes tanto tiempo, se habían unido con sus esclavos.


2

Los escitas sacan los ojos a todos sus esclavos a causa de la leche, su bebida, que obtienen así: emplean unos canutos de hueso muy parecidos a una flauta, los meten en las partes naturales de las yeguas, y soplan por ellos; al tiempo que unos soplan otros ordeñan. Dicen que lo hacen por este motivo: al inflarse de viento las venas de la yegua, sus ubres se relajan. Después de ordeñar la leche, la vierten en unos cuencos de madera, colocan alrededor de ellos a los ciegos, que baten la leche, y lo que sóbrenada lo recogen y lo tienen por lo más precioso; estiman en menos el fondo. Por ese motivo los escitas sacan los ojos a cuantos cogen, pues no son labradores, sino pastores.


3

Así fue que de esos esclavos y de sus mujeres había nacido una nueva generación, que luego de conocer su origen, salió al encuentro de los que volvian de Media. Ante todo, aislaron la región abriendo un ancho foso que iba desde los montes Táuricos hasta la laguna Meotis, en el punto en que es más vasta; y luego, allí acampados, combatian contra los escitas que se esforzaban por penetrar. Trabóse la batalla muchas veces, y como los escitas no podian sobreponerse en los combates, uno de ellos dijo asi: ¡Qué estamos haciendo, escitas! En combate con nuestros esclavos, si nos matan disminuye nuestro número, si los matamos disminuye el de nuestra futura servidumbre. Ahora, pues, me parece que dejemos nuestras picas y arcos y que tome cada cual el látigo de su caballo, y avance hacia ellos; pues en tanto que nos veían con las armas en la mano, creian ser iguales a nosotros y de igual linaje. Pero cuando nos vieren con el látigo y no con las armas, verán que son nuestros esclavos, y sabido esto no nos harán resistencia.


4

Luego que esto oyeron los escitas, lo llevaron a cabo. Los otros, espantados por lo que sucedia, dejaron de pelear y huyeron. Asi dominaron los escitas el Asia, y arrojados después por los medos, volvieron de tal modo a su pais. A causa de todo esto Darío quiso castigarles y reunió un ejército contra ellos.


5

Según cuentan los escitas, su nación es la más reciente de todas y tuvo este origen. Hubo en aquella tierra, antes desierta, un hombre que se llamaba Targitao; dicen (y para mi no dicen verdad, pero lo dicen no obstante), que los padres de este Targitao fueron Zeus y una hija del rio Borfstenes. Tal, pues, dicen que fue el linaje de Targitao, y que nacieron de él tres hijos, Lipóxais, Arpóxais y el menor Coláxais. Reinando éstos, cuentan que cayeron del cielo ciertas piezas de oro: un arado, un yugo, una copa y una segur. Habiéndolas visto primero el mayor de los tres, se acercó con ánimo de tomarlas, pero al acercarse el oro comenzó a arder. Retirado el primero, avanzó el segundo, y el oro hizo otra vez lo mismo. Rechazó a los dos el oro encendido, pero se apagó al acercarse el tercero, el cual se lo llevó a su casa. En atención a esto los dos hermanos mayores entregaron al menor todo el reino.


6

Añaden que de Lipóxais desciende la tribu de los escitas llamados aucatas; del mediano, Arpóxais, la de los que se llaman catiaros y traspies; y del más joven, que fue rey, los que se llaman paralatas. Dicen que todos, en conjunto, llevan el nombre de escolotos, apellido de su rey. Pero los griegos les han llamado escitas.


7

Así cuentan los escitas su origen. Y dicen que desde su primer rey Targitao hasta la invasión de Darío, pasaron en todo mil años y no más. Los reyes guardan aquel oro sagrado con todo celo, y todos los años le rinden culto, propiciándoselo con grandes sacrificios; y aquel que en esa festividad queda dormido al aire libre teniendo consigo ese oro, ese tal, dicen los escitas, no llega al año, y por eso se le da toda la extensión que él mismo puede recorrer a caballo en un día. Como la región era vasta, cuentan que Coláxais fundó tres reinos para sus hijos, e hizo que uno de ellos, aquel en que se guardaba el oro, fuese el más grande. Dicen que las tierras situadas al viento Norte, allende los más remotos habitantes no se pueden ver ni recorrer a causa de las plumas esparcidas, pues la tierra y el aire están llenos de plumas, y éstas son las que impiden la vista.


8

De ese modo hablan los escitas de sí mismos y de la región que cae más arriba de ellos; y de este modo los griegos que moran en el Ponto. Cuentan que Heracles arreando los bueyes de Gerión llegó a esa tierra, que estaba desierta y que ahora ocupan los escitas. Cuentan que Gerión moraba más allá del Ponto, en una isla que los griegos llaman Eritea, cerca de Gadira, sobre el Océano, más allá de las columnas de Heracles. El Océano empieza desde Levante y corre alrededor de toda la tierra, según dicen por decirlo, pero sin demostrarlo con hechos. Desde allá llegó Heracles a la región llamada ahora Escitia, y como le cogiese un frío temporal, se cubrió con su piel de león y se echó a dormir. Las yeguas de su carro, que pacían sueltas, desaparecieron entre tanto por divino azar.


9

Levantado Heracles de su sueño, según cuentan, buscó sus yeguas, y habiendo recorrido toda la región, llegó por fin a la que llaman Tierra Boscosa; allí encontró en una cueva a un ser de dos naturalezas, medio doncella y medio serpiente; de las nalgas arriba, mujer, y abajo, serpiente. Admirado de verla, le preguntó si acaso había visto a sus yeguas perdidas; ella respondió que las tenía; pero que no se las devolvería antes de que él se le uniese, y a ese precio se le unió Heracles. Ella difería la entrega de las yeguas, deseando quedarse el mayor tiempo posible con Heracles, y él quería tomarlas y marcharse. Al fin se las entregó y le dijo: Estas yeguas que hasta aquí llegaron, yo te las guardé y tú me pagaste el rescate, pues me hallo encinta de tres hijos tuyos. Dime lo que quieres que haga de ellos cuando sean mayores; si los establezco aquí mismo (porque yo soy la soberana de esta comarca), o si te los remito. Así le interrogó ella, y cuentan que él respondió: Cuando los veas hombres, si haces como te digo no errarás. Aquel de los tres a quien vieres tender este arco de este modo, y de este modo ceñirse este tahalí, a ése harás morador del país; pero al que no fuere capaz de hacer lo que mando, envíale fuera de él. Si así hicieres, tú quedarás satisfecha, y obedecerás mis órdenes.


10

Dicen que Heracles aprestó uno de sus arcos (pues hasta entonces llevaba siempre dos), le mostró el tahalí, y le entregó el arco y el tahalí, el cual llevaba en la punta en que se prendía una copa de oro; y después de entregárselo se marchó. Ella, cuando los hijos que le habían nacido se hicieron hombres, les puso nombre, al uno Agatirso, al siguiente Gelono, y Escita al menor, tuvo presentes las órdenes, y ejecutó todo lo encargado. En efecto, dos de sus hijos, Agatirso y Gelono, no fueron capaces de hacer aquella prueba de valor y arrojados por su madre partieron de su tierra, pero el más mozo, Escita, la llevó a cabo y quedó en la región; y de Escita, hijo de Heracles, desdenden todos los reyes de los escitas. En memoria de aquella copa, traen los escitas hoy día sus copas pendientes del tahalí, y esto fue lo único que discurrió la madre en favor de Escita. Tal cuentan los griegos que moran en el Ponto.


11

Existe aún otra historia, del siguiente tenor, a la que más me atengo. Los escitas nómades que moraban en el Asia, apurados en la guerra por los maságetas, partieron, pasando el río Araxes, hacia la región de los cimerios (pues se dice que la región que ahora ocupan los escitas era antiguamente de los cimerios). Ante el ataque de los escitas, los cimerios deliberaron, como es lógico hacerlo ante ataque de tan grande ejército. Dividiéronse los pareceres, entrambos obstinados, aunque mejor el de los reyes; porque el parecer del pueblo era que convenía partir y no exponerse al peligro por defender la ceniza del hogar; el de los reyes era que se había de pelear por la tierra contra los invasores. Ni el pueblo quería obedecer a los reyes, ni los reyes al pueblo; los unos pensaban partir sin combate entregando la tierra a los invasores: los reyes resolvieron morir y estar sepultados en su patria, y no huir junto con el pueblo, calculando cuántos bienes gozaban, y cuántos probables males les sucederían si huían de su patria. Así opinaban, y hallándose discordes y en igual número, lucharon entre si. El pueblo de los cimerios enterró a todos los que a sus propias manos murieron cerca del río Tiras (donde se ve todavía su sepultura); y una vez enterrados, salió de su tierra. Llegaron los escitas y se apoderaron de la región desierta.


12

Existen aún ahora en Escitia, muros cimerios, existen pasajes cimerios, existe también una comarca con el nombre de Cimeria, y el Bósforo llamado Cimerio. Es manifiesto que los cimerios, huyendo de los escitas al Asia, poblaron también la península donde ahora está Sinope, ciudad griega. Es asimismo manifiesto que los escitas, yendo tras ellos, invadieron Media por haber errado el camino; en efecto, los cimerios huían siguiendo siempre la costa, y los escitas les perseguían teniendo el Cáucaso a su derecha, hasta que invadieron el territorio, desviándose de su camino tierra adentro. Queda dicha esta otra historia, contada juntamente por griegos y bárbaros.


13

Por otra parte, Aristeas, hijo de Caistrobio, y natural de Proconeso ha dicho en su epopeya que, arrobado por Febo, había llegado hasta los isedones; más allá de los isedones habitan los arimaspos, hombres de un solo ojo; más allá de éstos, los grüos que guardan el oro; y más allá de éstos, los hiperbóreos que se extienden hasta el mar. Todas esas naciones, según él, salvo los hiperbóreos, estaban siempre atacando a sus vecinos, y los arimaspos habían sido los primeros. Ellos habían arrojado a los isedones de su tierra, los isedones a los escitas, y los cimerios que habitaban sobre el mar del Sur, apretados por los escitas, desampararon su país. Así, pues, tampoco Aristeas está de acuerdo con los escitas en cuanto a este país.


14

He dicho de dónde era natural Aristeas, el que esto ha afirmado; diré ahora la historia que de él oí en Proconeso y en Cicico. Cuentan que Aristeas, que era noble como el que más, entró en un lavadero en Proconeso, y allí murió, y que el lavandero cerró su taller y se fue a dar parte a los parientes más cercanos del difunto. Corrió por la ciudad la noticia de que estaba muerto Aristeas, cuando un hombre natural de Cícico, que acababa de llegar de la ciudad de Artaca, contradijo a los que contaban tal nueva, diciendo que se había encontrado con Aristeas, el cual se dirigía a Cícico, y que había hablado con él. Mientras contradecía el hombre obstinadamente, los parientes del difunto llegaron al lavadero, trayendo las cosas necesarias para llevarse el cadáver; pero, al abrir la casa, ni muerto ni vivo apareció Aristeas. Pasados siete años dicen que se apareció en Proconeso, y compuso la epopeya que los griegos llaman ahora Arimaspos, y después de hacerla desapareció segunda vez.


15

Así cuentan esas ciudades; yo sé este otro caso que sucedió con los metapontinos de Italia, doscientos cuarenta años después de la segunda desaparición de Aristeas, según hallé por cálculo en Proconeso y en Metapoiuo. Dicen los metapontinos que se les apareció Aristeas en su tierra y les mandó erigir un altar a Apolo y levantar a su lado una estatua con el nombre de Aristeas de Proconeso, explicándoles que entre todos los italianos ellos eran los únicos a cuya tierra hubiese venido Apolo, y le había seguido él, que era ahora Aristeas, pero entonces, cuando seguía al dios, era un cuervo. Tras hablarles en estos términos, dicen los metapontinos que desapareció: que ellos enviaron a Delfos para interrogar al dios qué significaba la aparición de aquel hombre: la Pitia les ordenó que obedeciesen a la aparición, pues más cuenta les tendría obedecerla: ellos la acataron y cumplieron las órdenes. Y, al presente, al lado de la imagen de Apolo está una estatua con el nombre de Aristeas, y alrededor de ella unos laureles. La estatua se alza en la plaza. Baste lo dicho acerca de Aristeas.


16

En cuanto al país de que ha empezado a hablar esta historia, nadie sabe con certeza lo que hay más allá de él. Por lo menos no puedo enterarme de nadie que diga haberlo visto por sus ojos, pues ni el mismo Aristeas de quien poco antes hice mención, ni él siquiera, dijo en su misma epopeya que hubiese llegado más allá de los isedones, antes bien habló de oídas de lo que había más allá, afirmando que los isedones eran quienes lo contaban. Pero cuanto nosotros hemos podido alcanzar con información exacta acerca de las más lejanas tierras, todo se dirá.


17

A partir del emporio de los boristenitas (que es el punto medio de la costa de Escitia), a partir de ese lugar, los primeros habitantes son los calípidas, escitas griegos y más allá de éstos, otro pueblo llamado los alazones. Éstos y los calípidas siguen los mismos usos de los escitas, sino que siembran y comen trigo, cebollas, ajos, lentejas y mijo. Más allá de los alazones viven los escitas labradores, quienes no siembran trigo para comerle sino para venderle. Más allá de éstos moran los neuros; la región de los neuros, situada hacia el viento Norte, está despoblada de hombres, que nosotros sepamos.


18

Tales son los pueblos que viven a lo largo del río Hípanis, al Poniente del Borístenes. Pasando el Borístenes, la primera comarca a partir del mar, es la Tierra Boscosa; a partir de ésta, en dirección al Norte, habitan los escitas labradores a quienes llaman boristenitas los griegos que viven cerca del Hípanis, y .se llaman a sí mismos olbiopolitas. Estos escitas labradores, pues, ocupan la región que hacia Oriente tiene de largo tres días de camino, extendiéndose. hasta un río que tiene por nombre Panticapes, y hacia el viento Norte tiene de largo once días de navegación por el Borístenes arriba. Más allá, sigue el desierto en una vasta extensión; después del desierto moran los andr6fagos, pueblo aparte, que no tiene nada de escita. Y más allá de ellos se encuentra ya un verdadero desierto en que no vive nación alguna, que nosotros sepamos.


19

La región situada a Oriente de los escitas labradores, pasando el río Panticapes, la ocupan ya escitas nómades que nada siembran ni cultivan. Toda esta tierra está rasa y sin árboles, excepto la Tierra Bostosa. Dichos nómades ocupan hacia Oriente una región de catorce días de camino, que se extiende hasta el río Gerro.


20

A la otra parte del Gerro se hallan los campos llamados Reales, y los escitas más bravos y numerosos, que tienen por esclavos suyos a los demás escitas; se extienden por el Mediodía hasta la región Táurica; por Levante hasta el foso que abrieron los hijos de los ciegos y hasta el emporio que se llama Cremrios, en la laguna Meotis, y en parte se extienden hasta el río Tanais. Más allá de los escitas reales, hacia el viento Norte, viven los melanclenos, otro pueblo, no escitas; y más allá de los melanclenos hay lagunas y el país está despoblado, que nosotros sepamos.


21

Pasando el Tanais, ya no es más Escitia; la primera de las regiones es la de los saurómatas, quienes empiezan desde el vértice de la laguna Meotis y ocupan hacia el viento Norte un espacio de quince días de camino que es todo sin árboles silvestres ni frutales. Viven más allá de ellos, en la segunda región los budinos, quienes ocupan una tierra toda cubierta de espesa arboleda de toda clase.


22

Más allá de los budinos, hacia el Norte, se halla ante todo un país desierto largo de siete días de camino, y después del desierto, inclinándose algo al viento del Este, moran los tiságetas, nación populosa e independiente; viven de la caza. Contiguos a ellos y establecidos en los mismos parajes están los llamados yircas; también éstos viven de la caza, del siguiente modo: un cazador trepa a un árbol y se pone en emboscada, pues hay bosque denso por todo el país; tiene listo a su caballo, enseñado a echarse vientre a tierra para hacerse más pequeño, y a su perro; cuando avizora la fiera desde el árbol, le dispara el arco, monta a caballo y la persigue acompañado del perro. Más allá, en la parte que se inclina a Oriente, viven otros escitas que se separaron de los Reales y así llegaron a ese paraje.


23

Toda la tierra descrita hasta la región de estos escitas es llana y de suelo grueso; pero desde allí es fragosa y pedregosa. Después de un gran espacio de esta tierra fragosa, al pie de unos altos montes, viven unos hombres de quienes se cuenta que son todos calvos de nacimiento, lo mismo los hombres que las mujeres, de narices chatas, mentón grande, y de lenguaje particular; llevan el traje escita, y viven de los árboles. El árbol de que viven se llama póntico; es más o menos del tamaño de una higuera; produce fruto igual a una haba, aunque con hueso: una vez maduro, lo exprimen y cuelan con paños, y mana de él un jugo espeso y negro; el nombre del jugo es asqui, lo chupan y lo beben mezclado con leche; y de la grosura de las heces hacen unas tortas y las comen. No tienen mucho ganado, por no haber allí buenos pastos. Cada cual vive bajo un árbol, cubriéndolo en invierno con un fieltro blanco y tupido, y sin él en verano. Nadie hace daño a estos hombres, pues se dice que son sagrados, y no poseen ningún arma de guerra. Ellos son los que componen las diferencias entre sus vecinos, y al fugitivo que se acoge a ellos, nadie les molesta. Su nombre es argipeos.


24

Hasta estos calvos, hay conocimiento manifiesto de la región y de los pueblos intermedios, pues hasta allí llegan algunos escitas por quienes no es difícil informarse, y algunos griegos, del emporio del Borístenes, y de los otros emporios del Ponto. Los escitas que van allá negocian por medio de siete intérpretes y por medio de siete lenguas.


25

Así que hasta ese pueblo es país conocido; pero nadie puede hablar con certeza de lo que hay más allá de los calvos, por cuanto cortan la extensión altas montañas inaccesibles, y nadie las franquea. Esos calvos dicen (pero para mí no dicen cosas creíbles) que en aquellos montes viven los hombres con pie de cabra; y pasando éstos hay otros hombres que duermen seis meses al año, lo que de todo punto no admito. De la parte situada a Oriente de los calvos se sabe con certeza que la pueblan los isedones; pero de la situada al Norte de los calvos y de loa isedones, nada se sabe, excepto lo que ellos mismos cuentan.


26

Dícese que los isedones observan estos usos: cuando a un hombre se le muere su padre, todos los parientes traen reses, y después de sacrificarlas y cortar en trozos las carnes, cortan también en trozos al difunto padre del huésped, mezclan toda la carne y sirven el banquete. La cabeza del muerto, después de limpia y pelada, la doran, y luego la usan como una imagen sagrada cuando celebran sus grandes sacrificios anuales. El hijo hace esta ceremonia en honor de su padre como los griegos los aniversarios de sus muertos. Por lo demás, dícese que éstos son también justos, y que las mujeres tienen igual poder que los hombres.


27

Así, pues, también este pueblo es conocido. En cuantO a la región que está al Norte de ellos, son los isedones los que hablan de hombres de un solo ojo y de grifos que guardan oro. De los isedones lo han tomado y lo repiten los escitas, y de los escitas hemos tomado los restantes esta creencia, y los llamamos arimaspos en lengua escita, porque los escitas por uno dicen arima, y por ojo spu.


28

Toda la región descrita tiene invierno riguroso por extremo; durante ocho meses al año la helada es tan insufrible que si en ese tiempo echas agua no harás lodo, pero si enciendes fuego harás lodo. Hiélase el mar y todo el Bósforo cimerio. Los escitas que viven de esta parte del foso pasan con sus tropas por encima del biela y conducen sus carros al otro lado, hasta los sindos. En suma, el invierno dura ocho meses al año, y los cuatro restantes son de frío. La naturaleza del invierno es allí muy distinta de la que tienen todos los inviernos de los demás países. En la estación de las lluvias apenas llueve, pero en verano no cesa de llover. Cuando en el resto del mundo hay truenos, no los hay entonces allí, pero en verano son muy frecuentes; y si truena en invierno, suelen maravillarse como de un prodigio. Del mismo modo, si hay un terremoto, sea en verano o en invierno, lo tienen por prodigio. Los caballos tienen resistencia para soportar semejante invierno: los mulos y los asnos no lo resisten en absoluto, mientras en el resto del mundo los caballos parados en el hielo se gangrenan y resisten los asnos y los mulos.


29

Me parece que por esta causa no tiene cuernos la raza de bueyes mochos de aquí; da testimonio en favor de mi opinión un verso de Homero en la Odisea que dice así:

Libia, donde a los corderos brotan al punto las astas.

Y dice bien que en los países cálidos los cuernos salen pronto; pero en los muy fríos, o no los tienen del todo los animales, o bien los tienen apenas.


30

Así sucede alli, pues, a causa del frío. Pero me admiro (ya que desde el principio mi relato anda en busca de agregados) de que en toda la comarca de Élide no puedan nacer mulos, no siendo frío el lugar ni habiendo otra causa alguna manifiesta. Dicen los eleos que de resultas de cierta maldición no les nacen mulos; pero cuando llega el momento de concebir las yeguas, las arrean a los pueblos vecinos, luego, en las tierras vecinas, les echan los asnos hasta que quedan preñadas, y entonces las traen de vuelta.


31

Acerca de las plumas de que dicen los escitas estar lleno el aire, y que a causa de ellas no pueden ver ni recorrer la tierra que queda más allá, tengo la siguiente opinión: más arriba de esa región nieva siempre (menos en verano que en invierno, como es natural). Pues quien haya visto de cerca caer nieve a copos, sabe lo que digo, pues la nieve se parece a las plumas. Por ese mismo invierno, tan crudo, son inhabitables las partes del continente que miran al Norte. Así, creo que los escitas y sus vecinos llaman plumas a los copos de nieve por comparación. Queda dicho, pues, lo que se cuenta sobre las regiones más lejanas.


32

Sobre los hiperbóreos nada dicen ni los escitas ni pueblo alguno de los que moran por ahí, a no ser quizá los isedones; y a mi parecer, ni aun éstos dicen nada, pues lo repetirían los escitas, así como repiten lo de los hombres de un solo ojo. Hesíodo es quien ha hablado de los hiperbóreos, y también Homero en los Epígonos, si realmente compuso Homero esa epopeya.


33

Pero quienes hablan mucho más largamente de ellos son los delios. Dicen que ciertas ofrendas envueltas en rastrojo llegan de los hiperbóreos a los escitas, y de los escitas las toman unos tras otros los pueblos vecinos, las transportan al Adriático, que es el punto más remoto hacia Poniente y de allí son dirigidas al Mediodía, siendo los dodoneos los primeros griegos que las reciben: desde ellos bajan al golfo de Malis y pasan a Eubea, y de ciudad en ciudad las envían hasta la de Caristo; desde aquí, saltean a Andro, porque los caristios son quienes las llevan a Teno, y los tenias a Delo. De ese modo dicen que llegan a Delo las ofrendas; pero la primera vez los hiperbóreos enviaron para llevar las ofrendas a dos doncellas, a quienes llaman los delios Hipéroca y Laódica, y juntamente con ellas, para su seguridad, a cinco de sus ciudadanos como escolta, esos que ahora son llamados portadores y reciben grandes honras en Delo. Viendo los hiperbóreos que no regresaban sus enviados y pareciéndoles fuerte cosa que siempre les tocara perder a sus delegados, llevaron entonces sus ofrendas envueltas en rastrojo hasta sus fronteras, y recomendaron a sus vecinos que las pasasen a otro pueblo; y así pasadas dicen que llegaron a Delo. Yo mismo conozco el siguiente uso, semejante a esas ofrendas: las mujeres de Tracia y de Peonia cuando sacrifican a Ártemis Reina, siempre envuelven sus ofrendas en rastrojo.


34

Sé, por cierto, que así lo hacen. En honor de esas doncellas de los hiperbóreos que murieron en Delo, tanto las muchachas como los mozos se cortan el cabello; ellas antes de la boda se cortan un rizo, lo enroscan alrededor de un huso y lo depositan sobre el sepulcro (el sepulcro está dentro del Artemisio, a mano izquierda del que entra, y sobre él crece un olivo). Todos los mozos de Delo envuelven algunos cabellos alrededor de cierta hierba y lo colocan también sobre el sepulcro.


35

Tal honra reciben estas doncellas de los moradores de Delo. Cuentan los delios asimismo, que Arga y Opis, doncellas de los hiperbóreos, pasando a través de esos mismos pueblos, llegaron a Delo aún antes que Hipéroca y Laódica. Porque éstas llegaron para traer a Ilida el tributo fijado en pago del alumbramiento rápido; pero Arga y Opis, según cuentan, llegaron junto con los mismos dioses, y se les tributan en Delo otros honores: en efecto, las mujeres hacen colecta para ellas invocándolas con los nombres del himno que les compuso Olen, natural de Licia. De ellas aprendieron los isleños y los jonios a celebrar con himnos a Opis y a Arga, invocando su nombre y haciendo colecta. (Este Olen vino de Licia y compuso también los otros himnos antiguos, que se cantan en Delo). Y la ceniza de las patas quemadas en el altar se emplea para echarla sobre el sepulcro de Arga y Opis. El sepulcro está detrás del Artemisio, vuelto hacia Oriente e inmediato a la hospedería de los naturales de Ceo.


36

Baste lo dicho acerca de los hiperbóreos, pues no cuento el cuento de Abaris, quien dicen era hiperbóreo, y de cómo llevó la saeta por toda la tierra sin probar bocado. Si hay hombres más allá del viento Norte, los habrá también más allá del Sur. Me río viendo cuántos han trazado ya el contorno de la tierra, y cómo nadie lo explica juiciosamente; trazan un Océano que corre alrededor de una tierra redonda como si saliera del torno, y hacen Asia igual a Europa. En pocas palabras declararé yo el tamaño de cada una de ellas y cuál es el trazado de cada cual.


37

El territorio de los persas llega hasta el mar del Sur, llamado Eritreo. Más allá de ellos, hacia el Norte, viven los medos; más allá de los medos, los saspires; más allá de los saspires, los colcos, que llegan hasta el mar del Norte, adonde desagua el río Fasis; estas cuatro naciones se extienden de mar a mar.


38

Desde allí hacia Poniente dos costas corren hasta el mar, las cuales describiré. Una de las costas, la que mira al Norte, empezando desde el Fasis, se extiende hasta el mar, siguiendo el Ponto Euxino y el Helesponto hasta el Sigeo de Troya; la parte de esta misma costa que mira al Sur, desde el golfo Miriándico, junto a Fenicia, se extiende hasta el mar hasta el promontorio Triopio. Viven en esa costa treinta naciones.


39

Esa es una de las costas. La otra, empezando desde Persia, se extiende hasta el mar Eritreo: o sea, Persia, a la cual sigue Asiria, y a ésta, Arabia; ésta termina (pero termina sólo por convención) en el golfo Arábigo, al cual condujo Darío un canal desde el Nilo. Hay, pues, una región ancha y vasta desde Persia hasta Fenicia. Desde Fenicia esa costa corre por este mar (el Mediterráneo), pasando por la Siria Palestina y por Egipto, en donde remata; en ella hay tres naciones solas.


40

Tales son las partes de Asia que se hallan a Poniente de Persia. Las que caen más allá de los persas, medos, saspires y colcos, hacia la aurora y el Levante, las limita el mar Eritreo, y por el Norte el mar Caspio y el rio Araxes, que corre hacia Lévante. El Asia está poblada hasta la India, pero desde alli, lo que cae a Oriente ya está desierto y nadie puede explicar cómo sea.


41

Tal es Asia y tal su extensión. Libia está en la otra costa, pues desde el Egipto ya sigue Libia. En el Egipto esta costa es estrecha, pues desde este mar hasta el mar Eritreo hay cien mil brazas que vienen a ser mil estadios; a partir de ese estrecho es ancha por extremo esa costa que se llama Libia.


42

Por eso me maravillo de los que limitaron y dividieron a Libia, Asia y Europa; pues no es corta la diferencia entre ellas: porque, en largo, Europa se extiende frente a las dos juntas, pero en cuanto al ancho es para mi manifiesto que ni merece comparárseles. La Libia, en efecto, se presenta rodeada de mar, menos en el trecho por donde linda con el Asia, siendo Necos, rey de Egipto, el primero de cuantos nosotros sepamos que lo demostró; luego que dejó de abrir el canal que iba desde el Nilo hasta el golfo Arábigo, despachó en unas naves a ciertos fenicios con orden de que a la vuelta navegasen a través de las columnas de Heracles rumbo al mar Mediterráneo, y así llegasen a Egipto. Partieron, pues, los fenicios del mar Eritreo e iban navegando por el mar del Sur; cuando venía el otoño, hacían tierra, sembraban en cualquier punto de Libia en que se hallaran navegando, y aguardaban la siega. Recogida la cosecha, se hacían a la mar; de suerte que, pasados dos años, al tercero doblaron las columnas de Herac1es y llegaron al Egipto. Y contaban lo que para mí no es creíble, aunque para otro quizá sí: que navegando alrededor de Libia habían tenido el sol a la derecha.


43

De este modo fue conocida Libia por primera vez. Más tarde los cartagineses son los que hablan de ella, ya que Sataspes, hijo de Teaspis, Aqueménida, no acabó de dar la vuelta a Libia, aunque enviado con ese fin, antes espantado de lo largo y solitario de la navegación, se volvió atrás sin llevar a cabo la empresa que su madre le había impuesto. Porque había forzado a una doncella, hija de Zópiro, hijo de Megabizo, y como por ese delito hubiese de morir empalado por el rey Jerjes, la madre de Sataspes, que era hermana de Darío, intercedió asegurando que ella le impondría mayor castigo que Jerjes: le obligaría a circunnavegar la Libia, hasta que circunnavegándola llegase al golfo Arábigo. Jerjes accedió a esta condición; fue Sataspes al Egipto, y tomando allí una nave con sus marineros, navegó hacia las columnas de Herades; después de pasarlas y de doblar el promontorio de Libia cuyo nombre es Soloente, navegaba rumbo al Mediodía. Tras de recorrer mucho mar en muchos meses, como siempre era más lo que faltaba, se volvió atrás, navegando rumbo al Egipto. De allí fue a presentarse al rey Jerjes y le dijo que en las tierras más lejanas que había costeado, había visto hombres pequeños que usaban trajes de palma, quienes apenas él arribaba con su navío, abandonaban sus ciudades y se escapaban a las montañas; que ellos, al desembarcar, no les hacían ningún daño y sólo les tomaban víveres. Dijo que el motivo de no haber circunnavegado la Libia era éste: el barco ya no podía avanzar y quedaba detenido. Jerjes no creyó que le decía la verdad, y como no había cumplido la empresa impuesta, le empaló, castigándole con la antigua sentencia. Un eunuco de este Sataspes, apenas oyó que su amo estaba muerto, huyó a Samo llevándose grandes tesoros, los cuales se apropió un samio; y yo que sé su nombre, de intento lo olvido.


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La mayor parte de Asia fue descubierta por Darío, quien, deseoso de saber en qué parte del mar desagua el río Indo (que es el segundo de todos los ríos en criar cocodrilos), envió en unos navíos, entre otros en quienes confiaba le dirían la verdad, a Escílax de Carianda. Partieron desde la ciudad de Caspatiro y la región Paccíica, y navegaron río abajo rumbo a la aurora y a Levante hasta el mar. Y por el mar navegando hacia Poniente, a los treinta meses aportaron al mismo sitio de donde el rey de Egipto había despachado aquellos fenicios, que antes dije; para circunnavegar la Libia. Después de esta circunnavegación Darío sometió a los indios y utilizó ese mar. De este modo se ha descubierto que, salvo la parte que mira a Levante, el resto de Asia se muestra semejante a la Libia.


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Pero respecto de Europa, es manifiesto que nadie ha averiguado si por el Levante y por el Norte está rodeada de mar; pero si se sabe que en largo se extiende úente a las dos juntas. Tampoco puedo alcanzar por qué motivo, siendo la tierra una misma, tiene tres nombres diferentes, derivados de nombres de mujeres; ni por qué se le puso por límites el Nilo, río egipcio y el Fasis colco (otros ponen el Tanais en la laguna Meotis y los Pasajes cimerios); ni tampoco puedo averiguar cómo se llaman los que así la dividieron, ni de dónde sacaron los nombres que impusieron. Porque ya muchos griegos dicen que la Libia tiene su nombre de una mujer nacida en aquella tierra, y que el Asia lleva el nombre de la esposa de Prometeo. Pero los lidios reclaman este nombre, diciendo que el Asia se llama así por Asias, hijo de Cotis, hijo de Manes, por quien también se llama Asiade una tribu de Sardes, y no por Asia la de Prometeo. Mas de Europa nadie ha averiguado si está rodeada de mar ni consta de dónde le vino el nombre, o quién se lo impuso; si ya no decimos que la región tomó su nombre de la Europa natural de Tiro, habiendo antes sido anónima como las otras. Pero es sabido que esa Europa era originaria de Asia, y no vino a la tierra que ahora los griegos llaman Europa, sino que solamente fue de Fenicia a Creta y de Creta a Licia. Baste, pues, lo dicho, ya que nos valdremos de los nombres acostumbrados.


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El Ponto Euxino, contra el que Darío hacía su expedición es, entre todas las regiones, fuera de Escitia, la que presenta los pueblos más rudos. En efecto, de las naciones del Ponto, no podemos señalar por su sabiduría nación alguna, ni sabemos que haya nacido hombre famoso a no ser los escitas y Anacarsis. Los escitas han hallado con sabiduría superior a todos (que sepamos) un solo arbitrio, pero el más importante, para los intereses humanos; en lo demás, por cierto, no les admiro. Y este importantísimo arbitrio consiste en que nadie que vaya contra ellos se les puede escapar, y que si ellos evitan el encuentro, nadie puede sorprenderles. Porque hombres que no tienen construidas ciudades ni murallas, todos sin casa fija, arqueros de a caballo, que no viven del arado sino de sus ganados, que tienen su morada en sus carros ¿cómo no habían de ser inexpugnables e inaccesibles?


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Han hallado este arbitrio porque la tierra es apropiada y los ríos les ayudan. Pues la tierra es una llanura llena de pastos y bien regada; corren por ella ríos en número no muy inferior al de los canales de Egipto. Nombraré únicamente los ríos renombrados y navegables desde el mar: el Istro, río de cinco bocas, luego el Tiras, el Hípanis, el Borístenes, el Panticapes, el Hipacitis, el Gerro y el Tanais. Corren del modo siguiente.


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El Isiro, que es el río más grande de cuantos nosotros sepamos, corre siempre igual a sí mismo, así en verano como en invierno; es, por Occidente, el primero entre los ríos de Escitia y es el mayor porque, entre otros ríos que desembocan en él, los siguientes en particular son los que le hacen grande: cinco que corren a través de la misma Escitia: el que los naturales llaman Pórata y los griegos Píreto, y además el Tiaranto, el Araro, el Náparis y el Ordeso. El nombrado primero de estos ríos es caudaloso, y corriendo hacia Oriente junta su agua con el Istro; el nombrado en segundo término, Tiaranto, corre más hacia Poniente y es menor; los otros tres, el Araro, el Náparis y el Ordeso, corren entre esos dos y desembocan en el Istro.


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Éstos son los ríos propiamente escitas que lo acrecientan. De los agatirsos baja el río Maris a unirse en el Istro, y desde las cumbres del Hemo corren hacia el Norte otros tres grandes ríos, el Atlas, el Auras y el Tíbisis, que desembocan en él. Por la Tracia y por el país de los tracios crobizos, corren el Atris, el Noes y el Artanes que desaguan en el Istro. Desde Peonia y el monte Ródope, desemboca en él el Cío, pasando por medio del Hemo. El río Angro, que desde Iliria corre hacia el Norte, se vierte en la llanura Tribálica y en el río Brongo, y el Brongo en el Istro; así recibe el Istro ambos ríos, que son grandes. De la tierra situada más allá de los ómbricos, desembocan en él el río Carpis y otro río, el Alpis, que también corren hacia el Norte. En suma, el Istro corre por toda Europa, empezando desde los celtas, que son los que viven más hacia Poniente. salvo los cinetas y, corriendo por toda Europa, penetra en el flanco de la Escitia.


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Así que, reuniendo su agua los mencionados ríos y otros muchos más, resulta el Istro el mayor de todos; si bien comparando corriente con corriente el Nilo le aventaja en caudal, pues no desemboca en él río ni fuente alguna que contribuya a su caudal. El Istro corre siempre igual en verano e invierno por la siguiente razón, según me parece: en invierno se halla en su propia altura y apenas crece un poco más de su natural porque llueve muy poco en esa tierra en invierno, y se halla toda cubierta de nieve. En verano, la nieve caída durante el invierno en cantidad, se funde y corre por todas partes al Istro. Esta nieve que desagua en él lo aumenta, y juntamente con ella muchas lluvias y temporales, pues allí llueve en verano. Y cuanta más agua absorbe el sol en verano que en invierno, tanto más es la que se une al lstro en verano que en invierno. Contrapuestas una y otra resultan compensarse y por eso el Istro se presenta siempre igual.

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