Índice de La epopeya de los hermanos Flores Magón (1892-1912) de Autor anónimoPrefacio de Rafael Romero PalaciosSegunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

LA EPOPEYA DE LOS HERMANOS FLORES MAGÓN
(1892-1912)

I



He aquí, en compendio, la historia de nuestros esfuerzos para librar del peonaje a quince millones de seres humanos que forman la población de lo que se llama República Mexicana, un compendio también, de la historia de la tenaz persecución de que hemos sido víctimas por parte de todos aquellos que tienen interés en que no varíen las condiciones económicas, políticas y sociales del pueblo mexicano.

Bastante conocidas son esas condiciones. Encontrándose la tierra, madre natural de todas las riquezas, en poder de unas cuantas manos, la gran masa de la población mexicana está condenada a poner su fuerza, su inteligencia, su salud, su porvenir al servicio de los acaparadores de la tierra, quienes se aprovechan de la circunstancia de haber superabundancia de brazos, para imponer verdaderos salarios de hambre que varían, para los adultos, de dieciodio a treinta y siete centavos diarios, en moneda, mexicana, o sea la mitad en moneda americana, por un trabajo de doce, catorce y aun dieciseis horas al día.

La miseria en su más doloroso aspecto es el resultado de esta esclavitud económica, mantenida por la ayuda que las autoridades prestan a los terratenientes, pues para que esta condición subsista, no se permite que los habitantes de los territorios que comprenden las haciendas, salgan de los límites de ellas, lo que ocasionaría la disminución de brazos y el alza inevitable de los salarios.

El peón, por lo mismo, nace, procría y muere sin conocer otra cosa que su miseria, surtido en la ignorancia, pues para él no hay escuela desde el momento en que, cuando niño, tiene que ayudar con sus bracitos a aumentar en unos centavos más el salario del padre, y, cuando adulto, se ve forzado a deslomarse para que no mueran de hambre él y su familia.

Los salarios están perfectamente calculados para procurar que el peón pida dinero prestado a las negociaciones, de manera de tenerlo esclavizado de por vida, pues nunca puede pagar la deuda, y esa deuda, al morir el peón, se carga a sus descendientes que, a su vez la ven aumentar por las cantidades que ellos piden y asi sucesivamente, de manera que la población rural de México es una verdadera población de esclavos, y es esa la inmensa mayoría de la población de la República Mexicana.

Cuando uno de estos esclavos pretende volar a las fábricas de las ciudades o al extranjero, principalmente a los Estados Unidos en busca de un poco más de pan, las autoridades lo arrestan y lo llevan ante el amo de la hacienda, quien lo sujeta a tormentos que la imaginación más corrompida apenas puede concebir, siendo pocos los esclavos que logran quedar con vida después de sufrir las torturas.

Cuando el amo es benigno, ordena a los capataces que apaleen al peón hasta desmayarlo.

El peón tiene que sufrir en silencio toda clase de torturas físicas y morales. Si por desgracia está unido a una mujer bonita, tiene que permitir que el amo o los hijos del amo abusen de ella, sucediendo otro tanto si tiene hermanas o hijas que despiertan la sensualidad de sus verdugos. Si protesta el peón, si de alguna manera hace notar su disgusto, el amo lo manda a la cárcel, al cuartel o lo manda asesinar para quitarlo de enmedio, contando siempre con el apoyo decidido de las autoridades.

El trabajador de las fabricas, de las minas, etc., no es menos desgraciado, pues aparte de los mezquinos salarios y de las largas horas de trabajo que se acostumbran en esas negociaciones, a los trabajadores no se les permite recibir vistas en sus casas, ni se les permite que lean otros periódicos que los que inciensan al gobierno y apoyan esta horrible tiranía.

De Regeneración, N°99 del sábado 20 de julio de 1912

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