Índice de La primera guerra mundial y la revolución rusa de Ricardo Flores Magón. Recopilación de textos: Chantal López y Omar CortésArtículo anteriorSiguiente artículoBiblioteca Virtual Antorcha

LA GUERRA MUNDIAL

Las dimensiones de Regeneración son tan pequeñas, que con pesar nos vemos privados de dar cuenta detallada del tremendo conflicto que trae envuelta a las principales potencias mundiales.

Sólo podemos decir que la guerra sigue su curso de destrucción, de luto, de sangre, de llamas, de lágrimas, y que cada día hay más esperanzas de que otras naciones se vean mezcladas en esta lucha por la preponderancia comercial e industrial de sus respectivas burguesías.

¿Cuántos han muerto en el presente conflicto? Si se dijera que han muerto un millón de trabajadores, tal vez sería estimar muy por lo bajo la pérdida de vidas. Pero supongamos que sea un millón el número de muertos en esta guerra maldita, eso significaría que un millón de familias se encuentran sin amparo porque sus deudos fueron tan estúpidos que prefirieron marchar al degolladero por defender los intereses de sus explotadores, en lugar de ir a la guerra en defensa de los intereses de su clase.

Que mueran borregos de esa naturaleza, está bien. No hacen falta hombres que son un obstáculo a los deseos de libertad de los individuos de su clase. Cuando mueran los nuestros, debemos llorar; mientras mueran los imbéciles que van a luchar por el engrandecimiento de sus propios verdugos, debemos reír: menos obstáculos encontraremos en nuestra lucha por la destrucción del actual sistema.

Los hombres que están muriendo en los campos de batalla de la burguesía mundial, no hacen falta a la humanidad. Ellos son un estorbo al desenvolvimiento de los pueblos; ellos son el lastre que nos hace caminar penosamente a los revolucionarios; ellos son los que se ríen cuando les decimos que hay que acabar con todas las tiranías; ellos son los que nos insultan cuando les decimos que todos los seres humanos somos iguales; ellos creen en superioridades sociales: ¡que se mueran! ¡que no quede ni uno de ellos! ¡bendita sea la guerra que nos ahorra el trabajo de cortar tantas gargantas!

Llorar porque mueren tantos hombres, es estúpido; lamentarse de que miles y más miles de familias se encuentran sin amparo porque sus deudos han perecido en esta contienda de bandidos, es una debilidad. La humanidad necesita esa clase de sañgrías, arrojar lo malo que tiene, para que la parte sana pueda prosperar.

Que se debiliten los gobiernos y las burguesías en la estúpida guerra, que eso facilitará nuestro triunfo. Los buenos deben huir de esta guerra y prepararse para la que está por venir: la de clases. Esa será la guerra santa.

Al ver en diversos periódicos artículos lacrimosos sobre la guerra, siente uno que se le crispan los nervios. No son nuestros hermanos los que perecen por millares en los campos de batalla de Europa, Asia, Africa y Oceanía. Son nuestros enemigos; son los que quieren que perdure este sistema que nos hace despreciados; son los lacayos del capital, la Iglesia y la autoridad.

Lo que sí debemos hacer los revolucionarios es estar pendientes del momento en que sea oportuno descargar nuestros puños sobre nuestros verdugos. Sigamos con interés el curso de la gran guerra; tengamos nuestra mano puesta en el corazón del sistema burgués, y cuando sintamos que se debilitan sus pulsaciones no vacilemos: ¡rematémosle!

No se presentará mejor oportunidad a los revolucionarios sinceros de todo el mundo que la que esta guerra loca y suicida ofrece para reunir nuestras fuerzas, para coordinar nuestros planes. No dejemos que se pierda tan bella oportunidad; no permitamos que los gobiernos debilitados por la lucha, se robustezcan otra vez.

No lloremos. Los borregos que agonizan en los campos de batalla de la burguesía, son una amenaza para nuestra libertad cuando están vivos. Muertos, son garantía de victoria para los intereses de nuestra clase.

¡Viva tierra y libertad!

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, N° 202 del 14 de noviembre de 1914)

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