Indice de Pascual Orozco y la revuelta de Chihuahua de Ramón Puente Capítulo Quinto Apéndice N°1 - Plan de Santa RosaBiblioteca Virtual Antorcha

PASCUAL OROZCO
Y
LA REVUELTA EN CHIHUAHUA

Dr. Ramón Puente

CAPÍTULO SEXTO

Elementos que encontró Orozco y de los cuales dispuso para fomentar la revuelta. Actitud de la prensa local. Defección de varios diputados y de los miembros del Ayuntamiento. El Presidente Municipal despoja la Hacienda de Bustillos y comete rapiñas y violaciones. Los decretos del Generalisimo. Pánico general.- Consumátum est.


Al declararse en rebelión Pascual Orozco, había en las arcas del Estado trescientos mil pesos destinados a los perjudicados por la Revolución; y las huestes de Orozco podían estimarse como sigue:

En la plaza de Chihuahua, aproximadamente, 600 hombres de destacamento los cuales dependían exclusivamente de él y 150 en Casas Grandes, cuyo jefe estaba a su inmediata disposición.

Como fuerzas del Estado, y a las órdenes del Gobernador, existían tres grupos en la Capital, mandados: uno, por el mayor Máximo Castillo, a quien hizo defeccionar la elocuencia apostólica del profesor Hernández; otro, por el mayor Guadalupe Gardea; y el último, por el mayor Ortiz Varrera (tropas que se pusieron al mando del coronel Francisco Villa para que hiciera la persecución de Rojas).

La guarnición de Parral, encontrábase bajo la custodia del general José de la Luz Soto, quien por temor a Villa, del que es acérrimo enemigo y no obstante su decantado quijotismo, se vió en el triste caso de hacerse solidario de la defección y cometer atropellos incalificables a los ediles parralenses.

Los elementos de guerra que halló Orozco en las bodegas del Palacio de Gobierno fueron trescientos rifles y cincuenta mil cartuchos.

Esto por lo que respecta a lo material; que, por lo que toca a la parte moral, disponía de más considerables recursos: desde luego, la prensa, pues al único periódico del que tuvo sospechas que no pudiera serle favorable por un párrafo publicado en él y en el que se sintió lastimada la honra de los orozquistas se le obligó a callar, no sin haber hecho sufrir antes a su Director, don Silvestre Terrazas, enemigo de Creel, una prisión arbitraria y un inaudito y salvaje atentado en su persona.

De esta prensa, El Norte perteneció francamente en un tiempo al señor Creel, y después, de una manera clandestina, siguió disfrutando de subvención; y El Monitor, que aunque en apariencia es del Clero, la mayoría de las acciones en la sociedad editora las tiene, según vox pópuli, el mismo señor Creel. Por cuenta de la Contrarrevolución se empezó a publicar un panfleto llamado El Liberal y dos o tres periodicuchos de ridículas dimensiones, que, aunque ni dignos son de ser nombrados, podían tener eco en el ánimo de las turbas.

Con estas publicaciones se hizo Orozco su propaganda contrarrevolucionaria, y, puede decirse, que difícilmente se ha visto de parte de hombres que escriben para el público tanta lenidad para observar consignas, tanta abyección para vender el criterio, tanta impudicia para zurcir calumnias; tanta avilantez y cobardía para dirigir insultos. Descarada, desvergonzadamente, se pusieron aquellas hojas periodísticas de parte de la fuerza, en contra de todo principio de justicia, de honradez y de verdad, procurando corromper el sentimiento público y deslumbrar el candor y la buena fe de los individuos ignorantes y sencillos.

Item más, por lo que a elementos pecuniarios se refiere, a Orozcb no faltaban los de sus amigos los Terrazas y otros capitalistas que, aunque no muy de grado, le facilitarían, por causa de fuerza mayor, algunas cantidades, razón por la cual en breve plazo se vió cubierto el empréstito de ... $ 1.200,000.00 que, como principio de cuentas, fue lanzado por la Oontrarrevolución Orozquista.

Con tan enorme cantidad de dinero hubo para ofrecer a todos los patriotas que quisieran abrazar voluntariamente la causa, una soldada de dos pesos diarios.

Defeccionaron también varios de los representantes del Congreso Local, quienes, aconsejados por el licenciado Severo Aguirre, estuvieron a punto de hacer en el Congreso, la declaración de que Chihuahua era independiente de la Confederación Mexicana; y desde muchos meses atrás trabajaban en la intriga de acuerdo con Orozco, pues les parecía cosa sencillísima y así lo platicaban algnnos de ellos en cantinas y corrillos, que el movimiento orozquista acabaría por entronizarse en Chapultepec, frase casi oratoria con que el diputado Talavera, en tono femenil, remataba sus peroratas.

De igual suerte defeccionaron las autoridades municipales pues que, tanto el presidente propietario, Rafael Trejo, como el suplente, José Elías, estaban comprometidos con el Cuartel General; y Trejo, no contento con prestar servicios a la sedición en la esfera de sus atribuciones, quiso ir más allá y se entregó por completo a la revuelta. Sus ambiciones se cifraban en conquistarse un grado militar, y, para obtener galones, salió de Chihuahua encabezando un piquete de cerca de ochenta hombres, rumbo a la Hacienda de Bustillos, propiedad de la familia Zuloaga, de cuyo intestado es gerente don Alberto Madero, con el objeto de apoderarse, de grado o por fuerza, de todas las existencias de la finca; y así lo hizo en pocos días trasladando a Chihuahua enormes cantidades de maíz, frijol y algunos otros artículos, lo mismo que una numerosísima partida de ganado; pero como Trejo, a más de bravo es en extremo intemperante, hizo de Bustillos el teatro de escenas por demás criminales y bochornosas: en la casa destinada para habitación de la familia Zuloaga, celebró dos o tres orgías en las que hizo víctimas de sus inmoderados apetitos a varias jovencitas de la hacienda.

La primera autoridad política de Chihuahua, al descender a tamañas infamias y a tan inmoderadas rapiñas, se ganaba el grado de capitán en el ejército orozquista.

Por último, defeccionaron casi todos: unos por miedo, otros por interés, otros por entusiasmo. Se les había dicho que en marcha triunfal harían su viaje a la Ciudad de México; alardeaban de que la Contrarrevolución tenía poderosos recursos y amenazaban terribles a los que no simpatizaban con el movimiento.

Pronto empezó el desarme de todos los vecinos de Chihuahua que por alguna circunstancia poseyeran armas.

En solemne decreto se intimó, con penas severísimas, al que infringiera este mandato.

Se decretó, asimismo, la suspensión de garantías para el Presidente de la República desconociendo los contratos que él y su familia, hasta la tercera generación, hubieran celebrado.

Se encarceló, se ultrajó y se causaron las más duras humillaciones a todo el que era considerado amigo del gobernador González o del presidente Madero.

En una palabra, se sembró por donde quiera el pánico y se hizo gala de fiereza.

El mismo Presidente Municipal, en mangas de camisa, con enorme pistola al cinto, sudoroso y alcoholizado, en compañia de varios gendarmes, practicaba las aprehensiones y ... medio mundo aplandió; y la otra mitad, espantada, se ocultó, llevando consigo, vergüenza, tristezas y desencantos.

Asi quedó consumado el cuartelazo que el ex-Jefe de la Segunda Zona Rural, don Pascual Orozco, merced a su corruptora influencia, hizo que realizaran las tropas que, para el apoyo de las autoridadeslegítimamente constituidas, sostenia la Federación en el Estado Libre y Soberano de Chihuahua.

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