Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo LXXXIIICapítulo LXXXVBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO LXXXIV

Que trata de todo lo que a Cortés le sucedió todo el tiempo que estuvo en Tlaxcalan

Detúvose Cortés con los suyos veinte días en Tlaxcalan, en donde fueron muy bien tratados y regalados. Cortés les pidió que tuviesen por bien permitir, que él y los suyos visitasen toda la ciudad, los templos y palacios de los cuatro señores de la señoría y habiéndolos visitado y visto su concierto y fortaleza del sitio, que ya estaban asegurados de él y que era gente que vivía con orden y policía, que guardaba justicia y que se les podía fiar cualquier negocio, comenzó a predicarles la fe de Cristo nuestro señor y a persuadirles dejasen la idolatría y sacrificio de hombres, dándoles a entender que los ídolos que ellos adoraban eran demonios, de tal manera, que aunque de todo punto no los pudo convencer, mas con todo hizo la sala principal oratorio de Xicoténcatl, poniendo una cruz y una imagen de nuestra señora, en donde de ordinario los días que estuvo allí se decía misa y otra cruz se puso en el mismo puesto en donde le recibió la señoría, con muy gran solemnidad de los españoles, de que estaban tan admirados los tlaxcaltecas, viendo que los cristianos adoraban al dios que ellos llamaron Tonacaquihuitl, que significa árbol del sustento, que así lo llamaban los antiguos. Asimismo la señoría acordó de dar sus hijas a Cortés y a los demás sus compañeros; de manera que Xicoténcatl (que fue el que dio este parecer), eligió a dos hijas suyas llamada la una Tecuiloatzin y la otra Tolquequetzaltzin; Maxixcatzin eligió a Zicuetzin hija de Atlapaltzin y el de Quiahuiztlan a Zacuancózcatl hija de Axoquentzin y a Huitznahuazihuatzin hija de Tecuanitzin y habiendo juntado otras muchas doncellas con estas señoras, se las dieron a Cortés y a los suyos, cargadas de muchos presentes de oro, mantas, plumería y pedrería y dijo Maxixcatzitl a Marina que dijese al señor capitán, que allí estaban aquellas doncellas hijas de Xicoténcatl y otros señores nobles, para que él y sus compañeros las recibiesen por mujeres y esposas. Cortés les dio las gracias y las repartió entre los suyos, porque no pareciese bien que menospreciaba la dádiva y el emparentar nuestros españoles con ellos; y por usar de magnanimidad y en recompensa de la dádiva, pidió ciertos mensajeros que fuesen a Cempoalan para traer cantidad de mantas, enahuas, huipiles, pañetes, cacao, sal, camarones y pescado, que todo ello traído que fue, lo repartió entre las cuatro cabezas y los demás señores tlaxcaltecas y fue para ellos de muy gran merced y regalo, porque carecían de todo ello; fueron al efecto ciento veinte personas nobles y doscientos hombres para cargar y les ayudó un español que tenia su puesto en Cempoalan y el señor de allí llamado Chicomácatl. Asimismo fue esta gente por abrir y hacer camino seguido desde Tlaxcalan a Cempoalan y entre los más principales que fueron electos para este viaje de parte de Xicoténcatl, fue uno llamado Icueten; de parte de Maxixcatzin, Totoltzin Chiuhatlapaltzin y de Tlehuexolotzin, Yaotzin y otros que no se ponen aquí por excusar prolijidad. Estando en esta ciudad Cortés, se le vinieron a dar por amigos los de Huexotzinco, ciudad principal y República como la de Tlaxcalan y todos de un linaje. En la pintura que aun el día de hoy guarda el cabildo de esta señoría, se halla que en esta sazón se bautizaron los señores de ella por Juan Díaz, clérigo y fue su padrino el capitán Cortés; el primero fue Xicoténcatl, que se llamó don Bartolomé y tras de él Zitlalpopocatzin, que se llamó don Baltasar y luego Tlehuexolotzin que se llamó don Gonzalo y el postrero Maxixcatzin, que era mancebo, se llamó don Juan y los otros eran ya viejos y más que todos Xicoténcatl. En todo el tiempo que allí se detuvo, los embajadores de México cada día le importunaban, que se saliese de allí y se fuese a México y así cuando vieron que se quería partir, le aconsejaron que se fuese por Chololan, ciudad muy populosa, rica y amiga de Motecuhzoma y aunque los de Tlaxcalan se lo impedían por los inconvenientes que ellos le ponían, pero al fin se determinó a ir a ella llevando seis mil tlaxcaltecas de guerra, aunque le querían dar muchos más y por caudillos de ellos a Atlepapalotzin, Tlacatecuhtli, Quanaltécatl, Tenamazcuicuiltzin, Imiztli, Matzin y Axayacatzin; aunque se volvió. Por el camino salieron a recibir a Cortés y a los suyos más de diez mil hombres de Chololan, con grande regocijo; y habiéndolos entrado en la ciudad y dádoles muy buena posada, regalando espléndidamente a los nuestros, aquella noche los embajadores de Motecuhzoma tornaron otra vez a porfiar con Cortés que no pasase a México, poniéndole mil dificultades, de tal manera que se receló de ellos y de los cholultecas y así mandó a los tlaxcaltecas sus amigos se pusiesen ciertas señales en sus cabezas para que fuesen conocidos, porque quería hacer un castigo ejemplar en los cholultecas y mexicanos y pidió a la señoría de Chololan, que todos los magnates y señores de ella se juntasen en la sala y consistorio donde se solían juntar siempre, para tratar con ellos ciertas cosas que les convenía, porque se quería ir de su ciudad y que asimismo en el patio de él juntasen los más de los ciudadanos, para que allí fuesen escogidos los que fuesen necesarios para llevarle el bagaje, con lo que vinieron muchos así de los nobles como de la lente plebeya, que hinchieron el patio y sala y aun a la redonda de él había y habiendo juntado a los treinta de ellos, los más principales, los prendió e hizo con los suyos tomar las puertas, sin que dejasen salir a nadie y luego llamó a los embajadores de Motecuhzoma y les dijo que aquellos presos le habían confesado una traición que por su orden tenían urdida a él y a los suyos, lo cual no podía creer de Motecuhzoma su señor, que tratase de matarlos; los mexicanos dieron sus disculpas, diciendo que ellos y su señor estaban muy inocentes de semejante culpa y traición. Cortés mandó matar algunos de los treinta señores y disparando un arcabuz (que era la señal que tenía dada a los españoles para que saliesen a los del patio y los matasen) se ejecutó así y en menos de dos horas mataron más de cinco mil, saquearon y quemaron las casas más principales de la ciudad y los templos de ella y el templo mayor donde se habían acogido muchos sacerdotes y señores principales, lo quemaron, en donde murieron los más. Fue tan grande el temor y espanto que causó este hecho, que fue sonado por toda la tierra; y la ciudad en un instante quedó toda ella desamparada y el despojo fue muy rico, de mucho oro, pedrería, mantas y cosas de pluma, porque era la ciudad más rica que había en toda esta tierra, pues los moradores de ella eran todos los mercaderes. Cortés, hecho esto, hizo soltar los presos que quedaban con calidad que hiciesen venir la gente a la ciudad con toda paz y quietud y así lo hicieron, pues dentro de un día se tornó a poblar y henchir la ciudad como antes estaba y quedaron por amigos de él y de los de Tlaxcalan. La señoría viendo que con la refriega y mortandad de Chololan, estaban Cortés y los suyos faltos de mantenimientos, los socorrió de estos bastantemente y en persona fueron a verle Maxíxcatzin y todos los de su cabecera, Zitlalpopoltzin de la de Quiahuiztlan con Axoquentzín, Tlehuexolotzin, Tequitlatotzin, Tzompantzin, Axayacatzin, Mocuetlazatzin y Tzicuhcuácatl, habiéndose ofrecido a Cortés a ayudarle a todo lo que se le ofreciese. Lo agradeció mucho y les dijo, que por entonces se volviesen, que cuando hubiese necesidad de socorro de sus personas y valor, los avisaría, con lo cual se volvieron; y en quince días que estuvo Cortés en Chololan, fue siempre servido y favorecido de los tlaxcaltecas. A esta sazón se tornaron los embajadores de Motecuhzoma a darle otro recado de parte de su señor, con seis patos de oro muy rico, muchas mantas y cosas de comer, satisfaciéndole que lo que se decía era fraude y engaño; que se asegurase de él que sería su buen amigo y para satisfacción de esto se fuese luego a México, que allí e esperaba con mucho deseo de verle y regalarle y así dio orden de su ida a la ciudad de México.

Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo LXXXIIICapítulo LXXXVBiblioteca Virtual Antorcha