Índice de Historia de la Nación Chichimeca de Fernando de Alva IxtlilxochitlCapítulo LXXIVCapítulo LXXVIBiblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO LXXV

Que trata de la muerte y fin que tuvo el rey Nezahualpiltzintli

Sabido por el rey Nezahualpiltzintli, cómo el rey Motecuhzoma le impedía los tributos y reconocimientos que siempre a él y a su padre le habían dado las ciudades y pueblos de la laguna, y otras cosas de menosprecio, envió a sus embajadores sobre el caso a requerirle que guardase la costumbre que siempre sus mayores tuvieron. Motecuhzoma con gran soberbia y presunción les dijo a sus embajadores que dijesen a su señor, que ya no era el tiempo que solía ser, porque si en los tiempos atrás se gobernaba el imperio por tres cabezas, que ya el presente no se había de gobernar más que por una sola, y que él era el supremo señor de las cosas celestes y terrestres, y que nunca más le enviase a requerir y comunicar negocios, porque si así lo hacía, castigaría el atrevimiento. Cuando Nezahualpiltzintli oyó esta respuesta tan insolente y soberbia, fue muy grande la pena que recibió, y más viendo que no tenía fuerzas para poder castigar semejante locura, y vengar las traiciones que contra él Motecuhzoma había hecho; y así se recogió a lo más interior de sus palacios, donde triste, pensativo y con harta pena, acabó la vida, que fue en el año de 1515 que llaman matlactli ácatl, habiendo gobernado cuarenta y cuatro años, y siendo de edad de cincuenta y dos. Sabida su muerte, aunque procuraban ocultarla, se juntaron sus hijos y deudos para hacerle sus honras y exequias (hallándose en ellas todos los señores y grandes del reino, con los embajadores de los reyes Motecuhzoma y Totoquihuatzin, y otros señores mexicanos y tepanecas) de la misma manera que se le hicieron a su padre, que fue quemarse el cuerpo ataviado con muchas joyas de oro, plata y pedrería, y mucha diversidad de penachos y plumería, sacrificando en sus honras doscientos esclavos y cien esclavas; sus cenizas fueron guardadas en un arca de oro y llevada a su sepulcro, que estaba en el templo mayor que había en la ciudad de Tetzcuco, que era el del ídolo Huitzilopochtli. Tuvo ciento cuarenta y cinco hijos e hijas, y los cuatro de ellos fueron legítimos como queda referido. Este fin tuvo el rey Nezahualpiltzintli, que no tuvo menos valor y virtud que su padre, y si bien se considera le siguió casi los mismos pasos, pues fue muy severo en guardar las leyes y venturoso en las batallas en que se halló personalmente, aunque con su temprana muerte dejo a los suyos en opiniones falsas y fabulosas, y a sus hijos en disensiones por no haber nombrado a ninguno de ellos por su heredero, aunque hay opinión que nombró al menor de sus hijos legítimos que fue el infante Yoyontzin, cosa que no se puede creer, porque siempre heredaba el mayor de los legítimos, sino es que no lo merecía por algunas causas forzosas, como fue el rey Techotlalatzin, que siendo el menor de sus hermanos heredó el imperio, porque siempre fue de la opinión y bando de Quinatzin, su padre, y los demás hermanos de la parte de los rebeldes chichimecas y alzados contra el imperio, como se ha visto en el discurso de esta historia.

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