Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo LXXXVCapítulo LXXXVIIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO LXXXVI

Que trata de lo más que le sucedió a Cortés en la ciudad de México hasta poner prisiones al rey Motecuhzoma, de que Cacama rey de Tetzcuco se alteró y quiso libertar a su tío y echar de México a los españoles y de cómo su hermano Ixtlilxóchitl lo prendió cautelosamente y lo entregó a Cortés

Así como Cortés tuvo preso a Motecuhzoma, procuró estorbarle que no sacrificase hombres a sus falsos dioses y comenzó a derribar ídolos, de que Motecuhzoma se alteró, porque los suyos estuvieron en términos de matarle porque lo consentía y con él a Cortés porque lo mandaba; por lo cual de consejo del mismo Motecuhzoma, por entonces Cortés dejó de quebrar los ídolos y contentóse con decirles en la ceguedad en que vivían y desengañados y meterlos en el camino verdadero de la virtud y ley evangélica, que había sido la causa principal de su venida; que no había sido tanto por sus riquezas, pues de ellas no habían tomado más de tan solamente lo que ellos les habían dado, ni habían llegado a sus mujeres e hijas ni hecho otros agravios, porque su principal intento no era más de salvar sus almas; que no había otro Dios, más de tan solamente el que los cristianos adoraban, trino y uno, eterno, sin fin, creador y conservador de todas las cosas, que rige y gobierna los cielos y la tierra y otras muchas razones, persuadiéndoles a nuestra santa fe católica y abominando su idolatría y errores; con que se aseguraron un poco y por buenas razones Motecuhzoma vino a dar su palabra, que no se sacrificarían hombres mientras Cortés estuviese en su ciudad y dio permiso que en la capilla del templo mayor que tenía de subida ciento catorce gradas, se pusiesen entre los ídolos de Huitzilopochtli un crucifijo, una imagen de nuestra Señora y una cruz. Veinte días habían pasado que Motecuhzoma estaba preso, cuando llegó Quauhpopocatzin a México con un hijo suyo y quince caballeros, que culpaban en la muerte de los cuatro españoles y habiéndose visto con Motecuhzoma, lo entregó a Cortés. Según la carta referida y las relaciones mexicanas, no tuvo culpa, sino que por ciertos agravios y demasías que los cuatro españoles hicieron, fueron muertos por los naturales de aquellas partes y que Cortés con los suyos fue a la casa de armas de Motecuhzoma y sacó de ellas todas las que halló y de los templos hizo lo mismo y con ellas en la plaza principal hizo quemar a Quauhpopocatzin públicamente con su hijo y a los quince caballeros que vinieron con él (que fue otro atrevimiento no menor que los pasados); y antes que esto hiciese puso unos grillos a Motecuhzoma, haciéndole grandes fieros, todo a fin de espantarle más y aunque se los quitó y prometió que le quería soltar, estaba ya tan medroso que no quiso irse a su casa. Entre tanto Cortés andaba inquiriendo las particularidades necesarias para saber ¿qué tan grande, qué tan rico era el estado y reino de Motecuhzoma, el de su sobrino Cacama y de Totoquihuatzin de Tlacopan? con todo lo que contenía el imperio de estas tres cabezas ¿qué minas había de oro y plata?, qué tan lejos estaba el otro Mar del Sur ¿y si en el Norte había algún puerto para los navíos de España, mejor y más acomodado que el de la Veracruz? Todo esto preguntaba a Motecuhzoma y de todo le daba él cumplida relación, porque nada jamás le escondió. Envió a diversas partes a reconocer y calar los secretos de la tierra, la grandeza y fortaleza de las ciudades en donde trajeron muestras de oro y de amigos que hallaban en ellas; entre los que así despachó según las relaciones de la ciudad de Tetzcuco, fueron algunos a ella con dos hermanos del rey Cacama llamados el uno Nezahualquentzin y el otro Tetlahuehuetzquititzin, que estaban con mucha gente en servicio de Cortés y de los suyos (todos naturales de la ciudad de Tetzcuco), para que la viesen y considerasen la potencia, fuerzas y grandeza de ella y asimismo se cogiesen el oro que se guardaba en los tesoros del rey de Tetzcuco; y llegando estos dos infantes a las casas de Nezahualcoyotzin, su abuelo, que estaban en la ciudad de México, para desde allí embarcarse con los españoles en unas canoas grandes, llegó un mensajero de Motecuhzoma y apartando a Nezahualquentzin, le dijo: que el rey su tío le rogaba mucho, que los españoles que iban en su compañía a Tetzcuco, fuesen bien tratados y con brevedad despachados y que procurasen darles todo el más oro que pudiesen, pues veían en la aflicción en que quedaba; y entendiendo los españoles que lo que el mensajero de Motecuhzoma le había dicho a Nezahualquentzin, era algún trato doble, llegó uno de ellos a él dándole de palos y lo llevó preso ante el capitán Cortés, el cual lo hizo ahorcar luego; de que se sintió muy agraviado el rey Cacama y en su lugar despachó a otro de sus hermanos llamado Tepaxochitzin para que fuese juntamente con Tetlahuehuetzquititzin con los españoles; los cuales después de haber tanteado la ciudad y comunicado con Itxtlilxóchitl, recogieron todo el oro del tesoro de Nezahualcoyotzin y un arca muy grande de dos brazas en largo, una en ancho y un estado en alto, la hinchieron hasta arriba de oro; y no contentos los españoles (que por todos eran veinte), mandaron a Tetlahuehuetzquititzin y a los demás señores de la ciudad, que juntasen más oro, porque el que habían sacado del tesoro del rey era poco; y así cada uno de aquellos señores sacó de sus tesoros cierta cantidad de oro, con que tornaron a henchir otra tanta cantidad como la primera y lo llevaron a Cortés, el que se admiró de ver la gran suma de riquezas y mucho más cuando le contaron la grandeza y fortaleza de la ciudad de Tetzcuco y el mucho poder que tenía, aunque por otra parte se holgaba mucho tener en ella por amigo a Ixtilxóchitl, que era la persona más temida y respetada en todo aquel reino y dio traza de prender y haber a las manos al rey Cacama y aunque estaba dentro de la ciudad de México no se atrevió, lo uno, porque era belicosísimo, hombre animoso y sin temor y que le parecía desdeñar y tener por afrenta la prisión de su tío Motecuhzoma: y conociendo Cacama que las demásíás y atreVimientos de Cortés y de los suyos cada día iban en aumento, reprendió ásperamente a la nobleza mexicana, porque consentía hacer semejantes desacato a cUatro extranjeros y que no los matabán; se excusaban con decirle les iban a la mano y no les consentían tomar las armas para libertarle y tomar (sobre) sí una tan gran deshonra, como era la que los eXtranjeros les habían hecho en prender a su señor y quemar a Quauhpopocatzin, los demás sus hijos y deudos sin culpa, con las armas y munición que tenían, para la defensa y guarda de la ciudad; y de su autoridad tomar para sí los tesoros del rey y de los dioses y otras libertades y desvergüenzas que cada día pasaban y aunqué todo esto veían lo disimulaban pór no enojar a Mótecuhzoma, que tan amigo y casado estaba con ellos. Visto por el rey Cacama el poco animo y la determinación de los mexicanos, se salió de la ciudad y se fue a la de Tetzcuco para juntar sus gentes y con ellas libertar a su tío y nobleza mexicana de la servidumbre y afrenta en que vivían y vengar la muerte injusta de su hermano Nezahualquentzin y la de Quauhpopocatzin y de los otros caballeros sus amigos y deudos. Llegado que fue a la ciudad de tetzcuco, Cohuanacochtzin e Ixtlilxóchitl, que tenía el gobierno de ella y de todo e! reino, recibieron a su hermano y habíendo tratado de lo que se debía hacer en razón del ejárcito que quería juntar para ir con él a la ciudad de México, Ixtlilxóchítl le dijo que convenía matarlo y hacer consejo de guerra en los palacios de! bosque de Tepetzinco, que está metido en la laguna, porque desde allí podían bloquear la ciudad de México y considerar por dónde podían entrar los del ejército con más comodidad, sin ser sentidos de los españoles y que así toda la gente que había juntado para este consejo y déterminación, que estaban en el cercado y palacios de Oztotkpac, que se fuesen por tierra a Tepetzinco (que eran más de cien mil personas), que el rey con él y con Coanacochtzin su hermano se fuesen en una canoa grande. Cacama (que estaba muy seguro de lo que después le sucedió), se puso en manos de Ixtlilxóchitl y Cohuanacochtzin sus hermanos; y habiéndose embarcado en la canoa fue preso llevado a México y entregado a Cortés, con cuya hazaña se atajaron muy grandes inconvenientes y estorbos a los designios de Cortés y prosecución de la entrada dé núestra santa fe cátólica; porque el rey Cacama era esforzado, atrevido y de muy gran valor y Cortés y su tío Motecuhzoma no fueran bastantes para atajarle sus pasos y designios, si no fuera por la amistad que Ixtlilxóchitl siempre tuvo a Cortés y a los españoles.

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