Índice de La primera guerra mundial y la revolución rusa de Ricardo Flores Magón. Recopilación de textos: Chantal López y Omar CortésArtículo anteriorSiguiente artículoBiblioteca Virtual Antorcha

AL BORDE DEL ABISMO

La burguesía se encuentra al borde de un abismo, de un abismo ahondado con sus uñas rapaces, de un abismo ahondado todavía más a dentelladas de jabalí furioso.

La burguesía se encuentra al borde de un abismo, de un abismo profundo y negro abierto en siglos y siglos de opresión y de crimen.

Y la burguesía resbala hacia el abismo en un suelo saturado de sangre y de lágrimas, sangre y lágrimas que su crueldad ha hecho derramar.

(...)

No hay ancla de salvación en perspectiva, no hay una brizna de hierba a la cual asirse, no hay un hierro candente al alcance de la mano.

El derrumbamiento es fatal: un soplo airado, que es como el aliento colérico de toda una humanidad que sufre, la empuja a las tinieblas del abismo, del abismo profundo y negro abierto en siglos y siglos de opresión y de crimen.

Es el soplo inexorable de las masas proletarias cansadas del yugo, ahítas de amargura, rebosantes de odio.

Es el soplo formidable de las oscuras falanges de la miseria, el aliento cálido de los desheredados que se resuelven ya a enarbolar sus andrajos como bandera de reivindicación y de represalia como estandarte de justicia y de venganza.

La burguesía tiembla bajo un cielo en que se van apagando todos los soles que le brindaban calor y le daban vida: Díaz desapareció; Nicolás se desvaneció en las tinieblas; Huerta se eclipsó; Kerensky es un astro errante y sin brillo; Carranza se opaca; Wilson pierde su lustre; Menocal enlodado chorrea fango; Alfonso pierde el equilibrio y para sostenerse siquiera por un instante, comete la estupidez de apoyar el pie en el cuello proletario; Yrigoyen se hunde; Guillermo condenado por la conciencia humana bate furiosamente las alas en el lodo como un buitre herido.

¡Los soles se opacan! ¡Los soles se mueren!

En la noche cerrada, Poincaré parpadea como la luz de una linterna de ventorro, y Eduardo apenas brilla como la luz amarillenta de una cerilla.

Esta gran tragedia bien podría tener por titulo la muerte de los dioses o el crepúsculo de los ídolos.

¡Y qué muerte y qué crepúsculo tan sin gloria y tan sin brillo!

Ya en el borde del abismo, la burguesía quiere jugar su última carta: no se resigna a morir; no puede renunciar a sus placeres y a sus privilegios sacados del sudor y de las lágrimas del pobre, sin dar las últimas dentelladas y los postreros zarpazos.

Y los zarpazos, y las dentelladas se dirigen hoy contra Rusia, fuente de donde manan intrépidas corrientes de rebeldía fecunda, y mañana se dirigirán contra México, fértil tierra de reivindicación proletaria.

Los gobiernos, astros moribundos, se confabulan para desplomarse sobre Rusia, y un sol enorme, el Japón, se precipita a gran prisa sobre Siberia, con la esperanza de sofocar con su mole el incendio revolucionario cuyo calor desentumece los miembros ateridos del proletariado universal.

Al calor de esa lumbre cobran ánimo los tímidos y los fuertes aspiran a pulmones amplios el ambiente saturado de rebeldía, señalando a las masas medrosas el resplandor que de Rusia se extiende por el orbe entero.

El terreno está abonado para la nueva cosecha: la emancipación proletaria.

El reinado de la burguesía está por terminar.

Nadie la ha matado: ¡se ha suicidado!

Un piadoso puntapié y desaparecerá en las tinieblas de su propia obra.

Ricardo Flores Magón

(De Regeneración, N° 262 del 16 de marzo de 1918)

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