Índice de Historia diplomática de la Revolución Mexicana (1910 - 1914), de Isidro FabelaPrimera parte Entra en escena la Gran Bretaña Segunda parte El caso de William Bayard HaleBiblioteca Virtual Antorcha

HISTORIA DIPLOMÁTICA
DE LA
REVOLUCIÓN MEXICANA
(1910 - 1914)

Isidro Fabela

SEGUNDA PARTE

DON VENUSTIANO CARRANZA, GOBERNADOR DE COAHUILA,
DESCONOCE AL USURPADOR



Los asesinatos del Presidente y del Vicepresidente de la República Mexicana, don Francisco I. Madero y don José María Pino Suárez, conmovieron hasta lo más hondo la conciencia nacional. En los Estados Unidos de Norteamérica los trágicos sucesos causaron estupor e indignación, despertando en el mundo entero un sentimiento repulsivo para el asesino y de piedad para los mártires.

El pueblo, que amaba a Madero sinceramente porque estaba convencido de la pureza de sus principios y de la buena fe de sus intenciones, se sintió herido en los trasfondos de sus sentimientos humanitarios y patrióticos y aunque reaccionó desde luego, cordial e ideológicamente, contra los crímenes proditorios de febrero, su reacción no se externó de inmediato, sino esporádicamente, en actos violentos.

La inmensa mayoría nacional esperaba al hombre que interpretando la justicia, la dignidad popular y la ley, se levantara erguido para decir al mundo y a la historia que no sancionaba con su silencio y su inacción los hechos delictuosos que habían dejado acéfalo el Poder Ejecutivo de la República.

La masa del verdadero pueblo mexicano, la que había derrumbado con su potencia arrolladora la dictadura de Porfirio Díaz, no podía conformarse y no se conformó a la postre con los hechos consumados; pero ese pueblo, anonadado por los magnicidios y estupefacto por la actitud del ejército que no se levantó en armas inmediatamente después que el general Huerta aprehendiera al representante del Poder Ejecutivo, como era su elemental deber; y rebelde ante los deplorables actos legislativos que aceptaban al propio criminal como Presidente de la República, dando así apariencia de legalidad al gobierno espurio, apenas encontró al hombre que interpretara su estado de alma, su dignidad, sus deseos de venganza, la decencia de su ética y el ardor de sus patrióticos anhelos, lo recibió como a un Mesías reconociéndolo como el representante de sus derechos ultrajados y de la hidalguía mexicana.

Ese gran ciudadano fue Venustiano Carranza, el gobernador constitucional del Estado de Coahuila.

Carranza no vaciló un instante, no consultó con nadie cuál debiera ser su conducta, ni tampoco quiso investigar la actitud que asumiría el pueblo de su entidad y el de la República. Él sólo consultó con su conciencia y se guió por su moral y por la ley; y en cumplimiento de sus deberes de ciuldadano y gobernante, apenas recibió del general Huerta el cínico mensaje que le daba cuenta de haberse hecho cargo del Poder Ejecutivo de la Unión, asumió en seguida la responsabilidad histórica de desconocer a los usurpadores del poder público.

El 18 de febrero, el gobernador de Coahuila recibió el telegrama circular que el traidor Victoriano Huerta dirigió a todos los gpbernadores y jefes de zonas militares de la República, que decía:

Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo estando presos el Presidente y su gabinete.

Firmado.
Victoriano Huerta (1).

Al recibir el señor Carranza dicho mensaje convocó a una junta urgente en su casa habitación a todos los diputados del Congreso local, que eran los siguientes:

José García Rodríguez.
Epigmenio Rodríguez.
Gabriel Calzada.
Doctor Alfredo V. Villarreal.
Pablo López Bosque.
Perfecto Fuentes.
Valeriano Guzmán.
Vicente Dávila Ramos.

A esa junta asistieron, además, los militares:

Luis G. Garfias.
Jacinto B. Treviño.
Antonio Delgadillo.
Aldo Baroni.
Jesús Hernández, su secretario particular.
Gustavo Espinosa Mireles, ayudante de éste.
Alfredo Breceda.
Ernesto Meade Fierro.

De pie, y entre un librero y el escritorio principal, se encontraba el señor Carranza, que con su mano derecha alargaba un papel amarillo a los allí presentes, a fin de que se enteraran de su contenido -dice el testigo presencial de esa escena, Alfredo Breceda-. Cada uno de los presentes lo leía dos o tres veces y lo pasaba a lo siguiente persona -sigue diciendo Breceda- hasta que en el más profundo silencio llegara otra vez a manos del señor Carranza, quien volvió a darle lectura en voz alta: Autorizado ... V. Huerta.

Nadie interrumpía aquel silencio sepulcral, hasta que el señor Carranza manifestó que no autorizando la Constitución General de la República al Senado y a la Cámara de Diputados para nombrar otro Presidente que no fuera electo por el pueblo ni menos otorgar la facultad de poner presos a los primeros mandatarios del país, era deber del gobierno desconocer inmediatamente tales actos (2).

Agregó el señor Carranza que

sería deber del ejecutivo del Estado desconocer esa misma noche los actos de Victoriano Huerta y de sus cómplices aun cuando fuera necesario tomar las armas y hacer una guerra más extensa que la de tres años a fin de restaurar el orden constitucional, para cuyo efecto esperaba que la XXII Legislatura dé! Estado no solamente aprobara y secundara su actitud, sino que le otorgara las facultades extraordinarias por lo menos en los ramos de guerra y hacienda.

Estando todos los señores diputados de acuerdo con las ideas del ejecutivo estatal, el gobernador del Estado mandó a la Cámara la nota textual que sigue:

Gobierno del Estado de Cmhuila de Zaragoza.
República Mexicana.
Sección tercera.
Número 5,565.

Con fecha de ayer, y procedente de México, recibí el siguiente telegrama del general Victoriano Huerta:

Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete. V. Huerta.

El telegrama preinserto es por sí solo insuficiente para explicar con claridad la delicada situación por que el país atraviesa; mas como el Senado, conforme a la Constitución, no tiene facultades para designar al Primer Magistrado de la Nación, no pudo legalmente autorizar al general Victoriano Huerta para asumir el Poder Ejecutivo y, en consecuencia, el expresado general no tiene legítima investidura de Presidente de la República.

Deseoso de cumplir fielmente con los sagrados deberes de mi cargo, he creldo conveniente dirigirme a esta Honorable Cámara para que resuelva sobre la actitud que deba de asumir el gobierno del Estado en el presente trance, con respecto al general que, por error o deslealtad, pretende usurpar la Primera Magistratura de la República.

Esperando que la resolución de este Honorable Congreso esté de acuerdo con los principios legales y con los intereses de la patria, me es grato renovar a ustedes las seguridades de mi distinguida consideración y particular aprecio.

Libertad y Constitución.
Saltillo, 19 de febrero de 1913.
Venustiano Carranza.
E. Garza Pérez. Secretario.

A los ciudadanos secretarios del H. Congreso del Estado. Presente (3).

Acerca de la iniciativa del gobernador de Coahuila, transcrita antes, la Comisión de Puntos Constitucionales del Congreso Local rindió el siguiente dictamen:

Señor:

Siendo en nuestro poder una comunicación del Ejecutivo del Estado, de esta fecha, en la que informa a esta Honorable Cámara del siguiente mensaje que le dirigió el general Victoriano Huerta:

Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el Presidente y su gabinete; y siendo esta Comisión del mismo sentir que el Ejecutivo del Estado, cuando dice en su citada comunicación: El Senado, conforme a la Constitución, no tiene facultades para designar al Primer Magistrado de la Nación, considerando la presente situación grave por demás, no vacilamos en presentar la resolución que sigue, como nacida del patriotismo que anima a los miembros de esta Honorable Cámara, a fin de procurar de la manera más conveniente la solución del presente conflicto. En tal virtud, pasamos a proponer a la deliberación de V. H. el siguiente proyecto de decreto:

ArtícuJo 1° Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de Jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice él le fue conferido por el Senado, y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter.

Artículo 2° Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado en todos los ramos de la administración pública para que suprima los que crea conveniente y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional de la República.

Económico. Excítese a los gobiernos de los demás Estados y a los jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la federación para que secunden la actitud del gobierno de este Estado.

Sala de Comisiones del H. Congreso del Estado.
Saltillo. Febrero 19 de 1913.
José García Rodríguez.
A. V. Villarreal.
Gabriel Calzada (4).

Con la debida autorización del Congreso de la Legislatura el Ejecutivo expidió el siguiente decreto que transcribimos:

Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes, sabed:

Que el Congreso del mismo ha decretado lo siguiente:

El XXII Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, decreta:

Número 1,495

Artículo 1° Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de Jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice él le fue concedido por el Senado, y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter.

Artículo 2° Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del Estado en todos los ramos de la administración pública, para que suprima los que crea conveniente y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional de la República.

Económico. Excítese a los gobiernos de los demás Estados y a los jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la Federación, para que secunden la actitud del gobierno de este Estado.

Dado én el salón de sesiones del Honorable Congreso del Estado, en Saltillo (Coah.), a los 19 días del mes de febrero de 1913.

A. Barrera, diputado presidente.
J. Sánchez Herrera, diputado secretario.
Gabriel Calzada, diputado secretario (5).

Posteriormente, y sin pérdida de tiempo, el señor Carranza formuló una circular que fue trasmitida telegráficamente el día 19 a toda la República. Tal circular estaba concebida en estos términos:

El gobierno de mi cargo recibió ayer, procedente de la capital de la República, un mensaje del señor general don Victoriano Huerta, comunicando que, con autorización del Senado, se había hecho cargo del Poder Ejecutivo Federal, estando presos el señor Presidente de la República y todo su gabinete, y como esta noticia ha llegado a confirmarse, y el Ejecutivo de mi cargo no puede menos que extrañar la forma anómala de aquel nombramiento, porque en ningún caso tiene el Senado facultades constitucionales para hacer tal designación, cualquiera que sean las circunstancias y sucesos que hayan ocurrido en la ciudad de México, con motivo de la sublevación del brigadier Félix Díaz y generales Mondragón y Reyes, y cualquiera que sea también la causa de la aprehensión del señor Presidente y sus ministros, es al Congreso General a quien toca reunirse para convocar inmediatamente a elecciones extraordinarias, según lo previene el Art. 81 de nuestra Carta Magna; y, por tanto, la designación que ha hecho el Senado, en la persona del señor general V. Huerta, para Presidente de la República, es arbitraria e ilegal, y no tiene otra significación que el más escandaloso derrumbamiento de nuestras Instituciones, y una verdadera regresión a nuestra vergonzosa y atrasada época de los cuartelazos; pues no parece sino que el Senado se ha puesto en connivencia y complicidad con los malos soldados, enemigos de nuestra patria y de nuestras libertades, haciendo que éstos vuelvan contra ella la espada con que la nación armara su brazo, en apoyo de la legalidad y el orden.

Por esto, el gobierno de mi cargo, en debido acatamiento a los soberanos mandatos de nuestra Constitución Política Mexicana, y en obediencia a nuestras Instituciones, fiel a sus deberes y animado del más puro patriotismo, se ve en el caso de desconocer y rechazar aquel incalificable atentado a nuestro pacto fundamental, y en el deber de declararlo así, a la faz de toda la nación, invitando por medio de esta circular a los gobiernos y a todos los jefes militares de todos los Estados de la República, a ponerse al frente del sentimiento nacional, justamente indignado, y desplegar la bandera de la legalidad, para sostener al gobierno constitucional, emanado de las últimas elecciones, verificadas de acuerdo con nuestras leyes de 1910.

Saltillo (Coah.), febrero 19 de 1913.
Venustiano Carranza (6).

Así como hemos expuesto la viril y oportuna actitud del gobernador Carranza, que alumbró la sombría situación del país, encauzando la opinión pública desorientada con el terror que produjera la serie de crímenes proditorios cometidos por Huerta y sus secuaces, es justo dejar constancia histórica del encomio que merecen los señores diputados coahuilenses, los cuales, coordinando sus actos con la gallarda postura del Ejecutivo, dieron a éste la fuerza constitucional y el apoyo moral que requería para lanzarse a la lucha contra el poderoso ejército que sostenía al usurpador.

Por eso declaró ante el Congreso Federal, el Primer Jefe, en su infonne al Congreso de la Unión el año de 1917:

Afortunadamente la protesta viril, entusiasta y oportuna de la legislatura de Coahuila, que sin medir los peligros, ni tener en cuenta la insignificancia de los recursos con que se contaba para tan grande empresa, como que se iba a combatir contra los hombres resueltos a todo, faltos de escrúpulos y de todo sentimiento de moralidad, y sí sobrados de toda clase de elementos materiales, dio el resultado apetecido. La acción noble y generosa de los diputados, abrazando, al llamado del Ejecutivo del Estado, la causa de la legalidad, era sencillamente el patriotismo en acción, desbordante en pujanza y pronto a revestirse en formas heroicas, múltiples, para reivindicar la ley ultrajada y devolver al pueblo mexicano las libertades perdidas (7) .

La excitativa del señor Carranza, dirigida a todos los gobernadores del país no tUvo eco en ninguno de los mandatarios locales, pues aun cuando los de Yucatán, San Luis Potosí, Michoacán, Aguascalientes, Sinaloa y Campeche -o sean el Dr. Nicolás Cámara Vales, el doctor y general Rafael Zepeda, el Dr. Miguel Silva, Alberto Fuentes D., don Felipe Riveros y Castilla Brito-, sinceros maderistas, no reconocieron el régimen de Huerta, sin embargo, el hecho fue que no se atrevieron o no pudieron levantarse en armas, limitándose a dejar sus gobiernos y salir del país para incorporarse a la Revolución como Cámara Vales, Riveros y Castilla Brito, quienes salieron al extranjero poco después. Riveros fue aprehendido y llevado preso a México por la gente de Huerta. Y en cuanto a don José María Maytorena, de Sonora, no sólo no se adhirió de inmediato al movimiento revolucionario, sino que mandó entrevistar al gobernador Carranza por medio de su secretario general de gobierno, don Ismael Padilla, a fin de convencerlo de que depusiera su actitud por ser imposible, a su juicio, vencer a Victoriano Huerta.

La entrevista de entrambos señores fue secreta y de ella da cuenta el señor Carranza en su Informe al Congreso ya citado, en los siguientes términos lacónicos:

... el gobernador del Estado de Sonora José María Maytorena no se mostró muy dispuesto a ponerse del lado de la legalidad. La Legislatura sí reprobó abiertamente la usurpación y nombrando gobernador interino (al general Ignacio Pesqueira], por decreto de 4 de marzo del mismo año de 1913, desconoció a Huerta (8).

Como es bien sabido, el señor Maytorena pidió penniso a la Legislatura local para dejar la Primera Magistratura a su cargo y pasar a los Estados Unidos, por causa de enfermedad; pero después, al saber que el señor Carranza había salido de Coahuila para trasladarse a Durango, Sinaloa y Sonora, y convencido de que el movimiento revolucionario tomaba una fuerza incontenible, regresó a Hermosillo a hacerse cargo del Poder Ejecutivo.

Este cambio de actitud, de parte de Maytorena, provocó una honda escisión entre los elementos civiles y militares del Estado, pues mientras la mayoría encabezada por los jefes revolucionarios Obregón, Calles y Alvarado, vio con profundo desagrado el régimen del hombre que no había sabido cumplir sus estrictos deberes en los momentos críticos, otros, los indios yaquis y algunos diputados y generales, sí estuvieron de acuerdo en el retorno de Maytorena, prestándole todo su apoyo.

Es evidente que si el gobernador Maytorena no estuvo a la altura que las circunstancias demandaban, desconociendo a Victoriano Huerta desde el primer momento que supo de los asesinatos del Presidente y del Vicepresidente de la República, como lo hiciera el gobernador de Coahuila, la Legislatura local de Hermosillo cometió un error al darle licencia al señor Maytorena sabiendo que en un principio -como está comprobado- no aprobó el desconocimiento del traidor Huerta, y aun intentó disuadir al señor Carranza que depusiera su irreprochable actitud, por tales motivos la Cámara de Diputados de Sonora debió haber designado, no gobernador interino como lo hizo, sino gobernador sustituto que supliera definitivamente al gobernador saliente.

Si así se hubiera procedido, muy probablemente se habría evitado la división política que el Primer Jefe encontró entre los sonorenses cuando llegó a la capital del Estado.

Es cierto que la estancia de escasos cuatro meses del señor Carranza en Hermosillo aplacó un tanto los ánimos divergentes de los políticos y militares sonorenses; pero apenas el Jefe de la Revolución abandonó aquella entidad, para emprender la campaña de Chihuahua y seguir al sur de la RepÚblica, aquella división latente se tradujo al fin en una rebelión. El gobernador don José María Maytorena se puso del lado del general Francisco Villa que había desconocido la autoridad del Primer Jefe, provocando con ello la primera contienda civil entre los constitucionalistas cuando todavía Victoriano Huerta estaba en el poder.

Con estos antecedentes históricos que prevalecían en los Estados de Coahuila y Sonora, abordamos ahora el relato de los acontecimientos de carácter internacional que surgieron entre el gobierno de la Revolución y las autoridades de Washington al sobrevenir el desconocimiento del señor Carranza respecto al gobierno del usurpador Victoriano Huerta.

Apenas se enteró el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, de la actitud del gobernador coahuilense, dio instrucciones a su cónsul en Saltillo, míster Holland, para que entrevistara a dicho mandatario.

Al efecto hace constar dicho gobernante estos hechos:

... Se presentaron ante mí, en el palacio de gobierno de Saltillo, el cónsul y el vicecónsul de Estados Unidos, expresando que tenían instrucciones del embajador americano Henry Lane Wilson para decirme que desistiera de mi actitud de desconocimiento para el gobierno del general Huerta, pues según afirmaron sería inútil toda resistencia, ya que el usurpador disponía de inmensos recursos para sofocar el movimiento de Coahuila; y me hicieron saber que acababa de ser reconocido el gobierno de Huerta por todos los gobiernos que tenían acreditada representación en la ciudad de México, inclusive el de Estados Unidos. Agregaron también, por instrucciones del embajador Wilson, que todos los gobernadores de los Estados habían aceptado el nuevo orden de cosas, y que yo únicamente era el que se ostentaba en actitud de rebeldía. A todo esto contesté que tenía conocimiento de los elementos con que contaba la usurpación y los reducidos de que yo disponía, pero que no aceptaba ningún arreglo y cumpliría con mi deber como gobernador del Estado, cualquiera que fuese el resultado de la lucha. Posteriormente obtuve copia del mensaje que Wilson dirigió sobre el particular al cónsul y al vicecónsul citados, para que ejercieran presión sobre mí y obtuvieran mi sumisión al gobierno emanado del cuartelazo.

Pocos días después, estando en el cuartel general mío en Villa de Arteaga, volvió a presentarse el vicecónsul Silliman, pidiéndome que dijera cuáles eran las condiciones que yo pondría para evitar la guerra y que él se comprometía a hacerlas llegar al general Huerta por conducto del embajador Lane Wilson. Le di un oficio para el expresado embajador, refiriéndome a las indicaciones que me habían sido comunicadas en la entrevista anterior, celebrada con el cónsul y vicecónsul de los Estados Unidos, y manifestando que para evitar la lucha armada exigía yo que salieran del país Victoriano Huerta, Félix Díaz, Aureliano Blanquet y todos los demás complicados en el cuartelazo y en el asesinato del Presidente y Vicepresidente de la República; que evacuaran la capital las fuerzas que habían contribuido a la caída del gobierno legítimo, y quedaran substituidas por fuerzas de los Estados de Coahuila y Sonora; que el Congreso designara substituto legal del Presidente, y que implantado el nuevo gobierno, resolviera éste qué castigo merecían los soldados que habían faltado a su deber.

El Vicecónsul Silliman se comprometió a hacer llegar ese oficio a la capital de la República, del cual no llegué a recibir contestación, y me reiteró que sus buenos deseos eran únicamente los de evitar el derramamiento de sangre (9).

Al cónsul Holland no lo conocí, sabiendo de él solamente que era un enemigo de la Revolución y los revolucionarios y un incondicional de Henry Lane Wilson, lo que se comprueba con la falsa actitud que asumiera con el gobernador Carranza.

En cuanto al vicecónsul Silliman, lo traté con mucha frecuencia el año de 1914, por haber sido nombrado por el Presidente Woodrow Wilson su representante personal cerca del Primer Jefe del Ejército ConstitUcionalista.

Silliman era viejo amigo de su mandante como lo fue también del señor Carranza, quien lo trataba, no sólo con las consideraciones debidas a su cargo sino con el afecto amistoso que supo crear, en el ánimo de don Venustiano, aquel varón sencillo y siempre correcto en su conducta oficial y privada.

De los representantes que el gobierno de Washington tuvo en México durante la Revolución: Rull, Carotters, Leon Canova, Fuller y Lind -todos anteriores al embajador Fletcher-, ninguno conoció tan bien al señor Carranza y a los mexicanos como John R. Silliman. El cual era muy aventajado de estatura, de lento y pesado caminar, muy parco en palabras y de serena y modesta parsimonia que nunca se alteraba aun en los momento más críticos de nuestras relaciones internacionales.

A don Venustiano le mostraba verdadera estimación y respeto, pues conocía el valor de su vigorosa personalidad como nombre y como estadista. Digo esto porque en la comunicación oficial que tuvimos míster Silliman y yo durante todo el año de 1914, en mi carácter de encargado de la secretaría de Relaciones Exteriores, me percaté claramente, hasta adquirir un efectivo convencimiento, de que dicho funcionario consular, transformado transitoriameue en diplomático, llegó a tener por el señor Carranza una notoria admiración. La que se colegía no sólo de sus juicios sobre su amigo don Venustiano sino por sus reiterados actos de consideración respetuosa hacia aquel mexicano dignísimo que en todo momento tenía presente su alto papel de representante de una nación y de un ideal de transformaciones políticas y sociales que había al fin de triunfar.

Es indudable que eran sinceros los deseos del señor Silliman cuando le expresó a don Venustiano, en Arteaga, que sus buenos deseos eran únicamente de evitar el derramamiento de sangre; pero creo asimismo que dicho funcionario fue víctima de su embajador y de su cónsul, y que, al cerciorarse de la verdad de los acontecimientos sucedidos en México, reaccionó en favor de los constitucionalistas teniendo yo la creencia de que, cuando fue llamado a Washington por su Presidente y amigo Woodrow Wilson, sus informes sobre los hechos reales de la Revolución y' de la persona del Primer Jefe fueron la causa determinante de su nombramiento de agente confidencial del ejecutivo estadounidense ante el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

El señor Carranza no dudó de las aseveraciones categóricas del cónsul Holland y de su amigo el señor Silliman; pero como no le amedrentaron los informes alarmantes que le proporcionaron dichos agentes consulares, y ya se había trazado a sí mismo la norma de conducta que había de seguir ante la rebelión huertiana; y creyendo realmente que el Presidente Taft había reconocido a Victoriano Huerta, el gobernador Carranza le dirigió el siguiente telegrama fechado en Ramos Arizpe el 26 de febrero:

La festinación con que el gobierno de usted ha reconocido al gobierno espurio que Huerta trata de implantar sobre la traición y el crimen ha acarreado la guerra civil al Estado de Coahuila, que represento, y muy pronto se extenderá en todo el país. La nación mexicana condena el villano cuartelazo que la ha privado de sus gobernantes constitucionales; pero sabe que sus Instituciones están en pie y que está dispuesta a sostenerIas. Espero que vuestro sucesor obrará con más circunspección acerca de los intereses sociales y políticos de mi país.

Firmado:
Venustiano Carranza, gobernador constitucional de Coahuila (10).

Los augurios de aquel experimentado estadista se realizaron del todo en su vidente predicción, pues la guerra civil se extendió muy pronto en todo el país.

Para que se juzgue con la actitud que merece el proceder falaz de Holland ante su propio gobierno a fin de tratar de conducirlo al reconocimiento del general Huerta, transcribimos el telegrama que envió a su cancillería:

De Saltillo, fechado el 21 de febrero de 1913.

Recibido febrero 22, 12 a. m. Secretario de Estado. Washington, D. C. Febrero 21, 1 p. m.

Gobernador Carranza acaba de anunciarme oficialmente que dará su conformidad para con la nueva administración de la ciudad de México. Toda oposición abandonada aquí. Ferrocarriles quedarán abienos desde luego. Prevalece perfecta quietud. Embajada notificada.

Holland (11).

Por fortuna la insidia del embajador Wilson, secundada por su expresado cónsul, se estrellaron ante la actitud de los Presidentes Taft y Wilson.

Como lo reconoció el señor Carranza, al manifestar, años más tarde, y con motivo de su incidente con el secretario de Estado del gobierno de Taft, Phillander Knox, lo que Slgue:

Doy con esto por terminada la discusión que el senador Knox ha intentado sostener, respecto de este asunto, pretendiendo justificarse y justificar al gobierno en que sirvió, por el indigno proceder del embajador Lane Wilson, y considero oportuno hacer una franca manifestación respecto de que la intriga manejada por dicho embajador, con objeto de obtener el reconocimiento del gobierno de los Estados Unidos para la administración del general Victoriano Huerta, fracasó ante la rectitud y buen juicio del gobierno del Presidente Woodrow Wilson, quien tomó posesión de su elevado cargo el 4 de marzo de 1913; debiendo reconocer igualmente que con toda serenidad el Presidente Taft se abstuvo, en los últimos días de su período constitucional, de otorgar ese mismo reconocimiento, dejando a su sucesor la responsabilidad de lo que decidiera acerca de los sucesos que en febrero de aquel año se desarrollaron en la capital de la República.

Mexico, junio 15 de 1917.
Venustiano Carranza (12).

Por considerarlo de un gran interés histórico reproducimos en seguida las declaraciones que hiciera el ex-Presidente William Taft sobre el criterio que lo guió para no reconocer a Victoriano Huerta, las cuales declaraciones confirman el parecer del señor Carranza respecto a los motivos que dicho estadista tuviera con toda serenidad para dejar a su sucesor la responsabilidad internacional que correspondía políticamente más bien al Presidente entrante que al saliente.

He aquí lo declarado por míster William Taft el 25 de abril de 1914:

Huerta, el dictador-caricatura que ahora sufre México, antes de rendirse a los rebeldes, obrando en carácter, provocará una intervenci6n armada por los Estados Unidos con la cual él tendrá dos ventajas: ser vencido por fuerza mayor y salvarse de ser ahorcado sumariamente por sus vencedores y paisanos.

Quiero creer que los informes que en esa época me proporcion6 mi agente oficial allí, el ministro americano (míster Henry Lane Wilson), si no fueron todo lo exactos e imparciales que yo tenía derecho a esperar, eso se debió a tan usual confusión que experimentan los testigos oculares y participantes con responsabilidades oficiales en situaciones anormales y críticas; pero nunca dudé, sin aventurar ningún juicio compatible con mi posición oficial entonces, que la evidencia circunstancial se acumulaba abrumadoramente incriminatoria para Huerta como parte instigadora en el doble asesinato de los presidentes mexicanos, y la circunstancia que agravó su traición al deponer al jefe de aquel Estado fue aprovecharse del delito apropiándose ilegalmente del poder.

De no haberme yo hallado a la sazón, como he dicho, próximo a abandonar el gobierno a una nueva administración, o si la llamada a suceder la mía hubiera sido integrada por republicanos, es decir, con punto de vista y tendencias políticas en armonía con las mías, yo habría adoptado una actitud enérgica contra Huerta; pero aparte de la perplejidad en que me hallaba al darme cuenta de que mi ministro aconsejaba contemporización con aquél, por aquello de que donde todo es malo hay que preferir lo menos perjudicial, mientras que la prensa de los Estados Unidos y los americanos residentes en México se dirigían a mí y a los miembros del Congreso pidiendo protección contra Huerta y censurando a mi ministro, la circunstancia de asumir las riendas del poder mi sucesor, míster Woodrow Wilson, personaje que con tanta insistencia había proclamado que gobernaría en ayuntamiento con sus teorías políticas sui generis en cuanto a su impracticabilidad de adaptarse como reglas inflexibles, fue causa de que yo me decidiera a seguir una política de statu quo ante la situación mexicana; algo así como lavarme las manos, por más que preveía y temía que esa situación creada por la traición y la violencia inevitablemente nos envolvería, más o menos temprano, en complicaciones internacionales con el régimen improvisado allí (13).

El incidente Carranza-Knox a que he aludido se desarrolló en la forma que sigue:

El señor Knox, siendo senador por Pensilvania, pronunció un discurso en Washington en el que hizo referencia al mensaje que pronunció el Primer Jefe Carranza el 15 de abril de 1917 ante el Congreso de la Unión, sosteniendo que, por los informes que recibiera la secretaría de Estado, entonces a su cargo, resultaba que el señor Carranza, siendo gobernador de Coahuila, había reconocido a la administración ilegal. del general Victoriano Huerta. Con tal motivo, el Primer Jefe del Ejército ConstitUcionalista ratificó los hechos históricos sucedidos a raíz del golpe de Estado de febrero, en los siguientes términos:

Me veo en la necesidad de rectificar nuevamente los conceptOs emitidos por el senador Knox, quien afirma que yo reconocí al usurpador Victoria no Huerta, después del cuartelazo que dio en la ciudad de México, el 18 de febrero de 1913; pues no sólo es falsa esta afirmación, según lo consigno en mi citado informe leído ante el Congreso de la Unión el 15 de abril del presente año, sino que los sentimientos personales del senador que se ha ocupado de esta cuestión lo hacen dar carácter de autenticidad a una declaración del cónsul Holland, que éste dice haber obtenido de mí; pero que no tiene pruebas de que yo se la haya hecho, y que no fue sino un ardid empleado durante el transcurso de los sucesos posteriores al 18 de febrero de 1913 para impresionar al gobierno de los Estados Unidos en el sentido de que todos los gobernadores de las diversas entidades federativas de la República habían aceptado el nuevo orden de cosas y, por tanto, procedía el reconocimiento del gobierno americano para el gobierno de la usurpación ...

La falsedad de estos hechos está demostrada con mi actitud invariable desde que tuve conocimiento de lo que ocurrió en la capital de la República el 18 de febrero; pues, al comunicarme el general Huerta que, de acuerdo con el Senado, había asumido el Poder Ejecutivo de la Nación y tenía prisioneros al Presidente y al Vicepresidente legítimamente electos, puse estos hechos en conocimiento de la Legislatura del Estado de Coahuila, y el 19 de febrero expidió ésta el decreto número 1,495, por medio del cual, en representación del Estado, cuyo gobIerno me estaba encomendado, se desconocía al general Victoriano Huerta, con su carácter de jefe del Poder Ejecutivo, se desconocían también los actos de éste, se me concedían facultades extraordinarias en todos los ramos de la administración pública, para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional de la República, y se ordenaba que se excitase a los gobiernos de todos los Estados y a los jefes de fuerzas federales, rurales y auxiliares de la federación, para que secundasen la actitud del gobierno de Coahuila.

Inmediatamente me dirigí por telégrafo a los gobernadores de los Estados más cercanos, comunicándoles que el gobierno de Coahuila rechazaba el incalificable atentado cometido contra el pacto fundamental, desconocía al gobierno de Victoriano Huerta, e invitaba a todos los gobernadores y jefes militares para ponerse al frente de la legalidad.

Cuando se tuvo en la ciudad de México noticia de mi actitud, el embajador Lane Wilson dio instrucciones por telégrafo al cónsul Holland para que ejerciera presión sobre mí, con el objeto de que cambiara mi actitud ...

Mi respuesta fue de completa negativa para reconocer a Victoriano Huerta, y tan es cierto esto, que en vista de las afirmaciones que el cónsul me había hecho, de que el gobierno de los Estados Unidos había reconocido al de la usurpación, dirigí al Presidente Taft, por la vía del ferrocarril internacional, el telegrama transcrito ... (14)

Independientemente de las aclaraciones históricas que el señor Carranza hiciera para dejar establecida la verdad respecto a su conducta política interna e internacional ante la asonada cuartelera Huerta-Díaz-Mondragón, los hechos realizados por el gobernador de Coahuila a partir del mismo instante en que se enteró de la prisión del Presidente Madero y del Vicepresidente José María Pino Suárez son de tal manera elocuentes en su realismo que nos parece innecesario insistir en ellos.

Corresponderá a los historiadores de la Revoluci6n Constitucionalista relatar los detalles, muy interesantes por cierto, de los aprestos guerreros del señor Carranza para iniciar la lucha contra las poderosas huestes federales comandadas por los generales Blásquez, Troucy Aubert y Joaquín Maas, y de los ardides de que se valiera para detener su avance al norte, el mayor tiempo posible. Todo esto mientras reunía y organizaba al pueblo armado que a diario engrosaba las filas del ejército de patriotas que reconocieron su jefatura en toda la República.

Comprendiendo el señor Carranza la importancia suma que tenía para su noble causa el que en los Estados Unidos de Norteamérica se conocieran las causas de su actitud y las razones que la justificaban ante su propio país y ante el mundo, el 4 de abril de 1913 dirigió este manifiesto:

AL PUEBLO AMERICANO

Por las consecuencias que, para los intereses americanos en la nación mexicana, pudiera traer el conflicto armado que ha surgido entre los Estados de Coahuila y Sonora y los demás que los están secundando, en contra del llamado gobierno del general Victoriano Huerta, quiero que el pueblo americano juzgue acerca de la justificación de la actitud asumida por los gobiernos antes expresados y por una gran parte del pueblo de otros.

Despues de treinta y cinco años de la dictadura del general Porfirio Díaz, el pueblo de México, no queriendo soportarla más, en una conmoción unánime en 1910, arrojó del poder al general Díaz, en la elección más espontánea verificada en la nación desde su independencia, llevó a la Presidencia de la República al ciudadano Francisco I. Madero, Jefe de la lucha democrática en contra de la dictadura del general Díaz.

Los elementos del viejo gobierno, no conformes con el nuevo régimen, intentaron tres veces, por medio de la revolución, derrocar del poder al señor Madero; pero la nación estaba con él y todos los esfuerzos de sus enemigos fueron inútiles.

Los descontentos, en su impotencia, recurrieron a sobornar al ejército y lograron conseguirlo con parte de la guarnición de la ciudad de México, que se sublevó contra el gobierno legalmente constituido. El Presidente confió el mando de las fuerzas para someterlos al general Victoriano Huerta, a quien el general Díaz había tenido en el olvido, por indigno e inmoral, y a quien el señor Madero había colmado de favores y de honores, que pagó con la más negra ingratitud arrojando una mancha, que no se lavará, en la historia del ejército. Se unió a los sublevados de Félix Díaz, sobrino del ex-dictador, aprehendiendo al señor Presidente, al Vicepresidente y al gabinete, comunicando a los Estados este acto indigno y atentatorio contra las instituciones de la nación, en los siguientes términos:

Autorizado por el Senado, he asumido el poder Ejecutivo de la nación, estando presos el Presidente y su gabinete.

Tal procedimiento, empleado por el ejército para hacer desaparecer el gobierno del pueblo, trajo como consecuencia el desconocimiento, por parte de los gobiernos de Sonora y Coahuila, del llamado gobierno del general Huerta, emanado de una asonada militar, y el referido desconocimiento originó el conflicto armado que empieza a asolar de nuevo a la nación y que no tendrá más solución que por medio de las armas, pues los que creemos que debe imperar el derecho sobre la fuerza no consentiremos en la restauración de la dictadura, que sería hoy mil veces más funesta que la pasada.

Expuesto lo anterior, yo pregunto al pueblo americano y a los gobiernos de sus Estados, ¿si se hubiesen desarrollado en Washington los acontecimientos acaecidos en la ciudad de México, y un jefe de su ejército se hubiese apoderado de su Presidente y Vicepresidente, y asesinándolos, asumiendo después por la fuerza de unos cuantos soldados armados la primera magistratura de la nación, seguirían otra conducta que la que hemos seguido los gobiernos de Sonora y de Coahuila? Yo creo que no. El Presidente usurpador seguramente no habría durado veinticuatro horas en el poder, sin haber sido arrojado de él.

Espero, pues, que el pueblo americano encuentre justificada la lucha actual en contra del llamado gobierno del general Huerta y nos disculpe de los perjuicios que a sus intereses se ocasionen, contra nuestra voluntad, en la contienda que nos envuelve.

Piedras Negras, 4 de abril de 1913.
El gobernador constitucional de Coahuila, y Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.
Venustiano Carranza (15).

Es indudable que el pueblo estadounidense simpatizó desde sus comienzos con la revolución iniciada por don Venustiano Carranza y repudió la villana actitud del soldado que volviera sus armas contra el Ejecutivo de la República que había confiado en él la defensa de las instituciones y de su persona; y es un hecho también que los presidentes Taft y Wilson, como hemos expuesto desde la primera parte de este estudio, contemplaron con horror los crímenes cometidos por Huerta y los suyos; pero a pesar de tales circunstancias, y no embargante el sentimiento general del buen pueblo norteamericano en favor de los constitucionalistas, la conducta oficial del gobierno de Washington hacia las autoridades revolucionarias se mantuvo mucho tiempo dentro de los cánones de una injusta neUtralidad diplomática que, de hecho, favorecía al usurpador.

A tales circunstancias se refirió el Primer Jefe cuando decía al Congreso de la Unión en abril de 1917:

Desconocida la usurpación huertista por el gobierno y la legislatura de Coahuila, y organizada la campaña contra aquélla, de acuerdo con lo establecido en el Plan de Guadalupe, fue el principal cuidado de la Primera Jefatura, por lo referente a las Relaciones Exteriores, ponerse en contacto con el gobierno de los Estados Unidos, único con quien podría hacerlo, desde el momento que los gobiernos de las principales naciones europeas se apresuraron a reconocer, como si fuera legítimo, el gobierno de Huerta, sin dar importancia a la serie de crlmenes sobre que se había establecido.

No obstante que el Presidente de los Estados Unidos del Norte en diversas ocasiones expresó el concepto de que el gobierno de Huerta era completamente ilegítimo, y que, por tanto, no podía ser reconocido, es lo cierto que no se prestó tampoco a reconocer al gobierno de Coahuila, y todavía más, a quitarle toda traba para que fácilmente pudiera proveerse del material de guerra indispensable para la lucha.

Con este motivo, los primeros esfuerzos de mi parte se encaminaron a gestionar ante el gobierno de los Estados Unidos que levantase el embargo que tenía decretado sobre toda clase de pertrechos de guerra, haciéndole ver que con semejante prohibición no se conseguía otra cosa que ayudar a Huerta de una manera muy eficaz, supuesto que el gobierno constitucionalista, no habiendo podido hacer una preparación suficiente, no estaba en posibilidad de fabricar las municiones y las armas que su ejército necesitaba imperiosamente y, además, carecía de puertos por donde introducirlos, mientras que Huerta podía proporcionárselas sin la menor dificultad de las fábricas de armas y municiones de Europa y podía también traerlas sin el menor obstáculo teniendo, como tenía, en su poder todos los puertos de altura.

El gobierno de los Estados Unidos, en vista de que la situación creada por su prohibición de exportar pertrechos de guerra favorecía la usurpación, tuvo al fin que derogarla, un año después de empezada la lucha contra Huerta; y de esta manera ya fue fácil atender a una de las necesidades más imperiosas de la campaña (16).

¡Un año después!, durante el cual los constitucionalistas se proveían de armas y pertrechos de guerra, en los Estados Unidos, con muy arduas dificultades y peligros, lo que se apreciará en su justa medida con los siguientes datos:

Estando resguardada nuestra frontera nórdica para impedir, y en su caso decomisar, el armamento y municiones con destino a los constitucionalistas, los revolucionarios tenían que valerse de toda clase de ardides para burlar la vigilancia de las autoridades fiscales y policiacas estadounidenses, e introducir, de contrabando, los elementos bélicos que requerían con apremio. En tales circunstancias, unas veces con exito y otras teniendo que sufrir las sanciones decretadas para los casos de infracción, como las multas, que cuando no se podían pagar eran sustituidas por fianzas costosas, o la cárcel, y en todo caso el embargo de los armamentos, transcurriendo así el primer año para los constitucionalistas; mientras Victoriano Huerta, como decía el señor Carranza, teniendo dinero y posibilidades de importación por nuestras costas, y aun a las veces, por el Río Bravo, se pertrechaba en forma que a los insurgentes les estaba vedada.

Como prueba de esto último transcribo el mensaje que el gobernador Carranza se vio obligado a dirigir como protesta al Ejecutivo noneamericano:

Eagle Pass, 21 de abril de 1913.
Excmo. señor Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos de América. Washington, D. C.

Me comunican de Laredo, Tex., que la autoridad militar de aquel lugar concedió la importación a Laredo, Méx., para el general Troucy, jefe de las fuerzas de Huerta, de dos ametralladoras y cinco mil cartuchos. Como el gobierno ilegal de Huerta no ha sido reconocido por Vuestra Excelencia, estimo que debe colocarse al general Huerta y a sus jefes en condiciones inferiores a aquellas en que me encuentro colocado yo, como gobernador constitucional del Estado, y aun como jefe de todas las fuerzas constitucionalistas de la República, y que han desconocido al gobierno emanado de una asonada militar y, por tal motivo, el gobierno de mi cargo cree que si se ha permitido o permite, por parte de los Estados Unidos, la introducción de armas y parque, para las fuerzas de Huerta, igual concesión debe hacerse al gobierno constitucionalista de este Estado, que yo represento, y a los Estados y jefes que luchan ror el restablecimiento del orden legal en México. Con tal concesión, los contendientes en la guerra que envuelve actualmente la República quedaremos en iguales condiciones, por lo cual suplico al gobierno de Vuestra Excelencia se sirva conceder, sin que se pongan dificultades por las autoridades de ese país, la introducción de armas y parque necesarios, para las fuerzas del orden legal que represento.

Sírvase usted perdonar, Excelentísimo señor Presidente, que el gobierno de mi cargo se dirija directamente a usted, aun cuando no sea la forma en que debiera hacerlo, como gobierno de un Estado, por no poder verificarlo por conducto del ministro de Relaciones de mi país, toda vez que no reconozco como legal el llamado gobierno del general Huerta.

El gobernador constitucional de Coahuila.
Venustiano Carranza (17).

Sobre tan importante asunto de las importaciones referidas, y para que se verifique ante la historia los innúmeros escollos que tuvo que vencer la Revolución en ese sentido, damos a conocer algunos documentos que corroboran la constante lucha de los constitucionalistas para abastecerse de las armas y municiones que tanto necesitaban y la actitud injusta del gobierno norteamericano hacia la parte débil de la guerra civil mexicana, en su primera etapa. El 1° de mayo de 1913 decía el señor Carranza a González Gante, agente del gobierno constitucionalista en los Estados Unidos:

... Haga usted cuanto sea posible porque se disimule la introducción de armas y parque para nuestras fuerzas; y deseo que usted vea si es posible conseguir dos cañones de montaña, mientras nos podemos hacer de más, con su correspondiente dotación de municiones, sin incluir accesorios para evitar dificultades al pasarlos a este lado, pues esto nos serviría mucho en el combate, para igualarnos en parte a las fuerzas de Huerta ...

Venustiano Carranza (18).

Poco después, con fecha 12, escribió el Primer Jefe al mismo destinatario:

... Me permito suplicar a usted se sirva decir a mi sobrino, el señor Gustavo Salinas, remita los fulminantes, cien libras de pólvora para cartuchos 30-30, y cien libras para cartuchos máusser, en empaque que diga ropa, dirigido a Juan B. García a Eagle Pass, Tex.

Igualmente que, la máquina para reformar cartuchos, así como la ametralladora, la envíe con el carácter de maquinaria en varias partidas a la misma consignación.

Los cartuchos para ametralladora, que vengan. en partidas parciales, con empaque disfrazado ...

Venustiano Carranza (19).

El 3 de junio, don Venustiano dirigió al señor Roberto Pesqueira, nombrado agente confidencial del gobierno, consritucionalista en Washington, el siguiente telegrama:

Ataque a Matamoros empezó 10.30 a. m. Acabo recibir siguiente mensaje: Durante ataque, federales han pasado parque, por puente internacional. He protestado ante autoridades militares y empleados fiscales dícemne tienen autorización Washington. Proteste usted por tal acto.

El Primer Jefe del E. C.
Venustiano Carranza (20).

Luego, en junio 16, el abogado Hopkins, desde Washinton decía:

Considero urgente telegrafíe (Carranza) inmediatamente al secretario Bryan que ha sido nombrado Pérez Romero agente confidencial Washington. Notifíquelo luego que}o haga pues deseamos presentar mañana dura protesta relacIonada paso armas para Nuevo Laredo.

Firmado.
S. G. Hopkins (21).

Pero no solamente respecto a la importación de armamentos encontraron dificultades los constitucionalistas, sino que los vendedores de pertrechos no tuvieron facilidades para sus operaciones comerciales, según se desprende del siguiente mensaje de Pérez Romero a Carranza:

... He tomado nota de lo que me dice el señor Pesqueira referente a las hostilidades que han notado de las autoridades en contra de los vendedores de parque y armas, pero sobre ese asunto es difícil hacer algo; sin embargo, procuraremos ver si de alguna manera y por alguna fuente queda una puerta que tocar y mejorar eso.

Manuel Pérez Romero (22).

Tal hostilidad llegó a sus extremos cuando la prohibición a las importaciones a México se extendieron al papel moneda que el Primer Jefe mandó grabar en una casa especializada, norteamericana, asunto al que se refiere el abogado Hopkins en estos términos:

Washington, octubre 14 de 1913.
Memorándum para el señor don Manuel Pérez Romero, agente confidencial.

Refiriéndome al telegrama del señor don Roberto Pesqueira, fechado el día 10 del presente: El asunto del derecho de exportar papel moneda en él mencionado se halla actualmente ante la Corte Federal y la audiencia tendrá lugar en Del Río en este mes. El señor Belden es nuestro abogado (23).

El departamento de Justicia no pretende que ese dinero sea municiones de guerra, pero dice que es un deber internacional de los Estados Unidos prevenir su exportación y circulación en México en virtud del gran perjuicio que de ello pudiese resultar. Yo estoy en lo justo al creer que este acto del departamento de Justicia ha sido sugerido por el consejero del departamento de Estado, John Basset Moore ... (24)

El criterio de John Basset Moore, que fuera durante muchos años consejero jurídico del departamento de Estado, tenía que pesar, por más que fuese equivocado, en el ánimo del Presidente y de su secretario Bryan, por ser sin duda, en su época, el más capacitado jurista internacional de su país y considerado, en el mundo entero, como un gran maestro del Derecho de Gentes (25).

El embargo del papel moneda fue transitorio; no podía ser de otra manera, pues las reglas de la neutralidad que prohiben la exportación de armamentos y municiones para los países en guerra civil cuyas facciones no estaban reconocidas por el gobierno de Washington no podían extenderse, sino con criterio político y no jurídico, a los billetes constitucionalistas que el Primer Jefe mandó imprimir en los Estados Unidos.

Por fortuna, como se ha dicho antes, la prohibición precipitada duró poco, porque no era sostenible legalmente, y así, pudo contar la Revolución con un capital ficticio que fue su salvación en los primeros tiempos de la lucha.

Este hecho histórico demuestra hasta qué grado tUvo que sufrir la causa revolucionaria, no solamente por falta de ayuda, sino por la hostilidad oficial norteamericana que tantos y tan serios males le causara en la primera etapa de nuestra guerra civil.


Notas

(1) Alfredo Breceda, México revolucionario, 1912-1917. Tomo I. Madrid, 1920. p.142.

(2) Alfredo Breceda, op. cit., p.142.

(3) Alfredo Breceda, Op. cit., p.145.

(4) Alfredo Breceda, op. cit., p. 145.

(5) Alfredo Breceda, op. cit., p.147.

(6) Alfredo Breceda, op. cit., p. 148.

(7) Informe del C. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército ConstitUcionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la República, leído ante el Congreso de la Unión el 15 de abril de 1917. Imprenta del Gobierno. México, 1917.

(8) Ibid.

(9) Informe ..., pp. 7, 8 y 9.

(10) Breceda, op. cit., p. 199.

(11) Breceda, op. cit., p. 196.

(12) Breceda, op. cit., p. 201.

(13) Tomado de El Heraldo de Cuba, 25 de abril de 1914. Cita de Jesús Acuña, Memoria de la Secretaria de Gobernación. México, 1933. p. 254.

(14) Breceda. op. cit., pp. 193 ss.

(15) Manifiesto original en el archivo histórico del licenciado Isidro Fabela. Legajo 59-LIX.

(16) Informe ..., pp. 31 y 32.

(17) Labor internacional de la Revolución Constitucionalista de México, Imprenta de la Secretaría de Gobernación. México, p. 23.

(18) Archivo histórico ... op. cit. Leg. 7-V.

(19) Archivo histórico ... op. cit. Legajo 7-V.

(20) Archivo histórico ... op. cit. Legajo 50-9.

(21) Archivo histórico ... op. cit. Legajo 5-13.

(22) Archivo histórico ... 0p. cit. Leg. 7-2.

(23) El señor Samuel Belden era el abogado del gobierno constitucionalista en El Paso, Texas.

(24) Archivo histórico ... op. cit. F. 9-70-31.

(25) Su trabajo monumental International law digest ha sido y seguirá siendo una admirable y útil obra de consulta en la jurisprudencia internacional.

Índice de Historia diplomática de la Revolución Mexicana (1910 - 1914), de Isidro FabelaPrimera parte Entra en escena la Gran Bretaña Segunda parte El caso de William Bayard HaleBiblioteca Virtual Antorcha